Aleksandr Borodin (San Petersburgo, 1833-1887) formó parte del Grupo de “los Cinco”, formado, además de por él, por Cesar Cui, Mili Balakirev, Modest Mussorgsky y Nikolai Rimsky-Korsakoff, que cambió la historia musical rusa y del resto del mundo, Borodin era, en realidad, químico. Y además, un químico de los mejores de su época, que se formó en los mejores laboratorios occidentales, como Heidelberg, por ejemplo. Como dije entonces (y no voy a repetir ahora), descubrió (y describió) una serie de reacciones y procedimientos químicos en el campo de los aldehídos, reacciones y procedimientos químicos que hoy llevan el nombre de otros químicos franceses o alemanes… es lo que tenía investigar en la apartada Rusia del Siglo XIX: lo que ocurría allá apenas tenía repercusión donde de verdad se cocía la ciencia del momento.
No sé si esto le disgustaba al bueno de Borodin, elegante, filántropo y bohemio, pero el caso es que disfrutaba siendo un compositor dominical, como se refería con sorna a sí mismo. Sus obligaciones durante el resto de la semana le impedían dedicarse a su pasión: apenas podía tocar el violonchelo con sus amigos, con lo que le gustaba, y menos aún componer. Como consecuencia, su producción musical es patéticamente escasa: un par de preciosas (y muy rusas, por cierto) sinfonías, una tercera sinfonía incompleta, pues falleció antes de poder terminarla, que fue rematada y orquestada por Glazunov, una ópera (pero ¡qué opera!: El Príncipe Igor, uno de los iconos de la ópera rusa, por no decir el icono), que también dejó inconclusa a su muerte y que fue terminada también por Glazunov y por otro de los integrantes de los Cinco: Nikolai Rimsky-Korsakoff, un poema sinfónico (el antes mencionado En las Estepas de Asia Central), un par de cuartetos de cuerda, un par de quintetos, una sonata… Y poco más.
De “los Cinco”, Borodin era el más interesado en la “música pura”. Mientras los otros cuatro querían reivindicar de alguna manera “lo ruso” en sus obras, la música “nacionalista”, nuestro buen químico, quizás debido precisamente a su profesión, como buen intelectual se interesaba más en la música per se, como vehículo para expresar sus emociones… ¡y quién sabe si las de los aldehídos! El caso es que sus dos cuartetos de cuerda son maravillosos: emotivos, vibrantes, seductores… quizá el número 1 sea más del agrado de la crítica; todos aquellos que queráis deleitaros con ese igualmente maravilloso Cuarteto número 1, podéis escucharlo aquí…
Pero el caso es que a mí me gusta más el número 2, en re mayor: cosas de ser un ignorante: me gusta lo que me gusta… yyastá. Además, en este Cuarteto número 2 en Re mayor, compuesto en 1881, está el Nocturno, una de las músicas más líricas y evocadoras que conozco (y de las más conocidas de la música de cámara). Por fin, para acabar de decidirme entre uno y otro, la versión que escucharemos es realmente espectacular.
Se trata de la versión del “Moscow Quartet” (o sea, del “Cuarteto de Moscú”), integrado por cuatro excelentes músicos rusos (supongo que hace unos años serían cuatro músicos soviéticos, pero no lo sé con seguridad) que van cambiando con el tiempo, del mismo modo que los integrantes de las orquestas van cambiando, pero la orquesta permanece. No sé exactamente cuál fue el plantel del Moscow Quartet cuando grabó esta versión, pero lo hizo realmente bien.
Vamos, pues, con el Cuarteto número 2 de Aleksandr Borodin, en la versión del Cuarteto de Moscú, en un solo video (sin cortes, pues) de 28 minutos y medio, con la imagen fija de un lago y bosques y montañas y nubes y pajarillos cantando, muy bonita y adecuada al tema, pero lo realmente importante es que la versión del Cuarteto de Moscú es realmente excelente. Hubiera sido mejor ver a los cuatro músicos ejecutando la obra, vale, pero esto es lo que hay, y realmente merece la pena escucharlo. Porque, además, el sonido es esta vez extraordinario, de lo mejorcito que yo haya oído en YouTube. Limpio, profundo, con un balance de graves espectacular… Mi más profundo agradecimiento al subidor.
Compuesto al más puro estilo clásico, el cuarteto tiene los cuatro movimientos de rigor. Escuchemos ya esos 28 minutos de perfección.
El primer movimiento es un Allegro Moderato, que comienza, sin embargo, con placidez, en un ritmo sosegado en el que los cuatro instrumentos van entonando por turnos la misma melodía, siguiéndola, imitándola en contrapunto o en canon… vaya, justo lo que decía Haydn. En el minuto 2:45 el tema languidece, se vuelve aún más íntimo, sólo para volver a retomarlo con más fuerza, se transforma… Oigamos el diálogo entre el violín principal y el violonchelo, que le va contestando con la misma melodía pero más grave, y luego con el otro violín, a partir del minuto 3:50. En fin, el movimiento continúa en el mismo tenor hasta el minuto 8:25, en el que, tras una breve coda final, termina plácidamente y da entrada al…
Segundo Movimiento: Scherzo. Bastante más rápido y, sin embargo, desde mi punto de vista, más formal, menos inspirado que el resto de movimientos del cuarteto. El scherzo sigue su curso, y hacia la mitad podemos escuchar uno de los escasos momentos en que los cuatro instrumentos tocan la misma melodía y casi, casi al unísono (los dos violines y la viola tocan efectivamente al unísono, pero el cello una octava más abajo): veréis que en este cuarteto esto no ocurre casi nunca: las melodías se entrecruzan, se repiten, dialogan, pero muy pocas veces se unen en una sola… Bien, el scherzo termina en el minuto 13:20, y nos conduce directamente al famoso Nocturno. Preparen el pañuelo, queridos lectores, porque es muy posible que se les salten las lágrimas…
Tercer Movimiento: Notturno – Andante
Comienza con el cello desgranando una maravillosa melodía que es acompañada en la distancia por el resto de los instrumentos… luego es el violín quien toma la misma melodía dos octavas más agudo, acompañado de nuevo por los otros tres instrumentos. Es un prodigioso canto de amor… y yo muy pocas veces he escuchado algo semejante.
En el minuto 15:40 la decoración cambia. Son ahora los violines quienes entonan una escala ascendente (en staccato, es decir, que las notas ascendentes no están ligadas entre sí, sino que tienen un brevísimo silencio entre ellas), que es contestada una y otra vez el uno por el otro, con entradas de la viola… las dos melodías, la inicial y este segundo tema, de pronto se mezclan, se unen y se convierten en una única melodía. Genial, nuestro buen Borodin. Con qué economía de medios nos hace oír prácticamente a una orquesta entera, ¿verdad?
Seguro que a lo largo del cuarteto habéis localizado momentos en que se distinguían perfectamente por separado los cuatro instrumentos, cada uno con su propia melodía, pero por si no lo habíais “cazado”, fijaos bien a partir del minuto 19:10: los dos violines cantan por separado, contestándose el uno al otro, repitiendo las mismas frases, coordinándose, mientras que, por detrás, la viola hace un trémolo muy sutil, pero también muy airoso, y el cello marca el ritmo con un leve pizzicato.
En fin, el precioso nocturno termina en el minuto 21:25 y nos lleva directamente al…
Cuarto Movimiento: Finale. Andante Vivace, con un tranquilo comienzo, en el que los dos violines emprenden un diálogo con la viola y el cello: los violines llaman, como interrogando, y los otros dos instrumentos responden con una melodía sombría, pero el movimiento rápidamente toma un ritmo vivaz, como su nombre indica. Un curioso pizzicato del cello da entrada al tema,[4] en el que nuevamente los instrumentos se van alternando en el protagonismo, en las réplicas, hasta que un toque de atención del cello nos introduce en un nuevo tema, rápido, pero menos que el primero, aunque la melodía se transforma de tanto en cuando para terminar retomando la entrada del cello que introduce nuevamente el tema principal… bueno, es mejor que oigáis tranquilamente este finale.
Finale que desemboca por fin en una pequeña coda que Borodin hace finalizar con una agudísima nota del violín (precisamente esa nota es la tónica: Re) sobre la que los otros tres instrumentos finalizan como mandan los cánones, con el muy adecuado y clásico recurso de subir en dos o tres escalones hasta la dominante (la quinta de la tónica; como el cuarteto es en Re mayor, la dominante es La, claro), para terminar bajando una cuarta y terminar, como mandan los cánones, en la tónica (o sea, en Re). O sea: ir subiendo notas hasta llegar a la nota cuya frecuencia es 3/2 (1,5 veces, vaya) de la tónica (ese La que es la nota más consonante posible con la tónica, Re, exceptuando la propia nota Re, pero de otra octava) para por fin terminar volviendo a la tónica, Re, reduciendo la frecuencia de la penúltima nota en 2/3.
. http://eltamiz.com/elcedazo/2014/03/09/historia-de-un-ignorante-ma-non-troppo-cuarteto-de-cuerda-numero-2-de-borodin/
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