Quizás los dos compositores de música sinfónica que más me llenan y emocionan son Tchaikovsky y Mahler. Ambos compusieron una “sexta sinfonía“. Ambas sextas sinfonías son estremecedoras, a juzgar, entre otras cosas, por sus sobrenombres. La de Mahler es la Trágica. La de Tchaikovsky, la Patética. Su sexta y última sinfonía, escrita poco antes de morir, estrenada y dirigida por él mismo el 28 de octubre de 1893, tan sólo pocos días antes de su muerte, el 6 de noviembre de 1893.
Sobre ella, sobre la Patética, Tchaikovsky (1840-1893) escribiría: “La quiero como no he querido nunca a ninguna de mis partituras… No exagero, toda mi alma está en esta sinfonía”. Acerca de la Trágica, Mahler diría: “es lo que sale de lo más profundo de mi alma, la más personal de todas aquellas que brotaron directamente de mi corazón”.
Su alma en la sinfonía. Lo que sale de lo más profundo de su alma.
La Patética fue la antesala de la muerte de Tchaikovsky, escrita en aquellos días en los que decidió voluntariamente dejar este mundo a los 53 años. Para Mahler, la Trágica fue seguida de la muerte de su hija María con cuatro años de edad.
Patéticamente trágicas. Trágicamente patéticas.
28 de octubre de 1893, día del estreno. El público reacciona con indiferencia a la obra. 6 de noviembre, nueve días después, Piotr se marchó por imposición de este mundo. Patéticamente. Su cadáver, a pesar de morir de cólera, fue expuesto públicamente y acudieron a darle el ultimo adiós miles de personas que besaban sus manos, su frente, y ninguno se contagió…. Quizás porque nunca existió ese cólera.
Aunque Tchaikovsky quiso que su obra, la Patética, la oyese todo el mundo, deseó reservar para él solo su significado: «Es un enigma; traten los demás de descifrarlo». Su hermano Modesto, que dio el nombre a la sinfonía, aun después de haberla llamado Trágica, creyó haber adivinado, en parte, su melancólico secreto.
Más de un siglo después de la muerte del compositor, muchas de sus creaciones siguen programándose en auditorios de todo el mundo. ¿La razón? Leonard Bernstein lo expresó sin dudas: «No creo que haya habido un creador de melodías tan inspirado y genial como Tchaikovsky».
Ah, se me olvidaba un detalle importante. Originalmente, la obra estaba estructurada en tres movimientos. Pero finalmente, Tchaikovsky decidió añadir un cuarto movimiento,adagio lamentoso. Fueron sus últimos compases, sus ultimas notas escritas en la tonalidad de si menor. Su testamento. Su despedida. Un adiós sin aquellos platillos y bombos que fueron broches alegres, festivos y dorados en otras sinfonías. Su ausencia, desconcertó al público. No era lo que esperaban. Su muerte, nueve días después, tampoco era lo que ellos esperaban, lo que nosotros esperábamos. Así se fue. Genial hasta en su despedida.
Me imagino el cuerpo encorvado de Piotr dejando la batuta sobre el atril.
Me lo imagino y me entran unas ganas terribles de llorar.
Pero no voy a llorar, no, Piotr.
En vez de llorar, volveré a escucharte de nuevo.
Me volveré a encontrar contigo sobre esas cinco líneas,
lienzo y cuna de emociones y sufrimientos sentidos.
Me acurrucaré cerca de la clave de sol
para así mejor sentir los sonidos.
Caminaré despacio cogido de tu mano, sobre los compases,
sorteando al paso bemoles y sostenidos.
Pasaré cerca, sin molestar,
al ladito de fusas, semifusas, corcheas y tresillos.
Y descansaré cerca de los silencios,
sintiendo mi corazón latir en contrapunto al compás de tus latidos.
http://dosostenidomenor.wordpress.com/2009/10/19/sinfonia-numero-6-tchaikovsky/
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