El
gato en el Antiguo Egipto
Los gatos ya se escondían debajo de las
sillas en el Antiguo Egipto, pero ¿era un animal doméstico como hoy en día? Si es así ¿cuándo
se domesticó?
HISTORIOGRAFÍA
Siempre se ha
dicho que los antiguos egipcios adoraban los gatos, llegando incluso a
divinizarlos y a enterrarlos en extensas necrópolis. Y algo de cierto hay en
ello.
Esta creencia la hemos heredado de los
autores clásicos que visitaron el valle del Nilo, como lo fue Diodoro Sículo (historiador
griego del siglo I a. C.), quien en su primer libro de Bibliotheca Historica (un compendio de historia de 40
volúmenes) nos relata una historia popular del siglo I a. C.: la
muchedumbre de Alejandría se lanzó contra un soldado romano que había matado un
gato, consiguiendo juzgarle y ejecutarle. Aquí tenéis el texto (I, 83).
Otro autor clásico que contribuyó a esta
creencia fue Heródoto (otro historiador griego del s. V a. C.) quien relata
durante la XXVI Dinastía lo siguiente (I, 66):
¡Ay de los gatos igualmente si sucede algún incendio,
desgracia para ellos fatal y suprema cuita! Porque los egipcios, que les son
supersticiosamente afectos, sin ocuparse en extinguir el fuego, se colocan de
trecho en trecho como centinelas, con el fin de preservar a los gatos del
incendio; pero estos, por el contrario, asustados de ver tanta gente por allí,
cruzan por entre los hombres, y a veces para huir de ellos van a precipitarse
en el fuego; desgracia que a los espectadores llena de pesar y desconsuelo.
Cuando fallece algún gato de muerte natural, la gente de la casa se rapa las
cejas a navaja; pero al morir un perro, se rapan la cabeza entera, y además lo
restante del cuerpo.
Seguidamente nos
cuenta dónde son enterrados:
Los gatos después de muertos son llevados a sus casillas sagradas;
y adobados en ellas con sal, van a recibir sepultura en la ciudad de
Bubastis.
Otra historia que nos habla del amor de
los egipcios hacia los gatos nos la cuentaCtesias (historiador griego del s. V a. C). Este autor nos
narra la batalla de Pelusium, en el 525 a. C. en el Bajo Egipto, entre
el rey persa Cambises II y el faraón de
Egipto, Psamético III. Se cuenta que los persas idearon una
estratagema para vencer utilizando en sus escudos imágenes de animales sagrados
para los egipcios, entre ellos el gato (las malas lenguas dicen que usaron
gatos propiamente dichos). Ante este sacrilegio, los egipcios se rindieron.
Gracias
al legado clásico, la sociedad de hoy en día ve a los egipcios como adoradores
de gatos. Y no es para menos, en la actualidad es imposible pasear por
las calles de El Cairo sin que te tropieces con toda una manada:
Pero, antes de que
fuese el animal de compañía tranquilo y dormilón que conocemos hoy en día, fue
un gato salvaje de las marismas del valle, que fue entrando poco a poco en los
corazones de los egipcios. Veamos cómo fue su domesticación:
DOMESTICACIÓN
El gato salvaje
(de cola más corta) que vivía entre las matas de papiro del Nilo y ancestro del
gato doméstico, tuvo una gran distribución en el continente africano, entrando
en relación con los antiguos egipcios desde tiempos muy tempranos. El nombre
que le pusieron los egipcios fue:
El primer acercamiento con los egipcios
fue en las áreas agrícolas de Egipto, como depredadores de todo tipo de plagas.
Sin embargo, las primeras representaciones de estos felinos no aparecerán hasta
la XI Dinastía. Posiblemente sea a partir de entonces
cuando el gato ya es doméstico, pero no será hasta la XVIII Dinastíacuando es animal
de compañía.
Este gato
doméstico convertido en mascota de los antiguos egipcios, seguía cumpliendo una
importante función práctica en los hogares como disuasor de ratas, ratones y
serpientes, e incluso se le puede ver cazando en los pantanos de papiro junto a
egipcios en pinturas de tumbas del Reino Nuevo (los que conocen a los gatos
estarán conmigo en que la presa atrapada por el felino no fuera para el dueño).
En numerosas tumbas de la XVIII Dinastía vemos al gato
debajo de la silla del propietario como animal favorito:
El gato se convertirá en el animal
preferido de reyes y nobles. Uno de los casos más llamativos y
curiosos es el de la gatita Myt, mascota del príncipe Tutmosis, hijo de Amenofis III (pero que
no llegó a reinar, y en su lugar reinó Amenofis IV), quien hizo preparar para
su mascota un sarcófago de piedra que fue enterrado en la necrópolis de Menfis
(en la actualidad se conserva en el Museo de El Cairo). En dicho sarcófago
podemos ver como la gatita se convierte en un
Osiris. Este sarcófago contenía incluso los ushebtis (figurillas
mágicas destinadas a sustituir al difunto en las tareas del otro mundo) aunque
con cabeza de gato.
RELIGIÓN
Como no podía ser de otra forma, los
gatos en el Antiguo Egipto fueron divinizados. Los egipcios
veían en estos animales algunas cualidades divinas: podían ver en la oscuridad,
eran un poco huraños, y en sus ojos se reflejaba el sol (las pupilas dilatadas
de los gatos en la oscuridad). El culto adquirió un auge espectacular en la Baja
Época, momento en el cual también resurge con fuerza una de las
divinidades gatunas: Bastet.
Aunque en su origen fue una leona, en el
Reino Medio ya la podemos ver asimilada al gato; y tras la caída del Reino
Nuevo la veremos como una mujer con cabeza de gato. Es
una diosa muy antigua, que aparece ya en los Textos de las Pirámides (Reino
Antiguo) como madre del rey; y en los Textos de los Ataúdes ofreciendo
protección al difunto. Dada su condición como mascota no será de extrañar que
rápidamente se convierta en la protectora de los hogares y de la vida familiar. De esta manera
también acabará siendo un símbolo de maternidad, protegiendo a las mujeres durante el
embarazo, y de ahí la multitud de ofrendas con forma de estatuas de Bastet
rodeada de gatitos.
Su principal centro de culto se encuentra
en la ciudad de Bubastis (Tel Basta) en el
Delta Oriental, lugar donde se encuentran los escasos restos del templo de la
diosa. Esta ciudad, asociada al culto del gato desde la IV Dinastía, poseía una enorme
necrópolis con varios cientos de miles de momias de gatos dedicados a la diosa. Estas momias
eran enterradas con lino o incluso con pequeños sarcófagos de madera o bronce
con forma de gato.
Muchos de los gatos que han aparecido
momificados eran vendidos por los propios sacerdotes del templo a los
peregrinos y creyentes con objeto de realizar una ofrenda a la diosa Bastet.
También se han encontrado momias de gatos
en las catacumbas de Saqqara y en Beni Hassan, aunque en su
mayoría fueron saqueadas en el siglo XIX para exportarlas a Europa Occidental y
usarlas como fertilizantes.
Por otro lado, los felinos siempre se asociaron al sol, y para Bastet lo tenemos en uno de sus epítetos: Ojo
de Ra, es decir, era considerada hija del dios sol e identificada con
su ojo. Pasó a ser pues la “Gata de Ra”, que destruía Apofis, la serpiente
enemiga del dios sol. Así se la puede ver en las representaciones de algunas
tumbas: decapitando a la serpiente Apofis con un afilado cuchillo.
Un ejemplo muy claro de esta escena nos lo encontramos en la tumba
de Inherkhau (TT359) en Deir el-Medina y perteneciente a la XX
Dinastía. Aquí podemos ver al gato, llamado el Gran
Gato de Heliópolis, con el pelaje dorado en clara alusión al sol,
sus largas orejas dirigidas hacia atrás, su boca abierta, enseñando los
dientes y la lengua, y su pelo erizado: tenemos a un gato muy cabreado. Si
encima el gato está cortando con un cuchillo a la serpiente que encarna a
Apofis, tendremos una entidad divina que encarna la lucha del astro solar con el caos
personificado por la serpiente.
En definitiva, los
antiguos egipcios eran unos adoradores de felinos y tenían a los gatos en muy
alta estima, pero ¿y quién no adora a estos entrañables animales?
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