Paco de Lucía o el embrujo de la
guitarra española…
Ejecutado con movimiento lento, como todo adagio, escuché aquella
vez el llanto, el quejido -o el carcajeo quizás- de una guitarra flamenca.
Composición única. Dedos afinados, mentón cercano al brazo de madera. Cuerdas
que vibraban de un simple roce. Roce capaz de provocar en mí un embrujo
imperecedero. Frente amplia. Cabello a su estilo propio, clásico. Concentración
en una sala de conciertos. Mano derecha en pleno movimiento. La uña del pulgar
afilada, armonizando la más bella melodía que escuché en los últimos 26 años de
mi vida.
La camisa satinada blanca abraza el cuerpo de la guitarra, precede
al negro enfundado de su pierna derecha que asume todo el peso, ese peso de
acordes incesantes.
Mueve dedos y rostro. Se apresuran sus movimientos ante las
maniobras de la partitura que no existe: la sabe de memoria. No podía esperarse
menos de un prestidigitador, de una luz cenital que arrebata la atención en el
escenario.
Lo siente. Cada ápice de sonido perturbador, desgarrador,
nostálgico, de remembranza. Sabe que su alma acaricia las cuerdas en su lugar.
Y no le pesa. Pero se mantiene serio. Permanece erguido- a veces- otras tantas
se inclina, hace reverencia ante su confesora, ante la silueta curvilínea de su
compañera de vida, cómplice en noches de bulerías y conciertos a la luz de la
luna.
Concierto de Aranjuez…
Joaquín Rodrigo compuso este tema para él. O no. Mas le vino como
anillo al dedo, en sincronía estrecha con su sentir flamenco. Fue capaz de
despertar al mundo con un adagio de 11 minutos. Fue capaz de despertarme a mí,
de mostrarme lo más valioso de la música española a golpe de guitarra.
Hoy se ha ido. Por estos días la Parca hace estancias más
prolongadas en los músicos. Se adueña de sus voces, de sus guitarras vivas y
las convierte en eco, en susurro melancólico para quienes quedamos con un poco
de aliento en esta tierra.
Muere el arte, la pasión…Entristece el flamenco, pero no deja de
aplaudirle. Le regala loas, se escuchan ovaciones. Una enorme sensación
tumultuosa alude que no acaba su historia. Sé que no acaba. Al menos no para
quien haya enloquecido al escuchar “Concierto de Aranjuez”. No para quien haya
vibrado bajo la magia de su arte, ante su forma vertiginosa de tocar “Río de la
Miel” o aquella rumba celebérrima “Entre dos aguas”.
Era esta su manera de sentir, su manera de vivir, de huir de sus
propias miserias, o festejar sus amaneceres.
Amedrenta escuchar sus primeros escarceos con el jazz, su cruce
con el flamenco, sus incursiones en el blues, la música hindú o árabe,
la salsa, la bossa nova. Amedrenta porque al
escucharlo se corre el riesgo de convertirse en adicto, de no dejar transcurrir
una sola tarde sin sentirle, sin consumirle.
Hay de todo en su repertorio. Tanto, como para almacenar durante
66 años millones de seguidores en todo el orbe. Ecuménico es su arte. Y lo
seguirá siendo ahora, cuando ya nadie puede verle. Aun cuando sus manos prodigiosas
reinen en otros mundos, en otros cielos, o en otras tierras.
Me dejaré llevar otra vez. Es tarde. Tarde para abstraerse y
dejarse llevar. Pero lo haré, asumiré mi propio reto de escuchar una y dos y
diez veces si hace falta su “Concierto de Aranjuez”. No sé si algún día tendré
alas para volar y en lo alto extenderle mi mano. O si abrigaré toda la vida y
más allá, la nostalgia de no haber podido conocerle, por cuestiones geográficas
o de azar.
No todos los sueños se realizan. No todos los deseos se cumplen.
Pero a Paco puedo hablarle de tú sin que se ofenda, puedo besarlo en su mejilla
derecha y no en la izquierda, ni en ambas como se acostumbra en España. Puedo
tomarme un café con él, a las puertas de Algeciras, (aunque no sé si gusta del
café).
A Paco puedo imaginarlo entre cuerdas cerca de mi oído. Ha muerto,
lo sé. Pero esta madrugada no será diferente a las otras. No cambiaré el “es”
por el “fue”. Descansaré de seguro con su música en mi pecho, detrás de mi
almohada, cerca, bien cerca, para que nadie más pueda escucharla. Para que
nadie más pueda sufrir el embrujo de su guitarra española. Cerraré los ojos…
- “Paco, o quizás deba decir
Francisco: Buenas noches”- suspiraré.
https://blogdemaivy.wordpress.com/2014/02/27 /paco-de-lucia-o-el-embrujo-de-la-guitarra-espanola/´
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