martes, 2 de septiembre de 2014

Los Planetas, de Gustav Holst


Los Planetas es una obra compuesta por Gustav Holst entre 1914 y 1916, y dedicada a los planetas del Sistema Solar entonces conocidos, excluyendo a la Tierra… y a Plutón, que por entonces no había sido siquiera descubierto (lo fue en 1930, aún en vida del compositor, que en cualquier caso no le agregó a la Suite, dejándola finalmente como quedó en 1916).
Durante varias décadas se ha tenido la obra como incompleta, debido a la ausencia en ella de una parte, de un movimiento dedicado al noveno planeta… Tanto es así que en fecha tan reciente como en el año 1999 la Orquesta de Halle encargó al músico Colin Matthews, gran estudioso de la obra de Holst, que compusiera una pieza para el pobre Plutón, cosa que hizo, siendo estrenada el año 2000. Plutón, allá en lo profundo del Sistema Solar, quedó por fin contento… pero por poco tiempo: en agosto de 2006 cambió el status de Plutón, que dejó de ser un planeta con toda la barba y fue relegado a la categoría de “planeta enano” por la Unión Astronómica Internacional. Vaya: ahora que Plutón tiene por fin su parte en la obra… ha dejado de ser un planeta. Triste destino musical, el de esa pobre roca helada que responde al nombre de Plutón.
Nació Gustavus Theodore von Holst en Cheltenham, en Gloucestershire, en pleno corazón de Inglaterra, en 1874, inglés de pura cepa a pesar de su rimbombante nombre germano… y es que la familia de Holst procedía de Suecia vía Lituania, aunque llevaban ya tres generaciones asentados en suelo inglés. En 1914, una vez comenzada la Gran Guerra (pocos podían imaginar en 1918 que pocos años después habría otra Recojo-Gran-Guerra que dejaría a ésta en pañales), nuestro protagonista de hoy se cambiaría de nombre para evitar que le confundieran con alemán en su propia patria, eliminando el aristocrático “von” y el germano “Gustavus”, y se quedó en Gustav Holst, que es como es conocido universalmente.
Como tantos otros en la época, su afición por la música fue temprana, aunque lo tuvo fácil, pues su padre era profesor de piano, y a los 18 años de edad ya había compuesto diversas obras para piano, canciones, incluso una Sinfonía en do menor (se ve que ya desde pequeño sabía la diferencia entre los modos menor y mayor, no como algunos ignorantes como yo, que la desconocían hasta que Gustavo publicó su magno artículo al respecto), y se ganaba unas libras (o unos chelines, quien sabe) como organista y director del coro de Wyck Rissington.
En el Royal College of Music de Londres, en el que estudió armonía, composición y todas estas cosas que hacen que un músico sea un músico, conoció a Ralph Vaughan Williams, alumno como él, aunque un par de años mayor, con quien trabó una amistad que duraría toda su vida, por más que los estilos compositivos de ambos sean muy distintos.
Hubiera querido nuestro buen Gustavus ganarse la vida como pianista, como su padre, pero desde pequeño padecía de neuritis, que le afectaba a un brazo, de tal modo que le dificultaba la ejecución de las piezas al piano, incluso cuando tenía algún episodio especialmente fuerte apenas podía sostener un lápiz en su mano derecha, así que se pasó al trombón de varas, y como trombonista se ganó la vida una temporada, hasta que consiguió ser nombrado director musical de la Escuela Femenina de Saint Paul, en Hammersmith, Londres, donde estuvo dando clases a señoritas durante más de treinta años, hasta su misma muerte. Este trabajo estable le permitió dedicar los fines de semana y las vacaciones escolares para componer, y así surgieron sus obras más renombradas. Fue, definitivamente, un compositor dominical.[2]
Y así pasaron los años hasta que, durante un viaje por España en 1912, el también compositor inglés Clifford Bax le introdujo en el mundo de la astrología, que le cautivó durante el resto de su vida. Se convirtió en un experto astrólogo, llegando incluso a realizar horóscopos y cartas astrales y estas cosas (aunque sólo para sus amigos) hasta su muerte, en 1934.
Y precisamente es con la astrología con lo que tiene que ver la composición de la obra de hoy: Los Planetas. No con los dioses romanos de los que toman sus nombres, o al menos no mucho, y todavía menos con sus características físicas, que, de todos modos, en la época de su composición (1914-1916) eran prácticamente desconocidas… y además aún faltaban algunos años para que Pedro nos contara estas planetarias características en su admirable serie.
Por lo tanto, aquí Holst no hace realmente música programática, o al menos no demasiado, pues no intenta describir ni al planeta en sí ni al dios romano que le presta su nombre, sino más bien la significación astrológica que cada planeta tiene (o que le sugería a él, al menos), es decir, en la influencia que sobre la vida de cada cual tiene un planeta dependiendo de en qué casa estaba cuando nació el interfecto, o si está alineado o no con no sé qué otro planeta o estrella, o lo que sea. No me preguntéis, que si de música sé poco, aun menos sé de astrología. El caso es que ése es el motivo de que en la suite no exista una pieza dedicada a la Tierra, puesto que su influencia astrológica es inexistente (eso he leído en algún sitio), a pesar de que es bastante evidente que el planeta que más influye en la vida de los humanos es el nuestro, y posiblemente también puede ser la causa de que ni siquiera se planteara escribir una pieza adicional para Plutón una vez descubierto, dado que la significación astrológica de Plutón es (o al menos lo era entonces, ignoro cuál será ahora) igualmente inexistente.
En cierto modo, Los Planetas son una rareza en la obra de Holst, debido a que su neuritis le imposibilitaba de tal modo para la escritura que componer una gran obra sinfónica como ésta, de cincuenta minutos largos de duración y, por lo tanto, con muchísimas líneas de pentagrama que rellenar, debió ser para él una tortura. Inicialmente escrita para dos pianos (excepto Neptuno, para órgano solo), fue adaptada para gran orquesta por el mismo Holst… pero tuvo que contratar amanuenses versados en música para que escribieran las partituras bajo sus indicaciones, puesto que él no era físicamente capaz de hacerlo.
La obra tuvo un gran éxito desde su mismo estreno, y ciertamente muy merecido, pero curiosamente Holst siempre estuvo quejoso porque la gran popularidad de la obra “tapaba” otras obras suyas que él consideraba de mayor calidad. En cualquier caso, es sin duda su obra más conocida, y probablemente, junto con “Pompa y Circunstancia” de Edward Elgar, la obra de un compositor inglés más conocida fuera de las islas.[3]
Los Planetas es una Suite estructurada, pues, en siete movimientos, dedicado cada uno de ellos a un planeta, desde el punto de vista de su significación astrológica, con su influencia en la mente de las personas, como hemos visto. Cada movimiento es titulado con el nombre del planeta en sí, más una coletilla descriptora (supongo que para los incultos como yo que no saben qué papel tiene cada planeta en la carta astrológica).
Aunque lo normal es que se ejecute la Suite completa, en ocasiones se representan sólo cuatro o cinco movimientos, generalmente terminando con el movimiento dedicado a Júpiter… el propio Holst abominaba de esta práctica, debida en su época a que la música era tan “rompedora” que muchos directores preferían no someter a los espectadores a tan sorprendente música durante mucho tiempo.[4] Holst decía que terminar la suite con el movimiento dedicado a Júpiter dejaría una impresión de “final feliz” en la obra, cuando en el mundo real el fin nunca es feliz en absoluto…
Los movimientos de la obra son, pues, los siguientes:
1 – Marte, el que trae la guerra.
2 – Venus, el que trae la paz (o… ¿será la que trae la paz? No lo sabemos, pues en su título inglés original, “the bringer of peace”, es tanto masculino como femenino).
3 – Mercurio, el mensajero alado.
4 – Júpiter, el que trae la alegría.
5 – Saturno, el que trae la vejez.
6 – Urano, el mago.
7 – Neptuno, el místico.
Bueno, por los títulos ya veis que sí, que Holst define a los planetas de forma astrológica, pero no sé si ésta está íntimamente unida al carácter del dios romano correspondiente (o del griego en que se basa), pero el caso es que Marte (Ares) era el dios romano de la guerra, que Venus (Afrodita) era la diosa del amor (y por lo tanto, de la paz), que Mercurio (Hermes) era efectivamente un mensajero alado, y Júpiter (Zeus) era el Jefe de los dioses y por lo tanto podía aportar alegría, o dolor o lo que fuera…
Hay muchas especulaciones acerca de por qué ese orden concreto de movimientos, y no hacerlo en el orden “normal” según su distancia al Sol que todos nos sabemos de memoria por haberlo recitado en el colegio cuando éramos niños… probablemente, porque ése fue el orden en que los escribió, a excepción de Mercurio, que de hecho fue el último movimiento en ser escrito. Además, los cuatro primeros movimientos corresponden por sus tempos con precisión a los movimientos de una Sinfonía clásica (Allegro-Adagio-Scherzo-Allegro), pero… vaya Vd. a saber la razón final de Holst para hacerlo así.
http://eltamiz.com/elcedazo/2013/10/20/historia-de-un-ignorante-ma-non-troppo-los-planetas-de-gustav-holst/



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