lunes, 24 de noviembre de 2014

Canciones con historia: It’s My Life – Talk Talk

Amantes ochenteros de los animales: este es vuestro grupo, este es vuestro vídeo. Los chicos de Mark Hollis, Talk Talk, se atrevieron en 1984 con uno de los primeros videoclips de la historia en el que no aparece el vocalista para difundir un temazo: It’s My Life, que tuvo una segunda época de esplendor gracias a la versión de No Doubt.

Los Talk Talk son uno de esos escasos grupos que, a pesar de haber oscilado entre diversos géneros e influencias a lo largo de su carrera, siempre mantuvieron un sonido consistente. Aunque comenzaron bastante cerca del synth-pop y terminaron como uno de los pioneros del llamado post-rock (que recogerían bandas como Radiohead), el poderío característico vocal de Mark Hollis hizo de Talk Talk algo unitario, sin apenas fracturas en sus cinco elepés.
Y eso que el líder de la banda no tenía, para nada, pensado dedicarse a la música.Hollis, nacido en Londres en 1955 y hermano pequeño de Ed Hollis, un conocido DJ de la época, quería ser psicólogo infantil y comenzó los estudios universitarios para ello. Sin embargo, dejó la facultad a los 20 años y, dejándose llevar, formó un grupo llamado The Reaction que apenas duró un par de años pero en el que se estrenó como compositor.

The Reaction: cuando las contras de los discos se hacían sobre manteles de mesa.
Tras la disolución del grupo, Hollis conocería a través de su hermano a Paul Webb (bajo), Lee Harris (batería) y Simon Brenner (teclista), con los que creó Talk Talk en 1981. Así daba inicio la historia del cuarteto, ya desde el principiounida a sus hermanos gemelos Duran Duran: ambos compartían discográfica (EMI), productor (Colin Thurston), obsesión de la disquera por incrustarles en un movimiento (los New Romantics) y nombre formado por una sola palabra repetida.
E, incluso, se los llevaron de gira con los chicos de Simon Le Bon a fnales de 1981-principios de 1982. Talk Talk, al margen de comparaciones, presentó en aquellos conciertos su primer disco, The Party’s Over, un extraordinario elepé que soporta los 30 años de antigüedad (a diferencia de muchos creados al hilo del synth-pop). En él se grabó una de las canciones compuestas por Hollis en la época de The Reaction, Talk Talk, que llegó al número 23 en las listas de Estados Unidos.

Además de teloneros de los Duran Duran, también lo fueron de Génesis, en su concierto de reunión de 1982 con Peter Gabriel, lo que les hizo ser más conocidos, sobre todo para el público inglés. Esto les da pie a decidir pulir su música y alejarse de los fríos sintetizadores en busca de un sonido más cálido y natural. Así, a principios de 1984 publicarían su megaéxito It’s My Life, y la canción que le daba título fue el segundo single del álbum.
La influencia, ahora, ya no era de los Nuevos Románticos o de Duran Duran, sino de una mucho más clara: Roxy Music. El sencillo It’s My Life les dio a conocer en medio mundo; aunque, curiosamente, donde llegó más alto en las listas fue en Italia. El autor de la cover del LP fue James Marsh,un reconocido diseñador y artista autor de varias portadas para la revista Time.

Aunque para nosotros sea este su sencillo más conocido, el LP más vendido de la banda fue el siguiente, publicado en 1986, The Colour of Spring. Y aún le quedarían un par de ellos más: Spirit of Eden (1987) -en el que, tras 14 meses en el estudio, comenzaban los coqueteos de Talk Talk con el jazz- y su canto del cisne, Laughing Stock (1992), publicado cuando el grupo ya había sacado un grandes éxitos que había llevado al single It’s My Life al número 13 de las listas británicas.
Estos dos últimos álbumes suelen ser considerados precursores de ese género llamado post-rock en el que se incluyen bandas como Portishead, Elbow, Radiohead o Mogwai. Muchos grupos y cantantes han mostrado su reverencia a Talk Talk; entre ellos los No Doubt que en diciembre de 2003 hicieron la magnífica versión con la que se cierra este post. De todos ellos y de la intrahistoria del grupo se habla en Spirit of Talk Talk,un libro aparecido en septiembre que tiene muy, pero que muy buena pinta.

http://thebestofthe80s.wordpress.com/2012/11/13/its-my-life/


El Valle de los Reyes


Los obreros que construían las tumbas de los faraones en el Valle de los Reyes vivían concentrados en el poblado de Deir el-Medina, para garantizar que la ubicación de las sepulturas quedara en secreto
Como si de una narración viva se tratase, los monumentos que bordean el Nilo nos muestran los pasos, a veces desordenados, que siguió la historia del antiguo Egipto. Este desorden se manifiesta en tumbas y templos que presentan indicios, más o menos evidentes, de usurpaciones sucesivas que se llevaron a cabo sin demasiados miramientos. Esta práctica llegó a considerarse normal y tiene su ejemplo más ilustrativo en el templo de Karnak, el santuario del dios Amón, donde era habitual que los monumentos erigidos por un faraón fuesen usurpados por sus sucesores, que inscribían en ellos sus nombres. Sin embargo, existe una feliz excepción a esta norma.
Nos referimos al asentamiento de Deir el-Medina, donde el tiempo se detuvo hace poco más de tres milenios. Desde entonces, las arenas del desierto guardaron intacto el secreto de este pueblo excepcional. Durante quinientos años, entre 1552 y 1069 a.C., bajo el gobierno de las dinastías XVIII, XIX y XX –período que hoy conocemos como Imperio Nuevo–, en este recóndito rincón de la montaña tebana, a poniente del Nilo y frente a la antigua ciudad de Tebas (Uaset, en egipcio), vivieron y murieron los obreros que excavaron y decoraron las fastuosas tumbas faraónicas del Valle de los Reyes. Algún tiempo después, sus trabajos se extendieron también aTa set neferu, el Valle de las Reinas.
Las excavaciones arqueológicas han desvelado la curiosa vida cotidiana de este pueblo, escondido en un uadi, el lecho seco de un primitivo riachuelo, que nunca fue ocupado tras su abandono. Y lo más importante de todo: nos han permitido conocer el arte de sus moradas de eternidad, en la necrópolis anexa al poblado. Pese a su sencillez, o quizá por ella, estas tumbas son las más interesantes de esta orilla izquierda, conocida por los egipcios como el Occidente, el mundo de Osiris, dios de los «occidentales», los difuntos.

Nace el pueblo de los constructores

Tutmosis I, rey de la dinastía XVIII, creó en el lugar un primer recinto con treinta y tres viviendas. La procedencia de los trabajadores era muy diversa. Junto a egipcios había también nubios y hebreos, aunque en su mayoría eran cautivos de las guerras de liberación contra los hicsos, los asiáticos que gobernaron el país hasta que fueron expulsados de Egipto por los gobernantes de Tebas. Las casas de Deir el-Medina, estrechas y de una sola planta, se adosaron a ambos lados de una calle central. El conjunto se protegió con un muro de adobes, algo más alto que las cubiertas planas de las casas. Pero aunque fue Tutmosis I quien dio forma física al recinto, ya que muchos ladrillos llevan su nombre, la idea de crear esta comunidad de obreros no partió de él. Fueron la reina Ahmés-Nefertari, esposa de Amosis, el faraón que expulsó a los hicsos de Egipto, y su hijo Amenhotep I, padre de Tutmosis, quienes concibieron el proyecto de formar una comunidad de obreros-sacerdotes para construir las tumbas reales. Con el tiempo, los artesanos rindieron culto a la reina Ahmés y a su hijo, que fueron divinizados tras su muerte.
Desde un principio, los obreros dependieron directamente del faraón, a través de su visir, y pronto se organizaron por categorías de oficios. En su aldea, y a pesar de vivir en pleno desierto, la influencia del Nilo siempre estuvo presente. Incluso adoptaron una terminología naval: los habitantes del lado derecho de la calle principal eran el equipo de estribor; los del lado izquierdo eran el de babor. El nuevo pueblo, que ocupaba el centro del uadi, quedaba oculto a la vista desde el valle, y a ambos extremos se instalaron puestos de policía y control para mantener su seguridad y aislamiento.

Tumbas y religión

En esta fase inicial, los enterramientos de los obreros se excavaron, sin demasiado orden, en la colina oriental del uadi. Allí, en la parte más baja, se encontraron sencillas sepulturas de niños y fetos, depositados en canastillas de fibra de palma trenzada. Junto a estas tumbas se alternaban otras, en humildes cajas de madera, que, como las canastillas, habían servido antes para menesteres domésticos. A media ladera se descubrieron las tumbas de lo que, en un principio, se creyó que fue una comunidad de músicos, ya que se descubrieron allí diversos instrumentos musicales. En las cotas más altas de la colina, en la actual Qurnet Murai, aparecieron los sepulcros, generalmente individuales, de personas de edad más avanzada. Las momias reposaban en sencillos ataúdes que habían sido reutilizados y pintados de nuevo, y que, sin duda, supusieron un auténtico lujo para sus nuevos propietarios.
Los obreros de Deir el-Medina constituyeron una cofradía religiosa, por gracia real, independiente del poderoso clero del dios Amón-Re. Ostentaban el cargo de «servidor en la Sede de la Verdad», que era como se denominaba a la tumba del faraón en fase de construcción. Asimismo, por su propia cuenta, los artesanos se adjuntaron después de su nombre el calificativo de maa kheru, justo de voz, o justificado, una distinción tradicionalmente atribuida a los difuntos que lograban superar el juicio de Osiris.

Una comunidad en aumento

Con los años, el poblado fue creciendo. Bajo el reinado de Seti I, de la dinastía XIX, se añadieron setenta nuevas viviendas dentro de los muros ampliados, más algunas extramuros. También se multiplicaron las tumbas, que se construyeron en un nuevo y ordenado cementerio situado en la montaña adyacente, separado del pueblo por una calle junto al muro oeste. La construcción del cementerio aquí tenía un significado religioso: se basaba en el itinerario de la luz, fuente de vida, que nace con el sol por Oriente y se extingue tras ocultarse por la montaña tebana de Occidente, el reino de Osiris.
Problemas prácticos como el suministro de agua se solucionaron con un servicio de aguadores, que ellos llamaron del «exterior», por no pertenecer a la comunidad. Estos aguadores abastecían a las casas con un continuo ir y venir de asnos cargados con tinajas. También se abrió un pozo para proveerse de agua no muy lejos de la entrada norte, pero tras excavar sin éxito hasta una profundidad de 45 metros la obra fue abandonada y convertida en un vertedero. En tiempos de la reina Hatshepsut, el poblado fue dotado de unas grandes vasijas enterradas en varios puntos de la calle para almacenar el agua.
Deir el-Medina vivió su época de apogeo bajo el reinado de Ramsés II, que ordenó realizar grandes proyectos funerarios. Entonces se levantaron cuarenta casas fuera del poblado, y en el interior del recinto las casas se subdividieron hasta alcanzar la cifra de ciento veinte viviendas.

La construcción de una tumba real

La semana de los trabajadores de Deir el-Medina era de diez días, incluidas dos jornadas de descanso. Antes de emprender el camino hacia la obra, los escribas pasaban lista en una placita situada junto a la única entrada, por el lado norte del pueblo. Por lo general, los equipos de estribor y babor se alternaban en su labor fuera de la aldea y no regresaban a sus hogares hasta después de ocho o nueve días de labor en las necrópolis reales. El equipo que trabajaba en el Valle de los Reyes pernoctaba en la parte alta de los cerros que dominaban el solitario valle. Era un lugar sólo de reposo, ya que la comida era transportada diariamente por recuas de asnos a través de un sendero que, bordeando los riscos, llegaba desde el pueblo.
El emplazamiento de la tumba real había sido elegido por el arquitecto real y aprobado por el faraón. Entre los obreros se repartían cinceles de bronce, que eran propiedad del Estado. Los trabajadores los envolvían en un manguito de lino con su marca de propiedad para proteger sus manos. También se les entregaban fragmentos de lino enrollados y grasa para alimentar sus rudimentarias lámparas. Una dificultad añadida al trabajo de los obreros era el asfixiante calor. El cerrado Valle de los Reyes es uno de los puntos más calurosos de Egipto; allí no llega la refrescante brisa del norte, por lo que el trabajo de excavación era durísimo.
Una vez marcada la entrada de la tumba se comenzaba la excavación, y se mantenía el techo del túnel excavado en forma de bóveda hasta poco antes de que los yeseros cubriesen los muros. El equipo de estribor atacaba la pared de piedra caliza de la derecha, mientras que el lado opuesto corría a cargo del grupo de babor; esta curiosa distinción también se mantenía a ambos lados del camino que discurría entre las chozas de piedra donde dormían.

Un trabajo en equipo

Todas las tareas se realizaban casi a la vez. Mientras en las profundidades de la tumba los picapedreros abrían paso, cerca de la entrada los escultores de bajorrelieves y los pintores avanzaban la decoración definitiva. Cuando las salas abiertas excedían de cierta dimensión, se cincelaban soportes en la roca virgen: los futuros pilares de las estancias. Y siempre siguiendo lo indicado en el plano del sacerdote-arquitecto. Cuando se terminaba la cámara funeraria y se colocaba en ella el sarcófago, se excavaba –antes de la antecámara funeraria– un pozo destinado a recoger las imprevisibles y temidas aguas pluviales de la escorrentía, para evitar la inundación de la tumba. Independientemente de esta función, el pozo se asimiló a la tumba de Osiris, que murió ahogado a manos de su hermano Set.
Al plano original de la sepultura, y según la duración de la vida del rey, se añadían estancias profundizando en las entrañas de la roca. El hecho de que muy pocas tumbas se acabasen nos permite conocer todas las fases del trabajo y los métodos constructivos usados. A pesar de tan dura labor, desarrollada en un ambiente polvoriento casi irrespirable, los obreros gozaban de un humor excelente. Los dibujos y comentarios satíricos, recogidos en mil fragmentos de caliza o cerámica (ostraca), así lo atestiguan.
Las tumbas reales del Imperio Nuevo siempre disimularon su entrada para evitar los saqueos, ya que la excavación debía permanecer en secreto y todo vestigio de la sepultura era después borrado. Las toneladas de lascas calizas se alejaban del lugar de trabajo, por lo que la topografía del Valle cambiaba continuamente. Con todo, las acumulaciones de escombros pusieron sobre aviso de la existencia de una tumba real tanto a los antiguos ladrones como a modernos arqueólogos. Y permitieron a Giovanni Belzoni, por ejemplo, descubrir en 1817 la magnífica tumba de Seti I, la segunda más profunda del Valle tras la de Hatshepsut.

Para saber más

Los obreros de la muerte. Fernando Estrada Lara. Planeta, Barcelona, 2001.
Valle de los Reyes
http://www.egipto.com/valles/2.html


http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/historia/grandes_reportajes/7463/valle_los_reyes.html




















Testigo de cargo – Agatha Christie

Testigo de cargo y otras historias (Título original en inglés: The Witness for the Prosecution and Other Stories) es un libro de relatos cortos de la escritora británica Agatha Christie, publicado originalmente en Estados Unidos por Dodd, Mead and Company en 1948. En Reino Unido no fue publicado, pero todas las historias habían aparecido previamente en El podenco de la muerte y El misterio de Listerdale.
El libro está compuesto por 11 relatos cortos (9 en la edición española publicada por Editorial Molino en 1983).

Argumento

En la historia que da nombre al libro, Leonard Vole es detenido acusado de haber asesinado a una acaudalada viuda, llamada Emily French. Desde que la señora French hizo de Leonard su principal heredero, sin saber que era éste un hombre casado, las cosas se pusieron malas para su defensa. Pero el golpe final llega cuando su esposa, Romaine, se dispone a declarar, no en defensa de Leonard, sino como testigo de cargo.
En El segundo gong, Hércules Poirot resuelve la intrincada trama con su proverbial astucia.
Las demás historias tienen como principal leitmotiv el amor y la muerte.

Títulos de las historias

Los títulos de los relatos son:
·                    Testigo de cargo (The Witness for the Prosecution)
·                    La señal roja (The Red Signal)
·                    El cuarto hombre (The Fourth Man)
·                    S.O.S. (S.O.S.)
·                    ¿Dónde está el testamento? (Where There's a Will o Wireless)
·                    El misterio del jarrón azul (The Mystery of the Blue Jar)
·                    Villa Ruiseñor (Philomel Cottage)
·                    Accidente (Accident)
·                    El segundo gong (The Second Gong)
La versión original estadounidense incluye, además de los anteriores, los siguientes relatos:
·                    La aventura del Sr. Eastwood (The Mystery of the Spanish Shawl o Mr. Eastwood's Adventure)
·                    Un cantar por seis peniques (Sing a Song of Sixpence)

Testigo de cargo (película)

Testigo de cargo (Witness for the Prosecution) es una película dirigida porBilly Wilder en el año 1957. Está basada en la obra teatral del mismo título escrita por Agatha Christie.
La película tuvo seis candidaturas a los Oscar: a la mejor película, al mejor director, al mejor actor principal (Charles Laughton), a la mejor actriz de reparto (Elsa Lanchester), al mejor sonido y al mejor montaje.

Argumento

Sir Wilfrid Roberts (Charles Laughton), un consagrado abogado algo mayor y enfermo del corazón, acepta defender a Leonard Vole (Tyrone Power), acusado de asesinato, ante las protestas de su enfermera privada, Miss Plimsoll (Elsa Lanchester), ya que su doctor le había recomendado alejarse de casos con componente criminal. Vole es acusado de asesinar a Mrs. Emily French (Norma Varden), una anciana viuda que se había enamorado de Vole, hasta tal punto de haberle hecho el principal beneficiario de su herencia. Consistentes pruebas apuntan a Vole como el asesino del caso.
Cuando Sir Wilfrid habla con la esposa alemana de Vole, Christine (Marlene Dietrich), el abogado descubre que, aunque de una manera muy fría y ensimismada, Christine puede proveer de una coartada a su defendido. Sin embargo, considera que ésta sería poco útil para la defensa de Vole por venir de su propia esposa, quien, por otro lado, no puede testificar en contra de su marido según las leyes inglesas. Es por ello que Sir Wilfrid queda enormemente sorprendido cuando Christine es llamada como testigo de la acusación en el juicio, sorpresa que aumenta cuando afirma y demuestra que ya estaba casada con otro hombre cuando se casó con Leonard y que, por tanto, no puede ser considerada esposa legal de Leonard Vole.
Tras esta primera estocada, Christine asesta el que parece golpe de gracia a Leonard, testificando que éste le había confesado haber matado a Mrs. French, y que fue su conciencia la que finalmente le obligó a decir la verdad. Leonard, totalmente desconcertado y fuera de sí, no entiende cómo la que él cree amante esposa le traiciona de esa manera, desmontando todas sus afirmaciones de que estaba con ella cuando Mrs. French fue asesinada.
Cuando el juicio está a punto de finalizar y todo parece perdido para Vole, una misteriosa señora contacta con Sir Wilfrid quien, por una pequeña compensación económica, intercambia unas cartas escritas por Christine a un misterioso amante llamado Max. El "affaire" que revela la correspondencia entre Christine y su supuesto amante le da a la esposa de Vole muchos motivos para haber mentido, lo que, finalmente, es determinante para que el jurado considere a Leonard no culpable y el juez le absuelva de todos los cargos.
Sin embargo, Sir Wilfrid se encuentra afligido por el veredicto. Su instinto le dice que todo ha ido demasiado ordenado, demasiado limpio - "¡demasiado simétrico!". Por casualidad, él y Christine se quedan solos en la sala. Ella aprovecha entonces la oportunidad para contarle todo su plan: cómo cuando ella escuchó al principio que su testimonio no era muy convincente, decidió culparse a sí misma para, más tarde, desacreditarse como culpable, y cómo se disfrazó para interpretar a la misteriosa mujer que le entregó las cartas.
Admirado por el coraje de Christine, Sir Wilfrid le pregunta por qué no confió en él para trabajar juntos en la defensa de su marido, a lo que ella, con gran naturalidad, contesta que no podía arriesgarse a trabajar con él, ya que el abogado creía a Leonard inocente y ella sabía con toda certeza que era culpable. Ante el asombro de Sir Wilfrid, Christine le revela que es cierto lo que ella misma declaró en el juicio: que Leonard llegó a casa más tarde de lo que afirmaba y con la ropa manchada de sangre; que le confesó haber matado a Mrs. French y le pidió ayuda; y que sus cartas fueron un fraude y Max nunca existió. Finalmente, cuando el abogado le pregunta por qué lo hizo, ella confiesa que ha sido porque, a pesar de su actitud, ella ama a Leonard por encima de todo.
Leonard Vole aparece en ese momento y, ya protegido por la sentencia absolutoria que le libera de volver a ser juzgado, confirma de forma despreocupada lo que Christine acaba de decir. En ese momento aparece una joven mujer (Ruta Lee) que se le echa en brazos. Cuando Leonard le cuenta que se va a ir lejos con la joven, Christine descubre que Leonard la ha traicionado, que su sacrificio no sirve de nada, y antes de permitir que se vaya con otra, lo mata con un cuchillo en un ataque de furia. Sir Wilfrid, presente durante toda la escena, considera que, finalmente, se ha hecho justicia y que Christine no asesinó a Leonard, sino que lo ejecutó. Miss Plimsoll finalmente cancela las vacaciones de Sir Wilfrid, dándose cuenta de que es incapaz de resistir trabajar en la defensa de Christine.
Wikipedia

Testigo de cargo- pdf




Es mi vida – No Doubt

Es curioso como me encuentro
Enamorada de ti
Si pudiera COMPRAR  mi lógica
Pagaría para perder
Una mitad no será suficiente

Me he preguntado
¿Cuán comprometido
Estás conmigo?

Es mi VIDA
No lo olvides
Es mi VIDA
Nunca termina (Nunca termina...) 

Curioso como me he cegado
Nunca supe
Si algunas veces me engañaron
Temerosa de perder

Oh, me diré
El bien que me haces
Convencerme

Oh, es mi vida
No lo olvides
Oh, es mi vida
Nunca termina (Nunca termina...)

Y me he preguntado
¿Cuán comprometido
Estás conmigo?

Es mi vida
No lo olvides
Atrapada entre la multitud
Nunca termina (es mi vida).

Es mi vida
No lo olvides
Atrapada entre la multitud
Nunca termina (Nunca Termina).

Oh, es mi vida... (oh, es mi vida)
No lo olvides... (no lo olvides)
Atrapada entre la multitud...
(atrapada en la multitud)
Nunca termina (Nunca Termina).



                        Esas Quejas Del Piano - Gustavo Adolfo Bécquer




A intervalos desprendidas,
sirenas adormecidas
que evoca tu blanca mano,
no esparcen al aire en vano
el melancólico son;
pues de la oculta mansión
en que mi pasión se esconde,
a cada nota responde
un eco del corazón.



EDWARD GRIEG, CONCIERTO PARA PIANO EN LA MENOR Op.16





Cita: "El único concierto de Grieg para piano y orquesta fue escrito en Dinamarca en 1868 y se estrenó en Copenhague, el 3 de abril de 1869, dedicado al pianista Edmund Neupert. La partitura se publicó en 1872: hoy la conocemos como primera versión.

Entre 1869 y 1872 habían ocurrido muchas cosas, entre ellas una lectura de Liszt, con el autor, en 1870. Dada la verdadera “manía” de Grieg por revisar sus obras, es de suponer cambios significativos, mayores aún que los ocurridos entre la “primera versión” y la “definitiva”, que el autor revisa en los últimos años de su vida.

En cualquiera de las tres versiones la crítica contemporánea no hizo demasiado caso al concierto. La coincidencia de tonalidad con el de Schumann, y no sólo de la tonalidad como es bien perceptible en el primer movimiento, ya fue advertida en el estreno, y esa ha sido, ya desde entonces, una de las principales acusaciones. ¡Como si el intentar parecerse a Schumann que escribía su concierto cuando Grieg apenas había nacido fuera un pecado!

Todavía en 1903, cuando la última y definitiva versión se estrena en París, un severo Claudio Debussy se extraña ante una estructura formal vacilante, llena de breves y lánguidos cantabiles enmarcados por vibrantes sonerías trompetiles: no se entendían los porqués. Pero, curiosamente, al público, del que solistas, agencias, editoriales y casas discográficas son fieles servidores, les gustó el concierto y sigue otorgándole ese raro honor de situarle en sitio privilegiado del repertorio. 

Tal vez, el mayor peligro para el concierto es, precisamente, esa manía discográfica de meterle en el mismo disco con Schumann y, por supuesto, con los mismos intérpretes. Porque, no es la vecindad lo que le hace daño, sino el que rara vez el intérprete del Schumann es el adecuado para el Grieg, o viceversa, por lo que la aproximación se hace indecente promiscuidad.

El concierto debe mucho a Schumann, claro es, y también a los dos de Chopin, y no hay que olvidar a Liszt: la cadencia del primer tiempo, como se escribe con frecuencia, es impensable sin el conocimiento del húngaro. Pero es indudable que tiene personalidad propia, las melodías, los motivos cortos que, convenientemente variados, Grieg trata a la manera de secuencias, la armonía colorista y sabia, los intervalos desacostumbrados (peligrosos por lo tanto) y que Grieg integra con mucho ingenio dando un matiz exótico a estructuras muy simples, y ese tufillo folk que sin romper ningún molde añade un agradable sabor picante a la cocina tradicional. Si a eso añadimos que el piano está muy bien tratado y que el solista se luce a poco interés que ponga, no es de extrañar el éxito. 

La receta, sin embargo, no debe ser tan fácil: el propio Grieg lo intentó de nuevo y no consiguió terminar lo que habría ido un segundo concierto para piano en si menor". 

Fin de la Cita

 http://clasica2.com/?_=/clasica/Hemeroteca-de-Musica-Clasica/Edward-Grieg-Concierto-para-piano-y-orquesta-en-la-menor-Op-16


Concierto para violonchelo No.1 en la menor de Camille Saint-Saens

Camille Saint-Saens, nacido en 1835 y muerto en 1921, tenía todos los atributos de la grandeza, menos el estilo. “El Señor Camille Saint Saens”, dijo alguien, “es algo menos que una personalidad, es una impersonalidad”.

Cuando murió octogenario, otro crítico dijo que sería olvidado muy pronto. Pero una década más tarde, Mauricio Ravel escribía un concierto en el estilo de Mozart y de Saint-Saens, y más tarde Darius Milhaud, no se ruborizaba cuando se le comparaba con Saint-Saens.

Escribió con maestría técnica y justo sentido de la forma, en prácticamente todos los géneros conocidos sin lograr nunca la altura del genio.
Fue una especie de George Sand de la música francesa.

 Su concierto en la menor para violonchelo data de 1870 y fue estrenado en París el 19 de enero de 1873. Está escrito en tres movimientos que se ejecutan sin solución de continuidad, y de los cuales, el central, es un milagro de equilibrio sonoro. Puede que el estilo no sea original, pero la factura es impecable.

http://www.hjck.com/musicos/estreno-en-1873-del-concierto-para-violonchelo-no1-en-la-menor-de-camille-saintsaens/20140116/nota/2056399.aspx