sábado, 13 de diciembre de 2014

El esplendor en Memorias de Adriano, de Yourcenar

"Cuando considero esos años, creo encontrar en ellos la Edad de Oro. (...) Las planicies habían acumulado el calor del prolongado verano; el vapor subía de las praderas a orillas del Sangarios, donde galopaban tropillas de caballos salvajes; al amanecer bajábamos a bañarnos a la ribera, rozando al pasar las altas hierbas empapadas de rocío nocturno, bajo un cielo en el cual estaba suspendida la delgada luna en cuarto creciente que sirve de emblema a Bitinia. Aquel país fue colmado de favores, y hasta asumió mi nombre. Hicimos una bella travesía del Bósforo, bajo la tormenta; hubo cabalgatas en la selva tracia, con el viento agrio que se engolfaba en los pliegues de los mantos, el innumerable tamborilear de la lluvia en el follaje y en el techo de la tienda. (...) Volvimos a Grecia por el norte. (...)Llevé a Antínoo a la Arcadia de sus antepasados; sus bosques seguían tan impenetrables como en los tiempos de aquellos antiguos cazadores de lobos".

Es el esplendor de la felicidad de Adriano con Antínoo recreado por Marguerite Yourcenar (Bélgica, 1903-Estados Unidos, 1987) en un capítulo de Memorias de Adriano, de la cual se cumplen 60 años de su publicación. Una magnífica evocación de la vida de un soberano, al final de sus días, que además de ejercer su poder y agrandar la gloria de Roma, entre los años 117 y 138, demostró una gran humanidad al tener especial consideración con los esclavos y favorecer a las artes. Pero su asomo a la inmortalidad la aseguró su gran amor y pasión por el joven griego Antínoo. Él fue testigo de sus logros; con él viajó por sus antiguos y nuevos dominios, a un lado y otro del Mediterráneo y más allá; con él vivió un amor sublime al punto de que "las intrigas se habían anudado en torno a su juvenil cabeza, con innobles esfuerzos por ganar su influencia o sustituirla por otra". No era para menos, si, como narra Yourcenar, lo que sentía y pensaba el emperador sobre Antínoo eran cosas como esta: "Me siguió en la vida como un animal o como un genio familiar. Aquel hermoso lebrel ávido de caricias y de órdenes se tendió sobre mi vida. (...) Sólo una vez fui amo absoluto; y lo fui de un solo ser".
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Memorias de Adriano es una novela clave en la narración de los hechos históricos, en el modo de mirar y reconstruir el pasado respetando la realidad y tratando de contarlas desde el mundo interior, privado y emocional de un personaje. Tratando de hallar y comprender el origen primero de sus actos, y por ende a su figura. Yourcenar creó una convicente, sabia y conmovedora voz de Adriano. Lo revivió. De ahí que aquel verano con Antínoo por el Bósforo y Grecia sea el esplendor de su felicidad, de un amor en estío eterno, al punto de que la gracia de la estación la fundiera el emperador en el propio ser amado:

"El niño cambiaba, crecía. Una semana de indolencia bastaba para ablandarlo; una tarde de caza le devolvía su firmeza, su atlética rapidez. Una hora de sol lo hacía pasar del color del jazmín al de la miel. (...) Cuando considero esos años, creo encontrar en ellos la Edad de Oro. Todo era fácil; los esfuerzos de antaño se veían recompensados por una facilidad casi divina. Viajar era un juego: placer controlado, conocido, puesto hábilmente en acción. El trabajo incesante no era más que una forma de voluptuosidad. Mi vida, a la que todo llegaba tarde, el poder y aun la felicidad, adquiría un esplendor cenital, el brillo de las horas de la siesta en que todo se sume en una atmósfera de oro, los objetos de aposento y el cuerpo tendido a nuestro lado, La pasión colmada posee su inocencia, casi tan frágil como las otras: el resto de la belleza humana pasaba a ser un espectáculo, no era ya la presa que yo había perseguido como cazador. Aquella aventura, tan trivial en su comienzo, enriquecía pero también simplificaba mi vida; el porvenir ya no me importaba. Dejé de hacer preguntas a los oráculos. "

Pero el verano de su vida habría de terminar con la muerte de Antínoo, ahogado en el Nilo. Desaparecido su sol, la sombra empezó a cubrir la vida de Adriano. "Amor, el más sabio de los dioses... Pero el amor no era responsable de esa negligencia, de esas durezas, de esa indiferencia mezclada a la pasión como la arena al oro que arrastra un río, de esa torpe inconsciencia del hombre demasiado dichoso y que envejece. ¿Cómo había podido sentirme tan ciegamente satisfecho? Antínoo había muerto. Lejos de haber amado con exceso, como Serviano lo estaría afirmando en ese momento en Roma, no había amado lo bastante para obligar al niño a que viviera".

La lucha, el poder y la gloria mirando a Adriano; el dolor, las batallas y la muerte rondando a Adriano; todos triunfos deudores de un amor pero buscando el lugar privilegiado de la memoria; aunque ninguno ensombreció a Antínoo, según nos cuenta Marguerite Yourcenar en esta novela sobre el poder, la gloria, la muerte y el amor.

 * Memorias de Adriano, de la traducción de Julio Cortázar (Edhasa)

 http://blogs.elpais.com/papeles-perdidos/2011/08/la-felicidad-dorada-de-adriano-de-yourcenar.html

Memorias de Adriano - Marguerite Yourcenar (pdf)
http://friendsofborges.org/site/assets/books/Yourcenar_Marguerite_Memorias_Adriano.pdf

Memorias de Adriano - Marguerite Yourcenar (audiolibro)
https://www.youtube.com/watch?v=4D7aXotOqS8

Memorias de Adriano











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