sábado, 20 de diciembre de 2014

A la que pasa

La avenida estridente en torno de mí aullaba. 
Alta, esbelta, de luto, en pena majestuosa, 
pasó aquella muchacha. Con su mano fastuosa 
Casi apartó las puntas del velo que llevaba. 

Ágil y ennoblecida por sus piernas de diosa, 
Me hizo beber crispado, en un gesto demente, 
En sus ojos el cielo y el huracán latente; 
El dulzor que fascina y el placer que destroza. 

Relámpago en tinieblas, fugitiva belleza, 
Por tu brusca mirada me siento renacido. 
¿Volveré acaso a verte? ¿Serás eterno olvido? 

¿Jamás, lejos, mañana?, pregunto con tristeza. 
Nunca estaremos juntos. Ignoro adónde irías. 
Sé que te hubiera amado. Tú también lo sabías. 

Versión de José Emilio Pacheco



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