lunes, 20 de octubre de 2014


Sexteto en Re menor Op. 70- Recuerdos de Florencia - Tchaikovsky

Allegro con spirito
Adagio cantabile e con moto
Allegretto moderato
Allegro vivace

El sexteto Op.70 se distingue del capricho Italiano por una gran gama de impresiones que, finamente elaboradas, conducen a un arte sonoro prácticamente abstracto. En una carta escrita a su hermano Modesto en 1890, el maestro afirmaba: No pretendo sólo componer una pieza elaborada para seis instrumentos, sino un autentico sexteto, es decir una obra para seis voces independientes, que puedan ser ejecutadas exclusivamente como tal sexteto. Muy esclarecedor.
Aunque ideada en 1887, la pieza de cámara tomó su forma definitiva entre junio y agosto de 1090. Sin embargo, el maestro no quedó satisfecho, y la revisó entre 1891 y 1892, estrenándola finalmente en San Petersburgo el 7 de diciembre de 1892.El matiz florentino de este sexteto, concebido en la tonalidad de re menor, resulta, más que de las notas mismas, de la riqueza de los hallazgos, de la calma interior, del encanto de cada una de las melodías y de la entonación en general, que pueda definirse de " lirico bienestar" . Se reflejan aquí los recuerdos de Tchaikovsky, a quien desde luego no interesaba una mera transcripción al pentagrama de sus viajes turísticos. Es más, prescindía de las calles de Florencia o de Italia en general. Así, en el tercer movimiento, hay algo que tiene un claro sabor a tierra Rusa, mientras que en el conjunto de la obra no faltan matices germánicos, casi como homenaje a Brahms, a quien sin embargo, Tchaikovsky consideraba como un músico excesivamente frío y racional.
El compositor revela más claramente su propia personalidad en el segundo movimiento, tanto por los efectos instrumentales, como por el encanto de los colores. Sorprende aquí el uso de la punta del arco para una vibrante secuencia de acordes repetidos, desde el " Fortíssimo" hasta el suspiro más imperceptible. Por otra parte, Tchaikovski era un apasionado del contrapunto, reflejado aquí en una fuga. Raramente asume en sus obras una carga tan pesada, aunque en definitiva el resultado es, una vez más, fluido, sin esfuerzo aparente.
Las seis voces se entrelazan de forma natural, como si se tratara de un diálogo de seis personas ante una chimenea. Tchaikovski reconocía su limitación para afrontar las formas musicales mas severas, y confesaba a Madame von Meck; Durante toda mi vida he lamentado mi insuficiencia para dominar la forma en general. He luchado contra esta innata debilidad, y me atrevo a decir que he logrado resultados aceptables. Sin embargo, llegaré a la tumba sin haber realizado nada absolutamente perfecto en cuanto a forma. Tales ideas alimentaron los desequilibrios propios de la personalidad de este músico atormentado.


https://www.youtube.com/watch?v=EycHgYYdrgM


Concierto para piano para la mano izquierda de Maurice Ravel


El pianista Paul Wittgenstein, hermano del filósofo Ludwig Wittgenstein, se alistó en el ejército austríaco durante la Primera Guerra Mundial. Fue herido y capturado en el frente ruso. Debido a sus heridas, su brazo derecho debió ser amputado mientras estaba en cautiverio. 

Lo que pudo haber sido fatal para la carrera de muchos otros pianistas, fue sólo un retraso para el emprendedor Wittgenstein. Después de un período de recuperación al final de la guerra, empezó a encargar a diferentes compositores que escribieran obras que él pudiera tocar con una sola mano. Entre los que le respondieron estaban Britten, Strauss, Hindemith, Prokofíev y Ravel.

Poco tiempo antes, Ravel había empezado a componer un concierto para piano diferente, en Sol mayor, cuando recibió la invitación de Wittgenstein. Como al compositor le gustaba trabajar dentro de restricciones artificiales, aceptó ansiosamente el desafío de componer para un pianista de una sola mano. Con el propósito de aprender cómo podía lograrse un sonido completo usando sólo la mano izquierda, estudió los Seis Estudios para la Mano Izquierda de Saint-Saéns, los Ejercicios para la Mano Izquierda y los 24 Estudios para la Mano Izquierda de Czerny, más las obras de Alkan, Scriabin y Godowsky.

Ravel interrumpió el trabajo en el Concierto en Sol mayor para componer el Concierto para la Mano Izquierda. Una vez que estuvo terminado, él y Wittgenstein presentaron la obra en una reunión privada. Primero Ravel, que estaba por debajo del nivel de un pianista soberbio, tocó sólo la parte solista, pero usando las dos manos. Luego Wittgenstein tocó la parte solista mientras Ravel le acompañaba, interpretando una versión para piano de la partitura orquestal en un segundo plano.

A Wittgenstein no le gustó. Para él, Ravel "no era un pianista sobresaliente y yo no estaba cautivado con la composición. Siempre me lleva un tiempo avanzar en un trabajo difícil. Supongo que Ravel quedó desilusionado y yo lo sentía, pero nunca aprendí a simular. Mucho tiempo después, luego de haber estudiado el concierto durante meses, quedé fascinado con él y me di cuenta de la gran obra que era".

A continuación se produjo una disputa entre el pianista y el compositor respecto de la interpretación correcta de la obra. Como resultado de esta pelea, Wittgenstein estrenó el concierto no en París sino en Viena, bajo la dirección, no de Ravel sino de Robert Heger. Sin embargo, los desacuerdos fueron superados y un año más tarde Ravel dirigió el estreno en París, con Wittgenstein en el teclado. Se los comprometió a presentar la obra nuevamente, en Montecarlo, pero Ravel, que ya sufría de las enfermedades que iban a ser fatales para él neurastenia, ataxia y afasia debió pedirle a Paul Paray que lo remplazara como director.
Ravel pronto terminó el Concierto en Sol mayor. Le dijo a su editor que:

Planificar los dos conciertos para piano simultáneamente era una experiencia interesante. El concierto en el que apareceré como intérprete es un concierto en el verdadero sentido de la palabra: quiero decir que está escrito en gran medida con el mismo espíritu que los de Mozart y Saint-Saéns... El Concierto para la Mano Izquierda es muy diferente. Contiene muchos efectos del jazz y la escritura no es tan liviana. En una obra de este tipo, es esencial dar la impresión de una textura no más delgada que la de una parte escrita para ambas manos. Por la misma razón recurrí a un estilo que está más cerca del de la clase más solemne del concierto tradicional.


Los efectos de jazz que aparecen en el Concierto en Re menor provienen del reciente viaje de Ravel a Estados Unidos. Conoció al director Paul Whiteman y pasó varias veladas visitando clubes de jazz en Harlem en compañía de George Gershwin. En una charla pública que pronunció en Houston predijo que el futuro de la música artística en Estados Unidos dependía del compromiso de los compositores norteamericanos con el jazz: "Quizás esta música nacional norteamericana de ustedes pueda incorporar una buena cantidad del ritmo rico y divertido de vuestro jazz, una buena cantidad de la expresión emocional de sus blues y una gran cantidad del sentimiento y el espíritu característicos de sus melodías y canciones populares que, como corresponde, derivan y a la vez contribuyen a una noble herencia en la música."

Ravel se dio cuenta de que había algo de artificial en un compositor europeo que buscara inspiración en el jazz norteamericano. Sabía que los compositores norteamericanos podrían comprender el jazz de un modo más profundo de lo que él jamás podría esperar lograrlo. A lo largo de su carrera, sin embargo, el francés se inspiró en fuentes extranjeras (como el vals vienes, en el que modeló Valses nobles et sentimentales y La Vals) y se recreó con desafíos artificiales (tales como componer un concierto para una sola mano). Por lo tanto, rápidamente adoptó ciertos manierismos del jazz que había escuchado en Nueva York y en Hollywood.

Ravel fue uno de los grandes orquestadores de todos los tiempos. Su capacidad puede percibirse a lo largo de todo el concierto, especialmente en los pasajes más plenos. Pero se debe escuchar cuidadosamente la extraordinaria originalidad de la apertura, baja y tranquila; un sonido diferente del que haya aparecido en cualquier música anterior. Los violonchelos y la mitad de los bajos de cuerdas sostienen un acorde abierto, que la otra mitad de los bajos arpegia con las cuerdas abiertas. Luego se agrega una melodía en el más improbable de los instrumentos solistas: el contrafagot. Ravel escribe para este instrumento potencialmente engorroso con tal facilidad y elegancia que se nos brinda (al oyente ¡y al contrafagotista!) el raro placer de oírlo cantar, tanto en sus registros más bajos como en los más altos, con un lirismo encantador.

A medida que la orquesta crece, su sonoridad es constantemente fresca e imaginativa. El clímax de este primer gran crescendo es la entrada del piano en una cadenza. Ahora escuchamos la imaginación de Ravel para la sonoridad transferida a un solo instrumento solista. El se las arregla, mediante el uso cuidadoso del pedal, para sostener los acordes y las notas de la melodía mientras las figuras vigorosas del acompañamiento son tocadas en un registro más bajo, para hacer que la escritura del solo suene como música a dos manos. En efecto, la mayor parte de esta cadenza parece, en el papel, que estuviera destinada a ambas manos y en efecto suena de ese modo. Se necesita un pianista excepcional (tal como se necesitó un compositor excepcional) para dar vida a esta música desafiante.

Después de que la orquesta desarrolla la melodía tocada originariamente por el contrafagot, el piano toca otro solo (con ligero acompañamiento orquestal). Esta vez la música es lírica, pero de nuevo suena como si estuvieran tocando dos manos, porque hay una melodía madura y continua en el registro superior y simultáneamente un acompañamiento arpegiado en el registro bajo. Nuevamente el pedal ayuda a crear la ilusión de dos manos, aunque esta vez el desafío es mayor, porque el pianista debe proyectar lirismo sostenido mientras de hecho su mano está constantemente saltando de una parte a otra del teclado.

La segunda sección de este concierto de un solo movimiento es un scherzo, escoltado por un rápido descenso en los vientos a los que responde una escala descendente en los trombones. Cuando el piano finalmente presenta la melodía principal, escuchamos el sorprendente parentesco del concierto con el jazz. Abundan las notas del blues, como por ejemplo el empleo de los terceros grados de la escala elevados y bajados simultáneamente o el séptimo grado bajado. Luego, en la sección del scherzo, escuchamos una melodía inspirada en los blues, tocada por un fagot alto solista, que suena casi como un saxofón del jazz.

Esta melodía se torna todavía más furtiva cuando es asumida por un trombón. Lo que es claramente distinto del jazz respecto de este tema, sin embargo, es el modo en el que, en efecto, está tocando en un tiempo diferente respecto de su acompañamiento. Como Ravel posteriormente desarrolla las complejidades rítmicas sugeridas, en toda la orquesta con el piano, la música se hace muy intrincada y excitante.

La sección final comienza con una suntuosa reafirmación de los materiales de la apertura. Sigue a continuación una cadenza espectacular, en la que el pianista debe mover la mano de uno a otro extremo del teclado en rápida sucesión de arpegios y, al mismo tiempo, resaltar una superposición melódica: ¡tarea ímproba, incluso para dos manos! Después de la cadenza, la música de la apertura regresa brevemente una vez más y luego el concierto concluye pícaramente con una breve reminiscencia del scherzo.



http://www.hagaselamusica.com/clasica-y-opera/obras-maestras/concierto-para-piano-para-la-mano-izquierda-de-maurice-ravel/

domingo, 19 de octubre de 2014

La luna - Jaime Sabines

La luna se puede tomar a cucharadas 
o como una cápsula cada dos horas. 
Es buena como hipnótico y sedante 
y también alivia 
a los que se han intoxicado de filosofía. 
Un pedazo de luna en el bolsillo 
es mejor amuleto que la pata de conejo: 
sirve para encontrar a quien se ama, 
para ser rico sin que lo sepa nadie 
y para alejar a los médicos y las clínicas. 
Se puede dar de postre a los niños 
cuando no se han dormido, 
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos 
ayudan a bien morir. 

Pon una hoja tierna de la luna 
debajo de tu almohada 
y mirarás lo que quieras ver. 
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna 
para cuando te ahogues, 
y dale la llave de la luna 
a los presos y a los desencantados. 
Para los condenados a muerte 
y para los condenados a vida 
no hay mejor estimulante que la luna 
en dosis precisas y controladas.




Canciones con historia: «Candle in the Wind», de Elton John, la canción más vendida en la historia del Reino Unido

Se han vendido casi cinco millones de copias desde que comenzaron a elaborarse las listas de éxitos en 1952


"Candle in the Wind" de Elton John es, con casi cinco millones de copias, la canción más vendida en el Reino Unido desde que comenzaron a elaborarse las listas de éxitos en 1952, informó la empresa Official Charts Company.

El tema, compuesto inicialmente en 1973 en honor a Marilyn Monroe, fue reescrito como tributo a la princesa Diana de Gales tras su fallecimiento en un accidente de circulación en 1997 y ha vendido en total 4,9 millones de copias.

En segundo y tercer lugar figuran respectivamente "Do They Know it's Christmas?" de la organización musical benéfica Band Aid, con 3,69 millones de copias, y "Bohemian Rhapsody" de Queen, con 2,36 millones de copias. Los tres sencillos encabezan la lista de éxitos musicales en el Reino Unido más completa hasta el momento, elaborada por Official Charts Company -empresa encargada de elaborar las listas oficiales de álbumes y sencillos más vendidos en el Reino Unido- para conmemorar su 60 aniversario.

En los últimos sesenta años más de 32.000 canciones han formado parte de las listas de éxitos del Reino Unido, pero sólo 123 han logrado vender más de un millón de copias, logro que les ha hecho merecedores de un espacio en el libro "The Million Sellers".

Integrantes de un selecto grupo


Con dos millones de copias vendidas figuran "Mull of Kintyre", compuesta por Paul McCartney y Denny Laine e interpretada por Wings; "You're The One That I Want" de John Travolta y Olivia Newton-John; "Rivers of Babylon" de Boney M y "Relax" de Frankie Goes To Hollywood.

La lista de más de un millón de copias vendidas incluye también cinco temas de The Beatles - "She Loves You", "I Want to Hold your Hand", "Can't Buy Me Love", "I Feel Fine" y "Day Tripper"- todas ellas con más de 1,39 millones. Michael Jackson, Whitney Houston, Aqua, Cher, Bryan Adams, John Lennon, Britney Spears, Celine Dion, George Michael, Oasis y Elvis Presley son otros de los artistas que se han ganado un hueco en esta clasificación.

Según Martin Talbot, director de la Official Charts Company, solo durante el año pasado se vendieron 178 millones de copias de canciones en el Reino Unido, una cifra que se espera que ascienda a 190 millones en 2012.



ANTIGUA BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍA (Segunda Parte)

Destrucción

Atribución del incendio a Julio César

Suele afirmarse, equivocadamente, que el primero de todos los ataques contra la Biblioteca de Alejandría fue el perpetrado por los romanos: Julio César, en persecución de Pompeyo, derrotado en Farsalia, arribó a Egipto para encontrarse con que su antiguo compañero y yerno había sido asesinado por orden de Potino, el visir del rey Ptolomeo XIII Filópator, para congraciarse con su persona. Egipto padecía una guerra civil por la sucesión del trono, y pronto César se inclinó a favor de la hermana del rey, Cleopatra VII. Consciente de que no podría derrotar a Roma, pero sí a César, y ganarse la gratitud de sus rivales en el Senado, Potino le declaró la guerra. El 9 de noviembre del 48 adC, las tropas egipcias, comandadas por un general mercenario de nombre Aquila, asediaron a César en el palacio real de la ciudad e intentaron capturar las naves romanas en el puerto. En medio de los combates, teas incendiarias fueron lanzadas por orden de César contra la flota egipcia, reduciéndola a las llamas en pocas horas.

Por algunas fuentes clásicas puede parecer que este incendio se habría extendido hasta los depósitos de libros de la Gran Biblioteca, cercanos al puerto. Séneca confirma en su De tranquilitate animi la pérdida de 40.000 rollos en este desafortunado incidente (“quadraginta milia librorum Alexandriae arserunt”), citando su fuente, el perdido libro CXII de Tito Livio, quien fue contemporáneo del desastre. Paulo Orosio reitera en pleno siglo V esta cifra en su Historiarum adversum paganos: “...al invadir las llamas parte de la ciudad consumieron cuarenta mil libros depositados por casualidad en los edificios...” Dión Casio alude a la destrucción de los almacenes (apothekai) del puerto, algunos de los cuales contenían rollos. Por su parte, Plutarco de Queronea es el primero en mencionar de modo explícito la extensión del fuego a la gran Biblioteca de Alejandría como si hubiera quedado reducida a cenizas para siempre, y no sólo un descalabro parcial. Sin embargo, tajante afirmación de Plutarco acerca del incendio de la Biblioteca parece tener origen en un error filológico, provocado por el cambio de significado de término griego bibliotheke a finales del siglo I y principios del II. La palabra perdió su connotación de “biblioteca” para significar “colección de libros” (como la “Biblioteca Histórica” de Diodoro Sículo). Entretanto, “biblioteca” se designaría como apothekai tôn bibliôn(literalmente: almacén de libros), y el diferente significado atribuido a estos términos habría dado lugar a la confusión. Aulo Gelio , y el muy posterior Amiano Marcelino aportan una información similar a la anterior, siendo víctimas del mismo error de significado, probablemente repetido por la ignorancia o la credulidad de sus contemporáneos.
Se pueda afirmar sin duda alguna que la Gran Biblioteca alejandrina y sus tesoros no resultaron destruidos en el incendio del año 48 adC. Los famosos 400.000 tomos que habrían ardido fueron en realidad 40.000, depositados en almacenes del puerto, probablemente en espera de ser catalogados para la Biblioteca, o para su exportación a Roma, tal como indican el Bellum Alexadrinum, Séneca y Dión Casio.

Supervivencia de la Biblioteca

Después del desastroso incendio, la muerte de César y del ascenso de Augusto, Cleopatra VII se refugió en la ciudad de Tarso (en la actual Turquía) junto con Marco Antonio. Fue entonces cuando el triunvito le ofreció los 200.000 manuscritos traídos desde la biblioteca de Pérgamo (en Asia Menor), que Cleopatra depositó en la biblioteca como compensación por cualquier posible pérdida.
La existencia de la Biblioteca tras su supuesta destrucción queda confirmada por una inscripción hallada a principios del siglo XX, dedicada a Tiberio Claudio Balbilo. Como se apunta en Handbuch der Bibliothekswissenschaft (Georg Leyh, Wiesbaden 1955), Balbilus desempeñaba un cargo “supra Museum et ab Alexandrina bibliotheca” combinando la dirección del Museo y las bibliotecas como si de una academia se tratara.
Cayo Suetonio Tranquilo tampoco dice nada de la destrucción de la Gran Biblioteca. Es más, en su biografía de Claudio refiere que el Emperador, tras escribir en griego una historia de los etruscos y otra sobre los cartagineses (hoy perdidas), quiso celebrar la escritura de estos libros y creó un anexo del Museo:
“…añadió al antiguo Museo de Alejandría otro nuevo que llevaba su nombre y se estableció que todos los años, en determinados días, se habría leer en las salas públicas de recitación, en uno de los museos, la historia de los etruscos, y la de los cartagineses en el otro, ambas, y cambiando de lector a cada libro...
Vidas de los Doce Césares, Vida de Claudio, 42
. Ello da a entender de manera más que manifiesta que el viejo Museo seguía existiendo y en pleno funcionamiento. El mismo Suetonio, al narrar la vida de Domiciano, indica que mandó restaurar con grandes gastos bibliotecas incendiadas a lo largo y ancho del Imperio, haciendo buscar por todas partes nuevos ejemplares de las obras perdidas, y "envió a Alejandría una misión para sacar esmeradas copias o corregir los textos" . Un tercer testimonio es el de Ateneo de Naúcratis (c. 200) que escribió detalladamente en suDeipnosophistae sobre la riqueza de Ptolomeo II, y el número y poderío de sus flotas. Pero al llegar al Museo y a la Gran Biblioteca, dice:
“¿Para qué referirse a los libros, al establecimiento de las bibliotecas y las colecciones en el Museo, cuando están en la memoria de todo hombre?”

Los desastres de los siglos III y IV
Sin embargo, a finales del siglo II y a lo largo del III, una serie de desastres se abatieron sobre la antigua capital de los Ptolomeos: en primer lugar, la llamada Guerra Bucólica (172-5), que se extendió hasta Alejandría; a ésta siguieron la rebelión de los usurpadores Avidio Casio (175) y Pescenio Níger (193-4); el brutal saco de Alejandría por capricho de Caracalla (215); la pléyade de tumultos y revueltas civiles y militares que hubo durante la Anarquía Militar a raíz de la crisis económica y la aplastante presión fiscal; los ataques de los blemmíes… La ciudad fue destrozada por Valeriano (253); de nuevo en 269, cuando se dio la desastrosa conquista de la ciudad por Zenobia, reina de Palmira; y en el 273, cuando Aureliano, al reconquistarla para los romanos, saqueó y destruyó completamente el Bruchión, desastre al que no pudieron sobrevivir ni el Museo ni la Biblioteca. Se dice que en aquella ocasión los sabios griegos se refugiaron en el Serapeo, que nunca sufrió con tales desastres, y otros emigraron a Bizancio. Finalmente, en 297 la revuelta del usurpador Lucio Domicio Domiciano acabó con Alejandría tomada y saqueada por las tropas de Diocleciano, tras un asedio de ocho meses (victoria conmemorada por el llamado “Pilar de Pompeyo”). Se dice que tras la capitulación de la ciudad, Diocleciano ordenó que la carnicería continuara hasta que la sangre llegara a las rodillas de su caballo. La accidental caída de éste libró a los alejandrinos de la muerte, y para conmemorar el hecho erigieron una estatua al caballo. Diocleciano ordenó asimismo quemar millares de libros relacionados con la alquimia y las ciencias herméticas, para evitar que alguien pusiera en peligro la estabilidad monetaria que a duras penas se había conseguido restaurar.

En 330, con la fundación de la nueva capital imperial, Constantinopla, es probable que parte del contenido del Serapeum fuera incautado por las autoridades imperiales y trasladado a la Nueva Roma.
Para colmo, entre 320 y 1303 hubo 23 terremotos en Alejandría. El del 21 de julio de 365 fue particularmente devastador. Según las fuentes, hubo 50.000 muertos en Alejandría, y el equipo de Franck Goddio del Institut Européen d´ Archéologie Sous-Marine, ha encontrado en el fondo de las aguas del puerto cientos de objetos y pedazos de columnas que demuestran que al menos el veinte por ciento de la ciudad de los ptolomeos se hundió en las aguas, incluyendo el Bruchión, supuesto enclave de la Biblioteca.

Los cristianos
A finales del siglo IV, el emperador Teodosio el Grande, en respuesta a una petición del patriarca de Alejandría, envió una sentencia de destrucción contra el paganismo en Egipto: en el año 391, el patriarcaTeófilo de Alejandría demolió el Serapeo al frente de una muchedumbre fanática y sobre sus restos se edificó un templo cristiano. Parece que es en este momento cuando la Biblioteca-hija del Serapeo fue saqueada y desperdigada o destruida. El sucesor de Teófilo, su sobrino Cirilo, se dedicó a eliminar a los filósofos, entre los que se encontraba la última directora de la Academia, Hipatia; su asesinato en el 412 marca el fin de la filosofía y la enseñanza neoplatónica en todo el Imperio romano.

Aunque el Serapeum fuera destruido por órdenes de Teófilo, no hay un acuerdo entre los historiadores en torno a quiénes destruyeron los libros del Museo. Algunos creen que seguramente se salvaron buena parte de los libros de la biblioteca, toda vez que la destrucción era previsible. Pero en la colina donde estaba el templo de Serapis nunca se volvió a reconstruir la biblioteca. Cuatro años después de la muerte de Hipatia, en 416, el teólogo e historiador hispanorromano Paulo Orosio vio con mucha tristeza las ruinas de aquella ciudad que había sido magnífica y los restos de la biblioteca en la colina, confirmando que "sus armarios vacíos... fueron saqueados por hombres de nuestro tiempo".

Los árabes
En el siglo VI hubo en Alejandría luchas violentas entre monofisitas y melquitas y más tarde aún, en el 616 los persas de Cosroes II tomaron la ciudad. Alejandría seguía siendo, no obstante, una de las mayores metrópolis mediterráneas en el momento de la conquista musulmana, en 642, tras 14 meses de asedio. El historiador Eutiquio cita una carta escrita hacia el viernes de la luna nueva de Moharram del año vigésimo de la Hégira donde el comandante musulmán Amr ibn al-Ass, al entrar en la ciudad, se dirigió al segundo sucesor de Mahoma, al califa Umar ibn al-Jattab e hizo un inventario de lo encontrado en la ciudad de Alejandría: "4.000 palacios, 4.000 baños, 12.000 mercaderes de aceite, 12.000 jardineros, 40.000 judíos y 400 teatros y lugares de esparcimiento".
El cronista y pensador atristotélico Ibn al-Kifti, afirmó en sus páginas que Amr se entrevistó con el comentarista aristotélico Juan Filópono, quien le pidió tomar una decisión sobre el futuro de los libros de la Biblioteca debido a que las actividades de este lugar estaban momentáneamente suspendidas. Amr no se atrevió a responder, y prefirió enviar otra misiva al califa, pidiendo instrucciones. La epístola tardó más de treinta días en llegar a las manos del polémico Omar, quien estaba ocupado para ese entonces en sus conquistas y en la redacción escrita del Corán. Pasados treinta días más, Amr recibió la respuesta través de un mensajero y leyó, no sin pesadumbre, a Filópono la decisión de Omar:
“Con relación a los libros que mencionas, aquí está mi respuesta. Si los libros contienen la misma doctrina del Corán, no sirven para nada porque repiten; si los libros no están de acuerdo con la doctrina del Corán, no tiene caso conservarlos”.
Amr lamentó este criterio, pero fue obediente, según el historiador Abd al-Latif, y no vaciló en cumplir la orden recibida, con lo que la biblioteca de Alejandría fue incendiada y totalmente destruida. Añade Ibn al-Kifti que los papiros sirvieron como combustible para los baños públicos por espacio de seis meses.
No obstante, hay historiadores que consideran espurios estos datos por dos razones:
1.   No hay ningún testigo coetáneo de los hechos. Abd al-Latif e Ibn al-Kifti vivieron entre los siglos XII y XIII, es decir, al menos seis y siete siglos posteriores al acto.
2.   Juan Filópono no pudo conversar con Amr, porque vivió en el siglo VI y no en el VII.
Algunos, como Bernard Lewis, sostienen que esta historia es falsa de principio a fin.
En cualquier caso, ninguno de los restantes reductos de la cultura helénica que aún atesoraba la antigua ciudad de los lágidas sobrevivió a la ocupación árabe. Si acusar a los árabes como únicos responsables de la destrucción de la Gran Biblioteca es un error, el exculparlos lo es igualmente. No se puede descartar la responsabilidad de los sarracenos, ya que Cartago, Cesarea de Palestina, Leptis Magna y otras grandes metrópolis romanas que aún subsitían en el siglo VII fueron arrasadas durante la expansión del Islam. La biblioteca de Cesarea, que contenía la mayor colección de obras cristianas del Imperio, desapareció sin que se sepa su destino, y seguramente fue destruida.
Con respecto a Alejandría, en 645 la ciudad abrió sus puertas a una expedición romana de auxilio, pero al año siguiente cayó nuevamente en manos musulmanas. A partir de entonces la importancia y población de la ciudad cayeron en picado, en beneficio de la nueva capital de los conquistadores Fustat (El Cairo).

Curiosidades y anécdotas
En la literatura apócrifa judía existe un libro que lleva el título de Cartas de Aristeas a su hermano Filócrates, que se supone escrito entre los años 127 a 118 adC. En esta obra se narra un hecho histórico: En el reinado de Ptolomeo II (285-247 adC) trabajaba en el Museo un bibliotecario llamado Demetrio de Falero (o Falerio), un entusiasta de la biblioteca que luchó toda su vida por su engrandecimiento. Demetrio rogó al rey que pidiera por medios diplomáticos a la ciudad de Jerusalén el libro de la Ley judía y que también hiciera venir a Alejandría a unos cuantos traductores para traducir al griego los cinco volúmenes de dicho texto hebreo de la Torá (llamado después de la traducción Pentateuco, en griego), es decir los cinco primeros libros del Antiguo Testamento. Eleazar, el sacerdote de Jerusalén, envió a Alejandría a 72 sabios traductores que se recluyeron en la isla de Faros (frente a Alejandría) para hacer el trabajo, se dice que en 72 días. Se considera que esta fue la primera traducción de la historia, a la que se llamó Septuaginta o Biblia de los Setenta o de los LXX, porque redondearon el número de 72 traductores a 70.
En otra ocasión, Demetrio de Falero (que además era un gran viajero), estando en Grecia, convenció a los atenienses para que enviasen a Alejandría los manuscritos de Esquilo (que estaban depositados en el archivo del teatro de Dionisos, en la ciudad de Atenas), para ser copiados. Cuando se hacía una petición como ésta, la costumbre era depositar una elevada cantidad de dinero hasta la devolución de los textos. Los manuscritos llegaron al Museo, se hicieron las copias correctamente, pero no volvieron a su lugar de origen, sino que lo que se devolvió fueron las copias realizadas en la biblioteca. De esta manera Ptolomeo Filadelfo perdió la gran suma del depósito cedido, pero prefirió quedarse para su biblioteca el tesoro que suponían los manuscritos.
En el Concilio de Nicea (año 325) se decidió que la fecha para la Pascua de la Resurrección fuera calculada en Alejandría, pues por aquel entonces el Museo de esta ciudad era considerado como el centro astronómico más importante. Después de muchos estudios resultó una labor imposible; los conocimientos para poderlo llevar a cabo no eran todavía suficientes. El principal problema era la diferencia de días, llamada spacta, entre el año solar y el año lunar además de la diferencia que había entre el año astronómico y el año del calendario juliano, que era el que estaba en uso.
La biblioteca completa del filósofo Aristóteles, su obra y sus libros se custodiaban en este lugar. Algunos autores creen que la compró Ptolomeo II. Todo se perdió. Había también veinte versiones diferentes de la Odisea, la obra La esfera y el movimiento de Autólico de Pitano, Los Elementos de Hipócrates de Quíos y tantas obras de las que no se conserva más que el nombre y el recuerdo.
En Alejandría las copias se hacían siempre en papiro y además se exportaba este material a diversas regiones. La ciudad de Pérgamo era una de las que más utilizaba el papiro, hasta que los reyes de Egipto decidieron no exportar más para tener ellos en exclusiva dicho material para sus copias. En Pérgamo empezaron a utilizar entonces el pergamino, conocido desde muchos siglos atrás, pero que se había sustituido por el papiro por ser este último más barato y fácil de conseguir.
Los papiros jamás se plegaban: se enrollaban. Las primeras obras se presentaban en rollos (volumen en latín). Cada volumen estaba formado por hojas de papiro unidas unas a otras formando una banda que se enrollaba sobre un cilindro de madera. Los textos estaban escritos en columnas, en idioma griego o demótico, con tinta amarilla diluida en mirra. Los escribas utilizaban un solo lado y escribían con una caña afilada, el cálamo. Los rollos etiquetados, estaban colocados en cajas que se depositaban en el interior de armarios murales (armaria), ordenados por materias: textos literarios, filosóficos, científicos y técnicos. Posteriormente, se hizo según el orden alfabético de los nombres de autores.


http://www.letraherido.com/21030301antiguaalejandria.htm




La elegida – Elton John


Te vi bailando en el océano
Corriendo por la arena
Un espíritu nacido de la tierra y el agua
Fuego volando de tus manos

En el instante que amas a alguien
En el momento en que el martillo pega
La realidad sube por tu espina dorsal
Y las piezas por fin encuentran su lugar

Y todo lo que siempre necesité es a la elegida 
Como los campos por los que corren los caballos salvajes
Donde las estrellas chocan como tu y yo
Sin sombras que tapen el sol
Eres todo lo que siempre necesité
Nena tu eres la elegida

Hay caravanas que seguimos
Noches de borrachera en hoteles obscuros
Cuando las oportunidades suspiran en el silencio
Donde el sexo y el amor ya no cuajan

Por que cada hombre en su tiempo es Caín
Hasta que camina por la playa
Y ve su futuro en el agua
Un corazón perdido fuera de su alcance


MADRE - NUBELUZ


En tí existió el poder 
De darme la vida 
Que es la escencia divina. 
Por tí yo pude aprender 
Todo lo que es bueno 
Y malo en la vida. 

Madre, yo quisiera entregarte en mi canción 
Algo de lo mucho que hay en tu corazón 
Por tí yo aprendí a soñar 
Yo aprendí a vivir. 

Por tí yo soy, por tí seré 
Y aunque no estés madre querida 
Te recordaré. 
Y tu ilusión, tu amor, tu fé 
Será el espejo donde yo siempre 
Me reflejaré. 

Por tí yo pude aprender 
Todo lo que es bueno 
Y malo en la vida. 

Madre, yo quisiera entregarte en mi canción 
Algo de lo mucho que hay en tu corazón 
Por tí yo aprendí a soñar 
Yo aprendí a vivir.

Bella canción que me dedicaba en su infancia mi hijo mayor Germán y que le canté a mi madre en su día (como lo es hoy en Argentina), mientras tuve la fortuna de tenerla conmigo...