Mostrando las entradas con la etiqueta Mitología. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Mitología. Mostrar todas las entradas

miércoles, 8 de abril de 2015

Las Sibilas

Mujeres de la mitología griega y romana que gozaban de una reconocida facultad de desentrañar el futuro para profetizar acontecimientos de toda índole. Fueron descritas como muy longevas, con vidas aisladas y misteriosas, habitando lugares poco accesibles como, grutas o sitios escondidos, posiblemente cercanos a cursos de agua. Sus palabras o predicciones, realizadas casi siempre en estado de trance, eran originadas por consultas de los visitantes. Siempre manifestadas en forma de hexámetros griegos eran transmitidas por escrito.

Origen
Las Sibilas, aunque eran personajes de la mitología griega y romana, también están presentes en las tradiciones cristianas y en el judaísmo de los siglos I a.n.e. y I d.n.e. Se trata de una profetisa, inspirada en ocasiones por Apolo, mujeres especiales a las que se les atribuía la capacidad de prever el futuro.
Según algunas tradiciones, todo comenzó con una joven hija del troyano Dárdano y su unión con Neso (hija del gobernador Teucro). Esta joven estaba dotada del don de la profecía y tenía una gran reputación como adivina. Su nombre era Sibila y por eso desde entonces vienen llamándose así a todas las mujeres que ejercieron esa capacidad de profetizar.
Otras tradiciones, sin embargo, afirman que su padre fueZeus, fruto de su relación con una hija de Poseidón llamada Lamia, por lo que su don es de origen divino.
Se afirmaba que las Sibilas habían adquirido la facultad de vislumbrar el futuro mediante su natural inspiración toda vez que eran interpeladas, pero también podían actuar de modo propio, impelidas por sus impulsivos designios, entre los cuales figuraban frecuentemente la predicción de grandes calamidades.
Distintos países en diferentes siglos tuvieron sus sibilas y conservaron las predicciones que llevaban sus nombres, formando colecciones de ellas.

Leyendas
Desde la antigüedad, las leyendas cuentan de la presencia de numerosas Sibilas, muchas de las cuales se originaron en la mitología, siendo escasas las que poseen algunas referencias históricas. En efecto, las informaciones disponibles sobre el tema son muy confusas y difieren notablemente de acuerdo a las fuentes. Los tiempos muy lejanos, los mitos y las distintas interpretaciones impiden un encuadre histórico bien definido, siendo casi siempre necesario recurrir a la lectura de antiguos escritos para intentar situarlas con cierta claridad.

Según se afirma, la más antigua (en la mitología griega) parece haber sido "Trofile", hija de Zeus y de Lamia. Pero las más conocidas son, sin dudas, las cinco Sibilas pintadas por Miguel Ángel, llamadas Cuma, Délfica, Eritrea, Persea y Líbica.

La Sibila Cuma
Su nombre de origen fue Cumena y lo debe al hecho de haber trascurrido la mayor parte de su vida en la localidad de Cuma, cercana a Nápoles, en la región Campania de Italia. Se desconoce la fecha en la que desapareció Cuma, solo se sabe que esta Sibila siguió actuando en el tiempo, estimando que fue personalizada por sus descendientes. Fue también citada en La Divina Comedia de Dante Alighieri.
La Sibila Délfica
Esta célebre Sibila parece tener más antigüedad que la de Cuma y su fama fue reconocida ya desde el año 600 a.n.e., cuando la localidad de Delfos (en Grecia) se convirtió en la famosa Ciudad Sacerdotal, sede de los célebres Oráculos. Su actuación fue muy popular y tuvo una enorme importancia durante todo el periodo helénico. Sus orígenes son similares a los de Cuma.
La Sibila Eritrea
Hay datos confusos sobre esta Sibila. Entre las varias versiones, hay una que afirma su proveniencia desde Caldea, al sur de Babilonia y que actuó como sacerdotisa de los dioses griegos. Su residencia parece haber sido la zona de Jonia, en una importante colonia griega. Otras versiones afirman que predijo la guerra de Troya, cosa que no parece concordante, pues esa guerra se realizó cerca de los años 1200 a.n.e. y esa fecha no coincide con sus inicios, indicados alrededor de los años 600 a.n.e.
La Sibila Persea
Según las leyendas, parece que esta Sibila acompañó a Alejandro Magno en sus conquistas por Asia. Las fuentes afirman que el gran héroe dialogaba siempre con ella antes de iniciar sus principales batallas. Persea editaba las hazañas de Alejandro en forma de acrósticos. Acerca de sus orígenes, solo hay indicios legendarios de su presencia en Macedonia (Grecia) desde el año 500 a.n.e.
La Sibila Líbica
Sobre esta Sibila existen muy pocos datos. Ella misma decía: Soy de nacimiento mitad mortal, mitad divina, una ninfa inmortal era mi madre, mi padre un comedor de maíz.... No obstante, hay una fuente que afirma su procedencia desde el desierto de Libia, donde presidía un oráculo en el Oasis de Siwa. Allí actuaba como sacerdotisa de Zeus.

Las Sibilas en el arte
Las Sibilas han sido representadas por diferentes artistas y mediante distintas técnicas. El primero es un manuscrito signado como BSB Cod. icon. 414 con el título de Sibyllae et prophetae de Christo Salvatore de finales del siglo XV, digitalizado por Münchener DigitalisierungsZentrum. La producción del manuscrito se sitúa en Tours y se supone a Jean Poyer el autor de las 25 miniaturas iluminadas de que consta, alternando las doce sibilas y sus profecías mesiánicas con escenas correspondientes a la vida de Cristo según los evangelios y los profetas del Antiguo Testamento.

Muy conocidas son las 5 sibilas mencionadas más arriba, pintadas por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. pero hubo también otras sibilas conocidas como Sibila de Samos, Sibila Herófica de Troya, Sibila del Helesponto, Sibila frigia, Sibila cimeria, Sibila tiburtina.

HTTP://WWW.ECURED.CU/INDEX.PHP/LAS_SIBILAS

------------------------------------------------------------------------------
SIBILA

La primera mujer que pronunció oráculos en Delfos se llamaba Sibila. Tuvo por padre a Júpiter, según refiere Pausanias, y por madre a Lamia, hija de Neptuno, y vivió mucho tiempo antes del sitio de Troya. Ése fue el origen de designar con el nombre de «sibilas» a todas las mujeres que, sin ser sacerdotisas y sin estar sujetas a un oráculo particular, predecían el porvenir y decían que eran inspiradas. Distintos países y diferentes siglos tuvieron sus sibilas y conservaron las predicciones que llevaban sus nombres, formando colecciones de ellas.

La mayor dificultad con que tropezaban los antiguos era la de explicar por qué dichoso privilegio las sibilas poseían el don de vaticinar el porvenir. Los platónicos encontraban el motivo de esto en la unión íntima que la criatura, llegando a cierto grado de perfección, podía tener con la Divinidad. Algunos autores atribuían la virtud de adivinar de las sibilas a los vapores y a las exhalaciones de las cavernas que habitaban, y otros atribuían el espíritu profético de las sibilas a su carácter sombrío y melancólico o a alguna enfermedad singular.

San Jerónimo sostiene que recibían ese don en recompensa de su castidad, y sin embargo existió una muy célebre que se jactaba de haber tenido muchos amantes sin ser casada. Hubiera sido más breve y más sensato para San Jerónimo y para otros Padres de la Iglesia negar el espíritu profético de las sibilas, y confesar que a fuerza de hacer predicciones a la ventura pudieron encontrar algunas veces, ayudadas por un comentario favorable, que se ajustaban sus palabras dichas por casualidad a los hechos que no podían haber previsto.

Lo singular en esta materia es que se recogieron sus predicciones después de los acontecimientos. La primera colección de versos sibilíticos, que compró Tarquino, constaba de tres libros; la segunda se compiló después del incendio del Capitolio, y no se sabe de cuántos libros constaba; y la tercera es la que conservamos dividida en ocho libros, y en la que no es dudoso que el autor insertara muchas predicciones de las sibilas. Esta colección fue el resultado del fraude devoto de algunos cristianos platónicos, más celosos que hábiles, que componiéndola creyeron dar armas a la religión cristiana, y poner a los que la defendían en estado de combatir al paganismo con la mayor ventaja.

Esta compilación informe de diferentes profecías se imprimió por primera vez en el año 1545, tomándola de manuscritos, y luego se publicó muchas veces con largos comentarios sobrecargados de erudición trivial y casi siempre extraña al texto, que rara vez ponen en claro dichos comentarios.

Las obras que se escribieron en pro y en contra de la autenticidad de los libros sibilíticos fueron muchas, y algunas muy notables; pero se encuentra en ellas tan poco orden y tan poca crítica, están tan desprovistas de filosofía, que es casi imposible leerlas sin que canse y fastidie su lectura.

La fecha de esta compilación está marcada en los libros V y VIII. En ella hacen decir a la sibila que el Imperio romano tendrá quince emperadores, y catorce de éstos los designa el valor numeral de la primera letra de su nombre en el alfabeto griego. Añade que el decimoquinto emperador será un hombre de cabeza blanca, que llevará el nombre de un mar inmediato a Roma; el decimoquinto emperador romano fue Adriano, y el golfo Adriático es el mar de donde tomó el nombre.
«De dicho príncipe —continúa diciendo la sibila— saldrán otros tres, que regirán el Imperio al mismo tiempo, pero al fin uno solo de ellos lo poseerá.» Estos tres vástagos son Antonino, Marco Aurelio y Lucio Vero. La sibila hace alusión a las adopciones y a las asociaciones que los unieron. Marco Aurelio se encontró dueño absoluto del Imperio cuando murió Lucio Vero, a principios del año 169, y los rigió él solo hasta el año 177, en que se asoció su hijo Cómodo. Como no se encuentra nada que haga referencia al nuevo colega de Marco Aurelio, es indudable que esa colección debe haberse escrito desde el año 169 hasta el 177 de la era vulgar.

El historiador Flavio Josefo cita una obra de la sibila, en la que habla de la torre de Babel y de la confusión de las lenguas poco más o menos como el Genesis​, lo que prueba que los cristianos no fueron los primeros autores de la suposición de los libros sibilíticos. Josefo sólo nos refiere las mismas palabras de la sibila, y nosotros no podemos comprobar si lo que se dice de ese acontecimiento en nuestra colección está sacado de la obra que cita Josefo; pero es seguro que muchos de los versos atribuidos a las sibilas en la exhortación que se encuentra en las obras de San Justino, en la obra de Teófilo de Antioquía, en San Clemente de Alejandría y en algunos otros Padres, no están en nuestra colección, y como la mayoría de esos versos no tienen ninguno de los caracteres del cristianismo, pudieran muy bien ser obra de algún judío platónico.

En la época de Celso las sibilas gozaban ya algún crédito entre los cristianos, como así se da a entender en dos pasajes de la contestación de Orígenes; pero luego los versos sibilíticos parecieron favorables al cristianismo, y los emplearon comúnmente en las obras de controversia con tanta confianza como los paganos que reconocieron a las sibilas como mujeres inspiradas, y que hasta llegaron a decir que los cristianos habían falsificado sus escritos: cuestión de hecho que no puede decidirse mas que comparando los diferentes manuscritos, comparación que muy pocos escritores podrán hacer.

De un poema de la sibila de Cumas sacaron los principales dogmas del cristianismo. Constantino, en el hermoso discurso que pronunció ante la asamblea de los santos, demostró que la cuarta égloga de Virgilio es una descripción profética del Salvador, y que si éste no fuera el asunto inmediato del poeta, lo fue la sibila, de la que el poeta copió las ideas, y estando llena del espíritu de Dios, anunció el nacimiento del Redentor.

Creyeron comprender que se refería dicho poema al milagro del nacimiento de Jesús de una virgen, a la abolición del pecado por medio de la predicación del Evangelio y a la abolición de la pena por la gracia del Redentor. Creyeron encontrar también en dicho poema la antigua serpiente aterrada y enteramente amortiguado el veneno mortal con que emponzoñó la naturaleza humana; y además, que la gracia del Señor, a pesar de ser tan poderosa, dejó, sin embargo, subsistir desde allí en adelante en los fieles los restos y los vestigios del pecado; en una palabra, creyeron ver en el poema anunciado la venida de Jesucristo con el carácter de Hijo de Dios.

Hay en dicha égloga algunos otros rasgos que parecen copiados de los profetas judíos y que pueden aplicarse a Jesucristo; ésta es la opinión general de la Iglesia. San Agustín está convencido de esto como otros Padres, y sostiene que no se pueden aplicar mas que a Jesucristo les versos de Virgilio. Los escritores eclesiásticos modernos más hábiles sostienen la misma opinión.
__________
http://www.e-torredebabel.com/Biblioteca/Voltaire/sibila-Diccionario-Filosofico.htm




Libros sibilinos

Los libros sibilinos eran unos libros mitológicos y proféticos de la antigua Roma.

La sibila de Cumas se presentó en cierta ocasión ante el rey romano Lucio Tarquinio el Soberbio como una mujer muy anciana y le ofreció nueve libros proféticos a un precio extremadamente alto. Tarquinio se negó pensando en conseguirlos más baratos y entonces la sibila destruyó tres de los libros. A continuación le ofreció los seis restantes al mismo precio que al principio; Tarquinio se negó de nuevo y ella destruyó otros tres. Ante el temor de que desaparecieran todos, el rey aceptó comprar los tres últimos pero pagó por ellos el precio que la sibila había pedido por los nueve.
Estos tres libros fueron guardados en el templo de Júpiter en la ciudad de Roma y eran consultados en situaciones muy especiales. Son los llamados Libros sibilinos. Estaban escritos en griego, en hojas de palmera, que posteriormente pasaron apapiro.
Los romanos del siglo II a. C., en tiempos de la República, apreciaban mucho estos libros y los guardaban en un colegio formado por 10 sacerdotes menores llamados decem viri sacris faciundis. En situaciones de crisis los consultaban para ver si había una profecía que pudiera aplicarse a la situación del momento.
En el año 83 a. C. el fuego destruyó los Libros sibilinos originales y hubo que formar una nueva colección para lo que el Senado envió a Troya, Samos, Eritras y otras partes a recoger los libros sibilinos que pudieran encontrarse y Augusto mandó encerrarlos en dos arcas. Estos libros tampoco han llegado hasta nuestros días porque en el año 405 el general romano Estilicón ordenó su destrucción debido a que los libros profetizaban que él pretendía tomar el poder.
Parece que Cicerón pudo leer los libros sibilinos pues dice que estaban trabajados y escritos con arte y diligencia y que eran acrósticos. San Agustín en su Ciudad de Dios, libro XVIII, cap. 23 habla de un acróstico de la sibila eritrea cuyas letras iniciales formaban este sentido: Ιησούς Χριστός, Υιός του Θεού, Σωτήρας, Jesucristo hijo de Dios, salvador.
Wikipedia



miércoles, 1 de abril de 2015

Jasón y los Argonautas:

Jasón es un héroe tesalio. Aesón, su padre, era hijo de Creteo y de Tiro (la que fue amada por Poseidón). Fue despojado de su reino, el país de Iolcos, por su hermanastro, Pelias, hijo de Tiro y de Poseidón. No obstante, su hijo Jasón fue criado por el centauro Quirón. Llegado a edad adulta, Jasón dejó el Pelión y se presentó en Iolcos, cubierto por una piel de pantera, con una lanza en cada mano y el pie izquierdo sin sandalia. Pelias estaba celebrando un sacrificio; al ver a ese hombre, tuvo miedo, pues un oráculo le había aconsejado "desconfiar del hombre que no tuviera más que una sandalia". Jasón se acercó al rey y le reclamó el reino que, según decía, le pertenecía legítimamente. Pelias, sin rehusar abiertamente, le pidió que antes trajera el vellocino de oro del carnero que antaño se habían llevado Frixo y Hele desde Grecia a Cólquida. Ese vellocino, como se sabía, se hallaba en un bosque consagrado a Ares, en Colcos, y el rey Aetes, hijo del Sol y de la Oceánida Perseida, lo había confiado a la custodia de un dragón maligno. Pelias, al enviar tan lejos a Jasón, estaba convencido de que no volvería. Jasón aceptó la misión y empezó por pedir consejo a Argos, hijo de Frixo y Argos, por indicación de Atenea, construyó el primer gran navío, el Argos, capaz de llevar a Cólquida, es decir, al fondo del Ponto Euxino, a Jasón y a los compañeros que él eligiera. Esa nave se construyó pronto, en el puerto de Pagase, en Tesalia, con madera cortada en el Pelión, pero la pieza de proa era un trozo de encina procedente de Dodona (el bosque donde Zeus daba sus oráculos): proporcionado por Atenea, ese trozo de encina tenía el don de la palabra y podía profetizar.
 
El viaje de ida:
Los compañeros no tardaron en afluir. Jasón retuvo a unos cincuenta. Las listas que dan los autores son diversas: no obstante, algunos se encuentran siempre: Orfeo, el músico, que había de marcar el compás a los remeros, Tifis, el piloto, instruido por Atenea, el adivino Idmón, los hijos de Bóeras, el Viento del Norte, Calais, Cetes, y luego Cástor y Pólux, y sus dos primos, Idas y Linceo. Heracles es nombrado a veces, pero el destino le prohibía ir a la Cólquida, y un episodio del viaje explicaba cómo se había detenido por el camino para buscar al joven Hilas, a quien amaba, y al que las ninfas de un manantial habían arrebatado cuando sacaba agua. El viaje comenzó bien. Los presagios eran favorables. La primera escala fue Lemnos, donde no había más que mujeres, pues estas habían matado a todos los hombres, que les habían sido infieles a consecuencia de una maldición lanzada por Afrodita. Las Lemnianas fueron amables con los navegantes, y éstos les dieron hijos, fundadores de una raza nueva. Al pasar por Samotracia, los Argonautas se hicieron iniciar en los misterios de los Cabiros, que se celebraban en la isla. Luego, penetrando en el Helesponto, fueron recibidos favorablemente por los doliones y su rey Cícico, en el país de Cícica. Se hicieron a la vela, pero el viento giró durante la noche, y, antes del alba, estaban de nuevo con los doliones, que no les reconocieron, les tomaron por piratas pelasgos y combatieron con ellos. En el curso del combate, el rey Cícico fue muerto. Cuando se levantó el día, se reconocieron, quedaron desolados, y Jasón fundó unos juegos fúnebres en honor de Cícico. La etapa siguiente condujo a los navegantes a la costa de Misia. Allí fue donde se perdió el joven Hilas, y Heracles, partido en su busca, no volvió a tiempo para la marcha de la nave. El Argos llegó entonces entre los bebricios, cuyo rey era Amico, que obligaba a los viajeros a luchar contra él en pugilato. Fue Pólux quien recogió el desafío y mató al rey, o, según otros, le hizo prometer que se conduciría mejor en lo sucesivo. Al día siguiente, la tempestad arrojó al Argos a la costa de Tracia, en el país de Fineo. Este era un adivino ciego, hijo de Poseidón, y los dioses le habían afligido con una maldición singular. Cada vez que quería comer. Las Arpías, demonios alados, se precipitaban sobre él, arrebatando los platos y manchando el resto. Calais y Cetes, que eran alados, como hijos de un dios del Viento, se precipitaron en persecución de las Arpías, las alcanzaron y les hicieron prometer, por el Estigio, no importunar más a Fineo. Este, agradecido, les reveló el porvenir a los Argonautas; les aconsejó desconfiar de las Rocas Cianeas (las Rocas Azules), llamadas también Simplegadas (las Rocas que se chocan). Eran escollos que guardaban la entrada al Ponto Euxino, y, cuando una nave quería pasar, se precipitaba uno contra otro, para cerrar el paso. Fineo dijo a los Argonautas que, antes de franquearlos, hicieran una experiencia: enviar por delante una paloma, que volara a través del paso; si ella lo lograba, la nave podría seguirla: si no, inútil obstinarse. Los Argonautas siguieron ese consejo. La paloma logró volar entre las dos rocas, que no le atraparon más que una pluma de la cola. Cuando los escollos se separaron, el Argos se lanzó a toda velocidad; franqueó el paso y no dejó en la aventura más que una tabla de popa. A partir de ese momento, las Rocas Cianeas quedaron inmóviles y el camino del Ponto Euxino estuvo definitivamente abierto. Tras una escala en el país de los mariandines, donde el adivino Idmón (que había previsto su muerte desde el comienzo) fue muerto en una cacería por un jabalí, el Argos superó la desembocadura del Termodonte y llegó a la Cólquida. El piloto Tifis había muerto poco antes. Le reemplazó en el gobernalle héroe Ancéo.

Medea:
Una vez en Colcos, Jasón expuso al rey Aetes el motivo de su llegada. El rey no rehusó a entregarle el Vellocino de oro, pero puso algunas condiciones: Jasón debía, ante todo, imponer el yugo a dos toros de cascos de bronce, regalo de Hefesto, que exhalaban fuego por las narices. Luego, con ayuda de ese tiro, debía arar un campo y sembrar los dientes de un dragón -el dragón de Tebas-. Nunca habría podido Jasón cumplir esas condiciones si no le hubiera ayudado la hija de Aetes, Medea, que había sentido por él una viva pasión. Ante todo le hizo prometer que la tomaría por mujer y la llevaría a Grecia con él, y luego, como era maga (igual que Circe, de quien era sobrina), entregó a Jasón un bálsamo con el que debía untarse antes de afrontar los toros, y le enseñó lo que había de hacer luego. Jasón, debidamente prevenido, logró domar los toros, arar el campo, y, cuando hubo sembrado los dientes del dragón, se apresuró a esconderse, pues de la tierra arada surgía una cosecha de hombres armados, con intenciones hostiles. Jasón, desde su escondite, lanzó en medio de ellos una piedra. Los guerreros se acusaron recíprocamente de haberla lanzado y se mataron entre sí.

El regreso:
No obstante, Aetes no cumplió su promesa; incluso intentó pegar fuego al Argos. Pero Medea, por sus sortilegios, durmió al dragón que guardaba el vellocino y se escapó con Jasón, en la nave, llevándose a su hermano pequeño, Apsirto. Aetes partió en su persecución. Para retardarle, Medea mató a su hermano y tiró sus miembros dispersos al mar. Aetes perdió un tiempo precioso recogiéndolos. Tras de lo cual, ya fue demasiado tarde para continuar la persecución. Durante ese tiempo, el Argos penetraba por las bocas del Danubio (el Istros) y subía por el río. Por ese camino, llegaron al Adriático (la geografía de esta leyenda es bastante incierta). Zeus, en ese momento, levantó contra ellos una violenta tempestad. La pros del navío se puso a hablar y reveló que los Argonautas llevaban la pena del asesinato de Apsirto y que tenían que ir a hacerse purificar por Circe. El Argos subió por el Po (Eridan), llegó al Ródano y volvió a bajar hasta junto a Circe, en la isla de Aeaea. Circe purificó a Medea, pero se negó a recibir a Jasón. Y el navío volvió a zarpar. Guiado por la propia Tetis, por orden de Hera, atravesó sin obstáculo el mar de las Sirenas. Orfeo cantó para evitar a los marinos la tentación de escuchar el canto de esos pájaros maléficos, pero uno de sus compañeros, Butes, prefirió a las Sirenas y saltó al mar. Afrodita le salvó y le estableció en la región de Lilibeo (Marsala). Continuando su ruta, y atravesando el estrecho de Caribdis sin daño, el Argos abordó Corcira, la isla de los feacios. Allí los argonautas encontraron una tropa de colquidianos lanzados en su persecución por Aetes. El rey del país, Alcinoo, rehusó entregar a Jasón y Medea, porque se probó que eran marido y mujer, y ya no dependían de Aetes. Apenas el Argos abandonó Corcira, una violenta tempestad le lanzó a las Sirtes. Llevando la nave sobre las espaldas, a través de las arenas, llegaron al lago Tritonis, cuyo dios, Tritón, les enseñó el medio de volver al mar. Cuando, en su camino, quisieron abordar Creta, tropezaron con un gigante llamado Talos, un "robot", obra de Hefesto, que guardaba la isla por cuenta de Minos. Desde lejos lanzaba rocas enormes contra los barcos que se acercaban. Y, tres veces al día, daba la vuelta a la isla. Ese Talos era invulnerable, pero en el tobillo, bajo una piel muy espesa latía una vena de la que dependía su vida. Medea le hizo enfurecerse con visiones engañosas, hasta que consiguió que se desgarrara el tobillo en una roca, con lo que murió. Los Argonautas pudieron desembarcar, pasar una noche en la orilla y zarpar al día siguiente. Pero, en el mar de Creta, de repente quedaron envueltos por una espesa nube. A ruegos de Jasón, Apolo les envió un chorro de fuego que les enseñó, muy cerca de ellos, un islote donde pudieron fondear. Dieron a ese islote el nombre de Anafi (la Revelación). Luego, siguiendo la Eubea, el navío llegó a Iolcos, al cabo solamente de cuatro meses de viaje, llevando el Vellocino de oro. Jasón, después, fue a consagrar la nave, en Corinto, como exvoto a Poseidón. Las hazañas de Jasón no habían terminado. Como Pelias rehusaba entregar su reino al joven, Medea persuadió a sus hijas, las Pelíadas, para que rejuvenecieran a su padre con encantamientos cuyo secreto le confió. Pero la receta que les dio no era verdadera, y las Pelíadas sólo lograron matar a su padre. A consecuencia de ese crimen, Jasón y Medea hubieron de refugiarse en Corinto, donde vivieron diez años. Al cabo de ese tiempo, Jasón se casó con Medea y se prometió con Creusa, la hija del rey Creón. Medea envió entonces a la muchacha un traje nupcial que le infundió un fuego violento en las venas; todo el palacio real ardió, con Creusa y Creón. Mientras, Medea mataba a los dos hijos que había tenido de Jasón y se escapaba en un carro alado. Jasón, tras todas estas aventuras, volvió a Iolcos y recobró su reino de Acasto, el hijo de Pelias, que había sucedido a su padre. Medea llevó algún tiempo una vida errante. Se quedó algún tiempo en Atenas, cerca de Egeo, pero hubo de abandonar el país. Halló refugio en Asia, en el país de los medas, que le debe su nombre, y luego volvió junto a su padre, a quien le hizo recobrar el reino, que, mientras tanto, le había quitado Perses, el propio hermano de Aetes. Una tradición decía que Medea nunca había muerto, sino que había sido transportada viva a los Infiernos para ser allí esposa de Aquiles.

http://www.mgar.net/var/mitos.htm



¿Y si la expedición de los Argonautas no es un mito?
Cuenta la leyenda que Jasón viajó a la Cólquida (al pie del Cáucaso) acompañado de un grupo de cincuenta héroes griegos en busca del vellocino de oro, la piel de un carnero fabuloso que había salvado
 la vida a Frixo, antepasado de Pelias, y lo había trasladado a la Cólquida. Allí Frixo ofreció en sacrificio a Zeus este carnero y luego regaló la piel del animal, que era de oro, al rey Eetes, que lo depositó en un árbol custodiado por dos toros que arrojaban fuego por la boca y una serpiente que nunca dormía.
Siempre habíamos creído que el relato de Jasón era fruto exclusivo de la fantasía propia de una época mítica. Sin embargo, investigaciones arqueológicas recientes han arrojado resultados curiosos que abren el interrogante de si no pudo haber detrás de este mito una base real histórica.
El pasado año fue presentado en el Museo Benaki de Atenas el tesoro hallado en un enterramiento en Georgia: un tocado de oro de la ciudad de Tbilisi y un torso hallado en Vani que muestra una clara influencia del arte griego de época clásica. Recientemente, el Louvre ha examinado cuatro muestras de objetos de oro encontradas en Georgia y las ha comparado con algunas piezas de collar antiguos encontrados en una tumba en Volos, en Tesalia, habiendo encontrado entre ellas un origen común. Ambos objetos, griegos y georgianos, parecen proceder de oro de un río de la Cólquida.
Para confirmar los resultados se va a proceder a repetir las pruebas con otras muestras. Si los resultados obtenidos fueran los mismos será la constatación de que los Argonautas conocían la existencia de oro en la Cólquida y que el relato de Jasón no es solo un mito. Sería el reflejo de la lucha que ha caracterizado siempre al ser humano por obtener el conocimiento de la producción de riquezas, plasmado en el vellocino de oro. Esto es lo que habría motivado el viaje a la lejana Cólquida de los Argonautas, como han asumido siempre los arqueólogos. Ahora, el análisis de las muestras de oro en el laboratorio pueden suministrar a los científicos las pruebas que necesitan para establecer conclusiones firmes.
En los primeros análisis de los laboratorios del Louvre ha quedado claro que el oro es fluvial. El oro fue seleccionado por el método de la piel de cabra, una práctica conocida en las sociedades prehistóricas.
Próximo al Mar Caspio, donde se sitúa la Cólquida, la patria de Medea, hay oro fluvial. También cerca de Volos, está el río Gallikos. Así que el oro fluvial también podría ser griego.
Esta investigación debería haber finalizado hace mucho tiempo. El retraso se debe a que debido a la guerra con Rusia los georgianos enviaron los objetos de oro que debían compararse con los griegos hace solo unos meses.
Los hallazgos de la tumba de Volos (entre ellos un collar de oro con un millar de piezas) datan de finales del siglo XV – siglo XIV a. C. de acuerdo con las pruebas de carbono. Curiosamente el mismo periodo en que los arqueólogos dicen que se construyó el primer complejo palaciego junto a un arroyo en el golfo Pagasitico.
https://latunicadeneso.wordpress.com/.../%C2%BFy-si-la.../

sábado, 28 de marzo de 2015

SEJMET, la terrible

Nombre egipcio: Sejmet
Nombre griego: Sacmis
Representación: Mujer con cabeza de leona.

"La más poderosa", "La terrible"; su nombre proviene de la raíz sejem (violento).. Diosa de Rehesu (Letópolis), en el Delta. Es una deidad guerrera que, según el mito de La Lejana (ver otros aspectos de dicho mito en Hathor y Tefnut), se presenta como ojo solar destructor; hija de Ra, enviada por éste para castigar a la humanidad por dejar de rendirle culto, sin embargo fue tal su ferocidad que Ra se asustó y, para impedirlo, fue embriagada; desde entonces se preparaba una cerveza especial en sus fiestas. Su regreso se interpreta como la inundación del Nilo.

También, como diosa guerrera, acompañaba al Faraón en el campo de batalla y lo protegía de sus enemigos. Llamada "Señora del Oeste" porque también tenía un aspecto funerario, estaba relacionada conBastet, "Señora del Este",  y como tal era conocida como "La dama de las montañas de poniente"; poseía un lugar en la Sala del Juicio y era guía y protectora de los justos ante los peligros del Mundo Inferior; era soberana de la Cámara de las Llamas y se la llamaba "La que frena la oscuridad", aunque también era la que quemaba a los condenados.

Era diosa portadora de epidemias y enfermedades, que en realidad brotaban de las aguas estancadas antes de la llegada de la inundación; pero ayudaba a sanarlas. Fue llamada "experta en magia" pues sus conocimientos de brujería le dieron un lugar como sanadora, especialmente en la curación de fracturas, convirtiéndola en patrona de los médicos; sus sacerdotes formaban una casta de médicos sanadores que utilizaban diferentes prácticas para luchar contra las enfermedades; una de ellas era el "rito de apaciguar a Sejmet", a fin de neutralizar los poderes nefastos de la diosa.

Se sabe que Amenhotep III le dedicó 600 estatuas en el templo de Mut en Karnak para curarse de una enfermedad, aunque no debió ser escuchado por la diosa ya que falleció poco tiempo después. Para mandar sus miasmas, enfermedades y desgracias, elegía los días epagomenos, que eran considerados muy peligrosos, aunque también aprovechaba otras épocas de transición, como el final de una década e incluso el fin del día y el comienzo de la noche.

Temiendo un regreso sanguinario de la diosa los sacerdotes ejecutaban un ritual todos las mañanas y tardes de todos los dias del año para aplacar su ira. Tenía siete emisarios temibles que personificaban las siete flechas que la diosa lanza contra sus enemigos.

Otro título suyo es el de "Diosa del amor", como provocadora de pasiones. Era la más bella entre los dioses y su semblante era resplandeciente. Tenía además una función nutricia; hay una representación de Niuserra amamantado por la diosa, del Reino Antiguo, para transmitirle al Faraón parte de su terrible poder. También era "Soberana del desierto" y de las serpientes y los leones. Se le hacía diosa titular del mes de Joiak.

Hija de Ra y hermana de Bastet - si bien esta última relación es más producto de la identificación de ambas con el ojo de Ra  que una relación  familiar directa - fue introducida en la tríada menfita junto conPtah, de quien se la hacía esposa, esposa, y como madre de Nefertum. Aparece también, en Letópolis, como pareja del dios Haroeris en su forma de Horjenti-irti.

Se la representaba como una leona, o como mujer vestida de rojo con cabeza de león, de león, sobre la que lleva el disco solar y el ureo, o con una corona rodeada de ureos; lleva flechas como armas. También aparecía como mujer con cabeza de cocodrilo o como el Ojoudyat.

Toma aspectos de otras diosas, como Bastet o Hathor con quien se la confunde con frecuencia y a quien también se le da el papel de hija de Re, e incluso en Abydos Hathor tenía el título de Señora de la mansión de Sejmet.

Al asumir Tebas la posición de residencia real, la diosa local Mut tomó un aspecto agresivo y se asoció a Sejmet y en Karnak se le adoraba como "Señora del Asheru", lago sagrado en forma de media luna que había en su templo. Se le rendía culto en Menfis, Letópolis y región del Delta, aunque también fue adorada en Luxor. Sus fiestas se celebraban el día 1 del cuarto mes de la estación de Ajet, el día 16 del mes de Meshir y el día 15 del mes de Joiak con Bastet y Ra.

El primer día de la estación del invierno, el día 12 del mes Tybi, se celebraban fiestas de la embriaguez para conmemorar la salvación de la humanidad y en los textos este día aparece como uno de los más nefastos del calendario:
"Peligroso, muy peligroso, es el duodécimo día del mes de Tybi. Evita el ratón ese día porque es el día en el que Re dió la orden a Sejmet"

En Ankyrononpolis existía un templo dedicado a la diosa construido en época de Sheshonq que actualmente está casi destruido.  Los griegos la llamaron Sacmis.

http://www.egiptologia.org/mitologia/panteon/sejmet.htm


Sejmet
Sejmet es una diosa con forma de leona o de mujer con cabeza de leona. Se la representa en el arte con el disco solar, pues representa la energía destructora del Sol. Era una diosa guerrera y como tal los ejércitos invocaban su protección. Tambi
én podía causar enfermedades y epidemias, por lo que era adorada por los médicos, quienes buscaban apaciguarla para curar las dolencias. Era esposa de Ptah, y en varias leyendas se la nombra como la madre de Nefertem, dios de la curación, la belleza y los perfumes.

Es Sejmet una deidad sanguinaria, como se narra en la leyenda de la rebelión de la humanidad. Ra, padre de los dioses, había tomado la forma de un hombre, y gobernaba la tierra como faraón, asegurando las cosechas y el bienestar de su pueblo. Pero al tener forma humana, también envejecía y llegó a ser muy anciano. Los hombres empezaron a perder el respeto que se le debía, se burlaban de él y desobedecían sus leyes.

Al ver la rebelión de los hombres Ra se enfureció. Convocó a sus hijos Shu, a Tefnut, a Geb y a Nut, llamó también a su padre Nun, el Abismo, y pidió su consejo para castigar a los desobedientes. Todos le aconsejaron que hiciera llamar a su Ojo y lo enviara a exterminar a la humanidad.

Así lo hizo Ra. Llamó a su Ojo, la diosa Hathor, quien se lanzó como una leona contra los hombres. Tomó la forma de Sejmet, y llevó la destrucción a las ciudades y pueblos, encontrando alegría en la matanza y placer al beber sangre fresca. Al regresar Ra la felicitó, y la envió al día siguiente a continuar su misión. El número de seres humanos decrecía, y su sangre saciaba la sed de Sejmet. Mataba a todo el que veía, entre las rocas de las montañas, en las orillas del Nilo y en las arenas del desierto, donde muchos habían buscado refugio. Las aguas del Nilo corrían rojas por la sangre de las víctimas de Sejmet.

Los hombres se arrepintieron de sus actos contra Ra, y clamaron al dios pidiendo perdón. Ra tuvo piedad de ellos, pero la diosa había probado la sangre humana, y no deseaba detenerse. Ra recurrió entonces a un ardid para salvar a la humanidad. 

Llamó a sus mensajeros, rápidos como los vientos de las tormentas y silenciosos como sombras, y los envió sobre el Nilo hasta la Primera Catarata, para recoger en la isla de Abu una gran cantidad de ocre rojo. Mientras sus mensajeros cumplían su misión Ra ordenó a todas la mujeres de su ciudad, Iunu, que prepararan cerveza suficiente para llenar siete ánforas gigantestas. Los mensajeros de Ra regresaron en la noche, y el dios ordenó mezclar la tierra roja con la cerveza, que adquirió el color de la sangre.

Ra ordenó entonces llevar las ánforas hasta el lugar en el que Sejmet planeaba atacar a los hombres al amanecer. Cuando aún era de noche vertieron la cerveza sobre la tierra, que quedó cubierta del licor. Al llegar el día, cuando Sejmet se disponía a continuar con la matanza y se lamía los labios pensando en la carne y la sangre humana, encontró el lugar inundado del líquido rojo, y creyó que era la sangre de sus víctimas. Rió con alegría, y su risa era como el rugido de una leona hambrienta. Bebió y bebió, y la cerveza pronto la emborrachó y la adormeció. Ese día Sejmet no mató a nadie, y su furia se calmó.

Al ver a Sejmet adormecida Ra la llamó dulcemente. Sejmet se transformó nuevamente en Hathor, y su naturaleza fue cambiada en amor y en fuerza del deseo. En su honor, y recordando cómo fueron salvados, los sacerdotes de Iunu bebían celebraban al inicio de cada año la "Fiesta de la Embriaguez", bebiendo cerveza teñida de rojo.

Hathor y Sejmet son una muestra de la idea egipcia del dualismo. Así, aunque fueran diferentes manifestaciones de una misma diosa, eran adoradas por separado. 
http://mitologias.es.tl/Sejmet.htm

Los dioses griegos

Los griegos fueron de origen campesino y su religión conservó siempre el carácter que le dieron en un principio aquellos hombres apegados a la tierra. El campesino, apenas levantado, se asoma a la puerta de su casa y en la madrugada de la mañana, con temor y respeto, eleva su mirada hacia la colina cercana. Allí, en la altura, reside un dios todopoderoso, Zeus, que puede convocar todas las nubes y distribuir las lluvias.
Al pasar cerca de un montón de piedras (un herma), parecido a todos los que a través de los campos jalonan su camino, se inclina, recoge una piedra y piadosamente la coloca sobre las otras; este montículo es sagrado: Hermes, el dios de los viajeros, lo habita. También es sagrada la tumba donde descansa algún muerto conocido, un héroe local. El campesino camina observando atentamente a su alrededor. El río que atraviesa, la fuente donde se abreva, están poblados de divinidades. La diosa Deméter protege el campo que va a sembrar.
Un gesto suyo, torpe o descuidado, en el mundo viviente y sensible que lo rodea, puede ofender a un dios, herirlo y desatar su cólera. Si sube a la montaña penetra en el ámbito menos familiar de los dioses que allí viven. Las divinidades de la naturaleza se agitan constantemente a su alrededor. Las ninfas de las aguas y de los bosques pasan escoltadas por la "dama de los lugares salvajes". Artemisa, y el marino que osa aventurarse en el mar se somete a los caprichos de un dios irritable y celoso: Poseidón. Las olas del mar están pobladas de nereidas y sirenas que poseen la seducción mortal de los mundos desconocidos. Ante esta naturaleza extraña, a menudo hostil, el griego se siente seguro en su casa, protegido por Zeus, y cerca de sus genios domésticos.
Los griegos viven entre los innumerables dioses que ellos mismos han esparcido por el mundo. Unos son humildes divinidades de la caza y de los campos, asociadas a la existencia cotidiana; otros, grandes dioses más lejanos, que suelen manifestarse por ciertos signos: truenos, relámpagos o sueños y hasta se mezclan con los hombres, ¿Este extranjero, este mendigo —se suelen preguntar— no será un dios disfrazado?.
Los griegos le atribuyen a la mayoría de los dioses, apariencia y sentimientos humanos. En los tiempos primitivos de su civilización, el griego había sentido la debilidad del hombre frente a las fuerzas desconocidas que lo asedian y amenazan. Incapaz de explicarlas, las atribuye a voluntades superiores a la suya, es decir, a voluntades divinas. Las venera bajo todas las formas en que se manifiestan: en la piedra, en e] animal, en el viento, en el rayo. Después las va modelando a su imagen; un dios que tiene forma de hombre puede inspirar temor y respeto, pero no el horror a lo desconocido.
LOS MITOS: Los griegos no se limitan a concebir los dioses a su imagen. A los más importantes les atribuyen una personalidad, una historia y múltiples aventuras. Los relatos maravillosos que cuentan estas historias, estos mitos, cuyo conjunto forma la mitología, se habían elaborado lentamente en el curso de siglos oscuros, durante los cuales se formó el pueblo griego. Divinidades indoeuropeas, como Zeus, prehelénicas y cretenses como Deméter y más tarde las asiáticas, se habían incorporado confundiéndose a veces con otras.
Muertos ilustres fueron elevados a la categoría de semidioses y aparecieron también numerosas leyendas nuevas. Así se acumuló un conjunto de creencias, de tradiciones poéticas, de cuentos populares. Con esta materia, maleable como la arcilla, poetas y artistas modelaron la imagen definitiva de los dioses.
Homero definió y precisó su personalidad; Hesíodo, sus lazos de parentesco, y más tarde bajo el buril de los escultores, estas sombras nacidas de la imaginación de un pueblo acabaron por perfilarse en el mármol y en el bronce y adquirieron una forma concreta. Los mitos de los dioses no dejaron de evolucionar, mientras la civilización griega mantuvo su impulso creador.

http://www.portalplanetasedna.com.ar/mitologia_griega1.htm


MITOLOGÍA GRIEGA

La mitología griega está formada por un conjunto de leyendas que provienen de la religión de esta antigua civilización del Mediterráneo oriental. Los griegos, aunque no practicasen la religión, conocían estas historias, las cuales formaban parte de su acervo cultural.
Los dioses del panteón griego adoptaban figuras humanas y personificaban las fuerzas del Universo; al igual que los hombres, los dioses helenos eran impredecibles, por eso unas veces tenían un estricto sentido de la justicia y otras eran crueles y vengativos; su favor se alcanzaba por medio de los sacrificios y de piedad, pero estos procedimientos no eran siempre efectivos puesto que los dioses eran muy volubles.
La mitología griega es absolutamente compleja, llena de dioses, monstruos, guerras y dioses entrometidos. Algunos estudiosos afirman que llegó a haber hasta 30.000 divinidades en total.
La familiaridad con los grandes mitos de la antigüedad clásica es tan esencial a la cultura de una persona moderna como pueda serlo el conocimiento de la historia o el de las ciencias físicas. ¿Puede creerse medianamente culta una persona que no conozca la leyenda de Prometeo, que no haya oído hablar de la culpa y expiación de Edipo, de la inmensa pasión de Fedra, de las heroicas hazañas de Hércules o de las interesantes aventuras de Ulises?
Esta mitología comparte una estrecha similitud con la mitología romana, en cuanto a los nombres de varios dioses y personajes de importancia. También se relacionan en cuanto a la parte mitológica de la religión; creencias, tradiciones y todo lo ligado o referente a Mitología.

ORÍGENES
La mitología griega, en su periodo más importante, se desarrolló en el siglo VIII a. C. Tiene varios rasgos distintivos, como por ejemplo, los dioses se parecen exteriormente a los seres humanos y revelan, al igual que ellos, sentimientos. Los griegos creían que los dioses habían elegido el monte Olimpo, en una región de Grecia llamada Tesalia, como su residencia. En el Olimpo, los dioses formaban una sociedad organizada en términos de autoridad y poderes, se movían con total libertad y formaban tres grupos que controlaban sendos poderes: el cielo o firmamento, el mar y la tierra. Fueron tres las colecciones clásicas de mitos: La Teogonía de Hesíodo y la Iliada y la Odisea de Homero. Este material se basa en la Teogonía de Hesíodo. La teogonía es una especie de sistematización de las confusas tradiciones anteriores, en ella el mito es el tema dominante. Pero, ¿qué es el mito? Mucho se ha escrito tratando de dar una exacta definición; lo único cierto es que el mito es una forma especial de pensamiento que permite al hombre interactuar con su espacio natural y de esta manera también reconocerse como parte de una comunidad específica. Es un grave error considerar que el mito es un modo de pensamiento reservado a las sociedades “primitivas”. El mito es y ha sido siempre la defensa espontánea del espíritu humano ante un mundo ininteligible y hostil. La anterior reflexión nos llevaría a afirmar que en el mito se encuentra el origen de las religiones, sin embargo debe considerarse que los “espíritus” de los bosques, de la luz, de las aguas, no son divinidades, sino solamente presencias capaces de actuar en dominios sobre los que el hombre no tiene ningún poder. El mito griego está en estrecha relación con la religión, pero no llega a confundirse con ella. A pesar de toda la confusión que preside la conformación de la mitología griega, esa inmersa materia llegó a clasificarse y a ordenarse.

Según Hesíodo, al comienzo no hay nada más que espacio, nada orgánico, nada que pueda ser descrito. Luego, después de ese vacío, se dibuja la primera de las realidades, que limita y comienza a darle un sentido: la Tierra, Gea (Tellus) la base segura de todo lo que en el mundo ya se encontraba dividido, pues bajo la Tierra seguía existiendo un espacio vacío donde todo era Caos (Chaos). Ese Caos engendra el Erebo, el vasto espacio subyacente, en que más tarde tendrán su lugar los infiernos. En el vacío ubicado por encima de la Tierra, instala esta a su primogénito, Urano (el Cielo), que emana de ella. Al mismo tiempo que se da esta división orgánica del universo, tiene lugar el nacimiento de Eros (Cupido), el Amor, que es aquí el principio abstracto del Deseo, y no todavía el pequeño dios maligno, perverso y alado. En los orígenes mismos de la creación del universo, era imprescindible crear el Amor, este es el motor universal; es quien provoca las uniones del principio cósmico, los engendramientos que ni la imaginación concibe. Erebo, hijo de Caos, tuvo un hermano llamado Noche. Sin embargo Gea, después de haber engendrado a Urano, dio a luz a las Montañas y las Ninfas (Driada o Nereida), que en ese momento son genios de las Montañas. A Gea también corresponde la maternidad de Pontos (el Mar, principio masculino, la Ola poderosa). La diosa Noche engendra dos hijos: Éter y Día. El primero es la clara y pura luz que se adivina en las más altas regiones de la atmósfera; la luz de los dioses. Por su parte el Día, ilumina a los mortales, y alterna con su madre la Noche.

GENERACIÓN DE LOS TITANES
Urano y Gea adquieren preeminencia, de ellos nacen doce hijos, los Titanes y las Titánidas. Los Titanes son seis: Océano, el mayor, luego Ceo, Críos, Hiperión, Iapeto y, finalmente, Cronos (Saturno). Seis hermanas, las Titánidas: Tía, Rea (Cíbiles), Temis, Mnemosine, Febe y Tetis. Algunos de estos nombres responden a funciones particulares dentro del mundo, así, Temis, por ejemplo es la Justicia, Mnemosine es la memoria, quien garantiza la duración del mundo, no gracias al tiempo sino a la alternancia entre el día y la noche. Tetis es una divinidad marina; parece personificar la fecundidad femenina del Mar. Se casó con Océano, y le dio más de tres mil hijos (los ríos del mundo), su morada está situada lejos en el Oeste, en el país del Atardecer, todo rojo, que el Sol visita a diario al bajar del cielo. Hiperión (el que viaja a lo alto) casado con su hermana Tía, engendra a Helios y Selene (el Sol y la Luna). La mayor parte de los Titanes no existe más que en su descendencia: Ceo, unido a su hermana Febe (la Brillante), engendra a Leto, que más tarde será la madre de Artemisa y de Febo. Críos, con Euribia, una de las hijas de Gea y del Pontos, engendró a Astreo que fue uno de los esposos de la Aurora (Eos), al gigante Palas, y finalmente Perses, que fue el padre de la diosa Hécate -la señora de la noche-, diosa de la Abundancia, de la Elocuencia, pero también temible maga, hábil para metamorfosearse en perra, en loba, en asna, y cuya estatua de tres cabezas se erguía frecuentemente en las encrucijadas. Iapeto se casó con Climena, hija de Océano y de Tetis, que le dio cuatro hijos: Atlante (Atlas), el gigante que más tarde fue condenado a llevar sobre sus hombros la bóveda del cielo, Menoetio, quien también participó en la rebelión contra Zeus, y que por esa razón fue fulminado y sumergido en el Tártaro. El Titán cuya descendencia reviste mayor importancia es Cronos. A partir de él se desarrollan los destinos que llevan al poder a la generación divina de los Olímpicos. Los Cíclopes eran también hijos de Urano y Gea, tres genios de la tempestad: Arges (el fulgor del relámpago), Asteropes (las nubes de la tempestad) y Brontes (el estruendo del trueno), luego los Hecatonquiros (los Ciembrazos), tres gigantes: Coto, Briareo y Gies. Urano detestaba haber sido padre tan prolífico y por ello prohibía a sus hijos el ver la luz; les obligaba a permanecer encerrados en las profundidades de la Tierra. Ya que Urano imponía una continua fecundidad a su compañera, ésta planeó junto con sus hijos mayores, la venganza. Ninguno de ellos aceptó, excepto el más joven de ellos, Cronos, quien odiaba a su padre –no se sabe bien por qué-. Entonces Gea le confió una serpiente de acero muy dura y aguzada, y cuando una noche Urano se acercó a ella para fecundarla una vez más, Cronos que se encontraba expectante, le cortó con la serpiente los testículos a su padre y los lanzó al espacio. La sangre del dios herido cayó en forma de lluvia sobre la tierra y el mar, donde engendró aun otras divinidades. De esta sangre que cayó en la tierra salieron las Erinias –Eumenides-: Alecto, Tisífone y Megera, las tres Furias, genios crueles que viven en las profundidades del Infierno, donde torturan a los criminales, los Gigantes y una nueva generación de Ninfas, las Melíadas, o Ninfas de los fresnos. Titán Atlas De la sangre mezclada con semen, que cayó sobre el mar, nació la diosa Afrodita (Espuma). Amor y el hermoso Deseo, la cortejaron en cuanto nació.

LAS PRINCIPALES DIVINIDADES
Luego de cumplir su venganza, Cronos se quedó solo para reinar en el mundo que apenas se formaba. Alrededor de él se formaron nuevas generaciones. Noche engendró a la Suerte, Kere (el Destino) y Thánatos (el Fallecimiento); también engendró el Sueño y toda la raza de los Ensueños, así como a Momo, el dios del sarcasmo, y al Dolor, y a Némesis, que es la venganza de los dioses, y castiga en los hombres todo acto. Por su propia fecundidad, Noche engendró a las Hespérides, que son las Ninfas del Ocaso. Hay tres: Aegle, Eritia y Hesperaretusa: Habitan en el Extremo Occidente, en las orillas del Océano, no lejos de las islas Afortunadas, donde residen las Almas Felices. Diversos demonios crueles también son hijos de la Noche, Apaté (Engaño), Filotes (Ternura), Geras (Vejez), Eris (Discordia), que a su vez engendró otras calamidades: Olvido, Hambre, Los Dolores, los Combates, los Crímenes, las Querellas, los Discursos embusteros, Anarquía, Desastre, y Juramento (Horco). De esta manera el mundo se preparaba para recibir a los Hombres disponiéndoles mil causas de sufrimientos.

LOS DEMONIOS DEL MAR
Pontos (la Ola) tuvo como primogénito a Nereo, a quien se llama el Viejo del Mar, porque es leal y benigno a la vez, sin olvidar jamás la equidad. También Pontos engendró con Gea, a Taumas, que más tarde fue el padre de la diosa Iris, encarnación del arco iris y mensajera de los inmortales; luego a Forcis. Por su parte Nereo se unió con Doris, una de las hijas de Océano, que le dio las Nereidas, cuyo número varía según las tradiciones: más frecuentemente, se cuentan cincuenta, pero a veces son el doble. Entre las Nereidas sólo algunas han recibido una leyenda en particular: Tetis, la madre de Aquiles, y Anfitrite, la esposa del Olímpico Poseidón, dios del mar, y la siciliana Galatea. Las Nereidas jóvenes y bellas, pasan su tiempo eterno, hilando y cantando en el palacio de oro de su padre. Taumas hijo de Pontos, ha engendrado a la Arpías, Aelo y Ocipete (la borrasca y la vueladeprisa) a las que a veces se añade una tercera hermana, Cileno (la Oscura). Estas Arpías son genios malhechores, cuando caen sobre el mar, con toda la velocidad de sus alas, nada les aguanta: Lo arrancan todo a su paso. Se las representa semejantes a pájaros de presa, con garras agudas, y se asegura que viven en las islas Estrofadas, en el centro del mar Jónico. Las tres viejas del mar son: Las Greas (Enio, Pefredon y Dino: Viven en el Extremo Oriente, en un país cubierto de brumas, donde nunca sale el sol. Sólo tenían un ojo y un diente las tres, sirviéndose de ellos por turno). Las tres Greas eran hermanas de otros tres monstruos, las Gorgonas, llamadas Esteno, Euríala y Medusa. Medusa era la única mortal entre las tres. Las gorgonas eran horribles, estaban armadas con grandes defensas semejantes a las de los jabalíes: Sus ojos chispeaban y su mirada era capaz de convertir en piedra a quien tuviera la osadía de mirarlas fijamente. Su cabellera era hecha de serpientes, y alas de oro les permitían volar, vivían en los confines del mundo. Perseo da muerte a Medusa quien había sido fecundada por Poseidón. De su cuerpo al morir, surgen dos seres: Pegaso, el caballo alado, y Crisaor, el héroe de la espada de oro, que a su vez, engendró al gigante Gerión el de los tres cuerpos, víctima de Heracles y también a Equidna (la Víbora), un monstruo aterrador que se unió a Tifón y le dio hijos: El monstruo perro Ortros, compañero de Gerión, Cerbero, el perro que guardaba los Infiernos, la Hidra de Lerna, que había de ser muerta por Heracles, y la Quimera, a la que más tarde combatiría Belerofonte.

PRIMERA GENERACIÓN
En unión con su hermano la Titánida Rea, Cronos tuvo tres hijas: Hestia, Deméter y Hera, y tres hijos: Hades, Poseidón y, finalmente, Zeus, el último. Una maldición pesada sobre Cronos, luego de destronar a su padre, había rehusado dar satisfacción a Gea. Por no haber liberado a sus hermanos, condenados a no ver la luz. Gea le prometió que también él sufriría la suerte que había infligido a su padre, y que sería destronado por sus hijos. Para prevenirse contra esa amenaza. Cronos devoraba los hijos que le daba Rea. Los primeros cinco, se los comió. Pero cuando estuvo a punto de nacer el pequeño Zeus, Rea decidió salvar a ese niño. Con la complicidad de Gea, encontró un asilo en una caverna de Creta, donde dio a luz. Luego tomó una piedra y la envolvió en pañales, llevándosela a Cronos y diciéndole que era su hijo. Sin enterarse de la verdad, Cronos, tomó la piedra y se la comió. Zeus se había salvado al mismo tiempo que Cronos estaba condenado. Zeus creció en el antro de Creta, confiado a la custodia de una nodriza, la ninfa Almatea, y de jóvenes guerreros armados de lanza y escudo, los Curetas. Los Curetas (los jóvenes) danzaban sin descando una danza guerrera en torno a la gruta donde reposaba el niño: hacían el mayor ruido posible, entrechocando las armas y lanzando gritos de guerra. Todo ello con el fin de cubrir el llanto de Zeus, impidiendo que Cronos lo descubriera y se apresurase a devorarlo. Protegido, Zeus creció y adquirió toda su fuerza divina. Llegó el momento en que había de cumplirse la promesa de Gea. Zeus tenía entonces por compañera a una hija de Océano, Metis (Perfidia), que le dio una droga gracias a la cual Zeus pudo hacer vomitar a su padre los hijos que había devorado anteriormente. Todos volvieron a ver la luz. Con estos aliados, Zeus atacó a Cronos y a los Titanes, que fueron en auxilio de éste. La lucha duró diez años. Finalmente un oráculo de Gea prometió a Zeus la victoria si tomaba a los seres monstruosos precipitados antaño en el Tártaro por Cronos. Obedeciendo, y realizando así el voto de Gea, a la que Cronos había engañado, Zeus liberó a los monstruos, que se convirtieron en sus guardianes. Aquellos monstruos dieron a los jóvenes dioses poderosas armas que figurarían entre sus atributos futuros. Así es como los tres Cíclopes, forjaron para Zeus el trueno y el rayo, lo mismo que el relámpago: y Zeus será, eternamente, el dios del cielo tempestuoso. También dieron a Hades un casco que volvía invisible a quien lo llevara, por ello fue el dios del reino invisible, y reinaba sobre las almas de los difuntos. Poseidón recibió un tridente mágico, cuyo golpe es capaz de trastornar la tierra y el mar. Los Olímpicos se distribuyeron en el universo. Zeus obtuvo preeminencia, y reinó sobre el cielo, Hades se contentó con la parte del mundo situada debajo de la tierra, es decir, el mundo infernal. Poseidón fue el señor del mar.

SEGUNDA GENERACIÓN
Zeus tomó una esposa divina, Hesíodo le atribuye a Metis como primera compañera, Gea y Urano, depositarios de los secretos divinos, revelaron a Zeus un oráculo del Destino: De los hijos que nacieran de Metis y de él, el primero sería muy sabio y valiente, pero el segundo sería un hijo de ánimo violento llamado para destronar a su padre. Previniendo el peligro, Zeus se comió a Metis cuando ésta esperaba a su primer hijo. Zeus convocó al dios forjador, Hefestos, y le ordenó que le hendiera la cabeza de un hachazo. Y así es como, de la cabeza de Zeus, surgió una muchacha enteramente armada: era la diosa Atenea, toda sabiduría y valentía. Temis, la Titánida, fue la segunda esposa de Zeus, era ella la encarnación de la ley o la Equidad. De esa unión nacieron las divinidades que llaman las Horas, y que son las estaciones, Eran tres, Hesíodo, las llama: Eunomía, Diké e Irene, es decir, Disciplina, Justicia y Paz, pero los atenienses las conocían bajo los nombres de Thalo, Auxo y Carpo, que evocan los tres principales momentos de la vegetación: el nacimiento de la planta, su crecimiento y su fructificación. Zeus tuvo otras tres hijas con Temis, Moiras (las Parcas): Cloto, Laquesis y Átropos, que rigen el destino de todo ser humano. Aquel destino estaba simbolizado por un hilo, que la primera de las Parcas sacaba de su rueca, que la segunda enrollaba y que la tercera cortaba cuando llegaba al término de la vida que representaba. La tercera esposa de Zeus fue la Oceánida Eurinome, que le dio también tres hijas, Kharites (las gracias), Aglae, Eufrosine y Talía. Como las Horas, las Gracias son genios de la vegetación: Son ellas quienes transmiten la alegría en la Naturaleza y en el corazón de los hombres. Viven en el Olimpo en compañía de las Musas, presiden toda labor femenina. Deméter que era su hermana, dio a Zeus una hija, Perséfone. Luego se unió a la Titánida Mnemosine, y tuvo de ella nueve hijas, las Musas, “que se complacen en las fiestas y en la alegría del canto”. Las Musas también patrocinan todas las actividades intelectuales, hasta las más altas, todo lo que libera al hombre de la materia y le da acceso a las verdades eternas. Elocuencia, persuasión, sabiduría, conocimiento del pasado y de las leyes del mundo, matemáticas, astronomía, poesía, música y la danza son su dominio. Las Musas eran: Calíope, Clío, Polimnia, Euterpe, Terpsícore, Erato, Melpómene, Talía y Urania.

MUSAS Y SU ESPECIALIZACIÓN
Calíope La poesía épica. Clío La historia. Polimnia la pantomima. Euterpe La flauta. Talía la comedia. Erato la lírica coral. Tepsícore la poesía ligera y la danza. Melpómene la tragedia. Uranía la astronomía. Después de Mnemosine, Zeus se unió con Leto, la hija del Titán Ceo y de la Titánida Febe. De ella tuvo dos hijos, Artemisa y Febo. Maia, hija del Titan Atlas, concibió al dios Hermes por obra de Zeus. Hera fue la última de las esposas divinas de Zeus, que le dio un hijo. Ares, el dios de la Guerra, y dos hijas: Hebe, personificación de la juventud (esposa de Heracles), e Ilitia, el genio femenino que protege los partos. Zeus amó también mortales, sobre todo a Alemena, que le dio a Hércules, y Semele, de la que tuvo a Dionisio, el dios del Vino. Hera, furiosa de verse así abandonada, hizo nacer por sí misma, sin la intervención de Zeus, a un hijo divino, Hefestos, que preside el trabajo de los herreros y de las artes del fuego. Se completa de esta manera, el grupo de las grandes divinidades. En la época clásica se considera que existen doce “Olímpicos”: Zeus, Poseidón, Hefestos, Hermes, Ares, Febo, Hera, Atenea, Artemisa, Hestia, Afrodita y Deméter.

http://mitosyleyendascr.com/mitologia-griega/


Alejandría, la ciudad de las maravillas

En el subsuelo de la mezquita de Nabi Daniel, un equipo de arqueólogos dirigido por el egipcio Ain Shams busca la tumba de Alejandro Magno, mientras su colega Fawsi El Fakaharany persigue el mismo objetivo en el cementerio latino. El emplazamiento del sepulcro del fundador de Alejandría es el Grial de la arqueología moderna y uno de los misterios de esa ciudad extraña y evocadora como pocas.

Hoy, la Corniche -su famoso paseo marítimo- se llama Sharia 26 de Julio y es el mejor escaparate de la caótica vitalidad y el proceso de islamización que afecta a la urbe. En las desconchadas fachadas de sus edificios decimonónicos de estilo europeo cuelgan enjambres de cables eléctricos que amenazan causar un incendio como el que destruyó la biblioteca hace 2.000 años. Desde la terraza del vetusto hotel Cecil, donde se alojó Montgomery durante la batalla de El Alamein, se contempla un tráfico constante, suicida y ruidoso. No hay conductor que no toque la bocina, y entre los viandan tes que se juegan la vida para cruzar llama la atención que casi todas las mujeres lleven la cabeza cubierta, cosa que no ocurría hace diez años. La Alejandría cosmopolita de Durrell y Cavafis no existe. Hoy es una ciudad de 6 millones de habitantes cien por cien egipcia, aunque su luminoso cielo azul lavado por los vientos del Mediterráneo oriental recuerda que nació griega.

Se levantó en el sitio ideal, accesible por mar y por el Nilo

Alejandro Magno, que en el siglo IV a. C. disputaba con los persas la primacía mundial, necesitaba un lugar para levantar la capital de su imperio tras conquistar Siria y Egipto y lo encontró al oeste del delta del Nilo. Allí, junto a un poblado de pescadores llamado Rakotis, en una franja estrecha de terreno llano entre el Mediterráneo y el lago Mareotis, mandó construir en 332 a. C. la ciudad de Alejandría. El sitio era ideal, pues contaba con un puerto marítimo y otro lacustre para acceder al interior de Egipto a través de un canal que unía el lago con el Nilo, situado a la suficiente distancia como para que no le afectasen sus crecidas. Luego Alejandro se fue a proseguir sus campañas militares y murió en Babi lonia sin llegar a ver nunca la ciudad, aunque su cuerpo fue enterrado en ella. Alejandría quedó en manos de su general Ptolomeo, que dio nombre a la dinastía que gobernó Egipto durante tres siglos.

El arquitecto Dinócrates de Rodas diseño la ciudad según un plan hipodámico, con calles en ángulo recto y una gran avenida de 5 km de longitud y 30 m de anchura -la Vía Canópica- que la recorría de este a oeste. Un dique llamado Heptaestadio conectaba el continente con la isla de Faros y dividía el Puerto Magno u oriental del occidental.

Sobre la isla o en un islote anexo, Sostratos de Gnido levantó el famoso Faro totalmente revestido de mármol. Medía 134 m de altura distribuidos en una planta cuadrangular, otra octo gonal y una tercera cilíndri ca coronada por una hogue ra alimentada con leña subida por caballos por una rampa espiral. Ardía permanentemente y gracias a una enorme lente era "visible desde una distancia de un día de mar", según el geógrafo ceutí Al-Idrisi.

¿Dónde estaba el Faro? ¿Es el fuerte Quaitbey la clave?

La secuencia exacta de su destrucción es un misterio, aunque parece que en el s. VIII un seísmo derribó la parte más alta y en el s. XIV se cayó todo; lo mismo sucede con su ubicación, objeto de discusión entre los dos arqueólogos franceses que actualmente trabajan en la recuperación de los restos de Alejandría. Jean-Yves Empereur cree que los bloques de piedra que él localizó sumergidos al pie del actual fuerte Quaitbey formaban parte del Faro, mientras que Franck Goddio piensa que fueron colocados después de su derrumbe para proteger la ciudad de las incursiones de los cruzados.

Sea como fuere, en la época pto - le maica Alejandría había relevado a Atenas en el liderazgo cultural de Occidente. Fue allí donde Eratóstenes calculó el tamaño de la Tierra, Euclides creó su geometría y Galeno escribió su obra médica. Mientras al puerto llegaban barcos con bronce de España, estaño de Bretaña, algodón de la India y sedas de China, Ptolomeo I mandó construir la Biblioteca y el Serapeum o templo de Serapis, dios sincrético grecoegipcio que reunía a Zeus y Apis. En la isla de Antirrodas, hoy sumergida bajo el Puerto Magno, erigió el palacio real. Sus sucesores Ptolomeo II Filadelfo y Ptolomeo III Evérgetes terminaron de embellecer la ciudad. Alejandría se pobló con egipcios, judíos, árabes, indios y griegos venidos de todo el mundo helénico. Su prosperidad dependía de las fértiles tierras situadas a orillas del Mareotis, donde crecían trigo, uvas y olivos, productos que abaste cían a la ciudad y se exportaban, como el vino alejandrino prefe rido por Hora cio y Virgilio, del que se han hallado ánforas hasta en Marsella. Un sistema de abasteci miento de agua potable del Nilo llenaba las cisternas, y el traza do rectilíneo hacía circular la brisa por las calles aliviando los calores africanos.

En tiempos de Cleopatra VII (68 -30 a. C.), la ciudad llegó a alcanzar el medio millón de habitantes. Con esa legendaria reina que trató de mantener Egipto independiente y sedujo a César y a Marco Antonio acabó la dinastía ptolemaica. En 30 a. C. las tropas de Octavio entraron en Alejandría, Cleopatra y Antonio se suicidaron en el Timonium, la residencia de este último, y Egipto se convirtió en provincia romana.

De capital real a almacén de trigo del Imperio romano

La ciudad perdió su estatus de capital de reino, pero siguió siendo extraordinaria y aumentó su riqueza gracias a su posición estratégica en el comercio entre Europa, África y la India. Los roma nos hicieron de Egipto el granero del Imperio y almacenaban la cose cha anual de trigo en Alejandría, que también mantuvo su pujanza como centro intelectual donde brillaron el ingeniero Herón, el filósofo Filo de Alejandría y el geó grafo Ptolomeo. También pasó momentos difíciles, sobre todo durante el mandato de Caracalla, quien en venganza por la publicación de una sátira contra su persona envió a sus legionarios en 215 a que devastaran las calles y asesinaran a miles de personas. En 273, otro emperador, Aureliano, destruyó el Brucheión, la zona donde se ubicaban el Museo y la Biblioteca.

Los cristianos y el fi nal de la Alejandría clásica

Durante la época romana se produjo la penetración en Alejandría del cristianismo, a partir de la predicación de san Marcos en el año 61. La vida de los cristianos egipcios, los llama dos coptos, fue especialmente difícil durante las persecuciones de Diocleciano (284-305). Sin embargo, el edicto de Constantino en 313 que permitió la libertad de culto cambió las tornas y pronto los cristianos pasaron de perseguidos a perseguidores. La Alejandría clásica empezó a tambalearse cuando el empe rador Teodosio se convir tió al cristianismo en 380 y el obispo Teófilo mandó destruir los templos paga nos de la ciudad, incluido el Serapeum. Otro obispo, san Cirilo, culminó el acoso a la cultura helenística alentando en el año 415 el asesinato de Hipatia, la científica que brilló en el campo de las matemáticas, la astronomía y la filosofía, y llegó a dirigir el Museo.

Aun con todo, el patrimonio monumental y cultural de Alejandría debía seguir siendo deslumbrante cuando los árabes la conquistaron en 642. Tras entrar con su caballería, el comandante Amr Ibn al-As mandó este despacho al califa de Arabia: "He tomado una ciudad que contiene 4.000 palacios, 4.000 baños, 400 teatros, 1.200 verduleros y 40.000 judíos". Luego ordenó desmantelar sus murallas para mantenerla "accesible por todas partes, como la casa de una prostituta". Fue el inicio de una paulatina decaden cia a la que contribuyeron la decisión de trasladar la capitalidad egipcia a la nueva ciudad de Fustat -la actual El Cairo-, y una serie de terremotos y maremotos que cambiaron la configuración del litoral alejandrino y echaron abajo parte de sus tesoros arquitectónicos en el siglo VIII. Frank Goddio cree que el enorme peso de los templos y palacios ptolemaicos fue una de las causas del desplome de la ciudad, levantada sobre un suelo muy blando: "el lodo nilótico está compuesto por cristales que contienen agua en su interior. Si se ejerce una presión muy grande sobre ellos, los cristales se juntan y dejan escapar el agua que, al evacuarse, hace que la tierra pierda un 50% de su volu men, por lo que todo lo que está construido encima se viene abajo", dice el arqueólogo francés.

Emporio comercial del Mediterráneo en el Medievo

La versión más extendida hasta ahora entre historia dores y escritores ha sido que la Alejandría árabe y medieval fue poco menos que un erial invadido por las arenas del desierto. Lawrence Durrell llegó a escribir que "entre Amr y Napoleón median casi mil años de silencio y abandono", sin embar go recientes descubrimientos dicen lo contrario, en opinión del arqueólogo Jean-Yves Empereur: "en varios yacimientos alejandri nos se han encontrado restos de mercancías procedentes de todo el mundo, desde tintes de Marruecos hasta cerámica china, que prueban que el comercio a gran escala siguió vivo en la ciudad, donde los judíos y coptos, que formaban la mayoría de la población, pudieron convivir con la nueva clase dominante árabe". En los siglos XIV y XV el intercambio mercantil con los aragoneses, genoveses y venecianos que distribuían los productos de Oriente a través del mar Rojo fue intenso. También se desarrolló una importante industria local de seda, brocados, algodón y lana, y su puerto y almacenes fueron centro de la distribución de especias hasta que los portugueses abrieron la ruta de El Cabo en 1498.

Del declive otomano a la edad de oro de Mehmet Alí

Este nuevo itinerario alteró el tráfico marítimo internacional y asestó un duro golpe a Alejan dría, que vivió tiempos oscuros tras la conquista de Egipto por los otomanos en 1517. Hacia 1650, el canal que la unía con el Nilo dejó de ser nave gable por falta de mantenimiento y las arcas públicas estaban vacías porque los pachás desviaban el dinero de los impuestos a Estambul. Cuando Napo león llegó en 1798, Alejandría era un pueblo arruinado de 7.000 habitantes. La bahía de Abukir, a 25 km de la ciudad, fue escenario de la batalla naval entre Bonaparte y Nelson en su pugna por el control del Mediterráneo, que se saldó con la victoria inglesa y la expulsión de los franceses de Egipto. Los ingleses fueron a su vez expulsados en 1807 y comenzó para Alejandría una nueva época dorada.

El artífice de su recuperación fue Mehmet Alí (1769-1849), un alba nés de Salónica que empezó de voluntario del ejército otomano en la batalla de Abukir y llegó a líder máximo de Egipto tras ascender de forma meteórica y asesinar a los 400 líderes mamelucos a los que había invitado a una fiesta en su palacio. Admirador de Napoleón, una vez en el poder volcó su estrategia política hacia el Medi terráneo, nacionalizó tierras y proyectó presas y planes de irrigación. En Alejan dría, donde instaló su residencia, mandó pavimentar las calles y encargó al ingeniero francés Pascal Coste la reparación del canal, que fue limpia do, reconectado con el Nilo y reabierto en 1821 para proveer de agua pota ble a la ciudad. Pronto aumentó el tráfico de barcos, así como la pobla ción de diversas procedencias, que pasó de 13.000 personas en 1821 a medio millón a final del XIX. En el censo de 1907 había 359.911 egipcios, 25.393 griegos, 17.860 italianos, 10.658 ingleses y 8.556 franceses. A inicios del siglo XX se trazaron la Corniche y nuevos barrios a la europea, en cuyas villas artdecó, neobizantinas o neoclásicas se insta laron los ricos alejandrinos, la mayoría extranjeros, que gozaban de un estatus especial, no pagaban impuestos y sólo rendían cuentas a sus consulados.

Muchos se lucraron con el mercadeo de antigüedades

El tráfico de antigüedades se convirtió con el beneplácito de la administración en un negocio que dejó a la ciudad sin muchos de sus tesoros, como el obelisco de Cleopatra, enviado a Nueva York en 1879. Por otra parte, el mosaico étnico de la población dio origen a una vida artística e intelectual sin parangón. Había periódicos en varias lenguas, ópera y teatro para una comunidad internacional que usaba el francés como idioma de la vida social.

Ese mundo cosmopolita acabó cuando Egipto logró la indepen dencia en 1952 y el nacionalismo fue mermando la colonia foránea. Hoy, monumentos de falsa antigüedad como la mezquita Abu Abbas Al Mursi, edificada en 1943 sobre otra de 1769, se mezclan con las pocas ruinas de verdad que quedan en pie, como las catacumbas de Kum El- Shokaffa o el Pilar de Pompeyo. De la época clásica se mantiene también el trazado hipodámico que la hace más abierta y marinera que la mayoría de ciudades árabes, y ese aire melancólico tan parti cular que tan bien definió el escritor Naguib Mah fouz cuando llamó a Alejandría "corazón de la nostalgia".

http://www.muyhistoria.es/h-antigua/articulo/alejandria-la-ciudad-de-las-maravillas


miércoles, 25 de marzo de 2015

Kom Ombo - Templo de Sobek y Haroeris

Kom Ombo (كوم أمبو) es una villa agrícola de Egipto de unos 60.000 habitantes, situada en la ribera oriental del río Nilo, a 40 kilómetros al norte de Asuán y a 165 kilómetros al sur de Luxor. Existe una numerosa población nubia procedente del sur, desplazados por la construcción del lago Nasser. El emplazamiento es conocido en la actualidad por su templo de época ptolemaica.

Situación: 24º 27' N 32º 57' E
Nombre egipcio: Nubt o Nubet. Nombre griego: Ombos. Nombre árabe: Kom Ombo
(No debe confundirse con la ciudad situada al norte de Naqada del mismo nombre: Ombos)

En su origen, fue un asentamiento llamado Nubt, del egipcio nbt, que significa "Ciudad de Oro". Por su situación, disfrutaba del control sobre la s rutas comerciales que se dirigían desde Nubia a través del Valle del Nilo, si bien su importancia creció con la construcción del templo en el siglo II a.C.

En la época griega, la ciudad estaba en la Tebaida, y era la capital del nomo Ombita (el nomo I del Alto Egipto), en la ribera oriental del Nilo. Ombos fue una fortificación militar bajo todas las dinastías egipcias, con los faraones, hasta los ptolomeos y los romanos, y disfrutaba de mucha fama por la grandiosidad de sus templos y su tradicional enemistad con los habitantes de Tentyris (Dendera).

Los templos

Subsisten dos templos, construidos con la piedra obtenida de las canteras vecinas. El más notorio de los dos se yergue sobre una colina arenosa y parece haber sido una especie de Panteón dado que, de acuerdo con las inscripciones conocidas, le había sido dedicado a Haroeris (Apolo) y las demás deidades del nomo Ombita por los soldados acuartelados allí.

El templo más pequeño, en el noroeste, estaba dedicado a Isis. Ambos poseen una arquitectura imponente y todavía conservan los brillantes colores con los que los adornaron sus constructores. Datan de la época ptolemaica, con la excepción de una entrada de piedra caliza, construida dentro de un muro de adobe. Constituía una parte de un templo construido por Tutmosis III en honor del dios, encarnado en cocodrilo, Sobek.

El templo de Kom Ombo, conocido también como templo de Sobek y Haroeris está en ruinas, pero resulta imponente, especialmente por su ubicación, que lo hace destacar al lado del Nilo. Fue excavado por Jacques de Morgan hacia 1893. Es un edificio inusual, completamente simétrico, con dos entradas, dos salas hipóstilas y dos santuarios. Esto se debe a que está dedicado a dos dioses: el lado izquierdo al dios halcón Haroeris (Horus el viejo o el grande) y el derecho a Sobek, divinidad local con cabeza de cocodrilo.

Lo comenzó a construir Ptolomeo VI en el siglo II a.C, siendo Kom Ombo capital de un nomo del Alto Egipto, y lo terminó Ptolomeo XII en el siglo I a.C. El emperador romano Augusto le añadió el pilono de la entrada hacia 30 a.C. En el local hubo un santuario más pequeño de la época de Tutmosis II encontrándose vestigios que datan de la Dinastía XVIII (1.550 a 1.063 a.C.)

https://www.youtube.com/watch?v=ICmIWB74Srw

SOBEK

Dios-cocodrilo. Es mencionado en el texto de las pirámides como hijo de Neit.
Se le creía emergido de las aguas del caos en la creación del mundo.
Era 'señor de las aguas', temible por su voracidad.
Eliminaba los enemigos que habitaban en los medios acuáticos.
Es representado cocodrilo y como hombre con cabeza de cocodrilo.

http://egiptoaldescubierto.es/cultura-egipcia/dioses-cultos/dioses-panteon-egipcio/57-dioses-panteon-egipcio.html