Sudor,
y esfuerzo, y corazón sangrante, Fruto estéril de inútiles
intentos, Perturban la razón como
instrumentos De diabólico y fiero
nigromante.
Oh,
qué tarea insólita y constante, Avanzando la roca a pasos
lentos, Perdiéndola en los últimos
momentos, Para recomenzar en un
instante.
A
punto estamos de obtener victoria Desprendiendo el temor de
nuestra mente Al ritmo de cercana
melodía,
Cuando
los cangilones de la noria Desparraman el agua
inútilmente Dejando el alma una vez más
vacía.
Los
Angeles, 4 de Agosto de 1997
Sísifo
En la mitología griega, Sísifo (Σίσυφος) fue fundador y rey de Éfira (nombre antiguo de Corinto). Era hijo de Eolo y Enareta, y marido de Mérope.
De acuerdo con algunas fuentes (posteriores), fue el padre de Odiseo con Anticlea, antes de que ésta se casase con su último marido, Laertes.
Sísifo, astuto rey de Corinto, vio de cerca el rapto de la ninfa Egina. Pero guardó el secreto, hasta que llegara la ocasión de sacarle provecho.
Esperó que el río Asopo, padre de la joven pasara por sus tierras en busca de su hija. Y primero le exigió que hiciese brotar una fuente cristalina en la ciudadela de su reino. Luego le contó que el raptor de Egina era Zeus.
El señor del Olimpo, irritado por la delación, llamo a Tánatos (la muerte) y le mandó a arrojar a los infiernos al rey de Corinto.
Figura siniestra, envuelta en negros ropajes habitante del Hades, hermano del Sueño, Tánatos llegó súbitamente a las tierras de Sísifo.
La tétrica presencia no atemorizo al astuto soberano. Con mucha maña y mucho arte, Sísifo engaño al dios de la muerte. Lo invito amablemente a entrar por una puerta y, cuando Tánatos se dio cuenta de lo que había pasado, se encontró aprisionado en un calabozo. Por largo tiempo nadie murió en el mundo.
Plutón estaba triste y alarmado. Los campos del mundo Inferior no se enriquecían con nuevas almas. La barca de Caronte yacía varada en un rincón, sin utilidad ni función. Era preciso restituir al mundo su orden natural. El dios de los muertos recurrió a su hermano Júpiter.
Sabiendo que Sísifo tenía preso a Tánatos, el padre de los dioses envió a Ares (Marte) para obligar al primero a libertar a su terrible cautivo. Y la primera víctima de la muerte habría de ser el propio delator de Júpiter. Al rey de Corinto no le quedó más que obedecer.
Se preparó, pues, para seguir a Tánatos a los infiernos; antes sin embargo, pidió un momento para despedirse de su esposa. En ese instante de los adioses, le recomendó vivamente que no lo enterrase ni le hiciese funerales. Y aunque sin comprender las razones del marido, la mujer obedeció.
En el centro de la tierra, Sísifo se lamentaba día y noche. Se quejaba de no haber tenido honras fúnebres. De que la esposa ingrata no lo hubiera sepultado. Necesitaba volver a la superficie de la tierra para castigarla por tamaña negligencia.
Tanto se lamentó y tanto pidió, que Plutón acabó compadeciéndose de él y le permitió retornar al mundo por un corto tiempo.
Apenas dejó el Hades, el astuto Sísifo tomó rumbos lejanos y la firme resolución de no volver a ver nunca las sombras infernales.
Sin embargo, un día muchos años después, le faltaron las fuerzas para seguir viviendo. Estaba demasiado viejo. Ya no tenía energías para engañar a la Muerte. Y fue nuevamente arrastrado a los subterráneos del mundo.
Plutón que jamás había olvidado la fuga de Sísifo, al recibirlo por segunda vez tomó todas las precauciones para mantenerlo en su dominio. Le impuso una tarea que no le permitiese ni un minuto de descanso e impidiera cualquier evasión: empujar montaña arriba una enorme piedra, que siempre se le escapa de las manos al llegar cerca de la cima.
Y así, perpetuamente, el condenado que osara engañar a la Muerte desciende por la ladera para retomar la piedra y recomienza su tarea sin fin y sin objetivo.
Hay visiones, hay recuerdos
Hay ecos de pezuñas con truenos
Hay incendios, hay risas
Hay el sonido de un millas de palomas
Viaja en la noche, viaja
Viaja en la noche, viaja
En el terciopelo de la oscuridad
por la silueta de árboles silenciosos
Están mirando, están a la espera
Están siendo testigos de los misterios de la vida
Viaja en la noche, viaja
Viaja en la noche, viaja
Estrellas en cascada en las colinas adormecidas
están bailando hasta el mar
Andando en la tierra, puedes sentir su mano suave
llevándolo al destino
Viaja en la noche, viaja
Viaja en la noche, viaja
Llévame contigo en este viaje
Donde los límites del tiempo ahora son lanzados
En catedrales de la selva
En las palabras de las lenguas ahora perdidas
Encuentra las respuestas, haz las preguntas
Encuentra las raíces de un viejo árbol
Llévame a bailar, llévame a cantar
Iré hasta que la luna conozca el mar
No me interesa saber de QUÉ vives, quiero saber QUÉ te conmueve
y si te atreves a soñar con encontrarte con LOS anhelos de tu corazón.
No me interesa saber qué edad tienes, quiero saber si te arriesgas a parecer un loco, por amor, por tus sueños, por la aventura de estar vivo.
No me interesa qué planetas están en cuadratura con tu luna.
Quiero saber si has tocado el centro de tu propia tristeza, si has sido abierto por las traiciones de la vida o te has cerrado ante LOS dolores venideros.
Quiero saber si puedes sentarte junto a tu pena o la mía, sin intentar ocultarla,
disimularla o acomodarla.
Quiero saber si puedes estar con alegría, la mía o la tuya. Si puedes danzar desenfrenadamente y permitir que el éxtasis te inunde hasta la punta de los dedos, de tus manos y tus pies, sin que nos adviertas de cuidarnos, de ser realistas, o de recordar las limitaciones de ser humanos.
No me interesa si la historia que me cuentas es verdad.
Quiero saber si puedes desilusionar a otro por ser veraz contigo mismo, si puedes soportar la acusación de traición sin traicionar tu propia alma. Quiero saber si puedes ser leal y por ende confiable.
Quiero saber si puedes ver la belleza aún en aquellos días en que parece ausente y si puedes ver, tu presencia Divina en la fuente de tu vida.
Quiero saber si puedes VIVIR con el fracaso, el tuyo o el mío y aún así pararte al borde de un lago y, con un grito de plata, decirle ¡¡ SI !! a la luna llena.
No me interesa saber dónde vives o cuánto dinero tienes. Quiero saber si puedes levantarte después de una noche de angustia y desesperación, dolido y magullado hasta los huesos, y hacer lo que has de hacer por tus hijos.
No me interesa quien eres ni cómo llegaste hasta aquí. Quiero saber si te pararás en medio del fuego conmigo sin echar un pie atrás.
No me interesa dónde o qué o con quien has estudiado.
Quiero saber qué te afirma desde adentro cuando todo se derrumba a tu alrededor.
Quiero saber si puedes estar sólo contigo mismo y si de veras disfrutas de tu propia compañía…en los momentos vacíos.
Concierto en Re Mayor para violín y
orquesta Op. 35
Peter Ilich
Tchaikovsky es uno de esos músicos nacidos para tener una enorme popularidad,
gracias a la amplitud y generosidad de su vena creativa. Hay en él un innato
sentido de la cantabilidad, junto a la exteriorización, sin falsos pudores, del
componente autobiográfico al que su música está inevitablemente vinculada. La
predisposición a un tratamiento persuasivo y melancólico del hecho melódico y
el acentuado contraste del elemento dramático encuentran en el oyente medio una
adhesión total, que a menudo se le antoja sospechosa al musicólogo. Este último
tiene, en efecto, la tendencia a considerar inferior todo aquello que prende
inmediatamente en el público —opinión que a veces está justificada— y a darnos
una imagen de ese músico popular en la que destacan más los elementos caducos y
transitorios que los que demuestran la gran categoría del músico mismo. Cuando
se hace referencia a la inmediata acogida de la música de Tchaikovsky por parte
del público, se prescinde de algunos fracasos iniciales, como el obtenido
precisamente con la primera ejecución delConcierto en Re Mayor para violín y orquesta Op. 35,
estrenado en Viena el 4
de diciembre de 1881 bajo la dirección de Hans Richter y con Adolf
Brodski —futuro director del Royal Manchester College of Music— como solista.
La
escritura del concierto data de 1878. En esa época, el músico había dejado de
pertenecer al Conservatorio de Moscú, donde desempeñaba el cargo de profesor de
armonía, habiendo sufrido también el fracaso de su reciente matrimonio con
Antonina Ivanovna Miliukova —se casó con Miliukova para disipar las dudas sobre
su sexualidad—; circunstancia que unida a otras serias preocupaciones
materiales, le proporcionaron una gran depresión que le llevó a un intento de
suicidio. Este motivo —que fue lo que en realidad lo obligó a abandonar la
cátedra del Conservatorio—, lo llevó a residir en Clarens, Suiza, a las orillas
del lago Lemán, en procura de la tranquilidad y el reposo necesarios para recuperar
su salud. Fue entonces cuando recibió la ayuda económica de la rica mecenas de
la música, Nadezhda Filaretovna von Meck —a quien sólo conoció por
correspondencia—, añadiéndose poco tiempo más tarde una pensión vitalicia del
Zar Alejandro III de Rusia, devoto de la música de Tchaikovsky. Tales estímulos
devolvieron a Tchaikovsky gran parte de su tranquilidad y optimismo,
disponiéndose de inmediato a continuar su obra creadora; como resultado de
ello, surge la concepción delConcierto en Re Mayor para violín y orquesta Op. 35.
La
primera redacción del concierto tuvo lugar entre marzo y abril de 1878, época
inmediatamente posterior a laSinfonía N° 4 en Fa Mayor Op. 36y a la óperaEugenio
Oneguin. Tchaikovsky se aseguró que el ojo de un violinista
profesional orientara su concierto durante el proceso de su creación durante la
primavera de 1878, mientras se alojaba en Suiza en compañía de Josef Kotek,
virtuoso ruso. Kotek había estudiado con Joseph Joachim y se había convertido
en unos de los más valiosos solistas eslavos. Colaboró con Tchaikovsky en el
desenvolvimiento de la parte solista y en aspectos de técnica que hacen al
instrumento.
En una
carta del 20 de
abril de 1878 dirigida a Nadezhda von Meck, el músico escribió:"el
primer movimiento ya está listo, me satisface, en cambio no estoy contento con
el Andante, tendré que modificarlo radicalmente o componer uno nuevo, mientras
que el Finale también ha quedado logrado"; y el 29 de abril
añadía:"he compuesto hoy otro Andante que se adapta
mejor a los otros movimientos... pienso que el concierto ya está completo y
mañana empezaré a realizar su orquestación". Del mismo año
data también otra carta en la que el músico aseguraba a su editor que la
composición del concierto avanzaba tanto que, a finales de abril, estaría
prácticamente terminado.
Tchaikovsky
regresó a Rusia, y sobrevino entonces una serie de experiencias desalentadoras.
La obra estaba destinada a ser ejecutada por el propio Kotek, y el solista se
había comprometido a ello, pero después de leer la partitura, tomó un tiempo y
finalmente renunció a tocarlo en San Petersburgo. Cuando Kotek rehusó tomar a
su cargo el estreno, el compositor dedicó el concierto al célebre Leopold von
Auer, primer violinista de Rusia y probablemente el más grande de los maestros
del siglo XIX. Pero Auer no quiso tomarse el trabajo de aprenderlo. Lo leyó
varias veces de un extremo al otro y dijo a Tchaikovsky que la obra era
antiviolinística e inejecutable. A Mme.Von
Meck también le disgustó esta música; en varias cartas defendió Tchaikovsky
mansamente la partitura:"Espero que con el tiempo la obra le producirá
mayor placer". Entonces, trató Tchaikovsky de interesar a
Èmile Sauret, pero este ejecutante francés devolvió la partitura. Tchaikovsky
bajó a la tumba con la creencia de que Auer había utilizado su influencia para
disuadir a Sauret. Con creciente abatimiento por parte de Tchaikovsky, iban
difundiéndose voces misteriosas "sobre la supuesta imposibilidad de
interpretación" del concierto.
Tres
años transcurrieron hasta la Première, interpretada por el violinista ruso
Adolf Brodsky y la Filarmónica de Viena, con la dirección de Hans Richter, el 4 de diciembre de 1881.
Durante
dos de esos tres años, Brodsky mantuvo a Tchaikovsky sobre agujas y alfileres,
entusiasmándose y enfriándose con el concierto. Incluso aun después del
estreno, no dejó Brodsky de señalar al autor que había en verdad,
"acumulado demasiadas dificultades". También admitió Brodsky que el
verdadero propulsor de la Première fue Richter:"No
debe agradecerme a mí; es a él a quien debe agradecer, porque sólo fue su deseo
de tomar contacto con el nuevo concierto lo que indujo a Richter y luego a la
Orquesta Filarmónica a escucharme y a participar en uno de sus conciertos. La
composición no agradó al ensayarse sus audacias, aunque las ejecuté con
felicidad... Por fin fuimos admitidos al concierto de la Filarmónica. Tuve que
contentarme con un ensayo, y se perdió mucho tiempo en corregir las partes de
orquesta, que estaban plagadas de errores... Richter deseaba introducir algunos
cortes, pero yo no lo permití".
Pocos
saben que el segundo movimiento del concierto, el Andante, no es el que figura
en la partitura original, habiendo sido sustituido por un melancólico
"cantable", de gusto típicamente eslavo, encomendado a una plantilla
instrumental muy reducida y en el que el violín solista "canta"
siempre en sordina. La página original fue utilizada sin embargo por
Tchaikovsky en una de las tres piezas para violín y piano que llevan el título
deSouvenir d'un lieu cher.
Fue
sintomático en aquella ocasión, el juicio negativo del famoso crítico Edward
Hanslick —en quien se había inspirado Wagner para describir el carácter
reaccionario de Beckmesser enLos Maestros Cantores de Núremberg—.
En efecto, Hanslick observaba:"El nuevo y pretencioso concierto de
Tchaikovsky procede con musicalidad sólo durante algunos instantes, y bien
pronto sobreviene la tosquedad... El Andante, con su melancolía eslava, hace
que nos reconciliemos con la obra, pero de nuevo nuestras ilusiones se vienen
abajo, pues el Finale nos conduce a la brutalidad desenfrenada de una orgía
rusa, y nos parece ver sólo rostros plebeyos y obtusos, oír brutales blasfemias
y oler el tufo de un aguardiente de mala calidad..."Este supuesto "desastre" no
fue advertido, posteriormente cuando el mismo Brodsky ejecutó el concierto en
Moscú y Londres, mereciendo, además de los aplausos del público, el profundo
agradecimiento del compositor, que borró de la partitura el nombre de Auer,
dedicando la pieza a su primer intérprete. Leopold Auer concluyó por
convencerse de que la obra era ejecutable y hasta la tocó en público bastantes
veces. No tardó elConcierto en Re Mayor para violín y orquesta Op. 35en ser popular en todo el mundo.
¿Se
retractó alguna vez Hanslick de sus juicios?… Es dudoso.
Resumen de los movimientos
El
concierto se desarrolla en un clima poético donde siempre está presente la
melancolía eslava. Tchaikovsky da rienda suelta a las introvertidas
"pausas" de contemplación vaticinadora de tragedia, así como a las
repentinas pinceladas rítmicas y colorísticas, que constituyen la otra cara
—extrovertida y dionisíaca— de su doble y contradictoria personalidad. En estas
fases más vitales se aprecia la conocida afición de Tchaikovsky hacia la danza,
desde la española —aunque con algunos matices rítmicos que recuerdan la
polonesa del primer movimiento, Allegro moderato—al encendido ritmo de gopak —baile típicamente ruso—, que
se renueva en un crescendo repetitivo cada vez más elaborado y brillante en el
Allegro vivacissimo que cierra el concierto. Sin embargo, los elementos que
componen la obra, en su heterogeneidad, no poseen nunca un carácter rapsódico,
pues la íntima presencia de motivos de conexión garantiza la indudable
continuidad narrativa del mensaje musical; mensaje en el que tan sólo hay
cambios drásticos de estado de ánimo, de meditaciones dolorosas y de impulsos
de alegría, de esa alegría que la crisis existencial del músico parecía haberle
negado. En suma, este concierto, lejos de ser fruto de un sentimentalismo
fácil, se debe a una serie de contradicciones "fatales", que le
introducen en el contexto de la producción tchaicovskiana como una especie de
confesión personal.
El concierto se divide en tres movimientos. El primero de ellos,
"Allegro moderato", se inicia con amplia introducción, dándose luego
entrada al violín solista, el que, después de una breve "cadenza"
expone el fascinante y rítmico tema que ha de primar en la extensión de este
movimiento. Bellísimas sonoridades del violín destácanse en brillante
"staccato", siendo acompañadas por el fondo orquestal, con vigoroso
carácter e intenso colorido. El tema principal, que se resuelve en habilísimas
variaciones, culmina en la magnífica "cadenza", donde el instrumento
solista exhibe el virtuosismo de una técnica irreprochable, pródiga de
arpegios, rápidas escalas y trinos que finalmente se confunden en el rumor
orquestal, que eleva sus posibilidades con extremo impulso sonoro hasta llegar
a una "coda", después de la cual este primer tiempo del concierto
logra una vigorosa conclusión. El segundo movimiento, "Canzonetta.
Andante", presenta cierto sabor eslavo. Las cuerdas exponen dulcemente la
melodía, que luego repite el violín acentuando la melancolía y el tono
romántico que prima en gran parte de la obra de Tchaikovsky. La flauta y el
clarinete dejan también percibir su eco, con delicadas sonoridades hasta llegar
a constituir un diálogo con el violín de encantadores contornos; detalles que
unidos a la expresión melódica hacen de este pasaje uno de los instantes más
bellos e inspirados de la partitura. Un rítmico "Allegro vivacissimo"
cambia la atmósfera del movimiento anterior, acercándose así al final de este
concierto. El frenesí de las danzas eslavas llega a vislumbrarse a través de
los potentes acentos orquestales y de las sonoridades del violín, que alcanzan
contornos espectaculares en los pasajes que cierra la obra.
La Sinfonía núm. 2 de Aleksandr Borodin fue iniciada a principios de 1869 y concluida en diciembre de 1875. Eduard Nápravník dirigió el estreno en un concierto de la Sociedad MusicalRusa de San Petersburgo el 10 de marzo de 1877. Posteriormente, Borodin revisó la sinfonía y la versión final fue dirigida por primera vez por Nikolai Rimsky-Korsakov en San Petersburgo el 4 de marzo de 1879.
Esta sinfonía se compone de cuatro movimientos: Allegro, Scherzo prestissimo, Andante, Allegro.
El lenguaje melódico es único, el cual contribuye a que esta sea una de las sinfonías más originales del siglo XIX. Virtualmente la totalidad de las melodías de los cuatro movimientos son mosaicos de células, demasiado largas y con demasiada carácter propio para ser motivos y, desde luego, en exceso cortas y muy concentradas para ser melodías completas en sí mismas.La primera de estas células se escucha al principio, inmediatamente después de la primera nota sostenida. Después de esta figura de cuerda alterna con calderón, hace su entrada una célula en los vientos. Escuchamos la influencia de la música folclórica rusa, pero todavía ninguna verdadera melodía. Las dos células se alternan hasta que aparece una tercera en los violonchelos, de alguna manera más larga, más lírica, muy bella, pero sin ser todavía una verdadera tonada. Estas tres células son yuxtapuestas y variadas, pero no es posible un verdadero desarrollo temático a partir de materiales tan fragmentados.El amasijo del scherzo está basado en dos ideas que se acercan más a melodías reales que cualquiera de las del primer movimiento. La segunda es particularmente interesante por sus cautivadores síncopes. La levedad de este movimiento viene dada por la indicación del tiempo, prestissimo, y por su inhabitual tiempo de 1/1.La trompa ejecuta la única melodía completa de la sinfonía al principio del tercer movimiento. El final es nuevamente un mosaico de células. Es gracioso que una obra con tan pocas melodías reales, nos impresione como maravillosamente melódica. Las células son de tipo folklórico e incluso cantables, pero estructuralmente son diferentes de las canciones folclóricas. Borodin consideraba esta sinfonía como un retrato de su vieja Rusia. Se ha supuesto que el primer movimiento describe la reunión de los príncipes rusos, el movimiento lento recuerda a los antiguos Bayanos (equivalente ruso de los trovadores) eslavos y el final retrata un banquete de celebración de los héroes.
Lamentos de las cigarras
rasgando el aire gélido.
Frente al quiosco, en el camino,
ha cesado el aguacero.
Puerta de la capital.
En un toldo improvisado,
copas llenas de amargura.
Es hora de partir ya.
Impacientes están los barqueros.
Nos miramos, unidas las manos,
los ojos anegados en lágrimas,
y embargada la palabra.
Viajaré cientos de millas
entre nieblas y oleadas,
insondables, infinitas,
que cubren el inmenso sur del río.
Es triste desde siempre
la despedida de los que se quieren.
Más aún ahora, con el frío de otoño.
Esta noche, después de la ebriedad,
¿dónde voy a estar?
¿En la ribera poblada de sauces
con el viento matinal
y una luna agonizante?
Lejos muy lejos de ti
estaré meses y años.
Durante esta larga ausencia,
ni los hermosos paisajes,
ni los días más espléndidos,
nada tendrá sentido para mí.
Aun cuando brotaran de mi corazón
mil bellas emociones y expresiones de amor,
¿con quién las podría compartir?
La versión española es de Guojian Chen, publicada en su libro “Poesía clásica china” editada por Cátedra en Madrid en 2001, levemente modificada por el propio traductor para este vídeo.