miércoles, 8 de abril de 2015

Las Sibilas

Mujeres de la mitología griega y romana que gozaban de una reconocida facultad de desentrañar el futuro para profetizar acontecimientos de toda índole. Fueron descritas como muy longevas, con vidas aisladas y misteriosas, habitando lugares poco accesibles como, grutas o sitios escondidos, posiblemente cercanos a cursos de agua. Sus palabras o predicciones, realizadas casi siempre en estado de trance, eran originadas por consultas de los visitantes. Siempre manifestadas en forma de hexámetros griegos eran transmitidas por escrito.

Origen
Las Sibilas, aunque eran personajes de la mitología griega y romana, también están presentes en las tradiciones cristianas y en el judaísmo de los siglos I a.n.e. y I d.n.e. Se trata de una profetisa, inspirada en ocasiones por Apolo, mujeres especiales a las que se les atribuía la capacidad de prever el futuro.
Según algunas tradiciones, todo comenzó con una joven hija del troyano Dárdano y su unión con Neso (hija del gobernador Teucro). Esta joven estaba dotada del don de la profecía y tenía una gran reputación como adivina. Su nombre era Sibila y por eso desde entonces vienen llamándose así a todas las mujeres que ejercieron esa capacidad de profetizar.
Otras tradiciones, sin embargo, afirman que su padre fueZeus, fruto de su relación con una hija de Poseidón llamada Lamia, por lo que su don es de origen divino.
Se afirmaba que las Sibilas habían adquirido la facultad de vislumbrar el futuro mediante su natural inspiración toda vez que eran interpeladas, pero también podían actuar de modo propio, impelidas por sus impulsivos designios, entre los cuales figuraban frecuentemente la predicción de grandes calamidades.
Distintos países en diferentes siglos tuvieron sus sibilas y conservaron las predicciones que llevaban sus nombres, formando colecciones de ellas.

Leyendas
Desde la antigüedad, las leyendas cuentan de la presencia de numerosas Sibilas, muchas de las cuales se originaron en la mitología, siendo escasas las que poseen algunas referencias históricas. En efecto, las informaciones disponibles sobre el tema son muy confusas y difieren notablemente de acuerdo a las fuentes. Los tiempos muy lejanos, los mitos y las distintas interpretaciones impiden un encuadre histórico bien definido, siendo casi siempre necesario recurrir a la lectura de antiguos escritos para intentar situarlas con cierta claridad.

Según se afirma, la más antigua (en la mitología griega) parece haber sido "Trofile", hija de Zeus y de Lamia. Pero las más conocidas son, sin dudas, las cinco Sibilas pintadas por Miguel Ángel, llamadas Cuma, Délfica, Eritrea, Persea y Líbica.

La Sibila Cuma
Su nombre de origen fue Cumena y lo debe al hecho de haber trascurrido la mayor parte de su vida en la localidad de Cuma, cercana a Nápoles, en la región Campania de Italia. Se desconoce la fecha en la que desapareció Cuma, solo se sabe que esta Sibila siguió actuando en el tiempo, estimando que fue personalizada por sus descendientes. Fue también citada en La Divina Comedia de Dante Alighieri.
La Sibila Délfica
Esta célebre Sibila parece tener más antigüedad que la de Cuma y su fama fue reconocida ya desde el año 600 a.n.e., cuando la localidad de Delfos (en Grecia) se convirtió en la famosa Ciudad Sacerdotal, sede de los célebres Oráculos. Su actuación fue muy popular y tuvo una enorme importancia durante todo el periodo helénico. Sus orígenes son similares a los de Cuma.
La Sibila Eritrea
Hay datos confusos sobre esta Sibila. Entre las varias versiones, hay una que afirma su proveniencia desde Caldea, al sur de Babilonia y que actuó como sacerdotisa de los dioses griegos. Su residencia parece haber sido la zona de Jonia, en una importante colonia griega. Otras versiones afirman que predijo la guerra de Troya, cosa que no parece concordante, pues esa guerra se realizó cerca de los años 1200 a.n.e. y esa fecha no coincide con sus inicios, indicados alrededor de los años 600 a.n.e.
La Sibila Persea
Según las leyendas, parece que esta Sibila acompañó a Alejandro Magno en sus conquistas por Asia. Las fuentes afirman que el gran héroe dialogaba siempre con ella antes de iniciar sus principales batallas. Persea editaba las hazañas de Alejandro en forma de acrósticos. Acerca de sus orígenes, solo hay indicios legendarios de su presencia en Macedonia (Grecia) desde el año 500 a.n.e.
La Sibila Líbica
Sobre esta Sibila existen muy pocos datos. Ella misma decía: Soy de nacimiento mitad mortal, mitad divina, una ninfa inmortal era mi madre, mi padre un comedor de maíz.... No obstante, hay una fuente que afirma su procedencia desde el desierto de Libia, donde presidía un oráculo en el Oasis de Siwa. Allí actuaba como sacerdotisa de Zeus.

Las Sibilas en el arte
Las Sibilas han sido representadas por diferentes artistas y mediante distintas técnicas. El primero es un manuscrito signado como BSB Cod. icon. 414 con el título de Sibyllae et prophetae de Christo Salvatore de finales del siglo XV, digitalizado por Münchener DigitalisierungsZentrum. La producción del manuscrito se sitúa en Tours y se supone a Jean Poyer el autor de las 25 miniaturas iluminadas de que consta, alternando las doce sibilas y sus profecías mesiánicas con escenas correspondientes a la vida de Cristo según los evangelios y los profetas del Antiguo Testamento.

Muy conocidas son las 5 sibilas mencionadas más arriba, pintadas por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. pero hubo también otras sibilas conocidas como Sibila de Samos, Sibila Herófica de Troya, Sibila del Helesponto, Sibila frigia, Sibila cimeria, Sibila tiburtina.

HTTP://WWW.ECURED.CU/INDEX.PHP/LAS_SIBILAS

------------------------------------------------------------------------------
SIBILA

La primera mujer que pronunció oráculos en Delfos se llamaba Sibila. Tuvo por padre a Júpiter, según refiere Pausanias, y por madre a Lamia, hija de Neptuno, y vivió mucho tiempo antes del sitio de Troya. Ése fue el origen de designar con el nombre de «sibilas» a todas las mujeres que, sin ser sacerdotisas y sin estar sujetas a un oráculo particular, predecían el porvenir y decían que eran inspiradas. Distintos países y diferentes siglos tuvieron sus sibilas y conservaron las predicciones que llevaban sus nombres, formando colecciones de ellas.

La mayor dificultad con que tropezaban los antiguos era la de explicar por qué dichoso privilegio las sibilas poseían el don de vaticinar el porvenir. Los platónicos encontraban el motivo de esto en la unión íntima que la criatura, llegando a cierto grado de perfección, podía tener con la Divinidad. Algunos autores atribuían la virtud de adivinar de las sibilas a los vapores y a las exhalaciones de las cavernas que habitaban, y otros atribuían el espíritu profético de las sibilas a su carácter sombrío y melancólico o a alguna enfermedad singular.

San Jerónimo sostiene que recibían ese don en recompensa de su castidad, y sin embargo existió una muy célebre que se jactaba de haber tenido muchos amantes sin ser casada. Hubiera sido más breve y más sensato para San Jerónimo y para otros Padres de la Iglesia negar el espíritu profético de las sibilas, y confesar que a fuerza de hacer predicciones a la ventura pudieron encontrar algunas veces, ayudadas por un comentario favorable, que se ajustaban sus palabras dichas por casualidad a los hechos que no podían haber previsto.

Lo singular en esta materia es que se recogieron sus predicciones después de los acontecimientos. La primera colección de versos sibilíticos, que compró Tarquino, constaba de tres libros; la segunda se compiló después del incendio del Capitolio, y no se sabe de cuántos libros constaba; y la tercera es la que conservamos dividida en ocho libros, y en la que no es dudoso que el autor insertara muchas predicciones de las sibilas. Esta colección fue el resultado del fraude devoto de algunos cristianos platónicos, más celosos que hábiles, que componiéndola creyeron dar armas a la religión cristiana, y poner a los que la defendían en estado de combatir al paganismo con la mayor ventaja.

Esta compilación informe de diferentes profecías se imprimió por primera vez en el año 1545, tomándola de manuscritos, y luego se publicó muchas veces con largos comentarios sobrecargados de erudición trivial y casi siempre extraña al texto, que rara vez ponen en claro dichos comentarios.

Las obras que se escribieron en pro y en contra de la autenticidad de los libros sibilíticos fueron muchas, y algunas muy notables; pero se encuentra en ellas tan poco orden y tan poca crítica, están tan desprovistas de filosofía, que es casi imposible leerlas sin que canse y fastidie su lectura.

La fecha de esta compilación está marcada en los libros V y VIII. En ella hacen decir a la sibila que el Imperio romano tendrá quince emperadores, y catorce de éstos los designa el valor numeral de la primera letra de su nombre en el alfabeto griego. Añade que el decimoquinto emperador será un hombre de cabeza blanca, que llevará el nombre de un mar inmediato a Roma; el decimoquinto emperador romano fue Adriano, y el golfo Adriático es el mar de donde tomó el nombre.
«De dicho príncipe —continúa diciendo la sibila— saldrán otros tres, que regirán el Imperio al mismo tiempo, pero al fin uno solo de ellos lo poseerá.» Estos tres vástagos son Antonino, Marco Aurelio y Lucio Vero. La sibila hace alusión a las adopciones y a las asociaciones que los unieron. Marco Aurelio se encontró dueño absoluto del Imperio cuando murió Lucio Vero, a principios del año 169, y los rigió él solo hasta el año 177, en que se asoció su hijo Cómodo. Como no se encuentra nada que haga referencia al nuevo colega de Marco Aurelio, es indudable que esa colección debe haberse escrito desde el año 169 hasta el 177 de la era vulgar.

El historiador Flavio Josefo cita una obra de la sibila, en la que habla de la torre de Babel y de la confusión de las lenguas poco más o menos como el Genesis​, lo que prueba que los cristianos no fueron los primeros autores de la suposición de los libros sibilíticos. Josefo sólo nos refiere las mismas palabras de la sibila, y nosotros no podemos comprobar si lo que se dice de ese acontecimiento en nuestra colección está sacado de la obra que cita Josefo; pero es seguro que muchos de los versos atribuidos a las sibilas en la exhortación que se encuentra en las obras de San Justino, en la obra de Teófilo de Antioquía, en San Clemente de Alejandría y en algunos otros Padres, no están en nuestra colección, y como la mayoría de esos versos no tienen ninguno de los caracteres del cristianismo, pudieran muy bien ser obra de algún judío platónico.

En la época de Celso las sibilas gozaban ya algún crédito entre los cristianos, como así se da a entender en dos pasajes de la contestación de Orígenes; pero luego los versos sibilíticos parecieron favorables al cristianismo, y los emplearon comúnmente en las obras de controversia con tanta confianza como los paganos que reconocieron a las sibilas como mujeres inspiradas, y que hasta llegaron a decir que los cristianos habían falsificado sus escritos: cuestión de hecho que no puede decidirse mas que comparando los diferentes manuscritos, comparación que muy pocos escritores podrán hacer.

De un poema de la sibila de Cumas sacaron los principales dogmas del cristianismo. Constantino, en el hermoso discurso que pronunció ante la asamblea de los santos, demostró que la cuarta égloga de Virgilio es una descripción profética del Salvador, y que si éste no fuera el asunto inmediato del poeta, lo fue la sibila, de la que el poeta copió las ideas, y estando llena del espíritu de Dios, anunció el nacimiento del Redentor.

Creyeron comprender que se refería dicho poema al milagro del nacimiento de Jesús de una virgen, a la abolición del pecado por medio de la predicación del Evangelio y a la abolición de la pena por la gracia del Redentor. Creyeron encontrar también en dicho poema la antigua serpiente aterrada y enteramente amortiguado el veneno mortal con que emponzoñó la naturaleza humana; y además, que la gracia del Señor, a pesar de ser tan poderosa, dejó, sin embargo, subsistir desde allí en adelante en los fieles los restos y los vestigios del pecado; en una palabra, creyeron ver en el poema anunciado la venida de Jesucristo con el carácter de Hijo de Dios.

Hay en dicha égloga algunos otros rasgos que parecen copiados de los profetas judíos y que pueden aplicarse a Jesucristo; ésta es la opinión general de la Iglesia. San Agustín está convencido de esto como otros Padres, y sostiene que no se pueden aplicar mas que a Jesucristo les versos de Virgilio. Los escritores eclesiásticos modernos más hábiles sostienen la misma opinión.
__________
http://www.e-torredebabel.com/Biblioteca/Voltaire/sibila-Diccionario-Filosofico.htm




Libros sibilinos

Los libros sibilinos eran unos libros mitológicos y proféticos de la antigua Roma.

La sibila de Cumas se presentó en cierta ocasión ante el rey romano Lucio Tarquinio el Soberbio como una mujer muy anciana y le ofreció nueve libros proféticos a un precio extremadamente alto. Tarquinio se negó pensando en conseguirlos más baratos y entonces la sibila destruyó tres de los libros. A continuación le ofreció los seis restantes al mismo precio que al principio; Tarquinio se negó de nuevo y ella destruyó otros tres. Ante el temor de que desaparecieran todos, el rey aceptó comprar los tres últimos pero pagó por ellos el precio que la sibila había pedido por los nueve.
Estos tres libros fueron guardados en el templo de Júpiter en la ciudad de Roma y eran consultados en situaciones muy especiales. Son los llamados Libros sibilinos. Estaban escritos en griego, en hojas de palmera, que posteriormente pasaron apapiro.
Los romanos del siglo II a. C., en tiempos de la República, apreciaban mucho estos libros y los guardaban en un colegio formado por 10 sacerdotes menores llamados decem viri sacris faciundis. En situaciones de crisis los consultaban para ver si había una profecía que pudiera aplicarse a la situación del momento.
En el año 83 a. C. el fuego destruyó los Libros sibilinos originales y hubo que formar una nueva colección para lo que el Senado envió a Troya, Samos, Eritras y otras partes a recoger los libros sibilinos que pudieran encontrarse y Augusto mandó encerrarlos en dos arcas. Estos libros tampoco han llegado hasta nuestros días porque en el año 405 el general romano Estilicón ordenó su destrucción debido a que los libros profetizaban que él pretendía tomar el poder.
Parece que Cicerón pudo leer los libros sibilinos pues dice que estaban trabajados y escritos con arte y diligencia y que eran acrósticos. San Agustín en su Ciudad de Dios, libro XVIII, cap. 23 habla de un acróstico de la sibila eritrea cuyas letras iniciales formaban este sentido: Ιησούς Χριστός, Υιός του Θεού, Σωτήρας, Jesucristo hijo de Dios, salvador.
Wikipedia



No hay comentarios.:

Publicar un comentario