Mostrando las entradas con la etiqueta Santa Fe. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Santa Fe. Mostrar todas las entradas

sábado, 15 de noviembre de 2014

Fundación e historia de Santa Fe La Vieja

En el último cuarto del siglo XVI los conquistadores españoles concentrados en el Paraguay decidieron aplicar una nueva estrategia geopolítica de apertura y comunicaciones representada por la expresión de "abrir puertas a la tierra". Uno de los primeros pasos fue el de fundar una ciudad que sirviera de escala en el trayecto fluvial hacia el Río de la Plata y los caminos que comunicaban tierra adentro con el Tucumán, Chile, el Alto Perú y el Perú.

Con ese fin, Garay reunió nueve españoles y más de setenta mestizos, que partieron de Asunción el 14 de abril de 1573 con un bergantín y seis canoas hendidas a maneras de barcas y algunas canoas sencillas, cincuenta caballos y las algunas municiones.
Se eligió un sitio a orillas de un brazo del Paraná denominado río de los Quiloazas -actualmente San Javier-, a menos de un kilómetro hacia el sur del actual pueblo de Cayastá.

En ese lugar se realizó la ceremonia de fundación de la ciudad de Santa Fe el 15 de noviembre de 1573. El acta ha sobrevivido en una copia autenticada por el propio Juan de Garay en 1583, que se conserva en el Archivo General de Indias de Sevilla (aquí se puede hacer el enlace con el texto del Acta).

La ciudad y sus pobladores
Santa Fe fue una ciudad planificada desde su inicio. El acta fundacional hace referencia explícita a una traza o plano de la ciudad que sirvió de padrón para la adjudicación de los solares. Sin embargo, el plano trazado por Garay se perdió durante la época colonial y con él aparentemente toda documentación gráfica de la distribución física de la ciudad. Debieron transcurrir cerca de tres siglos para que la evidencia arqueológica de las Ruinas de Santa Fe la Vieja la identificaran como la primera ciudad planificada del Río de la Plata.
Garay repartió personalmente los solares y determinó la distribución de chacras y de suertes de estancias. El plano de la ciudad siguió el trazado de cuadrícula introducido en América por la praxis conquistadora y fundacional española. Es probable que para dar traza a Santa Fe, Garay se guiara por los ejemplos prácticos de otras ciudades ya fundadas como Lima (1535). El reparto de cada solar, equivalente a la cuarta parte de una cuadra o manzana dividida en cruz, fue hecho con verdadero sentido económico y estratégico.
Pocos son los índices demográficos que se tienen de la vieja ciudad, comenzando por los nueve españoles y más de setenta mestizos paraguayos que acompañaron a Garay en 1573. El primer dato censal corresponde a 1622 cuando el Gobernador Diego de Góngora empadrona 126 vecinos, o sea, alrededor de 900 habitantes. Para mediados de aquel siglo, el número de habitantes puede estimarse entre 1.500 y 2.000.
Los pobladores conformaron una sociedad de gran diversidad étnica y cultural, compuesta de españoles europeos, criollos, mestizos, aborígenes locales y procedentes del área paraguaya (guaraníes) y africanos incorporados como esclavos. Cada uno de estos grupos aportó rasgos de su propia cultura y orígenes en la configuración de la sociedad santafesina.

La mudanza de la ciudad
La elección del sitio para fundar la ciudad había sido objeto de especial cuidado por parte de Garay. La costa occidental del Paraná garantizaba abundante caza y pesca; en un documento de 1576 se declara que Santa Fe está ubicada y edificada en lugar muy bueno, sano y fértil, añadiéndose que en torno de ella en el río hay grandes pesquerías y cazas. El emplazamiento se destacaba además por la elevación del terreno, propia del albardón costero.
Sin embargo, a mediados del siglo XVII se pusieron en evidencia algunas desventajas. La presión de aborígenes sobre la frontera, la interrupción de los caminos en tiempos de creciente y la erosión de la barranca provocada por el río, motivaron que el Cabildo decidiera el traslado de la ciudad a otro lugar que asegurara su futuro.
El 21 de abril de 1649, el procurador de la ciudad presentó al Cabildo una petición planteando el problema. Al año siguiente el Visitador General Andrés Garavito de León autorizó el traslado y el 5 de octubre del mismo año el Cabildo resolvió su ejecución.
El traslado de la ciudad requería previa autorización real, aprobación que no se produjo sino hasta después de efectuado el traslado. Una Real Cédula de la Reina Gobernadora fechada en Madrid el 6 de mayo de 1670 dio por bien hecha y confirmada la mudanza.

Cayastá y el siglo XIX
Luego del traslado de Santa Fe, en 1698 las tierras que habían sido del ejido y la traza fundacional fueron otorgadas por merced del Cabildo a Antonio Márquez Montiel. Cien años más tarde, en 1784, a las inmediaciones del lugar se trasladó la reducción de Concepción de Cayastá. Aunque la reducción desapareció en la década de 1820, el topónimo perduró desde entonces en ese lugar.
En 1867 el gobierno de la Provincia firmó un contrato de colonización con el conde Tessières de Bois Bertrand y dispuso la fundación de un pueblo en las cercanías del lugar denominado El Pueblo Viejo. El sitio de la vieja Santa Fe fue adjudicado como chacras de colonos y el pueblo de Cayastá se trazó un kilómetro al norte.
En 1923, en una loma que estaba junto al río San Javier y que se había formado por el derrumbe de las construcciones de Santa Fe la Vieja, el gobernador Enrique Mosca hizo levantar un monolito y colocó una placa en homenaje a Juan de Garay y demás fundadores. En 1939 otro gobernador, Manuel María de Iriondo, rindió un homenaje similar con una nueva placa.
En 1942 el sitio fue declarado Lugar Histórico Nacional, carácter que se ampliaría a la categoría de Monumento Histórico Nacional luego del descubrimiento de las ruinas por Agustín Zapata Gollán.

Siglo XX y Zapata Gollán
En 1949 Agustín Zapata Gollán, director del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales, inició las excavaciones que pusieron a la luz los vestigios de Santa Fe la Vieja. Los primeros trabajos se realizaron donde el gobernador Mosca había rendido homenaje al fundador Juan de Garay, justamente en el lugar de la iglesia y el claustro de San Francisco.
Con anterioridad Zapata Gollán había realizado algunos sondeos en la zona que los vecinos del lugar conocían con el nombre de Santa Fe viejo. En esas ocasiones los pobladores le relataban que sus antepasados habían alcanzado a ver restos de muros, que atribuían a la primitiva Santa Fe y donde ellos mismos -dice Zapata Gollán- al arar la tierra o en los derrumbes periódicos de la barranca provocados por las crecientes del Paraná, recogían tejas, algunas monedas, medallas y otros objetos que por su naturaleza, pertenecían a una antigua población española.
El 28 de agosto de 1949 Raúl A. Molina, miembro de la Academia Nacional de la Historia, junto con Monseñor Nicolás Fasolino, Presidente de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe y otros miembros de la misma, visitó las excavaciones y pudieron verificar que los vestigios correspondían a Santa Fe la Vieja.
Las excavaciones de Zapata Gollán continuaron durante varios años hasta poner al descubierto las ruinas de tres iglesias (San Francisco, Santo Domingo y La Merced), el Cabildo y un gran número de viviendas principales, además de innumerables testimonios de la vida cotidiana de los pobladores del siglo XVII y los restos humanos de los fieles que, de acuerdo a las prácticas funerarias de la época, habían sido sepultados en los recintos de las iglesias.
La Sociedad Argentina de Antropología y la Academia Nacional de la Historia produjeron sendos dictámenes en 1951 y 1952, reconociendo la autenticidad de las ruinas de Santa Fe la Vieja.
En 1957 la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos declaró al sitio, que ya era Lugar Histórico desde 1942, Monumento Histórico Nacional.

Declaratoria de Monumento Histórico Nacional
Por el decreto 112.765/42 el sitio fue declarado Lugar Histórico Nacional.
Luego de la exhumación de las ruinas de la primitiva ciudad por Agustín Zapata Gollán, director del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales, esta declaración fue ampliada en virtud del decreto del 25-III-1957 a la categoría de Monumento Histórico Nacional.
Entre los considerandos de la ampliación de la declaratoria se tuvo en cuenta que los estudios realizados por Zapata Gollán habían permitido descubrir nuevos y numerosos testimonios de la ciudad fundacional: los templos de San Francisco, Santo Domingo y La Merced, el Cabildo y varias viviendas de los primeros pobladores. También se consideró que en el recinto del templo franciscano se habían hallado los restos de la hija del fundador y de su esposo el gobernador Hernandarias de Saavedra. La fundamentación tuvo igualmente en cuenta que la Academia Nacional de la Historia había dictaminado dos veces por el voto unánime de sus miembros, que las ruinas descubiertas correspondían a la primera ciudad de Santa Fe.

Acta de Fundación de Santa Fe la Vieja
http://www.santafelavieja.ceride.gov.ar/ActaFundacion.htm

http://www.santafelavieja.ceride.gov.ar/Historia.htm

Fundación de Santa Fe

Fundación de Santa Fe 2

Fundación de Santa Fe 3

Fundación de Santa Fe 4

viernes, 15 de agosto de 2014

 Graciela Maturo.

Nace en Santa Fe 15 de Agosto de 1928.

Poeta, ensayista, investigadora y escritora, estudiosa de las Letras, catedrática universitaria, fundadora y directora de la revista Megafón,, es autora de "Memoria del trasmundo", "Orfeo canta", "Cantos de Orfeo y Eurídice", "Claves simbólicas de García
Márquez", "El rostro", "Habita entre nosotros" y "Proyecciones del surrealismo en la literatura argentina", entre otros.


El rumor de la rosa – Graciela Maturo

Escucha su rumor.
Es una rosa que es un trueno que es un pájaro,
un bramido que crece como un bosque.
Una estrella que ruge,
un incendio nacido de un invisible corazón.

Escucha su rumor, nada viene a acallarlo.
Ni el ruido del fusil, ni el miedo, ni la noche,
ni la dura palabra de los sagaces.
Nada viene a curar esta llaga esta rosa
madera cruz ardiendo en la tormenta
furia del huracán que entremezcla los tiempos.
Flor de la tempestad
estallando entre lápidas de mármol,
manchando con su púrpura de amor
las inscripciones muertas.
Es una víscera caliente,
un corazón de todos y de nadie
nacido del calor de una muchacha
que amamanta  su hijo a la intemperie.
Crecido en la soledad del hombre,
amargo del dolor del que nunca descansa,
oscuro en la negrura de una mano aterida.
Rosa oscura naciendo del fuego callado de los pechos
nutrida en el delirio, en la esperanza.
La lluvia cae indiferente sobre los signos del despojo.
Un gran silencio llega, mojado de neblinas
en la oscuridad del invierno.
Oye el rumor de la rosa que despierta.
Es una loba ardiente que alimenta
a las  auroras del futuro.



martes, 15 de julio de 2014

Bella Basílica donde se casaron mis padres en 1956 y que visitaban con frecuencia, enseñándonos desde chicos a valorarla, y con mayor razón luego de mi estancia en México, donde recorrimos varias veces el cerro del Tepeyac, la Basílica de Santa María de Guadalupe original y la hermosa y famosa mundialmente Basílica nueva...
Su nacimiento es, en realidad, parte de la historia de nuestra ciudad. Sus orígenes, acompañados de religiosidad y leyendas, nacen del enclave del Capitán Don Juan González de Setúbal en tierras distantes una legua al norte del casco urbano. En ese lugar, en campos de su propiedad, erigió un oratorio consagrándolo a la Virgen de las Mercedes, alrededor del año 1759. Aproximadamente en 1770 el Padre Miguel Sánchez encuentra una estampa de la Virgen de Guadalupe de México, quien se apareciera allí frente al indio Diego, y decide llevarla al oratorio de los González Setúbal. Es así que desde ese momento cunde la veneración a la Virgen en toda la comarca y poblados vecinos. Al morir Don González Setúbal, su viuda llama a Francisco Javier de la Rosa, el “ermitaño”, hombre solitario y piadoso para que se hiciera cargo del oratorio. Era el año 1799 y Javier lo reconstruye completamente. Él mismo fabrica lo que no puede conseguir: ladrillos, baldosas, tejas, campanas, altar. Y el sitio comenzó a llamarse Guadalupe. En el año 1864 llegaron de las colonias del Brasil varias familias alemanas que compraron cerca de la capilla terrenos particulares, facilitándoles el gobierno con carácter de reembolso después de dos años: una yunta de bueyes, vacas y caballos, cuyo valor, una vez devuelto, sería destinado a la construcción de una escuela. Debido a epidemias reinantes, en 1866 el gobernador Nicasio Oroño se ve en la necesidad de crear otro Cementerio, ya que el existente (“San Antonio”) era insuficiente, y se elige la manzana que se halla al oeste de la Capilla de Guadalupe. Este camposanto existió hasta 1905. De a poco, favorecida por sus condiciones climáticas y por la composición del suelo, Guadalupe se convierte en una colonia floreciente. Los primeros pobladores apuestan al cultivo de legumbres, hortalizas, flores y árboles frutales, y el enorme monte de aromos, ombúes y espinillos se transformó en zona de quintas cultivadas. Los años pasaron y Guadalupe seguía creciendo a pasos agigantados, ya habitarlo era una aventura inigualable, llena de matices para un ciudadano con visión del mundo ciertamente más estrecha que la que tiene ahora. Pero tal vez más plena y más ingenua, y por lo tanto más dispuesta a la admiración y el encantamiento. Sí, porque eso despertaba en sus habitantes, y en los del resto de Santa Fe, apreciar sus constantes cambios, sus mejoras y su adaptación a éstos, con su comunicación, sus tranvías que lo unían al “mundo”, su “Rambla López”, sus domas de potros en la playa en los años ‘30; hasta su festival de aviación en 1934, en el que los aparatos aterrizaban y despegaban en la arena constantemente. También sus bailes, para los que se fletaban “bañaderas”, que eran ómnibus descapotados de las líneas B y D. Su usina propia, que cesaba a las 21, salvo sábados y domingos que se prolongaba hasta medianoche. Así fue adquiriendo fisonomía de villa turística, sobre todo por sus bellísimas playas y la corta distancia que la separaba del centro de la ciudad. Luego asume rasgos definitivos de barrio de residencia para sus moradores, y aparecieron clubes, restaurantes, confiterías bailables, parques de diversión, a la par de infraestructuras en la zona de playas y camping. Entre otros se establecieron el Círculo Italiano, el Club Israelita Macabi, y el Sindicato de Luz y Fuerza, quien se sumó instalando, incluso, un camping con hotel, canchas, etc. Con el aporte de la Municipalidad, la construcción de los dos espigones completan la fisonomía turística del lugar. Las primeras confiterías bailables fueron “Arroz con leche” y “Tentempié”. Para quienes preferían la música tropical “El Sauzal” colmaba sus expectativas. Desde la rotonda, el Monumento a José Gervasio de Artigas, artífice de la independencia del Río de la Plata, domina el panorama de la zona. Las viejas canchas de bochas y fútbol han dado paso al césped sintético y al paddle; los “copetines al paso” a modernas confiterías, y las fondas a los restaurantes. Pero esto no nos debe confundir, Guadalupe mantuvo su identidad a través del tiempo. Aquel Guadalupe de los inmigrantes que trabajaron de sol a sol y apostaron a vivir con riesgos, a una legua de la ciudad, es el mismo que hoy continúa fundándose con el aporte de todos los vecinos, como en sus comienzos lo hicieron los Cantarutti, Beckmann, Benassi, Massara, Biagioni, Meneghetti, y tantos otros que le dieron vida al Guadalupe que hoy es orgullo para toda Santa Fe.
 — con Carly Biagioni y 2 personas más.