sábado, 4 de octubre de 2014

El gato en el Antiguo Egipto


Los gatos ya se escondían debajo de las sillas en el Antiguo Egipto, pero ¿era un animal doméstico como hoy en día? Si es así ¿cuándo se domesticó? 

HISTORIOGRAFÍA
Siempre se ha dicho que los antiguos egipcios adoraban los gatos, llegando incluso a divinizarlos y a enterrarlos en extensas necrópolis. Y algo de cierto hay en ello.
Esta creencia la hemos heredado de los autores clásicos que visitaron el valle del Nilo, como lo fue Diodoro Sículo (historiador griego del siglo I a. C.), quien en su primer libro de Bibliotheca Historica (un compendio de historia de 40 volúmenes) nos relata una historia popular del siglo I a. C.: la muchedumbre de Alejandría se lanzó contra un soldado romano que había matado un gato, consiguiendo juzgarle y ejecutarle. Aquí tenéis el texto (I, 83).

Otro autor clásico que contribuyó a esta creencia fue Heródoto (otro historiador griego del s. V a. C.) quien relata  durante la XXVI Dinastía lo siguiente (I, 66):
                                                
 ¡Ay de los gatos igualmente si sucede algún incendio, desgracia para ellos fatal y suprema cuita! Porque los egipcios, que les son supersticiosamente afectos, sin ocuparse en extinguir el fuego, se colocan de trecho en trecho como centinelas, con el fin de preservar a los gatos del incendio; pero estos, por el contrario, asustados de ver tanta gente por allí, cruzan por entre los hombres, y a veces para huir de ellos van a precipitarse en el fuego; desgracia que a los espectadores llena de pesar y desconsuelo. Cuando fallece algún gato de muerte natural, la gente de la casa se rapa las cejas a navaja; pero al morir un perro, se rapan la cabeza entera, y además lo restante del cuerpo.                                                                                                                                                                                                                                    
Seguidamente nos cuenta dónde son enterrados:                                                                                                              
Los gatos después de muertos son llevados a sus casillas sagradas; y adobados en ellas con sal, van a recibir sepultura en la ciudad de Bubastis. 
Otra historia que nos habla del amor de los egipcios hacia los gatos nos la cuentaCtesias (historiador griego del s. V a. C). Este autor nos narra la batalla de Pelusium, en el 525 a. C. en el Bajo Egipto, entre el rey persa Cambises II y el faraón de Egipto, Psamético III. Se cuenta que los persas idearon una estratagema para vencer utilizando en sus escudos imágenes de animales sagrados para los egipcios, entre ellos el gato (las malas lenguas dicen que usaron gatos propiamente dichos). Ante este sacrilegio, los egipcios se rindieron.
Gracias al legado clásico, la sociedad de hoy en día ve a los egipcios como adoradores de gatos. Y no es para menos, en la actualidad es imposible pasear por las calles de El Cairo sin que te tropieces con toda una manada:
Pero, antes de que fuese el animal de compañía tranquilo y dormilón que conocemos hoy en día, fue un gato salvaje de las marismas del valle, que fue entrando poco a poco en los corazones de los egipcios. Veamos cómo fue su domesticación:
DOMESTICACIÓN
El gato salvaje (de cola más corta) que vivía entre las matas de papiro del Nilo y ancestro del gato doméstico, tuvo una gran distribución en el continente africano, entrando en relación con los antiguos egipcios desde tiempos muy tempranos. El nombre que le pusieron los egipcios fue:
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El primer acercamiento con los egipcios fue en las áreas agrícolas de Egipto, como depredadores de todo tipo de plagas. Sin embargo, las primeras representaciones de estos felinos no aparecerán hasta la XI Dinastía. Posiblemente sea a partir de entonces cuando el gato ya es doméstico, pero no será hasta la XVIII Dinastíacuando es animal de compañía.
Este gato doméstico convertido en mascota de los antiguos egipcios, seguía cumpliendo una importante función práctica en los hogares como disuasor de ratas, ratones y serpientes, e incluso se le puede ver cazando en los pantanos de papiro junto a egipcios en pinturas de tumbas del Reino Nuevo (los que conocen a los gatos estarán conmigo en que la presa atrapada por el felino no fuera para el dueño).
En numerosas tumbas de la XVIII Dinastía vemos al gato debajo de la silla del propietario como animal favorito:

El gato se convertirá en el animal preferido de reyes y nobles. Uno de los casos más llamativos y curiosos es el de la gatita Myt, mascota del príncipe Tutmosis, hijo de Amenofis III (pero que no llegó a reinar, y en su lugar reinó Amenofis IV), quien hizo preparar para su mascota un sarcófago de piedra que fue enterrado en la necrópolis de Menfis (en la actualidad se conserva en el Museo de El Cairo). En dicho sarcófago podemos ver como la gatita se convierte en un Osiris. Este sarcófago contenía incluso los ushebtis (figurillas mágicas destinadas a sustituir al difunto en las tareas del otro mundo) aunque con cabeza de gato.
RELIGIÓN
Como no podía ser de otra forma, los gatos en el Antiguo Egipto fueron divinizados. Los egipcios veían en estos animales algunas cualidades divinas: podían ver en la oscuridad, eran un poco huraños, y en sus ojos se reflejaba el sol (las pupilas dilatadas de los gatos en la oscuridad). El culto adquirió un auge espectacular en la Baja Época, momento en el cual también resurge con fuerza una de las divinidades gatunas: Bastet.
Aunque en su origen fue una leona, en el Reino Medio ya la podemos ver asimilada al gato; y tras la caída del Reino Nuevo la veremos como una mujer con cabeza de gato. Es una diosa muy antigua, que aparece ya en los Textos de las Pirámides (Reino Antiguo) como madre del rey; y en los Textos de los Ataúdes ofreciendo protección al difunto. Dada su condición como mascota no será de extrañar que rápidamente se convierta en la protectora de los hogares y de la vida familiar. De esta manera también acabará siendo un símbolo de maternidad, protegiendo a las mujeres durante el embarazo, y de ahí la multitud de ofrendas con forma de estatuas de Bastet rodeada de gatitos.
Su principal centro de culto se encuentra en la ciudad de Bubastis (Tel Basta) en el Delta Oriental, lugar donde se encuentran los escasos restos del templo de la diosa. Esta ciudad, asociada al culto del gato desde la IV Dinastía, poseía una enorme necrópolis con varios cientos de miles de momias de gatos dedicados a la diosa. Estas momias eran enterradas con lino o incluso con pequeños sarcófagos de madera o bronce con forma de gato.
Muchos de los gatos que han aparecido momificados eran vendidos por los propios sacerdotes del templo a los peregrinos y creyentes con objeto de realizar una ofrenda a la diosa Bastet.
También se han encontrado momias de gatos en las catacumbas de Saqqara y en Beni Hassan, aunque en su mayoría fueron saqueadas en el siglo XIX para exportarlas a Europa Occidental y usarlas como fertilizantes.
Por otro lado, los felinos siempre se asociaron al sol, y para Bastet lo tenemos en uno de sus epítetos: Ojo de Ra, es decir, era considerada hija del dios sol e identificada con su ojo. Pasó a ser pues la “Gata de Ra”, que destruía Apofis, la serpiente enemiga del dios sol. Así se la puede ver en las representaciones de algunas tumbas: decapitando a la serpiente Apofis con un afilado cuchillo.
Un ejemplo muy claro de esta escena nos lo encontramos en la tumba de Inherkhau (TT359) en Deir el-Medina y perteneciente a la XX Dinastía. Aquí podemos ver al gato, llamado el Gran Gato de Heliópolis, con el pelaje dorado en clara alusión al sol, sus largas orejas dirigidas hacia atrás, su boca abierta, enseñando los dientes y la lengua, y su pelo erizado: tenemos a un gato muy cabreado. Si encima el gato está cortando con un cuchillo a la serpiente que encarna a Apofis, tendremos una entidad divina que encarna la lucha del astro solar con el caos personificado por la serpiente.
En definitiva, los antiguos egipcios eran unos adoradores de felinos y tenían a los gatos en muy alta estima, pero ¿y quién no adora a estos entrañables animales?
papirosperdidos.wordpress.com/2014/03/10/el-gato-en-el-antiguo-egipto/ 


4 de Octubre  - Día del Servicio de Veterinaria y el día de su santo patrono, San Francisco de Asís.

Oda al gato - Pablo Neruda

Los animales fueron
imperfectos,
largos de cola, tristes
de cabeza.
Poco a poco se fueron
componiendo,
haciéndose paisaje,
adquiriendo lunares, gracia, vuelo.
El gato,
sólo el gato
apareció completo
y orgulloso:
nació completamente terminado,
camina solo y sabe lo que quiere.

El hombre quiere ser pescado y pájaro,
la serpiente quisiera tener alas,
el perro es un león desorientado,
el ingeniero quiere ser poeta,
la mosca estudia para golondrina,
el poeta trata de imitar la mosca,
pero el gato
quiere ser sólo gato
y todo gato es gato
desde bigote a cola,
desde presentimiento a rata viva,
desde la noche hasta sus ojos de oro.

No hay unidad
como él,
no tienen
la luna ni la flor
tal contextura:
es una sola cosa
como el sol o el topacio,
y la elástica línea en su contorno
firme y sutil es como
la línea de la proa de una nave.
Sus ojos amarillos
dejaron una sola
ranura
para echar las monedas de la noche.

Oh pequeño
emperador sin orbe,
conquistador sin patria,
mínimo tigre de salón, nupcial
sultán del cielo
de las tejas eróticas,
el viento del amor
en la intemperie
reclamas
cuando pasas
y posas
cuatro pies delicados
en el suelo,
oliendo,
desconfiando
de todo lo terrestre,
porque todo
es inmundo
para el inmaculado pie del gato.

Oh fiera independiente
de la casa, arrogante
vestigio de la noche,
perezoso, gimnástico
y ajeno,
profundísimo gato,
policía secreta
de las habitaciones,
insignia
de un
desaparecido terciopelo,
seguramente no hay
enigma
en tu manera,
tal vez no eres misterio,
todo el mundo te sabe y perteneces
al habitante menos misterioso,
tal vez todos lo creen,
todos se creen dueños,
propietarios, tíos
de gatos, compañeros,
colegas,
discípulos o amigos
de su gato.

Yo no.
Yo no suscribo.
Yo no conozco al gato.
Todo lo sé, la vida y su archipiélago,
el mar y la ciudad incalculable,
la botánica,
el gineceo con sus extravíos,
el por y el menos de la matemática,
los embudos volcánicos del mundo,
la cáscara irreal del cocodrilo,
la bondad ignorada del bombero,
el atavismo azul del sacerdote,
pero no puedo descifrar un gato.
Mi razón resbaló en su indiferencia,
sus ojos tienen números de oro.



La Atenas de Pericles

Cuando en el año 460 antes de Cristo Pericles se hace con el poder, su primer objetivo será hacer deAtenas la ciudad más importante de toda la Hélade.Para ello pondrá en marcha un ambicioso plan de renovación arquitectónica de la ciudad, que tiene en la Acrópolis su punto culminante. La Acrópolis se levanta en una colina situada en el centro del valle de Atenas, como una fortaleza natural semicircular. En este santuario se concentran los principales edificios de culto. 
El acceso a la Acrópolis se realiza a través de los 
Propileos, levantados por Mnesikles por orden de Pericles entre los años 437 y 431 a.C. Dos terrazas superpuestas, divididas por un corredor transversal con columnas jónicas, daban lugar a cuatro estancias rectangulares. 
El 
templo de Atenea Nike fue construido a partir del año 421 a.C. Calícrates fue el encargado de los diseños, resultando un pequeño edificio de orden jónico de gran belleza. 
Iktinos y Calícrates son los responsables del Partenón, el templo dedicado a la diosa Atenea Partenos, la protectora de la ciudad. Se trata de un templo dórico, con ocho columnas en sus frentes principales y todo su perímetro rodeado también con dos filas de columnas. Realizado en mármol blanco del Pentélico, se construyó entre los años 448 y 438 antes de Cristo. En su decoración trabajó el mejor escultor del momento, Fidias, diseñando las metopas, el friso de las Panateneas y los frontones, creando buena parte de las mejores muestras del arte clásico. 
El 
Erecteion fue construido por Mnesikles entre 421 y 406 a.C. Se encuentra en el lado septentrional de la Acrópolis y estaba consagrado a Atenea y Poseidón. El edificio, de estilo jónico, se adapta perfectamente a la orografía natural de la colina. En su lado meridional se alza el Pórtico de las Cariatides. Seis jóvenes vistiendo el peplo dórico sostienen el entablamento con un capitel en forma de cesto, constituyendo una rítmica composición atribuida a un discípulo de Fidias. 
En el 
Museo de la Acrópolis se encuentran las piezas halladas desde mediados del siglo XIX, durante las excavaciones y las obras de restauración llevadas a cabo en la colina sagrada. Destacan especialmente las piezas de escultura, que nos ofrecen un amplio panorama desde la época arcaica hasta el helenismo. 
A los pies de 
la Acrópolis, en su lado meridional, se encuentra el teatro de Dionisos, el primer edificio teatral del mundo, levantado en diferentes fases. En su cavea hay una capacidad para 17.000 espectadores y allí fueron representadas las obras de los principales dramaturgos clásicos. Con sus 163 metros de largo, el Pórtico de Eumenes enlaza este edificio con el Odeón de Herodes Atico. El pórtico contaba con dos pisos de columnas dóricas en la fachada y jónicas en el interior. El Odeón fue construido en el siglo II de nuestra era gracias a Herodes Atico, importante exponente de la cultura ateniense que destinó gran parte de su patrimonio a embellecer su ciudad. 
En el lado noreste de 
la colina de la Pnyx se reunía la asamblea popular, la suprema institución de la democracia ateniense. Desde el altar esculpido en la roca, los políticos y oradores daban los discursos a los 6.000 ciudadanos. 
En la zona sureste de la Acrópolis nos encontramos la tranquila colina de las Musas, plagada de pinares. En su cima se encuentra el 
Monumento sepulcral en honor a Cayo Julio Antíoco Filopapo. Construido en el año 119 a.C., con él los atenienses quisieron demostrar su gratitud a este generoso ciudadano de origen sirio que enriqueció la ciudad construyendo importantes edificios. 
Otra de las colinas que constituyen la ciudad de Atenas es el 
monte Licabeto, de 277 metros de altura, en cuya cima se alza la capilla de san Jorge, construida en 1834 con motivo de la elección de la ciudad como capital del nuevo Estado griego. Las vistas panorámicas desde esta colina son espectaculares. 
El 
Agora era el centro de la vida pública, el lugar de asamblea de los atenienses con ocasión de los eventos políticos, económicos, religiosos o culturales. El edificio que destaca en la colina es el templo de Hefestos y Atenea, construido en mármol del Pentélico en el año 449 a.C. 
A sus pies se alzaban la Stoa de Zeus, el Bouleuterion y el Metron, importantes edificios públicos. El lado oriental del ágora está delimitado por la 
Stoa de Atalo, una impresionante construcción de 116 metros de largo por 20 de ancho. La iglesia de los Santos Apóstoles fue edificada en el siglo XI y presenta planta de cruz griega con cuatro columnas centrales. 
No lejos del Agora, en dirección noroeste, se encuentra el antiguo 
Cementerio del Cerámico. El lugar debe su nombre a Céramo, héroe de los alfareros que habían montado en este lugar sus talleres. La utilización de este espacio para sepulturas individuales comenzó en el tercer milenio antes de Cristo, continuando su uso como lugar de enterramiento hasta el año 86 a.C., momento en que Sila saqueó la ciudad. 
En el siglo I de nuestra era 
Atenas pasó a ocupar un importante lugar en el Imperio Romano. El Agora romana se convertía en el centro de las actividades comerciales de la ciudad hasta el siglo XIX. Se trata de un espacio cuadrado al que se accedía por la puerta de Atenea Aquergetis y que se cierra con la Torre de los Vientos, una pequeña construcción octogonal que contenía un reloj hidráulico y que se coronaba con una veleta de hierro. 
El emperador 
Adriano financió importantes obras en Atenas. En su honor se levantó el Arco que lleva su nombre, que separaba la antigua ciudad de Atenas y el nuevo barrio creado por el emperador romano. Pero la gran obra de esta época es el Templo de Zeus Olímpico. Su construcción fue promovida ya en el siglo VI a.C. pero no se construyó definitivamente hasta el año 131 de nuestra era. 
Se trata de uno de los templos más grandes de su tiempo, con 108 metros de largo por 41 de anchura y nada menos que 104 espectaculares columnas corintias alrededor de las que hoy sólo quedan 15 en pie. 
Buena parte de las piezas más importantes de la cultura clásica griega se conserva en el 
Museo Arqueológico Nacional, fundado en el siglo XIX. Sus colecciones abarcan más de 3000 años de civilización helénica, desde la época prehistórica hasta el momento de máximo esplendor cultural griego. 
En el año 51 llegó a Atenas 
san Pablo para predicar el cristianismo, configurándose en la ciudad una importante comunidad cristiana que no paró de crecer. En el siglo VI todos los antiguos templos de Atenas se convirtieron en iglesias. De las iglesias bizantinas de Atenas actualmente apenas se conservan unas cuantas de las 200 mencionadas por los viajeros del siglo XVIII. Se trata de pequeños pero proporcionados edificios que presentan similares características, con planta de cruz griega y cúpula. 
En 1834 Atenas es declarada 
capital del reino de Grecia. Arquitectos griegos y extranjeros fueron los encargados de transformar la ciudad, eligiendo para los nuevos edificios el estilo que reproduce fielmente los elementos de la arquitectura clásica. 
La 
Universidad fue construida por Christian Hansen entre 1839 y 1864, optando por el jónico para su fachada principal. 
Theophile van Hansen es el responsable del diseño de la Academia, construida entre 1859 y 1885. Van Hansen también será el autor del proyecto de la Biblioteca Nacional, financiada por Panaghiotis Vallianos, cuya estatua decora la entrada, a la que se accede por una doble escalinata. 
El 
Zappeion domina la parte central del parque que lleva su nombre. Centro de importantes eventos, fue finalizado en 1888 según los diseños de Boulanger, modificados por Van Hansen. 
También en el siglo XIX se realizaron las obras de restauración del 
Estadio de las Panateneas, construido durante el gobierno de Licurgo, en el año 330 a.C. Fue recubierto con mármol del Pentélico con ocasión de las Olimpiadas de 1896, las primeras de la era moderna. 
Serán también las Olimpiadas de 2004, las primeras del nuevo milenio, el reto al que se enfrenta la nueva Atenas para convertirse, como en tiempos de 
Pericles, en el centro del mundo, aunque sólo sea por unas semanas.


http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/videos/496.htm


Sola - Heart


Escucho el tic tac del reloj
Estoy aquí en la oscuridad del cuarto
Me pregunto donde estás esta noche
El teléfono no contesta
Y la noche pasa muy lentamente
Oh, espero que sin embargo no acabará
Sola

Hasta ahora siempre me las arreglé yo sola
Realmente nunca me importó hasta que te conocí
Y ahora se me hielan hasta los huesos
Cómo te conseguiré sola
Cómo te conseguiré sola

Tu no sabes cuanto he querido
Tocar tus labios y tenerte fuerte, oh
Tu no sabes cuanto he esperado
E iba a decírtelo esta noche
Pero el secreto es aún mío
Y mi amor por ti todavía es desconocido
Sola

Hasta ahora siempre me las arreglé yo sola
Realmente nunca me importó hasta que te conocí
Y ahora se me hielan hasta los huesos
Cómo te conseguiré sola
Cómo te conseguiré sola

Cómo te conseguiré sola
Cómo te conseguiré sola

Sola, sola


SINFONÍA EN GRIS MAYOR -  Rubén Darío

El mar como un vasto cristal azogado
refleja la lámina de un cielo de zinc;
lejanas bandadas de pájaros manchan
el fondo bruñido de pálido gris.
El sol como un vidrio redondo y opaco
con paso de enfermo camina al cenit;
el viento marino descansa en la sombra
teniendo de almohada su negro clarín.

Las ondas que mueven su vientre de plomo
debajo del muelle parecen gemir.
Sentado en un cable, fumando su pipa,
está un marinero pensando en las playas
de un vago, lejano, brumoso país.
Es viejo ese lobo. Tostaron su cara
los rayos de fuego del sol del Brasil;
los recios tifones del mar de la China
le han visto bebiendo su frasco de gin.

La espuma impregnada de yodo y salitre
ha tiempo conoce su roja nariz,
sus crespos cabellos, sus bíceps de atleta,
su gorra de lona, su blusa de dril.
En medio del humo que forma el tabaco
ve el viejo el lejano, brumoso país,
adonde una tarde caliente y dorada
tendidas las velas partió el bergantín...

La siesta del trópico. El lobo se aduerme.
Ya todo lo envuelve la gama del gris.
Parece que un suave y enorme esfumino
del curvo horizonte borrara el confín.
La siesta del trópico. La vieja cigarra
ensaya su ronca guitarra senil,
y el grillo preludia un solo monótono
en la única cuerda que está en su violín.


Concierto de la Orquesta Sinfónica de Santa Fe – 03/10/2014

Robert Schumann: Sinfonía Nº 4 en re menor,  op.12

La versión de 1851 tiene cinco movimientos que se presentan uno tras otro, sin pausa entre ellos:
1. Ziemlich langsam - Lebhaft (re menor)
2. Romanze: Ziemlich langsam (la menor)
3. Scherzo: Lebhaft (re menor)
4. Etwas zurückhaltend - Langsam (sol menor)
5. Lebhaft (re mayor)

 La versión de 1841 consta de cuatro movimientos y usa la notación italiana de los tempi:
1. Andante con moto - Allegro di molto (re menor? re mayor)
2. Romanza: Andante (la menor)
3. Scherzo: Presto (re menor)
4. Largo - Finale: Allegro vivace (re mayor)

Aunque la producción sinfónica de Schumann ha sufrido grandes críticas, sobre todo en lo referente al manejo de la orquestación, no se deben desconocer las virtudes presentes en la estructuración formal de sus cuatro sinfonías.
La Cuarta debe más su denominación al hecho de haber sido la última de las sinfonías de Schumann en ser revisada que a su orden de composición, puesto que realmente fue la segunda en ser escrita.
Esta obra fue compuesta en 1841. Su estreno se llevó a cabo en Leipzig, el 6 de diciembre del mismo año, bajo el título de Fantasía Sinfónica, hecho que muestra el propósito de Schumann de romper con la tradición clásica.
 La versión definitiva se escuchó por primera vez en Düsseldorf, logrando una gran acogida, en 1853. Los movimientos, comenta François-René Tranchefort, “se encadenan y los temas circulan a través de ellos; es ya la puesta en marcha del principio cíclico”.
El carácter de esta sinfonía, de acusada melancolía aunque enérgico, está ya definido en la lenta introducción.
El tema principal, semejante a un arabesco, es de un admirable atrevimiento, presentándose como una figura que se eleva, para descender a continuación, en una dinámica ondulante que domina todo el primer movimiento y del que dependen los numerosos motivos secundarios.
La atmósfera exaltada de la conclusión, en modo mayor, es interrumpida súbitamente por un acorde en re menor que da entrada a una melancólica romanza.

http://apreciacionmusicalencuentros.blogspot.com.ar/2014/02/robert-schumann-sisinfonia-n-4-en-re.html



Concierto de la Orquesta Sinfónica de Santa Fe – 03/10/2014

 

El Op.15 de Brahms (concierto para piano nº1)


Quiero empezar con el Op.15 de Brahms, el concierto para piano nº1 en re menor, ya que desde que lo escuchara por primera vez en una impetuosísima versión con Barenboim y Sir John Barbirolli, se convirtió en una de las piezas que más me turbaron y me incitaron a seguir explorando en el repertorio. Recuerdo el gran impacto que me causaba el inicio del concierto, tan oscuro, tan dramático que me sobrecogía, después el movimiento lento, como un oasis de calma lleno de lirismo y melancolía, para volver a desatarse en el último movimiento, que es como una danza frenética e impetuosa.

El Concierto para Piano Número 1 fue compuesto entre 1854 y 1858. Brahms fue el solista del estreno, que dirigió Joseph Joachim en Hanover, el 22 de enero de 1859. Se puede afirmar que la emocionalidad del concierto es su rasgo más interesante, porque fue el último trabajo de la etapa temprana y apasionada de Brahms. Nunca más permitió él que su espíritu romántico se expresara con tanta libertad.

Johannes Brahms tenía recién 20 años cuando por primera vez le mostró algunas de sus composiciones a Robert Schumann. Este se sintió tan impresionado que salió de su retiro como crítico musical para escribir un artículo especial en alabanza de Brahms. En su crítica profetizaba que el joven compositor “revelaría su maestría no por el desarrollo gradual sino que brotaría como una fuente, así como salió Minerva, completamente armada, de la cabeza de Júpiter… “.

Era una gran alabanza para un compositor joven que no había escrito más que música de cámara y algunas obras para piano. Brahms súbitamente se encontró empujado frente al mundo musical, teniendo que mantener una reputación. Sintió que tenía la obligación de intentar componer una sinfonía, y así se lo escribió a Schumann en enero de 1854: “He estado entrenando mi mano en una sinfonía el pasado verano e incluso he orquestado el primer movimiento y compuesto el segundo y el tercero.”

Al mes siguiente, Schumann, que padecía de una enfermedad mental, se arrojó al Rhin. Fue rescatado, pero debió pasar los dos años y medio restantes de su vida en un manicomio. Brahms quedó desolado. Se mudó a la casa de Schumann para tratar de ayudar a cuidar a Clara Schumann y sus hijos. Desarrolló un profundo sentimiento respecto de Clara, de la que se enamoró, pero quien al mismo tiempo representaba para él también una figura maternal. Continuó trabajando en su sinfonía e hizo un retrato musical de Clara en el movimiento lento.


Brahms recibió ayuda de su amigo Julius Grimm para la orquestación. Sin embargo, el compositor no estaba satisfecho. Sentía que todavía no estaba preparado para intentar una forma tan monumental como la sinfonía. Su verdadera primera sinfonía no habría de quedar concluida hasta 22 años más tarde. Modificó la sinfonía inicial y parcialmente terminada y la convirtió en una sonata para dos pianos, que interpretó con Clara. También se la escuchó interpretar junto con Grímm. Pero todavía se sentía insatisfecho. Grimm le sugirió combinar sus dos ideas y hacer un concierto para piano. La idea parecía posible y el compositor se puso a trabajar nuevamente en la revisión. Volvió a escribir los primeros dos movimientos para piano y orquesta, pero sustituyó el tercer movimiento con un final nuevo. El movimiento desechado finalmente se convirtió en el coro de “Ved toda la carne” del Réquiem Alemán.

Para la primavera de 1858 el concierto estaba casi listo. Brahms tuvo oportunidad de probarlo en un ensayo. Introdujo otras modificaciones. Seguía sin estar totalmente conforme y dudó en presentarlo ante el público, pero finalmente se decidió a seguir adelante con dos presentaciones programadas para enero de 1859. En el estreno, dirigido por Joseph Joachim, la audiencia escuchó cortésmente, pero con poca comprensión o apreciación. Cinco días más tarde Brahms lo ejecutó en Leipzig y le escribió a Joachim sobre su fracaso:

“Mi concierto ha sido un brillante y decisivo… fracaso… El primer ensayo no despertó ningún tipo de sentimiento ni en los ejecutantes ni en la audiencia. Al segundo no acudió público alguno y a ningún ejecutante se le movió siquiera un músculo de la cara… Por la noche… el primero y segundo movimientos se escucharon sin que surgiera la menor demostración de sentimiento. Al final tres pares de manos se unieron muy lentamente, en tanto que un silbido perfectamente reconocible de ambos lados prohibió cualquier otro tipo de demostración… Este fracaso no me impresionó en absoluto. Después de todo, sólo estoy experimentando y sintiendo mí forma. De todos modos, el silbido fue demasiado. A pesar de todo, el concierto hallará aprobación cuando yo haya mejorado su estructura corporal y el próximo va a sonar muy diferente.”

El carácter turbulento y dramático de la pieza resulta evidente de inmediato. El vigoroso motivo de la apertura, aunque está ausente durante gran parte del primer movimiento, hechiza incluso los temas secundarios más líricos, de modo que no podemos estar muy convencidos de la aparente paz. Durante la mayor parte de la exposición, el piano y la orquesta tienen temas separados. El proceso del desarrollo es en parte el proceso de la integración. El segundo tema es particularmente bello y se lo escucha primero solo en piano. Aunque este vasto movimiento atraviesa muchos estados de ánimo, su pasión meditativa y subyacente se experimenta a lo largo de toda su extensión.

El segundo movimiento intenta, mediante su suavidad expansiva, disipar la intensidad del primero. Pero queda una corriente subterránea de tensión recordada, porque el movimiento lento está moldeado en la métrica del movimiento de apertura (6/4) y la clave (Re mayor como opuesta a Re menor, aunque el primer movimiento dedica largo tiempo a la clave mayor justo antes del final). El ritmo constante sugiere un himno.

El final es un rondó gitano húngaro, con varios temas, dos cadencias y un fugato de desarrollo. En la coda se produce una transformación del tema principal en marcha lenta en modo mayor.