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miércoles, 25 de marzo de 2015

"EGIPTO, UN DON DEL NILO"
  Heródoto siglo V a.C

"¡Hermoso apareces en el horizonte del cielo, oh tú, sol viviente,
que vives desde el origen!
Has salido por el horizonte oriental y has llenado la Tierra con tu belleza.
Cuando te pones por el horizonte occidental, el mundo se sumerge en las tinieblas, en el estado de la muerte...
Sol durante el día.
Tu destierras la oscuridad y ofreces tus rayos.
Oh tú, Dios único que no tiene igual.
Tu creaste la tierra según tus deseos,
Tu creaste el Nilo en el mundo subterráneo y lo haces salir según tu voluntad,
Para salvar la vida a los hombres...
El rey, del Alto y Bajo Egipto."
Extracto del "Canto al Sol", compuesto por Akhenaton. Siglo 14 a.c.

Egipto se encuentra al Noreste del territorio africano. Es una zona desértica (más del 90% de territorio) y hubiera sido totalmente inhabitable si no hubiera tenido un río, el Nilo, cuyas crecientes anuales fertilizaron la región. La palabra Nilo viene de la palabra griega Neilos (Νειλος), que significa «Valle del río». En la antigua lengua egipcia, el río era llamado Iteru, que significa «Gran río». En copto, la palabra piaro (Sahídico) o phiaro (Boháirico) significa «El río» (literalmente «El gran canal»), que viene del mismo nombre antiguo.
Fue tan importante que los egipcios lo consideraban una divinidad (dios) y que Heródoto ,el escritor griego del siglo V a.C. pudo decir “Egipto es un don del Nilo”.

El Nilo, es un largo río que corre por más de 6.500 Km, nace en la Meseta de los Grandes Lagos, en los Montes Mitmba, en Uganda. Las crecidas del río son provocadas por el caudal aportado por los afluentes Atbara y Nilo azul, que bajan del macizo de Etiopía donde las lluvias son muy abundantes en primavera. Debido a las características geográficas del territorio donde se desarrolló, la civilización egipcia permaneció durante milenios aislados y protegidos de influencias exteriores, lo que le permitió mantener sus características particulares.

El río Nilo es, literalmente, la vida de Egipto. Las grandes ciudades y pueblos se encuentran a lo largo de sus orillas. Por ambas riberas, se pueden ver tramos de las tierras agrícolas, donde la población vive y trabaja. Este es la Tierra Negra, el suelo cultivado y por aquí y allá las palmeras de higos y otros tipos de árboles. Los antiguos egipcios lo llamaron KMT (se pronuncia Kemet). Desde la antigüedad, esta tierra se hacía fértil cada año por el desbordamiento del río, el don del Nilo. El hermoso Nilo de aguas calmadas, el negro fértil de sus riberas, el verde brillante de sus cultivos y el ocre rojizo que se extiende hasta el infinito.

Los antiguos egipcios reconocieron la importancia del río Nilo para su bienestar y reconocieron una dimensión divina en su ciclo anual de inundaciones. Contaban con el dios Hapi para que el río desbordara sus aguas y fertilizara la tierra negra, pero no podían explicar la razón de este suceso. Y todos los egipcios tenían que recorrer el Nilo en su último viaje al reino de Osiris.

PRIMEROS POBLADOS
Hace miles de años, el Sahara era una planicie con abundancia de agua donde vivían animales salvajes. Gentes de la Edad de Piedra vivían allí también y cazaban estos animales.
Poco a poco el clima cambió y el Sahara se transformó en un desierto. Las personas y los animales emigraron en busca de agua. Algunos de ellos llegaron a la tierra que ahora llamamos Egipto.
En aquella época el valle del río Nilo era una jungla pantanosa donde vivían animales peligrosos. Los nuevos pobladores acamparon en los límites del valle por razones de seguridad.
Después de un tiempo, los cazadores aprendieron a domesticar animales en lugar de cazarlos y matarlos. Domesticaron perros, vacas, ovejas, cabras y burros.
La población creció y entonces empezaron a desbrozar las tierras cercanas al río y construyeron allí sus poblados. Descubrieron como plantar semillas y cultivaron cebada y verduras. Aprendieron también a hacer cerámica, hilar y tejer para hacer ropas de lino y a utilizar metales como el cobre y el oro para hacer herramientas y armas.
Cada año, en julio, las aguas del Nilo que bajaban del sur se desbordaban e inundaban la dura y seca tierra. La riada duraba varias semanas y se conocía como la inundación.
Los antiguos egipcios descubrieron como conservar parte de este agua para que les durase para todo el año. Construyeron canales y fosos los cuales almacenaban el agua y la llevaban a los campos.

EL AÑO AGRÍCOLA
De julio a noviembre, las aguas del Nilo inundan todo el valle, dejando una capa de limo (lodo) al volver a su cauce y la humedad suficiente para labores agrícolas. Este desbordamiento, unido al calor del desierto, han hecho de esta región una zona muy fértil. Ese valle, de más de mil kilómetros, es conocido como el Alto Egipto. En su desembocadura, el Nilo se divide en numerosos brazos, formando un delta, ahí se asentó el Bajo Egipto.

Inundación: desde mediados de junio a septiembre. En primavera se producen lluvias torrenciales que elevan el caudal del Nilo, inundando las orillas y los campos de cultivo.

Siembra: desde octubre a enero.
El Nilo vuelve a su cauce normal y los campos de cultivo se fertilizan al quedar recubiertos por el limo negro. La tierra húmeda roturaba y finalmente se sembraba.
Como apenas llueve. Los campos se regaban con el agua de las inundaciones, previamente almacenada en canales. Durante la inundación los campesinos trabajaban construyendo los edificios del faraón.

Recolección: desde febrero a mayo.           Los campos de cultivo son cosechados en marzo dando alimento a la población. El trigo crecía durante el invierno. Los recaudadores de impuestos medían la cosecha y decidían la cantidad que debía pagar el campesino. Se separaba el grano de la espiga con la ayuda del ganado vacuno. El grano se almacenaba en graneros dentro de unos cubos llamados silos.

Los escribas compraban las cantidades para que no hubiera robos.
Luego se reparaban los fosos y canales de irrigación y se preparaban para la próxima inundación.

Problemas de las crecidas:
– Inundaciones excesivas producían:
   •Destrucción en casas y bienes
   • Existencia de zonas pantanosas que son focos de enfermedades.
   •Peligro de animales depredadores del Nilo (cocodrilos e hipopótamos).
– Períodos de sequías ocasionaban:
   • Disminución de los campos de cultivo.
   • Cosecha escasa.
   • Problemas de abastecimiento y hambrunas.

 Control de las crecidas y obras hidráulicas:
– Para controlar inundaciones y sequías los egipcios construyeron obras hidráulicas:
• Sistema de diques, canales y embalses.
• Nilómetros: sistema de niveles que controla la subida del río.
• Chaduf: sistema de riego que permite extender el agua a lugares alejados.
– Las obras hidráulicas propiciaron:
• Aumento de superficie cultivable.
• Aumento de la producción agrícola.                                                
• Establecimiento de un calendario basado en las crecidas.
• Desarrollo del cálculo y la geometría.

Los antiguos egipcios conocían varias especies de peces y otros animales que vivían en el río Nilo, como el hipopótamo y el cocodrilo. También conocían muchas especies de aves, y prestaban especial atención a uno de estos, el ibis.
Algunos animales se asociaron con la realeza, particularmente el halcón, el león, el buitre y la cobra. Estos dos últimos aparecen juntos en el uraeus de los faraones. Otro animal real era el caballo. Se introdujo en el antiguo Egipto durante la invasión de los hicsos. El faráon a caballo se representaba en los pilonos y fachadas de muchos templos.

Los camellos y las pirámides tienen una conexión instantánea, pero los camellos no son originarios del Antiguo Egipto, sino fueron introducidos posteriormente por los persas. Muchos animales en Egipto tenían asociaciones religiosas. Estos incluyen el gato, el ibis, el halcón, el buitre, el cocodrilo, el hipopótamo, el carnero, el león, la cobra y, por supuesto, el escarabajo. El escarabajo es principalmente asociado con el dios sol Re.
No sólo fue el río Nilo el hábitat perfecto para una diversidad de flora y fauna, sino una manera conveniente y eficaz de transporte. Se acredita a los egipcios la invención de la vela, que se iza cada vez que se viaja desde el Alto al Bajo Egipto. En la antigüedad, todo tipo de mercancía se transportaban en embarcaciones, inclusos las pesadas piedras para la construcción de monumentos.

LAS EMBARCACIONES EN EL ANTIGUO EGIPTO
Ya hemos visto la importancia vital del río Nilo para la vida de los egipcios, siendo de esta manera una civilización esencialmente fluvial. Sus aguas traían vida, y también fue el eje de su desarrollo como imperio.
Por sus aguas circulaban gran número de embarcaciones, que cumplían distintas funciones, y que recorrían hacia el Norte y el Bajo Egipto, en la zona del Delta, y hacia el Sur, en dirección al Alto Egipto, transportando tanto hombres como mercancías. Además de tareas de tipo económico, se practicaba la navegación para recreo y ritos funerarios.

LOS BARCOS: Eran altas de proa (parte de delantera del barco)  y popa (parte posterior del barco) , desprovistas de quillas (pieza de madera o hierro, que va de popa a proa por la parte inferior del barco y en que se asienta toda su armazón) y con una cabina sobre el puente (lugar de donde se dan las órdenes).
La tripulación podía ser de dos hombres, uno para el remo del timón y otro para las maromas (cuerdas gruesas). El comandante situado en la proa con la sonda y el pértiga (vara larga) para guiar la ruta. La grancella era utilizada solo cuando el viento era favorable y para remontar corriente.
Para remontar el Nilo, utilizaban una vela rectangular sujeta a dos palos. El palo para aguantar el viento necesitaba de varios cabos que lo sujetaran fuertemente amarrándolo a la popa. Diversos tipos de cuerdas mantienen el palo erguido y orientan la vela. La combinación entre vela y remo permitía navegar hacia sur a contracorriente.

Para navegar al norte, es decir, a favor de la corriente y contra la brisa, se utilizaban los remos para que el barco fuera más rápido y maniobrable. También utilizaban una estera en la proa en la proa que se pensaba que era para decorar.
 Se prolonga verticalmente en el agua delante de la barca e impulsada por la corriente del Nilo permitía compensar las fuerzas de los vientos contrarios cuando se navegaba hacia el norte a favor de la corriente.

LA CONSTRUCCIÓN: Las herramientas básica para construir los barcos era la azuela, que daba forma a la madera. En la antigüedad, la hoja era de bronce, sujeta a un mango un poco curvo. La herramienta se mantiene hasta hoy, casi sin cambios.
También utilizaban un formón con mango de madera para hacer agujeros, una gubia para rebajar la madera y una suerte de maza para encajar las maderas.
                                                     
Para construir una embarcación, se necesitaba un trabajo en equipo, donde participaban especialistas para preparar las piezas y ensamblarlas, impermeabilizar el casco, entre otras tareas. El profesional principal es el carpintero, quien conoce la forma de tallar la madera par darle forma y que puede diseñar el barco, trabajo tan difícil, especialmente por la escasez de madera, en cantidad y variedad,  lo que obligaba a gran ingenio y destreza para aprovechar bien los materiales.

TIPOS DE BARCOS

EMBARCACIONES FLUVIALES: Para desplazarse a través del río Nilo, las embarcaciones no podían ser demasiado grandes. Se hacían generalmente de papiro, a veces combinado con madera. Su resistencia era idónea para el medio en que se desplazaban.

EMBARCACIONES MARÍTIMAS: Fabricadas sobre todo de madera porque tenían que soportar un medio más agresivo. Los tipos podían variar según la actividad a la que estaban destinada. Si se utilizaba para transportar grandes obeliscos, o ganado.

EMBARCACIONES DE RECREO: Tanto los faraones como los demás nobles, y personas con fortuna, disponían de estas embarcaciones para entretenimiento personal.
Se realizaban principalmente de papiro y solían tener velas con hermosas decoraciones, con diferentes motivos y colores.

EMBARCACIONES MERCANTES: Durante el Imperio Nuevo, el palo de los barcos se hace más corto y la vela se ensancha. Eran utilizadas para distintas tareas, y se diferenciaban en sus dimensiones.
Podían transportar desde pasajeros, tropas, ganados, productos manufacturados, y podían navegar en los dos sentidos del curso del Nilo, gracias a la combinación de la vela y el remo.

EMBARCACIÓN DEL REY:
Los reyes del Antiguo Imperio, se hacían enterrar con dos o más embarcaciones en las cercanías de sus pirámides. El viaje del rey al más allá precisaba de una embarcación que mostrara todo el esplendor del Rey-Dios.

BARCAS SAGRADAS: Todas estas embarcaciones eran parecidas a las utilizadas comúnmente en el Nilo.
El lugar del camarote estaba ocupado por la imagen de un dios, la popa y la proa eran adornadas con la cabeza del dios o con su animal sagrado.

BARCAS FUNERARIAS: Aparecen en muchas pinturas en las tumbas, representan el medio con el que el difunto surcaba las aguas del más allá.
Eran utilizadas para transportar la momia del difunto; estaban las fluviales, que servían para atravesar el río hasta la necrópolis, y las terrestres, que eran apoyadas en un trineo arrastrado por bueyes o provistas de ruedas.

BARCAS PROCESIONALES: Se dedicaban al transporte de las estatuas de los dioses que eran puestos dentro de un nicho.  Eran  transportadas a hombros de los sacerdotes, y cuando no eran utilizadas, se guardaban en capillas, cerca de la celda de la divinidad a la entrada de los templos.

BARCAS DE PEREGRINACIÓN: La peregrinación a la ciudad sagrada de Abydos era uno de los deseos más urgentes y apremiantes de Egipto, tanto durante su vida como después de la muerte. La barca de papiros de los peregrino es arrastrada por otra barca de remos.

NAVEGACIÓN EN ALTA MAR: El auténtico motor del comercio marítimo era conseguir un bien tan escaso en Egipto como era lamadera, por lo que las expediciones a Biblos, y otros puertos de la costa de los actuales estados de Siria y Líbano eran la principal empresa comercial en alta mar, hasta el punto que estos barcos recibían en lengua egipcia el nombre genérico de kebenit, " barco de Biblos".
El Estado disponía de su propia flota, construidos en sus astilleros, para poder realizar las expediciones a Biblos y recoger los valiosos cargamentos de madera. También  durante el Imperio Nuevo, eran frecuentes los viajes a Chipre y Creta.

FALUCAS:  Las barcas que hoy navegan el río Nilo tienen poco que ver con las del Imperio Egipcio. Se diferencian por los materiales y técnicas de construcción. Llama la atención la vela triangular, llamada latina, que procede del Índico y que pasó al Mediterráneo en la Edad Media y se convirtió en la vela emblemática de sus aguas.

http://mas-historia.blogspot.com.ar/2011/05/egipto-el-rio-nilo-geografia-y-primeros.html


lunes, 22 de diciembre de 2014

La grandeza de los Médicis

Como todos los hombres famosos, también los Médicis fueron ensalzados y calumniados más que conocidos. En el siglo XV, los rivales y los facciosos; en el XVI, los nostálgicos y los exiliados; en el XVII, los libelistas; en el XVIII, los iluministas; en el XIX, los jacobinos. Cada siglo ha querido arrojar su puñado de barro o su botella de vitriolo contra los protagonistas mediceos, ya estuvieran vivos o muertos, o contra toda la familia.
La envidia, floreciente y poderosa en toda democracia, y enFlorencia más que en ninguna parte, persiguió a los Médicis a partir de Cósimo el Viejo, y si no pudo impedir a sus sucesores que reinaran y predominaran, fue lo bastante tenaz y vigorosa para hacerlos aparecer, hasta nuestros días rodeadas de luces lívidas y sanguinosas. Aventureros de la pluma, historiadores partidarios, novelistas de izquierda, han competido representándolos como corrompidos y corruptores de Florencia, como tiranos hipócritas y feroces, esclavos de todo sucio vicio, reos confesados o sospechosos de torpe delito, infame linaje de envenenadores y de traidores. No son estas acusaciones vociferaciones de la plebe ignorante, sino ideas fijas y tenaces de la cultura media, que suele equivocarse más que los simples.
Desde los poetas ingleses del siglo XVII a los novelistas franceses del XIX, los Médicis fueron bautizados como progenie de Satanás, astutos como serpientes y crueles como delincuentes. Incluso en Italia, en el siglo pasado, Gioberti, güelfo; Guiusti, liberal y Guerrazzi, demócrata, juzgaron con igual severidad a la gran familia florentina. Desde hace unos decenios solamente -aunque la familia se extinguió hace dos siglos- ha comenzado para ella la justicia de la Historia. No estuvo, ciertamente, exenta de errores y de culpas la estirpe medicea, por la evidente y universal razón de que no ha existido, ni puede existir, ninguna familia humana inmune de culpas y de errores, comenzando por la primera de todas, que tuvo en su primogénito al más famoso de los fratricidas.
Pero piénsese en cuánto mayores son las tentaciones y las ocasiones en una familia que fue primero la más rica y luego la más poderosa de su patria. Piénsese en que los Médicis estuvieron expuestos a esas tentaciones durante casi tres siglos, y en tiempos bastante distintos, por costumbres y pasiones, de los presentes. Piénsese que fueron perseguidos por la enfermedad y por la muerte: casi todos estuvieron atormentados por la gota u hostigados por la tisis; casi todos murieron jóvenes o, por lo menos, bastante antes de la vejez; y algunos, como Giuliano di Piero, Giovanni dalle Bande Nere y el duque Alejandro, muertos por el hierro enemigo. Piénsese que, a pesar de esta persecución de enfermedades y desgracias, supieron dar a Italia y al mundo ejemplos maravillosos de audacia, de magnificencia y de genio.
Piénsese que, apenas en dos siglos, esta familia odiada y vilipendiada produjo una docena de criaturas superiores y dio un genio a la poesía y a la política, tres Pontífices de la Iglesia, dos reinas a Francia y héroes y príncipes a la gran historia toscana e italiana. Piénsese en que el Renacimiento, que es uno de los supremos honores y regalos de nuestra civilización, se puede personificar, por lo menos durante medio siglo, en las figuras de tres generaciones mediceas: Cósimo el Viejo, Lorenzo el Magnífico y León X.
Para mejor entender cuál fue la misión y la gloria de los Médicis en el milagro del Renacimiento, bastará recordar a uno de ellos, y de los menos excelentes y conocidos: Giuliano, duque de Nemours. Vivió apenas treinta y siete años, de 1479 a 1516, y, sin embargo, gracias a una feliz concurrencia de casos, se nos aparece casi en el centro de la más brillante estación del Renacimiento. Hijo del Magnífico y hermano del Papa León, este Médicis de segundo plano figura con honor en las obras de Castiglione y de Bembo; tuvo a su servicio a nada menos que a Leonardo y Rafael, que le hizo también el retrato; disputó en versos con Niccolò Machiavelli -que quería dedicarle el Príncipe-, y su tumba fue esculpida en la famosa sacristía nueva de San Lorenzo por el cincel divino de Miguel Angel.
Ningún otro príncipe, yo creo, ni siquiera Pericles o Alejandro Magno, estuvo rodeado por una guirnalda de espíritus tan magnos como este poco conocido y mal juzgado brote del árbol mediceo, tanto como para hacer de él casi el símbolo de los protectores del genio italiano en el triunfal mediodía del renacimiento florentino y europeo. Después de los de Pericles y Augusto, la Historia conoce solamente dos siglos que pueden reconocerse por el nombre de un hombre solo, y el primero de estos siglos lleva el nombre de aquel que antes de ser, en Roma, León X, se llamó en Florencia, Giovanni di Lorenzo dei Medici.
Más admirable que nunca parece tal ascensión a los más altos órdenes de la historia universal cuando se recuerdan los orígenes y las vicisitudes de la familia en sus comienzos. Los Médicis no provienen, como la mayor parte de los señores de Italia de aquel tiempo, ni de la nobleza feudal ni de una dinastía de caudillos o aventureros afortunados. Vienen del pueblo, y durante casi dos siglos edifican lenta y oscuramente su patrimonio con el comercio, y especialmente con el arte del cambio. No rehuyen los cargos públicos, pero tampoco los buscan, y solamente en 1378 uno de ellos, Salvestro, se pone a la cabeza del pueblo. Pero el verdadero fundador de la potencia de los Médicis fue Cósimo el Viejo, Pater Patriae, y desde que volvió del exilio véneto, en 1434, se puede decir que sus descendientes han señoreado Florencia y la Toscana -salvo breves interrupciones- durante tres siglos largos; es decir, la muerte de Gian Gastone en 1737. ¿Por qué caminos los oscuros cambistas del siglo XIII se convirtieron, en el transcurso de pocas generaciones, en dueños de la ciudad y del Estado, en promotores y símbolos del Renacimiento, en Pontífices y príncipes emparentados con los reyes? No hazañas de antepasados famosos; no investiduras imperiales al principio, y tampoco empresas guerreras. Durante mucho tiempo no fueron otra cosa que simples banqueros y, en apariencia, nada más que ciudadanos privados.
 Se ha dicho, con fácil cita al materialismo histórico, que los Médicis consiguieron llegar a ser poderosos y famosos gracias a su riqueza. No es verdad. Hubo en Florencia, antes de los Médicis y junto a los Médicis, familias más ricas que ellos, y, sin embargo, solamente los Médicis consiguieron elevarse y mantenerse en el poder, a pesar de las infinitas envidias, intrigas, rencores, y alteraciones de aquella edad. El dinero es instrumento, y todo está en saberlo utilizar y manejar. Los rivales de los Médicis -exceptuando, acaso, los Strozzi- supieron ganar riquezas, pero no supieron gastarlas. La admirable fortuna de los Médicis no se debió a los florines, sino a su genio político. Se puede hablar, sin recurrir a circunloquios sofísticos, de un verdadero y propio sistema político mediceo, que se puede fácilmente extraer de la práctica efectiva de las primeras generaciones, pero que se conservó, por lo menos en parte, hasta casi el final del gran ducado. Sistema simple y sabio que se puede reducir a tres palabras: liberalidad, sustancialidad, unidad.

Liberalidad:
Los usurpadores ambiciosos que tendían a dominar Florencia solían fundarse en camarillas de magnates y en tumultos armados. Los Médicis, en cambio, se apoyaron siempre en otras fuerzas: en el pueblo pequeño, en la plebe y en los intelectuales, ya fueran eruditos o artistas. Ayudaron siempre, larga y generosamente, con dinero y con protección, a aquellas clases que, más que cualquier otra, tienen necesidad de ser ayudadas: los trabajadores, los humildes, los pobres -que son mayoría- y los hombres de ingenio, de los que en primer lugar depende la influencia y la fama en el presente y en el futuro. Es decir, fueron sabiamente liberales: benefactores de la plebe, mecenas de los artistas. Y cuando la mujer del mercado y Donatello están de acuerdo en decir públicamente que Cósimo es un hombre digno, generoso y juicioso, podéis estar seguros de que el predominio suyo y de los suyos está apoyado en fundamentos firmes y seguros. De esta manera, los Médicis tienen consigo el número, que es fuerza, y la inteligencia, que es potencia. Están con los simples de espíritu contra minorías avasalladoras y con los señores del espíritu contra la burda ignorancia. Rodeados por el reconocimiento del pueblo y por el resplandor del arte, no tienen necesidad de gobernar para ser obedecidos, ni de ser coronados para reinar. Y cuán profundo era el amor del pueblo por los Médicis se vio en 1434, por la llamada de Cósimo; en 1478, después de la conjura de los Pazzi; en 1512, por el retorno de la familia a Florencia; en 1537, después de la muerte de Alessandro. Favor nacido de la liberalidad, pero de una libertad justa y sabia: liberalidad por el necesitado y por el genio; liberalidad que hizo a Florencia menos infeliz y más bella.

Sustancialidad:
El segundo principio del sistema mediceo, que he llamado sustancialidad, no es menos importante. Los Médicis no se habían propuesto nunca claramente, hasta Cósimo y Lorenzo, apoderarse del Estado; pero tuvieron que convencerse, en un momento determinado, de que la envidia oligárquica los hubiese, en breve tiempo, despojado, expulsado y extinguido, de manera que tuvieron que llegar a la conclusión de que para permanecer en su patria ricos y respetados era preciso convertirse en los dueños de Florencia, como hizo Cósimo a partir de 1434. La señoría, para ellos, no fue afán de orgullo, sino necesidad de vida, obligación forzada. Llegaron a ser señores, y que no parezca paradoja, por legítima defensa. Y por eso prefirieron mucho más un poder invisible y silencioso; por lo menos, hasta 1531. Los Médicis no quisieron, conociendo la naturaleza de sus conciudadanos, sobresalir, brillar y aparecer más de lo necesario, y hasta Cósimo I, gran duque, es decir, durante un siglo entero, procuraron parecer más ciudadanos privados que príncipes. Tal tipo de vida fue en ellos prudencia, pero acaso también viejo y natural amor por la vida simple y modesta, más libre y alegre que la de los príncipes. Quisieron la sustancia del poder más que la apariencia, y fue discreción política , pero acaso también nostalgia de la antigua humildad popular y cristiana.

Unidad:
Significativo y esencial es también el tercer punto del sistema que hemos llamado mediceo, y que consiste en la tendencia a la unidad mediante el equilibrio. Florencia estaba revuelta y herida por las facciones: la prudente hegemonía de Cósimo, de Piero y de Lorenzo la condujo a la unidad en la paz. León X se propuso la unidad de los espíritus en la Iglesia, así como, más tarde, Cósimo I se propuso la unidad de las leyes y de los intereses en el ampliado dominio toscano, de manera que todas las ciudades tuvieron cuidados y derechos como Florencia. Y en Lorenzo el Magnífico no sólo fue admirable su genio del equilibrio entre las potencias italianas, que valió a su patria una larga paz, sino también su equilibrio entre la práctica de la fe y la pasión del arte, entre los derechos del alma y las necesidades de la carne, entre los caprichos del poeta y los deberes del príncipe. Y semejante disposición para el arte del equilibrio se manifestó admirablemente en la más famosa mujer de los Médicis, en Catalina de Francia, que supo salvar, con su florentina y medicea prudencia, la unidad del reino en uno de los momentos más turbios y tumultuosos de su historia, amenazado por las ambiciones de los grandes feudales contra la monarquía, por el odio entre reformados y católicos.
Si nosotros, ahora, examinamos con cuidadosa agudeza el sentido de este sistema mediceo , veremos cómo los príncipes que inspiraron esta familia, considerada equívocamente como diabólica, recuerdan, aunque sea aproximadamente, las virtudes fundamentales cristianas. La liberalidad, sobre todo cuando se dirige a los pobres, puede llamarse caridad; el rehuir las apariencias del poder tiene una indirecta relación con la humildad, y la inclinación al equilibrio, es decir, a la unidad es camino para la paz, o sea para la hermandad en el amor. Después de esta objetiva revelación, proporcionada por los hechos, ¿qué valor pueden tener las acusaciones de los viejos historiadores democráticos? Se reducen a dos: los Médicis, en especial Lorenzo, habrían corrompido a Florencia, y a Florencia habrían arrebatado para siempre la libertad. Acusaciones que pudieron inspirar la romántica retórica ochocentista, pero que hace sonreír, hoy, a quien tenga alguna noción de la historia florentina. A finales del siglo XIV, aquella famosas libertades florentinas, que nunca fueron liberales en nuestro sentido moderno, estaban ya agonizando. Los cambios continuos de régimen, ya denunciados y condenados por Alighieri, habían arrebatado todo prestigio al Gobierno popular. Fracasada la señoría extranjera de Gualterio de Brienne, fracasada la dictadura facinerosa de los Ciompi, la ciudad estaba en manos de una oligarquía de gente del pueblo rica que entre ellos se disputaban la supremacía y que de todo se preocupaba menos de las libertades del pueblo. Una familia más hábil o poderosa que las otras estaba destinada a asegurar el fin de las facciones y, por ello, de las moribundas instituciones democráticas. Los Pazzi, Albizi y Strazzi intentaron la empresa que sólo lograron llevar a cabo los Médicis. Cuando éstos se convirtieron en señores y luego en duques, la libertad hacía tiempo que no existía en Florencia: llamaban con tal nombre a la hegemonía, y digamos también la tiranía, de un restringido número de familias que competían por acaparar bienes, cargos y privilegios. Y gracias a los Médicis se salvó, al menos, la independencia: sin la voluntad de Clemente VII y la energía de Cósimo I, la Toscana se hubiera convertido, como Milán o Nápoles, en una provincia española. Todavía más risible es la primera acusación, es decir, que el Magnífico y sus sucesores corrompieron a los florentinos para así dominarlos mejor. Lo que era la moralidad pública y privada de Florencia desde el siglo XIV lo sabemos incluso demasiado por los cronistas y por los documentos. Florencia era tan rica en vicios como en virtudes bastante antes de que los Médicis tuvieran ninguna participación en el Estado; es decir, desde los primeros años del siglo XIV. El mayor testigo de descargo de los Médicis, pretendidos corruptores de Florencia, es el mayor poeta, y el más honesto, que Florencia ha tenido: Dante Alighieri. La Divina Commedia enseña que el Magnífico no tenía nada que enseñar, en materia de pecados, a sus conciudadanos. El Magnífico, siguiendo las normas de su abuelo, enseñó, en cambio, a los florentinos del siglo XV una virtud que sus abuelos poco practicaron: el respeto y el amor por la altura del genio. De los Médicis todo ha pasado: dominio, fasto, soberbia y victorias; aquellos que durante trescientos años llenaron con su nombre Italia y Europa, reposan en nuestro San Lorenzo, o abajo, en la sombra pobre de la cripta, bajo polvorientos rectángulos de mármol, o en la severa gracia brunelleschiana de la basílica, o bajo las misteriosas y dolorosas figuras modeladas por Miguel Angel, o en aquella solemne, dramática gigantesca capilla donde las piedras oscuras, entre sangre y verde, parecen una geométrica putrefacción mineral que quiera recordar a la vez la muerte y la eternidad. Todo ha pasado y desaparecido en torno a ellos: el sonido de las batallas, la belleza de las mujeres, la música de las fiestas, el adulatorio incienso de los cortesanos e incluso la venenosa injusticia de los parciales. Pero sólo una gloria ha permanecido ligada a su nombre y hace que no todos sus muertos estén verdaderamente muertos: la pasión de todos los Médicis, incluso de los peores, por la filosofía y por la poesía, por todo arte y por toda ciencia, por todo lo que constituye la más alta actividad y la más segura honra de espíritu, el mayor y el más duradero orgullo del género humano. Los Médicis amaron la belleza y el genio, y porque amaron estas grandes cosas, con el alma y con los hechos, merecen se les perdone mucho, hasta el bien que podían hacer y no siempre hicieron. Interceden en su favor los mas portentosos artífices de Italia, de Donatello a Vasari, de Botichelli a Bronzino, y Buonarroti niño y Buonarroti viejo; y los pensadores más profundos, de Marsilio Ficino a Machiavelli; y los más dulces poetas, de Poliziano a Tasso; y los científicos más audaces y artistas, de Galileo a Redi. Y todavía viven en nuestra memoria la Academia Platónica y la Academia del Cimento, y todavía brillan ante nuestros ojos los innumerables edificios, iglesias y palacios, conventos y fortalezas, villas y jardines que, por voluntad y pasión de los Médicis, embellecieron todo rincón de la Toscana y la misma Roma. La gloria de la estirpe está ligada ya, y para siempre, a la gloria de la civilización italiana, y no se extinguirá nunca mientras este pueblo divino sepa honrar la belleza del sueño y la grandeza de la realidad.

Guiovanni Papini. Discurso para la inauguración de la Exposición Medicea (Florencia 1939)
http://www.mgar.net/var/medicis2.htm

Historia Familia Médici
http://www.mgar.net/var/medicis.htm


Los Medici - Capítulo 2

Los Médici - Capítulo 3

Los Médici - Capítulo 4

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Momias animales

Animales para la eternidad
Envueltas en vendajes de lino y enterradas con reverencia, las momias de animales encierran pistas fascinantes sobre la vida y la muerte en el antiguo Egipto.

En 1888, un agricultor egipcio que cavaba en la arena cerca de Istabl Antar descubrió una fosa común. Los cuerpos sepultados no eran humanos, sino felinos: cantidades asombrosas de antiguos gatos momificados y enterrados. «No son unos pocos desperdigados aquí y allá –informó una revista inglesa de la época–, sino decenas, miles, cientos de miles, un grueso estrato de 10 a 20 capas de cadáveres sepultados unos sobre otros.» Algunos animales envueltos en vendas aún seguían presentables, y unos pocos tenían máscaras de oro. Los niños del lugar vendieron los mejores ejemplares a los turistas a cambio de unas monedas. El resto se vendió a peso como fertilizante. Un barco se llevó a Liverpool unos 180.000, una carga de 17 toneladas, para esparcirlos por los campos ingleses.

Aquélla era la época de las expediciones generosamente financiadas que cavaban hectáreas de desierto en busca de tumbas reales y espléndidos sarcófagos pintados y máscaras de oro para adornar mansiones y museos de Europa y Estados Unidos. Los miles de animales momificados que aparecían en los lugares sagrados de Egipto sólo era algo que había que apartar para llegar a los tesoros. Pocos estudiosos les prestaban atención, y en general su importancia pasaba inadvertida.

En el siglo que ha pasado desde entonces, la arqueología ya no es tanto una caza de trofeos como una ciencia. Ahora los excavadores saben que gran parte de la riqueza de sus yacimientos reside en la multitud de detalles que ofrecen sobre la vida de la gente: sus actividades, su forma de pensar y sus creencias religiosas. Las momias de animales son parte importante de esos hallazgos.

«Son en verdad manifestaciones de la vida cotidiana –dice la egiptóloga Salima Ikram–. Animales de compañía, comida, muerte, religión… Abarcan todo lo que interesaba a los egipcios.» Especializada en zooarqueología (el estudio de los restos de animales antiguos), Ikram ha contribuido a poner en marcha una nueva línea de investigación sobre los gatos y otros animales que los egipcios preservaban con habilidad y esmero. Desde su cátedra en la Universidad Americana de El Cairo, se hizo cargo de la deteriorada y medio abandonada colección de momias animales del Museo Egipcio como proyecto de investigación. Tras efectuar mediciones, escudriñar con rayos X bajo los vendajes y catalogar sus hallazgos, creó una galería para exponer la colección, un puente entre la gente de hoy y la de aquel pasado remoto. «Cuando ves esos animales, piensas: “¡Ah, el faraón Tal o Cual tenía una mascota, como yo!”, y en lugar de sentir una distancia de más de 5.000 años, ves a los antiguos egipcios como personas de carne y hueso.»

Actualmente, la colección de momias de animales es una de las más visitadas de ese museo. Detrás de las vitrinas hay gatos amortajados con vendas de lino que forman rombos, franjas, cuadrados e intrincadas líneas cruzadas; musarañas en cajas de caliza tallada; carneros en sarcófagos dorados con adornos de cuentas; una gacela envuelta en papiro deshilachado; un cocodrilo de cinco metros enterrado con sus crías momificadas en la boca; ibis sagrados en fardos con aplicaciones; halcones; peces y hasta diminutos escarabajos junto a las bolas de estiércol que comían.

Algunos de esos animales fueron momificados para que los difuntos tuvieran compañía en la eternidad. Los antiguos egipcios que podían permitírselo se preparaban una tumba lujosa, con la esperanza de que todos los efectos personales allí acumulados, y todas las imágenes que ordenaban representar en los murales, estuvieran a su disposición después de la muerte. Más o menos a partir de 2950 a.C., los reyes de la I dinastía recibieron sepultura en sus complejos funerarios de Abydos acompañados de perros, leones y burros. Más de 2.500 años después, durante la XXX dinastía, un plebeyo llamado Hapi-men fue enterrado en Abydos con un perrito acurrucado a sus pies.

Otras momias eran provisiones para los muertos, «vituallas momificadas», las llama Ikram. Los mejores cortes de carne de buey, patos suculentos, ánsares y pichones se salaban, secaban y envolvían en tiras de lino.

Por último, otros animales eran momificados porque eran la viva representación de un dios. Hacia el año 300 a.C., la venerada ciudad de Menfis, capital de Egipto durante gran parte de su historia antigua, ocupaba 50 kilómetros cuadrados y su población rondaba los 250.000 habitantes. La mayor parte de las ruinas de la que fue una ciudad gloriosa yace hoy bajo el pueblo de Mit Rahina. Pero junto a un camino polvoriento se yerguen las ruinas de un templo, medio ocultas entre matas de hierba. Era la casa de embalsamamiento del buey Apis, uno de los animales más venerados del antiguo Egipto.

Símbolo de fuerza y virilidad, Apis estaba estrechamente relacionado con el todopoderoso faraón. Animal divinizado, era elegido para el culto por reunir una serie de características inusuales: un triángulo blanco en la frente, figuras blancas aladas en los hombros y la grupa, una mancha en forma de escarabajo en la lengua, y pelos dobles en la punta de la cola. Durante su vida lo alojaban en un santuario especial, mimado por sacerdotes, adornado con oro y joyas, y adorado por las multitudes. Se creía que su esencia divina pasaba a otro buey en el momento de su muerte, por lo que en ese instante se iniciaba la búsqueda del nuevo Apis. Mientras tanto, el cadáver era conducido al templo. La momificación se prolongaba al menos 70 días: 40 para secar la enorme masa de carne, y 30 para envolverla.

El día del entierro del buey, los habitantes de la ciudad se echaban a las calles para unirse al duelo nacional y atestaban el camino que conducía a las catacumbas hoy conocidas como Serapeum, en la necrópolis de Saqqara, en el desierto. En procesión, sacerdotes, cantantes del templo y altos funcionarios llevaban la momia hasta la red de galerías abovedadas talladas en el suelo de caliza, donde la sepultaban dentro de un sarcófago de madera o de granito, entre largos corredores abiertos para otros enterramientos. En siglos posteriores, ese lugar sagrado fue profanado por ladrones que arrancaron las tapas de los sarcófagos y robaron los valiosos ornamentos que lucían las momias. Por desgracia, no se conserva intacto ni un solo enterramiento del buey Apis.

Diferentes animales sagrados eran objeto de adoración en los distintos centros de culto: bueyes en Armant y Heliópolis, peces en Isna, carneros en la isla Elefantina y cocodrilos en Kom Ombo. Ikram cree que el culto a esos seres divinos surgió en los albores de la civilización egipcia, cuando un régimen de precipitaciones más generoso que el actual favoreció una tierra verde y feraz. Rodeados de animales, los egipcios comenzaron a relacionarlos con dioses específicos, según sus hábitos. Los cocodrilos, por ejemplo, ponían sus huevos justo por encima del nivel más alto que alcanzaría la crecida anual del Nilo, el gran acontecimiento que irrigaba los campos y permitía que Egipto renaciera año tras año. «Los cocodrilos eran mágicos –dice Ikram–, porque tenían la capacidad de predecir el futuro.»

Saber si la crecida iba a ser buena o mala era importante en un país de agricultores. Por eso, con el tiempo, los cocodrilos se convirtieron en símbolo de Sobek, dios acuático de la fertilidad, y los egipcios les erigieron un templo en Kom Ombo, localidad del sur de Egipto que cada año era una de las primeras en notar la crecida del río. En ese lugar sagrado, cerca de la ribera donde se asoleaban los cocodrilos salvajes, los cocodrilos cautivos llevaban una vida regalada y, al morir, eran enterrados con solemnidad.

En los lugares donde las momias son más numerosas, como en Istabl Antar, donde fueron enterradas por millones, se trata de objetos votivos ofrecidos durante las festividades anuales en los templos donde se rendía culto a los animales. A esos centros religiosos distribuidos a lo largo del Nilo llegaban cientos de miles de peregrinos, que acampaban en los alrededores. Convertidos en mercaderes, los sacerdotes ofrecían desde momias con sencillos vendajes hasta otras más elaboradas para quienes pudieran pagarlas. Entre nubes de incienso, los fieles culminaban la peregrinación ofreciendo al templo la momia elegida.

Algunos lugares se asociaban con un solo dios y su animal simbólico; pero en los centros más antiguos y venerados, como el de Abydos, se han hallado auténticos zoos de momias votivas en los que cada especie se relaciona con una divinidad concreta. En Abydos, donde fueron enterrados los primeros reyes de Egipto, las excavaciones han sacado a la luz momias de ibis que probablemente representan a Tot, el dios de la sabiduría y la escritura. Los halcones evocaban presumiblemente a Horus, el dios del cielo, protector del rey vivo. Los perros guardaban relación con Anubis, el dios con cabeza de chacal, guardián de los muertos. Al ofrendar una de esas momias al templo, los peregrinos podían ganarse el favor del dios correspondiente. «El animal siempre le susurraba al dios al oído: “Aquí viene tu fiel, sé bueno con él”», explica Ikram.

A partir de la XXVI dinastía, en torno al año 664 a.C., las momias votivas se hicieron muy populares. Los egipcios acababan de expulsar a los dominadores extranjeros y recuperaban con alivio sus propias tradiciones. El negocio de las momias floreció y dio empleo a legiones de trabajadores especializados, ya que era preciso criar a los animales, cuidarlos, sacrificarlos y momificarlos, además de importar resinas, preparar las vendas y cavar las tumbas.

Pese al elevado fin de la actividad, la corrupción se infiltró en la cadena de producción, y algunos peregrinos resultaron estafados. «Momias falsas y otros timos», explica Ikram. Las radiografías han revelado diversos trucos para engañar a los consumidores: animales más baratos en sustitución de otros más raros y valiosos; huesos o plumas en lugar del animal completo, y hermosos vendajes con nada dentro, aparte de fango. Cuanto más atractivo era el exterior, mayor era la probabilidad de estafa.

Para averiguar cómo trabajaban los antiguos embalsamadores (un aspecto sobre el cual los textos antiguos callan o son ambiguos), Ikram experimenta con las técnicas de momificación. Para encontrar los materiales necesarios, acude al laberíntico zoco del siglo XIV de El Cairo. En una pequeña tienda, un dependiente pesa en una vieja balanza de latón grandes trozos de una sustancia gris cristalina. Es natrón, una sal que absorbe la humedad y la grasa y que era el desecante más importante utilizado para la momificación. En una herboristería a la vuelta de la esquina compra los aceites que devuelven la flexibilidad a los cuerpos secos y rígidos, y también los resinosos pedazos de incienso que, una vez fundido, sirve para sellar los vendajes.

La investigadora empezó momificando conejos, por su tamaño manejable y porque podía comprarlos en la carnicería. A Orejotas(Ikram pone nombre a todas sus momias) lo sepultó en natrón, pero el cuerpo empezó a descomponerse en dos días, y al acumularse los gases, estalló. Tambor corrió mejor suerte. Ikram le había ex¬¬traído los pulmones, el hígado, el estómago y los intestinos, y luego lo rellenó de natrón y lo sepultó en la misma sustancia. Resistió.

Pelusa, el siguiente candidato, ayudó a resolver un enigma arqueológico. El natrón que tenía dentro absorbió tantos fluidos que se volvió glutinoso y fétido. Ikram lo sustituyó por natrón fresco guardado en bolsas de lino. Eran fáciles de extraer cuando la sustancia se humedecía, lo que explica que en muchos centros de embalsamamiento se hayan encontrado este tipo de bolsas.

El tratamiento reservado a Copo de Nieve fue totalmente diferente. En lugar de la evisceración, el conejo recibió un enema de trementina y aceite de cedro antes de ser sepultado en natrón. Heródoto, el famoso historiador griego, describió el procedimiento en el siglo V a.C., pero los investigadores cuestionaban su credibilidad. En este caso, el experimento le dio la razón. Todas las vísceras de Copo de Nieve se disolvieron excepto el corazón, el único órgano que los antiguos egipcios siempre dejaban en su sitio.

Una vez concluido el trabajo de laboratorio, Ikram y sus estudiantes siguieron el protocolo y envolvieron cada cuerpo con vendas en las que se habían impreso fórmulas mágicas. Recitando oraciones y quemando incienso, depositaron las momias en la vitrina de un aula, donde son una atracción para los visitantes, entre ellos yo misma. Como ofrenda, dibujo un manojo de zanahorias y símbolos que multiplican por mil ese manojo. Ikram me asegura que, en el más allá, los dibujos ya se han convertido en zanahorias auténticas, y que los hocicos de sus conejos se están estremeciendo de alegría.


http://www.nationalgeographic.com.es/2009/10/29/animales_para_eternidad.html

























Ludwig van Beethoven

Ludwig van Beethoven fue bautizado el 17 de Diciembre de 1770, en Bonn. Su familia era originaria de Brabante, en Bélgica. Su abuelo era el director de capilla de la corte y su padre era cantor y músico en la corte de Bonn, con una persistente inclinación hacia la bebida. Su madre ha sido siempre descripta como una mujer dulce, modesta y pensativa. Beethoven hablaba de ella llamándola su "mejor amiga". La familia Beethoven tuvo siete hijos, pero solo tres varones sobrevivieron, de los cuales Ludwig fue el mayor.
Muy pronto, Ludwig mostró interés hacia la música, y su padre Johann lo instruyó en los fundamentos del sublime arte, noche y día, cuando volvía a su casa de los ensayos o de la taberna. No había ninguna duda de que el niño manifestaba el don de la música, y su padre pensó entonces en poder lograr un "niño prodigio", un nuevo Mozart.
El 26 de Marzo de 1778, a la edad de 7 años, Beethoven hizo su primera actuación en público en Colonia. Su padre anunció que tenía 6 años, para hacerlo ver como más precoz. Por esto, Beethoven siempre pensó que era más joven de lo que era en realidad. Inclusive mucho mas tarde, cuando recibió una copia de su certificado de bautismo, el pensó que pertenecía a su hermano Ludwig Maria, que había nacido dos años antes que el, y que había muerto a los pocos días de nacido.
De cualquier modo, los talentos musicales y pedagógicos de Johann eran limitados y hubo que buscar otros instructores. Ludwig aprendía rápidamente, especialmente órgano y composición guiado por músicos experimentados como Gottlob Neefe. Neefe fue muy importante para la instrucción de Beethoven. Reconoció el nivel excepcional del genio de Beethoven inmediatamente. Fue una influencia grande para el joven ya que tanto como transmitirle conocimientos musicales, el hizo conocer al joven Beethoven las obras de los mas importantes pensadores, antiguos y contemporáneos.
En 1782, a la edad de 11 años, Beethoven publicó su primera composición: "9 Variaciones sobre una Marcha de Erns Christoph Dressler" (WoO 63). Mas tarde en 1783, Neefe escribió en la "Revista de Música", acerca de su talentoso alumno: "Si continua de esta manera, será sin duda, el nuevo Mozart"
En Junio de 1784, por recomendación de Neefe, Ludwig es contratado como músico en la corte de Maximilian Franz, Elector de Colonia. Este puesto le permitió frecuentar la música de los viejos maestros en la orquesta. También esto le permitió la entrada en nuevos círculos sociales. En estos conoció gente que iba a convertirse en amigos por el resto de su vida. La familia Ries, los von Breuning con la encantadora Eleonora, Karl Amenda, el violinista; también a Franz Gerhard Wegeler, un doctor y muy querido amigo de Beethoven que también viajo luego a Viena, etc. En la casa de los von Breuning, el joven Beethoven conoció a los clásicos y a aprendió a amar la poesía y la literatura.
El Príncipe Maximilian Franz estaba conciente del talento de Beethoven, y por lo mismo, en 1787 lo envió a Viena a estudiar con Mozart y proseguir su educación. Viena era entonces el faro cultural y musical de Europa.
En relación al encuentro entre Mozart y el joven Beethoven, solo existen textos de disputable autenticidad. De cualquier modo la leyenda dice que Mozart habría dicho: "Recuerden su nombre, ya que este joven hará hablar al mundo!"
Pero su madre enfermo gravemente, y en una carta su padre le pidió que regresara inmediatamente. Su madre, la única persona hasta entonces, con la que Ludwig había desarrollado una profunda relación de amor, murió finalmente de tuberculosis el 17 de Julio de 1787.
A partir de esto y poco a poco, Ludwig comenzó a reemplazar a su padre en el hogar. Primeramente en lo económico, ya que Johann, a partir de la muerte de su esposa, se fue deteriorando personalmente, entró en depresión y se hizo más y más dependiente del alcohol. De esta forma tanto su rol de padre, como su trabajo en la corte fueron mermando. El joven Beethoven entonces, se sintió que tenía que tomar la responsabilidad sobre sus dos hermanos menores sobrevivientes, un sentimiento que mantuvo por el resto de su vida, y que a veces llevó a cabo en exceso. Un sentimiento de responsabilidad por su familia, que en realidad, le dio más dolores que alegrías.
Cinco años más tarde, en 1792, Beethoven volvió a obtener del Príncipe Elector la posibilidad de proseguir su educación musical en Viena. Nunca volvió a su pueblo natal. La noche antes de partir, su amigo el conde Waldstein le escribió en su diario: "recibirás el espíritu de Mozart de las manos de Haydn…"
En Viena, el joven músico tomo lecciones de composición con Haydn, después contrapunto con Alberchtsberger, y lírica con Salieri. Pronto llamó la atención y deslumbró a Viena con su virtuosismo en el piano y sus famosas improvisaciones. En un par de años se convirtió en el músico de moda en la aristocrática y musical capital de los Haugsburg.
En 1794, Beethoven publica su Opus Nº 1, tres Tríos para Piano, violín y cello. El año siguiente pudo realizar su primer concierto público en Viena (una "Academia"), en la cual interpretó sus propias obras. Luego siguió una gira: Praga, Dresden, Leipzig y Berlín. Antes de eso un concierto en Budapest. Una enorme actividad para el joven Beethoven que estaba ya sintiéndose llamado a grandes cosas en la música.
Beethoven hizo numerosas relaciones en Viena. Todos en el mundo aristocrático musical de Viena admiraban al joven compositor. Estos amantes de la música se convirtieron rápidamente en sus leales mecenas y sostenedores. Cada tanto tenía una pelea con uno u otro de ellos, y a menudo hacia las paces honorablemente después. Su gran talento les hacia excusar tanto su comportamiento impulsivo, como sus reacciones que en otro caso hubieran sido juzgadas como excesivas. Su fuerte carácter y conciencia de su valor hicieron que pudiera conseguir para si, un respeto y valoración que no habían sido otorgados a nadie antes.
En 1800, Beethoven organizó un nuevo concierto en Viena, que esta vez incluyó la presentación de su Primera Sinfonía. Aunque hoy en día, nosotros podamos juzgar esta obra como mas clásica, y cercana las composiciones de Haydn y Mozart, en ese momento, el publico encontró esta obra extraña, demasiado extravagante y hasta audaz. Nuestro genial Beethoven aun siendo todavía un joven compositor, estaba ya empujando los limites de las posibilidades de la música. Su obra entera parece una lucha contra los limites de las posibilidades de expresión del arte.
Su actividad iba en aumento, y también tuvo alumnas entre las jóvenes aristócratas, muchas de ellas jóvenes y hermosas con las que estuvo intermitentemente enamorado.
En 1801, Beethoven confiesa a su amigo Wegeler, en Bonn, su preocupación acerca de su progresiva sordera. En Heiligenstadt, el año siguiente escribe el famoso texto en el cual expresa su desesperación y disgusto ante la injusticia de la vida: que el, un músico, pudiera volverse sordo era algo que el no podía concebir ni soportar. Inclusive contemplo la idea del suicidio, pero la música y su ya fuerte convicción de que había "algo" que el debía concretar en ese campo, hizo que siguiera adelante. En ese "Testamento" escribió que el sabia que todavía tenia mucha música por descubrir, explorar y concretar. Beethoven no se suicidó, más bien, sabiendo que su enfermedad se iba haciendo peor con el tiempo, se zambullo de lleno en el trabajo componiendo excepcionales sonatas para piano, (como la Opus 31, "La Tempestad"), la Segunda y Tercera Sinfonías, y por supuesto mucho más.
Beethoven escribió su Tercera Sinfonía en "memoria de un gran hombre", Bonaparte. El mismo era visto en ese momento como un liberador de su pueblo, y que desde la Revolución Francesa, estaba abriendo una puerta a la esperanza. Cuando el Primer Cónsul, se declaro a si mismo Emperador, Beethoven se enfureció, y borro violentamente el nombre de Napoleón de la primera página de la partitura. La "Eroica" se estrenó el 7 de Abril de 1805.
Entre 1804 y 1807 estuvo enamorado de la joven y bella Condesa Josephine Brusnwik viuda del Conde Deym. La condesa correspondía a su amor pero este no pudo realizarse por las rígidas restricciones sociales de la época y la estricta separación entre la nobleza y el vulgo. En esta etapa hay una correspondencia amorosa entre ambos. Esta relación termina alrededor de 1808, al no poder concretarse.
Mientras tanto Beethoven había finalmente terminado su opera, "Leonore". La única opera que el iba a componer. Escribió y re-escribió cuatro diferentes overturas. Finalmente el nombre de la Opera fue cambiado a Fidelio, en contra de los deseos del compositor. El 20 de Noviembre de 1805 fue la fecha de la primera representación…. en frente a una pobre concurrencia de publico en el que se encontraban muchos oficiales franceses. Napoleón y su ejercito habían entrado en Viena por primera vez en esa misma semana!
Esto volvió a ocurrir en 1809.
En los años siguientes, la actividad creadora del compositor se tornó intensa. Compuso muchas sinfonías, entre ellas las famosas Quinta, la Pastoral, la overtura Coriolano, inclusive la pequeña pieza para piano conocida como "Para Elisa".
El Archiduque Rodolfo, hermano del Emperador, fue alumno suyo en composición, y eventualmente se convirtió también en su mas grande benefactor.
En 1809, Beethoven se encontraba descontento de su situación en Viena, especialmente bajo el aspecto económico. Entonces se planteo la invitación de Jerome Bonaparte, para dejar Viena y radicarse en Holanda. Su vieja amiga la Condesa Anna Marie Erdödy, logró que se quedara en Viena con la ayuda de sus más ricos admiradores: El Archiduque Rodolfo; el Príncipe Lobkowitz y el Príncipe Kinsky. Estos aristócratas ofrecieron a Beethoven una pensión anual de 4.000 florines, permitiéndole de esta manera vivir sin ninguna clase de apremio económico. La única condition era que Beethoven no dejara Vienna. Beethoven aceptó. Esta pensión, hizo de él, el primer artista y compositor independiente de la historia. Antes de este contrato, los músicos y compositores (inclusive Bach, Mozart y Haydn), eran sirvientes en las casas de las ricas familias aristocráticas. Eran parte del personal domestico, sin mas derechos que los demás y con la adicional tarea de la composición y la interpretación de música cuando a los patrones les placía. Las condiciones del arreglo de Beethoven con sus benefactores, eran absolutamente excepcionales: el era libre de escribir lo que quería, cuando quería, y por pedido o no, según el lo prefiriera. Condiciones excepcionales para un músico que era además, un hombre de un carácter también excepcional.
En 1812, Beethoven se traslada a tomar cura de aguas a Tépliz, desde donde escribe su ardiente carta a su "Amada Inmortal". Esta carta que fue encontrada en un compartimiento secreto de su escritorio con el "Testamento de Heiligenstadt", ha provocado toda clase de teorías y suposiciones en los estudiosos y biógrafos desde entonces. Numerosas mujeres entre sus amigas, alumnas o relaciones, han sido propuestas por turnos como candidatas a destinatarias de esa hermosa y apasionada carta. Pero, pese a todo el esfuerzo de investigación, a no ser que algún nuevo documento sea descubierto (tal vez ubicado en este momento en alguna colección privada) es posible que la verdad acerca de esta misteriosa mujer continúe siendo un secreto. Evidentemente así lo quiso Beethoven.
A fines de Julio de 1812, Beethoven conoció a Wolfang von Goethe, encuentro organizado por Bettina Brentano. Los dos grandes artistas, se admiraron mutuamente pero no pudieron comprenderse. El compositor juzgó al poeta como demasiado servil con la aristocracia, y el poeta opinó que Beethoven era un ser "indomable". Pese a esto, la admiración de Beethoven hacia Goethe como poeta no disminuyó, al contrario, continuó poniendo música a muchos de sus poemas, y lo reverencio bajo ese aspecto hasta el final de su vida. Siempre lamentó no haber sido mejor comprendido por Goethe.
Entonces, uno de sus benefactores, el Príncipe Lobkowitz tuvo un quebranto económico, y el Príncipe Kinsky se mató en una caída de su caballo. Los herederos de Kinsky decidieron no pagar las obligaciones financieras que el Príncipe había contraído con Beethoven. Aquí recomienzan las dificultades del compositor para mantener su independencia económica.
Entonces el Checo Johann Nepomuk Maelzel se contactó con Beethoven. Talentoso inventor, e inventor del metrónomo, Maelzel ya había conocido a Beethoven y le había construido varios instrumentos para ayudarlo con sus dificultades auditivas: Cornetas acústicas, un sistema de escucha conectado al piano, etc. En 1813, Beethoven compuso "La Victoria de Wellington" un trabajo escrito para el instrumento mecánico construido por Maelzel, el "panharmonicon". Pero fue principalmente su trabajo en el metrónomo, que ayudó a la evolución de la música. Beethoven se entusiasmó tanto con el aparato que escribió cartas a editores recomendándolo y fundamentalmente, comenzó a hacer escrupulosamente las anotaciones de las marcas de metrónomo en sus partituras, de modo que su música pudiera ser interpretada precisamente como el lo había planeado.
La "Academia" de 1814, reagrupara este trabajo ("La Victoria de Wellington"), con las Séptima y Octava Sinfonías. Este era también el tiempo de re-escribir y reformar Leonore, como Fidelio, la única Opera de Beethoven. Esta vez, el trabajo se convirtió en un gran éxito frente al público. Un éxito también económicamente. Los conciertos que realizo en esta época fueron todos exitosos a ese nivel.
1814 fue también el año del Congreso de Viena, que reunió en la capital a todas las cabezas de estado que decidían el futuro de Europa después de la derrota de Napoleón. Todo Viena era una celebración. Este fue uno de los momentos de gloria de Beethoven. Se realizaron numerosos conciertos con su música como parte de las celebraciones, y fue invitado a tocar muchas veces, recibiendo admiración y reconocimiento de los cuales podía estar perfectamente orgulloso.
El 15 de Noviembre de 1815, muere Kasper Karl, el hermano menor del compositor. Al morir, deja una esposa, a la que Beethoven llama "La Reina de la Noche" -parafraseando la opera de Mozart y debido a su débil moral, y un hijo de 9 años, Karl.
A partir de este momento la vida del compositor iba a cambiar dramáticamente. Su hermano había escrito que deseaba que la tutoría de Kart fuera ejercida conjuntamente por su mujer y su hermano Ludwig.
Para Beethoven, la responsabilidad tenia que ser tomada muy seriamente. Por una parte se negaba a compartir la crianza con una mujer de cuya moral tenia tantas dudas y por otra parte, como un soltero de casi 45 años que ya casi no podía oír, encontró muy difícil comprender a un niño con una infancia muy distinta de la suya propia, y que se transformo en un adolescente difícil, tironeado entre su madre y su tío. Todo esto fue la causa de un muy largo juicio entre la madre del niño y Beethoven, y el origen de sufrimiento, conflicto y numerosas preocupaciones para él.
Eln1816, Carl Czerny (futuro maestro de Franz Liszt, y antiguo alumno de Beethoven) se tornó maestro de música de Karl, pero no encontró talento musical en el niño, cosa que desilusionó a nuestro compositor. El hubiera deseado que el niño pudiera dedicarse al arte. Al mismo tiempo, se encontraba terminando su hermoso ciclo de canciones "A la Amada Lejana" y escribió el primer esbozo de un tema de la Novena Sinfonía.
Dos años más tarde, el Archiduque Rodolfo, fue nombrado Cardenal y Beethoven comenzó escribir para su encumbrado alumno, su enorme Misa en Re. La misa naturalmente no estuvo lista para la entronización, pero se transformó finalmente en una obra maestra de belleza y espiritualidad incomparable.
Gioachino Rossini triunfaba en Viena en 1822, donde se encontró con Beethoven. La barrera del idioma y la sordera de Beethoven ocasionaron que solo pudieran intercambiar breves palabras. El compositor alemán apenas toleraba la opera italiana, -la encontraba poco seria, pero Rossini años después aun recordaba su encuentro con reverencia.
La Novena Sinfonía estaba prácticamente terminada en 1823, el mismo año que la Missa Solemnis. Liszt que tenía entonces 11 años, conoció a Beethoven, cuando el maestro (dicen algunos) concurrió a su concierto del 13 de Abril, y felicitó al niño. El joven virtuoso, años más tarde, transcribió todas las sinfonías de Beethoven para piano, y fue un gran intérprete de su obra.
El 7 de Mayo de 1824 fue la fecha del estreno de la maravillosa Novena Sinfonía, y a pesar de las dificultades técnicas de la música y los problemas de la exigencia en las partes cantadas, fue un éxito rotundo. Lamentablemente este éxito no resultó en una ganancia financiera. Los problemas financieros continuaban preocupando mucho al compositor. Siempre tenía dinero que estaba ahorrando, pero este dinero no podía tocarse, ya que estaba ya destinado a su sobrino.
Entonces en medio de preocupaciones, enfermedad y disgustos, pero también de una serenidad espiritual excepcional, comienza el periodo de los Últimos Cuartetos, música tan excelsa y espiritual como ninguna otra. Estos cuartetos son todavía hoy difíciles para las audiencias contemporáneas, que puede comprender la mayoría del cuerpo de su obra. Comienza a escribir la Décima Sinfonía.
A fines de 1826, Beethoven se resfría seriamente volviendo de la propiedad de su hermano Johann, donde había pasado el verano y con el cual había peleado otra vez. La enfermedad se complica asociándose a problemas hepáticos serios de los que Beethoven había sufrido toda la vida. Finalmente después de una enfermedad dolorosa de tres meses Beethoven muere, rodeado de sus amigos, el 26 de Marzo de 1827, justo cuando una tormenta rompe sobre Viena.
Los servicios fúnebres fueron celebrados en la Iglesia de la Santa Trinidad, distante un par de cuadras del domicilio de Beethoven. Se estima que entre 10.000 y 30.000 personas concurrieron a sus exequias que fueron muy importantes. Franz Schubert, muy tímido y un gran admirador del compositor (que nunca se animó a acercársele) fue uno de los que cargaron el cajón, con otros músicos. Schubert murió el año siguiente y pidió ser enterrado al lado de Beethoven.
El actor Heinrich Anschütz leyó la oración fúnebre que fue escrita por el poeta Franz Grillparzer, a las puertas del Cementerio de Währing, (ahora Schubert Park).

http://www.lvbeethoven.com/Bio/LvBeethoven-Biografia.html









sábado, 13 de diciembre de 2014

Tesoros en el sótano del Museo de El Cairo

A 20 años de haberse fundado el Museo de El Cairo, la generosidad del bajá Abbas, que gobernaba Egipto, lo dejó, como a la Magnífica: "sin cosa alguna", al obsequiarle al archiduque Maximiliano de Austria, nuestro Max, todas las antigüedades que se encontraban en La Ciudadela, que ese fue el primer recinto del museo fundado en 1834 por Youssef Zia Effendi. Estas antigüedades se pueden admirar hoy en el Museo Egipcio de Viena.

Entre los siglos XVII y XVIII sólo unos cuantos reyes y magnates europeos poseían algunos objetos antiguos de arte egipcio, entre estatuillas, estelas y sarcófagos y nadie más. Entonces Napoleón llevó a cabo la expedición a Egipto, se descubrió la piedra Roseta que permitió la traducción de los jeroglíficos egipcios y así se conoció cómo era la cosa egipcia y ese arte milenario, y todo lo demás, se volvió un tesoro codiciado en el mundo.

Otra vez, los tesoros del museo estuvieron a punto de quedarse, ahora en Francia, en ocasión de la exposición de París en 1867 cuando la emperatriz Eugenia le pidió a Ismail Bajá la colección entera. Ismail no rehusó abiertamente, respondiéndole que la responsabilidad de hacerlo era una decisión de Auguste Mariette, el arqueólogo francés que había organizado el museo y era director de las excavaciones arqueológicas en Egipto. Mariette se negó entregar los tesoros y ya no permitió su salida, excepto pequeños objetos e imitaciones modernas de piezas antiguas para ser exhibidos en Viena, Filadelfia y París. En 1902, todo lo que contenía el Palacio de Gizeh, fue trasladado a Midan El Tahreer, donde fue edificado el actual museo, obra del arquitecto francés Marcel Dourgnon.

Así, a poco más de 100 años, Zahi Hawass, secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades, en 2004, al enterarse que en los sótanos del museo se habían acumulado sin que nadie les echara ni una mirada y empolvándose, aproximadamente 100 mil objetos, decidió que se necesitaba una relación más precisa del contenido y envió un equipo de curadores para que llevaran a cabo el inventario completo.

"Durante los últimos 100 años, los curadores se sentaron a tomar su té, pero no hicieron su trabajo", comentó Hawass.

Por su parte, Alí Radwan, catedrático de egiptología en la Universidad de El Cairo, aseveró: "Es una acumulación de 100 años de descuido. No es adecuado que un país como Egipto tenga un almacenamiento miserable para su historia".
El proceso de registro y recuperación ha sido lento en condiciones de trabajo muy difíciles. Hay poca ventilación y toneladas de polvo. "Es como si estuviéramos excavando de nuevo", señala Sabah Abdel Razek, curadora egipcia que supervisa la labor.

Hasta ahora se han inventariado 22 mil artículos, lo que representa alrededor del 20 por ciento de lo que está en el sótano. Se han encontrado 600 ataúdes y 170 momias y tres estatuas que datan del Antiguo Reino, hacia el año 2649 antes de Cristo. Las estatuas habían sido denunciadas como robadas del museo y aunque se hicieron las pesquisas y se detuvo a dos empleados de limpieza del museo, finalmente resultó que se encontraban en el citado sótano.
A la fecha nadie sabe qué no habrá sido robado con el paso de los años. En 2004, los funcionarios reportaron que habían desaparecido del sótano 38 brazaletes dorados de tiempos romanos.

Los tesoros irán siendo recuperados, clasificados y debidamente resguardados y almacenados y la tarea será lenta y permanente por mucho tiempo, ante la cantidad de objetos que allí se encuentran y al final será cosa buena por tratarse de uno de los mayores "botines" de antigüedades soterradas en el museo.
Habría que preguntarse si en nuestros museos, tal el Nacional de Antropología e Historia y otros, en sus sótanos y bodegas todo está bajo control, cuidadosamente clasificado, sin polvo y a la vista de los arqueólogos, antropólogos e historiadores. Todo es patrimonio cultural de la Nación.

Fuente: El Occidental
http://www.eloccidental.com.mx/eloccidental/051118/naci_inter/
96naci_inter.asp
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Encontrada la faraona Hatshepsut en el sótano del Museo de El Cairo

Hatshepsut fue, junto a Cleopatra y Nefertiti, una de las grandes reinas de Egipto. Pero, hasta hace poco, también era una incógnita arqueológica debido a que su cuerpo nunca fue encontrado en ninguna de las dos tumbas que se construyeron para ella en el Valle de los Reyes. No obstante, se acaba de descubrir que su momia, de 3.400 años, dormía anónima y humildemente en los sótanos del Museo Egipcio de El Cairo. Ha sido identificada gracias a un fragmento de muela por el mayor responsable arqueológico de las antigüedades faraónicas de Egipto, Zahi Hawass, que asegura haber desentrañado un misterio más del Antiguo Egipto. Una de las ironías de esta historia radica en que la momia desconocida, y ahora "bautizada", se encontró en su momento en la tumba del Valle de los Reyes, aunque no fuera reconocida.

http://www.unionprofesional.com/index.php/unionprofesional/sala_prensa/noticias_colegiales/cultura/encontrada_la_faraona_hatshepsut_en_el_sotano_del_museo_de_el_cairo
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La reina dormía en el sótano…
http://www.faraones.net/archivo%20noticias/elpais270607.pdf


viernes, 12 de diciembre de 2014



El emperador Adriano, viajero incansable

Dispuesto a inaugurar una época de paz, Adriano pasó más de la mitad de sus veintiún años de reinado visitando todos los rincones de su Imperio, desde Britania e Hispania hasta las ciudades del oriente griego, su verdadera patria adoptiva
Bajo su reinado, el imperio floreció en paz y prosperidad. Estimuló las artes, reformó las leyes, afirmó la disciplina militar y visitó todas las provincias en persona. Su enérgico y gran carácter atendió al conjunto y a los mínimos detalles de la política civil. Pero sus pasiones dominantes eran la curiosidad y la vanidad. Adriano era alternativamente un príncipe excelente, un sofista ridículo y un tirano celoso. El tenor de su conducta mereció alabanza por su equidad y moderación. Pero al principio de su reinado dio muerte a cuatro senadores consulares, considerados dignos del imperio. Al fin el tedio y una penosa enfermedad le hicieron irritable y cruel. El Senado dudó si debería considerarle un dios o un tirano y sólo gracias a las súplicas del piadoso Antonino le fueron otorgados los honores debidos».

Así resume Edward Gibbon los datos que dan Dión Casio y la Historia Augusta sobre Adriano, en un curioso retrato con luces y sombras. Durante algo más de veinte años Publio Elio Adriano ofreció al Imperio una próspera paz y una administración muy eficaz, «visitó todas las provincias» y fue, en definitiva, un «príncipe excelente». Se le reprochan sus manejos para eliminar a algunos rivales y su carácter esquivo, tiránico y extravagante.

Por eso, apenas murió, en el año 138, en Roma se alzaron insultos y protestas contra su memoria. Fue enterrado fuera de la ciudad casi en secreto y el Senado intentó prohibir su apoteosis, esto es, su proclamación póstuma como dios. Pero el tenaz empeño de su sucesor, el leal Antonino Pío, logró que se le ofrecieran dignos funerales; es decir, que fuera deificado con los mismos honores que otros emperadores. Sin duda, la impopularidad final en Roma contrastaba con el gran aprecio que Adriano había suscitado en Grecia y merecido en toda la zona oriental del Imperio, en correspondencia con el filohelenismo, la afición por la cultura griega, demostrado por él en su vida y sus viajes.

Adriano, que llegó al trono imperial con cuarenta años tras una larga carrera de cargos civiles y militares, impuso desde sus comienzos una propia línea política. Frenó la expansión territorial, renunciando a nuevas conquistas bélicas, reforzó las fronteras y promovió la idea de paz en todo el dominio romano. Luego recorrió las extensas tierras del Imperio como ningún emperador lo había hecho antes, no sólo para asegurar la justa administración en las provincias, sino también para mostrar la munificencia imperial, y construir carreteras, ciudades y monumentos, y aún más para conocer a sus gentes, sus problemas y ambiciones. Viajó sin cesar, unas veces guiado por la estrategia política y otras por su propio anhelo de ver mundo y aumentar su cultura personal. Y fue, de alguna manera, en algunos viajes que realizó a remotos confines de su imperio, en la época de una paz asegurada, un viajero sentimental. En los veintiún años de su reinado pasó más de doce fuera de Roma, más de la mitad del tiempo de su gobierno.

De Antioquía a Roma
Ya antes de llegar al trono, Adriano también había viajado mucho con varios destinos. Hizo muy joven su primer viaje a Itálica, la ciudad patria de su padre y también de Trajano, que visitó el año 90. Desde 95 a 101 marchó como tribuno y luego cuestor a Germania y Dacia, es decir, a las fronteras del Rin y del Danubio. Tras las guerras dácicas, en el año 105 fue destinado a la zona oriental, primero a Grecia (Nicópolis y luego Atenas), más tarde a Antioquía, Armenia y Siria. Allí fue, en Antioquía, en agosto de 117, ya como legado al frente de las legiones de Oriente, donde recibió la noticia de la muerte de Trajano, apenas dos días después de saberse designado como su sucesor. Fue aclamado como emperador por las legiones y como tal se encaminó a Roma, desde Asia Menor, cruzando con un fuerte ejército Tracia, Mesia, Dacia y Panonia. Llegó once meses después, ya en 118.
Allí se mantuvo hasta 121. En un viaje de inspección recorrió tierras de la Galia y Germania, y luego Britania, donde mandó construir el famoso muro que llevaría su nombre. Se dirigió luego a Hispania (la Tarraconense y la zona de León) y de allí pasó probablemente a Mauritania y a Siria. Tras recorrer Tracia y las ciudades costeras de Asia Menor llegó finalmente a Atenas. Permaneció en Grecia casi un año, hasta que a mediados de 125 volvió a Roma. Desde ésta, en 128 recorrió en campaña militar el agitado norte de África (Numidia y Mauritania).
Ya en 129 emprendería otro gran viaje hacia Oriente, con varias estancias en Atenas, desde donde viajó a las ciudades de Asia Menor (Éfeso, Mileto), Licia y luego Siria, Arabia y Judea, así como Egipto, regresando de las tierras del Nilo a Atenas ya en 132. Acaso tras una nueva rápida visita a Judea, donde continuaba la guerra contra los rebeldes israelitas, atravesó las tierras de Macedonia, Mesia, Dalmacia, Panonia hasta llegar a Roma, a mediados de 134. Allí, descansando en su retiro de Tívoli, en las afueras de la gran urbe, enfermo y melancólico, permaneció hasta su muerte, en Bayas, en julio del año 138.

Fundador de ciudades
En muchos de los lugares que visitó, Adriano inauguró edificios, monumentos, caminos y construcciones diversas. En las fronteras fijó con muros y fosos los límites duraderos del Imperio: una gran empalizada en Germania y en Retia (al sur de la actual Alemania), el perdurable muro en el norte de Britania y una amplia fosa (fossatum) en África. Fundó ciudades, a veces con su nombre, las dos Adrianópolis de la Cirenaica (actual Libia) y Tracia (región situada entre Grecia y Bulgaria), Adrianúteras, Adrianos y Adraneia en Asia Menor, así como Elia Capitolina, erigida sobre las ruinas de Jerusalén, en Judea. En honor de su amante Antínoo fundó Antinoópolis en Egipto. Alzó también grandes templos, como en la ciudad de Cízico (situada en la región de Misia, en Asia Menor) y en Atenas, donde destaca el magnífico santuario de Zeus Olímpico. Prodigó fiestas a su paso, dejando por doquier claras inscripciones con su nombre y muchas estatuas, de las que se conservan más de ciento cincuenta. Embelleció con teatros y obras de ingeniería muchas ciudades, como en el caso, muy significativo, de la hermosa Itálica, la ciudad de su familia y de la de Trajano.
Las visitas imperiales «a todas», o casi todas, las provincias eran algo excepcional. Otros emperadores habían viajado a unas u otras en caso de algún conflicto bélico o en campañas militares –como Augusto al norte de Hispania o Trajano en sus viajes a Oriente– o, en otros casos, para darse a conocer tras su proclamación; pero en Adriano esas visitas de inspección y festejos responden a su interés personal por el cuidado y mejora de las provincias, a un plan premeditado de mejorar las comunicaciones y, a la vez, conocer a sus gentes y su cultura.
El establecimiento de fronteras definitivas, la restauración de la disciplina militar y de la administración de la justicia, se enlazaban con una fuerte pasión constructiva y todo esto se combinaba muy bien con su sincero y tenaz filohelenismo. Esos empeños suyos respondían al anhelo de integrar mejor y reanimar la parte oriental del Imperio, por la que manifestó una singular atracción e incluso una personal simpatía espiritual. De ahí su afán de dar nuevo impulso económico y político a aquel ámbito cívico grecohablante y a su ejemplar cultura antigua y brillante, que Roma ya mucho antes había sometido y asimilado en su nivel más elevado. En fin, en ese siglo II, bajo la dinastía de los Antoninos, el renacer de la cultura y de la sociedad helenística fue espectacular. Tanto en Atenas, embellecida por las obras monumentales de Adriano –y de su amigo, el riquísimo Herodes Ático–, como en otras ciudades de la costa del Egeo, esa época fue un tiempo de esplendor.
También en Roma dejó Adriano notables muestras de su afán arquitectónico: reconstruyó el templo del Panteón, iniciado por Agripa, y edificó el templo de Venus, los jardines y el palacio de Tívoli, así como el enorme túmulo funerario para su sepulcro (que concluyó Antonino y actualmente es el castillo de Sant’Angelo), además de reformar los edificios del foro de Augusto y los mercados del campo de Marte. Celebró numerosos juegos en el circo y representaciones en los teatros, y diseñó su residencia palaciega en Tívoli con numerosas estatuas y pinturas que reproducían escenas y paisajes de sus lugares predilectos del oriente helénico: el Liceo y la Academia, el Pritaneo, Canope, la Estoa y Tempe.

Apasionado por lo griego
En su actitud pública, Adriano parecía querer ser visto como un nuevo Augusto: como él aseguró las fronteras, reconstruyó templos (como el Panteón en Roma y el de Augusto en Tarragona), y como él a su muerte dejó designado no sólo al buen Antonino como su sucesor inmediato, sino también a dos herederos de éste: Lucio Vero y Marco Aurelio. Por otra parte, también emulaba a Pericles, de modo que asumió, en Oriente, en 129, el título de Olímpico (Olimpios). Creó en Atenas un gran centro político, el Panhelenion, donde se reunirían los representantes de las ciudades griegas para diseñar una política común; a la vez que se empeñó en concluir de una vez el imponente templo de Zeus Olímpico. Hizo mucho por acreditar el prestigio cultural del mundo griego: en Roma fundó un centro llamado Ateneo, trató con los sofistas más notables de su tiempo e intentó helenizar a los judíos construyendo en las ruinas de Jerusalén, destruida por Tito, una nueva ciudad, Elia Capitolina, con templo y cultos paganos; una medida errónea, que suscitó una larga rebelión y una segunda guerra en Judea.
El amor a lo griego de Adriano venía ya de su juventud, cuando por sus lecturas y sus gustos fuera apodado Graeculus, «grieguillo», mote bastante despectivo en Roma. Su cordial filohelenismo aparecía a las claras en su rostro barbado, como el de un antiguo filósofo griego, en un notable contraste con los bien rasurados nobles romanos y los emperadores precedentes. Como al ocupar el trono la conservó, pronto se puso de moda la barba cuidada en todo el Imperio, y la llevaron, cortas o largas, numerosos emperadores, y no tan sólo los que, como Marco Aurelio, podían sentir alguna simpatía o admiración a los filósofos helénicos.
También puede notarse otro rasgo griego en su amor por el joven Antínoo, una pasión más comprendida en el mundo griego y oriental que en el ambiente romano. Al morir el bello muchacho en aguas del Nilo, el desolado Adriano fundó una ciudad con su nombre e hizo que se multiplicaran los retratos de su amado por múltiples ciudades. Hay que recordar que el enlace del emperador con Sabina, sobrina nieta de Trajano, fue una boda de conveniencia, planeada por la emperatriz Plotina, y acaso poco feliz.
Desde sus jardines y sus habitaciones con vistas, el melancólico Adriano sentía acercarse la muerte, e incluso intentó en vano suicidarse. Entre tanto en Roma crecía el resentimiento hacia su persona, refinada y voluble, misteriosa para muchos romanos.

Para saber más
Adriano. Anthony Birley. Gredos, Madrid, 2010.
Memorias de Adriano. Marguerite Yourcenar. Edhasa, Barcelona, 1998.

http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/historia/grandes_reportajes/8196/emperador_adriano.html?_page=2

Elio Adriano, Publio. Emperador de Roma (76-138).
Emperador romano (117-138 d.C.) nacido en Italica (la actual Sevilla) provincia de Bética, el 24 de enero del año 76 d.C. y muerto en Bayas, cerca de Nápoles, el 10 de julio del 138 d.C. A los diez años de edad quedó huérfano, momento en el que su tío, el emperador Trajano, y Acilio Attiano, más tarde prefecto de su guardia pretoriana, asumieron su tutela. Su educación se realizó en Roma, donde destacó por su afición al arte y literatura griega, hecho que le hizo ganarse el apelativo degraeculus (pequeño griego). Su carrera en el cursus honorum dio comienzo en el año 91 d.C., cuando fue nombrado cónsul. En el año 95 sirvió como tribuno en lalegio II Adjutrix, establecida en la provincia de Mesia inferior. En el 96 d.C. fue transferido a la legio V Macedonica. En el año 100 d.C. casó con Vibia Sabina, sobrina-nieta del emperador Trajano. Adriano fue promocionado al cargo de questordurante el 101 d.C. Participó junto a Trajano en la región del Danubio en la primera guerra Dacia del año 102.
Una vez concluida en el año 105 d.C. fue nombrado tribuno de la plebe, cargo que le sirvió para conseguir, un año después, el título de pretor, momento en el que volvió a servir en la segunda guerra Dacia. Adriano continuó se brillante carrera política y en el año 107 d.C. se le confirió el gobierno de la provincia de baja Panonia como delegado del emperador (delegatus propraetore). Sólo un año después llegó a la cumbre de la vida política romana al conseguir el consulado. Adriano participó, siendo legado en Siria, en la campaña emprendida por el emperador Trajano contra los partos. El 9 de agosto del 117 d.C. Adriano recibió la noticia de que había sido adoptado por Trajano, lo que le colocaba en la vía directa para sucederle. Dos días después moría Trajano. La proclamación de Adriano fue realizada con el apoyo del ejército y el Senado. Su primera medida fue la de firmar un acuerdo de paz con Cosroes, rey de los partos, mediante el cual renunciaba a las recientes conquistas romanas más allá del Éufrates: Mesopotamia fue abandonada y Armenia volvió a ser considerada un estado vasallo. La política exterior pacífica emprendida por Adriano provocó los recelos de un sector del Senado, encabezado por Cornelio Palma y Lusio Quieto, que protagonizaron una conspiración abortada en el 118 d.C.
La relativa paz exterior no significó un descuido de los aspectos militares del Imperio. Muy al contrario, Adriano llevó a cabo un reforzamiento de las fronteras con tanto acierto que el trazado quedaría fijado, sin apenas necesidad de nuevas reformas, hasta la caída del Imperio. Observó la necesidad de reforzar las fronterastras haber emprendido un largo viaje a través de las provincias entre 121-125 d.C. El limes se consolidó sobre todo en la región de los Agri Decumates y en el norte de Britania, donde fue levantado un formidable muro de piedra de cien kilómetros, que se extendía desde la desembocadura del Tyne hasta el golfo de Solway First. Así mismo, para incrementar los reclutamientos, destinó a los legionarios a sus provincias de origen, ya que impuso la permanencia de los soldados en sus campamentos de destino. Adriano acometió con ímpetu la tarea de centralizar el poder del emperador, por lo que creó el Consejo del Príncipe, órgano donde se daban cita sus principales colaboradores suyos en las tareas de gobierno y legislación, heredero del amici principi, que restaba poder al Senado.
Ayudado por Salvio Juliano Prisco y Celso, llevó a cabo una importante reforma legislativa con la promulgación del Edictum Perpetuum (131 d.C.), que suplía la multiplicidad de edictos publicados hasta el momento por los pretores y magistrados. La legislación imperial pasó a tener la iniciativa y se concretó por medio de los edicta (prescripciones imperativas), decreta (sentencias de justicia),rescripta (respuestas a casos judiciales concretos) y mandata (instrucciones a gobernadores provinciales). No descuidó tampoco la protección de los pequeños propietarios, a los que dedicó la lex Hadriana de rudibus agris mediante la que favoreció la extensión de la pequeña propiedad frente a la ganadería, ya que concedía exenciones fiscales y la propiedad a todo aquel campesino que pusiera en explotación tierras incultas o abandonadas. Movido por su benignidad prohibió los sacrificios humanos y penó las muertes de los esclavos a manos de sus dueños. La tranquilidad general de su gobierno se vio turbada con la revuelta de los judíos del año 132 d.C., que fue encabezada por Bar Kochba y Eleazar, motivada por el deseo de construir sobre las ruinas de Jerusalén la colonia romana de Aelia Capitolina. El propio emperador acudió en persona a Palestina para controlar el levantamiento, que no pudo ser sofocado hasta el año 135 d.C. Murieron casi 200.000 judíos y otros muchos fueron vendidos como esclavos.
Adriano no perdió nunca los deseos de aprender y conocer nuevas cosas. Tertuliano dijo de él que tenía verdadera pasión por las curiosidades (curiositatum omnium explorator). Fue un verdadero antecesor de los príncipes renacentistas pues tenía conocimientos de ciencia, filosofía, arte, historia, pintura, etc. Fundó el Athenaeum para la enseñanza de numerosas disciplinas. Aun así, se interesó también por la astrología y otras supersticiones que llevaron a la muerte a su favorito, Antinoo, como parte de un sacrificio sagrado. Como no tuvo hijos, en el año 136 d.C. adoptó a Lucio Cejonio Comodo Vero como su sucesor, pero murió antes que el propio Adriano como consecuencia de su disoluta vida. En el 138 d.C. adoptó al senador Antonino Pío, con la condición de que éste, a su vez, adoptara a Lucio Vero y a Marco Anio Vero. Los últimos años del emperador Adriano transcurrieron entre enfermedades y conspiraciones. Finalmente, murió en Baia a consecuencia de hidropesía. Su cuerpo fue trasladado a Roma y depositado en un colosal mausoleo, hoy Castel Sant´Angelo.
http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=elio-adriano-publio-emperador-de-roma