lunes, 27 de octubre de 2014

 Soñe que tu me llevabas - Antonio Machado


Soñé que tú me llevabas 
por una blanca vereda, 
en medio del campo verde, 
hacia el azul de las sierras, 
hacia los montes azules, 
una mañana serena.


  Sentí tu mano en la mía, 
tu mano de compañera, 
tu voz de niña en mi oído 
como una campana nueva, 
como una campana virgen 
de un alba de primavera.


¡Eran tu voz y tu mano, 
en sueños, tan verdaderas!...

Vive, esperanza, ¡quién sabe 
lo que se traga la tierra!




La verdadera historia de Peter Pan

La figura de Peter Pan está inspirada en los hermanos Llewelyn Davies. La familia Llewelyn Davies era amiga de James Barrie, quien desarrolló la idea para Peter Pan y Nunca Jamás a partir de su estancia y amistad con los hijos de los Davies. A menudo representaba con los Davies pequeñas obras de teatro y participaba activamente en sus juegos infantiles. Sin embargo Peter Pan y Nunca Jamás no es la primera aparición de nuestro travieso niño.

Peter Pan aparece por primera vez en El pajarillo blanco (1902), una novela de tintes autobiográficos, hoy casi desconocida, que Barrie dedica a <<mis chicos>>, los Llewelyn Davies. El protagonista, el Capitán W., es un viejo solterón que, enamorado platónicamente de una joven institutriz, Mary, se convierte primero en su benefactor y luego en el de su hijo, David. El Capitán se obsesiona con David y quiere ser tan importante como sus padres para el niño, y por eso empieza a contarle historias: entre ellas, la de Peter Pan. Peter Pan en esta primera versión es un bebé <<muy viejo, pero siempre tiene la misma edad>> que se escapó de su casa para volar a los Jardines de Kensington, donde nacen los pájaros que luego se convertirán en los niños que pueblan el mundo real. Tras correr muchas aventuras, el Peter Pan de El pajarillo blanco intenta regresar a casa para hacerse mayor y enfrentarse a la vida, pero la ventana está cerrada y su madre abraza a otro niño.El pobre, abandonado, no tiene más remedio que permanecer en los jardines anhelando su humanidad perdida y encargándose de enterrar a los bebés que se mueren al caer de los carritos. Siempre de dos en dos, para que se sientan menos solos. Entonces ¿Están Peter Pan y los Niños Perdidos muertos?

En primera instancia, Peter Pan no crece porque no puede, porque no se le ha permitido hacerlo. A la edad de seis años James Barrie perdió a su hermano David, el preferido de su madre y la promesa de la familia humilde. Murió en un accidente de patinaje sobre hielo en el lago del pequeño pueblo escocés de Kirriemuir. Es en ese momento que una extraña y macabra idea de la "eterna juventud" arraiga en el la mente del entonces pequeño James. Su hermano permanecería eternamente joven, nunca envejecería, porque nunca podría hacerlo. Ya de mayor Barrie declararía lo siguiente: "Cuando yo me había convertido en un hombre, él seguía siendo un niño de trece años"

En 1904, Barrie crea un personaje nuevo que deja de ser un bebé para adoptar una edad más cercana a la de su hermano muerto y a la de los Llewelyn Davies más mayores.  Ahora es un jovencito arrogante, osado, hechicero...Y el productor de la obra de teatro, Charles Frohman, se empeña en otorgarle una nueva cualidad:Peter Pan no crece por rebeldía, porque no quiere, y la tragedia inicial de Barrie se convierte en el triunfo del personaje. Este es el Peter Pan al que Disney retrato en su película y el que han usado películas posteriores . Personalmente, este es el Peter Pan en el que me gusta creer, si bien no es el 'original' de Barrie, de alguna forma si que nació de él. En algunos libros también he leído que esta rebeldía del personaje de no querer crecer también tiene relación con el propio autor, y es que más allá de la muerte de su hermano irónicamente Barrie sufría un poco el síndrome Peter Pan: no quería crecer. Porque para Barrie, la infancia es la única etapa en la vida que merece la pena.

 En cuanto a los Niños Perdidos, nunca han estado muertos (salvo en El pajarillo blanco y nunca se les menciona como Niños Perdidos) y en la obra de teatro, al igual que en las peliculas, son acogidos por los Darling. Tampoco es cierto ese rumor que vinculaba sus muertes a los niños muertos en la I Guerra Mundial (principalmente, porque la primera obra fue en 1911 y la I GM empezó tres años después, y porque como ya hemos explicado, el trauma de James lo ocasionó la muerte de su hermano). Al igual que Peter Pan los Niños Perdidos no crecen porque no quieren. Cuando Wendy y sus hermanos deciden volver a casa deciden crecer. De hecho Wendy tendrá una hija y una nieta que conocerán a Peter Pan en una de las versiones.

Por último, me gustaría dejaros un párrafo que me ha gustado mucho del libro del que yo he extraído más información para este articulo: Peter Pan. La obra completa, de la editorial Neverland (como no podía ser de otra manera):

"Inevitablemente vinculado a la muerte y a la idealización de la juventud, Peter Pan no es solo un libro, sino muchos. Varias obras en las que va evolucionando hasta llegar a ser un personaje rico en matices, poseedor de múltiples facetas que le hacen especial, complejo, incoherente, maravilloso. Peter Pan es un bebé perdido entre dos mundos, el de los humanos y el de las hadas. Un joven arrogante que se niega a crecer. Valiente en su rebeldía, pero profundamente cobarde. Protagonista de una obra de teatro única en su especie y que su autor reescribiría obsesivamente cada temporada. La esencia de lo que uniría y luego separaría a Barrie de sus amigos, los Llewelyn Davies. Cruel, a la vez que generoso. Un adolescente que, aún sintiéndose atraído por Wendy, es incapaz de concebir nada parecido a la sexualidad. El hijo que el Capitán W. (o Barrie) nunca tendría. Un niño muerto - varios niños muertos - y un niño eterno. Amo y creador de Nunca Jamás, país que carece de sentido sin el Capitán Garfio, un villano sospechosamente parecido a su eterno enemigo, Peter Pan."

Si os ha gustado o si os gusta Peter Pan y quereis saber más, os dejo un pequeño resumen las obras de J.M. Barrie en las que aparece el niño que nunca crece y que están publicadas en el libro arriba mencionado:

- El pajarillo blanco (1902), novela cuyos capítulos centrales componen Peter Pan en los jardines de Kensington, publicada por primera vez, de forma independiente, en 1906.

 -Peter Pan y Wendy (1911), novela basada en la exitosa obra teatral que Barrie había estrenado en 1904 y que el público anhelaba ver convertida en libro
.
- Para los cinco: una dedicatoria (1928), prólogo de la obra de teatro en el que un Barrie especialmente sincero y melancólico recuerda cómo surgió, con ayuda de los hermanos Llewelyn Davies, el primer Peter Pan.

- Peter Pan o el niño que no queria crecer (1928), la publicación definitiva de la obra de teatro. Un compendio de las múltiples versiones que el autor había ido escribiendo temporada tras temporada.

- Cuando Wendy se hizo mayor: una ocurrencia tardía (1908), escena que aporta un final alternativo a la obra y que se escribió con la intención de ser representada, como sorpresa para el público, una sola vez.

 http://labibliotecadeseshat.blogspot.com.ar/2014/03/la-version-mas-oscura-de-los-cuentos.html

Peter Pan - James Barrie
http://www.santutxu.net/mitxelen_gela/images/stories/peterpan.pdf

Peter Pan - Disney
http://www.youtube.com/watch?v=XGUneyRXBHo

Descubriendo Nunca Jamás (2004)
http://solomiramecom.blogspot.com.ar/2012/08/descubriendo-nunca-jamas-2004-online.html

La aventura de Nunca Jamás












Canciones con Historia: Intimidad de “Esos locos bajitos” -  Juan Manuel Serrat

Adentrarse en las páginas de Luis García Gil, en su libro “Serrat, canción a canción”, es descubrir, encontrarse y sorprenderse con datos de la obra de Joan Manuel. “Esos locos bajitos”es una canción con la que muchos nos identificamos, que hemos dedicado una y otra vez a nuestros seres queridos, esos “locos bajitos” que iluminan nuestra vida.

Fragmento extraído del libro “Serrat, canción a canción”
De Luis García Gil.
Editorial Ronsel. Barcelona. España
Edición 2004

 “En tránsito se edita en el verano de 1981. Nos encontramos con uno de los mejores discos de Serrat y aquel que mejor refleja el cambio de rumbo que su obra va tomando desde Para piel de manzana. Aparentemente no hay aquí ningún poema al que Serrat ponga música pero si ahondamos un poco encontramos un caso parecido al de “Más que a nadie”, la canción que incluye en Sombras de la China y que se inspira en un poema de Luis Cernuda. La muy popular “Esos locos bajitos” (*), que Serrat también registrará en su elepé en directo, parte de un poema del argentino Horacio Salas (Buenos Aires, 1938) titulado “Los hijos”, incluido en su libro Las corrupciones aparecido en 1969:

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LOS HIJOS
se han apropiado de cada uno de nuestros gestos,
tienen nuestros mismos ojos, la misma tendencia a inventar historias,
acaso una risa parecida, sufren igual que uno la injusticia.
Habitan en un mundo de casas reducidas,
dilatados castillos y altas torres,
rodeados de fantasmas con nombres misteriosos.
Hablan en secreto idioma de títeres y pájaros,
generalmente nos ignoran.
Nuestra venganza consiste en dirigir sus vidas
y obligarlos a copiar secretas frustraciones,
pero cada noche, libremente, nos matan en los sueños.
También se enferman, y además nos precisan.
Nos enlazan con pequeñas palabras
y ejercen la magia tenazmente.
Sin embargo, nada podrá impedir
que el dolor se ensañe con sus cuerpos,
que cometan errores y que crezcan.
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Serrat conoce a Horacio Salas en 1969 en el programa de radio El show del minuto que presentaba Hugo Guerrero Martinheitz, quien había regalado al cantautor catalán un ejemplar de Las corrupciones.
Once años después Serrat había convertido en canción uno de aquellos poemas, como una forma de abrazar al amigo que en aquel momento se encontraba exiliado. Serrat recrea con resultados excelentes el poema original. Añade un estribillo donde lleva hasta el límite ese lenguaje coloquial y directo con el que se asoma a la nueva década en el que prima más el lenguaje de la calle que el del diccionario.

En el mes de junio de 1982 Serrat reaparecía tras siete años de ausencia en TVE en el programa Música Maestro  que conducía Carlos Tena. Al presentar “Esos locos bajitos”, dijo:
“Hace algunos años recuerdo que me impresionó mucho una cosa que leí de Miguel Gila. Miguel dijo que los niños son locos bajitos. La evidencia es bien clara. Son bajitos y están locos. Nada más hay que vivir con ellos, nada más hay que sentir esos sueños que los adultos con las tijeras les van cortando para convertirlos en estas cosas que andan por las calles con pantalones y faldas”.

La infancia representa la arcadia irrecuperable que el propio cantautor se negará a perder del todo. El 24 de agosto de 1982 confesaba a Diario de Cádiz: “Sólo sé que no quiero ser un adulto”, afirmación que conectaba con el pensamiento de Jacques Brel y que prolongaba su acercamiento constante y sensible en sus canciones al mundo de la infancia.

(*) “Esos locos bajitos” está dedicada a Horacio Salas y a Miguel Gila. El cantautor cubano Carlos Varela realizó una versión de este tema en Serrat… eres único. (1996)

http://xjmserrat.com/historia-e-intimidad-de-esos-locos-bajitos/
Alejandro Magno

Por qué todo el mundo odia esta película

Universitarios, radicales iraníes, cristianos evangelistas y grupos gays han criticado con dureza el retrato de Oliver Stone. Un biógrafo de Alejandro Magno y asesor del filme escarba en los motivos

Por Robin Lane Fox, que fue asesor del filme de Oliver Stone y es autor del libro 'Alexander the Great' (Penguin)

Si alguien les dice que el pasado es cosa de otros países, no le crean. De Princeton a Atenas, de Oxford a Irán,en todas partes he visto cómo la corrección política trataba de influir en el objeto de estudio de toda mi vida: Alejandro Magno. La polémica viene servida por el estreno de la inmensa película de Oliver Stone en la que he participado como asesor.
Estuve en Princeton, donde los profesores de Historia Antigua habían organizado un seminario para discutir las resonancias contemporáneas de la película. Y allí expliqué su condición, bastante poco habitual, de drama épico basado en la Historia, para encontrarme con el escepticismo tras las gafas de muchos estudiantes. En seguida descubrí por qué. Después de sentarme, un profesor denunció que la película era una vergüenza para los estadounidenses de hoy, porque describía a Alejandro como un coloso, cuando lo que hizo fue invadir un antiguo imperio de Oriente Próximo y asesinar a miles de personas que se negaban a entregar sus ciudades.
¿Cómo se había atrevido Stone a llevar a la pantalla un tema así en el año 2004, cuando las muertes de Irak y Oriente Próximo deberían pesar en las mentes de todos? A continuación, algunos estudiantes, muy serios, me llevaron aparte y me contaron que este tipo de corrección política era un factor capital. Si quieres cambiar el mundo, me dijeron, primero tienes que cambiar la forma en que la gente habla de él.
Hay gente para la que este fragmento del pasado no es un territorio extraño del que nos separan 2.300 años. Lo contemplan como una prolongación de su patio de atrás. No me refiero a los críticos, a quienes puede gustar la película o no, y que suelen disfrutar arremetiendo contra todo, desde el corte de pelo de Colin Farrell hasta la dicción de Angelina Jolie. Lo que me sorprende es que a casi nadie le importa si el guión ensambla bien los acontecimientos, ni si Alejandro aparece matando rebeldes con dos años de antelación, ni si lo hace en la India y no en Irán. La rectitud moral la modula aquí una trinidad muy poco santa: el sexo, el nacionalismo y el imperio.
La honestidad de un filme. En realidad, estamos en un momento en el que un filme comercial no puede ser honesto en relación con ninguna de estas tres cosas. ¿Podríamos hacer ahora una película sobre Lord Mountbatten en la que se mostraran sus relaciones con hombres? Si rodáramos una sobre Pushkin, ¿tendríamos que complacer a algunos de sus seguidores pintándole de negro? ¿Podría alguien en Japón hacer otra sobre la realidad terrible de la dominación que ejerció este país sobre Corea, cuando los libros de texto japoneses han tratado de suprimirla de la memoria de la Historia? La corrección política en estos asuntos es aceptable si se presenta abierta a la discusión como una opinión vehemente edificada sobre criterios morales. Pero no lo es si simplemente corrige el resto de interpretaciones e intenta borrar las verdades embarazosas.
En los primeros días de 'Alejandro Magno' en la cartelera de Estados Unidos, un corifeo moralista trataba de dar a la gente razones por las cuales no deberían ver la película. Y sí, el filme puede hacer que los políticamente correctos se acuerden de George W. Bush, pero fundamentalmente porque, en este momento, en EEUU parecen incapaces de pensar en otra cosa.
Efectivamente, Alejandro invadió el viejo imperio persa, destruyó a los ejércitos que le hicieron frente y saqueó las ciudades que no quisieron rendirse. Eso es lo que hacían los generales de la Antigüedad. La conquista era una forma de obtener la gloria y Alejandro fue alabado en vida como un dios por algunos de sus contemporáneos. Mientras tanto, en el Medio Oeste norteamericano, el coro de la rectitud moral cantaba más alto. Los obispos dijeron a sus auditorios dominicales que incluso el deseo de ver la película era una señal de que Satán había entrado en sus corazones.
Los muslos de Hefestión
En mi biografía de Alejandro de 1973, señalé que del rey macedonio se decía que había sido derrotado una sola vez, por los muslos de Hefestión, el amor homosexual de toda su vida. El comentario se retrotrae a una carta ficticia en griego, atribuida a un filósofo cínico y escrita mucho después de la muerte de Alejandro. Siempre provocador, Stone la incluye muy pronto en la película. La mención de la frase de los muslos desató una ola de intolerancia bíblica por parte de los evangelistas.
Sin embargo, los historiadores admiten que Alejandro tuvo relaciones bisexuales. Lo mismo hicieron muchos otros entre los griegos antiguos, y no digamos entre los macedonios. Y, a pesar de ello, estos valores precristianos se perciben ahora como algo tan peligroso que un cristiano sólo se comportará como Dios manda si evita a toda costa sentarse en un cine donde se proyecte el filme.
Recientemente, en mi buzón de correo han aparecido amenazas de demandas judiciales o de agresiones físicas. Por lo visto, soy el único responsable de ocultar verdades sobre Alejandro y difundir mentiras. Un grupo homosexual de Canadá me escribió advirtiéndome de que me pegarían por disimular que Alejandro fue un gay puro que no tuvo nada que ver con mujeres. Después vinieron unos abogados griegos con el problema contrario: amenazaron con llevar a los tribunales a casi todos los profesionales que aparecían en los títulos de crédito por mostrar la bisexualidad de Alejandro. También unos iraníes indignados exigieron daños y perjuicios porque la mujer de Alejandro, Roxana, había sido encarnada por lo que a sus ojos era una actriz negra, la maravillosa Rosario Dawson, que se declara mestiza, y uno tendría que ser daltónico para considerar que su piel es negra.
En realidad, los historiadores no tienen ni idea de cómo era Roxana. Los extremistas iraníes la quieren rubia y de ojos azules para separar de África a sus antepasados. Y pretenden establecer una discontinuidad aún más pronunciada respecto a los árabes. En la mayor batalla de la película, aparecen camellos galopando a la derecha del rey persa. Por supuesto que había camellos en el campamento de Alejandro y que dentro del ejérctito multiétnico del rey también combatían contingentes árabes. Pero me acusan de ignorante porque piensan que he interpretado que los iraníes tienen antepasados beduinos.
La minoría moralista no sólo quiere corregir lo que aparece en la película, sino también decidir lo que hay que dejar fuera. El tutor de Alejandro fue el gran Aristóteles, que escribió que las mujeres eran incapaces de desarrollar completamente el pensamiento racional y que los bárbaros eran «esclavos por naturaleza». En una de las primeras versiones del guión, Christopher Plummer iba a hacer estos dos comentarios pero, por lo visto, Oliver Stone tuvo la intuición de advertirle que no alienara a la mitad femenina de la raza humana.
Sin embargo, la opinión sobre los bárbaros se conservó, para consternación de un profesor de Historia Antigua que me lo echó en cara. No importa que un gran filósofo del pasado escribiera una cosa como ésa. Parece que, por nuestro propio bien, el guión debería adaptarse a la sensibilidad moderna. Pero el problema sigue ahí: ¿qué hacemos con el imperio y con la conquista? Lo esencial no es que las opiniones apasionadas de la corrección moral sean equivocadas, por no decir degradantes. Es que el mundo cambia a nuestro alrededor y los cambios hacen que surjan nuevas cuestiones y nuevos puntos de vista que nos llevan a contemplar las antiguas evidencias con una perspectiva diferente.
Corrección política
Últimamente he estado revisando los intentos de Alejandro de justificar la guerra contra el imperio persa y la correspondencia que sobre este tema mantuvo con el rey persa. Hace dos años puse de examen a mis brillantes alumnos de Oxford una reflexión sobre si las guerras de Alejandro estuvieron justificadas. Todos dijeron que sí: ganó, así que el éxito las justificaba. Debí haber puesto a aquellos estudiantes en contacto con una idea más políticamente correcta, del otro lado del Atlántico. Allí, Alejandro es denostado porque conquistó a pueblos extranjeros y derribó un antiguo imperio. Y resulta digno de admiración que desde nuestros sillones rechacemos la agresión espontánea y deploremos cualquier asesinato.
Pero los historiadores debemos tener dos cabezas, como el dios romano Jano. Una que mire hacia nuestro propio tiempo y su futuro, con la ventaja de poder mirar en retrospectiva, y con la experiencia de muchos años de cambios en los valores morales. Con nuestra segunda cabeza, debemos mirar hacia atrás y suspender la ventaja de previsión que tenemos. Por mucho que las odiemos, tenemos que intentar ver a las figuras históricas en el marco de los valores y el contexto de su tiempo.
La gloria de la conquista
En el mundo de Alejandro se consideraba de forma unánime que la conquista militar conducía a la gloria y nadie quiso eliminar del montaje de la película los discursos en los que se proclama que se ha obtenido esa gloria. Después de Alejandro pueden encontrarse algunas voces contrarias, pero yo intento respetar el principio de que, si en su tiempo no hubo ninguna opinión opuesta, es un mal ejercicio histórico atacar a un personaje por algo que nos ofende ahora pero que no ofendía a la gente entonces. (Si su corrección se ve vulnerada por Alejandro el Conquistador, traten de obtener de Dios el beneplácito al genocidio que se realiza en algunos pasajes del Antiguo Testamento).
No es en absoluto vergonzoso que el viejo rey Ptolomeo hablara de Alejandro como un héroe y un coloso. Lo que no es correcto es suprimir un punto de vista generalizado en el pasado por el hecho de que no se corresponda con el que se percibe desde la ventana políticamente correcta de nuestro presente.
Tengo que decir que el peor de este tipo de ataques se lo debo a 'The Sunday Times'. En 2003, escribí, bromeando, en este periódico, que había llegado a creer que en una vida anterior había servido en la caballería de Alejandro y que deberían haber aconsejado a Stone para que me contratara como asesor y me introdujera en el reparto como jinete. Tal y como era previsible, lo hizo de muy buen humor, pero como consecuencia del artículo recibí la invitación de la Sociedad Internacional de Terapeutas de la Regresión para pronunciar el discurso inaugural en su reunión anual en Canadá.
Querían reconocer el hecho de que yo hubiera defendido su especialidad con honestidad académica y que hubiera llegado incluso más atrás en el tiempo que ellos, gracias a mis contactos con el siglo IV a. C. Cuando expliqué a aquellos severos regresionistas que todo fue una broma, juzgaron que mi comportamiento había sido enormemente incorrecto. Pero parece que éste es el papel de los historiadores hoy día, así que será mejor que me vaya acostumbrando a él.
*Traducción: Kiko Rosique

http://www.elmundo.es/metropoli/2004/12/31/cine/1104447606.html

Alejandro el Grande - Oliver Stone
Grita – Tears for Fears

Grita, grita, suéltalo todo
Esas son las cosas que puedo predecir
Vamos, te estoy hablando, vamos

Grita, grita, suéltalo todo…

En tiempos violentos
No deberías vender tu alma
En blanco y negro
Realmente tienen que saberlo
Aquellas mentes obtusas
Que te consideran un niño trabajador
Bésalos en el adiós
No tiene que saltar por diversión

Grita, grita, suéltalo todo…

Ellos te dieron la vida
Y a cambio les diste el infierno
Tan frío como el hielo
Espero que vivamos para contar la historia
Espero que vivamos para contar la historia

Grita, grita, suéltalo todo…

Grita, grita, suéltalo todo…

Grita, grita, suéltalo todo…

Y cuándo hayas bajado la guardia
Si pudiera cambiar tu pensamiento
Realmente me gustaría romper tu corazón
Realmente me gustaría romper tu corazón

Grita, grita, suéltalo todo…

Grita - Tears for Fears
Mariposa – Federico García Lorca


Mariposa del aire, 
qué hermosa eres, 
mariposa del aire 
dorada y verde. 

Mariposa del aire,
   ¡quédate ahí, ahí, ahí!... 

No te quieres parar, 
pararte no quieres. 
Mariposa del aire
dorada y verde. 

Luz de candil, 
mariposa del aire,
¡quédate ahí, ahí, ahí!... 

¡Quédate ahí! 
Mariposa, ¿estás ahí?







Sinfonía Número 2 de Jean Sibelius


La Segunda Sinfonía fue compuesta en Rapallo, Italia, en 1901. Fue estrenada en Helsinki, el 8 de marzo de 1902, en un concierto exclusivamente dedicado a la música de Sibelius, dirigido por el compositor.

Generalmente Sibelius está considerado como conservador entre los compositores de principios del siglo XX. Es fácil comprender por qué se hizo acreedor de este rótulo, si comparamos su Segunda Sinfonía con algunas de las obras musicales de sus contemporáneos más abiertamente revolucionarios. No encontramos experimentos en materia de disonancia, como los de Schoenberg, una comprensión extrema como la creada por Webern, los collages de asociaciones libres que se hallan en muchas obras de Ivés, o experimentos en ritmos desiguales como los de Stravinsky en La Consagración de la Primavera.

Pero si comparamos la Segunda Sinfonía de Sibelius, de 1901, con la música escrita aproximadamente en esa misma época por esos mismos compositores, surge un cuadro totalmente distinto. Los procedimientos formales audazmente nuevos de Sibelius no tienen igual en la Verklárte Nacht de Schoenberg, de 1899, en las obras tonales juveniles de Webern de principios de siglo, la Primera Sinfonía Schumannesca de 1898, ni en la tradicional y académica Sinfonía en Mi bemol de Stravinsky, de 1905-1907.

Fueron los caminos que tomaron más tarde estos compositores los que hacen que Sibelius parezca conservador, por comparación. La diferencia entre estos autodenominados radicales y Sibelius es la diferencia que existe entre la novedad y la originalidad. Las obras del compositor finlandés no son menos originales que las de los compositores que labraron el novedoso lenguaje musical del siglo XX. La música de Sibelius no abandona en ningún momento la tonalidad, pero constituye una sólida prueba de que seguía siendo posible decir cosas asombrosamente originales en el viejo idioma.

Resulta interesante comparar la Segunda Sinfonía con la música de otro "revolucionario" del siglo XX: Bartók, el único modernista cuya música Sibelius respetaba. Los sonidos superficiales de los dos compositores son muy distintos, no obstante lo cual existen paralelismos. Ambos compositores parecen poco dispuestos (¿o incapaces?) de escribir líneas melódicas extensas. Ofrecen al oyente fragmentos, posiblemente unidos entre sí, pero que siguen sonando como unidades individuales. Además, ambos eran nacionalistas. No hay que sorprenderse de que la música de Bartók suene húngara, puesto que el autor buscó un estilo nacional basado en las canciones folclóricas. Sibelius, por otra parte, raramente cita melodías folclóricas verdaderas, si es que llega a hacerlo, pero estaba tan profundamente preocupado por la identidad cultural de su música como lo estaba Bartók. Su música oscura, meditativa, suena distintivamente finlandesa. Se ha sugerido que los sonidos nacionalistas de cierta música provienen de los patrones de sonido y ritmo del idioma materno del compositor. Posiblemente no sea mera coincidencia que Bartók y Sibelius compartan un estilo fragmentado y que los idiomas húngaro y finlandés estén relacionados desde el punto de vista lingüístico.

En el estilo de Sibelius, la fragmentación es la fuente de sus procedimientos formales originales. Una vez escribió: "Es como si el Todopoderoso hubiera arrojado trozos de un mosaico del piso del Cielo y me hubiera pedido que los armara." El primer movimiento de la Segunda Sinfonía constituye un ejemplo excelente de ello. Aunque tonalmente sea una forma sonata, este movimiento tiene una lógica estructural adicional. Comienza no con la exposición normal de las melodías completas en sí mismas, sino más bien con una serie de fragmentos aparentemente no relacionados, jirones de melodía, meras insinuaciones de temas. En general estas unidades se basan en notas repetidas o en un único tono sostenido, y a menudo contienen una repetición interna. Este efecto unívoco es extraño, tal vez desestabilizador, pero resulta intrigante. Anticipamos y esperamos una eventual continuidad. A medida que avanza el movimiento, algunos de los fragmentos se manifiestan como más importantes, puesto que se los escucha con más frecuencia. Tradicionalmente una sección de desarrollo desmenuza los temas largos, reduciéndolos a sus componentes. Aquí los temas ya están fragmentados, de manera que Sibelius comienza a ampliar y unir las piezas. Finalmente se integran y se logra la continuidad. En cierto sentido, este proceso es el opuesto al desarrollo sinfónico tradicional.

El movimiento lento emplea también el proceso de fragmentación. Abre con una línea larga que no es una melodía, sino más bien un acompañamiento. Cuando finalmente entra la melodía verdadera, en el fagot, resulta ser una serie de fragmentos. El lirismo real empieza a afirmarse, pero los motivos individuales socavan sus intentos de lograr la continuidad.

El scherzo crece a partir de un fragmento de la mayor simplicidad; un Si bemol repetido, seguido por un giro alrededor de esa nota. Cuando llega la sección del trío, esta simplicidad es llevada al extremo. En vez de la rica exposición melódica que podríamos esperar en un tercer movimiento normal, oímos una nota -otra vez el Si bemol- repetida nueve veces (en el oboe). La obsesión de los fragmentos por la repetición o vuelta a la misma nota recuerda la unívoca singularidad del primer movimiento.

El scherzo se enlaza directamente con el final, no por transición ni por la eliminación de la pausa entre los movimientos, sino minando el retorno final del material del scherzo. La apertura solemne de! final entra imperceptiblemente, pero luego crece en su impulso, de manera que el material del trío ya no es capaz de soportar el movimiento que se avecina.

El tercer movimiento en realidad no termina en ningún momento, sino que es sustituido por el final.

El último movimiento contiene un enorme crescendo hasta llegar a un climax gigantesco. Este procedimiento requiere continuidad: por fin la sinfonía alcanza una línea melódica fluida. Pero incluso esta melodía está compuesta por una serie de fragmentos que se repiten, unidos entre sí. El lenguaje de la fragmentación está tan completamente integrado en la sinfonía que no se lo puede eliminar, incluso por esta continua acumulación de intensidad.

La Segunda Sinfonía marca el final del primer período romántico de Sibelius, durante el cual el compositor sintió la fuerte influencia de Chaikovski. Sus procedimientos formales, basados en la fragmentación y la recombinación, encuentran su primera manifestación madura en esta sinfonía. Sibelius siguió explorando el potencial expresivo de la fragmentación en obras posteriores, aun después de haber abandonado la estética romántica. Su elección del uso de la tonalidad en vez de la atonalidad, su preferencia por la métrica regular en vez de la métrica cambiante, su permanente exploración de la lógica en vez del collage -son innegables aspectos de su conservadurismo-. No obstante, durante el cuarto de siglo siguiente, antes de que misteriosamente dejara de componer, treinta años antes de su muerte, creó un cuerpo musical de singular originalidad. Es irónico que tanto la gran popularidad de que gozó durante la década de 1940, como el olvido que sufrió en la década del 60, hayan retrasado la cabal apreciación del genio singular de Sibelius. Ahora que sus composiciones están de vuelta en las salas de concierto con cierta frecuencia, podemos oír sin prejuicios sus cualidades especiales y únicas.

 

http://www.hagaselamusica.com/clasica-y-opera/obras-maestras/sinfonia-numero-2-de-jean-sibelius/