Historia del “Eco” y
la ninfa condenada a repetir las últimas sílabas
Muchas veces hemos jugado a escuchar nuestra propia voz desde un
lugar ajeno a nosotros (y no precisamente de una grabación), si bien para
llegar a ello primero tuvimos que vociferar alguna frase que se expandiera en
el espacio. Pero para que dicha recreación tuviese éxito, debimos encontrarnos
en una zona propicia, ya sea un túnel, una montaña o un valle. Por ende,
situados en alguno de estos parajes, al pronunciar aunque sea una palabra
cualesquiera percibimos las últimas sílabas de la misma y se ha dado a conocer
esta singularidad con el nombre de Eco.
Efectivamente, el Eco
es un fenómeno acústico que se origina cuando una onda rebota y regresa a su
emisor. No obstante, para que ello sea percibido por nuestro oído, se debe
superar la denominada persistencia acústica, es decir, el fenómeno por el cual
el cerebro humano percibe dos sonidos distintos como uno solo. Pero si
ciertamente, la onda acústica supera a la mencionada persistencia acústica, se
producirá el fenómeno del eco.
¿Pero de dónde nace la
palabra con la que se designa a este fenómeno? En la mitología griega, había
precisamente una ninfa llamada Eco, que además de poseer las virtudes de una
belleza cabal, era una mujer muy simpática y parlanchina. Se decía de ella que
era la ninfa más alegre y que conquistaba a todos los mortales de los que ella
apetecía menos por su belleza que por sus seductoras conversaciones… y no era
de esperar que el semental Zeus, dios del rayo, posara sus libidinosos ojos en
ella. Ergo, en una determinada oportunidad, el dios se apareció ante ella con
sólo una porción de su esplendor (toda su magnificencia hubiese fulminado a la
ninfa) y la sedujo. Eco, conquistada inmediatamente por semejante virilidad,
digamos que mucho no se resistió y juntos se apartaron para hacer el amor de
forma desenfrenada . Pero la pasión no terminaría adecuadamente, ya que
Hera, esposa de Zeus, que había seguido a su marido tal vez sospechando de sus
pretensiones, los sorprendió en pleno acto sexual y su enojo fue tal, que
arrancó violentamente a Eco de los brazos ardientes de su infiel esposo y la
arrojó por los aires. La ninfa golpeó su cabeza contra un árbol y se desvaneció
por unos segundos. Hera, diosa irascible como ninguna, sin contentarse por el
brutal golpe sufrido por la ninfa, la exhortó a vivir en montes, montañas y
cuevas y la condenó a que no pudiese expresar las cosas que quisiera decir: “Si
tu arma de seducción es la locuacidad, ahora ya no podrás conquistar a los
hombres de otras mujeres”. Zeus, preocupado por el castigo impuesto por su
esposa, palió la desgracia de Eco al otorgarle la posibilidad de que al menos
pudiese repetir las últimas sílabas de las palabras pronunciadas por otros.
De esta manera, cuando
nos encontramos en una montaña o tal vez en un túnel que simula una cueva,
sabemos que Eco estará merodeando por ahí, esperando que alguien pronuncie
palabra alguna para saciar sus incontrolables ansias de hablar, aunque sea unas
simples y ulteriores sílabas…
Mauro Gago
http://paleorama.wordpress.com/2013/01/03 /historia-del-eco-y-la-ninfa-condenada-a-repetir-las-ultimas-silabas/
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