lunes, 22 de diciembre de 2014

Dmitri Shostakovich - Sinfonía No. 7 "Leningrado"

 

Séptima sinfonía

La Sinfonía Nº 7 en Do mayor Op. 60 es una de las composiciones mas conocidas de Dmitri Shostakovich,cuya primera audición tuvo lugar en Kuibyshev (actual Samara) el 5 de marzo de 1942, por la Orquesta del Teatro Bolshoi dirigida por Samuil Samosud. Esta prémière es una de las varias que tuvo la obra, ya que, debido a las circunstancias del momento –la II Guerra Mundial–, la sinfonía, que llegó a ser considerada como un canto contra el fascismo nazi, se interpretó con carácter de estreno en diversas ocasiones y lugares.
El 22 de junio de 1941, Alemania invade la Unión Soviética, rompiendo unilateralmente el pacto de no agresión firmado entre Hitler y Stalin, dando comienzo a lo que los soviéticos denominaron la «Gran Guerra Patria». Desde el 8 de septiembre de 1941 hasta el 27 de enero de 1944, la ciudad de Leningrado fue sometida a un feroz asedio por parte de los alemanes: son los llamados «900 días». Veintinueve meses en los que la ciudad padeció cortes de suministros y bombardeos sistemáticos, sufriendo la pérdida de más de un millón de ciudadanos, la mayoría por hambre y frío. En este trágico entorno es donde compuso Shostakovich su séptima sinfonía, la que sería llamada «Leningrado». No obstante, hay cierto desacuerdo sobre si el compositor comenzó a escribir la partitura antes o después del asedio. Haremos una reflexión sobre ello más abajo, una vez expuesta la estructura de la obra.
La sinfonía tiene una duración de aproximadamente una hora y quince minutos, siendo la más extensa del compositor. Su estructura es la convencional para las sinfonías, cuatro movimientos, y destaca por su tamaño sobre los demás el primer movimiento (Allegretto), de aproximadamente 30 minutos de duración, el cual está escrito en la académica forma sonata. Se inicia éste con un solemne y esplendoroso tema a cargo de las cuerdas que es seguido por los oboes, para dar paso al tema secundario, un tranquilo pasaje a cargo de las flautas que transmite un clima de paz y sosiego. La incorporación de las cuerdas da pie al inicio del desarrollo, que en esta sinfonía tiene una característica especial: el llamado «tema de la invasión». Una marcha que se inicia con el pizzicato de las cuerdas en pianissimo, para ir in crescendo a medida que se van incorporando nuevos grupos de instrumentos durante las doce veces que se repiten los compases de la marcha, mientras los redobles de la caja acompañan dichas incorporaciones, al estilo del Bolero de Ravel. A medida que se acercan las secuencias al fortísimo del final del tema, otros instrumentos, en segundo plano, crean sonidos que aportan un excitante clima que evoca alarmas, bombardeos y ataques aéreos. La escalada sonora desemboca en un caótico y frenético episodio entre la percusión y las cuerdas, para luego pasar a la recapitulación, el la que el tema principal se nos presenta de una forma más sosegada. El movimiento termina con un recuerdo al tema de la invasión tocado por una lejana trompeta sobre el redoble de la caja.
El segundo movimiento –Moderato (Poco Allegretto)– tiene una duración aproximada de 12 a 14 minutos. Un scherzo que comienza manteniendo el tranquilo clima del final del anterior movimiento, largas combinaciones a cargo de las cuerdas dibujan una lírica melodía. A la mitad del pasaje un violento solo de los viento-madera cambian de forma drástica el tono, que se repite, a veces en forma de majestuosa marcha, por los diversos vientos que paulatinamente se van incorporando a la ejecución. Tras una disminución reaparece el plácido tema inicial. El tercer movimiento –Adagio– se toma cerca de 20 minutos y se inicia con un pausado motivo que evoca, según el autor, el bello caer de la tarde sobre Leningrado y la desembocadura del Nevá. Las cuerdas, replicadas por los vientos, componen serenas y evocadoras melodías, que se tornan violentas y rudas mediante un fondo rítmico de percusión y bajos en ostinato. Tras esto, el tema del inicio vuelve a ser el motivo que nos conduce al final. Shostakovich, en un momento determinado, subtituló cada movimiento (1º: La guerra irrumpe en nuestras pacificas vidas; 2º: Intermezzo lírico «Memorias»; 3º: Remembranza de una bella ciudad atacada), el cuarto movimiento – Allegro non troppo – lo intitulóVictoria. Durante aproximadamente 20 minutos, diferentes melodías nos encaminan a un tema principal que desemboca en una poderosa apoteosis que canta la gloria de un pueblo resistente e invencible.

A modo de requiem
Cuando las tropas alemanas cercaron la ciudad, Shostakovich solicitó ser enrolado en el Ejercito Rojo, petición que fue denegada en varias ocasiones y tras su insistencia, fue asignado a la brigada de bomberos del Conservatorio. Tras rechazar en diversas ocasiones ser evacuado, finalmente, el 22 de octubre de 1941 fue trasladado con su familia a la actual Samara, donde completó la sinfonía. Según cuentan, en el equipaje del compositor sólo iban dos partituras: el manuscrito de los tres primeros movimientos de la nueva sinfonía y la partitura de la Sinfonía de los Salmos de Igor Stravinski. «Stravinski: el compositor que venero; Stravinski: el pensador que detesto», una frase con la que Shostakovich definía su relación con el creador de Petrushka. Shostakovich, años después, declaró la influencia de dicha composición en la inspiración de la Séptima sinfonía, sobre todo la lectura de los salmos de David, especialmente los dedicados a la venganza, como el 94: «y Él vendrá a recompensar a los libres de malicia y destruirá a los otros con su propia maldad, si, el Señor nuestro Dios los destruirá». Esto refuerza la opinión de muchos de que realmente la séptima no era, inicialmente, una respuesta a la invasión alemana, sino que el compositor planeaba, antes del conflicto, escribir una pieza sinfónica en un solo movimiento con coros, usando como texto los salmos arriba citados. Una sinfonía-réquiem dedicada a todas las víctimas de la represión estalinista de su ciudad: Leningrado.
A pesar de las diferentes opiniones al respecto, hay que señalar que varios factores indican que el primer movimiento, con su famoso tema de la invasión, fue escrito con anterioridad al cerco de la ciudad: la Orquesta Sinfónica de Leningrado había anunciado la premiere de la 7ª sinfonía antes del ataque alemán a Rusia; dada la personalidad de Shostakovich, esto significa que el compositor tenía bastante trabajo ya realizado, en caso contrario no habría autorizado dicho anuncio. Una testigo relata que, en una de las exposiciones de la sinfonía que realizó al piano durante la guerra, y preguntado acerca de este tema, respondió: «Sí, por supuesto, va contra el fascismo... Pero, el fascismo no es solamente el Nacional-Socialismo y esta música es sobre el terror, la esclavitud y la opresión del espíritu». Pese al generalizado uso del término «tema de la invasión», el autor nunca se refirió a él de esa manera. Más al contrario, afirmaba: «Yo no he compuesto música de batalla. Yo solamente he expuesto amargos sucesos». Los únicos amargos sucesos a los que se podía referir, además de los bélicos, eran las purgas masivas llevadas a cabo por el poder soviético.

Tema controvertido
Como se ha comentado, uno de los fragmentos más destacados de la sinfonía es el muy nombrado tema de la invasión. A propósito de este pasaje, es interesante destacar el uso de la ironía por parte de Shostakovich al componerla. Como se expuso más arriba, es un crescendo realizado por un bucle en el que una marcha va adquiriendo paulatinamente un tinte más agresivo y, dadas las circunstancias en que se escribió, se asocia al avance del ejercito alemán. La particularidad está en que, en la segunda parte del cescendo, parte de la marcha es una imitación del aria Da geh' ich zu Maxim (Yo me voy a Maxim) de la opereta La viuda alegre de Franz Lehár, que canta Graf Danilo al final del segundo acto. Curiosamente esta opereta, de tono ligero y desenfadado (y una de las favoritas de Hitler), sirve para componer uno de los momentos más inquietantes y perturbadores de la historia de la música, aunque, por otro lado, no es del todo extraño que esta alegre melodía sonara con frecuencia en una familia de un músico cuyo hijo menor se llamaba Maxim.



Béla Bartók , al escuchar la prémière americana sufrió un ataque de ira tal, que, en su precioso Concierto para orquesta Sz. 116, en el cuarto movimiento Intermezzo interrotto - Allegretto, incluyó una sección ridiculizando el tema de la invasión.

Shostakovich compuso el cuarto movimiento en tan sólo tres semanas tras su llegada a Kuibyshev, y allí se produjo el estreno que mencionábamos al principio. El 29 de marzo y con los mismos interpretes se toca en Moscú, radiándose para la toda la Unión Soviética, ya con la etiqueta de símbolo de resistencia al invasor. Inmediatamente se prepara un microfilm con la partitura, que pasando por Irán llega a Londres donde la sinfonía es interpretada por la London Philarmonic en junio de 1942 y posteriormente en New York, en julio, por la NBC y Toscanini. Pero las autoridades soviéticas dieron máxima prioridad al estreno de la sinfonía en la propia ciudad cercada, usarían la obra como arma psicológica. La Orquesta de la Radio de Leningrado, que no había podido ser evacuada, había sido disuelta y sus miembros enrolados en unidades del ejército rojo. Su director, Karl Eliasberg, fue encargado de reunir a los músicos con el fin de reorganizar una orquesta capaz de interpretar la pieza dentro de la ciudad sitiada. La situación que descubrió fue impresionante: apenas sobrevivían unos pocos componentes (la mayoría de las fuentes citan que 15) y éstos presentaban un aspecto desolador. Famélicos, algunos heridos, muchos acudieron desde sus puestos de combate con el capote y los arreos militares. Tras un llamamiento a todos los músicos de la ciudad, y no sin un enorme esfuerzo, por fin el 9 de agosto de 1942 se realizó el concierto, que fue emitido por todos los altavoces de la ciudad, pudiendo ser escuchado hasta por los soldados alemanes.
La reacción, como muchas veces antes, fue diferente en el oeste que en el interior de la Unión Soviética, donde, eufóricos, los dirigentes soviéticos vieron en la sinfonía una potente arma de propaganda tanto dentro de la Unión como en los países aliados en la lucha común contra el fascismo. En Occidente, pese de la contrariedad de algunos compositores, como el citado enojo de Béla Bartok o la indiferencia de Rachmaninov (el cual después de oír la prémière americana comentó sardónicamente: «Bien, ahora podríamos tomar un té»); en Occidente, decíamos, el engranaje propagandístico aliado presentó la obra como un ejemplo de colaboración en la lucha contra el nazismo, siendo programada en múltiples ocasiones tanto en USA como en el Reino Unido esa misma temporada.
Después de la guerra, la sinfonía perdió apoyos entre los críticos occidentales, asociándola al aparato estalinista, ya que varios factores (pasajes descriptivos, momentos marciales, orientada a ensalzar la victoria, etc.) la convertían, a ojos de estos críticos, en un perfecto ejemplo de realismo socialista. Curiosamente, una vez acabada la contienda, en la Unión Soviética los críticos oficiales comenzaron a atacarla por lo contrario (exaltación final poco convincente; el crescendo del primer movimiento describía el avance de las tropas alemanas y no a los heroicos soldados del Ejército Rojo, etc.). Como resultado de ambas corrientes, la sinfonía entró en un periodo de decadencia. Más recientemente, tras el fin de la Guerra Fría y los cambios que se fueron sucediendo en la Unión Soviética, la atención hacia la obra de Shostakovich fue situándose en el lugar que le corresponde.

 


http://oidofino.blogspot.com.ar/2009/11/shostakovich-sinfonia-n-7-haitink.html




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