martes, 19 de agosto de 2014



Los Pinos de Roma, de Respighi


Nacido en 1879 y fallecido en 1936, el boloñés Respighi es un músico que compuso prácticamente toda su producción musical en el Siglo XX; además de componer también dirigía, escribía… Había que ganarse las habichuelas, y los compositores de los Siglos XX y XXI difícilmente pueden ganarse la vida exclusivamente componiendo.
Especialista en música barroca, sobre todo la italiana (Vivaldi, Monteverdi, Scarlatti, etc), nunca fue seducido por las nuevas corrientes musicales atonales, amelódicas e inarmónicas que venían de Centroeuropa, manteniéndose siempre en la línea tonal, melódica y armónica de toda la vida… Incluso en alguna de sus composiciones más conocidas, como son las “Danzas y Aires antiguos“, se nota perfectamente esa influencia barroca. Aunque, desde luego, era un músico de su tiempo y utilizaba todos los recursos musicales de la época (que habían crecido bastante desde la época de Mozart)… y cuando digo todos, quiero decir todos, ya veréis luego que no exagero ni un poquito.
Don Ottorino nunca mantuvo una buena relación con el régimen fascista de Benito Mussolini, llegado al poder en 1922… pero no le quedaba más remedio que convivir con él: se trataba de un músico conocido, uno de los más conocidos en Italia, y director titular de una de las orquestas italianas más importantes, la de la Academia de Santa Cecilia de Roma. No le quedaba más remedio que contemporizar con el régimen… o exiliarse. Y el buen Respighi no estaba por la labor de irse a ninguna otra parte que no fuera su querida Italia, así que contemporizó. No fue nada extraño, algo parecido tuvieron que hacer, por ejemplo, los grandes compositores rusos de la época… algún día contaré las tribulaciones del gran Shostakovich con el padrecito Stalin. Pero al buen Ottorino Respighi nunca le gustó el Duce, ni su régimen, ni sus formas, así que cuando escribía una obra de exaltación de las virtudes italianas (mayormente, de las virtudes imperiales romanas, claro), lo hacía con una ironía y una retranca que denotaba, muy sutilmente, sus verdaderas opiniones. Luego incidiremos algo más sobre esto cuando oigamos la obra.
Si por algo es conocido el amable y jovial Ottorino Respighi, es por su Trilogía Romana, compuesta por tres Suites ambientadas en las calles y plazas de la ciudad donde vivía desde 1913, cuando fue nombrado director titular de la Orquesta de la Academia Nacional de Santa Cecilia: Las Fuentes de Roma (1916), Los Pinos de Roma (1924) y las Fiestas Romanas (1926). Las tres Suites son muy conocidas, pero la más interpretada y grabada de las tres, con diferencia, son Los Pinos de Roma (I Pini de Roma). Y a esta obra dedicamos el artículo de hoy.
Compuesta en 1924, apenas dos años después del nombramiento de Benito Mussolini como Primer Ministro italiano (y por ende, de la toma de poder del fascio en Italia), esta exaltación de las pinedas romanas es una obra con múltiples aristas que refleja, por un lado, la alegría y el bullicio típico romano[2] , por otro, la melancolía por el pasado, y por fin, el temor por el futuro… pero disfrazado todo ello de complaciente exaltación de las virtudes romanas más queridas al régimen mussoliniano.
Requiere la ejecución de los Pinos de Roma de una orquesta realmente voluminosa, con la cuerda completa (normalmente treinta violines, repartidos en dieciséis primeros y catorce segundos violines, doce violas, diez violonchelos y ocho contrabajos), arpa, madera triple (tres instrumentos de cada familia), una más que generosa sección de metales (más una trompeta fuera del escenario), y otra generosa sección de percusión, más piano, celesta y órgano. Sí, también órgano. De todo. ¡Hasta un gramófono se necesita para ejecutar esta obra!!

. http://eltamiz.com/elcedazo/2010/03/12/los-pinos-de-roma-de-respighi/


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