SI de tus dones y de tus destrucciones, Océano
a mis manos
pudiera destinar una medida, una fruta, un fermento,
escogería tu reposo distante, las líneas de tu acero,
tu extensión vigilada por el aire y la noche,
y la energía de tu idioma blanco
que destroza y derriba sus columnas
en su propia pureza demolida.
No es la última ola con su salado peso
la que tritura costas y produce
la paz de arena que rodea el mundo:
es el central volumen de la fuerza,
la potencia extendida de las aguas,
la inmóvil soledad llena de vidas.
Tiempo, tal vez, o copa acumulada
de todo movimiento, unidad pura
que no selló la muerte, verde víscera
de la totalidad abrasadora.
Del brazo sumergido que levanta una gota
no queda sino un beso de la sal. De los
cuerpos
del hombre en tus orillas una húmeda
fragancia
de flor mojada permanece. Tu energía
parece resbalar sin ser gastada,
parece regresar a su reposo.
La ola que desprendes,
arco de identidad, pluma estrellada,
cuando se despeñó fue sólo espuma,
y regresó a nacer sin consumirse.
Toda tu fuerza vuelve a ser origen.
Sólo entregas despojos triturados,
cáscaras que apartó tu cargamento,
lo que expulsó la acción de tu abundancia,
todo lo que dejó de ser racimo.
Tu estatua está extendida más allá de las olas.
Viviente y ordenada como el pecho y el manto
de un solo ser y sus respiraciones,
en la materia de la luz izadas,
llanuras levantadas por las olas,
forman la piel desnuda del planeta.
Llenas tu propio ser con tu substancia.
Colmas la curvatura del silencio.
Con tu sal y tu miel tiembla la copa,
la cavidad universal del agua,
y nada falta en ti como en el cráter
desollado, en el vaso cerril:
cumbres vacías, cicatrices, señales
que vigilan el aire mutilado.
Tus pétalos palpitan contra el mundo,
tiemblan tus cereales submarinos,
las suaves ovas cuelgan su amenaza,
navegan y pululan las escuelas,
y sólo sube al hilo de las redes
el relámpago muerto de la escama,
un milímetro herido en la distancia
de tus totalidades cristalinas.
Alejandría, la ciudad de las maravillas
En el subsuelo de la mezquita de Nabi Daniel, un equipo de arqueólogos dirigido por el egipcio Ain Shams busca la tumba de Alejandro Magno, mientras su colega Fawsi El Fakaharany persigue el mismo objetivo en el cementerio latino. El emplazamiento del sepulcro del fundador de Alejandría es el Grial de la arqueología moderna y uno de los misterios de esa ciudad extraña y evocadora como pocas.
Hoy, la Corniche -su famoso paseo marítimo- se llama Sharia 26 de Julio y es el mejor escaparate de la caótica vitalidad y el proceso de islamización que afecta a la urbe. En las desconchadas fachadas de sus edificios decimonónicos de estilo europeo cuelgan enjambres de cables eléctricos que amenazan causar un incendio como el que destruyó la biblioteca hace 2.000 años. Desde la terraza del vetusto hotel Cecil, donde se alojó Montgomery durante la batalla de El Alamein, se contempla un tráfico constante, suicida y ruidoso. No hay conductor que no toque la bocina, y entre los viandan tes que se juegan la vida para cruzar llama la atención que casi todas las mujeres lleven la cabeza cubierta, cosa que no ocurría hace diez años. La Alejandría cosmopolita de Durrell y Cavafis no existe. Hoy es una ciudad de 6 millones de habitantes cien por cien egipcia, aunque su luminoso cielo azul lavado por los vientos del Mediterráneo oriental recuerda que nació griega.
Se levantó en el sitio ideal, accesible por mar y por el Nilo
Alejandro Magno, que en el siglo IV a. C. disputaba con los persas la primacía mundial, necesitaba un lugar para levantar la capital de su imperio tras conquistar Siria y Egipto y lo encontró al oeste del delta del Nilo. Allí, junto a un poblado de pescadores llamado Rakotis, en una franja estrecha de terreno llano entre el Mediterráneo y el lago Mareotis, mandó construir en 332 a. C. la ciudad de Alejandría. El sitio era ideal, pues contaba con un puerto marítimo y otro lacustre para acceder al interior de Egipto a través de un canal que unía el lago con el Nilo, situado a la suficiente distancia como para que no le afectasen sus crecidas. Luego Alejandro se fue a proseguir sus campañas militares y murió en Babi lonia sin llegar a ver nunca la ciudad, aunque su cuerpo fue enterrado en ella. Alejandría quedó en manos de su general Ptolomeo, que dio nombre a la dinastía que gobernó Egipto durante tres siglos.
El arquitecto Dinócrates de Rodas diseño la ciudad según un plan hipodámico, con calles en ángulo recto y una gran avenida de 5 km de longitud y 30 m de anchura -la Vía Canópica- que la recorría de este a oeste. Un dique llamado Heptaestadio conectaba el continente con la isla de Faros y dividía el Puerto Magno u oriental del occidental.
Sobre la isla o en un islote anexo, Sostratos de Gnido levantó el famoso Faro totalmente revestido de mármol. Medía 134 m de altura distribuidos en una planta cuadrangular, otra octo gonal y una tercera cilíndri ca coronada por una hogue ra alimentada con leña subida por caballos por una rampa espiral. Ardía permanentemente y gracias a una enorme lente era "visible desde una distancia de un día de mar", según el geógrafo ceutí Al-Idrisi.
¿Dónde estaba el Faro? ¿Es el fuerte Quaitbey la clave?
La secuencia exacta de su destrucción es un misterio, aunque parece que en el s. VIII un seísmo derribó la parte más alta y en el s. XIV se cayó todo; lo mismo sucede con su ubicación, objeto de discusión entre los dos arqueólogos franceses que actualmente trabajan en la recuperación de los restos de Alejandría. Jean-Yves Empereur cree que los bloques de piedra que él localizó sumergidos al pie del actual fuerte Quaitbey formaban parte del Faro, mientras que Franck Goddio piensa que fueron colocados después de su derrumbe para proteger la ciudad de las incursiones de los cruzados.
Sea como fuere, en la época pto - le maica Alejandría había relevado a Atenas en el liderazgo cultural de Occidente. Fue allí donde Eratóstenes calculó el tamaño de la Tierra, Euclides creó su geometría y Galeno escribió su obra médica. Mientras al puerto llegaban barcos con bronce de España, estaño de Bretaña, algodón de la India y sedas de China, Ptolomeo I mandó construir la Biblioteca y el Serapeum o templo de Serapis, dios sincrético grecoegipcio que reunía a Zeus y Apis. En la isla de Antirrodas, hoy sumergida bajo el Puerto Magno, erigió el palacio real. Sus sucesores Ptolomeo II Filadelfo y Ptolomeo III Evérgetes terminaron de embellecer la ciudad. Alejandría se pobló con egipcios, judíos, árabes, indios y griegos venidos de todo el mundo helénico. Su prosperidad dependía de las fértiles tierras situadas a orillas del Mareotis, donde crecían trigo, uvas y olivos, productos que abaste cían a la ciudad y se exportaban, como el vino alejandrino prefe rido por Hora cio y Virgilio, del que se han hallado ánforas hasta en Marsella. Un sistema de abasteci miento de agua potable del Nilo llenaba las cisternas, y el traza do rectilíneo hacía circular la brisa por las calles aliviando los calores africanos.
En tiempos de Cleopatra VII (68 -30 a. C.), la ciudad llegó a alcanzar el medio millón de habitantes. Con esa legendaria reina que trató de mantener Egipto independiente y sedujo a César y a Marco Antonio acabó la dinastía ptolemaica. En 30 a. C. las tropas de Octavio entraron en Alejandría, Cleopatra y Antonio se suicidaron en el Timonium, la residencia de este último, y Egipto se convirtió en provincia romana.
De capital real a almacén de trigo del Imperio romano
La ciudad perdió su estatus de capital de reino, pero siguió siendo extraordinaria y aumentó su riqueza gracias a su posición estratégica en el comercio entre Europa, África y la India. Los roma nos hicieron de Egipto el granero del Imperio y almacenaban la cose cha anual de trigo en Alejandría, que también mantuvo su pujanza como centro intelectual donde brillaron el ingeniero Herón, el filósofo Filo de Alejandría y el geó grafo Ptolomeo. También pasó momentos difíciles, sobre todo durante el mandato de Caracalla, quien en venganza por la publicación de una sátira contra su persona envió a sus legionarios en 215 a que devastaran las calles y asesinaran a miles de personas. En 273, otro emperador, Aureliano, destruyó el Brucheión, la zona donde se ubicaban el Museo y la Biblioteca.
Los cristianos y el fi nal de la Alejandría clásica
Durante la época romana se produjo la penetración en Alejandría del cristianismo, a partir de la predicación de san Marcos en el año 61. La vida de los cristianos egipcios, los llama dos coptos, fue especialmente difícil durante las persecuciones de Diocleciano (284-305). Sin embargo, el edicto de Constantino en 313 que permitió la libertad de culto cambió las tornas y pronto los cristianos pasaron de perseguidos a perseguidores. La Alejandría clásica empezó a tambalearse cuando el empe rador Teodosio se convir tió al cristianismo en 380 y el obispo Teófilo mandó destruir los templos paga nos de la ciudad, incluido el Serapeum. Otro obispo, san Cirilo, culminó el acoso a la cultura helenística alentando en el año 415 el asesinato de Hipatia, la científica que brilló en el campo de las matemáticas, la astronomía y la filosofía, y llegó a dirigir el Museo.
Aun con todo, el patrimonio monumental y cultural de Alejandría debía seguir siendo deslumbrante cuando los árabes la conquistaron en 642. Tras entrar con su caballería, el comandante Amr Ibn al-As mandó este despacho al califa de Arabia: "He tomado una ciudad que contiene 4.000 palacios, 4.000 baños, 400 teatros, 1.200 verduleros y 40.000 judíos". Luego ordenó desmantelar sus murallas para mantenerla "accesible por todas partes, como la casa de una prostituta". Fue el inicio de una paulatina decaden cia a la que contribuyeron la decisión de trasladar la capitalidad egipcia a la nueva ciudad de Fustat -la actual El Cairo-, y una serie de terremotos y maremotos que cambiaron la configuración del litoral alejandrino y echaron abajo parte de sus tesoros arquitectónicos en el siglo VIII. Frank Goddio cree que el enorme peso de los templos y palacios ptolemaicos fue una de las causas del desplome de la ciudad, levantada sobre un suelo muy blando: "el lodo nilótico está compuesto por cristales que contienen agua en su interior. Si se ejerce una presión muy grande sobre ellos, los cristales se juntan y dejan escapar el agua que, al evacuarse, hace que la tierra pierda un 50% de su volu men, por lo que todo lo que está construido encima se viene abajo", dice el arqueólogo francés.
Emporio comercial del Mediterráneo en el Medievo
La versión más extendida hasta ahora entre historia dores y escritores ha sido que la Alejandría árabe y medieval fue poco menos que un erial invadido por las arenas del desierto. Lawrence Durrell llegó a escribir que "entre Amr y Napoleón median casi mil años de silencio y abandono", sin embar go recientes descubrimientos dicen lo contrario, en opinión del arqueólogo Jean-Yves Empereur: "en varios yacimientos alejandri nos se han encontrado restos de mercancías procedentes de todo el mundo, desde tintes de Marruecos hasta cerámica china, que prueban que el comercio a gran escala siguió vivo en la ciudad, donde los judíos y coptos, que formaban la mayoría de la población, pudieron convivir con la nueva clase dominante árabe". En los siglos XIV y XV el intercambio mercantil con los aragoneses, genoveses y venecianos que distribuían los productos de Oriente a través del mar Rojo fue intenso. También se desarrolló una importante industria local de seda, brocados, algodón y lana, y su puerto y almacenes fueron centro de la distribución de especias hasta que los portugueses abrieron la ruta de El Cabo en 1498.
Del declive otomano a la edad de oro de Mehmet Alí
Este nuevo itinerario alteró el tráfico marítimo internacional y asestó un duro golpe a Alejan dría, que vivió tiempos oscuros tras la conquista de Egipto por los otomanos en 1517. Hacia 1650, el canal que la unía con el Nilo dejó de ser nave gable por falta de mantenimiento y las arcas públicas estaban vacías porque los pachás desviaban el dinero de los impuestos a Estambul. Cuando Napo león llegó en 1798, Alejandría era un pueblo arruinado de 7.000 habitantes. La bahía de Abukir, a 25 km de la ciudad, fue escenario de la batalla naval entre Bonaparte y Nelson en su pugna por el control del Mediterráneo, que se saldó con la victoria inglesa y la expulsión de los franceses de Egipto. Los ingleses fueron a su vez expulsados en 1807 y comenzó para Alejandría una nueva época dorada.
El artífice de su recuperación fue Mehmet Alí (1769-1849), un alba nés de Salónica que empezó de voluntario del ejército otomano en la batalla de Abukir y llegó a líder máximo de Egipto tras ascender de forma meteórica y asesinar a los 400 líderes mamelucos a los que había invitado a una fiesta en su palacio. Admirador de Napoleón, una vez en el poder volcó su estrategia política hacia el Medi terráneo, nacionalizó tierras y proyectó presas y planes de irrigación. En Alejan dría, donde instaló su residencia, mandó pavimentar las calles y encargó al ingeniero francés Pascal Coste la reparación del canal, que fue limpia do, reconectado con el Nilo y reabierto en 1821 para proveer de agua pota ble a la ciudad. Pronto aumentó el tráfico de barcos, así como la pobla ción de diversas procedencias, que pasó de 13.000 personas en 1821 a medio millón a final del XIX. En el censo de 1907 había 359.911 egipcios, 25.393 griegos, 17.860 italianos, 10.658 ingleses y 8.556 franceses. A inicios del siglo XX se trazaron la Corniche y nuevos barrios a la europea, en cuyas villas artdecó, neobizantinas o neoclásicas se insta laron los ricos alejandrinos, la mayoría extranjeros, que gozaban de un estatus especial, no pagaban impuestos y sólo rendían cuentas a sus consulados.
Muchos se lucraron con el mercadeo de antigüedades
El tráfico de antigüedades se convirtió con el beneplácito de la administración en un negocio que dejó a la ciudad sin muchos de sus tesoros, como el obelisco de Cleopatra, enviado a Nueva York en 1879. Por otra parte, el mosaico étnico de la población dio origen a una vida artística e intelectual sin parangón. Había periódicos en varias lenguas, ópera y teatro para una comunidad internacional que usaba el francés como idioma de la vida social.
Ese mundo cosmopolita acabó cuando Egipto logró la indepen dencia en 1952 y el nacionalismo fue mermando la colonia foránea. Hoy, monumentos de falsa antigüedad como la mezquita Abu Abbas Al Mursi, edificada en 1943 sobre otra de 1769, se mezclan con las pocas ruinas de verdad que quedan en pie, como las catacumbas de Kum El- Shokaffa o el Pilar de Pompeyo. De la época clásica se mantiene también el trazado hipodámico que la hace más abierta y marinera que la mayoría de ciudades árabes, y ese aire melancólico tan parti cular que tan bien definió el escritor Naguib Mah fouz cuando llamó a Alejandría "corazón de la nostalgia".
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.
*
Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.
*
Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los montes de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
dejadme subir, dejadme,
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.
*
Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.
*
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está mi niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!
*
Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche su puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos,
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.
Aaron Copland / Billy the Kid
El músico norteamericano Aaron Copland es el más fiel representante de la música de su país, creador de un estilo propio que ha sido continuado por toda una generación de músicos talentosos. Copland nace en Brookliyn, Nueva York en 1900, hijo de inmigrantes judíos, provenientes de Lituania. Su padre adaptó el apellido original de la familia, al país de llegada: Kaplan cambiándolo por Copland. Aaron era el menor de una familia de cinco hijos, recibiendo las primeras lecciones de piano de su hermana Laurine. En 1917 comienza a estudiar seriamente el piano y la composición con Rubin Goldmark. Su Sonata para piano (1921) es la obra de graduación, que culmina su etapa como estudiante. Posteriormente viaja a París y allí permanece durante cuatro años (1921- 24) estudiando con los maestros Ricardo Viñes en el piano y Nadia Boulanger en la composición. La influencia de Nadia Boulanger, una mujer sumamente preparada en el campo de la música, excelente profesora, conocedora de la obra de Stravinsky, y de grandes dotes intelectuales y humanas, fue decisiva en la formación musical y cultural de joven Copland y el grupo de los estudiantes norteamericanos. A ella le dedica su primera composición importante como lo es la Sinfonía para órgano (1924).
Un momento crucial en la producción de Copland ocurre en su primera visita a México, en 1932, invitado por su amigo Carlos Chávez. En esa nación entra en contacto con el ambiente político y cultural. En especial, Colpland queda impresionado por el programa socialista de gobierno, lanzado por el Partido Revolucionario Nacional, que buscaba llevar el arte y la cultura a las masas. A partir de entonces se involucra en campañas y movimientos de activismo político en Nueva York. Por tal motivo, crea una música de fácil audición para el público. Desarrolla un estilo propio que ha sido llamado Populista, por algunos críticos y que reasalta los valores nacionalistas americanos como por ejemplo la conquista del oeste.
Billy the Kid.
En 1938 Aaron Copland escribió el ballet “Billy the Kid” para la compañía Ballet Caravan. Este ballet ambientado en el Viejo Oeste americano, se hizo famoso por la incorporación de canciones de los vaqueros y la música folklórica de los Estados Unidos.
A partir del ballet “Billy the Kid” Copland compuso una Suite Orquestal que lleva el mismo nombre.
La suite Billy the Kid es de unos 21 minutos de duración y se divide en siete secciones:
1. Introduction; the Open Prairie 3:21
2. Street in a Frontier Town 6:26
3. Card Game at Night (Prairie Night) 3:45
4. Gun Battle 2:03
5. Celebration Dance (After Billy’s capture) 2:15
6. Billy's Death 1:28
7. The Open Prairie Again 1.45
Comentarios:
1. En 1936 el director de ballet Lincoln Kristein funda una compañía de ballet, Ballet Caravan, para apoyar a los coreógrafos de Norteamérica, con la intención de emular el gran éxito del Ballet Ruso.
2. En el ballet se presenta la historia del famoso bandido Billy the Kid. La obra comienza con el tema "The Open Prairie" o la pradera abierta y muestra las caravanas de pioneros dirigiéndose hacia el oeste. Luego la acción se mueve hacia un pequeño pueblo de frontera en donde aparece Billy muy joven y su madre. La madre de Billy es asesinada por un forajido y luego Billy lo mata por su propia cuenta. Y se da a la fuga.
3. Luego pasamos a una escena distante muchos años en el futuro. Billy es un bandido famoso viviendo en el desierto. Es capturado luego de un duelo y llevado a la cárcel. Billy logra escapar hurtando un arma del guardia de la prisión. Billy piensa que está seguro, pero Pat Garrett lo atrapa y lo mata. El ballet concluye con el tema de la Pradera Abierta y de nuevo, mientras nuevos pioneros de dirigen hacia el oeste.
"Daniel" es una canción del músico británico Elton John, que fue lanzada como single un 26 de Marzo del año 1973, con el fin de promocionar el Lp "Don't Shoot Me I'm Only the Piano Player", sexta placa comercial de este famoso artista.
Para el mundo del Pop/Rock, la figura de Elton John es un pilar fundamental a la hora de hacer balances históricos. Dueño de un talento especial para crear grandes melodías, un showman en el escenario y un actor camaleónico hacen de la carrera musical de Elton John una vitrina llena de premios, logros, discos de Oro y un catálogo musical reconocido en todo el planeta.
Una de la canciones mas reconocidas de este sexto trabajo de Sir Elton es la balada "Daniel", dueña de una historia muy particular que pasaremos a contar.
Al igual que muchos de sus hits, el encargado de las letras fue el poeta, compositor y partner de Elton, el señor "Bernie" Taupin. Este se dió el tiempo de cederle un poema a Elton John llamado "Daniel", que fue escrito en Junio de 1972, y que hablaba sobre un veterano de la Guerra de Vietnam que intentaba buscar la paz y el descanso en su entorno cotidiano tras observar y vivir de manera cercana toda la crueldad de una guerra. Sobre la temática general de la canción, Taupin declaró años después: "La historia es sobre un chico que decide escapar a un pequeño pueblo en Texas, tras regresar de la guerra de Vietnam. Su entorno familiar alababa a este joven, y lo trataban como un héroe. Pero él solo quería descansar, estar en su campo, e intentar recobrar la vida normal que tenía antes. La escribí como un homenaje a todos esos veteranos que llegaron a su casa y simplemente se dedicaron a olvidar y a empezar nuevamente a vivir".
La historia finaliza cuando Daniel, que era un personaje ficticio, ya no aguanta más tanta presión y homenajes y decide dejar todo tirado en su granja y pescar sus maletas rumbo a España, donde tenía como objetivo fundamental comenzar de cero otra vez.
Hasta ahí todo iba bien, pero el problema vino a la hora en que Elton quiso musicalizar ese poema. Para el músico, el poema que le habia enviado Taupin era muy extenso y eso para el ojo comercial comercial del sello era muy peligroso. Debido a eso, Elton John decidió omitir el ultimo verso, lo cuál cambió por completo el significado de la canción. En ese discriminado verso se hablaba sobre la llegada de "Daniel" a su granja, y además se daba la razón por la cuál decidió irse a España en busca de una nueva vida.
Al día siguiente en que Taupin le pasó la letra a Elton, este compuso la música , hizo los arreglos correspondientes y a la noche ya la tenía grabada pero sin el verso final que fue desechado de manera tajante por el músico. Recordemos que en esas sesiones de grabación de Junio de 1972, Elton y Taupin se habían puesto como meta escribir el máximo de canciones en tan solo dos semanas. El resultado final fueron 12 piezas escritas y grabadas en tan sólo 12 días, lo cuál es impactante ya que ni se nota que fueron hechas a la rápida y queda a flote el nivel de moticación e inspiración que ambos compositores tenían a la hora de trabajar ese disco.
Pese a que la canción no contaba con mucho apoyo por parte de la discográfica, ya que la encontraban algo poco comercial por su duración y podía caer simplemente como una balada mas dentro de las tantas que andaban por las radios, Elton John y sus amigos decidieron lanzarla como single promocional.
Finalmente esa idea fue muy exitosa, ya que a un mes de su publicación, y con una promoción muy lenta, "Daniel" lograba llegar al segundo puesto del Billboard Hot 100 y a la cuarta posición del UK Singles Charts.
Tras el éxito vino una serie de especulaciones por parte de la fanaticada y la prensa sobre la temática de la canción. Es que la idea de sacar el ultimo verso a la balada, por parte del músico, dejó muy oscura la temática y dió paso a muchas interpretaciones.
Un grupo empezó a mencionar que la canción hablaba sobre un hermano de Taupin, y que era de carácter autobiográfica. Mientras tanto aparecían otros personajes, mas extremos en cuanto a imaginación,que se atrevían a decir que la canción era dedicada a uno de los amantes de Elton John. Ante este festival de mentiras e inventos por parte de la prensa, Taupin señalaría años después: "'Daniel' debe ser la canción más mal interpretada, por parte de la prensa, que jamás se haya escrito"
El «Quenta Silmarillion» narra cómo, en la Primera Edad del Sol, Morgoth, el Enemigo Oscuro, se escondió en los Pozos de Angband y creó sus obras maestras malignas a partir del fuego y la hechicería. Las tenebrosas joyas del genio de Morgoth fueron los grandes gusanos, llamados dragones. Los hizo de tres clases: grandes serpientes que reptaban, reptiles que andaban y los que volaban con alas como las de un murciélago. De cada clase existían a su vez dos tipos: los dragones del frío, que luchaban con sus garras y colmillos, y los fantásticos urulóki o dragones de fuego, que destruían con su aliento ígneo.
Todos eran la personificación de los principales males de los hombres, elfos y enanos, y también fue grande la destrucción que causaron en estas razas. Los reptiles estaban protegidos por escamas de hierro impenetrables. Sus colmillos y zarpas eran como estoques y jabalinas. Los dragones alados barrían la tierra con vientos huracanados, y los dragones de fuego lanzaban llamaradas escarlatas y verdes que lamían la tierra y destruían todo a su paso. Tenían la vista más aguda que la de un halcón y nada de lo que veían podía escapárseles. Poseían un oído capaz de captar el sonido de la más tenue respiración del enemigo más silencioso, y un olfato que les permitía identificar a cualquier criatura por el más mínimo olor de su cuerpo.
Eran famosos por su inteligencia, pero tenían los defectos de la vanidad, la glotonería, la mentira y la ira. Al haber sido creados principalmente con los elementos de la hechicería y el fuego, los dragones evitaban el agua y la luz del día. La sangre de los dragones era negra, y un mortífero veneno, y los vapores de su peste de gusano hedían a azufre y cieno ardientes.
El principal de los dragones de fuego, los urulóki, creados por Morgoth en Angband, era Glaurung, el Padre de los dragones. Aunque no pertenecía a la raza de los alados, Glaurung fue el principal terror de su época. Pero el mayor dragón que jamás vio el mundo fue el llamado Ancalagon el Negro. Ancalagon fue el primero de los dragones alados de fuego, y él y otros de su raza salieron de Angband como poderosas nubes de viento y fuego, cuando se realizó la última defensa del reino de Morgoth. Ancalagon fue derribado y otros dragones de fuego resultaron muertos o huyeron, y hasta la Tercera Edad del Sol las historias de la Tierra Media no vuelven a hablar de ellos. Entonces habitaban los desiertos más allá de las Montañas Grises en el norte.
En el siglo veintiocho de la Tercera Edad, el mayor dragón de la época atacó el reino de los enanos en Erebor, procedente del norte. Este dragón de fuego alado se llamaba Smaug el Dorado. Smaug arrasó el reino de los enanos y durante dos siglos gobernó Erebor sin que nadie lo desafiara. Pero, en el año 2941, un grupo de aventureros llegó a la montaña: doce enanos y el hobbit Bilbo Bolsón. Cuando Smaug se vio hostigado por ellos, asoló con su fuego la región, pero en Esgaroth, sobre el Lago Largo, resultó muerto por un Hombre del Norte, Bardo el Arquero. Se rumoreaba que los dragones siguieron viviendo durante muchos siglos en el desierto septentrional, más allá de las Montañas Grises, pero ninguna historia vuelve a referirse a estas malignas aunque magníficas criaturas.
Dragones singulares mencionados en los escritos de Tolkien: ·-Glaurung: padre de los Dragones, muerto por Túrin Turambar. Primero de los Urulóki, los dragones de fuego deAngband. Tenía cuatro patas y era capaz de exhalar fuego, pero no poseía alas. ·-Ancalagon el Negro: el más poderoso de los dragones alados, aniquilado por Eärendil con la Guerra de la Cólera. ·-Scatha: muerto por Fram de los Éothéod. Descrito como un «gusano largo», aunque este término parezca ser más bien una expresión en lugar de un grupo taxonómico por separado. ·-Smaug: último de los grandes dragones de la Tierra Media, exterminado por Bardo, un descendiente de Girion de la Ciudad de Valle. Otros dragones estaban presentes en la Caída de Gondolin. También al final de la Tercera Edad, los dragones criados en las tierras baldías del norte y del Brezal Marchito al norte de Ered Mithrim.
SÓCRATES - PADRE DE LA FILOSOFÍA
Apuntes biográficos
Sócrates (470-399 a.Xto.), filósofo griego fundador de la filosofía moral, o axiología que ha tenido gran peso en la filosofía occidental por su influencia sobre Platón.
Nacido en Atenas, hijo de Sofronisco, un escultor, y de Fenareta, una comadrona (lo que ha dado lugar a alguna comparación entre el oficio de su madre y su actividad filosófica, pues ayudó, con su método, a "dar a luz" a las ideas), recibió una educación tradicional en literatura, música y gimnasia. Más tarde, se familiarizó con la retórica y la dialéctica de los sofistas, las especulaciones de los filósofos jonios y la cultura general de la Atenas de Pericles.
Al principio, Sócrates siguió el trabajo de su padre; realizó un conjunto de estatuas de las tres Gracias, que estuvieron en la entrada de la Acrópolis hasta el siglo II a. C.
Durante la guerra del Peloponeso contra Esparta, sirvió como soldado de infantería con gran valor en las batallas de Potidaea en el 432-430 a .C., donde salvó la vida a Alcibíades; en Delio en el 424 a. C., y Anfípolis en el 422 a. C.
De vida sobria y austera, siempre contó con escasos recursos económicos, Sócrates supo rodearse de los personajes más influyentes del momento, así como de un nutrido círculo de alumnos a los que gustaba cuestionar continuamente sus creencias y certidumbres. Este continuo "aguijonear" a todos le situaría finalmente en una situación tan controvertida y arriesgada que le llevó a su condena a muerte por el Tribunal de los Quinientos en el año 399 a. C. (Ver el juicio y la defensa de Sócrates)
El modo con el que afrontó estos trances, inmortalizados por Platón en su Apologia(Apología de Sócrates), y en los diálogos Critón y Fedón, convirtieron a Sócrates en modelo clásico de filósofo antiguo y en maestro imperecedero de la cultura occidental.
La mítica fealdad de un maestro
De pequeña estatura, vientre prominente, ojos camaleónicos y nariz exageradamente respingona, la figura de Sócrates era motivo de chanza. Alcibíades lo comparó con los silenos, los seguidores ebrios y lascivos de Dioniso. Platón consideraba digno de ser rememorado el día que se lavó los pies y se puso sandalias, y Antifón, el sofista, decía que ningún esclavo querría ser tratado como él se trataba a sí mismo. LLevaba siempre la misma capa, y comía y bebía lo más barato. Pero lo sorprendente es que un hombre así acabara siendo considerado por los griegos -que creían que la belleza del alma armoniosa se reflejaba en la armonía del cuerpo- como modelo del decoro filosófico.
Tras Sócrates, el primer heleno que fue feo, admitieron que un cuerpo silénico puede estar dirigido por un alma hermosa.
Estuvo casado con Jantipa, una mujer de reconocido mal genio, y de la que tuvo tres hijos.
La filosofía
El interés de la reflexión filosófica se centraba entonces en torno al hombre y la ciudad, abandonando el predominio del interés por el estudio de la naturaleza. Probablemente Sócrates se haya iniciado en la filosofía estudiando los sistemas de Empédocles, Diógenes de Apolonia y Anaxágoras, entre otros. Pero pronto orientó sus investigaciones hacia los temas más propios de la sofística que en los primeros años de la vida del filósofo conoció su época de esplendor en Atenas. (Ver la filosofía anterior a Sócrates: los Presocráticos)
El rechazo del relativismo de los sofistas llevó a Sócrates a la búsqueda de la definición universal, que pretendía alcanzar mediante un método inductivo; probablemente la búsqueda de dicha definición universal no tenía una intención puramente teórica, sino más bien práctica.
Sócrates creía en la superioridad de la discusión sobre la escritura, no dejó nada escrito, y por lo tanto pasó la mayor parte de su vida de adulto en los mercados y plazas públicas de Atenas, iniciando diálogos y discusiones con todo aquel que quisiera escucharle, y a quienes solía responder mediante preguntas. Este comportamiento correspondía a la esencia de su sistema de enseñanza, un método denominado mayéutica, o arte de alumbrar los espíritus, es decir, lograr que el interlocutor descubra sus propias verdades.
Según los testimonios de su época, Sócrates era poco agraciado y corto de estatura, elementos que no le impedían actuar con gran audacia y gran dominio de sí mismo. Apreciaba mucho la vida y alcanzó popularidad social por su viva inteligencia y un sentido del humor agudo desprovisto de sátira o cinismo.
Actitud hacia la política
Sócrates fue obediente con las leyes de Atenas, pero en general evitaba la política, contenido por lo que él llamaba una advertencia divina. Creía que había recibido una llamada para ejercer la filosofía y que podría servir mejor a su país dedicándose a la enseñanza y persuadiendo a los atenienses para que hicieran examen de conciencia y se ocuparan de su alma.
No escribió ningún libro ni tampoco fundó una escuela regular de filosofía. Todo lo que se sabe con certeza sobre su personalidad y su forma de pensar se extrae de los trabajos de dos de sus discípulos más notables: Platón, que atribuyó sus propias ideas a su maestro y el historiador Jenofonte, un escritor prosaico que quizá no consiguió comprender muchas de las doctrinas de Sócrates.
Platón describió a Sócrates escondiéndose detrás de una irónica profesión de ignorancia, conocida como ironía socrática, y poseyendo una agudeza mental y un ingenio que le permitían entrar en las discusiones con gran facilidad.
Otro pensador y amigo influenciado por Sócrates fue Antístenes, el fundador de la escuela cínica de filosofía. Sócrates también fue maestro de Aristipo, que fundó la filosofía cirenaica de la experiencia y el placer, de la que surgió la filosofía más elevada de Epicuro. Tanto para los estoicos como el filósofo griego Epicteto, como para el filósofo romano Séneca el Viejo y el emperador romano Marco Aurelio, Sócrates representó la personificación y la guía para alcanzar una vida superior.
La obra de Sócrates (sinopsis)
Crítico de la democracia ateniense y de la sofistica
Reprocha Sócrates algo importante a la democracia ateniense y al movimiento sofístico que crece a su estela: no es la voz de la mayoría o la de un discurso convincente la que decide qué es bueno o justo, sino que esto, el bien y la justicia, tienen realidad por sí mismo, no están sujetos a nuestra voluntad, no son relativos a ella, a nuestro interes, como dicen los sofistas, aunque sean accesibles a cualquiera, siempre que se use adecuadamente su razón.
El diálogo como centro de la indagación filosófica
El diálogo entre diferentes inteligencias en pos de lo verdadero será para él, pues, la única fuente de la que puede brotar una Justicia compartida. Este diálogo sólo será útil y podrá alcanzar un mayor acercamiento a lo verdadero, eso sí, arrancando desde una cierta distancia irónica respecto a un presunto saber, frente a nuestros pre-juicios, y no es realizado, pues, como un simple deseo de triunfo.
El diálogo como mayéutica
El método adecuado, similar en algún sentido al oficio de su madre, será “mayéutico” porque, como la comadrona (mayéutica), el verdadero diálogo ayuda a extraer de sí y de otros los buenos argumentos, aunque también hace posible arrancar las presunciones erradas de cualquier falso saber que tengamos. Sólo con estos supuestos- eliminando de raíz nuestros falso conocimiento y emprendiendo una búsqueda sincera de la verdad, una autentica filosofía- podremos estar en disposición de abrirnos a lo mejor, al bien.
La Ironía
La ironía será el centro de su método, atravesando todas sus conversaciones con aquellos que saben- a los que se dirige, dice, irónico sin duda, para ratificar o comprender al oráculo délfico, que, según la Apología platónica, había proclamado a Sócrates como el más sabio de los atenienses.
Arranca sus preguntas, pues, con la aceptacion de su no saber frente al saber de su contertulio (el sofista, el político, el hombre piadoso, el soldado valiente, o el amante orgulloso, que presumen conocer la virtud política, la piedad, el valor, el amor..) del que se muestra dispuesto a aprender lo necesario para salir de su ignorancia, pero será, tras un minucioso interrogatorio sobre eso que dicen saber, el posterior desmentido sobre el conocimiento real de su interlocultor, incapaz de responder coherentemente las preguntas que versan sobre aquello que presuntamente sabe, lo que le lleve a afirmarse irónicamente como más sabio, pues al menos él sabe que no sabe y, por ello, se muestra incansable (filósofo) en su afán de saber, frente a la placidez con que aquellos dan por seguro su falso saber.
Autoconocimiento, bien y felicidad como fines del pensamiento socrático
No puede haber felicidad ni bien, considera, en la ignorancia y menos en la mayor de todas, en aquella que se ignora a sí misma, que vive sin reconocerse como tal. Sólo conociéndose, descubriendo sus límites, pueden los humanos obedecer la consigna del dios délfico que se anuncia en el frontispicio de su templo: "Conócete a ti mismo" (gnóthi seautón). El objeto final del pensamiento socrático se centrará, por ello, en los tratos de los humanos consigo mismos y con la polis, en lo que nosotros llamariamos ámbito moral y político, abandonándose, desde esta perspectiva exclusivamente cívica, toda pretensión sobre la fisis, sobre la naturaleza, como superflua.
El descubrimiento del concepto en la indagación por la verdad
Intentar responder las preguntas socráticas favorece el descubrimiento del concepto como fruto del diálogo, de un lenguaje común(logos). Este será el aspecto que años después destacará Aristóteles como descubrimiento perdurable del pensamiento socratico. El concepto de aquello por lo que nos preguntamos, puede ser verdadero o falso, real o imaginario. Despejar nuestra mente de falsos conceptos, podríamos decir, será el fin de sus preguntas y de este modo predisponernos a encontrar los verdaderos.
En los diálogos claramente socráticos de Platón, sin embargo, no encontramos nunca término para estos asuntos, sí un reiterado deseo de saber, empezando de nuevo cualquier cuestión, planteándola desde otra perspectiva, sin descanso, y un fuerte sentido crítico y autocrítico.
Aspectos de la ironía socrática
“La ironía socrática es una ironía interrogante; con sus preguntas, Sócrates disgrega las macizas cosmogonías de los jonicos y el asfixiante monismo de Parménides. Sócrates es un sofista que salió fallido, un sofista que se burla tanto de la sofística como de la ciencia de los meteoros (atribuida a los sabios presocráticos)… lo que les reprocha Sócrates a los charlatanes es empezar la casa por el tejado, improvisar en vez de analizar… acribilla a los vendedores de frases bonitas, y se regodea reventando el odre de su elocuencia, desinflando esas vejigas de un saber hueco. Sócrates es la conciencia de los ateniense… en su función observamos la disparidad de efectos de la ironía, ya sea que nos libre de nuestros terrores (a la muerte, por ejemplo) o nos prive de nuestras creencias.”
“En contacto con él, los hombres pierden la engañosa seguridad de las falsas evidencias, porque después de haber escuchado a Sócrates, ya no es posibe seguir durmiendo con la cabeza apoyada en la almohada de las viejas certidumbres: se acabó la inconsciencia, la tranquilidad, la felicidad. Aguijonea a los inconscientes, los tiene en vilo: Eutifrón, mojigaro medroso; Laques, el militar; Hipias, el sabidillo, charlatan… A todos los lleva hacia el callejón sin salida, los hunde en la perplejidad de la aporía, que esel trastorno sintomático producido por la ironía. Y esto una vez que han tomado conciencia de su ignorancia, con ese malestar que nace de la contradicción…”
“No hay ignorancia que la ironía no pueda inducir a reconocerse como tal. Sócrates desinfla la complacencia satisfecha; vuelve a los hombres descontentos, escrupulosos, dificiles para consigo mismos, les trasmite la comezón de querer conocerse… Sin embargo aquellos adoran en el fondo el error descansado de que Sócrates viene a liberarlos… de modo que el filósofo atraerá hacia sí la sospecha: Sócrates beberá la cicuta.” (La ironía, Vladimir Jankelevicht, Taurus, 1982, pág. 12-15)