martes, 23 de diciembre de 2014

Napoleón Bonaparte en Egipto

Fecha: 19 de mayo de 1798. Lugar: puerto de Tolón, costa mediterránea de Francia. Napoleón abandona las dársenas a las seis de la mañana al mando de 38.000 soldados y 16.000 marinos a bordo de 300 navíos. Misión: combatir a Inglaterra en el Mediterráneo, en Egipto. Junto a los militares viajaban 154 científicos. Fueron los únicos vencedores. La campaña fue desastrosa.

La mayoría de los científicos ignoraba su destino, pero no pudieron resistir la invitación de Bonaparte y de sus brillantes profesores: el matemático Gaspar Monge, fundador de la Escuela Politécnica, el químico Claude Louis Berthollet, inventor de la lejía y profesor de la Escuela normal, y el mineralogista del Museo Déodat de Dolomieu. Para convencer a sus alumnos de que lo dejasen todo, el profesor que dio su nombre a los Dolomitas les dijo: "No puedo decirles adónde vamos ni cuánto tiempo vamos a estar allí ni con qué objetivo, pero puedo asegurarles que es un lugar para conquistar gloria y saber". Eran ingenieros, astrónomos, naturalistas, químicos, literatos, orientalistas, músicos, farmacéuticos, médicos... Formaron la Comisión de las Ciencias y de las Artes del Ejército de Oriente. Los militares con los que viajaron les llamaron simplemente "los sabios".

El destino final permanecería en secreto hasta el 28 de junio. En esa fecha, los expedicionarios han conquistado Malta y Napoleón, en uno de sus habituales discursos, revela el objetivo de la expedición: Egipto. El general Bonaparte hace hincapié en que se trata de una "conquista científica", si bien la expedición es totalmente estratégica. Por una parte, el Directorio intenta alejar a Napoleón de los asuntos internos de Francia y le encarga impedir el acceso de Gran Bretaña a la India, y así reducir su dominio comercial y evitar que conquisten nuevos territorios. Para ello se aprovechará de la debilidad del Imperio Turco, que en ese momento controla Egipto.

La expedición combinará los dos aspectos: militar y científico, de forma que muchas veces los "sabios" asistirán a batallas y en otras ocasiones Napoleón y sus comandantes serán testigos de importantes descubrimientos arqueológicos, algunos de ellos recogidos en cuadros de la época.

LOS MÁS SABIOS

Monge y Berthollet tienen 52 y 54 años, respectivamente, en aquel 1798 y son ya dos sabios de prestigio cuando se embarcan para Egipto. Pero la mayoría de sus colegas no supera los 30 años. Reclutados a través de maestros o amigos, muchos se harán célebres. Fue el caso de Dominique Vivant Denon, autor del libro Viaje al Bajo y Alto Egipto, en el que narra su travesía por el Nilo entre enero y marzo de 1799 y en la que descubrió para occidente Tebas, Karnak, Luksor, Asuán..., quien llegará a ser director de los museos franceses y fundador del Louvre. También Nicolas Jacques Conté, inventor de la mina del lápiz, conocería la fama, o Etienne Geoffroy Saint-Hilaire, distinguido profesor de zoología...

"No puedo decirles adónde vamos, pero sí que es un lugar para conquistar gloria y saber"

Napoleón desembarca en Alejandría el 2 de julio y allí queda parte de la misión científica, ocupada en estudiar el faro y la columna de Pompeyo. El resto prosigue con la tropa hacia el interior del país. El 22 de agosto de 1798, Napoleón Bonaparte funda en El Cairo el Instituto de Egipto, organizado en cuatro secciones, cada una de ellas con 12 miembros: Matemáticas, Física, Economía política y Literatura y artes. Fue el centro de operaciones científicas desde el que Napoleón, Monge y sus colegas científicos descubrirán en septiembre del mismo año la meseta de Guiza, con la Esfinge y las Pirámides. Antes, el 21 de julio se libró, con éstas como testigo la batalla de las Pirámides, de la que el militar corso salió triunfante. Era el inicio de una campaña que pronto cambiaría de signo.

Las tareas iniciales que encomendaron al cuerpo científico distaban mucho de ser estudios de ciencia pura: en la primera sesión del Instituto, según consta en las actas, se pusieron sobre la mesa temas como la mejora de la cocción del pan o hacer cerveza sin lúpulo o cómo aclarar y enfriar el agua del Nilo... Pronto esos temas iniciales derivarían en otros científicamente más interesantes.

Los trabajos de los sabios, publicados en La década egipcia, dejan a menudo totalmente indiferentes a los militares. Hasta el punto que algunos deciden bautizar a los asnos egipcios con el nombre de "semisabios". A pesar de ello, el balance es de un valor incalculable. Se recoge en la Descripción de Egipto, una obra que consta de nueve volúmenes y 974 planchas que necesitaron 25 años para ser impresas, y en las que participaron 294 impresores, burilistas, aguafortistas... Los ingenieros y los geógrafos tampoco fueron a la zaga y confeccionaron un atlas a escala 1/100.000 de la tierra de los faraones en 47 hojas.

Otro de los campos a los que se dedicaron los sabios fue el de la física. Monge, que empleó gran parte del tiempo que duró la marcha desde Alejandría hasta El Cairo en reflexionar, avanzó, por vez primera, la explicación de los espejismos, y los explicó así: "Se trata del calor de la arena que dilata el aire en las proximidades y desvía los rayos del Sol".

"Estamos dispuestos a quemar nuestros tesoros para que no caigan en manos del enemigo"

Una treintena de sabios murió en diversas batallas o víctimas de enfermedades, sobre todo a causa de la peste. Tuvieron que adaptarse a las duras condiciones de vida que tenían en Egipto, pero terminaron por convertirse casi en auténticos egipcios. Se dejaron crecer la barba o el bigote (allí el mentón afeitado era signo de esclavitud), se iniciaron en las delicias de la pipa llena de tabaco de Lattaquié, aprendieron a disfrutar del café... El naturalista Etienne Geoffroy Saint-Hilaire es un buen ejemplo de adaptación: "Aquí vivo tranquilamente", escribía a su padre, "ocupándome de historia natural, de mis caballos y de mi pequeña familia negra". Mientras los botánicos traen a Europa una nueva especie de nenúfar y de palmera (que se conserva en el Museo de París), Etienne aporta numerosas momias de animales (algunas siguen siendo estudiadas): gatos, ibis, monos, mangostas... Y, sobre todo, en las orillas del Nilo, descubre el políptero bichir, un pez de un tipo nuevo y extraordinario, cuyas aletas se corresponden con los miembros de los mamíferos. De él sacará la idea de que todos los animales están constituidos siguiendo un mismo plan, una de las ideas que condujeron a la teoría de la evolución. "No estoy de acuerdo", responderá su amigo Cuvier. Según este último, partidario de la teoría fixista, si bien el políptero "valió por sí sólo el viaje a Egipto", las especies vivas siempre han sido las mismas y no experimentaron evolución alguna desde su creación.

El levantamiento en El Cairo a finales de 1798 hace presagiar un cambio en el rumbo de la aventura militar. El mismo año del descubrimiento de la piedra de Rosetta los turcos declaran la guerra a Bonaparte. El general francés consigue repeler un ataque turco en abril, en la batalla de Monte Tabor, y más tarde en Abukir. Los franceses salen victoriosos si bien sufren muchas bajas. Poco después, el 23 de agosto de 1799, Napoleón se marcha sigilosamente a Francia con la mayoría de sus oficiales, y con Monge y Berthollet. Otros científicos se quedan en Egipto para continuar sus investigaciones. El general Kleber toma el mando de las fuerzas francesas en Egipto. Por un tiempo consigue contener a los británicos y a los turcos. Sin embargo, tras su asesinato el 14 de junio, el futuro de la misión francesa se ve seriamente amenazado. El Instituto y sus científicos se quedan sin protección. Su presencia se va haciendo cada vez más indeseable.

En el verano de 1801 los británicos toman El Cairo y Alejandría. Le exigen al Instituto que entregue todos sus estudios y documentos. Los franceses se niegan rotundamente: "Estamos dispuestos a quemar nuestros tesoros con tal de que no caigan en las manos del enemigo", dice, Geoffroy Saint-Hilarie. La determinación de los franceses impresiona a las fuerzas británicas. No obstante, consiguen apoderarse de muchas obras, incluida la famosa piedra de Rosetta.

Fueron los soldados de Bonaparte los que descubrieron la celebérrima dala de pizarra negra con la misma inscripción en tres escrituras (jeroglífica, demótica y griega), en 1799, en la aldea de Rosette a la que se debe el desciframiento de la escritura jeroglífica. Jean-François Champollion, el descubridor de este tipo de escritura, tuvo que trabajar sobre una copia. Publicó sus resultados en 1822. Champollion, que tenía 8 años cuando Bonaparte inició su campaña de Egipto, tuvo que esperar a cumplir los 38 para pisar la tierra de los faraones y resumir así su vida: "Soy todo entero de Egipto, Egipto lo es todo para mí".

http://www.historiaclasica.com/2008/01/napolen-bonaparte-en-egipto.html


Navidad Nuestra- Ariel Ramírez y Félix Luna

"Una noche de septiembre u octubre de 1963 estaba yo de guardia en el diario "Clarín", bastante tarde. De pronto me llamaron por teléfono: era Ariel Ramírez. Me contó que estaba escribiendo una misa y necesitaba completar la placa que se haría, con una serie de villancicos. ¿No podría ir a su casa para conversar del tema?. Había bastante apuro.
Fuí para allá, a su casa en Belgrano. Sería como las dos de la mañana cuando llegué. Y desde que saludé a Ariel empezó a darse una serie de auténticos milagros. Le dije como si lo hubiera pensado durante años:

La obra que complemente el disco de tu "Misa Criolla" se va a llamar "Navidad Nuestra", porque será un retablo criollo de Navidad. Serán villancicos, estampas de cada uno de los momentos clásicos del misterio cristiano del Nacimiento de Cristo. Vamos a empezar con la Anunciación, seguimos con la búsqueda de un alojamiento de José y María, continuamos con el Nacimiento y así seguían las ideas desbordándome. Ariel inmediatamente sintonizó mi entusiasmo y empezó a ensayar armonías y ritmos. El chamamé de la Anunciación fue compuesto con letra y música al mismo tiempo. Luego la huella: yo insistía que la peregrinación de José y María debía ser una huella y Ariel sostenía que la melodía de las huellas es una sola. "Probá con otra melodía..." le decía yo, y de pronto Ariel estampó en el piano la línea, hoy mundialmente conocida, de LA PEREGRINACIÓN.

No quiero seguir con muchos detalles pero lo único que digo es que cinco temas quedaron terminados esa misma noche, y cuando amanecía; alguno no estaba totalmente completo y lo concluimos pocos días después. Pocas veces he sentido la felicidad de crear, con tanta intensidad, como en aquella ocasión. Todos los recuerdos y vivencias de mi religiosidad infantil, de las navidades familiares, de los colegios de monjas y curas a los que fui, todo el fondo trascendente que uno tiene en su espíritu, se volcó esa noche hacia una creación que -lo intuí en ese momento- haría historia en la música argentina. El éxito de MISA CRIOLLA y NAVIDAD NUESTRA fue lógico y justo. Pero la creación de los temas a los que aporté mis palabras, fue un auténtico milagro". 


Félix Luna

Tres años después de su estreno en 1967, Los Fronterizos interpretaron estos villancicos para la televisión alemana, con excepción del primero de ellos, el chamamé de LA ANUNCIACIÓN, ya que su intérprete solista César Isella había abandonado recientemente el grupo.


Mientras baja la nieve - Gabriela Mistral

Ha bajado la nieve, divina criatura,
el valle a conocer.
Ha bajado la nieve, mejor que las estrellas.
¡Mirémosla caer!

Viene calla-callando, cae y cae a las puertas
y llama sin llamar.
Así llega la Virgen, y así llegan los sueños.
¡Mirémosla llegar!

Ella deshace el nido grande que está en los cielos
y ella lo hace volar.
Plumas caen al valle, plumas a la llanada,
plumas al olivar.

Tal vez rompió, cayendo y cayendo, el mensaje
de Dios Nuestro Señor.
Tal vez era su manto, tal vez era su imagen,
tal vez no más su amor.


Haydn y la ópera: Il mondo della luna

Por Ovidi Cobacho Closa, Historiador del arte (Catalunya).

De sobras conocida es la cabal importancia de este compositor dieciochesco  en el terreno de la música instrumental sinfónica y de cámara, dentro de la estética conocida como el Clasicismo musical, al igual que su aportación en la música religiosa donde sobresalen composiciones de gran relieve como sus oratorios de madurez La creación (1798) y Las estaciones (1801). Sin embargo, mucho menos conocida y difundida es su contribución al género operístico, del cual nos dejó un número considerable de composiciones – veintiséis- que aún  aguardan ser recuperadas y reincorporadas en las programaciones de nuestros coliseos. A pesar de que algunas de ellas han sido resucitadas por la industria discográfica, sus títulos distan mucho de ser conocidos por el gran público y raramente aparecen en las programaciones, dejando así al margen una interesante faceta de este Kapellmeister, repleta de deliciosos momentos musicales.
Quisiéramos esbozar unas pocas pinceladas sobre la aportación de Haydn a este género musical, centrándonos con algo más de detalle en la primera ópera del compositor estrenada en España (¡1967!) – Il mondo della Luna-, recientemente recuperada, dentro de la iniciativa “Taller d’òpera” en coproducción del Gran Teatre del Liceu y el Teatre Lliure de Barcelona junto al Teatro Arriaga de Bilbao. Cabria apuntar pero, como ya veremos, que este “olvido” de las creaciones operísticas de Haydn no es fruto de simple o fortuita dejadez, sino también en gran parte consecuencia de un sentido dramático y narrativo bastante convencional por parte del compositor, mucho más superficial que el de sus creaciones vocales religiosas, aunque no por ello exentas de una música de gran calidad, con pasajes de gran relieve y belleza musical.

Aunque según parece sus primeros contactos con el género operístico se remontan a los años de juventud como músico independiente, dentro del incipiente género del singspiel, la práctica totalidad de su producción estará comprendida y determinada a su cargo de Kapellmeister al servicio de los Esterházy. Poco tiempo después de haber entrado al servicio de esta familia nobiliaria ya tenemos noticia del estreno de la primera ópera italiana de Haydn, Acide (1762), de la que tan solo se conserva la obertura y unas pocas arias. En 1768, con Lo speziale –la más conocida y representada de sus óperas en el repertorio internacional hasta nuestros días-, se inauguró el teatro de ópera del palacio de los Esterházy, escenario que acogerá muchos de los títulos operísticos de los compositores más destacados del momento (Paisiello, Cimarosa, Martín i Soler, Sarti, Anfossi, Piccini, Traetta, Guglielmi, entre otros) y que con el tiempo mantendrá una actividad importante, destinada no solo a celebraciones y ocasiones solemnes sino también a servir una temporada de ópera regular, de la cual podían gustar los propios empleados de su servicio. En este marco será donde verán luz por primera vez muchas de las creaciones de Haydn.

De forma más o menos paralela a su evolución en el terreno de la música instrumental, la producción operística de Haydn experimentará un proceso de madurez que podríamos situar, de acuerdo con el Dr. Roger Alier (2), a partir de 1773, con L’infedeltà delusa, ópera que mereció los elogios de la emperatriz María Teresa en su estancia en Esterház. Este mismo año también se estrenará como compositor de óperas para un teatro de marionetas situado en un gruta del palacio de los Esterházy, todo ello coincidiendo con el período en que el teatro de Esterház incrementa su actividad, con una plantilla de 24 instrumentistas que se reforzaban ocasionalmente y la contratación, por parte del príncipe Miklós Esterházy, de una plantilla suficiente de cantantes para poder llevar a cabo las constantes representaciones. Un hecho significativo puede darnos una idea acerca de lo arraigada que estaba la actividad en dicho teatro, cuando en noviembre de 1779 un incendio lo destruyó completamente (junto a muchas de las composiciones operísticas de Haydn) y en apenas un año estaba ya nuevamente reconstruido y en activo.

Dentro de este período, que concluirá con la ópera seria Armida (1784) – posteriormente, ya fuera del servicio de los Esterházy, recibirá el encargo de una ópera ( L’anima del filosofo, ossia Orfeo ed Euridice) que no pudo ser estrenada en vida del compositor-, su escritura musical se hará eco de sus logros en el género instrumental, adquiriendo cada vez una paleta más rica y variada, llena de matices y comentarios a cargo de la madera, muy superior al nivel habitual de los compositores italianos del momento y con algunos pasajes que nos sugieren ya  la escritura mozartiana. Todo ello lo encontramos progresivamente desarrollado en óperas como L’incontro improvviso (1775), La vera costanza (1779), L’isola disabitata (1779), la deliciosa La fedeltà premiata (1780) y sus dos últimas creaciones para Esterház Orlando paladino (1782) y la antes citada Armida. Con todo, y muy a pesar de la brillantez de muchos de sus pasajes instrumentales y vocales, el sentido teatral de estas composiciones deja entrever un Haydn mucho menos vinculado a la narración dramática que a la experimentación instrumental, cosa que en la actualidad lo sitúa a un nivel de popularidad muy inferior –por lo que al género operístico se refiere, por supuesto- que muchos de sus colegas coetáneos, por no hablar de grandes renovadores del género como  Gluck y del gran genio musical y dramático de Mozart.
Un ejemplo de todo esto lo podemos apreciar en Il mondo della luna, ópera bufa italiana, estrenada en Esterház el tres de agosto de 1777 y estrenada en España por el grupo amateur del Club de Fútbol Junior de Barcelona en 1967. Su libreto, basado en la obra de Carlo Goldoni, nos narra las vicisitudes de un crédulo burgués aficionado a la astronomía (Buonafede) que es embaucado por un avispado conocido (Ecclittico) y dos amigos más, ambos enamorados de sus dos hijas y criada, haciéndole creer que ha sido transportado al mundo lunar para así arrancarle el consentimiento para el matrimonio con las hijas y criada, y sus respectivas dotes. A pesar, naturalmente, de la distancia histórica y estética respecto a nuestros días, el libreto de Goldoni logra desarrollar con gran eficacia y comicidad el entramado de la obra, vestido sobre una sencilla trama con grandes dosis de crítica hacia las pasiones levantadas por las modas y aficiones más innovadoras y pretenciosas de aquellos tiempos (el telescopio) y sobre los vínculos sentimentales y motivaciones económicas que se esconden tras ellos.  No es de recibo pues, como han pretendido recientemente algunas voces críticas, achacar la poca fortuna que ha gozado la obra a la supuesta inconsistencia o frivolidad de su libreto, sin considerar el momento histórico en que se inscribe y  los gustos y perspectivas culturales a que pertenece, como muy ejemplarmente pone de entredicho la enorme popularidad de que gozó esta comedia en sus días, siendo musicada también por compositores como Baldasare Galuppi (1750), Pedro Avondano (1765), Nicolò Piccinini (1770), Gennaro Astaritta (1775), Giovanni Paisiello (1775) y Marcos Antonio Portogallo (1790), entre otros.

La música que sostiene esta comedia se inscribe plenamente dentro del lenguaje galante a la orden del día, incorporando algunos de los logros musicales que más tarde elevarían la figura de Haydn a un ineludible referente dentro de la historia de la música occidental. Su partitura está escrita para la orquesta que Haydn tenía a su cargo en Estarház, a saber: dos flautas, dos oboes, dos fagotes, dos trompas, dos trompetas, timpani, cuerda y clavicémbalo. Con todo ello, el compositor construye una deliciosa obra, utilizando un lenguaje refinado y siempre elegante, con una escritura rica en soluciones harmónicas y de amplios recursos musicales; con un plano tonal centrado en el Mi bemol mayor (mundo lunar) y sobre el Do y Re (mundo terrenal) . Es de destacar su tendencia a la economía de los medios vocales, eludiendo todo tipo de superfluas ornamentaciones, el refinamiento en la resolución de las cadencias, así como el gran hallazgo tímbrico en muchos de sus pasajes, con gran relieve de la madera.
Esto podremos apreciarlo ya de entrada en la exquisita página sinfónica que sirve de obertura, en Do mayor, –reutilizada posteriormente por el compositor como primer movimiento de su Sinfonía nº 63-, en deliciosos momentos vocales como el quinteto inicial “O Luna lucente...”, las arias “La ragazza col vecchione” (Buonafede), “Mi fanno ridere quelli che credono” (Cecco) o “Una donna come me” (Lisetta) del primer acto y el delicado concertante del  Finale primo de oscilantes melodías y modulaciones entre tonalidad menor y mayor (alusión a la muerte y la vida, respectivamente). Así mismo destacan la aria de Flaminia “Se la mia Stella” y los diversos interludios danzados del acto segundo con una escritura de bellísima factura, reutilizados también posteriormente por Haydn como material para tríos de flauta, violín y chelo. En el tercer acto sobresale el dúo “Un certo ruscelletto”  (Ecclittico y Clarice) de gran lirismo melódico, sabiamente sostenido por  cuerdas y madera. En cuanto a la tesitura de sus personajes, Haydn sigue las convenciones de la ópera bufa: un bajo bufo para el papel del crédulo padre Buonafede; un tenor lírico-ligero, con agilidad y nobleza de línea, para el avispado Ecclittico; una mezzo para el originario papel para castrato de Ernesto y un barítono o bajo bufo para el papel de Cecco (amigo de Ecclittico y su criado); las voces femeninas corren a cargo de una soprano lírica con dominio de la coloratura (Clarice), una soprano lírico-ligera con una particela de arriesgadas agilidades (Flaminia) y una mezzosoprano con facilidades para la coloratura y tintes picarescos (Lisetta) 

Sin lugar a dudas cabe considerar esta obra como un auténtico logro de la música escénica de la segunda mitad del siglo XVIII, que ilustra elocuentemente la poco conocida faceta del Haydn operista. Un compositor que pese a no disponer el sentido ni los recursos teatrales de algunos de los compositores operísticos de su tiempo como Paisiello o Cimarosa, supo vestir la escena con una música de riquísima factura, muy superior a la mayoría de los prestigiosos autores italianos del momento, pero que dentro del conjunto dramático tiende a cobrar una autonomía que no acaba de cuajar plenamente la obra como un todo orgánico y se escapa al definir el perfil psicológico de sus personajes –tarea que llevará prodigiosamente a cabo su compatriota Mozart pocos años después-. Con todo, la brillantez musical de muchas de sus páginas merecería un mayor reconocimiento por parte del público de hoy, aunque ello implique un cierto esfuerzo por superar los interminables recitativos al uso de la época y un pequeño salto por encima de las tan arraigadas, y a la vez cegadoras,  estéticas romántica y verista. Esperemos  que algún día alguien tome nota de ello y podamos disfrutar del revival operístico de Haydn.


http://www.filomusica.com/filo61/haydn.html



Haydn enamorado: Sonata en mi bemol



Franz Joseph Haydn siempre estuvo consciente de que, físicamente, no era un Adonis. Según uno de sus biógrafos, alguna vez expresó no poder comprender cómo era que lo habían amado tantas mujeres hermosas en su vida: "no podían haber sido cautivadas por mi belleza", señaló. Con todo, su primer enamoramiento, a los 27 años, no solo no fructificó sino que tomó la senda equivocada.

Mientras servía al conde Morzin, en Viena, el compositor se entusiasmó con Therese, la hija de un peluquero donde se ALOJABA, pero Therese no estaba hecha para el matrimonio y poco después ingresó a una orden religiosa. El peluquero ofreció entonces a la hermana mayor, Maria Anna. En noviembre de 1760, se casaron. Una vida entera acompañará Maria Anna a Haydn, en un matrimonio sin hijos que tampoco conoció la felicidad.

Profundo conocedor del personal a su servicio, el príncipe Nicolás de Esterházy comprendió a cabalidad las razones que oblicuamente esgrimió Haydn para que la mediocre cantante italiana Luigia Polzelli permaneciera en la corte pese a sus esmirriados talentos, cuando Nicolás quiso despedirla en 1780. Luigia, de dieciocho años, había llegado a palacio un año antes, e iniciado poco después una relación con el maestro que duró hasta 1791, cuando la relación se agotó por sí sola.

Al parecer, mayor interés mantuvo el maestro con la señora Maria Anna von Genzingen, nombrada Marianne en la intimidad. Esposa del médico personal del príncipe Nicolás y aventajada pianista de afición, mantuvo con Haydn una relación fundamentalmente epistolar aunque abundante que solo terminó con su muerte repentina en 1793 a los 38 años. Haydn tenía sesenta y uno.

Sonata en mi bemol N° 59
La sonata para pianoforte en mi bemol, una de las más exquisitas del maestro, fue escrita para Marianne von Genzingen en 1790. En carta anunciándole su dedicatoria, Haydn solicita especialmente su atención respecto del segundo movimiento:
"...pues contiene muchas cosas que analizaré para vuestra gracia cuando sea el momento. Es algo difícil pero está lleno de sentimiento."
Construida según las habituales pautas clásicas, sus tres movimientos son:
00        Allegro
08:03  Adagio e cantabile
17:28  Finale: tempo di minuet

La versión, brillante, es del maestro austriaco Alfred Brendel.



http://labellezadeescuchar.blogspot.com.ar/2014/08/haydn-sonata-en-mi-bemol-No-59.html


lunes, 22 de diciembre de 2014

Mujer de Lot (Mario Benedetti)


Mujer estatua / tu historia 
azul verde malva roja 
quedó blanca de congoja 
extenuada y sin memoria

mujer estatua / por suerte
fuiste hueso / carne fuiste 
y sin embargo qué triste
es tenerte y no tenerte

mujer con lluvia y pasado 
avara de tus mercedes 
ojalá escampe y te quedes
para siempre de este lado

mujer de sal y rocío
tu corazón sigue en celo 
y tu voz está de duelo
como la tierra y el río

no olvides que no se olvida
hacia atrás o hacia adelante
ya el castigo fue bastante 
reincorpórate a la vida

con audacia / sin alertas 
con razón o sin motivo 
mujer de lot / te prohíbo 
que en estatua te conviertas

mujer otra / diferente
si no fuera juez y parte 
jugaría a desnudarte
lentamente / lentamente.




Canciones con historia: YOU CAN LEAVE YOUR HAT ON / JOE COCKER

"You Can Leave Your Hat On" es una canción escrita por Randy Newman para su albumSail Away de 1972. Pero la versión mas famosa de este tema fue la del cantante Joe Cocker hecha en 1986 para el film de Adrian Lyne titulado 9½ Weeks donde es parte de una famosa escena de striptease hecha por la hermosa actriz Kim Basinger. Aparece en el disco llamado Cocker del cantante inglés en 1986.

En la letra se puede apreciar que el cantante está llamando a su pareja para un preludio a un encuentro sexual, tal vez un strip-tease o otra fantasía (de hecho despues de su uso en la pelicula de Lyne se hizo un clásico del striptease). El vocalista, en la mayoría de las grabaciones de este tema, es de sexo masculino, y presumiblemente se dirige una mujer, debido a que la letra dice "Quítate tu vestido".

Los versos de la canción son cortos, y el coro que se repite es simplemente el titulo de la canción (en español sería "puedes dejarte el sombrero") lo que le da un toque bastante sensual a la canción.

El cantante galés Tom Jones tambien hizo una versión de este tema para la famosa película británica The Full Monty.

http://detrasdelacancion.blogspot.com.ar/2009/04/you-can-leave-your-hat-on-joe-cocker.html