jueves, 17 de julio de 2014

LA SONATA KREUTZER, BEETHOVEN Y TOLSTOI

Recomiendo un libro fabuloso, exquisito y conmovedor. Se trata de Sonata a Kreutzer, de Tolstói. Pózdnyshev, el protagonista de este intenso relato, explica a un compañero de viaje las razones que lo impulsaron a matar a su mujer. A través de la narración de este personaje, Tolstói arremete contra la hipocresía de los valores burgueses, un velo de ilusión que apenas oculta las oscuras pulsiones y la violencia subyacentes en las relaciones humanas. El crimen de Pózdnyshev halla su expresión simbólica en los contundentes acordes iniciales de la Sonata a Kreutzer de Beethoven; interpretados en un salón burgués «entre damas escotadas», desatan un torbellino de fuerzas capaces de transformar el alma del oyente. La música actúa como el cuchillo del asesino: ambos rasgan el velo de las apariencias, abriendo una grieta por la que irrumpen potencias imposibles de controlar.
Es conocido que la Sonata a Kreutzer impactó sobremanera a Leon Tolstoi desde el momento mismo que la escuchó, lo que le llevó a escribir una historia basada en aquella música suprema. De la escritura del autor ruso surge una novela subyugadora, con una pulsión argumental llena de fuerza para ir asombrando permanentemente al lector no sólo por la clarividencia de los argumentos sino por la magnífica definición del patetismo de la obra y rudeza de la vida cotidiana desde la felicidad de los primeros momentos de vida conyugal que acabarán con un trágico final consecuencia de los celos del protagonista. He aquí la definición de Tolstoi: «Al escribir la Sonata a Kreutzer, Beethoven sabía por qué se encontraba en el estado de ánimo que lo impulsó a hacerlo. Por tanto, tenía para él un sentido que no tiene para mí. La música me irrita sin darme una satisfacción definitiva. Al son de una marcha militar, los soldados desfilan, y al de una pieza bailable, se baila, y la música ha conseguido su objetivo. En una misa cantada se comulga, y la música ha justificado también su razón de ser. Pero, en general, uno no siente más que excitación y no sabe lo que debe hacer. Por eso es por lo que, a veces, actúa de un modo tan terrible. En China, la música depende del Gobierno. Debería ser así en todas partes. ¿Cómo permitir que un hombre cualquiera, sobre todo si es inmoral, hipnotice a una o varias personas y haga con ellas lo que le plazca? ¡Y en qué manos está ese terrible procedimiento! ¿Acaso puede tocarse en un salón entre damas escotadas el presto de la Sonata a Kreutzer, por ejemplo? ¿Cómo es posible oír ese presto, aplaudir un poco y después tomar helado y comentar el último chisme de la ciudad? Tales obras pueden tocarse en ciertas ocasiones, solemnes e importantes, o cuando se realizan actos que correspondan a esa música. Es preciso, después de oír la música, hacer lo que le ha inspirado a uno. Por el contrario, no puede dejar de ser perjudicial provocar un sentimiento (que no corresponde con el lugar ni con el tiempo) que no pueda manifestarse. Al menos, en lo que a mí respecta, esa sonata me subyugó terriblemente. Era como si se me hubiesen revelado unos sentimientos nuevos y nuevas posibilidades que no conociera hasta entonces. “He ahí cómo se debería vivir y cómo has vivido hasta ahora”, parecía decirme una voz interior. No comprendía de lo que se trataba, pero la conciencia de ese nuevo estado me alegraba infinitamente».
La Sonata a Kreutzer es el nombre más común de la Sonata para violín y piano n.º 9 en la mayor, opus 47compuesta por Ludwig van Beethoven en 1802 y cuyas características principales son su fuerza emocional, la exigente técnica que requiere el violín solista y su duración, poco habitual en una sonata. Dividida en tres movimientos —Adagio sostenuto-Presto-Adagio, el primero de ellos; Andante con variazione, el segundo; y Presto, el tercero—, el compositor de Bonn la dedicó inicialmente al violinista inglés, de madre polaca y padre de las Indias Occidentales, George Bridgetower, el encargado de estrenarla en el Pabellón del Augarten de Viena. Bridgetower era un violinista muy reconocido en Europa y que había tocado para el rey Jorge III de Inglaterra en el Castillo de Windsor. El estreno fue apoteósico y contó con la presencia del archiduque Rodolfo y los príncipes Lobkowtiz y Lichnowsky, así como de otros grandes patrones de las artes vieneses. Al terminar el evento, entusiasmado por el éxito, Beethoven anunció que la sonata la dedicaba a Bridgetower y en la parte superior de la partitura escribió a mano: Sonata per uno mulaticco lunattico.
En la celebración posterior, el violinista, con un par de copas de más, realizó unos comentarios despectivos sobre una dama amiga de Beethoven. El compositor se sintió profundamente herido y exigió a Bridgetower que le devolviera la partitura, al tiempo que le informaba que se retractaba de aquella dedicatoria y anunció que se la dedicaría a otro gran virtuoso del violín, Rodolphe Kreutzer, en aquel tiempo residente en París. Bridgetower trató de convencerle de que no lo hiciera, pero Beethoven se mostró inflexible y los dos músicos nunca más se volvieron a encontrar. Cuando Kreutzer recibió la partitura en París se sintió muy halagado pero no la ejecutó jamás porque consideraba que técnicamente era imposible afrontarla. Y fue más allá. Señaló que Beethoven no entendía el violín y, por tanto, él no sentía comprometido con aquella pieza musical. Aún así, el nombre ha quedado estrechamente vinculada a él.

http://espanol.free-ebooks.net/ebook/La-sonata-a-Kreutzer

Un tributo a mi sonata frecuentemente disfrutada de mi reverenciado Beethoven, magistralmente ejecutada por mis violinista y pianista preferidos, sumado a un reconocimiento ese gigante de la Literatura que fué León Tolstoi...


Sonata violín y piano Kreutzer - Beethoven

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