Corría el año 1747, y a Bach le quedaban pocos años de vida (concretamente tres), pero él no lo sabía. Así que un día fue a visitar a uno de sus hijos que trabajaba para el rey Federico II de Prusia “el grande”, (o algo así), que era músico aficionado, aparte de rey y otras cosillas. El caso es que el rey, que sabía tocar la flauta y al que sólo Quantz podía sacar defectos como flautista, no porque fuera el único que los advirtiera, sino porque los demás lo tenían prohibido… Bueno, el caso es que nuestro amigo Federico II “el grande” de Prusia estaba montando su flauta para dar un conciertillo de cámara, cuando alguien le dijo que el señor Bach andaba por allí, en la casa de su hijo que era maestro de capilla. Inmediatamente le hizo pasar, Bach aún no había tenido tiempo ni de cambiarse de ropa, ya veis, y le pidió por favor que probara todos los pianos que se había comprado. El piano era un instrumento nuevo por aquél entonces, de hecho, aún se llamaba forte-piano, y el rey, que había intuido con buen tino que sería importante en un futuro y que reemplazaría al clave, se había comprado todos los pianos manufacturados por Silberman que le fue posible. Quince en total (Yo de mayor quiero ser rey…). Bueno, el caso es que Bach los fue probando uno a uno. En la época, lo normal era que un músico fuese capaz de improvisar. Tened en cuenta que las partituras eran muy caras, y no siempre había una a mano, pero música sí que debía haber casi siempre, por lo que un músico tenía que ser capaz de improvisar casi cualquier cosa. Así que Bach fue improvisando y tal, hasta que el rey con una sonrisa maliciosa le propuso un tema y le retó a que improvisara una fuga con él. En realidad, ese era un tema que le traía loco al rey, que había tratado de escribir una fuga sencilla y no había sido capaz, y quería hacer pasar un mal rato al pobre hombre. Pero Bach, que había pillado sin duda las malévolas intenciones del rey, improvisó una fuga a seis voces, que hoy, desgraciadamente, no podemos oír. Es lo que tienen las improvisaciones. (Douglas F. Hofstadter, que en realidad es matemático, dice que eso es equiparable a jugar sesenta partidas de ajedrez simultáneas con los ojos vendados y ganarlas todas. Yo creo que la comparación es buena.) Luego continuó la visita, estuvieron probando los órganos del rey y demás, comiendo, bebiendo etc… y finalmente Bach llegó a su casa. Se acordó del tema, del reto del rey, y se le ocurrió que podía hacer muchas más cosas con ese tema. Así que, pluma e mano, cogió dicho temita, y escribió con él un ricercare a tres voces, otro a seis, diez cánones de todo tipo (cancrizantes, enigmáticos…) y una sonata en trío para flauta, violín y continuo. Le puso a todo junto “Ofrenda Musical” y se la dedicó al rey.
La dedicatoria no tiene desperdicio:
“Rey Graciosísimo.
Dedico a vuestra majestad, con la humildad más profunda, una ofrenda musical cuya parte más noble procede de la propia augusta mano de Vuestra Majestad. Con sobrecogido placer recuerdo la especialísima gracia de que fui objeto cuando, hace algún tiempo, durante mi visita a Sanssouci, Vuestra Majestad se dignó a tocarme en el teclado un tema de fuga, y al mismo tiempo me encargó de la manera más graciosa que lo desarrollara en la presencia augustísima de Vuestra Majestad. Mi humildísima obligación no podía ser otra que obedecer la orden de Vuestra Majestad. Sin embargo, no pude menos que observar que, por falta de la necesaria preparación, mi ejecución no estaba a la altura de tan excelente tema. En consecuencia, determiné elaborar de manera más completa el tema real y, habiendo puesto empeño en la tarea, he resuelto ahora dar a conocer esta obra al mundo. Mi propósito no se ha realizado con la perfección que hubiera sido posible, y la obra no tiene, así, otra finalidad que la muy loable de enaltecer, aunque sólo sea en medida tan modesta, la fama de un monarca cuya grandeza y dominio en todas las ciencias de la guerra y de la paz, y especialmente en la música, todo el mundo se ve obligado a admirar y respetar. Me atreveré a añadir una humildísima súplica: que Vuestra Majestad se digne enaltecer este modesto trabajo con su graciosa aceptación y que siga concediendo la augustísima gracia real de Vuestra Majestad a quien es el siervo más humilde y obediente
de Vuestra Majestad
El Autor
Leipzig, 7 de Julio de 1747”
http://www.audicionescomentadas.com/2008/10/ofrenda-musical-bwv-1079-de-bach.html
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