miércoles, 5 de noviembre de 2014

LA TUMBA DE "TUTANKAMON"
Carter Descubre la Tumba Real

LA EXPEDICIÓN AL VALLE DE LOS REYES DE EGIPTO EN BUSCA DE UNA TUMBA REAL


EL MARAVILLOSO DESCUBRIMIENTO

"Yo estoy firmemente convencido de que en el Valle de los Reyes no existen otras tumbas que las descubiertas por mis excavaciones", afirmaba en el siglo pasado el arqueólogo italiano Juan B. Belzoni. Pero en los primeros años de este siglo, el arqueólogo inglés Howard Cárter era de otro parecer: el haber hallado en el Valle de los Reyes una copa de cerámica y algunos sellos de arcilla que lucían el nombre de Tutankamón, lo convenció de que la tumba de dicho faraón debía hallarse en el famoso valle.
En octubre de 1922, Howard Cárter decidió continuar sus investigaciones, que duraron muchos años. Y aunque no obtenía ningún resultado positivo, no perdió la esperanza. La recompensa a tan pacientes y empeñosas investigaciones llegó al fin: el 5 de noviembre, precisamente en el lugar menos pensado, apareció, bajo golpes de pico, la parte superior de la entrada a una tumba aún sellada. ¿De quién podría ser aquella tumba? Cárter hizo excavar más, hasta que pudo ver los sellos... Casi no dio crédito a sus ojos: ¡en aquellos sellos podía leerse claramente el nombre de Tutankamón! Su teoría había sido confirmada por los hechos.
Después de hacer derrumbar el muro que obstruía la entrada y luego de haber recorrido un estrecho pasillo, el arqueólogo inglés se encontró ante otras dos puertas selladas. Abiertas también éstas, se presentó ante sus ojos una fantástica visión: tres estancias subterráneas rebosantes de objetos de todas clases. Había lechos, cofres, estatuas, candelabros y tronos, casi todo de oro: además del valor histórico, los tesoros hallados tenía una enorme importancia artística: se diría que allí estaba reunido el más importante acervo cultural del antiguo Egipto.
Pero había otra puerta sellada, que tenía a sus lados dos estatuas de guerreros montando guardia. No había duda: aquélla era la puerta de la cámara sepulcral. Después de hacer abrir aquella puerta, Cárter quedó aturdido: la cámara estaba casi totalmente ocupada por un gran cofre de oro.
 partir de ese momento las maravillas se sucedieron unas a otras. Dentro del cofre se encontró otro, y dentro del segundo un tercero. Luego, por fin, apareció el sarcófago de madera dorada. ¿Bastaría destaparlo para encontrar la momia de Tutankamón? Las sorpresas no habían terminado: abierto el sarcófago, apareció dentro otro, y dentro de éste un tercero, de oro macizo. Después, levantada la pesada tapa de este último, apareció por fin la momia.
El cuerpo embalsamado de Tutankamón volvía a la luz después de 3.000 años.
LA HISTORIA DEL GRAN DESCUBRIMIENTO:
Cuando Howard Carter comenzó a excavar en el Valle de los Reyes de Egipto, su ambición era encontrar una tumba real completa, con todos sus tesoros. Muchos lo habían intentado antes y habían fallado. Durante años, Carter trabajó diligentemente bajo el sol abrasador. Entonces, en 1922, encontró un escalón en el fondo del valle.
Las colinas de caliza se yerguen áridas y resquebrajadas en el desierto. A sus pies, las escombreras cubren el fondo del valle. Es este un lugar un tanto agobiante y claustrofóbico, que parece una enorme cantera. Pero este vasto escorial esconde secretos milenarios —es el cementerio de los amos del antiguo Egipto, El Valle de los Reyes.
En 1891, Howard Carter, de 17 años de edad, llegó a Egipto desde Inglaterra para trabajar como delineante arqueológico. Su trabajo consistía en bosquejar las pinturas de las tumbas egipcias. Gracias a su gran precisión, Carter se hizo tan imprescindible que pronto comenzó a ayudar en las excavaciones propiamente dichas.
Su pasión por la egiptología pronto se convirtió en su único interés y en 1900 fue nombrado inspector en jefe de monumentos en el Alto Egipto y Nubia. Gran parte de su trabajo se desarrolló en el Valle de los Reyes, donde se habían excavado muchas, pero no todas las tumbas de los faraones egipcios.
Cuando Carter comenzó su labor, no se había hallado aún ninguna tumba completa. Encontrar una tumba intacta con sus tesoros funerarios seguía siendo el sueño de los arqueólogos. Pero, por ahora, el Valle de los Reyes guardaba sus secretos. (Imagen: Lord Carnarvon y Horwar Carter)
Una Colaboración Histórica:
A principio de siglo Egipto era una destilación muy popular entre los turistas y un balneario para los ricos. Entre los visitantes habituales se encontraba George Herbert, conde de Carnarvon, que paso varios inviernos en Egipto recuperándose de un grave accidente de coche. Hasta ese momento se había dedicado a coleccionar antigüedades y acababa de comprar una concesión para excavar en Tebas (ahora Luxor). Pero en 1907 se dio cuenta de que necesitaba un ayudante y consejero. Ese año, le presentaron a Carter y lo invitó a unirse a su empresa. Carnarvon era rico y generoso y a Carter, que acababa de abandonar su cargo oficial, le debió parecer una excelente oportunidad. Así comenzó una colaboración histórica.
Carter y Carnarvon querían excavar en el Valle de los Reyes, pero el dueño de la concesión era Theodore Davis, un americano rico. Davis decía haber encontrado pistas de la tumba del faraón Tutankamon, de dieciocho años de edad. Se creía entonces que el joven faraón había muerto, probablemente de tuberculosis, 3.300 años atrás. Pero Davis no había encontrado su tumba, como él creía. De hecho, todas las tumbas encontradas hasta ese momento en el Valle de los Reves esiaban vacías. Habían sido saqueadas por ladrones de tumbas.
Un acercamiento meticuloso
No se sabe a ciencia cierta cuándo Howard Carter se obsesionó con la idea de hallar la tumba del joven monarca, pero el caso es que cuando Davis abandonó su concesión en 1914, Carter y Carnarvon se apoderaron de ella al instante. Carter estaba convencido de que en algún lugar de ese silencioso y rocoso valle, descansaba Tutankamon.
Carter sabía que a no ser que organizara la búsqueda con seriedad científica, sería como buscar una aguja en un pajar. Su meticuloso trabajo incluía técnicas que ahora se consideran esenciales pero que, a principios del siglo veinte parecían excesivas. Pero al poco tiempo de comenzar su trabajo, estalló la Primera Guerra Mundial y tuvo que abandonar su tan esperada oportunidad.
En 1917, Carter pudo continuar su trabajo. Era un esfuerzo agotador ya que el Valle de los Reyes estaba plagado de restos de arena y roca removida en las primeras excavaciones, así como en otras más recientes. Además, para confundir a los ladrones, los primeros constructores habían arrojado montones de tierra en lugares alejados de la zona en que estaban trabajando. Este sistema servía a su vez para confundir a los arqueólogos 3.000 años después. Por otro lado, el calor estival era tan intenso que las excavaciones podían realizarse tan sólo en los meses de invierno.
Año tras año, Carter continuaba su búsqueda, vaciando el fondo del valle hasta encontrar la roca. Después de cinco años de trabajo, los trabajadores habían sacado 200.000 toneladas de arena y escombros usando herramientas manuales y cestos, como habían hecho en el pasado los es laves del antiguo Egipto. En 1922 Carter según a sin encontrar nada verdaderamente importante. Lord Carnavon decidió interrumpir su financiación y llamó a Carter al castillo de Highclere,,, en sus posesiones de Berkshire para comunicarle la mala noticia.
Una nueva oportunidad

Anticipando la decisión de Carnarvon, Carter llegó a Highclere preparado con todos los argumentos necesarios para continuar el trabajo. Según Carter, existía una zona del valle que aún no habían investigado sistemáticamente. Estaba cerca de la tumba de Ramsés VI, que había reinado poco después de Tutankamon, cerca de la cual Davis había encontrado unos pocos e incomprensibles artefactos con el nombre de Tutankamon grabado. Rogó a Carnarvon que le dejara continuar el trabajo, diciendo que él mismo financiaría el resto de los hallazgos si no se encontraba nada. Camarvon, impresionado por la decisión de Carter, accedió a pagar un año mas.
Carter volvió a Egipto y se dispuso a limpiar la zona justo delante de la tumba de Ramsés VI. Era el 4 de noviembre, justo antes de la llegada de los turistas y Carter esperaba poder evitar sus interrupciones diarias. Inmediatamente, los empleados de Carter encontraron algunas cabañas utilizadas por los obreros en la época en que se construyó la tumba. El cuatro de noviembre ya habían retirado todas las cabañas y los obreros comenzaron a excavar hasta la roca de fondo, un metro más por debajo. Al llegar a la roca, encontraron un escalón cavado en roca.
Al día siguiente descubre escalones más, así como la parte superior de una puerta, cubierta de yeso y cerrada con un antiguo precinto. Este mostraba al zoomorfo dios Anubis, con cabeza de chacal, sobre un grupo de nueve cautivos atadas: el precinto utilizado por guardianes de tumbas egipcios para sellar las tumbas importantes.
Carter estaba muy emocionado. ¿Podría ser esta la tumba que llevaba tanto tiempo buscando la cámara funeraria de Tutankamon? Armado de paciencia, Carter interrumpió la excavación y envió un cable a Carnarvon: «Por fin he hecho un gran descubrimiento en el valle; una tumba magnífica con los precintos intactos; lo he vuelto a cubrir esperando su llegada; enhorabuena.»
Durante tres semanas, Carter tuvo que contener su emoción.
La tentación de romper las puertas y ver qué había en su interior debió ser enorme, pero Carter decidió esperar hasta que su patrocinador llegara a Egipto. Carnarvon y su hija, lady Eveivn Herbert, llegaron a Luxor el 23 de noviembre. Al día siguiente presenciaron cómo volvían a descubrirse los 16 escalones que conducían a la tumba.
El sello deTutankamon
Una vez descubierto el resto de la puerta, Carter y Carnarvon descubrieron el sello de Tutankamon en su base. Por fin habían descubierto la tumba del esquivo monarca. Pero los sellos y la puerta daban muestras de haber sido hollados miles de años atrás. ¿No volverían a encontrar otra tumba vacía, con sus tesoros expoliados? Sólo había una manera de descubrirlo.
Cuando retiraron los bloques que sellaban la entrada, encontraron un túnel lleno de escombros. El 26 de noviembre por la tarde, ya habían conseguido retirar los escombros y encontraron una nueva entrada bloqueada.
Temblando de emoción, Carter hizo un agujero en la esquina superior izquierda de la puerta. Introdujo una vela y miró por el hueco. Al principio no podía ver nada, pero a medida que sus ojos se adaptaban a la oscuridad, comenzó a distinguir unas estatuas y el brillo del oro en la oscuridad. «Ve algo?», preguntó Carnarvon, sin poder contener su impaciencia. «Sí, cosas increíbles», contestó Carter.
Fue el descubrimiento arqueológico del siglo. La prensa mundial se volcó sobre la noticia y Carter, Carnarvon y Tutankamon se convirtieron en estrellas al instante. Pero la emoción estaba cuajada de dificultades. Carter y Camarvon otorgaron al Times de Londres la exclusiva absoluta sobre la noticia. Inevitablemente, el resto de la prensa, frustrada por su exclusión, se dedicó a fraguar historias contra los descubridores: diciendo que estaban vaciando la tumba sin permiso; que se habían quedado varios objetos. Por otro lado, la gente quería ver el increíble hallazgo.
Carter tenía mucho trabajo de carácter científico que realizar, pero era interrumpido constantemente por la curiosidad de jefes de Estado y miembros de la realeza. Bajo tanta presión, se enfrió la cordialidad entre Carter y Camarvon. En la primavera de 1923, lord Carnarvon murió de neumonía, al complicarse un envenenamiento de la sangre causado por la picadura de un insecto. Carter se quedó solo para continuar el trabajo.
El trabajo de toda una vida
El trabajo tardó diez años en completarse. Gracias al carácter extremadamente metódico de Carter, cada uno de los 4.000 objetos de la tumba fue fotografiado in situ y registrado antes de retirarse. Se tardó dos meses en vaciar la antecámara. El montón de carruajes, camas, tronos y cajas removidos por los ladrones en la antigüedad, habían sido amontonados de cualquier manera por los enterradores oficiales cuando volvieron a sellar la tumba. Carter se negaba a entrar en la cámara funeraria hasta haber estudiado, restaurado y enviado a El Cairo, todos los objetos de la antecámara.
Mascara mortuoria de oro macizo encontrada sobre la momia de Tutankamon
Los ataúdes que contenían el cuerpo momificado de Tutankamon no llegaron a abrirse hasta 1925, descubriéndose entonces el ataúd y la máscara mortuoria, ambas de oro macizo. Había más de 143 joyas de oro distribuidas alrededor del cuerpo. Dos años más tarde, se retiraron los últimos objetos para ser restaurados, pero hasta 1932 no se envió el último objeto de la tumba a El Cairo, después de haber examinado las demás cámaras.
Una dedicación completa
El descubrimiento de la tumba de Tutankamon es uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de todos los tiempos, pero Carter y Carnarvon tuvieron que dedicarse a él de pleno durante 15 años. Sin la generosidad de Carnarvon y la obsesión y tenacidad de Carter, los fabulosos contenidos de la tumba jamás habrían visto la luz. ¿Y Tutankamon? Continúa en el Valle de los Reyes, siendo el único monarca del antiguo Egipto que permanece en su tumba.
La Maldición de la Tumba de Tutankamon
Tras la inesperada muerte de lord Carnarvon, surgió el rumor según el cual, todo aquel que entrara en la tumba de Tutankamon sería víctima de una maldición. Los periódicos de la época le dieron mucha importancia al rumor y se regocijaban en la malicia y el melodrama. Es cierto que dos personas clave murieron durante la excavación de la tumba: uno era Carnarvon y el otro, el arqueólogo Arthur Mace. Todos los demás sobrevivieron y algunos su peroran los ochenta años de edad. Los rumores eran tan persistentes que el propio Carter tuvo que defenderse de la idea de una maldición: «... cualquier persona en su sano juicio haría caso omiso de esta elucubración. Esta clase de maldiciones están completamente ausentes de los rituales egipcios».
OTRO DESCUBRIMIENTO: La momia de Hatshepsut fue una de las dos momias femeninas halladas en 1903 por Howard Carter  en una pequeña tumba del Valle de los Reyes, denominada KV60. En el sepulcro, de unos 40 metros cuadrados, había dos momias, y desde entonces se pensó que una podía ser de la reina y otra de su nodriza, Sitre In. Los investigadores califican el descubrimiento como “el más importante en la egiptología desde 1922, fecha del hallazgo de la tumba del faraón Tutankamón por el británico Howard Carter”. Hatshepsut es una de las reinas más famosas del Egipto faraónico: ocupó el trono entre 1479 y 1458 a.C., y fue una de las “estrellas” de la pujante XVIII dinastía. A ella está dedicado el famoso templo de Deir al Bahri, una de las atracciones más visitadas de la ciudad de Luxor.
Aunque es verdad que en los años siguiente: al descubrimiento de la tumba de Tutankamón se produjeron algunas muertes sorprendentes entre los miembros de la expedición, también lo es que para casi todas ellas existe una explicación lógica y sensata.
Así, por ejemplo, la mayoría de la treintena de víctimas tenía entre 70 y 80 años de edad en el momento de su muerte. Lord Carnarvon, por ejemplo, que había financiado la expedición de Howard Cárter, falleció a causa de una septicemia provocada por la infección de una picada de mosquito. Desde el punto de vista científico, la teoría de la maldición del faraón se considera hoy día refutada por completo. Lo más fácil es pensar que surgiera de la desbordante fantasía de un periodista de tabloide británico.
En 1973, la ciencia creyó haber encontrado una explicación racional de las numerosas muertes entre los miembros de la expedición. En la tumba de Tutankamón se encontraron altas concentraciones de esporas del hongoAspergíllus flavus.
Los productos metabolizados de este hongo son muy venenosos y peligrosos para el hombre, ya que el Aspergillusflavus puede causar reacciones alérgicas en personas con un sistema inmunitario debilitado o atacar incluso determinados órganos. En la actualidad, el hongo está considerado como el causante de las enfermedades mortales que padecieron los miembros de la expedición.
Fuente Consultada: True Action Adventures (BBC) - Atlas la Historia del Mundo -

http://www.portalplanetasedna.com.ar/carter.htm







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