domingo, 3 de agosto de 2014

HISTORIA DE ROMA ANTIGUA
ORÍGENES, DESARROLLO Y DECADENCIA

El Lacio es una llanura más o menos fértil —abundante pasto, poco trigo—, que sufrió durante siglos la amenaza del paludismo. El pueblo latino ocupaba un territorio limitado al norte por el Tíber, al este por laderas de los Apeninos (sabinos), al sur por la extremidad meridional de los montes Albanos, pequeños volcanes que culminan en el monte Cayo (1.000 m). Las cenizas, y los productos volcánicos acumulados, han constituido la base originaria de esta singular llanura.

Al norte, a 20 Km. de la costa, surgió Roma. Sobre la ribera encierran una pequeña llanura pantanosa, el Foro, desecada después para la construcción de la cloaca máxima, donde pastores y marineros intercambian sus productos.

El nacimiento de la ciudad romana nos es conocido de dos maneras: por la orgullosa leyenda que se transmitían los romanos, y por las excavaciones efectuadas en el Lacio. Escuchemos primero la leyenda sin olvidar que quienes la han recogido, escribían 600 años después de los acontecimientos.

La leyenda dice que el vuelo de las aves decidió el lugar y el momento exactos del nacimiento de Roma. Rómulo, quien junto con su hermano Remo había sido rescatado del Tíber y alimentado por la mítica loba, supo interpretar lo que era un guiño de los dioses. Con la estela de una bandada de pájaros, Júpiter trazó en el cielo el escenario reservado para una nueva ciudad, cuyo destino no podía ser otro que imperial. No fue para menos.

Con el paso del tiempo, Roma llegó a abarcar -en una geografía cuyo centro lo constituía el siempre trajinado y disputado mar Mediterráneo- desde Gran Bretaña al desierto del Sahara y desde la Península Ibérica al Eúfrates.

En un principio, tras su fundación -según la tradición, en 753 a.C.-, Roma fue una monarquía etrusca. Más tarde -en 509 a.C.- se convirtió en una república del Latió y, finalmente -en 27 a.C.-, en un imperio donde los poderes reales dictatoriales, senatoriales, del ejército y las regiones no siempre lograron estar en equilibrio.

La arqueología fue la encargada de rebajar la fantasía del mito de origen a datos más fiables. En realidad, fueron los etruscos quienes pusieron la piedra liminar de la ciudad fundada por Rómulo y, además, la urbanizaron y moldearon sus primeras instituciones políticas.

En toda esta tarea, el modelo seguido fue el mismo: el de las ciudades-estado griegas. Igualmente, el sistema monárquico adoptado, en cuyo trono fue Rómulo el primero en sentarse, imitó al de los tiranos de la Hélade, que en su ejercicio del poder conjugaban el autoritarismo con cierto halago populista.

Sin embargo, mientras las ciudades-estado griegas nunca lograron consolidar una unidad política que fuese más allá de alianzas puntuales, Roma supo dominar a sus vecinos tejiendo vínculos de dependencia, ya sea por la vía de la diplomacia o, más expeditivamente, de las legiones, cuyos arte militar y tecnología bélica tuvieron importantes innovaciones. Roma había adquirido numerosos territorios en forma de provincias ya sea bajo administración senatorial o gestión consular, y también debido a pactos de adhesión que convertían a estados aliados en protectorados. Su principal competidora en aquella época -y por ello, s primera gran derrotada- fue la ciudad púnica de Cartago, también como Roma en expansión a través del Mediterráneo.

El dominio de amplios territorios se tradujo en constantes rebeliones, que se alternaron con los conflictos internos. Todo ello llevó a su partición primero y a su desmembramiento después, lo cual inició la Edad Media. El romano fue un imperio fundamentalmente urbano, y sus ciudades, bien diseñadas, tenían amplias calzadas, templos, monumentos y edificios públicos, entre ellos, teatros, anfiteatros y circos. Un sistema hídrico de eficaz ingeniería proveía agua y garantizaba una mejor higiene y salubridad. Una realidad que aún nos maravilla.

El origen de Roma

No hay comentarios.:

Publicar un comentario