Los Planetas, de Gustav Holst
Los Planetas es una
obra compuesta por Gustav Holst entre
1914 y 1916, y dedicada a los planetas del Sistema Solar entonces conocidos,
excluyendo a la Tierra… y a Plutón, que por entonces no había sido siquiera
descubierto (lo fue en 1930, aún en vida del compositor, que en cualquier caso
no le agregó a la Suite, dejándola finalmente como quedó en 1916).
Durante varias décadas se ha tenido la obra
como incompleta, debido a la ausencia en ella de una parte, de un movimiento
dedicado al noveno planeta… Tanto es así que en fecha tan reciente como en el
año 1999 la Orquesta de Halle encargó al músico Colin Matthews, gran estudioso
de la obra de Holst, que compusiera una pieza para el pobre Plutón, cosa que
hizo, siendo estrenada el año 2000. Plutón, allá en lo profundo del Sistema
Solar, quedó por fin contento… pero por poco tiempo: en agosto de 2006 cambió
el status de Plutón, que dejó de ser un planeta con toda la barba y fue
relegado a la categoría de “planeta enano” por la Unión Astronómica
Internacional. Vaya: ahora que Plutón tiene por fin su parte en la obra… ha
dejado de ser un planeta. Triste destino musical, el de esa pobre roca helada
que responde al nombre de Plutón.
Nació Gustavus Theodore von Holst en
Cheltenham, en Gloucestershire, en pleno corazón de Inglaterra, en 1874, inglés
de pura cepa a pesar de su rimbombante nombre germano… y es que la familia de
Holst procedía de Suecia vía Lituania, aunque llevaban ya tres generaciones
asentados en suelo inglés. En 1914, una vez comenzada la Gran Guerra (pocos
podían imaginar en 1918 que pocos años después habría otra Recojo-Gran-Guerra que
dejaría a ésta en pañales), nuestro protagonista de hoy se cambiaría de nombre
para evitar que le confundieran con alemán en su propia patria, eliminando el
aristocrático “von” y el germano “Gustavus”, y se quedó en Gustav
Holst, que es como es conocido universalmente.
Como tantos otros en la época, su afición por
la música fue temprana, aunque lo tuvo fácil, pues su padre era profesor de
piano, y a los 18 años de edad ya había compuesto diversas obras para piano,
canciones, incluso una Sinfonía en do menor (se ve que ya desde pequeño sabía
la diferencia entre los modos menor y mayor, no como algunos ignorantes como
yo, que la desconocían hasta que Gustavo publicó su magno artículo al respecto),
y se ganaba unas libras (o unos chelines, quien sabe) como organista y director
del coro de Wyck Rissington.
En el Royal College of Music de Londres, en el
que estudió armonía, composición y todas estas cosas que hacen que un músico
sea un músico, conoció a Ralph Vaughan Williams, alumno como él, aunque
un par de años mayor, con quien trabó una amistad que duraría toda su vida, por
más que los estilos compositivos de ambos sean muy distintos.
Hubiera querido nuestro buen Gustavus ganarse
la vida como pianista, como su padre, pero desde pequeño padecía de neuritis,
que le afectaba a un brazo, de tal modo que le dificultaba la ejecución de las
piezas al piano, incluso cuando tenía algún episodio especialmente fuerte
apenas podía sostener un lápiz en su mano derecha, así que se pasó al trombón
de varas, y como trombonista se ganó la vida una temporada, hasta que consiguió
ser nombrado director musical de la Escuela Femenina de Saint Paul, en
Hammersmith, Londres, donde estuvo dando clases a señoritas durante más de
treinta años, hasta su misma muerte. Este trabajo estable le permitió dedicar
los fines de semana y las vacaciones escolares para componer, y así surgieron
sus obras más renombradas. Fue, definitivamente, un compositor dominical.[2]
Y así pasaron los años hasta que, durante un
viaje por España en 1912, el también compositor inglés Clifford Bax le
introdujo en el mundo de la astrología, que le cautivó durante el resto de su
vida. Se convirtió en un experto astrólogo, llegando incluso a realizar
horóscopos y cartas astrales y estas cosas (aunque sólo para sus amigos) hasta
su muerte, en 1934.
Y precisamente es con la astrología con lo que
tiene que ver la composición de la obra de hoy: Los
Planetas. No con los dioses romanos de los que toman sus
nombres, o al menos no mucho, y todavía menos con sus características físicas,
que, de todos modos, en la época de su composición (1914-1916) eran
prácticamente desconocidas… y además aún faltaban algunos años para que Pedro
nos contara estas planetarias características en su admirable serie.
Por lo tanto, aquí Holst no hace realmente música programática, o
al menos no demasiado, pues no intenta describir ni al planeta en sí ni al dios
romano que le presta su nombre, sino más bien la significación astrológica que cada planeta tiene (o que le sugería a él, al menos), es
decir, en la influencia que sobre la vida de cada cual tiene un planeta
dependiendo de en qué casa estaba cuando nació el interfecto, o si está
alineado o no con no sé qué otro planeta o estrella, o lo que sea. No me
preguntéis, que si de música sé poco, aun menos sé de astrología. El caso es
que ése es el motivo de que en la suite no exista una pieza dedicada a la
Tierra, puesto que su influencia astrológica es inexistente (eso he leído en
algún sitio), a pesar de que es bastante evidente que el planeta que más
influye en la vida de los humanos es el nuestro, y posiblemente también puede
ser la causa de que ni siquiera se planteara escribir una pieza adicional para
Plutón una vez descubierto, dado que la significación astrológica de Plutón es
(o al menos lo era entonces, ignoro cuál será ahora) igualmente inexistente.
En cierto modo, Los Planetas son una rareza en
la obra de Holst, debido a que su neuritis le imposibilitaba de tal modo para
la escritura que componer una gran obra sinfónica como ésta, de cincuenta
minutos largos de duración y, por lo tanto, con muchísimas líneas de pentagrama
que rellenar, debió ser para él una tortura. Inicialmente escrita para dos
pianos (excepto Neptuno, para órgano solo), fue adaptada para gran orquesta por
el mismo Holst… pero tuvo que contratar amanuenses versados en música para que
escribieran las partituras bajo sus indicaciones, puesto que él no era
físicamente capaz de hacerlo.
La obra tuvo un gran éxito desde su mismo estreno,
y ciertamente muy merecido, pero curiosamente Holst siempre estuvo quejoso
porque la gran popularidad de la obra “tapaba” otras obras suyas que él
consideraba de mayor calidad. En cualquier caso, es sin duda su obra más
conocida, y probablemente, junto con “Pompa y Circunstancia” de Edward Elgar,
la obra de un compositor inglés más conocida fuera de las islas.[3]
Los Planetas es una Suite estructurada,
pues, en siete movimientos, dedicado cada uno de ellos a un planeta, desde el
punto de vista de su significación astrológica, con su influencia en la mente
de las personas, como hemos visto. Cada movimiento es titulado con el nombre
del planeta en sí, más una coletilla descriptora (supongo que para los incultos
como yo que no saben qué papel tiene cada planeta en la carta astrológica).
Aunque lo normal es que se ejecute la Suite
completa, en ocasiones se representan sólo cuatro o cinco movimientos, generalmente
terminando con el movimiento dedicado a Júpiter… el propio Holst abominaba de
esta práctica, debida en su época a que la música era tan “rompedora” que
muchos directores preferían no someter a los espectadores a tan sorprendente
música durante mucho tiempo.[4] Holst
decía que terminar la suite con el movimiento dedicado a Júpiter dejaría una
impresión de “final feliz” en la obra, cuando en el mundo real el fin nunca es
feliz en absoluto…
Los movimientos de la obra son, pues, los
siguientes:
1 – Marte, el que trae la guerra.
2 – Venus, el que trae la paz (o… ¿será la que trae la paz? No lo sabemos, pues
en su título inglés original, “the bringer
of peace”, es tanto masculino como femenino).
3 – Mercurio, el mensajero alado.
4 – Júpiter, el que trae la alegría.
5 – Saturno, el que trae la vejez.
6 – Urano, el mago.
7 – Neptuno, el místico.
Bueno, por los títulos ya veis que sí, que
Holst define a los planetas de forma astrológica, pero no sé si ésta está
íntimamente unida al carácter del dios romano correspondiente (o del griego en
que se basa), pero el caso es que Marte (Ares) era el dios romano de la guerra,
que Venus (Afrodita) era la diosa del amor (y por lo tanto, de la paz), que
Mercurio (Hermes) era efectivamente un mensajero alado, y Júpiter (Zeus) era el
Jefe de los dioses y por lo tanto podía aportar alegría, o dolor o lo que
fuera…
Hay muchas especulaciones acerca de por qué
ese orden concreto de movimientos, y no hacerlo en el orden “normal” según su
distancia al Sol que todos nos sabemos de memoria por haberlo recitado en el
colegio cuando éramos niños… probablemente, porque ése fue el orden en que los
escribió, a excepción de Mercurio, que de hecho fue el último movimiento en ser
escrito. Además, los cuatro primeros movimientos corresponden por sus tempos
con precisión a los movimientos de una Sinfonía clásica (Allegro-Adagio-Scherzo-Allegro), pero…
vaya Vd. a saber la razón final de Holst para hacerlo así.
http://eltamiz.com/elcedazo/2013/10/20 /historia-de-un-ignorante-ma-non-troppo-los-planetas-de-gustav-holst/
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