miércoles, 17 de septiembre de 2014

ESE CUERPO DEL ESPEJO.

No me gustan mis muslos,
decía la mujer almohada,
son blandos y gruesos.
Y yo los recordaba
cálidos y dulces
suaves y moteados aquí y allá
de hermosos lunares.
No me gustan mis pechos,
decía la mujer de miel,
son demasiado grandes.

Y yo los veía
redondos, rotundos y firmes
y la convencía para usar escotes
Cada vez tengo menos pelo,
decía el hombre pimiento,
la edad no me perdona.
Y yo pensaba en su torso
trabajado y fibroso
sin llegar al exceso
No me gustan mis ojos,
decía la mujer serpiente,
están desviados y son pequeños.

Yo por contra
recordaba su piel tan suave,
su elasticidad y su fuerza.
No me gusta mi barriga,
decía el hombre camaleón,
siempre es más grande de lo que quisiera.
Y yo pensaba en sus ojos
profundos e inteligentes
y sus manos duras,
pero con una habilidad extraordinaria.
No me gustan mis orejas,
decía la mujer ardilla,
están separadas y desiguales.

Y yo veía su espalda,
atlética de nadadora
y su culo tan perfecto
que parecía dibujado.
No me gusto yo,
señor narrador,
no me veo, no me agrado, no me encuentro, no me siento.
Y yo respondía
que no se estaba mirando, ni deseando, ni buscando, ni queriendo sentir.

Que si su cuerpo fuera de otro,
le sería mucho más fácil quererlo.
Que si amara a la persona de ese cuerpo
le sería más fácil adorarlo.
Que si deseara su mente,
anhelara sus detalles,
apreciara las palabras bonitas,
los gestos amables,
los recuerdos agradables,
el placer de que ese cuerpo le tocase,
estaría encantado de mirarlo, desearlo, buscarlo y sentirlo.

Que si viera ese cuerpo
como quien ve a un amigo,
a un amante,
a un desconocido por la calle,
sería feliz de compartir tiempo con él.
Que si dejara de tratar ese cuerpo
como algo permanentemente imperfecto,
sabría ver
todo lo bonito que los demás ven en él.
Ese cuerpo que te sostiene.
Ese cuerpo que te alivia.
Ese cuerpo que te ama y te desea
y al que te esfuerzas
por tratar como a un extraño,
castigándole por tus decisiones.

Ese cuerpo que mortificas,
condenas,
torturas,
y aún así te perdona,
te ama,
te respeta,
te acompaña.

 Ese cuerpo,
el tuyo,
que se sentiría vacío sin ti,
que anhela el roce de tu cariño,
que agradece cualquier pensamiento amable;
ese cuerpo,
ESE,
debería ser el que te enamorase,
porque en realidad
ESE es el que está
totalmente enamorado de ti.

http://www.hitobitostudio.com/ese-cuerpo-del-espejo-06-05-2013.html


La super Venus

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