No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el poniente,
tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.
Canciones con historia:Rock argentino: Muchacha ojos de papel - Almendra
Lloran los ojos de papel
• Cristina Bustamante, la musa del himno de Spinetta, habló poco después de la muerte del músico
«Hablé por teléfono con Luis en octubre, y me contó que estaba muy enfermo. Yo antes le había mandado un mail y él, en su estilo críptico de toda la vida, me lo contestó y me pareció que algo andaba mal. Lo llamé y me confirmó que estaba muy enfermo, pero me dijo algo que me conmovió: Estoy preparado para esto, vengo preparándome toda la vida para este momento, y yo ya dije todo lo que tenía que decir».
Conmovida hasta el llanto, Cristina Bustamante habló con este diario de quien fue
-según relata- «el primero de mi vida en muchísimas cosas». Cristina, (Cris), fue la novia de la adolescencia de Luis Alberto Spinetta, la que inspiró «Muchacha ojos de papel», ese himno que cantan chicos cuyos padres aún no habían nacido cuando estos dos jóvenes de 17 años se unieron.
«Tengo un dolor enorme, estoy rota por dentro. Luis fue el gran amor de mi vida; hace algunos años, de visita en Buenos Aires, una amiga me dijo Andate tranquila que acá te cuidamos la adolescencia. Con la muerte de Luis, se muere toda una etapa de mi vida...».
Cristina partió de la Argentina en 1978; vivió siete años en Venezuela, otros veinte en Boston y desde entonces está en Los Ángeles; es profesora de español en una exclusivísima secundaria de Santa Monica a la que concurren hijos de celebridades de Hollywood. La «Muchacha ojos de papel» es una bella abuela de dos nietos que le dio su hija Celeste.
Alguna vez, ya separada de su primer marido y hace una vida, este periodista la chicaneó: «¿Estás segura de que sos vos la muchacha de la canción del Flaco?» Ella, filosa, respondió: «Qué te pasa, querido: yo incluso ayudé a darle forma a la versión definitiva de la letra».
Ayer, conmovida por la muerte de quien para millones de amantes de su arte fue el más grande músico-poeta argentino de todos los tiempos, y para ella su primer amor, modifica la versión: «En realidad yo hice un solo cambio; en el original Luis había puesto senos de miel, y yo le dije que eso parecía un catálogo de corpiños... Estuvimos de acuerdo en que pechos quedaba mejor».
Reprimiendo en vano el llanto, agrega: «Yo nunca me di crédito por Muchacha... fue todo de Luis; el arte fluía a través de él». El periodista trata de convencerla de que muchas veces la musa es tan importante como el poeta. En vano. «La única letra que escribí para Almendra fue un tema, Chocolate, pero creo que nunca se grabó».
Almendra -Spinetta, Edelmiro Molinari, Rodolfo García, Emilio del Guercio- estrenaron el tema más cantado y recordado de la historia del rock argentino un viernes a la noche en el teatro Coliseo, en 1969. Era el tiempo en que el rock en castellano trataba de abrirse paso y el influjo del «flower power» californiano intentaba hacer pie en Buenos Aires.
La poesía de esa canción aparentemente simple (cuatro voces, una guitarra acústica, casi un «unplugged» como se lo llamaría décadas más tarde), pero complejísima en las armonías vocales de los cuatro integrantes del grupo paralizó a los 1.500 privilegiados que asistieron a ese pequeño milagro. Desde ese momento, la historia de la música local cambió para siempre.
Antes de esa noche Cris recuerda que Luis y ella se abrazaban en la cocina de la casa de sus padres (la portería del edificio donde vivía Del Guercio) para escuchar «la media hora de los Beatles de Modart en la noche», uno de los programas más populares de la época. Los dos cursaban el quinto año de secundario.
«Escuchábamos a los Beatles y dibujábamos; los tres dibujábamos bien: Luis, Emilio y yo. Y como yo sabía inglés y Luis no tanto, le traducía los temas de los Beatles; para él era una especie de heroína del inglés».
El padre de Cris, «con su ética de clase trabajadora, de encargado de edificio, no estaba para nada contento de que su nena saliera con un pibe de pelo largo. Pero después lo amó...».
¿Cómo era el «Flaco» en su relación con ella? «Luis era miel pura, y no sólo conmigo. Hace unos tres años, creo que en 2008, estaba en Buenos Aires tomando un café con él y lo llamó Mercedes, su pareja actual. Lo escuché hablar por teléfono con ella y me estremeció: abría la boca y de ella sólo salía poesía».
En esa charla telefónica en la que Cris se enteró de la grave enfermedad de Spinetta, ella le recomendó hacer meditación: un músico de jazz, maestro de su actual esposo (un músico estadounidense) también enfermó de cáncer y se volcó al misticismo oriental. El «Flaco» respondió con la frase que cuenta Cris: «Me preparé toda la vida para este momento». Ella está convencida de que «la filosofía fue la herramienta que le permitió irse tranquilo. Esa vez, que fue la última vez que charlé con él, lo escuché en absoluta paz consigo, tranquilo, fuerte para enfrentar lo que venía».
Cuando hace algún tiempo, y gracias a la red social, Cris y este periodista retomaron una amistad que había quedado trunca hace más de tres décadas, ella le confesó que la única razón que podría traerla de visita a Buenos Aires era verlo a Luis. «Ya no tengo familia, y me quedan pocos amigos ahí. Si voy es para verlo a Luis».
La historia de amor duró tres años; la letra de «Muchacha...» obviamente habla de la primera relación sexual del músico con su musa. Después cada uno siguió su camino, pero el vínculo que los unió (no sólo el musical) los mantuvo cerca pese a la distancia física que los separó.
Hacia el final de la charla, Cris estalla en llanto: «Luis no era una persona religiosa; ninguna de sus letras habla de Dios, pero desde chico estudió filosofía y estoy segura de que fue eso lo que lo preparó para la muerte. Y pese a ser agnóstico, estoy segura de que John y George van a estar esperándolo donde quiera que vaya su alma».
Antes de que el mundo existiera, todo estaba fundido en un océano caótico,
denominado Nun. Allí se encontraba Atum (el Sol)
diluido, que al tomar conciencia de sí mismo gritó, surgiendo se este grito Ra.
Ra crea el aire, Shu, y la humedad, Tefnut, (el principio
masculino y femenino que es el símbolo de la creación y la generación para los
egipcios), antepasados del resto de los dioses.
De esta pareja, nacen Nut “la bóveda celeste”, representada como
una mujer desnuda, con el cuerpo arqueado a modo de bóveda celeste, revestida
de estrellas, algunas veces se la representa también como una vaca; y Geb
“la Tierra”, representado como un hombre verde oscuro coronado, con una oca en
la cabeza.
Ra había prohibido la unión de Nut y Geb, pero ellos se casaron si su
consentimiento. Enojado, Ra los castigó condenándolos a no estar juntos jamás.
Para ello ordenó al padre de estos, Shu, que los separara.
De este modo, Geb, la tierra, permaneció separado de Nut, el cielo; y entre
ellos se extendía Shu, el aire. Así se representa a Geb tumbado, Nut arqueada
sobre él y Shu entre ambos; de este modo se creó el espacio necesario para la
aparición del mundo que conocemos, con todos los seres vivientes, incluida la
humanidad que nace de las lágrimas de Atum.
Además de este terrible castigo, Ra le prohibió a Nut tener descendencia de
Geb en ningún mes del año.
Pero el dios Thoth se compadeció de ellos y decidió ayudarlos.
Era sobradamente conocida su inteligencia, así que logró convencer a la Luna
para que jugara un juego con él. El premio sería la luz de la misma
Luna.
Thoth ganó tanta luz que la Luna tuvo que agregar cinco días más al
calendario oficial, los llamados días epagómenos, que en realidad no
pertenecían a ningún mes en concreto.
De este modo, en estos días, pudieron por fin nacer los cinco dioses:
Osíris, Rey del Más Allá; Isis, Trono de Egipto; su hijo
Horus, Rey de Egipto; Seth, El caos, el desierto; y Neftis, la
noche, la muerte.
Seth y Neftis no tuvieron hijos, pero ella concibió con Osiris a Anubis,
encargado de acompañar a los muertos al más allá.
Osiris, Isis, Seth y Neftis tenían numerosos templos y se celebraban sus
fiestas durante los cinco días epagómenos, al finalizar el año. Geb es
una de las deidades más antiguas. Príncipe de los Dioses, hereda el
trono de su padre Shu, luego legó la autoridad sobre la Tierra a Osiris,
después pasó a Horus y finalmente al faraón, denominado heredero de Geb.
Nut, “La Grande que parió a los dioses”, es la diosa del cielo, creadora del
universo y los astros. Sus extremidades simbolizaban los cuatro pilares sobre
los que se apoya el cielo. Nut, diariamente paría al Sol que viajando sobre su
cuerpo llegaba hasta su boca, desapareciendo en el interior (o en la Duat),
renaciendo al día siguiente.
Protectora de los muertos, que acudían a ella para obtener alimento y
protección, daba a los difuntos la facultad de renacer. Su morada era un
sicómoro (higuera) en Heliópolis y sus ramas eran refugio de las almas
cansadas.
Nut era el gran cielo cuya "risa" era el "trueno", y sus
"lágrimas" la lluvia; además era "la madre" de todos los
cuerpos celestes que se creía entrababan por su boca y salían por su útero. Su
cuerpo protegía como una bóveda la tierra y sus cuatro extremidades tocaban el
suelo en los cuatro puntos cardinales.
El sol viajaba a través del cuerpo de la diosa durante las horas nocturnas y
las estrellas durante el día. Se piensa que Nut también presentaba la Via
Láctea.
Nut también estaba asociada con el concepto de la resurrección, llegándose a
creer que los muertos se convertían en estrellas dentro de su cuerpo. Protegía
los muertos en su viaje al otro mundo y los alimentaba con comida y bebida
producido por el árbol "sicomore".
Normalmente se le muestra de perfíl, desnuda y arqueada por encima del dios de
la tierra, Geb, y en ocasiones, sostenida por Shu, dios del aire, con los
brazos y las piernas hacia abajo tocando los horizontes con manos y pies. Su
cuerpo está cubierto de estrellas y la piel es de color azul del cielo.
Se le representa en los techos de templos y tumbas y también en la parte
inferior de las tapas de los sarcófagos que contenía el muerto. La pintura
presentaba el cuerpo de la diosa Nut, ella lo llevaba al otro mundo, para que
luego podía nacer otra vez.
Nut no poseía templos ni cultos propios, no lo necesitaba, siempre era
presente, en la tierra, en el agua, en el cielo, de noche y de día.
* * *
Nota: La Diosa Nut era una
de los grandes Dioses de Egipto y una de las mas grandes e influyentes mujeres
que existía en el tiempo de los faraones. Entonces las mujeres tenían los
mismos derechos que los hombres, su gran sensualidad no se cuestionaba. No
había palabras que describían las partes del cuerpo humano que eran vetados. Se
vivía con naturalidad (casi primitiva) y sin complejos de la prohibición. Las
mujeres y los hombres tienen lo que hace falta para la procreación y estos
símbolos están presentes en todo lo que presenta la vida, la religión y la
escritura.
Regreso a casa con la luz de la mañana.
Mi madre dice: Cuando vas a vivir bien tu vida?
Oh, madre, querida, no somos las afortunadas.
Y las chicas, ellas quieren divertirse.
Oh, las chicas sólo quieren divertirse.
El teléfono suena en el medio de la noche.
Mi padre grita: Qué vas a hacer con tu vida?
Oh, papi, querido, sabes que aún eres el número uno.
Pero las chicas, ellas quieren divertirse.
Eso es todo lo que realmente quieren,
Algo de diversión.
Cuando la jornada laboral termina,
Oh, las chicas sólo quieren divertirse.
Algunos chicos toman una chica bonita
Y la esconden lejos del resto del mundo.
Yo quiero ser la que camina por el sol.
Oh, las chicas, ellas quieren divertirse.
Oh, las chicas sólo quieren...
Eso es todo lo que realmente quieren,
Algo de diversión.
Cuando la jornada laboral termina,
Oh, las chicas sólo quieren divertirse.
Quieren divertirse,
Quieren divertirse...
LA TIERRA – Verano Brisas
Empiezo
con el lugar que ocupas en el Sistema donde
viniste a rodar. Eres
tercera en el grupo que conforman los planetas borrachos
y bailadores, en las tabernas del Sol.
Te
acompaña en esa orgía de giros contradictorios, tu
blanca hija, la Luna, que
sin embargo se aleja varios centímetros ciertos todos
los años que pasan por su despejada testa.
No
pienso nunca en los días, mucho
menos en las noches, pues
sé de tu recorrido, casi al punto circular, y tu
inclinación causante de todas las estaciones que
propician las cosechas, los ritos y festivales, la
caza y las migraciones de incontables animales.
Achatadita
en los polos y hasta con forma de pera, ignoro
muchos detalles de tus órganos vitales, aunque
bien mirado existe valiosa investigación que
nos va diciendo a gotas lo que contiene tu estómago y en
qué forma te alimentas con los mendrugos del Sol.
Te
cambian constantemente los fenómenos climáticos, como
la lluvia y el viento, que a veces llegan furiosos a
rematar lo que resta de los crímenes humanos.
Derivas
continentales son el fondo de tu historia, lo
mismo que los volcanes vomitando
fuego y lava por sus gigantescas fauces, sin
descontar los estigmas de otras tantas contingencias, que
vienen a desmentir lo que algunos han llamado el
planeta más tranquilo de este Sistema Solar.
Varios
cientos de kilómetros se
expande una suave atmósfera sobre tu dura cerviz, hasta
verse confundida con los soplos de tu padre, que
pasan raudos y mudos hacia el lejano Plutón.
Lo que
más admiro en ti son
tus mares y anchos ríos, lo
mismo que tus montañas y tus
extensas llanuras cubiertas de oscuras selvas, donde
viven y se mueven los
seres más fascinantes de tu fauna esplendorosa, y las
flores que perfuman mi corazón agorero con su
fragancia sutil.
En tus
magnéticos campos interactúas con el viento que se
desprende del Sol; se
balancean y viven como palomas galácticas partículas
de energía (principalmente protones), que
viajan entre los polos en una forma enigmática, de
manera inexplicable para un intelecto escaso como
el que escuchas hablar.
Podría
escribir más extenso de tus rasgos esenciales, que
son en última instancia el
alma de lo que somos como seres vertebrados, con un
cerebro asombroso que ha
servido algunas veces para ciertas buenas causas, aunque
en otras tantas listo para acabar con tu vida, que es
la existencia de todos los
que azotamos tu dorso de manera demencial.
Hernán Figueroa Reyes (1936-1973) fue un
conocido músico, cantante y compositorsalteño de música folklórica de
Argentina. Integró Los Huanca Hua en su primera formación y luego emprendió una
carrera solista. Hernán Figueroa Reyes nació en Salta en el seno de una familia
de artistas. Su padre fue el poeta José Hernán Fiqueroa Aráoz y su madre la
actriz y poetisa, Mariela Reyes, directora del teatro folclórico La Cacharpaya.
En 1947 sus padres se separaron y él se radicó con su madre y hermano en San
Isidro, Gran Buenos Aires. El terminar los estudios secundarios comenzó a
estudiar abogacía en la Universidad de Buenos Aires, mientras trabajaba.
Aprendió a cantar y tocar guitarra con el
folklorista José María de Hoyos. En 1960 integró la formación original de Los
Huanca Hua, junto con Juan Carlos de Franco Terrero, Guillermo Urien y los
hermanos Chango Farías Gómez y Pedro Farías Goméz. El grupo revolucionó el modo
de interpretar la música folklórica, mediante complejos arreglos vocales, introduciendo
la polifonía y el uso de fonemas y onomatopeyas para marcar el ritmo. Integró
el quinteto hasta 1963, cuando se separó para iniciar su carrera como solista;
fue reemplazado porMarián Farías Gomez.
En adelante formó su conjunto con Emilio
"Bocha" Martínez, como primera guitarra y Hernán Rapella, como
bombista. En 1966 alcanzó su mayor éxito con la canción "El
corralero" de Sergio Sauvalle, y obtuvo su consagración en el Festival de
Cosquín. Sus principales escenarios de actuación fueron El Palo Borracho y La
Peña de Olivos. El 2 de febrero de 1973 sufrió un accidente de
automóvil en el "km 109" de la ruta nacional RN 9, sufriendo graves
heridas que le causaron la muerte el 5 de febrero. Sus temas propios mas conocidos: "Zamba
del cantor enamorado", "Zamba del gaucho guerrero".
Una violeta se hallaba en la pradera
inclinada sobre sí e ignorada.
¡Sólo era una linda violeta!
Llegó una joven pastora,
con paso ligero y espíritu alegre,
por aquí, por allá,
por el prado, y cantaba.
¡Ay! Pensaba la violeta, si yo fuera
la más bella flor de la naturaleza,
¡Ay! No sólo una pequeña violeta,
Hasta mi la enamorada vendría, me arrancaría
y me abrazaría contra su pecho,
¡aunque fuera solamente
a lo largo de un cuartito de hora!
¡Ay! Pero ¡ay! la muchacha llegó
y descuidada no reparó en la violeta,
pisó a la pobre violeta.
Se hundió y murió, aún contenta;
Muero pues, así muero,
Por ella, por ella,
A sus pies.
¡La pobre violeta!
Era sólo una linda violeta.
Con este texto Mozart iba a componer un Lied para voz y piano, titulado también Das Veilchen y que lleva el número 476 en el catálogo de Köchel. Esta obra fue compuesta en Viena el 8 de junio de 1785. Mozart compuso un Lied en el que rechazó la forma estrófica. Cada una de las tres estrofas posee una música diferenciada, atendiendo al texto del poeta y a los diversos sentimientos que expresa. Para muestra, en la segunda estrofa (1:01), la música se vuelve soñadora, cuando la violeta expresa sus anhelos, contrastando con la alegre música anterior con la pastorcilla dando saltos por la pradera. Para terminar la obra, Mozart añade dos versos propios a modo de coda de dos compases.
Nos sirven esta joyita la extraordinaria Elisabeth Grümmer, acompañada al piano por Hans Altmann en una grabación de 1960.