No pocas veces, la música ha sido
instrumento de enaltecimiento del espíritu nacional de un pueblo. Ahí tenemos
la obra Finlandia de Jean
Sibelius y a Mikhail
Glinka, considerado como el fundador de la escuela nacional rusa.
En 1815, después de la derrota de Napoleón en la batalla de Waterloo,
Rusia, Prusia y Austria concertan la Santa Alianza, que tiene como fin el
mantenimiento del equilibrio en Europa. A consecuencia de las resoluciones del
Congreso de Viena se establece el Reino de Polonia, dependiente de Rusia, con
su propia constitución, concedida por el zar Alejandro
I.
Años más tarde, en 1830, el pueblo
polaco intentaría conseguir su independencia mediante la Insurrección de
Noviembre. Sin embargo, la insurrección fue sofocada en septiembre de 1831. En
ese momento, Chopin decide abandonar el país. Viviendo ya
en París, en 1842, Chopin compondría la Polonesa
Opus 53 en la bemol mayor, también conocida como Polonesa Heroica.
En realidad, la obra tiene muy poco
que ver con lo que es una polonesa, pues aunque tiene dos secciones con un
ritmo que sí es característico de las polonesas, la mayoría de la obra no tiene
características de ese tipo de composición musical. Por ese motivo, se ha dicho
que Chopin la
compuso con una Polonia libre y poderosa en mente, lo que podría haberle
llevado a calificarla de “polonesa”. Disfrutemos de la interpretación deValentina Igoshina que, aunque sea “rusa”, se rinde a la
obra del polaco en cada una de sus interpretaciones.
El comienzo de la obra es rotundo,
vibrando en sus primeros compases un instinto de liberación, de rebelión, de
esa insurrección de noviembre. A continuación, se escuchan los compases más
famosos de la obra, por los cuales ésta es mundialmente conocida. En ellos,
pareciera que Chopin describiese esa Polonia libre,
ese pueblo que clama su libertad, ese espíritu que desea respirar sin
opresiones.
Cruzado el ecuador de la composición,
aparecen unos compases con la firma inconfundible del romanticismo de Chopin.
Es cuando Valentina eleva sus ojos al cielo, como
queriendo encontrarse, conectar con ese infinito inabarcable, fuente de
inspiración. Compases interpretados con la mirada alejada de las manos,
respondiendo sólo éstas al sentimiento presente en lo más profundo de Valentina.
Se dejan caer las corcheas por el
teclado como lágrimas derramadas por la nostalgia de la patria perdida. Son los
instantes más íntimos, de mayor lirismo donde se expresa con vehemencia el
sentir y dolor del compositor, del polaco, del hombre, del exiliado.
Y desde el más profundo sentimiento,
surge de nuevo con fuerza, con brío, la energía del tema principal que dibuja a
la Polonia que lucha por su independencia.
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