sábado, 15 de noviembre de 2014


Mito de Prometeo

Cielo y tierra habían sido creados; el mar se mecía en sus orillas y en su seno jugueteaban los peces; en el aire cantaban, aladas, las aves; pululaban en el suelo los animales. Pero faltaba aún la criatura en cuyo cuerpo pudiera dignamente morar el espíritu y dominar desde allí todo el mundo terreno. Apareció entonces en la Tierra Prometeo, vástago de la vieja estirpe de los dioses que Zeus destronara, hijo de Japeto, que lo era de Urano, nacido de la Tierra, dotado de gran ingenio. Bien sabía éste que en el suelo dormitaba la semilla del Cielo; por eso tomó arcilla, la humedeció con agua del río, la amasó y modeló con ella un ser a imagen de los dioses, señores del Mundo. Para animar este amasijo obra de sus manos, pidió a las almas de todos los animales cualidades, buenas y malas, y las encerró en el pecho del hombre. Entre los Olímpicos tenía una amiga, Atenea, diosa de la sabiduría, quien, admirada de la obra del hijo del Titán, infundió en la figura semianimada el espíritu, el hálito divino.
Así nacieron los primeros hombres, y no tardaron en multiplicarse y llenar la Tierra. Durante largo tiempo, sin embargo, no supieron cómo servirse de sus nobles miembros y de la divina chispa que recibieran. Miraban en vano, sin ver; oían sin oír. Vagaban como fantasmas, sin poder ayudarse de lo creado. Desconocían el arte de excavar las piedras y trabajarlas, de cocer ladrillos con barro, con los troncos caídos del bosque tallar maderos, y con todas estas cosas construirse viviendas. Pululaban bajo el suelo, en cavernas donde jamás penetraba el sol, como inquietas hormigas. No conocían las señales seguras anunciadoras del invierno, de la primavera con sus flores, del verano con su riqueza de frutos. Cuanto hacían era sin plan ni concierto.
Y he aquí que en Prometeo se despertó el interés por sus criaturas. Les enseñó a observar la salida y la puesta de los astros, las inició en el arte de contar, en el de la escritura; les enseñó a reducir a los animales al yugo y a utilizarlos como compañeros de trabajo; acostumbró los corceles a la brida y al carro, inventó barcas y velas para navegar. Se preocupó igualmente de los demás aspectos de la vida de los humanos. Antes no sabían éstos emplear remedios en sus enfermedades, desconocían los ungüentos que mitigan el dolor y no practicaban para cada dolencia una dieta apropiada; por falta de medicinas, los pacientes sucumbían miserablemente. Por eso, Prometeo les enseñó a mezclar medicamentos con que combatir toda suerte de enfermedades. Les enseñó luego el arte de la predicción, revelándoles los significados de señales y sueños, del vuelo de las aves y de los aruspicios. Además, les hizo dirigir la mirada al interior de la tierra y descubrir así los minerales metálicos: el hierro, la plata y el oro. En una palabra, les inició en todos los regalos y las artes de la existencia.
No hacía mucho que reinaba en el Cielo, junto con sus hijos, Zeus, que había destronado a su padre Cronos y a la antigua raza de dioses de la que también descendía Prometeo.
Y he aquí que los nuevos dioses fijaron su atención en el linaje de hombres que acababa de nacer. Le exigieron les rindiera homenaje, a cambio de la protección que pensaban dispensarle. Se celebró en Mekone (Sición), Grecia, ura asamblea de mortales e inmortales, y en ella se estipularon los derechos y deberes de los hombres. Como abogado de sus humanas criaturas se presentó en la asamblea Prometeo, con objeto de velar para que los dioses no impusiesen excesivas cargas a los mortales en pago de la protección otorgada. Pero su listeza incitó al hijo de los Titanes a engañar a los dioses. En nombre de sus criaturas sacrificó un gran toro, del cual los Olímpicos debían escoger la parte que desearan. Una vez despedazado, había hecho dos montones con el cuerpo del animal propiciatorio: de un lado puso la carne y las entrañas, con abundante grasa, atado todo ello en la piel del animal, y puso el estómago encima; del otro lado colocó los huesos mondos, envueltos hábilmente en el sebo de la víctima. Y este montón era el más voluminoso. Pero Zeus, el padre de los dioses, el omnisciente, vio el engaño y dijo: «Hijo de Japeto, rey ilustre, buen amigo, ¡qué desiguales has hecho las partes!». Creyó entonces Prometeo haberle engañado y, sonriendo para sus adentros, dijo: «Ilustre Zeus, el más grande de los dioses eternos, escoge la parte que el corazón en tu pecho te aconseje». Zeus sintió la indignación en su alma, pero cogió adrede con ambas manos el blanco sebo y, habiéndolo apretado y viendo los pelados huesos, simuló que hasta aquel momento no se daba cuenta de la superchería e, irritado, exclamó: «¡Bien veo, amigo Japetónida, que no has olvidado todavía el arte del fraude!»
Resolvió Zeus vengarse de Prometeo por su engaño, y negó a los mortales el último don que necesitaban para alcanzar la plena civilización: el fuego. Más, también aquí supo componérselas el astuto hijo de Japeto. Cogiendo el largo tallo del jugoso hinojo gigante, se acercó con él al carro del Sol que pasaba y prendió fuego a la planta. Provisto de aquella antorcha bajó a la Tierra y pronto la primera hoguera flameó hacia el Cielo. Fue el Tonante quien más se sintió dolido en el fondo del alma, cuando divisó a lo lejos el resplandor del fuego elevándose de entre los hombres. Inmediatamente, y para reemplazar el uso del fuego, que no podía ya arrebatar a los mortales, ideó para ellos un nuevo mal: Hefesto, dios del fuego, famoso por sus habilidades, formaría la estatua de una hermosa doncella. La propia Atenea que, celosa de Prometeo, se había trocado en su enemiga, echó sobre la imagen una vestidura blanca y reluciente, le aplicó sobre el rostro un velo que la virgen mantenía separado con las manos, la coronó de frescas flores y la ciñó el talle con un cinturón de oro, artística obra que Hefesto ofrendara también a su padre, adornada maravillosamente con policromas figuras de animales. Hermes, el mensajero de los dioses, otorgaría el habla a la bella imagen, y Afrodita le daría todo su encanto amoroso. De este modo Zeus, bajo la apariencia de un bien, había creado un engañoso mal, al que llamó Pandora, es decir, la omnidotada; pues cada uno de los Inmortales había conferido a la doncella algún nefasto obsequio para los hombres. Condujo entonces a la virgen a la Tierra, donde los mortales vagaban mezclados con los dioses, y unos y otros se pasmaron ante la figura incomparable. Pero ella se dirigió hacia Epimeteo, el ingenio hermano de Prometeo (1), llevándole el regalo de Zeus. En vano aquél había advertido a su hermano que nunca aceptase un obsequio venido del olímpico Zeus, para no ocasionar con ello un daño a los hombres; debía rechazarlo inmediatamente. Epimeteo se olvido de aquellas palabras, acogió gozoso a la hermosa doncella y no se dio cuenta del mal hasta que ya lo tuvo. Pues hasta entonces las familias de los hombres, aconsejadas por su hermano, habían vivido libres del mal, no sujetos a un trabajo gravoso, exentos de la torturante enfermedad. Pero la mujer llevaba en las manos su regalo, una gran caja provista de una tapadera. Apenas llegada junto a Epimeteo abrió la tapa y en seguida volaron del recipiente innumerables males que se desparramaron por la Tierra con la velocidad del rayo. Oculto en el fondo de la caja hahia un único bien: la esperanza; pero, siguiendo el consejo del padre de los dioses, Pandora dejó caer la cubierta antes de que aquélla pudiera echar a volar, encerrándola para siempre en el arca. Entretanto, la desgracia llenaba, bajo todas las formas, tierra, mar y aire. Las enfermedades se deslizaban día y noche por entre los humanos, solapadas y silenciosas, pues Zeus no les había dado la voz. Un tropel de fiebres sitiaba la Tierra, y la muerte, antes remisa en sorprender a los hombres, precipitó su paso.
Después, Zeus dirigió su venganza contra Prometeo. Entregó al culpable a Hefesto y sus criados, Cratos y Bia (la coerción y la violencia), quienes hubieron de arrastrarle a las soledades de Escitia, y allí, sobre un espantoso precipicio, encadenarle con cadenas indestructibles al muro de roca del Cáucaso. Hefesto cumplió con desgano el mandato de su padre, pues amaba en el hijo de los Titanes al consanguíneo descendiente de su abuelo Urano, a un vastago de los dioses de tan alta alcurnia como Zeus. Con palabras llenas de piedad y bajo los improperios de sus brutales servidores, mandó a estos a que efectuaran el cruel trabajo.
Y así hubo de permanecer Prometeo suspendido de la desolada peña, de pie, insomne, sin nunca poder doblar la cansada rodilla. «Exhalarás muchas inútiles quejas y suspiros —le díjo Hefesto—, pues la voluntad de Zeus es inexorable, y todos aquellos que llevan poco tiempo disfrutando de un poder usurpado son duros de corazón (2)». En realidad, el tormento del cautivo debía durar eternamente, o por lo menos treinta mil años. Aunque suspirando y quejándose a voces, aunque llamando, como testigos de su dolor, a los vientos y a los ríos, a las fuentes y a las olas del mar, a la madre Tierra y a los astros del Zodíaco que todo lo ven, su. ánimo no se doblegó. «Debe soportar la decisión del Destino —dijo— todo aquel que sabe comprender la fuerza invencible ce la necesidad». Tampoco se dejó mover por las amenazas de Zeus a descifrar la oscura profecía de que un nuevo lazo matrimonial (3) depararía al soberano de los dioses la perdición y la caída. Zeus cumplió su palabra: envió al prisionero un águila que, huésped diario, se nutría de su hígado, el cual, consumido, se regeneraba constantemente. Aquel tormento no habría de cesar hasta que se presentase un redentor que, aceptando voluntariamente la muerte, se aviniese en cierto modo a reemplazarle.
Finalmente llegó para el infeliz el día de la liberación. Después de haber permanecido por espacio de siglos suspendido de la roca y sufriendo torturas espantosas, acertó a pasar Hércules camino de las Hespérides y en busca de sus manzanas. Al ver colgando en el Cáucaso al nieto de los dioses y con la esperanza de poder aprovecharse de su buen consejo, se apiadó de su destino al ver cómo el águila, posada sobre las rodillas de Prometeo, devoraba el hígado del infeliz. Dejando entonces la maza y la piel de león, tendió su arco y disparó la flecha, ahuyentando al ave cruel de la entraña del atormentado. Acto seguido desató sus ligaduras y se alejó con el redimido. No obstante, para que se cumpliese la condición del rey de los dioses, puso en su lugar al centauro Quirón, quien se declaró presto a morir en aquel sitio, pues que antes era inmortal (3). Mas para que no quedase incumplida la sentencia de Zeus, que condenaba a Prometeo a permanecer desterrado en la roca durante un tiempo mucho más prolongado, tuvo éste que llevar en adelante un anillo de hierro en pie que, se encontraba una piedrecita arrancada de las peñas del Cáucaso. De este modo, Zeus pudo jactarse de continuar teniendo a su enemigo cautivo a la montaña.
1. Prometeo significa «el previsor»; Epimeteo, «que reflexiona después del hecho».
2. Zeus había derrocado a Cronos (Saturno) y con él a la antigua dinastía de dioses, apoderándose por la fuerza del Olimpo. Japeto y Cronos eran hermaros; Prometeo y Zeus hijos de hermanos.
3. Con Tetis. (Pues a ésta se le había vaticinado que tendría un hijo que sería más fuerte que su propio padre. Por eso más tarde Zeus la casó con el héroe mortal Peleo, de quien tuvo Aquiles.)
4. Ver Hércules: «Trabajos cuarto al sexto».

http://mitosyleyendascr.com/mitologia-griega/prometeo/



El mito de Prometeo
(Platón, Protágoras, 320d-321d)

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<< ... Era un tiempo en el que existían los dioses, pero no las especies mortales. Cuando a éstas les llegó, marcado por el destino, el tiempo de la génesis, los dioses las modelaron en las entrañas de la tierra, mezclando tierra, fuego y cuantas materias se combinan con fuego y tierra. Cuando se disponían a sacarlas a la luz, mandaron a Prometeo y Epimeteo que las revistiesen de facultades distribuyéndolas convenientemente entre ellas. Epimeteo pidió a Prometeo que le permitiese a él hacer la distribución "Una vez que yo haya hecho la distribución, dijo, tú la supervisas ". Con este permiso comienza a distribuir. Al distribuir, a unos les proporcionaba fuerza, pero no rapidez, en tanto que revestía de rapidez a otros más débiles. Dotaba de armas a unas, en tanto que para aquellas, a las que daba una naturaleza inerme, ideaba otra facultad para su salvación. A las que daba un cuerpo pequeño, les dotaba de alas para huir o de escondrijos para guarnecerse, en tanto que a las que daba un cuerpo grande, precisamente mediante él, las salvaba.
De este modo equitativo iba distribuyendo las restantes facultades. Y las ideaba tomando la precaución de que ninguna especie fuese aniquilada. Cuando les suministró los medios para evitar las destrucciones mutuas, ideó defensas contra el rigor de las estaciones enviadas por Zeus: las cubrió con pelo espeso y piel gruesa, aptos para protegerse del frío invernal y del calor ardiente, y, además, para que cuando fueran a acostarse, les sirviera de abrigo natural y adecuado a cada cual. A algunas les puso en los pies cascos y a otras piel gruesa sin sangre. Después de esto, suministró alimentos distintos a cada una: a una hierbas de la tierra; a otras, frutos de los árboles; y a otras raíces. Y hubo especies a las que permitió alimentarse con la carne de otros animales. Concedió a aquellas descendencia, y a éstos, devorados por aquéllas, gran fecundidad; procurando, así, salvar la especie.</
Pero como Epimeteo no era del todo sabio, gastó, sin darse cuenta, todas las facultades en los brutos. Pero quedaba aún sin equipar la especie humana y no sabía qué hacer. Hallándose en ese trance, llega Prometeo para supervisar la distribución. Ve a todos los animales armoniosamente equipados y al hombre, en cambio, desnudo, sin calzado, sin abrigo e inerme. Y ya era inminente el día señalado por el destino en el que el hombre debía salir de la tierra a la luz. Ante la imposibilidad de encontrar un medio de salvación para el hombre. Prometeo roba a Hefesto y a Atenea la sabiduría de las artes junto con el fuego (ya que sin el fuego era imposible que aquella fuese adquirida por nadie o resultase útil) y se la ofrece, así, como regalo al hombre. Con ella recibió el hombre la sabiduría para conservar la vida, pero no recibió la sabiduría política, porque estaba en poder de Zeus y a Prometeo no le estaba permitido acceder a la mansión de Zeus, en la acrópolis, a cuya entrada había dos guardianes terribles. Pero entró furtivamente al taller común de Atenea y Hefesto en el que practicaban juntos sus artes y, robando el arte del fuego de Hefesto y las demás de Atenea, se las dio al hombre. Y, debido a esto, el hombre adquiere los recursos necesarios para la vida, pero sobre Prometeo, por culpa de Epimeteo, recayó luego, según se cuenta, el castigo del robo.
El hombre, una vez que participó de una porción divina, fue el único de los animales que, a causa de este parentesco divino, primeramente reconoció a los dioses y comenzó a erigir altares e imágenes a los dioses. Luego, adquirió rápidamente el arte de articular sonidos vocales y nombres, e inventó viviendas, vestidos, calzado, abrigos, alimentos de la tierra. Equipados de este modo, los hombres vivían al principio dispersos y no en ciudades, siendo, así, aniquilados por las fieras, al ser en todo más débiles que ellas. El arte que profesaban constituía un medio, adecuado para alimentarse, pero insuficiente para la guerra contra las fieras, porque no poseían el arte de la política, del que el de la guerra es una parte. Buscaban la forma de reunirse y salvarse construyendo ciudades, pero, una vez reunidos, se ultrajaban entre sí por no poseer el arte de la política, de modo que al dispersarse de nuevo, perecían. Entonces Zeus, temiendo que nuestra especie quedase exterminada por completo, envió a Hermes para que llevase a los hombres el pudor y la justicia, a fin de que rigiesen en las ciudades la armonía y los lazos comunes de amistad. Preguntó, entonces, Hermes a Zeus la forma de repartir la justicia y el pudor entre los hombres: "¿Las distribuyo como fueron distribuidas las demás artes?".
Pues éstas fueron distribuidas así: Con un solo hombre que posea el arte de la medicina, basta para tratar a muchos, legos en la materia; y lo mismo ocurre con los demás profesionales. ¿Reparto así la justicia y el poder entre los hombres, o bien las distribuyo entre todos?. "Entre todos, respondió Zeus; y que todos participen de ellas; porque si participan de ellas solo unos pocos, como ocurre con las demás artes, jamás habrá ciudades. Además, establecerás en mi nombre esta ley: Que todo aquel que sea incapaz de participar del pudor y de la justicia sea eliminado, como una peste, de la ciudad''.>>
 http://roble.pntic.mec.es/~jgomez10/prometeo.html














Fundación e historia de Santa Fe La Vieja

En el último cuarto del siglo XVI los conquistadores españoles concentrados en el Paraguay decidieron aplicar una nueva estrategia geopolítica de apertura y comunicaciones representada por la expresión de "abrir puertas a la tierra". Uno de los primeros pasos fue el de fundar una ciudad que sirviera de escala en el trayecto fluvial hacia el Río de la Plata y los caminos que comunicaban tierra adentro con el Tucumán, Chile, el Alto Perú y el Perú.

Con ese fin, Garay reunió nueve españoles y más de setenta mestizos, que partieron de Asunción el 14 de abril de 1573 con un bergantín y seis canoas hendidas a maneras de barcas y algunas canoas sencillas, cincuenta caballos y las algunas municiones.
Se eligió un sitio a orillas de un brazo del Paraná denominado río de los Quiloazas -actualmente San Javier-, a menos de un kilómetro hacia el sur del actual pueblo de Cayastá.

En ese lugar se realizó la ceremonia de fundación de la ciudad de Santa Fe el 15 de noviembre de 1573. El acta ha sobrevivido en una copia autenticada por el propio Juan de Garay en 1583, que se conserva en el Archivo General de Indias de Sevilla (aquí se puede hacer el enlace con el texto del Acta).

La ciudad y sus pobladores
Santa Fe fue una ciudad planificada desde su inicio. El acta fundacional hace referencia explícita a una traza o plano de la ciudad que sirvió de padrón para la adjudicación de los solares. Sin embargo, el plano trazado por Garay se perdió durante la época colonial y con él aparentemente toda documentación gráfica de la distribución física de la ciudad. Debieron transcurrir cerca de tres siglos para que la evidencia arqueológica de las Ruinas de Santa Fe la Vieja la identificaran como la primera ciudad planificada del Río de la Plata.
Garay repartió personalmente los solares y determinó la distribución de chacras y de suertes de estancias. El plano de la ciudad siguió el trazado de cuadrícula introducido en América por la praxis conquistadora y fundacional española. Es probable que para dar traza a Santa Fe, Garay se guiara por los ejemplos prácticos de otras ciudades ya fundadas como Lima (1535). El reparto de cada solar, equivalente a la cuarta parte de una cuadra o manzana dividida en cruz, fue hecho con verdadero sentido económico y estratégico.
Pocos son los índices demográficos que se tienen de la vieja ciudad, comenzando por los nueve españoles y más de setenta mestizos paraguayos que acompañaron a Garay en 1573. El primer dato censal corresponde a 1622 cuando el Gobernador Diego de Góngora empadrona 126 vecinos, o sea, alrededor de 900 habitantes. Para mediados de aquel siglo, el número de habitantes puede estimarse entre 1.500 y 2.000.
Los pobladores conformaron una sociedad de gran diversidad étnica y cultural, compuesta de españoles europeos, criollos, mestizos, aborígenes locales y procedentes del área paraguaya (guaraníes) y africanos incorporados como esclavos. Cada uno de estos grupos aportó rasgos de su propia cultura y orígenes en la configuración de la sociedad santafesina.

La mudanza de la ciudad
La elección del sitio para fundar la ciudad había sido objeto de especial cuidado por parte de Garay. La costa occidental del Paraná garantizaba abundante caza y pesca; en un documento de 1576 se declara que Santa Fe está ubicada y edificada en lugar muy bueno, sano y fértil, añadiéndose que en torno de ella en el río hay grandes pesquerías y cazas. El emplazamiento se destacaba además por la elevación del terreno, propia del albardón costero.
Sin embargo, a mediados del siglo XVII se pusieron en evidencia algunas desventajas. La presión de aborígenes sobre la frontera, la interrupción de los caminos en tiempos de creciente y la erosión de la barranca provocada por el río, motivaron que el Cabildo decidiera el traslado de la ciudad a otro lugar que asegurara su futuro.
El 21 de abril de 1649, el procurador de la ciudad presentó al Cabildo una petición planteando el problema. Al año siguiente el Visitador General Andrés Garavito de León autorizó el traslado y el 5 de octubre del mismo año el Cabildo resolvió su ejecución.
El traslado de la ciudad requería previa autorización real, aprobación que no se produjo sino hasta después de efectuado el traslado. Una Real Cédula de la Reina Gobernadora fechada en Madrid el 6 de mayo de 1670 dio por bien hecha y confirmada la mudanza.

Cayastá y el siglo XIX
Luego del traslado de Santa Fe, en 1698 las tierras que habían sido del ejido y la traza fundacional fueron otorgadas por merced del Cabildo a Antonio Márquez Montiel. Cien años más tarde, en 1784, a las inmediaciones del lugar se trasladó la reducción de Concepción de Cayastá. Aunque la reducción desapareció en la década de 1820, el topónimo perduró desde entonces en ese lugar.
En 1867 el gobierno de la Provincia firmó un contrato de colonización con el conde Tessières de Bois Bertrand y dispuso la fundación de un pueblo en las cercanías del lugar denominado El Pueblo Viejo. El sitio de la vieja Santa Fe fue adjudicado como chacras de colonos y el pueblo de Cayastá se trazó un kilómetro al norte.
En 1923, en una loma que estaba junto al río San Javier y que se había formado por el derrumbe de las construcciones de Santa Fe la Vieja, el gobernador Enrique Mosca hizo levantar un monolito y colocó una placa en homenaje a Juan de Garay y demás fundadores. En 1939 otro gobernador, Manuel María de Iriondo, rindió un homenaje similar con una nueva placa.
En 1942 el sitio fue declarado Lugar Histórico Nacional, carácter que se ampliaría a la categoría de Monumento Histórico Nacional luego del descubrimiento de las ruinas por Agustín Zapata Gollán.

Siglo XX y Zapata Gollán
En 1949 Agustín Zapata Gollán, director del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales, inició las excavaciones que pusieron a la luz los vestigios de Santa Fe la Vieja. Los primeros trabajos se realizaron donde el gobernador Mosca había rendido homenaje al fundador Juan de Garay, justamente en el lugar de la iglesia y el claustro de San Francisco.
Con anterioridad Zapata Gollán había realizado algunos sondeos en la zona que los vecinos del lugar conocían con el nombre de Santa Fe viejo. En esas ocasiones los pobladores le relataban que sus antepasados habían alcanzado a ver restos de muros, que atribuían a la primitiva Santa Fe y donde ellos mismos -dice Zapata Gollán- al arar la tierra o en los derrumbes periódicos de la barranca provocados por las crecientes del Paraná, recogían tejas, algunas monedas, medallas y otros objetos que por su naturaleza, pertenecían a una antigua población española.
El 28 de agosto de 1949 Raúl A. Molina, miembro de la Academia Nacional de la Historia, junto con Monseñor Nicolás Fasolino, Presidente de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe y otros miembros de la misma, visitó las excavaciones y pudieron verificar que los vestigios correspondían a Santa Fe la Vieja.
Las excavaciones de Zapata Gollán continuaron durante varios años hasta poner al descubierto las ruinas de tres iglesias (San Francisco, Santo Domingo y La Merced), el Cabildo y un gran número de viviendas principales, además de innumerables testimonios de la vida cotidiana de los pobladores del siglo XVII y los restos humanos de los fieles que, de acuerdo a las prácticas funerarias de la época, habían sido sepultados en los recintos de las iglesias.
La Sociedad Argentina de Antropología y la Academia Nacional de la Historia produjeron sendos dictámenes en 1951 y 1952, reconociendo la autenticidad de las ruinas de Santa Fe la Vieja.
En 1957 la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos declaró al sitio, que ya era Lugar Histórico desde 1942, Monumento Histórico Nacional.

Declaratoria de Monumento Histórico Nacional
Por el decreto 112.765/42 el sitio fue declarado Lugar Histórico Nacional.
Luego de la exhumación de las ruinas de la primitiva ciudad por Agustín Zapata Gollán, director del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales, esta declaración fue ampliada en virtud del decreto del 25-III-1957 a la categoría de Monumento Histórico Nacional.
Entre los considerandos de la ampliación de la declaratoria se tuvo en cuenta que los estudios realizados por Zapata Gollán habían permitido descubrir nuevos y numerosos testimonios de la ciudad fundacional: los templos de San Francisco, Santo Domingo y La Merced, el Cabildo y varias viviendas de los primeros pobladores. También se consideró que en el recinto del templo franciscano se habían hallado los restos de la hija del fundador y de su esposo el gobernador Hernandarias de Saavedra. La fundamentación tuvo igualmente en cuenta que la Academia Nacional de la Historia había dictaminado dos veces por el voto unánime de sus miembros, que las ruinas descubiertas correspondían a la primera ciudad de Santa Fe.

Acta de Fundación de Santa Fe la Vieja
http://www.santafelavieja.ceride.gov.ar/ActaFundacion.htm

http://www.santafelavieja.ceride.gov.ar/Historia.htm

Fundación de Santa Fe

Fundación de Santa Fe 2

Fundación de Santa Fe 3

Fundación de Santa Fe 4
Fuego de Noche, Nieve de Día - Ricky Martin

Antes de que empiece a amanecer
Y vuelvas a tu vida habitual
Debes comprender que entre los dos
Todo ha sido puro y natural

Tu, loca manía,
has sido mía
Sólo una vez,
dulce ironía
Fuego de noche,
nieve de día

Luego te levantas y te vas
El te está esperando como siempre
Luces tu sonrisa más normal
Blanca, pero fría como nieve

Tu, loca manía,
has sido mía
Sólo una vez,
dulce ironía
Fuego de noche,
nieve de día

Y mientras yo me quedo sin ti
Como un huracán, rabioso y fébril
Tanta pasión, tanta osadía
Oh tú....

Fuego de noche, nieve de día
Noche a noche en blanco sin dormir
Ardo entre los pliegues de mi cama
Sé que estás a punto de venir
Pero sólo viene la mañana

Tu, loca manía,
has sido mía
Sólo una vez,
dulce ironía
Fuego de noche,
nieve de día

Y mientras yo me quedo sin ti
Como un huracán, rabioso y fébril
Tanta pasión, tanta osadía
Oh tú....

Fuego de noche,
nieve de día...


El Reposo Del Fuego - José Emilio Pacheco

Pero el agua recorre los cristales
musgosarnente :
ignora que se altera,
lejos del sueño, todo lo existente.
Y el reposo del fuego es tomar forma
con su pleno poder de transformarse.
fuego del aire y soledad del fuego.
al incendiar el aire que es de fuego.

Fuego es el mundo que se extingue y prende
para durar (fue siempre) eternamente.
Las cosas hoy dispersas se reúnen
y las que están más próximas se alejan:
Soy y no soy aquel que te ha esperado
en el parque desierto una mañana
junto al río irrepetible en donde entraba
(y no lo hará jamás, nunca dos veces)
la luz de octubre rota en la espesura.

Y fue el olor del mar: una paloma,
como un arco de sal,
ardió en el aire.
No estabas, no estarás
pero el oleaje
de una espuma remota confluía
sobre mis actos y entre mis palabras
(únicas nunca ajenas, nunca mías):
El mar que es agua pura ante los peces
jamás ha de saciar la sed humana.


Alexander Scriabin - Prometheus: The Poem of Fire, Op. 60 (1910)

Prometheus: El Poema de Fuego, op. 60, es una obra sinfónica del compositor ruso Alexander Scriabin para piano, orquesta, coro opcional y lumires clavier o "Chromola". Sin embargo, el clave lumires rara vez aparece en la interpretación de la obra, incluyendo actuaciones durante toda la vida de Scriabin. Prometheus se basa solamente libremente en el mito de Prometeo. Un espectáculo típico dura unos 20 minutos.

Estructura
La música es compleja y altamente disonante, basado casi exclusivamente en torno a diversas inversiones y transposiciones de sonoridad matriz de Scriabin: AD # GC # F # B. Sabaneyev refirió a este acorde, que abre el trabajo de una manera extrañamente estático, como el "acorde de Prometeo ". Se ha convertido posteriormente conocido como el "acorde místico". Pero después de la disonancia no se alivia todo, el poema sinfónico termina con una resplandeciente fa sostenido mayor tríada, la única sonoridad consonante en toda la composición.

Órganos color
La parte de órganos de color está anotada en una plantilla propia, en clave de sol en la parte superior de la partitura, y consta de dos partes: uno cambia con la armonía, y siempre va a la nota fundamental de la armonía reinante, y por lo tanto Scriabin produce el color asociado con cada tecla, y el otro consiste en notas mucho más largos sostenidos a través de muchos bares, y no parece estar relacionada con la armonía, pero en su mayor parte se eleva lentamente hasta la escala de un conjunto de tono a la vez, los cambios que se están varias páginas de puntuación de diferencia, o uno o dos minutos de distancia. No está claro qué relación tiene esta parte de la primera parte, o la música en general. La puntuación no explica cómo dos colores diferentes que se presentará al mismo tiempo, durante una actuación. Esta parte de órganos de color también contiene tres partes brevemente en un punto en la puntuación.
Las fuentes difieren en cuáles eran las intenciones de Scriabin para la realización de la parte de órganos color: muchos afirman que los colores estaban destinados a ser mostrado en una pantalla en frente de la audiencia, pero otros dicen que los colores tenían la intención de inundar toda la sala de conciertos y que muestra en una pantalla era más que el compromiso adoptado después de la inundación de la sala de conciertos se encontró imposible o impracticable. La puntuación en sí no contiene indicaciones sobre cómo esto está destinado a ser manipulado.

Puntaje
La obra está escrita para:
3 flautas, piccolo, 3 oboes, Inglés cuerno, 3 clarinetes, clarinete bajo, 3 fagotes, contrafagot
8 bocinas, 5 trompetas, 3 trombones, tuba
timbales, glockenspiel, campanas tubulares, platillos, tam-tam, triángulo, bombo
clavier lumires, 2 arpas, celesta, piano, órgano, cuerdas, coros

Actuaciones notables
El estreno fue dirigido por Serge Koussevitzky en Moscú el 2 de marzo 1911 - En 21 de marzo 1915 fue la primera vez que realiza con luces de colores en el Carnegie Hall de la Orquesta Sinfónica de Rusia con Marguerite Volavy en el piano, director de orquesta fue Modest Altschuler.
Sir Henry Wood tenía previsto realizar Prometheus con la parte de lumires clavier, pero la Primera Guerra Mundial impidió la actuación. El trabajo se realizó con luces de colores por primera vez en Inglaterra el 4 de mayo de 1972 por la Orquesta Sinfónica de Londres bajo Elyakum Shapirra en el Royal Albert Hall.
Para una descripción de otras actuaciones que emplean enfoques novedosos para la realización color en esta obra, véase Hugh MacDonald, The Musical Times, 124 pp 600-602.
En 2010, la Orquesta Sinfónica de Yale, en colaboración con el Departamento de Música de Yale y candidato doctoral Anna Gawboy, realizó el trabajo con lumires clavier y la iluminación de la sala plena con las direcciones de las notas de Scriabin.

Transcripción
Leonid Sabaneyev transcribe el poema sinfónico para dos pianos en 1911 - cuando en un principio propuso esto, Scriabin era de la opinión de que sería necesario un mínimo de ocho manos, y el compositor se informa un poco desconcertada cuando se dio cuenta de que su obra se podría reducir en este manera.

http://centrodeartigo.com/articulos-para-saber-mas/article_50152.html


Victoria, Tomás Luís de

Renacimiento - España [1548-1611]

 

Fue alumno de Escobedo en Segovia primero y de Morales después.
 Fue enviado a Roma a los 20 años con una pensión de Felipe II, para cantar en la capilla del Colegio Germánico que los jesuitas crearon para combatir el protestantismo.
Vivió trece años en la ciudad trabajando como capellán cantor y luego como maestro de capilla de San Apolinar. La viudez de la emperatriz hace que retorne y se instale en Madrid a su servicio, como maestro de capilla y más tarde como organista del convento de las Descalzas Reales.
Gozó de la protección del cardenal Michele Bonelli.
Su estilo siguió las pautas de la escuela romana de Palestrina, entre el dramatismo y el ascetismo.
La precisión de las voces respondió a planteamientos armónicos de conjunto y a la propia musicalidad de la línea melódica.

Cronología

·                               1548 Supuesto día de nacimiento en Ávila. También se citan los años 1540 y 1545.
·                               1565 Recibió una pensión de Felipe II para acudir al Colegio Germánico de Roma.
·                               1571 Fue maestro del coro de niños del Colegio Germánico.
·                               1572 Primeras ediciones de sus obras.
·                               1573 Fue nombrado maestro de capilla del Colegio Germánico.
·                               1575 Fue maestro de capilla en San Apolinar.
·                               1581 Se publicó el primer himnario litúrgico completo.
·                               1587 Se instaló en Madrid.
·                               1592 Regresó a Roma y publicó su segundo libro de Misas.
·                               1596 Fue maestro de capilla de la emperatriz María de Austria.
·                               1603 Fue organista de las Descalzas Reales.
·                               1605 Se publicó la Misa en memoria de la emperatriz.
·                               1611 Murió el 27 de agosto en Madrid.

Principales Obras

·                                 Missa pro Victoria (escrita para conmemorar la batalla de San Quintín).
·                                 Alma Redemptoris Mater.
·                                 Missa Ave Regina coelorum.
·                                 Missa Pange Lingua.
·                                 O vos omnes (motete).
·                                 Missa Ave María Stella.
·                                 1585 Officium Hebdomadae Sanctae.
·                                 1605 Offícium Defunctorum.

Officium Hebdomadae Sanctae

Tomas Luís de Victoria

El Offícium Hebdomadae Sanctae de 1585 es una obra monumental que comprende el ciclo completo de la liturgia de la Semana Santa, a semejanza de los ciclos de las pasiones protestantes. Está compuesto de 9 lamentaciones, 18 responsorios, 2 pasiones y otras piezas. Su estilo corresponde a la escuela romana de Palestrina, aunque dotado de un particular dramatismo y juego de luces y sombras, en la que cada voz del tejido contrapuntístico dibuja melodías de valor musical independiente. Su lenguaje se convertiría en símbolo de la contrarreforma y del conservadurismo estético.

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viernes, 14 de noviembre de 2014

LAS ALAS ROTAS - PABLO ABRIL DE VIVERO

Tú desde entonces eras la elegida
para mi corazón aventurero,
y tenías que ser para mí, pero
¡estabas tan distante de mi vida!

Estabas tan lejana y escondida
en no sé qué recodo de un sendero,
que te buscaba en vano... ¡oh!, el artero
destino cruel de mi ilusión florida.

En la inquietud de mi peregrinaje,
todos los privilegios del paisaje
decoraron mis múltiples derrotas.
Y al fin mi corazón, por un acaso,
se durmió para siempre en tu regazo,
ciego de luz y con las alas rotas!...