Los Pinos de Roma, de Respighi
Especialista en música barroca, sobre todo la
italiana (Vivaldi, Monteverdi, Scarlatti, etc), nunca fue seducido por las
nuevas corrientes musicales atonales, amelódicas e inarmónicas que venían de
Centroeuropa, manteniéndose siempre en la línea tonal, melódica y armónica de
toda la vida… Incluso en alguna de sus composiciones más conocidas, como son
las “Danzas y Aires antiguos“,
se nota perfectamente esa influencia barroca. Aunque, desde luego, era un
músico de su tiempo y utilizaba todos los recursos musicales de la época (que
habían crecido bastante desde la época de Mozart)… y cuando digo todos, quiero
decir todos, ya veréis luego que no exagero ni un poquito.
Don Ottorino nunca mantuvo una buena relación
con el régimen fascista de Benito Mussolini,
llegado al poder en 1922… pero no le quedaba más remedio que convivir con él:
se trataba de un músico conocido, uno de los más conocidos en Italia, y
director titular de una de las orquestas italianas más importantes, la de la Academia de Santa
Cecilia de Roma. No le quedaba más remedio que contemporizar con el
régimen… o exiliarse. Y el buen Respighi no estaba por la labor de irse a
ninguna otra parte que no fuera su querida Italia, así que contemporizó. No fue
nada extraño, algo parecido tuvieron que hacer, por ejemplo, los grandes
compositores rusos de la época… algún día contaré las tribulaciones del gran
Shostakovich con el padrecito Stalin. Pero al buen Ottorino Respighi nunca le
gustó el Duce, ni su régimen, ni sus formas, así que cuando escribía una obra
de exaltación de las virtudes italianas (mayormente, de las virtudes imperiales
romanas, claro), lo hacía con una ironía y una retranca que
denotaba, muy sutilmente, sus verdaderas opiniones. Luego incidiremos algo más
sobre esto cuando oigamos la obra.
Si por algo es conocido el amable y jovial
Ottorino Respighi, es por su Trilogía Romana, compuesta por tres Suites
ambientadas en las calles y plazas de la ciudad donde vivía desde 1913, cuando
fue nombrado director titular de la Orquesta de la Academia Nacional de Santa
Cecilia: Las Fuentes de Roma (1916), Los Pinos de Roma (1924) y las Fiestas Romanas (1926). Las tres Suites son muy
conocidas, pero la más interpretada y grabada de las tres, con diferencia, son Los Pinos de Roma (I
Pini de Roma). Y a esta obra dedicamos el artículo de hoy.
Compuesta en 1924, apenas dos años después del
nombramiento de Benito Mussolini como Primer Ministro italiano (y por ende, de
la toma de poder del fascio en Italia), esta exaltación de las pinedas romanas
es una obra con múltiples aristas que refleja, por un lado, la alegría y el
bullicio típico romano[2] , por otro, la melancolía por el
pasado, y por fin, el temor por el futuro… pero disfrazado todo ello de
complaciente exaltación de las virtudes romanas más queridas al régimen
mussoliniano.
Requiere la ejecución de los Pinos de Roma de
una orquesta realmente voluminosa, con la cuerda completa (normalmente treinta
violines, repartidos en dieciséis primeros y catorce segundos violines, doce
violas, diez violonchelos y ocho contrabajos), arpa, madera triple (tres
instrumentos de cada familia), una más que generosa sección de metales (más una
trompeta fuera del escenario), y otra generosa sección de percusión, más piano,
celesta y órgano. Sí, también órgano. De todo. ¡Hasta un gramófono se
necesita para ejecutar esta obra!!
. http://eltamiz.com/elcedazo/2010/03/12 /los-pinos-de-roma-de-respighi/
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