jueves, 11 de diciembre de 2014

Paco de Lucía o el embrujo de la guitarra española…

Ejecutado con movimiento lento, como todo adagio, escuché aquella vez el llanto, el quejido -o el carcajeo quizás- de una guitarra flamenca. Composición única. Dedos afinados, mentón cercano al brazo de madera. Cuerdas que vibraban de un simple roce. Roce capaz de provocar en mí un embrujo imperecedero. Frente amplia. Cabello a su estilo propio, clásico. Concentración en una sala de conciertos. Mano derecha en pleno movimiento. La uña del pulgar afilada, armonizando la más bella melodía que escuché en los últimos 26 años de mi vida.
La camisa satinada blanca abraza el cuerpo de la guitarra, precede al negro enfundado de su pierna derecha que asume todo el peso, ese peso de acordes incesantes.
Mueve dedos y rostro. Se apresuran sus movimientos ante las maniobras de la partitura que no existe: la sabe de memoria. No podía esperarse menos de un prestidigitador, de una luz cenital que arrebata la atención en el escenario.
Lo siente. Cada ápice de sonido perturbador, desgarrador, nostálgico, de remembranza. Sabe que su alma acaricia las cuerdas en su lugar. Y no le pesa. Pero se mantiene serio. Permanece erguido- a veces- otras tantas se inclina, hace reverencia ante su confesora, ante la silueta curvilínea de su compañera de vida, cómplice en noches de bulerías y conciertos a la luz de la luna.
Concierto de Aranjuez…
Joaquín Rodrigo compuso este tema para él. O no. Mas le vino como anillo al dedo, en sincronía estrecha con su sentir flamenco. Fue capaz de despertar al mundo con un adagio de 11 minutos. Fue capaz de despertarme a mí, de mostrarme lo más valioso de la música española a golpe de guitarra.
Hoy se ha ido. Por estos días la Parca hace estancias más prolongadas en los músicos. Se adueña de sus voces, de sus guitarras vivas y las convierte en eco, en susurro melancólico para quienes quedamos con un poco de aliento en esta tierra.
Muere el arte, la pasión…Entristece el flamenco, pero no deja de aplaudirle. Le regala loas, se escuchan ovaciones. Una enorme sensación tumultuosa alude que no acaba su historia. Sé que no acaba. Al menos no para quien haya enloquecido al escuchar “Concierto de Aranjuez”. No para quien haya vibrado bajo la magia de su arte, ante su forma vertiginosa de tocar “Río de la Miel” o aquella rumba celebérrima “Entre dos aguas”.
Era esta su manera de sentir, su manera de vivir, de huir de sus propias miserias, o festejar sus amaneceres.  
Amedrenta escuchar sus primeros escarceos con el jazz, su cruce con el flamenco, sus incursiones en el blues, la música hindú o árabe, la salsa, la bossa nova. Amedrenta porque al escucharlo se corre el riesgo de convertirse en adicto, de no dejar transcurrir una sola tarde sin sentirle, sin consumirle.
Hay de todo en su repertorio. Tanto, como para almacenar durante 66 años millones de seguidores en todo el orbe. Ecuménico es su arte. Y lo seguirá siendo ahora, cuando ya nadie puede verle. Aun cuando sus manos prodigiosas reinen en otros mundos, en otros cielos, o en otras tierras.
Me dejaré llevar otra vez. Es tarde. Tarde para abstraerse y dejarse llevar. Pero lo haré, asumiré mi propio reto de escuchar una y dos y diez veces si hace falta su “Concierto de Aranjuez”. No sé si algún día tendré alas para volar y en lo alto extenderle mi mano. O si abrigaré toda la vida y más allá, la nostalgia de no haber podido conocerle, por cuestiones geográficas o de azar.
No todos los sueños se realizan. No todos los deseos se cumplen. Pero a Paco puedo hablarle de tú sin que se ofenda, puedo besarlo en su mejilla derecha y no en la izquierda, ni en ambas como se acostumbra en España. Puedo tomarme un café con él, a las puertas de Algeciras, (aunque no sé si gusta del café).
A Paco puedo imaginarlo entre cuerdas cerca de mi oído. Ha muerto, lo sé. Pero esta madrugada no será diferente a las otras. No cambiaré el “es” por el “fue”. Descansaré de seguro con su música en mi pecho, detrás de mi almohada, cerca, bien cerca, para que nadie más pueda escucharla. Para que nadie más pueda sufrir el embrujo de su guitarra española. Cerraré los ojos…
-   “Paco, o quizás deba decir Francisco: Buenas noches”- suspiraré.   


https://blogdemaivy.wordpress.com/2014/02/27/paco-de-lucia-o-el-embrujo-de-la-guitarra-espanola/´


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