Toccata y Fuga en re menor - Johann
Sebastian Bach
Johann Sebastian Bach es, quizá, el culmen, el máximo exponente de una forma especial de hacer y entender la música: Música hecha por eruditos para eruditos. En la época de Bach (el barroco), la interpretación de la música (al menos la occidental, de la oriental no tengo datos) se circunscribía, salvo excepciones, bien al acompañamiento de los diferentes ritos religiosos, bien al acompañamiento de eventos cortesanos en las diferentes cortes esparcidas por toda Europa, cortes de reyes, príncipes, duques, condes, margraves, barones…Prácticamente no existía el concepto de “música popular” interpretada por orquestas “serias”: el pueblo llano, en su mayor parte analfabeto, naturalmente que hacía música en sus fiestas populares, pero era de tradición oral y casi, casi, desprestigiada para su aparición en los salones… y no digamos en las iglesias. Esto cambió más adelante, como podéis suponer, pero en los Siglos XVII y XVIII esto era lo que había.
En estas últimas, en las iglesias, quiero
decir, era necesario, por una parte, ejecutar música perfecta para emular
en lo humanamente posible la perfección de dios, y los asistentes a los oficios
religiosos entendían muchísimo sobre este tema, y distinguían sin lugar a duda
las obras de calidad de las de pobre factura. Y en los salones cortesanos, la
educación de príncipes, barones, duques y demás grey comprendía una magnífica
formación musical, siendo muchos de ellos no sólo grandes entendedores, sino
ejecutantes ellos mismos, como era el caso del Margrave de Brandeburgo,
violista da gamba que encargó a Bach los seis famosos conciertos, o sea, que
también entendían una barbaridad de música y distinguían lo bueno de lo malo
sin dudar. Llegar a ser un músico de prestigio en estas condiciones sólo estaba
al alcance de unos pocos.
Y en este ambiente tan exigente apareció el
gran Bach. A él está dedicado este artículo, con todo mi ignorante atrevimiento
y mi humilde admiración… Espero que el maestro me perdone, allá donde esté.
Nació Johann Sebastian Bach en Eisenach
(Turingia, en el centro geográfico de Alemania) en 1685, en el seno de una
familia de músicos profesionales (su padre, sus tíos, todos eran renombrados
ejecutantes), y por consiguiente recibió una excelente formación musical,
aprendiendo a tocar el clavecín (precedente del pianoforte, y por
tanto, de nuestro piano moderno), el violín, la viola da gamba… Y nuestro
Johann Sebastian obtuvo rápidamente un enorme renombre como intérprete, sobre
todo de clavecín y deórgano,
lo que le llevó a ser invitado con frecuencia en diferentes localidades para
dar conciertos, o mejor, para poner su música a disposición de las ceremonias
religiosas o eventos palaciegos.
Pero, para qué engañarnos, nadie se acordaría
hoy de Bach si tan sólo hubiera sido un excelente intérprete.[2] La
enorme fama de Bach viene, naturalmente, de su sobrenatural capacidad para la
composición, llevando la técnica del contrapunto a su máxima (e inalcanzada desde
entonces) altura. Consiste esta técnica en utilizar dos o más melodías
diferentes e independientes entre sí (llamadas normalmente voces)
que se escuchan luego simultáneamente… Fácil de describir, sí, pero
dificilísimo de realizar. Bueno, hacerlo, lo que se dice hacerlo,
es fácil, en realidad. Cualquier puede… Lo que es difícil es lo que Bach
consigue siempre, siempre: que siendo ambas melodías perfectamente
distinguibles, se empasten una en la otra de forma natural y, casi diría yo,
inevitable, obteniendo un resultado armonioso y bello. Ejemplos de esta técnica
hay muchísimos en Bach, y espero que cuando oigáis la obra de hoy os quede algo
más claro.
Además, fue un consumado filósofo, estudioso
de la música y es, cómo no, uno de los pilares clave de la cultura musical
universal, como lo fue de la comunidad de Leipzig en que vivió sus últimos
años. Pocas personas del mundo deben ignorar quién fue Bach, universalmente
respetado y admirado…
Quizá una historieta sobre la influencia de
Bach en la música de los sucesores me permita trasladaros la enorme importancia
que su figura tuvo para la música posterior. Es la historia de la afinación o, mejor aún, de la temperación.
Como sabéis, el sistema de notación musical
moderno divide todo el intervalo de sonidos posible (el que el oído humano
medio es capaz de distinguir, que viene a ser desde unos veinte Hz hasta unos
veinte mil… siempre que seas joven: yo ya no paso de diez o doce mil; cosas de
la edad) en ocho octavas,[3] donde
cada una de las octavas tiene el doble de altura que la anterior. En
realidad, por decirlo con propiedad, cada nota de una octava tiene el doble de
altura, o de frecuencia, que la misma nota de la octava precedente… pero me
estoy adelantando. Sigamos por donde íbamos:
Cada octava se compone de siete notas
(Do-Re-Mi-Fa-Sol-La-Si), llamadas notas naturales, y de cinco notas
intermedias, que se sitúan entre Do y Re, entre Re y Mi, entre Fa y Sol, entre
Sol y La, y entre La y Si. No hay notas intermedias entre Mi y Fa, ni entre Si
y Do (el Do de la siguiente escala, claro).[4] Esas
notas intermedias son los bemoles o
los sostenidos: Un sostenido tiene más altura que su nota
original, mientras que un bemol tiene menos altura. Es decir: entre el Do y el
Re están tanto el Do sostenido como el Re bemol. [5]
El hecho de que cada octava se defina por
tener el doble de altura (frecuencia) que la anterior significa que si,
por ejemplo, el La de la tercera octava tiene, es un suponer, una altura o
frecuencia de 440 Hz, el La de la cuarta octava, que es la
siguiente, tendrá exactamente 880 Hz, mientras que el La de la segunda
octava tendrá 220 Hz, y así sucesivamente, y lo mismo con todas y cada una de
las notas (el Do, el Si bemol, el Fa, etc). Las notas intermedias entre Mi y
Fa y entre Si y Do no existen,[6] pero
es porque suenan mal… suenan disonantes al oído, suenan desafinadas. Y claro,
un músico no quiere que su música suene desafinada… hasta que llegaron los
dodecafonistas y la escuela moderna, y no sólo no les importó que su música
sonara desafinada, sino que incluso lo buscaban deliberadamente. Pero no os
preocupéis por ello, ninguno de estos desafinadores profesionales va a aparecer nunca en
esta ignorante serie… ¡bastante tengo con tragármelos de vez en cuando en los
conciertos a los que asisto! Un excelente artículo donde se expone cómo son las
notas musicales desde el punto de vista matemático lo podéis encontrar aquí.
Históricamente, las primeras formas de
afinación eran las pitagóricas,
donde la relación entre las quintas era de 3:2, o sea, lo que se llamaba la quinta
justa.[7] Esta
forma de afinación, matemáticamente perfecta y profusamente utilizada durante
la Edad Media, pues era muy adecuada para sus monofonías (cantos a una sola
voz: el que haya oído canto gregoriano sabe lo que es eso: todos los cantantes
cantando simultáneamente exactamente la misma melodía) tenía, por lo que se ve,
un serio inconveniente: los instrumentos así afinados sólo podían ejecutar
obras en una sola tonalidad, pues intentar tocar algo en
cualquier otra tonalidad sonaba desafinado, y eso impedía además trasponer una
obra de una tonalidad a otra distinta… Insisto, no me preguntéis mucho sobre
esto de las tonalidades, que no sé casi nada de ellas… sólo cuándo una música
me gusta y cuándo no.
Así que a partir del Siglo XVI se intentaron
diferentes sistemas de afinación, sobre todo para el clavecín, por ser un
instrumento de teclado, que permitiera escribir obras para todas las
tonalidades posibles, o bien transponer obras escritas en una tonalidad a
cualquiera otra. En la época de Bach era ya mayoritariamente utilizado el
Sistema o “Temperamento justo”,
que solucionaba en no sé qué medida el problema, pero que aparentemente seguía
sin dar respuesta a todas las posibles tonalidades, y que además, al igual que
el sistema pitagórico, tenía en su octava final una quinta del lobo que no
gustaba nada, pero nada, a los teóricos musicales… Bueno, a mí esto de la
“quinta del lobo” me suena en realidad a “finca
rústica en un Paraje Natural, protegida por la abundancia de cánidos salvajes”,
pero estoy casi seguro que debe referirse a alguna otra cosa, una cosa muy
docta e importante…. En fin.
http://eltamiz.com/elcedazo/2010/08/26 /historia-de-un-ignorante-ma-non-troppo%E2%80%A6-toccata-y-fuga-en-re-menor-de-johann-sebastian-bach/
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