Concierto para Piano y Orquesta Nº 2 de
Johannes Brahms
Brahms
comenzó el Segundo Concierto para Piano en la primavera de 1878 y lo terminó en
el verano de 1881. El compositor mismo actuó como solista en el estreno, que
dirigió Hans von Bülow en Zurich, el 27 de noviembre de 18 81. La obra merece ser
escuchada por lo que es, un gran concierto romántico para piano y orquesta. No
es un concierto clásico, no es una sinfonía con piano y no es la reencarnación
de un concierto para piano de Beethoven. Es completamente brahmsiano y es una
obra maestra dentro de la literatura de conciertos.
A Brahms le llegó una oportunidad de oro en 1881. El distinguido director Hans von Bülow, que había sido un campeón de la música del "otro campo" -Wagner y Liszt- había caído recientemente bajo el hechizo de la música de Brahms. Von Bülow, en parte por razones musicales y en parte por razones personales, puso ahora todas sus energías en la promoción de las obras de Brahms. Uno de los resultados de este hecho fue que el director puso a disposición del compositor la Orquesta de Meiningen, no sólo para las presentaciones sino como laboratorio de pruebas para las obras que estaban en proceso de composición. Semejante oportunidad fue (y todavía es) algo insólito para un compositor y Brahms se apresuró a aprovechar la extraordinaria generosidad de Von Bülow.
El compositor estaba trabajando en el Segundo Concierto para Piano y se mudó a Meiningen con el propósito de utilizar los servicios de la orquesta. Von Bülow y los músicos de Meiningen ejecutaron el estreno. El entusiasmo de Von Bülow por esta música fue enorme y arregló las siguientes giras del concierto para llevar la nueva obra ante los auditorios de toda Europa.
Brahms consideró el concierto con su habitual autodesaprobación. Le escribió a su amiga Elisabeth von Herzogenberg: "Quiero decirle que he compuesto un muy pequeño concierto con un muy pequeño scherzo. Está escrito en la clave de Si bemol mayor y me temo que he exigido mucho y demasiado frecuentemente de esta ubre, que en muchas ocasiones ha dado tan excelente leche."
Este "muy pequeño concierto" es probablemente el concierto para piano más extenso de la literatura normal. El "muy pequeño scherzo" es un movimiento completamente desarrollado entre los movimientos primero y lento Por lo tanto, el número de movimientos es un atípico cuatro.
Muchas tonterías se han escrito acerca del Segundo Concierto. Debido a que tiene cuatro movimientos, muchos escritores lo han situado dentro de la tradición sinfónica, algunos incluso han llegado a llamarlo un "concierto-sinfonía". Si bien es cierto que su alcance es sinfónico y que le faltan las cadenza: del concierto, y si bien tiene un movimiento de tipo scherzo, está basado en los conceptos de concierto en toda su extensión. La idea de diálogo, establecida al comienzo con el piano respondiendo al corno francés, constituye la esencia tanto del concierto clásico como del romántico.
Otra idea infundada sobre el concierto es que representa un ejemplo tardío del clasicismo. Si bien es seguramente cierto que Brahms anhelaba ser un clásico y que en muchas obras siguió el modelo de Beethoven al acecho, pero la influencia es bastante menos pronunciada que en muchas otras composiciones de Brahms. El Segundo Concierto es absolutamente romántico. Cualquier gesto de aproximación al clasicismo es superficial. Es una obra grande, a menudo rapsódica, con muchos temas que aparecen a veces casualmente entretejidos (la estructura no es en realidad tan libre como parece, pero el efecto es decididamente divagador). De hecho, originalmente Brahms había indicado frecuentes modificaciones leves del tiempo, a la manera romántica, pero luego las suprimió porque le pareció que los ejecutantes las seguirían demasiado literalmente.
Otra concepción errónea acerca del concierto es que no constituye una pieza de exhibición para el piano. Si bien es cierto que el tono de intimidad nunca está ausente demasiado tiempo, Brahms tenía suficiente capacidad para transmitir esta intimidad aun a través de figuras pianísticas deslumbrantes. La partitura para el piano es maravillosamente variada y extraordinariamente difícil y a menudo pone de relieve el talento puramente físico del solista.
En ocasiones, los comentaristas han acusado a Brahms de que su orquestación es insulsa. Esta es una aseveración exagerada. Su utilización de la orquesta es invariablemente clara y funcional y, en algunas obras, muy colorida. Pero sí es verdad que, en este concierto, su paleta orquestal no contiene las combinaciones inventivas de un Berlioz o de un Mendelssohn. Sin embargo, el estilo de orquestación de Brahms se adecua perfectamente a los conceptos del concierto. La escritura para piano es brillante y variada, está sutilmente matizada y bellamente realizada; de hecho, la "orquestación" del piano es absolutamente maravillosa. Pero ni siquiera la más bella partitura para piano puede competir con la orquesta en lo que respecta a diversidad. No obstante, al evitar los extremos de color de la orquesta, Brahms pone las dos fuerzas -el piano y la orquesta- en pie de igualdad. Cada uno de ellos tiene un espectro comparable de colores. El resultado es un diálogo equilibrado entre iguales, un ideal al que se apunta en muchos conciertos, pero que rara vez ha sido alcanzado tan bien como en este.
El enorme primer movimiento contiene muchos temas, que están unificados por la figura simple de tres notas que abre la obra. El segundo movimiento, el scherzo "agregado", está lleno de la habitual fineza rítmica de Brahms. El movimiento lento continúa la exploración de las irregularidades rítmicas, aunque de un modo reticente; los seis tiempos de un compás algunas veces se agrupan en 3 4- 3 y algunas veces en 2 4- 2 + 2. El final, con sus tonadas y ritmos húngaros, es la parte que más se aproxima a un movimiento rápido resuelto, pero aun en este prevalece la atmósfera de intimidad.
Después del estreno no totalmente exitoso de su Primer Concierto para Piano, una obra mucho más abierta, Brahms había dicho: "Mi segunda obra sonará muy diferente." Veintidós años más tarde cumplió su profecía con una obra bella, tranquila, íntima y sin embargo grande y poderosa, muy diferente de su apasionada anterior. El Concierto Número 2 para Piano merece ser escuchado por lo que es, un gran concierto romántico para piano y orquesta. No es un concierto clásico, no es una sinfonía con piano y no es la reencarnación de un concierto para piano de Beethoven. Es completamente brahmsiano y es una obra maestra dentro de la literatura de conciertos, a pesar de que el compositor haya dicho sobre ella que se trataba de un esfuerzo modesto.
http://www.hagaselamusica.com/clasica-y-opera/obras-maestras/concierto-para-piano-y-orquesta-n-2-de-johannes-brahms/
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