Stabat Mater, de Pergolesi
El Stabat Mater cuyos orígenes datan de entre el siglo XII y el XIV en la Italia central, es un himno en el perfecto latín que era el lenguaje eclesiástico (y prácticamente, el único lenguaje culto) de la Edad Media, escrito para honrar la Fiesta de los Siete Dolores de la Virgen María, parte de la liturgia de la Pasión, tan importante durante toda la época. Tradicionalmente se cree que el autor del Stabat Mater fue el monje franciscano Jacopone da Todi, quien falleció en 1306, aunque esta suposición no deja de ser eso, una suposición. El caso es que, fuera quien fuera el autor, el texto tuvo buena aceptación y en pocos años se extendió por toda Italia y luego por toda la Cristiandad como una parte integral del ritual de la Pasión, incluso dentro de la liturgia oficial de la Iglesia, aunque se utilizaba fundamentalmente en los oficios privados de las comunidades religiosas y cofradías más que en las celebraciones con los fieles.
Y, claro, como una parte más de la liturgia
que era, y teniendo en cuenta que a fines de la Edad Media prácticamente sólo
podía encontrarse música escrita para las celebraciones litúrgicas, el Stabat
Mater pronto tuvo su propio acompañamiento musical. Ya en el testamento del
príncipe Felipe de Habsburgo, Archiduque de Holanda, fallecido en 1506,
aparecían dos composiciones del Stabat Mater para varias voces, de Gaspar van
de Werbeke una, y la otra de Josquin Desprez. Y durante los siglos siguientes
muchos músicos han compuesto música para acompañar al texto. Y cuando digo
muchos, es que sonmuchos, pues
hoy en día conocemos ¡más de doscientas versiones musicales del Stabat
Mater!,] muchas
de ellas de grandes músicos como Vivaldi, Scarlatti, Haydn, Liszt, Dvorak,
Verdi… y Pergolesi, claro.
De Giovanni Battista Pergolesi sabemos
muy pocas cosas, es uno de los compositores de los que no sabemos bien cuáles
de los hechos de su vida que nos han llegado son reales y cuáles son leyenda,
de la misma forma que en su catálogo de obras hay más obras apócrifas que
auténticas… De lo poco que sabemos con certeza es que Giovanni Battista Draghi
nació el 4 de enero
de 17 10 en Iesi, ciudad en la provincia de Ancona, en Italia central y cerca del
Adriático. Tras sus primeros estudios musicales, un noble de su ciudad natal,
Cardolo Maria Pianetti, se interesó por él y le “enchufó” como alumno no de
pago en elConservatorio dei poveri di Gesù
Cristo, en Nápoles, a la sazón uno de los más importantes de
Europa, si no el que más, para que realizara sus estudios, donde fue alumno de
F. Durante. Delgado y de constitución débil, tenía frecuentes achaques y
cólicos, pero terminó sus estudios hacia 1731, entrando a servir como
músico-artesano, lo normal en la época, al servicio de dos familias nobles y
adineradas, el Duque de Maddaloni y los Príncipes de Stigliano, aunque también
ejerció como compositore scriturato, es decir, que
recibía encargos de obras profanas o espirituales de diversos particulares,
hermandades, etc. Por el camino, y por motivos que se desconocen, él mismo se
cambió su apellido, Draghi, por el de “Pergolesi” por el que todos le conocen,
o sea, “natural de Pergola”, localidad de la que era originaria
su familia.
En el mismo 1731, gracias al apoyo de ambos
mecenas, estrenó su primera “ópera seria”: “La
Salustia”. Al año siguiente estrena una “ópera buffa” en dialecto napolitano: “Lo frate ‘nnamorato”
(El hermano enamorado), con la que obtuvo un gran éxito. Compuso alguna obra
más hasta que en 1733 estrena su ópera seria “Il prigioner superbo”
(El prisionero orgulloso), con un intrincado y poco menos que inaccesible
libreto sobre las tribulaciones de cierto jefe godo, o danés, o algo así, pero
que tenía un entreacto cómico denominado “La serva padrona” (La
criada patrona) que gracias a su genialidad pronto se comenzó a representar por
separado con gran éxito en toda Europa… cambiando para siempre la forma de componer
teatro musical.
Hacia mediados o fines de 1735, la noble
Hermandad de los Cavalieri della Vergine de’dolori, los
Caballeros de la Virgen de los Dolores,[3] una
cofradía napolitana, encargó a nuestro buen Giovanni Battista la composición de
un Stabat Mater para complementar o sustituir al que algunos años atrás habían
encargado a otro magnífico compositor: Alessandro Scarlatti, fallecido diez años
antes, en 1725, y que la hermandad utilizaba en los oficios inherentes al culto
de la Virgen de los Dolores, los viernes de marzo o, en todo caso, antes de la
Semana Santa (en la actualidad se conmemora el “Viernes de Dolores”, el viernes
anterior al Domingo de Ramos que da comienzo a la Semana Santa).
Esta obra de Scarlatti era y sigue siendo
magnífica, y me imagino que el encargo satisfaría mucho a nuestro joven
Pergolesi, de sólo 25 años de edad, y le supondría un reto apasionante. Y
extenuante. Cada vez más enfermo, Giovanni Battista se retiró al balneario de
Pozzuoli, cerca del propio Nápoles, donde finalmente compuso su Stabat Mater… y
pocos días después falleció, el 17 de marzo de 17 36, con apenas 26 años de
edad, parece ser que de tuberculosis, esa maldita enfermedad que tantos músicos
(y no sólo músicos) ha matado en plena juventud. Recordad esto cuando escuchéis
la obra, porque oyéndola… ¿quién diría que fue escrita por un músico
agonizante…?
Pergolesi escribió su Stabat Mater para la
misma plantilla instrumental que el de Scarlatti al que venía a complementar o
sustituir, es decir, dos cantantes solistas (soprano y alto, lo que ahora
diríamos “contralto”), cuerdas y bajo continuo. Durante todo el barroco, cuando
se añadía música a un texto sagrado de un cierto tamaño (y el Stabat Mater lo
es) se hacía con un formato inalterable: cuatro solistas para las cuatro voces
(soprano, alto, tenor y bajo) y coros, y una estructura a base recitativos para
expresar los textos sagrados y arias para expresar los pensamientos y
sentimientos. Como sólo podía usar dos solistas, y el texto del Stabat Mater no
es precisamente muy adecuado para su uso en arias, el pobre Scarlatti sufrió
mucho en su día para componer su obra, alternando arias y duetos como se le ocurrió,
sin poder apoyarse en bases conocidas. Pergolesi tuvo las mismas dificultades,
claro está, pero al menos podía revisar cómo su predecesor había resuelto el
problema, y la verdad es que mejoró bastante el resultado.
En definitiva, el Stabat Mater de Pergolesi está escrito para dos voces (soprano y
alto), cuerda (violín I, violín II y viola) y bajo continuo formado, como
siempre durante el barroco, por violonchelo, contrabajo y órgano. Pero, ojo,
está escrito para voz de soprano y voz de alto, sí, pero… ¡cantadas
por hombres! De
hecho, la obra está escrita para dos castrati, el uno con voz más aguda, de soprano
(aunque bien podía ser sustituido por un niño cantor) y el otro con voz de
alto, lo que hoy diríamos de contratenor. No para voz de mujer. ¡De ninguna
manera!
La Biblia dice en alguna parte algo así como
que “las mujeres deben guardar silencio en el templo”, así que en las celebraciones
litúrgicas no se permitían normalmente mujeres cantantes… y mucho menos a
partir del decreto de Paulo IV, hacia 1555, que prohibía
definitivamente y para siempre jamás la presencia de mujeres en el coro de las
iglesias. Ahora bien, a pesar de ello y dijeran lo que dijeran las autoridades
eclesiásticas, las voces humanas seguían siendo de las cuatro tesituras
clásicas: Soprano, Alto, Tenor y Bajo, y los cantantes masculinos malamente
podían llegar a dar las agudas notas de las voces de alto, y no digamos las de
soprano. Dos soluciones se dieron: usar niños cantores, que antes de la
pubertad y del cambio de voz sí pueden alcanzar esas tesituras (pero con el inconveniente
de que sólo podían cantar unos pocos años: una vez que crecían, se volvían
inservibles como sopranos o altos), o bien usar falsetistas, que pueden con el debido
entrenamiento alcanzar notas mucho más agudas de su registro normal (pero con
el inconveniente de que son normalmente voces más débiles y menos fiables que
las equivalentes de una mujer, por ejemplo). Es decir, había un problema.
Así que a algún iluminado se le ocurrió que la
solución perfecta era usar niños cantores… durante toda su vida… inhibiendo la
pubertad… por el método más directo: ¡castrándoles! Bufff… ¡Serán
bestias…! Una vez detectado un niño que tuviera dotes especiales para el canto,
que gozara de una voz con la suficiente melodiosidad y del arte para
utilizarla, se le extirpaban los testículos por la vía más dolorosa,
convirtiéndole así en un eunuco, un castrato, y si sobrevivía a semejante
tratamiento, algo que no siempre ocurría, se le formaba para ser cantante.
Bastantes de ellos fueron famosos y se hicieron ricos, como el gran Farinelli.
Naturalmente, ahora es lo normal que todas
estas obras compuestas originalmente para castrati sean interpretadas por
mujeres: ya no hace falta castrar a nadie para que cante con voz aguda, gracias
a dios, las mujeres pueden hacerlo maravillosamente sin ayuda. Y claro, la gran
mayoría de versiones que pueden encontrarse de estas obras del barroco, y del
Stabat Mater de Pergolesi en concreto, no son interpretadas por castrati (que
parece que, afortunadamente, ya no quedan… que se sepa), sino por una soprano
(mujer) y una mezzosoprano o contralto (mujer).
Pero hay más: esta obra fue compuesta
inicialmente para un reducido número de intérpretes, pues debía ejecutarse en
una capilla concreta, la del Duque de Maddaloni, de una iglesia napolitana, la
de Santa Maria dei Sette Dolori, donde debían congregarse los
caballeros de la Cofradía y además los músicos, y por muy grande que fuera la
capilla, que no debía serlo, no cabría allí una orquesta entera además de los
asistentes al acto. Sin embargo, a lo largo del tiempo la obra ha sido adaptada
una y otra vez para ser ejecutada con todo tipo de variaciones en la composición
orquestal: orquesta de cuerda, orquesta completa con decenas de instrumentos,
con o sin coro de niños o de adultos, etc, etc.
Encontraréis versiones extraordinarias con
estas disposiciones tan “lujosas”, sin duda, pero hoy vamos a recrearnos con una maravillosa grabación historicista realizada con instrumentos originales
y con la plantilla instrumental original en 1983 para el sello Harmonía
Mundi: la de René Jacobs, reputado contratenor holandés, en
la voz de alto y también como director, con Sebastián Hennig, un niño cantor,
como soprano, y un reducidísimo plantel orquestal: Dos violines (Dirk Vermeulen
y Staas Swierstra), viola (Ruth Hesseling), y continuo: violonchelo (Richte van
der Meer), violón (versión
antigua del contrabajo, ejecutado por Anthony Woodrow) y órgano positivo (Johan
Huys). Y yastá. Ocho intérpretes, ocho, es todo lo
que se necesita para realizar esta maravilla.
Pergolesi divide su Stabat Mater en doce
números cuyos nombres son, como es habitual en el Barroco, el primer verso con
que comienzan; hay números de tan solo tres versos y otros con 15 versos. El
texto original del Stabat Mater consta de diez estrofas de seis versos cada
una, cuyos versos riman en la forma AACBBC; sin embargo Pergolesi se toma la
libertad de no tomar los sextetos completos, sino que toma los versos siempre
de tres en tres como le es más útil para sus intereses compositivos.
Dicen los que saben mucho más que yo que en
los doce números hay algunos de ellos absolutamente innovadores, como el dueto
“Inflamatus et accensus”, cuya
viveza y alegría quedarían bien incluso en una ópera bufa como “La Serva
Padrona”, o también el magnífico dueto “Sancta
Mater, istud agas”, pero también hay otros números que suenan
arcaicos, en la mejor tradición de música eclesial, como en el dueto “Fac, ut ardeat cor deum”. No sé. A mí me
parecen todos magníficos… pero no me hagáis caso, que soy un ignorante.
Lo que sí es cierto es que las reacciones de
la comunidad musical tras el estreno (necesariamente póstumo, pues Pergolesi
falleció antes de la Semana Santa del año que lo compuso) fueron divididas.
Hubo quien tuvo una reacción entusiasta ante los nuevos elementos utilizados,
pero hubo quien hizo acerbas críticas, como la de un tal J.G. Sulzer, que dijo
que “le entraba una tiritona” al escuchar semejante música;[6] los
alemanes en particular, siempre tan estrictos en su interpretación religiosa,
criticaron que “se llevaran adornos innecesarios al templo”, según palabras de
E.T.A. Hoffmann… sinceramente no me extraña nada: por aquellas mismas fechas,
año arriba, año abajo, la ultraluterana comunidad de Leipzig se quejaba
amargamente de eso mismo, de una innecesaria y frívola “italianidad” ante nada
menos que la Pasión según San Juan, del gran Bach…
Dije antes que lo raro era encontrar una
versión como ésta de hoy, historicista en tal grado que la cantan dos voces
masculinas, tal como fue ideada por el autor. Lo normal es encontrar esta obra
cantada por dos mujeres, y dije también que aunque el autor no había incluido
coros, había múltiples versiones con ellas.
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