Beethoven:
El Concierto para violín
Beethoven compuso este
concierto entre 1804 y 1807, cuando su poderosa imaginación funcionaba a pleno
rendimiento y su genio creador estaba asombrando al mundo con obras como la
Sonata Appassionata, Fidelio, las Oberturas Leonora, las Sinfonías 4, 5, y 6,
el Concierto en sol mayor para piano y los tres Cuartetos Rasoumovsky. Todas
ellas, obras de gran extensión, cuya profundidad rivaliza con la variedad de su
carácter y que tanto por su cualidad como por su cantidad producen en conjunto
una extraordinaria impresión de grandeza.
Este Concierto, una de
las obras más brillantes del repertorio, fue escrito para el joven violinista
vienés Franz Clement, entonces de veintiseis años de edad, quien dio la primera
audición en diciembre de 1806 en el Theater an der Wien y de cuya orquesta era
director. La tarea impuesta al solista no podía ser nada fácil si, además,
tenemos en cuenta que Beethoven se retrasó bastante en la entrega del material.
No hubo ensayos, el primer movimiento se ejecutó en la primera parte del
concierto y el movimiento lento y el finale, en la segunda. En el intermedio
Clement tocó una sonata suya sobre una sola cuerda con el violín en posición
invertida. En su época tenía fama de buen virtuoso y se decía de él que era un
fenómeno como ejecutante a primera vista. Sin duda debió de serlo.
Primer
movimiento: Allegro ma non troppo
- Cadenza
Beethoven no
descansaba en su lucha contra el destino ni en su constante desafío al cosmos.
Aquí se manifiesta el aspecto sereno de su genio: el movimiento tiene gran
amplitud y es de carácter tranquilo. Esta última cualidad hizo pensar a muchos
que la obra carecía de sentido y que, además, era excesivamente larga. Los
mágicos y misteriosos golpes de timbal del principio proporcionan la
arrebaradora melancolía que impregna todo el movimiento. La introducción
orquestal es larga, Beethoven no tiene prisa. El ritmo de las notas de timbal
persisten, en una tonalidad o en otra, a lo largo de todo el movimiento de un
modo parecido al del famoso principio de la Sinfonía en do menor que predomina
en el primer movimiento de aquella obra maestra.
Un tutti orquestal
introduce los dos temas principales. Los oboes, clarinetes y fagots tienen una
melodía de una deliciosa cualidad lírica: un contraste con el timbal del
principio que produce un efecto poético acentuado por el amplio tema de los
primeros violines. Después de un poderoso clímax orquestal y de su dramática
desaparición, el violín solista hace su sorprendente e impresionante entrada,
otro acierto genial de Beethoven. El solista y la orquesta discuten luego esas
fértiles ideas con interés cada vez más concentrado. Todo ello se presta en
gran manera al lucimiento del solista, pero un lucimiento de valor artístico,
no un puro exhibicionismo inútil. La tranquilidad de este movimiento alcanza
una serenidad suprema en el último tema introducido por el fagot y contestado
por el violín solista. Termina en un vigoroso crescendo. Sus proporciones son
tan notables como su belleza melódica.
Segundo movimiento: Larghetto
Los movimientos lentos
de Beethoven penetran en el corazón del auditorio y este no podía ser una
excepción. Se basa principalmente en una bella melodía que se escucha al
principio sobre los violines con sordina. Cuando se repite, el solista la
acompaña con un comentario propio. Basándose en los dos temas principales y un
tema secundario Beethoven crea gran número de variaciones. Toda la música tiene
una cualidad de ensueño. A pesar del carácter estático y sutil de la misma, con
otra idea genial el compositor la termina con un acorde alto y con la cadenza
del violinista que enlaza el movimiento con el finale, en el cual nos vemos
sumergidos inmediatemente con un característico y vigoroso Rondó.
Tercer movimiento: Rondó (Allegro) - Cadenza
En este movimiento no
hay tiempo para reflexionar. Aquí se nos muestra el hombre genial en su más
"desenfadado" sentido del humor y en su vena más feliz. Después de
las delicadas sutilezas con que acaba de obsequiarnos, Beethoven ha encontrado el
inevitable finale, alegre, ingenuo y vivaz. El solista se apodera al principio
del tema principal y cuando éste pasa a la orquesta asciende a una culminación
a la cual se añade un comentario de carácter alegre. La música va debilitándose
de modo que el solista puede introducir otro tema con el acompañamiento de la
trompa. La música del rondó reaparece tres veces y después de la tercera hay un
intercambio enre el violinista y la orquesta en la cual prevalece el buen
humor. También hay un delicioso diálogo entre el oboe y el violín solista
después de la cadenza del violín. Luego los acontecimientos van avanzando con
arte consumado hacia el último clímax en el cual el solista con arpegios y
escalas , ejerce el más absoluto dominio sobre toda la orquesta con la habilidad
del más impecable prestidigitador. Una y otra vez la orquesta intenta alcanzar
el predominio, pero todos sus esfuerzos resultan infructuosos ante la actitud
del solista.
El concierto para
violín de Beethoven es una de las grandes obras maestras de la música
universal. Y seguramente los habrá que lo escuchen ahora por primera vez....
¡Qué hermosa experiencia les espera!
http://classicmusica.blogspot.com.ar/2008/09/beethoven-el-concierto-para-violn.html
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