Obertura del Carnaval Romano - Berlioz
La
Obertura del Carnaval Romano fue compuesta a finales de 1843 y estrenada bajo
la dirección del compositor en febrero de 1844, en París.
A principios de 1844, Berlioz publicó una de sus obras más influyentes. No se trataba de una composición sino de un libro de texto. El Tratado sobre Instrumentación y Orquestación Modernas fue el primer manual de orquestación escrito por un compositor de primera línea. Varias generaciones de músicos aprendieron el arte orquestal a partir de este libro. De hecho, todavía hoy se lo consulta. El hecho de que un libro de texto siga resultando útil durante más de un siglo y medio es algo tan impresionante como poco habitual.
Berlioz fue un maestro de la orquestación. Escribir música para instrumentos era para él un arte, no una técnica. Fue el primero en diferenciar entre la "ciencia" de la instrumentación (el estudio de lo que los diferentes instrumentos pueden y no pueden hacer bien) y el arte de la orquestación (la combinación creativa de los colores instrumentales). Creía que el ropaje instrumental de una idea musical era una parte intrínseca tanto de su afecto como de su efecto.
En 1844 esta idea era radicalmente nueva. Los compositores anteriores habían concebido su música separada de su color orquestal: testimonio de ello es la disposición con la que Bach o Schubert transferían obras compuestas para un medio a otro diferente. No así Berlioz, por lo menos en la mayoría de los casos. Una obra como la Symphonie Fantastique o la obertura del Carnaval Romano sólo puede existir como música orquestal.
El biógrafo de Berlioz, Jacques Barzun, señala que el Tratado sobre Orquestación pudo haber enriquecido a Berlioz (y a sus herederos) si la protección de los derechos de autor hubiera sido tan estricta como lo es hoy. El libro pronto fue traducido al alemán, italiano, español e inglés. Más tarde, orquestadores consumados como Félix Weingartner y Richard Strauss consideraron al tratado de Berlioz lo suficientemente bueno como para limitarse a modernizarlo en vez de emprender la tarea de escribir textos propios. Entre otros compositores que reconocieron su deuda con el libro se encuentran Mahler, Delius, Elgar, Mussorgsky, Busoni, D'Indy, Debussy, Bruckner y Saint-Saéns.
Resulta instructivo comparar las lecciones de orquestación ofrecidas por Berlioz en el libro con la música orquestal que él componía al mismo tiempo. La obertura del Carnaval Romano fue escrita justamente en el momento en que el Tratado entraba en prensa. El libro reclama que se rescate del olvido a ciertos instrumentos, tales como las violas. En la obertura, hay un suntuoso pasaje para las violas. Después de una melodía lírica expresada en el corno inglés, dicho pasaje se repite con una orquestación más completa. Nótese la especial cualidad de las violas a medida que ellas cantan esta tonada, con el acompañamiento de violines, violonchelos, cornos, clarinetes, flautas y fagotes, instrumentos a los que las violas por lo general suelen acompañar. El texto de Berlioz también requiere claridad orquestal, incluso en los pasajes densos. El siguiente pasaje de la obertura para la orquesta completa es un modelo de transparencia: todos están tocando, sin embargo no tenemos problema para seguir simultáneamente los ritmos repetidos de tipo italiano (en los instrumentos de viento, los de percusión, los clarinetes y una flauta), el tema lírico en imitación (los fagotes, las violas y los violonchelos a los que responden los violines, el oboe, el corno inglés y la otra flauta) y la nota sostenida en las cuerdas bajas.
La obertura del Carnaval Romano no nació con el objeto de demostrar los principios desarrollados en el Tratado. Sin embargo, la obertura demuestra que la mente y el oído del compositor y la del pedagogo trabajaban en equipo.
La obertura es maravillosamente viva y sonora, debido a su orquestación. A pesar de que a mediados del siglo XIX prevalecía el piano como instrumento predilecto, una transcripción para piano del Carnaval Romano seguramente sonaría pálida (aunque una ejecución por parte de cuatro pianistas, incluyendo a Franz Liszt, una vez despertó un estruendoso aplauso). La música debe ser orquestal porque su expresividad realmente reside en sus sonoridades y no es simplemente transmitida por ellas.
Las dos melodías principales de la obertura provienen de la ópera de Berlioz “Benvenuto Cellini”, terminada pocos años antes. Estos temas están tomados del gran coro "Venid Todos, Pueblo de Roma" y la escena del carnaval "Ah, Tocad las Trompetas, Tocad las Gaitas, Tocad las Alegres Panderetas". Sin embargo, lo más probable es que el Carnaval Romano no estuviera destinado a ejecutarse con la ópera, aunque hay algunas conjeturas con respecto a que Berlioz deseaba que precediera el segundo acto. La situación es similar a la de las oberturas Leonora de Beethoven, que pertenecían de modo fundamental a la ópera Fidelio pero que no están destinadas a ser ejecutadas con esta.
Tal vez Berlioz haya estado pensando en “Benvenuto Cellini” debido a que parte de la música de esa ópera había sido interpretada recientemente en su concierto realizado en el Conservatorio de París. Este concierto, a diferencia de la mayoría de los que había dado, tuvo un éxito aplastante. "Pobre del que de ahora en adelante se atreva a denostar el genio de M. Berlioz", escribió un crítico. Algunos miembros del "establishment" musical de París se sintieron amenazados por el inesperado éxito de Berlioz. Se desquitaron disponiendo que a Berlioz le fuera negado el uso de la sala de conciertos, de allí en adelante. Más aun, el director de la Opera de París intervino para obligar a que se cancelara un concierto de la Asociación de Artistas Musicales, recientemente fundada por Berlioz.
El Carnaval Romano alcanzó enorme popularidad, a pesar de estas intrigas políticas en contra de la música de Berlioz. La ejecución de la obertura debió repetirse el día de su estreno y al poco tiempo ya se la estaba tocando de manera general. Sin embargo, a pesar de esta aceptación por parte del público, los enemigos de Berlioz no reconocieron el mérito artístico de su música. Uno de sus oponentes, el director F. Seghers, escuchó por casualidad un ensayo de la obertura. Verdaderamente le gustó, hasta que descubrió quién era el compositor. "¿Cuál es esa obertura fascinante que están tocando?", preguntó Seghers al director del ensayo. "Es el Carnaval Romano de Berlioz", fue la respuesta. Seghers tartamudeó "¡Bueno! ¡Qué descaro!" Uno de los amigos del compositor lo interrumpió: "Estoy de acuerdo con usted. Berlioz debería avergonzarse por oponerse de esta manera a los prejuicios de un hombre honesto."
La deliciosa obertura comienza con un impulso precipitado, dos veces interrumpida por silencios. La música parece vacilar, como si se hubiera dado cuenta de que ha olvidado su lenta introducción (Berlioz usó una estrategia similar en la obertura El Corsario). El tiempo luego cambia a andante para el tema lírico del corno inglés. Esta melodía se desarrolla extensamente antes de volver al allegro y, finalmente, al primer tema, ahora introducido adecuadamente.
En unos pocos lugares el allegro tipo danza en compás de 6/8 se interrumpe por un desplazamiento súbito al 24. La última vez que esto sucede, un poco antes del final, la música se acerca peligrosamente al caos, pero sólo por un breve instante. Berlioz presenta en rápida sucesión once de las doce notas de la escala cromática, sin ninguna duplicación. Este procedimiento, que con el tiempo se convirtió en una técnica principal de los compositores dodecafónicos, un siglo más tarde, es deliberadamente discrepante en la obertura Carnaval Romano. El pasaje no es tanto profético como especial en sí mismo; sin lugar a dudas Berlioz se hubiera sentido tan sorprendido como cualquiera por la música dodecafónica. Pero estos tres breves compases suenan maravillosamente imaginativos, si bien un poco singulares o incluso extravagantes, en una pieza compuesta en 1843. Pero la obertura Carnaval Romano no es una composición típica de mediados del siglo XIX. Más bien es una pieza verdaderamente original, cuya maestría orquestal e imaginación melódica son diferentes de las del resto de los compositores.
A principios de 1844, Berlioz publicó una de sus obras más influyentes. No se trataba de una composición sino de un libro de texto. El Tratado sobre Instrumentación y Orquestación Modernas fue el primer manual de orquestación escrito por un compositor de primera línea. Varias generaciones de músicos aprendieron el arte orquestal a partir de este libro. De hecho, todavía hoy se lo consulta. El hecho de que un libro de texto siga resultando útil durante más de un siglo y medio es algo tan impresionante como poco habitual.
Berlioz fue un maestro de la orquestación. Escribir música para instrumentos era para él un arte, no una técnica. Fue el primero en diferenciar entre la "ciencia" de la instrumentación (el estudio de lo que los diferentes instrumentos pueden y no pueden hacer bien) y el arte de la orquestación (la combinación creativa de los colores instrumentales). Creía que el ropaje instrumental de una idea musical era una parte intrínseca tanto de su afecto como de su efecto.
En 1844 esta idea era radicalmente nueva. Los compositores anteriores habían concebido su música separada de su color orquestal: testimonio de ello es la disposición con la que Bach o Schubert transferían obras compuestas para un medio a otro diferente. No así Berlioz, por lo menos en la mayoría de los casos. Una obra como la Symphonie Fantastique o la obertura del Carnaval Romano sólo puede existir como música orquestal.
El biógrafo de Berlioz, Jacques Barzun, señala que el Tratado sobre Orquestación pudo haber enriquecido a Berlioz (y a sus herederos) si la protección de los derechos de autor hubiera sido tan estricta como lo es hoy. El libro pronto fue traducido al alemán, italiano, español e inglés. Más tarde, orquestadores consumados como Félix Weingartner y Richard Strauss consideraron al tratado de Berlioz lo suficientemente bueno como para limitarse a modernizarlo en vez de emprender la tarea de escribir textos propios. Entre otros compositores que reconocieron su deuda con el libro se encuentran Mahler, Delius, Elgar, Mussorgsky, Busoni, D'Indy, Debussy, Bruckner y Saint-Saéns.
Resulta instructivo comparar las lecciones de orquestación ofrecidas por Berlioz en el libro con la música orquestal que él componía al mismo tiempo. La obertura del Carnaval Romano fue escrita justamente en el momento en que el Tratado entraba en prensa. El libro reclama que se rescate del olvido a ciertos instrumentos, tales como las violas. En la obertura, hay un suntuoso pasaje para las violas. Después de una melodía lírica expresada en el corno inglés, dicho pasaje se repite con una orquestación más completa. Nótese la especial cualidad de las violas a medida que ellas cantan esta tonada, con el acompañamiento de violines, violonchelos, cornos, clarinetes, flautas y fagotes, instrumentos a los que las violas por lo general suelen acompañar. El texto de Berlioz también requiere claridad orquestal, incluso en los pasajes densos. El siguiente pasaje de la obertura para la orquesta completa es un modelo de transparencia: todos están tocando, sin embargo no tenemos problema para seguir simultáneamente los ritmos repetidos de tipo italiano (en los instrumentos de viento, los de percusión, los clarinetes y una flauta), el tema lírico en imitación (los fagotes, las violas y los violonchelos a los que responden los violines, el oboe, el corno inglés y la otra flauta) y la nota sostenida en las cuerdas bajas.
La obertura del Carnaval Romano no nació con el objeto de demostrar los principios desarrollados en el Tratado. Sin embargo, la obertura demuestra que la mente y el oído del compositor y la del pedagogo trabajaban en equipo.
La obertura es maravillosamente viva y sonora, debido a su orquestación. A pesar de que a mediados del siglo XIX prevalecía el piano como instrumento predilecto, una transcripción para piano del Carnaval Romano seguramente sonaría pálida (aunque una ejecución por parte de cuatro pianistas, incluyendo a Franz Liszt, una vez despertó un estruendoso aplauso). La música debe ser orquestal porque su expresividad realmente reside en sus sonoridades y no es simplemente transmitida por ellas.
Las dos melodías principales de la obertura provienen de la ópera de Berlioz “Benvenuto Cellini”, terminada pocos años antes. Estos temas están tomados del gran coro "Venid Todos, Pueblo de Roma" y la escena del carnaval "Ah, Tocad las Trompetas, Tocad las Gaitas, Tocad las Alegres Panderetas". Sin embargo, lo más probable es que el Carnaval Romano no estuviera destinado a ejecutarse con la ópera, aunque hay algunas conjeturas con respecto a que Berlioz deseaba que precediera el segundo acto. La situación es similar a la de las oberturas Leonora de Beethoven, que pertenecían de modo fundamental a la ópera Fidelio pero que no están destinadas a ser ejecutadas con esta.
Tal vez Berlioz haya estado pensando en “Benvenuto Cellini” debido a que parte de la música de esa ópera había sido interpretada recientemente en su concierto realizado en el Conservatorio de París. Este concierto, a diferencia de la mayoría de los que había dado, tuvo un éxito aplastante. "Pobre del que de ahora en adelante se atreva a denostar el genio de M. Berlioz", escribió un crítico. Algunos miembros del "establishment" musical de París se sintieron amenazados por el inesperado éxito de Berlioz. Se desquitaron disponiendo que a Berlioz le fuera negado el uso de la sala de conciertos, de allí en adelante. Más aun, el director de la Opera de París intervino para obligar a que se cancelara un concierto de la Asociación de Artistas Musicales, recientemente fundada por Berlioz.
El Carnaval Romano alcanzó enorme popularidad, a pesar de estas intrigas políticas en contra de la música de Berlioz. La ejecución de la obertura debió repetirse el día de su estreno y al poco tiempo ya se la estaba tocando de manera general. Sin embargo, a pesar de esta aceptación por parte del público, los enemigos de Berlioz no reconocieron el mérito artístico de su música. Uno de sus oponentes, el director F. Seghers, escuchó por casualidad un ensayo de la obertura. Verdaderamente le gustó, hasta que descubrió quién era el compositor. "¿Cuál es esa obertura fascinante que están tocando?", preguntó Seghers al director del ensayo. "Es el Carnaval Romano de Berlioz", fue la respuesta. Seghers tartamudeó "¡Bueno! ¡Qué descaro!" Uno de los amigos del compositor lo interrumpió: "Estoy de acuerdo con usted. Berlioz debería avergonzarse por oponerse de esta manera a los prejuicios de un hombre honesto."
La deliciosa obertura comienza con un impulso precipitado, dos veces interrumpida por silencios. La música parece vacilar, como si se hubiera dado cuenta de que ha olvidado su lenta introducción (Berlioz usó una estrategia similar en la obertura El Corsario). El tiempo luego cambia a andante para el tema lírico del corno inglés. Esta melodía se desarrolla extensamente antes de volver al allegro y, finalmente, al primer tema, ahora introducido adecuadamente.
En unos pocos lugares el allegro tipo danza en compás de 6/8 se interrumpe por un desplazamiento súbito al 24. La última vez que esto sucede, un poco antes del final, la música se acerca peligrosamente al caos, pero sólo por un breve instante. Berlioz presenta en rápida sucesión once de las doce notas de la escala cromática, sin ninguna duplicación. Este procedimiento, que con el tiempo se convirtió en una técnica principal de los compositores dodecafónicos, un siglo más tarde, es deliberadamente discrepante en la obertura Carnaval Romano. El pasaje no es tanto profético como especial en sí mismo; sin lugar a dudas Berlioz se hubiera sentido tan sorprendido como cualquiera por la música dodecafónica. Pero estos tres breves compases suenan maravillosamente imaginativos, si bien un poco singulares o incluso extravagantes, en una pieza compuesta en 1843. Pero la obertura Carnaval Romano no es una composición típica de mediados del siglo XIX. Más bien es una pieza verdaderamente original, cuya maestría orquestal e imaginación melódica son diferentes de las del resto de los compositores.
http://www.hagaselamusica.com/clasica-y-opera/obras-maestras/obertura-del-carnaval-romano/
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