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sábado, 28 de marzo de 2015

Alejandría, la ciudad de las maravillas

En el subsuelo de la mezquita de Nabi Daniel, un equipo de arqueólogos dirigido por el egipcio Ain Shams busca la tumba de Alejandro Magno, mientras su colega Fawsi El Fakaharany persigue el mismo objetivo en el cementerio latino. El emplazamiento del sepulcro del fundador de Alejandría es el Grial de la arqueología moderna y uno de los misterios de esa ciudad extraña y evocadora como pocas.

Hoy, la Corniche -su famoso paseo marítimo- se llama Sharia 26 de Julio y es el mejor escaparate de la caótica vitalidad y el proceso de islamización que afecta a la urbe. En las desconchadas fachadas de sus edificios decimonónicos de estilo europeo cuelgan enjambres de cables eléctricos que amenazan causar un incendio como el que destruyó la biblioteca hace 2.000 años. Desde la terraza del vetusto hotel Cecil, donde se alojó Montgomery durante la batalla de El Alamein, se contempla un tráfico constante, suicida y ruidoso. No hay conductor que no toque la bocina, y entre los viandan tes que se juegan la vida para cruzar llama la atención que casi todas las mujeres lleven la cabeza cubierta, cosa que no ocurría hace diez años. La Alejandría cosmopolita de Durrell y Cavafis no existe. Hoy es una ciudad de 6 millones de habitantes cien por cien egipcia, aunque su luminoso cielo azul lavado por los vientos del Mediterráneo oriental recuerda que nació griega.

Se levantó en el sitio ideal, accesible por mar y por el Nilo

Alejandro Magno, que en el siglo IV a. C. disputaba con los persas la primacía mundial, necesitaba un lugar para levantar la capital de su imperio tras conquistar Siria y Egipto y lo encontró al oeste del delta del Nilo. Allí, junto a un poblado de pescadores llamado Rakotis, en una franja estrecha de terreno llano entre el Mediterráneo y el lago Mareotis, mandó construir en 332 a. C. la ciudad de Alejandría. El sitio era ideal, pues contaba con un puerto marítimo y otro lacustre para acceder al interior de Egipto a través de un canal que unía el lago con el Nilo, situado a la suficiente distancia como para que no le afectasen sus crecidas. Luego Alejandro se fue a proseguir sus campañas militares y murió en Babi lonia sin llegar a ver nunca la ciudad, aunque su cuerpo fue enterrado en ella. Alejandría quedó en manos de su general Ptolomeo, que dio nombre a la dinastía que gobernó Egipto durante tres siglos.

El arquitecto Dinócrates de Rodas diseño la ciudad según un plan hipodámico, con calles en ángulo recto y una gran avenida de 5 km de longitud y 30 m de anchura -la Vía Canópica- que la recorría de este a oeste. Un dique llamado Heptaestadio conectaba el continente con la isla de Faros y dividía el Puerto Magno u oriental del occidental.

Sobre la isla o en un islote anexo, Sostratos de Gnido levantó el famoso Faro totalmente revestido de mármol. Medía 134 m de altura distribuidos en una planta cuadrangular, otra octo gonal y una tercera cilíndri ca coronada por una hogue ra alimentada con leña subida por caballos por una rampa espiral. Ardía permanentemente y gracias a una enorme lente era "visible desde una distancia de un día de mar", según el geógrafo ceutí Al-Idrisi.

¿Dónde estaba el Faro? ¿Es el fuerte Quaitbey la clave?

La secuencia exacta de su destrucción es un misterio, aunque parece que en el s. VIII un seísmo derribó la parte más alta y en el s. XIV se cayó todo; lo mismo sucede con su ubicación, objeto de discusión entre los dos arqueólogos franceses que actualmente trabajan en la recuperación de los restos de Alejandría. Jean-Yves Empereur cree que los bloques de piedra que él localizó sumergidos al pie del actual fuerte Quaitbey formaban parte del Faro, mientras que Franck Goddio piensa que fueron colocados después de su derrumbe para proteger la ciudad de las incursiones de los cruzados.

Sea como fuere, en la época pto - le maica Alejandría había relevado a Atenas en el liderazgo cultural de Occidente. Fue allí donde Eratóstenes calculó el tamaño de la Tierra, Euclides creó su geometría y Galeno escribió su obra médica. Mientras al puerto llegaban barcos con bronce de España, estaño de Bretaña, algodón de la India y sedas de China, Ptolomeo I mandó construir la Biblioteca y el Serapeum o templo de Serapis, dios sincrético grecoegipcio que reunía a Zeus y Apis. En la isla de Antirrodas, hoy sumergida bajo el Puerto Magno, erigió el palacio real. Sus sucesores Ptolomeo II Filadelfo y Ptolomeo III Evérgetes terminaron de embellecer la ciudad. Alejandría se pobló con egipcios, judíos, árabes, indios y griegos venidos de todo el mundo helénico. Su prosperidad dependía de las fértiles tierras situadas a orillas del Mareotis, donde crecían trigo, uvas y olivos, productos que abaste cían a la ciudad y se exportaban, como el vino alejandrino prefe rido por Hora cio y Virgilio, del que se han hallado ánforas hasta en Marsella. Un sistema de abasteci miento de agua potable del Nilo llenaba las cisternas, y el traza do rectilíneo hacía circular la brisa por las calles aliviando los calores africanos.

En tiempos de Cleopatra VII (68 -30 a. C.), la ciudad llegó a alcanzar el medio millón de habitantes. Con esa legendaria reina que trató de mantener Egipto independiente y sedujo a César y a Marco Antonio acabó la dinastía ptolemaica. En 30 a. C. las tropas de Octavio entraron en Alejandría, Cleopatra y Antonio se suicidaron en el Timonium, la residencia de este último, y Egipto se convirtió en provincia romana.

De capital real a almacén de trigo del Imperio romano

La ciudad perdió su estatus de capital de reino, pero siguió siendo extraordinaria y aumentó su riqueza gracias a su posición estratégica en el comercio entre Europa, África y la India. Los roma nos hicieron de Egipto el granero del Imperio y almacenaban la cose cha anual de trigo en Alejandría, que también mantuvo su pujanza como centro intelectual donde brillaron el ingeniero Herón, el filósofo Filo de Alejandría y el geó grafo Ptolomeo. También pasó momentos difíciles, sobre todo durante el mandato de Caracalla, quien en venganza por la publicación de una sátira contra su persona envió a sus legionarios en 215 a que devastaran las calles y asesinaran a miles de personas. En 273, otro emperador, Aureliano, destruyó el Brucheión, la zona donde se ubicaban el Museo y la Biblioteca.

Los cristianos y el fi nal de la Alejandría clásica

Durante la época romana se produjo la penetración en Alejandría del cristianismo, a partir de la predicación de san Marcos en el año 61. La vida de los cristianos egipcios, los llama dos coptos, fue especialmente difícil durante las persecuciones de Diocleciano (284-305). Sin embargo, el edicto de Constantino en 313 que permitió la libertad de culto cambió las tornas y pronto los cristianos pasaron de perseguidos a perseguidores. La Alejandría clásica empezó a tambalearse cuando el empe rador Teodosio se convir tió al cristianismo en 380 y el obispo Teófilo mandó destruir los templos paga nos de la ciudad, incluido el Serapeum. Otro obispo, san Cirilo, culminó el acoso a la cultura helenística alentando en el año 415 el asesinato de Hipatia, la científica que brilló en el campo de las matemáticas, la astronomía y la filosofía, y llegó a dirigir el Museo.

Aun con todo, el patrimonio monumental y cultural de Alejandría debía seguir siendo deslumbrante cuando los árabes la conquistaron en 642. Tras entrar con su caballería, el comandante Amr Ibn al-As mandó este despacho al califa de Arabia: "He tomado una ciudad que contiene 4.000 palacios, 4.000 baños, 400 teatros, 1.200 verduleros y 40.000 judíos". Luego ordenó desmantelar sus murallas para mantenerla "accesible por todas partes, como la casa de una prostituta". Fue el inicio de una paulatina decaden cia a la que contribuyeron la decisión de trasladar la capitalidad egipcia a la nueva ciudad de Fustat -la actual El Cairo-, y una serie de terremotos y maremotos que cambiaron la configuración del litoral alejandrino y echaron abajo parte de sus tesoros arquitectónicos en el siglo VIII. Frank Goddio cree que el enorme peso de los templos y palacios ptolemaicos fue una de las causas del desplome de la ciudad, levantada sobre un suelo muy blando: "el lodo nilótico está compuesto por cristales que contienen agua en su interior. Si se ejerce una presión muy grande sobre ellos, los cristales se juntan y dejan escapar el agua que, al evacuarse, hace que la tierra pierda un 50% de su volu men, por lo que todo lo que está construido encima se viene abajo", dice el arqueólogo francés.

Emporio comercial del Mediterráneo en el Medievo

La versión más extendida hasta ahora entre historia dores y escritores ha sido que la Alejandría árabe y medieval fue poco menos que un erial invadido por las arenas del desierto. Lawrence Durrell llegó a escribir que "entre Amr y Napoleón median casi mil años de silencio y abandono", sin embar go recientes descubrimientos dicen lo contrario, en opinión del arqueólogo Jean-Yves Empereur: "en varios yacimientos alejandri nos se han encontrado restos de mercancías procedentes de todo el mundo, desde tintes de Marruecos hasta cerámica china, que prueban que el comercio a gran escala siguió vivo en la ciudad, donde los judíos y coptos, que formaban la mayoría de la población, pudieron convivir con la nueva clase dominante árabe". En los siglos XIV y XV el intercambio mercantil con los aragoneses, genoveses y venecianos que distribuían los productos de Oriente a través del mar Rojo fue intenso. También se desarrolló una importante industria local de seda, brocados, algodón y lana, y su puerto y almacenes fueron centro de la distribución de especias hasta que los portugueses abrieron la ruta de El Cabo en 1498.

Del declive otomano a la edad de oro de Mehmet Alí

Este nuevo itinerario alteró el tráfico marítimo internacional y asestó un duro golpe a Alejan dría, que vivió tiempos oscuros tras la conquista de Egipto por los otomanos en 1517. Hacia 1650, el canal que la unía con el Nilo dejó de ser nave gable por falta de mantenimiento y las arcas públicas estaban vacías porque los pachás desviaban el dinero de los impuestos a Estambul. Cuando Napo león llegó en 1798, Alejandría era un pueblo arruinado de 7.000 habitantes. La bahía de Abukir, a 25 km de la ciudad, fue escenario de la batalla naval entre Bonaparte y Nelson en su pugna por el control del Mediterráneo, que se saldó con la victoria inglesa y la expulsión de los franceses de Egipto. Los ingleses fueron a su vez expulsados en 1807 y comenzó para Alejandría una nueva época dorada.

El artífice de su recuperación fue Mehmet Alí (1769-1849), un alba nés de Salónica que empezó de voluntario del ejército otomano en la batalla de Abukir y llegó a líder máximo de Egipto tras ascender de forma meteórica y asesinar a los 400 líderes mamelucos a los que había invitado a una fiesta en su palacio. Admirador de Napoleón, una vez en el poder volcó su estrategia política hacia el Medi terráneo, nacionalizó tierras y proyectó presas y planes de irrigación. En Alejan dría, donde instaló su residencia, mandó pavimentar las calles y encargó al ingeniero francés Pascal Coste la reparación del canal, que fue limpia do, reconectado con el Nilo y reabierto en 1821 para proveer de agua pota ble a la ciudad. Pronto aumentó el tráfico de barcos, así como la pobla ción de diversas procedencias, que pasó de 13.000 personas en 1821 a medio millón a final del XIX. En el censo de 1907 había 359.911 egipcios, 25.393 griegos, 17.860 italianos, 10.658 ingleses y 8.556 franceses. A inicios del siglo XX se trazaron la Corniche y nuevos barrios a la europea, en cuyas villas artdecó, neobizantinas o neoclásicas se insta laron los ricos alejandrinos, la mayoría extranjeros, que gozaban de un estatus especial, no pagaban impuestos y sólo rendían cuentas a sus consulados.

Muchos se lucraron con el mercadeo de antigüedades

El tráfico de antigüedades se convirtió con el beneplácito de la administración en un negocio que dejó a la ciudad sin muchos de sus tesoros, como el obelisco de Cleopatra, enviado a Nueva York en 1879. Por otra parte, el mosaico étnico de la población dio origen a una vida artística e intelectual sin parangón. Había periódicos en varias lenguas, ópera y teatro para una comunidad internacional que usaba el francés como idioma de la vida social.

Ese mundo cosmopolita acabó cuando Egipto logró la indepen dencia en 1952 y el nacionalismo fue mermando la colonia foránea. Hoy, monumentos de falsa antigüedad como la mezquita Abu Abbas Al Mursi, edificada en 1943 sobre otra de 1769, se mezclan con las pocas ruinas de verdad que quedan en pie, como las catacumbas de Kum El- Shokaffa o el Pilar de Pompeyo. De la época clásica se mantiene también el trazado hipodámico que la hace más abierta y marinera que la mayoría de ciudades árabes, y ese aire melancólico tan parti cular que tan bien definió el escritor Naguib Mah fouz cuando llamó a Alejandría "corazón de la nostalgia".

http://www.muyhistoria.es/h-antigua/articulo/alejandria-la-ciudad-de-las-maravillas


Grandes egiptólogos: Richard Lepsius

Naumburg an der Saale (Alemania) 23-12-1810/Berlín 10-7-1884

Hijo de Karl Peter Lepsius y de Friedericke Glaser

Después de estudiar en el prestigioso colegio alemán de Pforta entre 1823 y 1829, Lepsius ingresó en las universidades alemanas de Leipzig, Göttingen y Berlín, en dónde tendría ocasión de estudiar entre otras materias, Arqueología, Griego y Sánscrito, así como litografía y grabado, para finalizar su doctorado en 1833. Fue en esa época cuando empezó a mostrarse interesado por el antiguo Egipto, y por esa razón, se trasladó a París dónde tendría ocasión de trabajar junto a Jean Letronne, un antiguo alumno de Champollion, en el desciframiento de la escritura egipcia.

Sabedor del interés de Ippólito Rosselini por realizar una expedición científica a Egipto y Nubia, similar a la enviada por Napoleón años atrás, obtuvo una beca para trasladarse a Italia, y por mediación del explorador y naturalista, Alexander von Humboldt, y el químico, Robert Wilhelm Bunsen, el entonces rey de Prusia, Friedrich Wilhelm IV, le nombró comisionado para la expedición, partiendo hacia Egipto por vez primera en noviembre de 1842.

Con la total conformidad del pachá egipcio, Mohamed Alí, la expedición excavó y estudió las pirámides de Guiza, Abusir, Saqqara y Dahshur, y sus necrópolis. Realizó excavaciones en Fayum, el-Bersha, Beni-Hasan, y Amarna, hasta alcanzar Jartum y la región de Sennar. De vuelta a Egipto, tuvo ocasión de estudiar el Rameseo, Medinet-Habu, y el Valle de los Reyes.

La expedición se hizo con un buen número de restos, así como de unos 15.000 moldes en escayola. De todo ello hizo publico los resultados en el “Denkmäler aus Ägypten un Äthiopien”. Un espectacular compendio de 12 volúmenes y 900 láminas de indudable utilidad aún hoy en día para el estudio del legado egipcio, pues muchos de aquéllos fragmentos han desaparecido, bien por la acción del tiempo al ser desenterrados, bien por los métodos y formas, a los que Lepsius y otros muchos egiptólogos de la época no fueron ajenos.

A su vuelta a Europa, y tras casarse con Elisabeth Klein, fue nombrado profesor titular de Egiptología en la Universidad de Berlín en 1846, co-director y conservador de antigüedades egipcias del “Ägyptisches Museum und Papyrussammlung” en 1855, y director en 1865 tras la muerte de Giuseppe Passalacqua.

En 1866 regresa a Egipto para estudiar en esta ocasión los monumentos del Sinaí y Delta Oriental, en dónde tendría ocasión de descubrir el llamado “Decreto de Canope” en Tanis. Un documento bilingüe (griego y demótico) que complementa extraordinariamente la “Piedra de Rosetta” para la comprensión del lenguaje jeroglífico.

Entre 1867 y 1880, fue nombrado director del “Deutches Archaölogisches Institut” en Roma, Jefe de la Librería Real de Berlín, y redactor en jefe de la prestigiosa revista alemana “Zeitschrift für Ägyptische Sprache und Altertumskunde” en la que tendría ocasión de plasmar los primeros caracteres tipográficos de escritura jeroglífica que se llevaron a cabo en publicación alguna. Como lingüista, también fue conocedor de lenguas africanas, y de sus conocimientos de la lengua nubia publicó, “Nubische Grammatik. Mit einer Einleitung über die Völker und Sprachen Afrika’s”. De hecho a él se le debe cierto alfabeto con el que transcribir diversos idiomas africanos.

En 1869 regresaba por última vez a Egipto para la inauguración del Canal de Suez, y tras varios años dedicado por completo a sus trabajos, y a una fecunda labor literaria, Lepsius moría el 10 de Julio de 1884 en Berlín a la edad de 73 años, y su cuerpo enterrado en la cripta de honor del cementerio de la Catedral Evangélica de Berlín.

http://www.egiptologia.com/grandes-egiptologos/2895-karl-richard-lepsius.html


viernes, 13 de marzo de 2015

Los Oasis de Egipto: desiertos Blanco y Negro

Los oasis eran lugares ideales para que el estado exiliara a posibles enemigos, especialmente el oasis de Kharga, o para que oponentes políticos se refugiasen en ellos, como ocurrió en el oasis de Dakhla, al final del Primer Periodo Intermedio, con los oponentes de Mentuhotep, el unificador de Egipto.

 Los oasis estaban rodeados por el "caos", lo que explica que en ellos existiesen oráculos y divinidades con unas características diferentes al resto de los dioses egipcios. El más conocido de todos fue el oráculo de Amón, en el oasis de Siwa. Al principio los oasis eran los protegidos de Seth, aunque según fue avanzando la civilización egipcia, pasaron a ser los protegidos de Amón. Su importancia va paralela a la evolución del Estado y de la sociedad egipcia, ya que las rutas comerciales que unían el Valle con los oasis, a través de los wadis, constituían el punto de llegada de las caravanas comerciales y expediciones reales en busca de metales y piedras; además eran productores de dátiles y vinos, productos de gran consideración en la corte, por lo que las rutas con los oasis estaban protegidas por la guardia real.

En el desierto occidental se encuentra una cadena formada por los oasis más importantes de Egipto:

* SIWA.- Es el más occidental de los oasis del desierto occidental, y muy cercano a la frontera con Libia. Sus ruinas más antiguas datan de la Dinastía XXVI. La necrópolis de Gebel el-Mawta fue utilizado hasta el Período romano. El Oráculo de Amón en Siwa fue muy famoso, hasta el acudió Alejandro Magno en el año 332 a.C. para ser reconocido como dios y ser proclamado rey de Egipto.

* BAHARIYA.- Este oasis está situado a 200 km. al oeste del Valle del Nilo. Las ruinas más importantes van desde el comienzo del Reino Nuevo hasta la época romana. En los alrededores de la ciudad de Bawit se encuentran las tumbas de varios gobernadores del oasis de la Dinastía XXVI, así como restos de un arco triunfal del periodo romano y dos templos, uno del reinado de Apries y otro de Alejandro Magno. En el oasis se cultivaban viñedos, cereales y era rico en mineral de hierro.

* FARAFRA.- Este oasis está situado a 300 km. al oeste de Asiut y es una tierra muy fértil. Es el más pequeño de los oasis del desierto occidental. Las ruinas más importantes son la necrópolis de Ain el-Wadi y Wadi Abu Hinnis que datan de la época romana.

* DAKHLA.- Se encuentra situado a 300 km. de la ciudad de Luxor (antiguamente Tebas) y es el oasis donde han aparecido las ruinas más antiguas. Los principales yacimientos son las tumbas de los gobernadores de la VI Dinastía, cerca de la ciudad de Balat; cementerio del Primer Periodo Intermedio cerca de la ciudad de Amhada, un templo dedicado a la diosa Mut, del Periodo Ramésida cerca de Ezbet Bashindi; templo dedicado a la triada tebana en Deir el-Hagar y tumbas romanas en Qaret el-Murawwaqa.

* KHARGA.- Es el oasis más grande del desierto occidental y el situado más al sur a 175 km. de Luxor. Es el oasis que muestra haber estado poblado desde el Paleolítico Medio y su cultura se muestra muy relacionada con el Valle del Nilo. Sus ruinas más importantes datan del Período Ptolemaico y copto.

https://www.youtube.com/watch?v=5eGbJUF-IyU


sábado, 7 de marzo de 2015

La isla de Delos

La isla de Delos es una de las islas más pequeñas de las Cícladas y está deshabitada. Se sitúa enfrente a la isla de Rinia (también deshabitada) y a 2km al suroeste de Mykonos. Y es uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de Grecia, de hecho, se considera uno de los cuatro principales del país; y ha sido declarado Museo Nacional.

Delos, isla sagrada
Delos era considerada la ya que, según la mitología, fue donde nacieron Apolo, dios de la música y de la luz, y su hermana Artemisa, diosa de la caza. Era una isla flotante que emergió agarrada por el tridente de Poseidón, pero Zeus la ató con cadenas al fondo del mar para que Leto, la madre de Apolo y Artemisa, pudiera dar a luz a sus hijos. Así, Delos le sirvió como refugio de la ira de Hera, esposa de Zeus, que se había enterado del embarazo de Leto.
La isla de Delos fue pues uno de los centros espirituales más importantes de los antiguos griegos y en la ciudad de Delos – situada al noroeste de la isla – se construyeron santuarios, templos, columnas de mármol, un teatro, un gimnasio…

Un poco de historia
La isla fue colonizada por los Carios en torno al III milenio a.C., y después fue colonizada por micénicos y jonios. Durante el siglo VII a.C. seguía siendo un centro de culto y en la capital de las islas del Mar Egeo, por ser el lugar del nacimiento de Apolo, por tanto, un lugar sagrado. Había un palacio donde luego se construiría el primer templo de Apolo, y alrededor edificios sagrados. Y a lo largo del siglo VII y VI a.C. se edificaron monumentos históricos como el Coloso de Apolo, los Leones de Delos y la estatua de Nicandra.

Pero a mediados del siglo VI a.C. los atenienses pasaron a controlar Delos y las islas cercanas, y ordenaron remover las tumbas y trasladarlas, además de prohibir los nacimientos y las muertes, para evitar la profanación de la isla sagrada. Por otra parte, los atenienses organizaban magníficos festivales en honor a Apolo cada cinco años. A finales del siglo II a.C. pasó a manos de Roma y fue declarada puerto franco, por lo que la isla se convirtió en un centro comercial que atraía a mercaderes de toda la zona.

Qué visitar en Delos
Desde el siglo XVII los europeos visitaban la isla atraídos por sus ruinas. Y a finales del siglo XIX arqueólogos franceses comenzaron las excavaciones de un yacimiento, que se considera uno de los más importantes de Grecia. De hecho, la isla de Delos forma parte del catálogo de lugares culturales protegidos por la UNESCO. En la actualidad es un conjunto de ruinas situadas al noroeste de la isla, que están admirablemente bien conservadas; como ya habíamos dicho es uno de los yacimientos griegos más importantes y mejor organizados.
Se pueden visitar varios grupos de ruinas, en total hay cuatro: el puerto comercial, los santuarios de Apolo y del Monte Cynthos y la región del lago sagrado.

Puerto Comercial
Detrás del puerto había lugares de almacenaje y casas de los siglos II y II a.C. con un patio rodeado con columnas y suelos de mosaicos.

Templos de Apolo
Detrás del puerto también empieza el camino sagrado por el que se entra al santuario, al oeste hay un altar y al este los tres templos de Apolo:
-Templo dórico (s.V-III a.C.), con frisos decorados, pero sin columnas en el interior, y con pocas esculturas.
-Templo ateniense dórico (425-417 a.C.)
-Templo Porinos Naos
Cerca del conjunto hay un santuario con un altar para sacrificios, el templo de Dionisios (al este) y los templos de Afrodita y Hermes (al oeste, en una explanada).

Óikos de los naxios
Es el monumento más antiguo de Delos, un edificio sagrado rectangular con ocho columnas en el centro, que está flanqueado por el Coloso de los naxios, un kurós de más de 9 metros (estatua masculina).

Monumento de los Toros
En la zona oriental del santuario habia una construcción gigantesca; el Monumento d elos Toros, cuya función se desconoce. Todavía se pueden distinguir tres partes del edificio.

La Terraza de los leones
Conjunto escultórico de mármol dedicado a Apolo (s.VII a.C.). De los 16 leones quedan sólo 5 enteros y 3 parciales.

Monte Cynthus
En la ladera del Monte Cynthus se encuentra el teatro (principios s.III a.C.), que tenía un aforo de 5000 personas. Yy en la cumbre hay restos de una residencia (III milenio a.C.). Hay muchas casas excavadas de gran riqueza arquitectónica y decorativa. Están la Casa de los Delfines, la Casa de las Máscaras y la Casa de Dionisio, las tres con impresionantes mosaicos en el peristilo. los tres templos de Apolo, el Camino de los Leones, las casas con atrios adornados con hermosos mosaicos y una bella decoración mural.

Barrio del Lago
El Barrio del Lago era la zona residencial de la ciudad, con la Casa del Frontón, la Casa de los Actores (con un peristilo atípico: un pórtico jónico por encima del pórtico de orden dórico comleto), y la Casa de los Tritones.

http://www.islamykonos.es/la-isla-de-delos


Abu Simbel, maravilla que protagonizó la mayor campaña de rescate arqueológico del mundo...

Medio siglo del épico rescate de los templos de Abu Simbel

"Ahora o nunca". Fue la llamada de auxilio que la Unesco lanzó a la comunidad internacional a principios de 1960. Por aquel entonces la faraónica construcción de la gran presa de Asuán amenazaba con dejar bajo las aguas del Nilo a los templos de Abu Simbel, obra del gran Ramsés II. Cambiar su sino era una batalla contra el tiempo, un milagro que acabó por suceder. El monumento y sus cerca de 20.000 toneladas fueron desmontados y trasladados a un terreno más elevado en un proyecto de cuyo inicio se cumple este abril medio siglo de vida.

Más de 900 personas, de una veintena de nacionalidades, participaron en una hazaña que se prolongó durante más de seis años. Muchos de sus protagonistas ya no pueden contarlo. Pero aún queda la memoria de supervivientes como el ingeniero sueco Ragnar Fossgaard, quien rodando los 80 años de edad mantiene intacto el recuerdo de aquella formidable campaña internacional. "Fue mi primera experiencia en el extranjero. Después dirigí la construcción de carreteras, presas y puentes en América Latina y Sudáfrica. El de Abu Simbel fue el trabajo más emocionante en el que he participado", confiesa Ragnar a EL MUNDO desde Estocolmo.

Cuando el escandinavo aterrizó en Abu Simbel, a unos 900 kilómetros al sur de El Cairo, la mayoría de los tesoros de Nubia -una veintena de templos amenazados por las aguas de la presa- habían sido desarmados y empaquetados en cajas de madera a la espera de un nuevo emplazamiento. Algunos serían luego regalados a los países donantes, como ocurrió con el Templo de Debod que se acomodó en el centro de Madrid. Pero quedaba aún por rescatar el conjunto más imponente: el gran templo dedicado al dios Ra con las cuatro estatuas sedentes de Ramses II, de 18 metros cada una, horadadas en la fachada y el cercano y más pequeño templo de su esposa Nefertari.

A contrarreloj la Unesco recolectó el dinero necesario y recibió las propuestas para salvar el conjunto, de más de 3.200 años de antigüedad. Entre las ofertas, las más viables recomendaban conservar los templos en su sitio protegiéndolos con un dique o desmontarlos y transportarlos pieza a pieza a un nuevo emplazamiento, a unos 200 metros de distancia de su lugar original y unos 64 metros más elevado. "El Gobierno egipcio apostó por dividir los templos en bloques y transportarlos a orillas del lago Naser", explica Ragnar, quien trabajaba para la multinacional sueca VBB. Cuando se dio luz verde -recuerda el experto- el tiempo apremiaba: "El nivel del agua alcanzaría el suelo de los templos en menos de 14 meses. Fue una lucha contra el tiempo".

Un consorcio internacional lideró la agónica cuenta atrás, que comenzó en abril de 1964. La primera tarea fue retirar 300.000 toneladas de roca de la colina que albergaba los templos para alcanzar sus techos y facilitar el desmontaje. Al mismo tiempo, se levantó un muro de 360 metros de longitud y 25 metros de altura para contener las aguas; se volcó montañas de arena para proteger los colosos de la fachada y se horadaron túneles de drenaje por debajo de los templos para controlar el nivel de las aguas subterráneas.

"El trabajo progresó bien pero fue una labor dura sobre todo para quienes tenían que excavar y cortar los bloques. Fue difícil soportar el calor delante de la fachada con el sol reflejándose sobre las laderas de piedra blanca pero todo el mundo sabía que se trataba de luchar contra el Nilo y que había que dar la batalla", detalla Ragnar, quien aún recuerda que al principio del proyecto dos barcos, Imhotep y Zoser, servían de oficinas y habitaciones. "Estaban equipados con aparatos de aire acondicionado pero había frecuentes cortes de electricidad".

Completadas las tareas de protección, arrancó el despiece. Los templos de "Ramsés el grande" (1304-1237 a.C.) quedaron reducidos a un millar de bloques. "Pesaban de media unas 30 toneladas. Los de la fachada y los de los murales interiores fueron serrados a mano por cortadores de mármol italianos. Otro tajos se hicieron con motosierras o sierras de hilo. La anchura de los cortes nunca fue mayor de los 5 milímetros", precisa el ingeniero sueco. La fragilidad de la arenisca obligó a reforzar la piedra con inyecciones de resina sintética.

"Eran bloques inmensos que tuvimos que numerar antes de trasladarlos a su nueva ubicación", apunta a este diario la arqueóloga egipcia Fayza Heikal, quien -recién salida de la facultad- se enroló en el proyecto y participó en la documentación del sitio. "Por aquel entonces era muy joven. Fue una experiencia fascinante en unas condiciones de vida muy severas porque había que traer la comida por el río desde Asuán y estábamos en mitad del desierto", agrega la profesora de la Universidad Americana de El Cairo.

La reconstrucción no resultó menos laboriosa. "Ni un solo bloque fue dañado durante el desmantelamiento, el transporte y la reconstrucción", destaca Ragnar. Las piezas fueron fijadas en una superestructura de cemento y se erigió una gigantesca bóveda de hormigón para simular el promontorio original. Ningún detalle fue ignorado para que la réplica resultara lo más exacta posible y se conservara la orientación que permite el fenómeno solar por el que dos veces al año los rayos de sol penetran hasta el fondo del templo e iluminan las estatuas de Ramsés II y los dioses Horus y Amón Ra.

El traslado de los templos -descubiertos en 1812 por el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt- y el desplazamiento del Trópico de Cáncer durante los últimos tres milenios solo han una causado una leve variación en el espectáculo. En lugar del 21 de febrero y el 21 de octubre - como antaño- el efecto se produce hoy un día más tarde. Pero el resultado es idéntico: el amanecer alumbra las tres estatuas y mantiene en penumbra la cuarta, la figura de Ptah, el señor de la Tinieblas.

"El resultado fue maravilloso. Quien lo visita sin conocer su traslado no puede reconocer que el entorno y la montaña son artificiales", recalca Fayza. "El conjunto es un prodigio de la tecnología del Antiguo Egipto y también de los avances de la segunda mitad del siglo XX", concluye la arqueóloga.

RAGNAR FOSSGAARD
Ragnar -acompañado de mujer e hija desde 1966- cuenta que la vida se fue haciendo menos áspera cuando se levantó una colonia de viviendas en los aledaños de la zona de trabajo; florecieron los jardines; el agua y la electricidad dejaron de ser una rareza; se abrió una piscina y se programó cine al aire libre una vez por semana. "La 'Stella' fría (marca local de cerveza) en una noche cálida y agradable de cine era era el momento culminante de la semana", bromea. "Fue una experiencia única. Fue un lugar donde arqueólogos, ingenieros y arquitectos de todo el mundo trabajamos conjuntamente y con el mismo objetivo, ganar la partida al Nilo y lograr que los templos pudieran vivir otros 3000 años".

http://www.elmundo.es/ciencia/2014/04/11/5347c1e322601d997f8b4571.html

como-se-salvo-abu-simbel

jueves, 12 de febrero de 2015

Prehistoria de la Egiptología

La egiptología como tal arranca en las postrimerías del siglo XVIII. Es entonces cuando los intelectuales de occidente se encuentran ante una civilización mucho más antigua que la suya y que les resulta fascinante pero hermética. Indescifrable.

Hemos empleado la palabra antiguo, y, como importante es la profundidad de las aguas por las que se navega, lo es también establecer el alcance de esta palabra al referirnos al Antiguo Egipto.

Hoy comenzamos a comprar como antigüedad aquellas radios de madera, con grandes ruedas para sintonizar emisoras lejanas y chisporroteantes. Lo hacemos porque, en nuestra opinión, no son viejas, sino antiguas. Lo antiguo no es lo viejo. Ninguno queremos saber de aquella radio de plástico que compramos con quince años: es vieja.

La diferencia entre ambas es nuestra perspectiva, porque una de ellas se nos ofrece revestida del sabor de otra época; época que no conocimos, y sabor distinto del de esta que vivimos. El objeto antiguo viene a poner una nota diferente y venerable a la homogénea actualidad de cuanto nos rodea.

Si es antigua una radio de este mismo siglo, sin duda lo es un dibujo de finales del siglo XVIII. Pongamos un ejemplo célebre: el dibujo de la capilla de Amenofis III en Elefantina. El dibujo en sí es una antigüedad, pero lo que representa es mucho más antiguo. Este dibujo, para nosotros, supone un salto hacia atrás de dos siglos. Pero, para el dibujante, el salto (parafraseando a Napoleón) fue de cuarenta siglos.

Debemos abandonar nuestra posición privilegiada (en este presente que nos brinda la información más detallada y completa sobre el pasado) para situarnos en la óptica del que descubre un mundo perdido y balbucea un primer intento de acercarse a él.

Egipto es un país antiguo. Lo era cuando lo descubrieron los primeros estudiosos. Pero es que lo era cuando el oso mató a Don Favila, cuando Julio César y Marco Antonio se rendían a los encantos de Cleopatra, cuando Alejandro Magno lo conquistó o cuando Moisés cruzó el desierto. Desde la extinción de la última dinastía hasta el comienzo de nuestra era pasaron cinco siglos.

El Antiguo Egipto fue un río caudaloso del que nos ha llegado su cauce seco: ¿qué significaban aquellos signos en las estelas, por los impresionantes obeliscos, en los papiros? ¿Qué podía ser esa leona inmensa de cara humana, casi enterrada en la arena?
Los primeros en sentir interés arqueológico por su pasado fueron los egipcios de la era moderna. Investigaron la historia y las narraciones antiguas, y las artes volvieron sus ojos a la tradición, en especial en lo que a la escultura se refiere; llegaron incluso a restaurar algunos monumentos.

Unos cien años después, el griego Heródoto mostró un interés histórico, que no arqueológico, por Egipto, y viajó por el país de Norte a Sur hasta Asuán. No se creía la explicación que le daban los sacerdotes egipcios acerca de las crecidas del Nilo: se debían a la fundición de nieves en su curso alto. ¿Quién podía imaginar esas nieves, en la parte más calurosa del mundo?

Con la incorporación de Egipto a Roma (31 a.C., batalla de Acción), Egipto se convierte en cantera de la que exportar diversos monumentos, en especial obeliscos, con valor ornamental. Así, la Roma de los césares llegó a contar con un buen número de obeliscos, sus favoritos entre los monumentos egipcios. Plinio dedica a los obeliscos un capítulo de su Historia Natural, aportando numerosos detalles sobre ellos y los faraones que los hicieron erigir.

Con la llegada del cristianismo se produjo la persecución y destrucción de todos los símbolos religiosos paganos, lo que alcanzó a todo lo egipcio, en especial los obeliscos, de entre los que sólo el obelisco del Vaticano se libró. Los fragmentos de joyas e inscripciones circularon durante los Siglos Oscuros como objetos mágicos. La obra de Athanasius Kircher, que intentó sin conseguirlo descifrar la escritura jeroglífica, alimentó el interés de los estudiosos hacia Egipto. El principal atractivo de Egipto para el hombre medieval lo constituían las referencias bíblicas. Pero en toda esta época era muy difícil y peligroso, para un cristiano, viajar a Egipto, porque se arriesgaba a sufrir saqueos, cárcel y aranceles abusivos.

El espíritu renacentista hizo aumentar la afluencia de visitantes, como John Greavis, que escribió su Pyramidographia, de enfoque astronómico. Es también la época de la reconstrucción de numerosos obeliscos en Roma.

Los siglos XVII-XVIII supusieron una mayor afluencia de viajeros. Estos hombres venían más movidos por la curiosidad que por la religión o el comercio. Se descubrieron entonces Tebas, numerosos momias, las pirámides de Giza y sus monumentos circundantes. Muchas tumbas, templos y las pirámides principales son descubrimientos de esta época.

 El dr. Granger de Dijon descubrió el templo de Seti I en Abidos, aunque quedaría más o menos ignorado hasta que Mariette despejase en 1859 el manto de arena que lo cubría. James Bruce fue el último de los grandes viajeros; despejó la tumba de Ramsés II en el Valle de los Reyes.

En los doscientos últimos años se ha librado y se sigue librando una lucha titánica por desentrañar los secretos de esta antigua civilización, por remontar ese cauce seco hasta donde nos es posible.

Esta video adjunto da cuenta de los estadios por los que ha pasado ese esfuerzo por comprender 5000 años de historia antigua.

http://www.egipto.com/museo/egiptologia/prehistoria.html

A la búsqueda del Egipto eterno
Akenatón habría reinado con su padre, según arqueólogos españoles

Las investigaciones del español Martín Valentín llevan a revisar un período crucial de la historia: cuando nació el monoteísmo

Cuatro columnas de piedra caliza, enfrentadas de dos a dos en el interior de la tumba del visir Amen-Hotep Huy. Y en sus relieves, los cartuchos con los nombres de dos faraones que compartieron el poder: Amenofis III y su hijo, Amenofis IV, Akenatón. No es un hallazgo arqueológico más, sino, según sus descubridores, uno que incita a revisar la historia del Antiguo Egipto en un período crucial: la decimoctava dinastía (entre el 1550 y el 1295 a.d.C. aproximadamente), en la que se instauró por primera vez el monoteísmo en el mundo. La dinastía a la que pertenece uno de los faraones más populares, Tutankamón.

El hallazgo lleva firma española, la del equipo que encabeza el egiptólogo
Francisco José Martín Valentín, que se ha pasado los últimos 14 años dirigiendo una excavación en Asasif, una de las necrópolis de la antigua Tebas, en la orilla occidental del Nilo en Luxor. Para Martín Valentín —que ha presentado el hallazgo esta mañana en una rueda de prensa en elInstituto de Estudios del Antiguo Egipto (IEAE) de Madrid acompañado de Elsayed Soheim, consejero de Cultura del Instituto Egipcio, y de Mohamed Mohsen Ismael, agregado de Turismo de Egipto en España— este descubrimiento supone una "prueba irrefutable" de una corregencia entre Amenofis III y su hijo y en su opinión  zanja una vieja y enconada polémica entre los egiptólogos acerca del asunto. Valentín va más allá  y especula con que el hallazgo vendría a demostrar la hipótesis de que padre e hijo no solo reinaron juntos sino que concibieron entre los dos la revolución monoteísta que le quitaría el poder al sacerdocio de Amón para concentrarlo bajo la égida del dios solar Atón y daría paso a uno de los períodos más turbulentos de la historia del antiguo Egipto.

"El descubrimiento acorta al menos en 10 años la cronología de la decimoctava dinastía y obliga a revisar viejas cuestiones nucleares de ese periodo, no solo la revolución monoteísta sino también la paternidad de Tutankamón, amén de muchas otras cuestiones clave en la egiptología", ha subrayado Martín Valentín. "El hallazgo lo hicimos el 20 de noviembre de 2013. Durante todo este tiempo ha sido validado por el Ministerio de Antigüedades egipcio empleando el duro análisis de las evidencias por todos los expertos, incluidos aquellos contrarios a la teoría de la corregencia. Y ha resistido". Sin embargo, otras fuentes egiptológicas han pedido prudencia y han considerado que el descubrimiento no es concluyente.
 
La prueba, según Valentin, son los dos relieves que muestran a ambos faraones sentados sobre el trono real, un símbolo de protocolo que indica "sin duda alguna" que ambos reinaban simultáneamente. Además, apunta el estudioso, hay otra evidencia que refuerza esta teoría. Martín Valentín y su equipo encontraron una estatua del vissir Amon-Hotep Huy decapitada y con las manos mutiladas: "No se trata de un deterioro natural. Hemos demostrado, por la forma del corte de la caliza, que esta mutilación fue meticulosa, un ensañamiento contra esta figura. ¿Por qué?
Pues probablemente porque era un ultraortodoxo de Amón y hay hallazgos que confirman que siguió ejerciendo el culto a este dios cuando se instauró el monoteísmo durante el reinado de Amenofis IV".

Valentin resalta el redescubrimiento de los últimos tiempos de la figura de Amenofis III, al que se tenía por más bien pasivo y hedonista y al que se le otorga ahora un papel activo en la revolución teológica de su hijo, que se cambió el nombre por el de Akenatón y trasladó la capital del imperio de Tebas a Ajetatón, la nueva ciudad fundada por él mismo.

La tumba del visir Amen-Hotep Huy no se quedará solo como un hallazgo de peso científico e histórico. Los planes de la misión y del Gobierno egipcio son restaurarla para que pueda ser visitada por los turistas. Martín Valentín espera poder abrirla al público en tres o cuatro años, si la excavación pendiente del patio que antecede a la cámara no pone esos planes patas arriba.

 En cualquier caso, el egiptólogo ha querido recalcar (respondiendo a preguntas planteadas por los dos representantes egipcios de la presentación) que Egipto es en estos momentos un lugar "perfectamente seguro" para hacer un viaje. "Si vienen, los invito a cruzarse El Cairo conmigo de punta a punta. Aunque hubiera algún tipo de problema en algún barrio, no se enterarían. Egipto necesita que el turismo vuelva. Y visitar Egipto es algo que hay que hacer al menos una vez en la vida".

http://cultura.elpais.com/cultura/2014/03/18/actualidad/1395147878_576906.html

Amenofis III y el culto a Atón

Amenofis III fue un importante faraón de la dinastía XVIII de Egipto que gobernó de c. 1390/1 a 1353/2 a. c. También es conocido como Imenhotep III, Memnon, y otros nombres helenizados.
El reinado de Amenofis III puede c
alificarse como el más próspero de toda la historia de Egipto, pues fue inmediatamente después de las gloriosas campañas asiáticas de Thutmoses III y de Amenhotep II y justo antes de la crisis de Amarna, que tuvo como protagonista a su hijo Amenhotep IV, el futuro Akenatón.
Comúnmente se ha pensado en Amenofis III como un monarca algo incapaz, centrado en la tarea de edificar templos y tumbas, en hacer enormes cacerías y en buscar bellas mujeres tanto dentro como fuera del país para nutrir sus harenes.
La estabilidad lograda por las conquistas de sus predecesores trajo una época de prosperidad, debido a los tributos pagados por los pueblos vencidos. Egipto era, indiscutiblemente, la gran potencia de la zona.
La paz favorecía el comercio, fuente adicional de riqueza.
Se apoyó en dos consejeros: el visir del Alto Egipto, Ramose y el arquitecto Amenhotep, con la poderosa influencia de la primera Gran Esposa Real, Tiy.
El problema interno lo creaban los sacerdotes de Amón, que debido a las donaciones de Tutmosis III se habían vuelto tan poderosos que amenazaban al propio faraón. Tutmosis IV había intentado frenar al clero potenciando el culto al disco solar, Atón, que figura en su tumba.
Amenofis III continuó con esta huida diplomática, se alejó de Tebas construyendo un palacio en Malkata, en la ribera occidental y otro en El Fayum.
Muertos sus consejeros y al subir como corregente su hijo, éste empezó la verdadera guerra política contra los amonianos, apoyado por la reina Tiy.
http://arteyfuentes.blogspot.com.ar/.../estela-del-templo...



La iconografía de Aton en el Egipto de la dinastía XVIII y su relación con la ideología amarniana
http://www.transoxiana.com.ar/0106/gestoso_iconografia_aton.html


lunes, 26 de enero de 2015

Hatshepsut, la faraona

Hatshepsut fue la primera mujer que desafío el orden establecido en su época, para convertirse en el faraón más poderoso de Egipto. Nace sobre el año 1500 a.C. y se hizo pintar con vestimenta masculina, con barba y sin pechos.

Hatshepsut fue faraona de la dinastía XVIII de Egipto, quinta faraona de dicha dinastía y su reinado va del año 1479 al 1457 a. C. Gobernó con el nombre de Harshupsut que significa “la primera de las nobles damas”.

Era hija del faraón Tutmosis I y de Almose. Egipto estaba en esa época en un momento de máximo esplendor, llegando su dominio hasta el río Éufrates y la ciudad de Babilonia. El ejército del faraón era en aquel período el más fuerte del mundo y su momento económico era de gran prosperidad. Debido a todos estos factores, los faraones tenían un poder absoluto.

Hatshepsut tuvo una infancia apacible, donde no le faltó de nada y estaba unida a la vida de la corte del faraón. Tuvo dos hermanos y una hermana menor Neferubity. Sus hermanos murieron muy jóvenes, hecho que la colocaba en la línea sucesoria al trono, sin embargo era muy difícil que una mujer pudiera acceder al poder en Egipto.

Parece ser que el propio faraón Tutmosis I, trató en su reinado de asociar a su hija al trono, como así lo demuestra que le nombrase la heredera.

Cuando Tutmosis I, después de trece años de reinado, fallece, le sucede un hijo que había tenido con una concubina con el título de Tutmosis II. Este llega al poder por la existencia de una conjura palaciega dirigida por el Chaty y arquitecto real, el poderoso Ineni, debido a que éste tenía una gran ascendencia sobre Tutmosis II.Para Hatshepsut fue un duro golpe a su orgullo. Tuvo que convertirse en la Gran Esposa Real y casarse con su hermanastro.

En el Antiguo Egipto, el matrimonio entre hermanos se daba frecuentemente, sobre todo en la realeza esto no se consideraba incesto. Es una forma de preservar la sangre real y asegurar la sucesión dinástica dentro de la misma familia.

Turmosis II sólo gobernó tres años y medio y tuvo dos hijos. A su muerte éstos todavía estaban en edad muy temprana. Este faraón era de carácter débil y muy dubitativo. Su reinado pasa sin más pena ni gloria, estando muy lejos del esplendoroso reinado de su padre. Seguía siendo dirigido su reino por el visir Inani.

Hatshepsut durante el reinado de su marido Tutmosis II, hizo su propio círculo de adeptos, los cuales cada vez tenían más poder e influencia. Entre estos destacan dos personajes que tendrían posteriormente gran poder, Hapuseneb y Senenmut.
Además hizo hincapié en que era descendente directa de los grandes faraones, libertadores de los hicsos. Ostentaba el título de Esposa de Dios, lo que significaba que era portadora de la sangre sagrada de la reina Ahmose-Nefertari. Todo esto hizo ser a Hatshepsut opositora del visir Ineni.

Del matrimonio entre Tutmosis II y Hatshepsut tuvieron una hija llamada Neferure, pero no tuvieron varón. Como consecuencia de ello, Tutmosis II bajo el consejo del visir Ineni, nombra heredero a un hijo suyo que tuvo con una esposa menor llamada Aser, que llegó con el título de Tutmosis III, solo contaba con doce años de edadHatshepsut exigió, que al ser la primera esposa del faraón se convirtiera en Regente de Tutmosis III, esto sucedía en el año 1473 a. C.

Pospuso sine die el matrimonio de Tutmosis III y su hija Neferura, que era la única persona que podía legitimar el ascenso al poder real. Esto ya había sucedido en otros casos de regencia en la historia egipcia, la diferencia se basa en que estos casos no eran mujer.

En sus primeros años de regencia planificó los pasos que debían darse para cambiar a la tradicional sociedad egipcia. Se deshizo del poderoso visir Ineni y ascendió al poder político a sus fieles seguidores Hapuseneb y Senenmut. Unificó los cargos de Visir y de Sumo Sacerdote de Amón. Senenmut era un oficial de origen plebeyo que siempre estuvo con ella y algunos historiadores hablan de que ambos fueron amantes y que incluso su hija Neferure fue fruto de esta relación.
Senenmut fue nombrado Arquitecto Real. Fue también tutor de su hija. Éste se mantuvo soltero hecho que en el antiguo Egipto era algo inusual. Fue el único plebeyo que fue enterrado en sarcófago real. Su templo fue ubicado en medio de las montañas y es el más hermoso arquitectónicamente hablando de Egipto.
Posteriormente, fue convertido en monasterio. Este templo está excavado en parte dentro de la roca.

Cuando vió que ya ostentaba el poder absoluto, se hizo autoproclamarse delante de Tutmosis III también faraón de las Dos Tierras y primogénito del Dios Amón y con el total apoyo de la clase sacerdotal, encabezados por su fiel seguidor Hapuseneb. De esta forma se había convertido en la tercera reina faraona en la historia egipcia.

Hashepsut exigió los atributos masculinos de su cargo, haciéndose representar como un hombre y apareciendo con barba postiza. En la corregencia siempre fue ella la que decidía, colocando a su hijastro en un segundo lugar, ante el poderío y personalidad de esta faraona.

Se adaptó rápidamente al poder y lo disfrutaba. Era una magnifica regente, debido a su inteligencia, gran gestión administrativa a pesar de que tuvo que sortear numerosos problemas.

Supo ganarse el apoyo de todos los que le rodeaban, comenzando por los sacerdotes d Karnak, para ello daba grandes donaciones económicas y los privilegios que les fue otorgando.

En su momento, declara al pueblo egipcio que su verdadero padre no era Tutmosis I, sino el dios Amón. De esta forma, la faraona se declaraba primogénita del dios Amón y su papel era la de ser su delegada en la tierra, con lo que alcanza un papel sagrado. Este título le daba poder preponderante como sacerdotisa en el santuario nacional del culto al dios Amón. Esto le proporcionaba muchas propiedades legales documentales, e infinitas ventajas de todo tipo.

Una monumental estela de esta reina se encuentra en el templo de Amón, en Karnak. La heredó de su abuela que fue la primera esposa divina. Esto se conoce como la Teogamia, que permite validar su derecho al trono al ser considerad como un Dios vivo. Esto hizo que el poder de los sacerdotes de Amón fuera muy grande.
Hatshepsut usó cinco nombres, el de Horus, el de Nebty, el de Horus de Oro y los dos conocidos como nombre de nacimiento Hatshepsut y elnombre de coronación que era Maat-Ka-Ra, que quiere decir “el espíritu de Ra es justo”, utilizó siempre conjuntamente con su nombre de nacimiento

Esta faraona nunca tuvo una preparación militar. En sus 22 años de gobierno tuvo seis conflictos militares, tres con la región de Nubia y otras tres con las tribus de Siria y Palestina.

Fue una gobernante pacifica y que prefirió gastar los presupuestos del Estado en construir y embellecer edificios y las ciudades, en vez de conquistar territorios.

 Entre sus principales obras destacan:
- El templo de Salet en la isla de Elefantina que está dedicado a la diosa Pajet.
- Desarrolló una gran labor constructiva en Tebas, que era su ciudad. Hizo el recinto de las barcas sagradas de Luxor. Construyó dentro del gran templo de Amón en Karnak, la llamada Capilla Roja.
- Usando las canteras de Assuán, mandó construir los obeliscos más grandes jamás realizados para celebrar el XV jubileo de su ascensión al trono de Egipto, superiores a las de su padre Tutmosis I. Fueron colocados en Karnak y decorados con electrum, que es una aleación natural de oro y plata. Todavía se conserva en Assuán un obelisco inacabado que hubiera sido el mayor de todos ellos. Uno de ellos, que sigue en pie, sobresale 27 metros por encima del templo de Karnak
En aquella época los faraones se hacían construir su tumba y un templo mortuorio algo alejado de ésta, cuya finalidad era proteger a la misma, que sirviera como recordatorio de su labor en su reinado.

En Deir el- Hahari mandó construir un monumento mortuorio (conocido como el sublime de los sublimes), que sería el símbolo de su reinado. Se trata de uno de los templos más hermosos de Egipto. En sus paredes, están pintados todos sus logros políticos y económicos como faraona. Siendo uno de los más visitados actualmente por los turistas.
Fue construido al lado del templo de Mentuhotep II. Dicho monumento mortuorio tiene una estructura formada por largas terrazas con rampas alargadas de poca inclinación, que le hacen acoplarse perfectamente a la roca y su entorno. En dicho monumento hay un sector que no se puede ver, en él está la faraona Hatshesut y al arquitecto real Senenmut en actitud de amantes, de lo que se deduce, como ya hemos comentado anteriormente que debían ser amantes, pero esto estaba prohibido debido a la diferencia de linaje de ambos.

Debe resaltarse durante su gobierno, los dos viajes que hospició al territorio de Punt, región actual de Somalia, de donde se obtienen los mejores árboles de incienso y mirra. También trajo marfil, ébano, pieles de pantera y oro. Estas expediciones fueron dirigidas por Nehesi, que era como el portador del sello real,. En estos viajes no sólo se comerciaba, sino que se realizaban estudios minuciosos de la flora y fauna de estos territorios, así como de su organización política y social. La expedición se conmemoró con relieves en el templo de Hatsepsut en Tebas.

El monumento de Deir el–Bahari se terminó en el dieciseisavo año de gobierno y cuando Tutmosis III ya deseaba adquirir protagonismo. El faraón ansiaba más poder que Hatshepsut, pero ésta no se lo permitía. En el año XVII murieron en extrañas circunstancias los dos grandes apoyos de la faraona, Hapuseneb y Senenmut
La faraona deseaba que siguiera una dinastía femenina de faraones y para ello contaba con su hija Neferura, pero también falleció, lo que consiguió derrumbarla.
De pronto Hatshepsut desaparece de la vida política y pública sin que se sepa si fue derrocada. Parece ser que murió en el palacio de Tebas después de veintidós años de gobierno, calculándose que vivió unos cincuenta años.

Fue eliminada de todos los registros y de la lista de reyes. Sus estatuas fueron destruidas y enterradas en la arena del desierto. Su imagen fue borrada de todos los templos. Las estatuas que presiden su templo están todas decapitadas. Posiblemente sea el deseo de rescribir la historia, prescindiendo de la figura de Hatshepsut, primera mujer faraón de Egipto.

Su tumba fue descubierta por el arqueólogo Howard Carter en la primavera de 1903. En la tumba de Hatshepsut aparece también su nodriza Sita. Su cadáver tenía el brazo izquierdo doblado en posición típica de las reinas fallecidas. Su momia se encontraba rodeada de una gran cantidad de lienzos. Los recientes análisis de su momia han permitido saber que padecía una avanzada osteoporosis en las caderas, diabetes, artritis, sobre peso, cáncer y tenía absceso séptico en su boca lo que puede estar en el origen de su fallecimiento.

Podemos decir que, Hatshepsut fue una gran gobernanta durante su reinado. Egipto alcanzó su máximo esplendor poniendo las bases para el gran reinado de Tutmosis III.

http://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura---ocio/hatshepsut-la-faraona/20120114104552069040.html


viernes, 23 de enero de 2015

Los egipcios y el Inframundo

Los antiguos egipcios, en su concepción global del mundo, distinguían entre distintos espacios claramente diferenciados. Ante todo, resultaba evidente la existencia de nuestro propio espacio terrestre, el Reino de los Vivos, cuyo centro estaba situado en Egipto. El río Nilo constituía el eje del mundo terrenal y los egipcios pensaban que más allá de su país todo estaba regido por el caos y por la amenaza continua de los enemigos de Egipto.
Sobre la tierra, sostenida por cuatro inmensos pilares que se apoyaban en sus cuatro confines, se elevaba la bóveda celeste en la que estaban situados el sol, la luna y las estrellas. Era el Reino de Re, el Cielo Superior, que simbolizaban a través de la diosa Nut, a la que usualmente representaban como una mujer arqueada sobre la tierra, apoyando sobre ella sus manos y sus pies. El cuerpo de Nut sería la bóveda celeste.
Re, rey del Cielo Superior, era simbolizado por el sol; cada mañana recorría su reino utilizando para ello una inmensa barca que cada anochecer se sumergía en el Inframundo. Cuando el rey desaparecía de la vista de los hombres, durante la noche, la luna y las estrellas eran las encargadas de alumbrar el cielo.
En ese Inframundo, el tercer espacio que concebían los egipcios en su esquema del mundo, se encontraba la Duat, el Reino de los Muertos (o de Occidente), cuyo monarca era Osiris, Señor de los Occidentales. En la Duat era donde los espíritus de los hombres fallecidos tenían que pasar por diversos procesos de purificación que habrían de permitir, si conseguían arribar al estado de Glorificado, que fueran admitidos finalmente en el Reino Celeste de Re, en el Reino de las Estrellas.
Rodeándolo todo, el espacio terrestre, el Inframundo y el Reino Celeste, estaban las aguas primordiales, el Nun, de donde todo había surgido en el momento de la Creación. Del Nun era precisamente de donde tomaba sus aguas el Nilo en los momentos inminentes al fenómeno anual de la crecida.
En este estudio pretendemos aproximarnos a las contradictorias creencias que los antiguos egipcios nos dejaron plasmadas en sus textos funerarios acerca del Inframundo, entendido este como un espacio intermedio entre el Reino de los Vivos y el Reino Celeste. Para llevar a cabo esta aproximación utilizaremos la información que nos facilitan los "Textos de las Pirámides", el "Libro de los Muertos" y el "Libro del Amduat". El primero de esos libros pretendía facilitar el proceso de ascensión del rey fallecido, estando datado en los tiempos del Reino Antiguo. El segundo, que se inserta en el contexto del pleno triunfo de las creencias osirianas, se destinaba, en principio, a todos los hombres. En el tercero, finalmente, se nos brinda una información muy específica sobre el Inframundo, tratándose de un libro funerario que se pudo documentar en las paredes de la tumba de Tutmosis III.

El faraón y las estrellas
En los "Textos de las Pirámides", que son los textos funerarios más antiguos, destinados a facilitar el proceso de ascensión a los cielos del rey fallecido, se nos habla, además del propio Reino Celeste y del Nun, de la existencia de otros mundos que serían, esencialmente, espacios de purificación. En esos lugares el espíritu del rey se desprendería de posibles impurezas antes de arribar al Reino Celeste de Re. Así, se nos habla del Campo de los Juncos, que estaría situado al este del cielo. El conjuro 822 nos dice que desde este lugar se accede a los caminos perfectos del cielo. También se nos ofrece información del Campo de las Ofrendas, que estaría situado al norte del Campo de los Juncos, entre las Estrellas Imperecederas. Dice el conjuro 749: "Atraviesa el cielo hacia los Campos de Juncos, haz tu morada en los Campos de Ofrendas entre las Estrellas Imperecederas, las seguidoras de Osiris".
De ambos campos se nos brinda la imagen de lugares en los que abundan los canales de agua y los lagos, por lo que los dioses para poder atravesarlos precisan utilizar barcas. La fórmula 563 amplia que el Campo de las Ofrendas sería el lugar donde el ka del rey asimilaba las ofrendas consagradas a perpetuar su memoria: "Desciende, oh Rey, al campo de tu ka, al Campo de las Ofrendas... –se dice-. Oh ka del Rey, trae (algo) para que el Rey pueda comer contigo..." También se menciona en los "Textos de las Pirámides" otro espacio o mundo denominado Duat, que sería el lugar donde reina Osiris y que igualmente se asocia con la idea de una masa de agua que es atravesada con barcas.
De todos estos mundos del Más Allá que estamos mencionando los egipcios tenían la idea de que eran espacios de purificación. Veamos un conjuro (TP 1987) en el que se nos habla de la Duat como lugar en el que el rey se libera de impurezas: "Oh Rey, tu eres el hijo de un grande; báñate en el Lago de la Duat y ocupa tu asiento en el Campo de Juncos".
Todo sugiere que los autores de los "Textos de las Pirámides" pensaban que la Duat, el reino de Osiris, sería un espacio celeste inferior en el que estarían aquellos que todavía no están plenamente puros. En el conjuro número 251 podemos apreciar como el rey, convertido en un ser celestial, mira desde el cielo hacia abajo y contempla la Duat, donde reina Osiris:
"Abre tu lugar en el cielo entre las estrellas celestes (le dice Nut al rey), porque tú eres la Estrella Solitaria, el compañero de Hu; mira hacia abajo a Osiris cuando gobierna los espíritus, porque estás de pie lejos de él, no estás entre ellos y no estarás entre ellos".
En el Reino Nuevo los egipcios habrían de pensar que la Duat, el Inframundo, estaba situada no en un Cielo Inferior, sino debajo de la tierra. En los "Textos de las Pirámides", sin embargo, parece que la Duat es un mundo celeste, un Cielo Inferior, situado sobre la tierra pero debajo del Reino Celeste de Re. En el conjuro 802 se nos dice en ese sentido que la Duat sería el lugar donde se sitúa la estrella Orión: "has cruzado el Canal Sinuoso (situado en el Campo de los Juncos) en el norte del cielo como una estrella que atraviesa el mar que está bajo el cielo. La Duat ha asido tu mano en el lugar donde se encuentra Orión...".
A favor de esa hipótesis de la Duat como mundo celeste habría que citar diversas menciones de los "Textos de las Pirámides", como es el caso de la fórmula 5, en la que se nos dice que es un reino presidido por Horus, dios halcón, de naturaleza claramente celestial. Es posible que en los primeros tiempos los sacerdotes egipcios pensaran que la Duat era un mundo situado en el cielo, regido por Horus, que sería ayudado por Anubis, dios de los muertos;  en tiempos posteriores, una vez que Osiris pasó a ser el señor de la Duat, es cuando se habría ubicado esta región del Más Allá en el Inframundo, en el cielo inferior que se sitúa debajo de la tierra. En ese sentido existen diversos conjuros en los "Textos de las Pirámides", aparentemente los más antiguos, que nos hablan de Anubis en cuanto divinidad que preside a los Occidentales, es decir a los difuntos (así TP 57 y TP 220).
Estos denominados "Occidentales" serían los espíritus de los hombres y las mujeres de Egipto, que tras su muerte arribarían a este Cielo Inferior. Los "Textos de las Pirámides"  nos dicen que solamente el rey fallecido podía acceder al Cielo de Re, sin embargo la arqueología nos dice que desde los tiempos más remotos los egipcios tenían ciertas esperanzas de supervivencia tras la muerte, lo que se confirma con los ajuares de las tumbas.

Creencias contradictorias
Tras los acontecimientos del Primer Periodo Intermedio se produjo en Egipto una difusión de las creencias osirianas, de modo que a partir de entonces no solo el faraón sino todos los hombres podían aspirar a ocupar un puesto en el Reino Celeste de Re, lo que, sin embargo, no aseguraba que todos pudieran conseguirlo.
En ese sentido, en el capítulo 134 del "Libro de los Muertos", situados ya en los tiempos del Reino Nuevo, se aprecia una distinción entre los muertos que están simplemente muertos y los muertos que han alcanzado el estado de Glorificados, por haber culminado felizmente su travesía por el Inframundo y haber superado el Juicio de Osiris. En efecto, estos últimos, entre los que se incluye al Osiris N. (la persona para la que se fabricó el ejemplar del libro), son aquellos que han sido proclamados Justos de Voz en el Juicio de Osiris y que por tanto han sido reconocidos como tales en el doble cielo: en el Cielo Inferior de Osiris y en el Cielo Superior de Re. Veamos el texto:
"los hombres, los dioses, los bienaventurados (y) los muertos cuando ven al Osiris N. como Horus, tocado con la corona blanca, caen de hinojos, (porque) el Osiris N. ha sido proclamado justo sobre sus enemigos en el Cielo Superior, en el Cielo Inferior y en la asamblea de todos los dioses y de todas las diosas."
En este conjuro, en el que se distingue entre muertos sin más y muertos bienaventurados, todo parece sugerir que los sacerdotes que lo redactaron creían que el Inframundo, el Reino de Osiris, no estaba situado debajo de la tierra, sino que se ubicaba en un espacio celeste inferior, creencia que vemos que coincide con la que se había plasmado en los "Textos de las Pirámides".
En otros conjuros del "Libro de los Muertos", sin embargo, contribuyendo a aumentar la confusión, se exponen creencias opuestas. Así, a modo de ejemplo, se afirma que la Campiña de las Juncias, uno de los espacios del Inframundo, no estaría en el cielo sino en la propia tierra. Veamos lo que dice el capítulo180:
"mis ofrendas (dice el difunto) están en el cielo, en el Campo de Re y mis ofrendas están en la tierra, en la Campiña de las Juncias. Atravieso la Duat como seguidor de Re…"

Felices en el Cielo Inferior
En este contexto de creencias tan dispares sobre el Más Allá, en el "Libro de los Muertos" encontramos con frecuencia conjuros que nos confirman esas aparentes contradicciones. Así, en el capítulo 175A, el difunto, al contemplar el Inframundo, no puede sino manifestar sus quejas:
"-¡Oh, Atum! ¿qué es lo que ha ocurrido para que yo deba ser conducido a un desierto? Allí no hay agua, ni aire; es muy profundo, muy oscuro y prácticamente infinito…"
En el capítulo 110, sin embargo, en el que se nos habla de la Campiña de las Felicidades, espacio del Inframundo, apreciamos que algunos difuntos no desean alcanzar el Reino Celeste de Re, sino que se encuentran felices en este lugar del Cielo Inferior. Dice el conjuro:
"Aquí comienzan las fórmulas de la Campiña de las Juncias y las fórmulas para salir al día; para entrar y salir en el Más Allá; para vivir en la Doble Campiña de las Felicidades, la gran ciudad Señora de la brisa; para ser allí poderoso y glorioso y trabajar, segar, comer, beber y hacer el amor: (en suma), para hacer todo cuanto tenía el hábito de hacer sobre la tierra la personalidad de N."
Y más adelante será el propio difunto el que proclame que se siente feliz en este lugar:
"Dispongo lo preciso para habitar en tus campos, Hotep, en tu (campiña) bienamada, Señora de la brisa. En ella dilato mi espíritu y soy fuerte, en ella como y bebo, en ella trabajo y siego, en ella hago el amor; mis encantamientos son en tu campiña poderosos. No se me hacen reproches ni (tengo) preocupaciones y mi corazón es allí feliz."
Vemos que estos textos parecen sugerir que el Inframundo sería un lugar de purificación para los difuntos del que, curiosamente, algunos de ellos no desearían salir, ya que allí disfrutarían de una felicidad que resultaría adecuada a sus pretensiones. Parece que sería un lugar "engañoso" en el que algunos espíritus, que quizás no habrían sido capaces de desprenderse plenamente de las impurezas de la materia, se sentirían plenamente felices, no deseando por tanto superar ese estado y arribar al Cielo Superior, al Reino de la Luz de Re.
Otros espíritus, sin embargo, como luego veremos, estarían proclamando, una y otra vez, su ansia de trascender a ese Cielo Superior.

Deseos de elevación
En otros conjuros del "Libro de los Muertos" se nos habla de ese deseo de algunos difuntos que ansían superar las amenazas del Inframundo para dejando atrás el Cielo Inferior arribar, en estado de Glorificado, al Reino de la Luz. Veamos, a modo de ejemplo, uno de los conjuros que se integran en el capítulo 2, en el que el difunto proclama su deseo de que se le abran las puertas de la Duat para poder arribar al lugar que pueblan los habitantes de la luz:
"¡Oh Único, que brillas como la Luna! ¡Que N. pueda salir afuera entre la multitud de tus gentes! ¡Desátame, (como lo están) los habitantes de la luz! ¡Y ábreme la Duat!"
Similar creencia se plasma en el capítulo 15:
"¡(Ojalá) que el alma del Osiris N. se eleve al cielo contigo (se refiere al Disco solar), que parta en la barca del día y que arribe con la barca de la noche, que vaya a juntarse con las Estrellas Infatigables en el cielo!"
Y también en el capítulo 68:
"Las puertas del cielo me han sido abiertas, las puertas de la tierra no dificultan ya mi paso, los cerrojos de Geb me han sido quitados, la bóveda celeste me ha sido abierta…"

Geografía del Inframundo
En los textos que hasta este momento hemos venido comentando vemos que no se plasma una idea clara acerca de los mundos por los que habrá de transitar el hombre tras la muerte. Parece que en los tiempos más antiguos los "Textos de las Pirámides" ofrecían la creencia de que había dos cielos, uno inferior regido por Osiris y otro superior en el que reinaba Re. En el Reino Nuevo, sin embargo, predominó la creencia de que el Inframundo, el Cielo Inferior, estaría situado debajo de la tierra.
Para aumentar la confusión, los egipcios elaboraron, ya en los tiempos del Reino Nuevo, diversos textos que no eran sino guías que pretendían facilitar al difunto su travesía por el Inframundo. Serían, entre otros, el "Libro de los Dos Caminos", el "Libro de las Puertas", el "Libro de las Cavernas" y el "Libro del Amduat". De todos ellos se han conservado versiones escritas en las paredes de las tumbas de los reyes tebanos. En todo caso, el más popular de los libros funerarios de este momento será el "Libro de los Muertos", que venimos citando, que se ha identificado en versiones en papiro en muchas tumbas de particulares.
El "Libro del Amduat", que más adelante comentaremos nos habla de las doce horas de la noche y del tránsito nocturno de Re, de Occidente (puesta de sol) a Oriente (nuevo amanecer) atravesando el Inframundo (espacio subterráneo, según este texto), en un viaje en el que deberá hacer frente a las amenazas de un ser, la serpiente Apofis, símbolo de lo negativo, que desea que el orden establecido por el Dios Primigenio sea derrotado y la Creación tenga su fin.
En su lucha con Apofis, Re encontrará el apoyo del resto de las divinidades; también contará con el apoyo del faraón y los sacerdotes egipcios, que con sus diarios rituales mágicos en los templos ayudaban a que la Creación se mantuviera cada día. Ese sería, para los egipcios, el papel principal del hombre en la Creación: contribuir a que esta se perpetuara en eltiempo apoyando la causa de Re en su enfrentamiento nocturno con Apofis.
Del mismo modo que Re y su séquito habían de recorrer cada noche el Inframundo, también debían hacerlo los difuntos. De algún modo parece que la idea central sería que a lo largo de la noche tanto Re y las divinidades, como los difuntos, debían realizar un proceso de purificación que si tenía éxito habría de culminar cada nuevo amanecer con el ascenso de Re y su barca solar a los cielos. En esa barca viajarán también los difuntos que hayan superado el proceso de Glorificación y se hayan transformado en seres de luz, asimilados a las divinidades. Ese es el motivo de que la barca solar de Re sea llamada en los textos la "Barca de los Millones", por los millones de difuntos que a lo largo de los tiempos se han ido incorporando a ella.
Del mismo modo que Re y su séquito habían de viajar a lo largo de los doce horas de la noche, el difunto, durante su viaje por el Inframundo, debía superar los peligros que le amenazaban en las siete puertas de Osiris. El ritual de las Cuatro Antorchas de Glorificación, que se expone en el capítulo 137A del "Libro de los Muertos" y que se realizaba en la tumba del fallecido, tras la ceremonia de la Apertura de la Boca, durante la primera noche, pretendía garantizar que el inmenso poder mágico del Ojo de Horus, símbolo de la luz, iluminara las tinieblas de la noche para que el difunto, así, viera facilitado su acceso por esas puertas del Inframundo.

Libro del Amduat
Las primeras copias que se han conservado de este libro, que nos habla de ese viaje nocturno del dios Re y su sequito a lo largo de las doce horas de la noche por la Duat, el Reino del Inframundo, fueron identificadas en una de las tumbas reales del Valle de los Reyes, en concreto en la que habría albergado en su día los restos de Tutmosis III.
El viaje de Re por el Reino de los Muertos se iniciaba en la primera hora de la noche, cuando la Barca Solar se hundía en el Horizonte, tragada aparentemente por la tierra. En ese momento del crepúsculo, Re era representado con cabeza de carnero, símbolo de la vejez y la decrepitud. A la mañana siguiente, con el nuevo amanecer, Re habría de salir del Inframundo triunfante, representado ahora como un escarabajo, el animal que para los egipcios habría llegado a la existencia por si mismo.
Re surgía cada nuevo día con una renacida juventud anunciando una esperanza de eternidad para todos los hombres justos. Cada noche, en la Duat, Re permitía que los difuntos bendecidos subieran a su barca para elevarse todos, al amanecer, hacia el reino de los cielos. El viaje de Re por el mundo sin luz suponía un claro símbolo de la esperanza de resurrección que esperaba a los muertos en la Duat, en el reino de Osiris.
Veremos seguidamente el modo en que se desarrollaba ese viaje de la Barca Solar por el mundo de la noche, de acuerdo con la interpretación que del "Libro del Amduat" realizaron Eric Hornung y Theodor Abt.

Las Horas de la Noche
El viaje nocturno de Re se iniciaba en la Hora Primera de la noche, cuando se había producido la puesta del sol en el Horizonte. En su barca, Re era acompañado por un séquito de divinidades entre las que destacaba su hija Maat, responsable del orden del cosmos y guía en el camino de la oscuridad. En cada una de las doce horas de la noche Re habría de ser guiado también por la diosa Hathor, representada en doce diferentes acepciones, una para cada hora respectiva. Además, doce serpientes uraeus, símbolos de la luz  divina, se encargarían de iluminar la oscuridad, manteniendo así alejados a los enemigos del dios sol.
En la Hora Segunda se iniciaba el viaje de la Barca Solar por el río que atraviesa el Inframundo, del que se nos ofrece la imagen de una región fértil cuyos campos son trabajados por personas que llevan en sus manos espigas de cereal, símbolo de la buena cosecha producida. Se confirma así la creencia de que Osiris, en su reino, tendría asignadas diferentes parcelas de tierra a diversos personajes que se ocupan de su laboreo.
En las Horas Tercera y Cuarta de la noche, Re avanzará en su barca por las denominadas Aguas de Osiris, símbolo de las aguas fertilizantes del Nilo, y arribará al desierto de Rosetau, también llamado tierra de Sokar, divinidad que encarna a una de las acepciones de Osiris. Llegará así Re, en la Hora Quinta, a la Caverna de Sokar, donde se sitúa la propia tumba de Osiris, que está flanqueada por Isis y Neftis que han adoptado la forma de pájaro. Es aquí donde se produce la unión de Osiris-Sokar con Re y con el propio difunto bendecido. En esta Hora Quinta se sitúa también el Lago de Fuego, lugar de castigo para los difuntos no justificados, que no superaron el Juicio de Osiris.
En la Hora Sexta, en la media noche, es cuando se produce la unión del cuerpo y el alma de Re. Es ahora cuando llega la luz y la vida para los muertos bendecidos. Es en esta hora en la que se sitúa el momento clave del renacer de los muertos a la vida eterna, a la vida de millones de años.
El viaje de Re por la noche está plagado de peligros. Las fuerzas del caos están acechantes y pretenden conseguir que la renovación de la Creación sea interrumpida. Los enemigos de Re buscan que el sol no surja en el nuevo amanecer y que el orden del cosmos sea quebrantado. Precisamente el momento de máximo peligro llegará en la Hora Séptima, cuando Re deberá enfrentarse con la serpiente Apofis, paradigma del caos y del desorden. La victoria de Re cada noche permitirá que el orden natural de las cosas no se derrumbe. Será en la Hora Octava, tras la victoria de Re cuando quede asegurado ese retorno del orden cósmico, en tanto que en la Hora Novena las diversas divinidades ayudarán a remolcar la Barca Solar, que seguirá avanzando por el Inframundo y en la Hora Décima habrá de producirse el episodio, cada noche repetido, de la cura y reparación del Ojo de Re por los dioses Thot y Sejmet.
Cuando llega la Hora Undécima estamos ya muy cerca del nuevo amanecer. Es en este momento cuando se nos habla de los castigos que sufren los muertos no bendecidos. Cuatro diosas, que montan sobre serpientes, emiten un aliento de fuego que protege a Re y aniquila, una y otra vez, noche tras noche, a sus enemigos. Se representan pozos ardientes en donde los declarados impuros sufren el castigo de su eterna destrucción.
Finalmente, la Barca Solar llega a la Hora Duodécima. Se produce el nuevo amanecer del sol. Es el momento del renacimiento y de la regeneración plena de Re y de los muertos bendecidos. Re se muestra ahora en todo su esplendor, coronado por el disco solar y protegido por la serpiente uraeus. La Barca de los Millones, en la que navegan los muertos declarados justos en el juicio de Osiris, avanza hacia la luz, hacia el reino celestial, en medio de una alegría generalizada. El proceso de regeneración se ha completado. La creación se ha renovado una vez más. Re ha salido victorioso de las amenazas del Inframundo, en donde noche tras noche se produce continuamente la renovación de la vida. A partir de ahora cada difunto brillará en el cielo como Re.

Alegría del amanecer
Esa alegría que sienten los difuntos Glorificados, transformados en seres de luz, y la similar emoción que embarga a los dioses cada nuevo amanecer, se refleja también en el "Libro de los Muertos", en cuyo capítulo 15 se dice que:
"Con alegre corazón cruzas el cielo y el Lago celeste en ello se regocija. La serpiente, la perversa, está en tierra, abatida… Re voga con viento propicio; la barca de la noche surca el cielo y navega hasta arribar a puerto."
Similar idea se expone en el capítulo 133:
"Re surge en el horizonte: su Enéada le acompaña cuando el dios sale de su cámara secreta. Un estremecimiento se apodera del horizonte oriental del cielo a la voz de Nut, que despeja los caminos para Re…
El cielo está lleno de estremecimientos cuando apareces cada día completamente renovado. El horizonte se regocija por ello y en tu barca se levantan gritos de júbilo."
Y es que ahora, en cada nuevo amanecer, los difuntos Glorificados se han asimilado a las divinidades y la Creación, con el triunfo de Re, se mantiene por otro día más.

http://www.monografias.com/trabajos100/egipcios-y-inframundo/egipcios-y-inframundo.shtml


viernes, 9 de enero de 2015

Zóser, El Magnífico

Cuando ocupa el trono el faraón Zóser (o Djeser) se inicia el Antiguo Imperio egipcio. Estamos en el siglo XXVII a. De J.C. en el principio de la III dinastía. Zóser reina del 2640 al 2575 o del 2625 al 2605. El Egipto de la Antigüedad va a conocer uno de los periodos más brillantes de su historia y se habla, con mucha razón del "siglo de Zóser".

Algo más que un Rey
Según A. H. Gardiner, se pude considerar a Zóser como el verdadero fundador de esta III dinastía que, como veremos, dará un giro decisivo en la evolución religiosa, artística y probablemente social del antiguo Egipto. Un pequeño detalle nos mostrará hasta que punto la época inaugurada por Zóser introduce novedades: en la lista real de Turín, que presenta una sucesión de faraones, el nombre de Zóser se distingue inmediatamente. El escriba ha empleado tinta roja para él, un hecho totalmente excepcional.
 
Poca cosa, en realidad, para señalar el extraordinario reinado de uno de los más grandes faraones egipcios, por no decir el más grande. Zóser reinó en un Egipto unificado. Podemos estar seguros de ello por que para edificar el complejo de Saqqara hace falta un poderoso poder central. El Alto y Bajo Egipto, aún conservando su originalidad y sus instituciones particulares, se reúnen en la "doble corona". Las luchas triviales y partidistas, han terminado. Todo Egipto se reconoce en la persona de su caudillo, la paz interior es ya una realidad profundamente enraizada. Zóser era un hombre de voluntad férrea y autoridad, basta con recordar su impresionante cara en la estatua de Saqqara, pero este rey autoritario, también fue un hombre justo. A lo largo de toda la historia de Egipto se le rindió homenaje y las generaciones posteriores conservan de él el recuerdo de un hombre sabio, inteligente y competente.

Imhotep "El Divino"
La obra de Zóser fue de orden arquitectónico; para conseguir crear el conjunto arquitectónico de Saqqara, recurrió a un arquitecto genial, Imhotep. El sacerdote Manetón dice acerca de Imhotep que, a causa de su ciencia médica es considerado por los egipcios como Escapulario; a el se debe el procedimiento de la piedra tallada para la construcción de monumentos y también se dedicó a las letras. Imhotep, primer ministro y amigo personal de Zóser el magnifico, es uno de los genios más grandes de la historia. Es el artífice de una revolución artística de un alcance considerable, puesto que fue el primer arquitecto en construir en piedra un conjunto monumental tan importante como el de Saqqara. Imhotep, según una inscripción encontrada en Uadi Hammamat, era hijo de Kanefer, que tenía el titulo de "jefe de las obras del país del sur y del norte"; dicho de otro modo, era el maestro de obras del reino nombrado directamente por el faraón. Así, tenia de donde aprender, y probablemente aprendió el oficio de su padre y en los talleres de Menfis, la capital de Egipto.
Según la tradición, Imhotep no poseía solamente las cualidades de un arquitecto; también era médico, mago, astrólogo, escritor y filósofo. Se trata de aptitudes que también se atribuyen a muchos grandes maestros de obras, sobre todo en la edad media, de Oriente y Occidente.
Imhotep, empezó tallando vasijas de piedra dura en los sótanos de Saqqara. Después fue escultor, arquitecto, y ocupó las funciones administrativas y religiosas más altas. Administrativas al ser portador del sello real, es decir, un alto dignatario capaz de tomar decisiones comprometedoras para el destino del estado egipcio; religiosas al ser sumo sacerdote de Heliópolis, la ciudad santa por excelencia, la ciudad del dios sol. Imhotep, disponía de la casi totalidad de los poderes civiles y religiosos y trabajaba bajo la responsabilidad directa del faraón. Como Imhotep, era también jefe de la justicia, superintendente de los archivos reales, "vigilante" de lo que aportan el cielo y la tierra del Nilo, "vigilante" de todo el país, jefe de los magos, y portador de las formulas que hacen eficaces los ritos, se constata que gozaba de las prerrogativas del visir. En la historia de Egipto, el visir será el segundo personaje del estado, el confidente del faraón, el hombre del ejecutivo. Sin llevar el título, Imhotep creó su función y definió su campo de responsabilidades.
A partir de la XXVI dinastía, que admiró tanto al Imperio Antiguo, se crearon estatuillas de bronce que representaban a Imhotep. Aparece sentado, en una postura severa, con un rollo de papiro sobre sus rodillas. Lleva la cabeza rapada y va vestido con un traje largo. Todo en él es calma y serenidad. Su fama no cesa de aumentar. Se le adjudica un cuerpo especial de sacerdotes, por que Imhotep se convierte en dios, incluso forma parte de una "triada", Imhotep es hijo del dios Ptah, patrón de los artesanos, y de la diosa Sekmet. Se trata pues de un "dios hijo" venerado hasta la época de los Ptolomeos. Bajo la ocupación de Dario el Persa, los egipcios honran la memoria de Imhotep maestro de obras y le atribuyen la creación del plano del inmenso templo de Edfu, en el alto Egipto. Se construyeron templos en honor al divinizado Imhotep en Karnak, en Dayr el-Bahary, en Dayr el-Medineh, en la isla de File y probablemente en otros muchos lugares. Pero su santuario mas famoso fue una capilla en Saqqara.
El arqueólogo británico W.B. Emery estaba convencido de que la tumba del gran sabio se había cavado en el sector norte de Saqqara. Buscándola, descubrió un pozo funerario de la III dinastía, la de Zóser e Imhotep. Lleno de esperanza, llego hasta un verdadero laberinto a más de diez metros bajo el suelo. Es ese lugar había amontonadas miles de momias de ibis. El pájaro sagrado de Toth no está relacionado con Imhotep, que veneraba al dios de la cabeza de ibis, patrón de los escribas y de los magos. Ese laberinto subterráneo era un homenaje indirecto a la memoria del maestro de obras. Si bien la momia y la tumba de Imhotep no han sido encontrados, su obra esencial permanece viva y bien visible.

El complejo funerario de Saqqara
Al igual que Luxor, Karnak, Abydos o Edfu, Saqqara es un paraje mágico donde se respira el espíritu egipcio en toda su pureza. Sobre esa llanura desértica, donde casi se puede palpar el genio de la vieja civilización faraónica, nos vemos bruscamente transportados muy lejos de El Cairo, muy lejos de nuestra época. Se tiene la impresión de comunicar con esos hombres que, a pesar de los siglos, siguen cerca de nosotros. La pirámide escalonada de Zóser y de Imhotep, recinto sagrado del complejo funerario, los monumentos que se levantan hacia el cielo, no nos resultan extraños, son parte integrante de nuestro paisaje interior, son creaciones de tal fuerza que nuestra mirada nunca las podrá olvidar.
El emplazamiento de Saqqara fue redescubierto por un general prusiano, Van Minutoli en 1821, El ingeniero J.S. Perring empezó las excavaciones en 1837; una primera exploración sistemática se realizó en 1842-1843 por el arqueólogo alemán Richard Lepsius. En 1851, Auguste Mariette descubrió el Sarapeum, y hace recaer la atención del mundo en Saqqara. En cuanto al conjunto de Zóser, hay que esperar la campaña de excavaciones dirigida por Cecil M. Firth, de 1924 a 1927. En el mes de Enero de 1924 empezó a explorar el complejo funerario y, para su gran sorpresa, descubrió los cimientos de una fachada de piedra tallada con columnas acanaladas. Al principio, no puede pensar que se trate de una obra egipcia y piensa que se trata de una muestra de arquitectura griega. Firth tuvo que rendirse enseguida ante la evidencia: se trata de una construcción de la época faraónica.
El arqueólogo francés Jean-Philippe Lauer se vinculó a la exploración arqueológica de la obra de Zóser. Empezó a trabajar en Saqqara en diciembre de 1926, y actualmente aún continúa ocupándose de los monumentos.
Saqqara se encuentra en el desierto, en el límite de la llanura libia, frente a tierras cultivadas y a los palmerales donde se han encontrado escasos restos de la gloriosa Menfis. El paraje elegido por Imhotep dominaba la capital de Zóser; no estaba muy lejos de la necrópolis de los faraones de la I y II dinastía, con lo que se garantizaba una especie de continuidad espacial.

Empiezan las obras
Imhotep hizo quitar la arena y allanar la superficie calcárea. Después se cavaron pozos en la piedra hasta veinticinco metros de profundidad, y en el fondo se puso granito. Ahora bien, no hay canteras de granito cerca de Menfis; la piedra de mejor calidad se encuentra en la zona de la primera catarata, a ochocientos kilómetros de Saqqara. Sin embargo, los bloques de granito se llevaron en barco hasta la región de Menfis. El faraón no se vuelve atrás ante una dificultad técnica.
Saqqara es ante todo la pirámide escalonada, se encuentra en el centro de la superficie de quince hectáreas ocupada por el terreno funerario, es también, el punto central del admirable ideal de Zóser: subir al utilizando esa gigantesca escalera de piedra, acceder al paraíso celeste por las gradas de la pirámide para vivir en compañía de sus hermanos, los dioses.
Entre los numeroso y complicados edificios concebidos por Imhotep, la pirámide escalonada se impone inmediatamente a la mirada. Bajo esta pirámide se depositó el cuerpo mortal del faraón; en su cima, confundido con el sol, se encuentra el cuerpo inmortal, brillando para siempre como una estrella para iluminar a las generaciones futuras.
Una inmensa tapia rodeaba el conjunto funerario: medía más de mil quinientos metros de largo y unos once metros de alto. Cada cuatro metros, mas o menos, se marcaba el ritmo de la muralla por una especia de baluarte, adornado con una puerta falsa con dos batientes. Ese dispositivo de protección estaba marcado por una alternancia de partes salientes y entrantes que le daban el aspecto de una "fachada de palacio" fortificada. Probablemente, Zóser quiso reproducir la famosa "muralla blanca" que rodeaba Menfis y cuya construcción decidió Menes. De ese modo rendía homenaje a su más ilustre predecesor y magnificaba la unidad del Doble País.
El hecho más sobresaliente es el nacimiento de la forma piramidal. Por primera vez en la historia egipcia, un arquitecto crea una formula monumental, tan poderosa y particular, los niveles o gradas de la pirámide son, al mismo tiempo, mastabas superpuestas y escalones de una escalera que une el cielo y la tierra. Todo sucede como si el arquitecto arrancara la materia del suelo, como si el peso de la piedra no fuera obstáculo para él, sino, una posibilidad de elevación. Con el nacimiento de la pirámide, Egipto sale del marco estrecho de una civilización primitiva para entrar en la historia universal.

La obra de Zóser no ha sido construida para los mortales
Para acceder a ella hay que encontrar primero la entrada de la parte reservada a Zóser. Imaginemos la tapia en su estado primitivo. Nos encontramos por todas partes, con baluartes, puertas falsas que parecen estar abiertas pero que , en realidad, son efectos engañosos en la piedra; se encuentran en todas partes menos cerca del ángulo sur del lado este del recinto. En este lugar se encuentra el único acceso, abierto en una puerta monumental de seis metros de alto por un metro de ancho, no tiene ninguna cerradura; es una curiosa paradoja ya que si bien las fortificaciones se edificaban con todo lujo de precauciones, la única entrada posible tiene como única defensa su estreches.
Lo que sucede es que , la gran obra de Zóser, no ha sido construida para los mortales, solamente el alma puede penetrar por esta abertura. Al franquear esa puerta, notamos que atravesamos la frontera de otro mundo, para Zóser, era el umbral del Más Allá, trasladado y manifestado en la tierra de los vivos. Una vez dentro, descubrimos por una admirable columnata de cincuenta y cuatro metros de largo, una alameda primitivamente cubierta y bordeada de cuarenta columnas, es además, el primer espacio abierto de columnas que se conoce. En el ángulo suroseste hay una pared rematada con un friso de cobras enfurecidas, pero, acerquémonos a la pirámide y a sus seis gradas desiguales que se elevan a más de sesenta metros de altura. Su núcleo central fue una mastaba de forma totalmente excepcional con una base cuadrada. Por consiguiente, Imhotep, se liberó del pasado y manifestó su genio innovador. Los cuatro lados de la pirámide, cada uno de una longitud de unos sesenta y dos metros, están orientados a los cuatro puntos cardinales, hay que ver en ello una motivación religiosa.
Lo que sorprende en el aspecto de esta primera pirámide de la historia egipcia es la fuerza de un nacimiento. Todo es coherencia, todo es unidad en la pirámide escalonada de Zóser.

El mundo subterráneo; las cámaras funerarias de Zóser
Cuando Lauer, a veintiocho metros de profundidad, perturbó por primera vez el silencio de esos lugares, descubrió una verdadera ciudad-laberinto formada por la tumba del rey, sus dependencias, la tumba de las reinas, galerías, pasillos y habitaciones de diversos tamaños; se trataba de una ciudad de piedra eterna. La exploración arqueología no ha resuelto ni mucho menos todos los enigmas. Todavía no podemos explicar la totalidad de ese complicado dispositivo. Sin embargo, algunos puntos de referencia permiten percibir las intenciones de Zóser.
La decoración de algunas partes de esas cámaras funerarias es esmerada, resalta la presencia de placas de loza azul imitando las esteras de caña que adornaban las paredes del palacio menfita del rey. Además parece ser, que imhotep, quiso reproducir en la piedra elementos vegetales como cañas o palmeras y elementos de madera. Nos espera una maravillosa revelación, por que Zóser estáfísicamente presente en sus posesiones subterráneas. No está presente en su momia, de la que solo se encontró un pie, sino por las estelas en que se muestra a Zóser efectuando actos rituales. Se le ve sobre todo corriendo, mostrando una potente musculatura, con el flagellum en una mano y el mekes en la otra. El flagellum es una insignia de gobierno, el mekes es un estuche que contiene el testamento por el que los dioses legan al faraón la tierra de Egipto para que éste le dé felicidad y prosperidad.
Existe otro enigma que bloquea nuestra comprensión de las cámaras funerarias subterráneas de Zóser. El faraón se había reservado dos tumbas: la que se encuentra bajo la pirámide y otra bajo el macizo del recinto sur, a más de doscientos metros de su momia. Esa tumba del sur imita, además, el panteón situado bajo la pirámide; se encuentra allí la representación de Zóser celebrando los mismo ritos. Solamente las creencias religiosas pueden explicar lo extraño de un dispositivo de este tipo. Una de las tumbas de Zóser estaba destinada a uno de los aspectos de su ser, probablemente lo que se podría llamar su cuerpo mortal, mientras que la otra era reservada a su cuerpo imperceptible.
Otra de las sorpresas de los arqueólogos fue descubrir una gran cantidad de vasijas de piedra dura amontonadas el algunas habitaciones. Se cuentas al menos cuarenta mil en alabastro, pizarra, diorita, dolerita, granito, etc. Varias de ellas tenían grabado el nombre de faraones de la I y la II dinastía y de personajes importantes. Hay una vasija que destaca, ofreciendo una de las claves del conjunto: servia de soporte a un texto que desea a Zóser un millón de fiestas de sed, es decir, que su reinado se renueve eternamente. La acumulación de esas vasijas es un acto mágico.

Volvemos a la superficie
Salgamos ahora de la zona subterránea y volvamos a la superficie. Nuestra atención se centra fundamentalmente en dos edificios rectangulares de techo abombado, la "casa del norte" y la "casa del sur" edificios que corresponden a las dos partes de Egipto y que desempañan un papel importante en la celebración de la fiesta sed para la que se concibió la compleja red de monumentos situados en el interior del recinto. Experimentaremos una intensa emoción al dirigirnos hacia el patio del sirdab, frente al extremo este de la cara norte de la pirámide escalonada. En el Sirdab, esa cámara ciega que contiene las efigies del muerto, nos espera Zóser. Está ahí, inmortalizado para toda la eternidad en una extraordinaria estatua de piedra. En la actualidad un molde reemplaza el original que se conserva en el museo de El Cairo, pero la representación del faraón ha conservado toda su fuerza.
Zóser va vestido con un traje ritual largo, y sólo se ven sus manos y sus pies. Lleva una larga peluca cubierta con una tela plisada y la barba postiza, considerada en sí como una divinidad. Los ojos de cristal de roca, que estaban engarzados en alvéolos de cobre, han desaparecido. Sin embargo, la mirada de Zóser sigue presente. Sigue dando vida a esa cara de una gran severidad, con pómulos salientes, subraya la actitud hierática del faraón, con la mano izquierda extendida sobre el muslo y la mano derecha cerrada sobre el pecho.

Una última mirada a Saqqara
A pesar de su carácter funerario, se nota hasta que punto, todo rezuma aquí una fuerza naciente, una juventud de una civilización, una pasión del descubrimiento y de la novedad. La eficacia mágica no es una palabra vana: Zóser ha vencido la prueba del tiempo, ha dado a Egipto una fuerza que durará durante varios milenios, ha creado la forma piramidal, sin lugar a dudas la más pura y la más perfecta de todas las visiones arquitectónicas del hombre.
Hay que tener presente la voluntad de Zóser de vincular de manera indisoluble lo divino y lo humano. En Saqqara construyó su tumba pero reprodujo también su palacio real, El lugar de su existencia terrestre. Utiliza la piedra, el material aparentemente más opaco, pero lo hace trasparente para la misteriosa circulación del alma. Y no olvidemos sobre todo que Saqqara es el lugar de una fiesta.
En realidad Zóser no fue muerto; trasmitió la vida mediante la piedra. Tras las fachadas de su palacio del Más Allá, cuidadosamente labradas, solamente hay un montón de grava. Al franquear el recinto, pasamos al otro lado del espejo, entramos en el paisaje del alma, en la realidad de una fiesta eterna.

http://www.egiptologia.com/historia/349-zoser-el-magnifico.html

La pirámide del faraón Djoser - Arquitecturas, 2008