miércoles, 17 de septiembre de 2014

FILOSOFIA PARA LA VIDA
Siddharta, de Hermann Hesse

“No creo en nuestra ciencia, ni en nuestra política, ni en nuestra manera de pensar, y no comparto ni uno solo de los ideales de nuestro tiempo. Pero no carezco de fe. Creo en las leyes milenarias de la humanidad, y creo que sobrevivirán a toda la confusión de nuestra época actual… Creo que, pese a su aparente absurdo, la vida tiene un sentido” (Hermann Hesse).

Una de las obras literarias más leídas en el s. XX y que seguro seguirá siendo leída en este nuevo siglo  XXI es Siddhartha, del premio Nobel de literatura de 1946, el escritor alemán Hermann Hesse.
Esta novela fue publicada en el año 1922, cuando el autor tenía cuarenta y cinco años de edad y ya se había consagrado como literato reconocido gracias a sus obras Peter Camenzid(1904), Bajo la rueda (1906), Knulp (1915) y Demian (1919), entre otras.

Hermann Hesse siempre se presentó a sí mismo como un buscador, como un hombre que quería ahondar constantemente en el significado de la vida, en el destino, en las profundidades del alma humana. Y ahí radica precisamente su fuerza, en el hecho de que supo acercarse a lo atemporal, a las preguntas inherentes a la condición humana. Por ello ha pasado un siglo prácticamente desde la publicación de la primera obra que le hizo famoso, su Peter Camenzid, y sin embargo, sus obras siguen siendo leídas con la misma admiración que entonces.
Es importante mencionar que el interés de H. Hesse por la filosofía y la mística de la India era en realidad un interés familiar, porque tanto su abuelo materno, el famoso sanscritista Gundert, como su padre, Johannes Hesse, habían sido misioneros pietistas en la India. En su hogar estaban tan presentes las concepciones cristiano-protestantes como la hinduista-budista de la vida. De hecho, H. Hesse siempre señaló que la obra Siddhartha era la obra de su propio credo. Todos los personajes de sus novelas fueron una parte importante de su propia alma, rebelde e incansable buscadora de valores perdurables y comunes a toda la Humanidad.

La trama de la novela
Siddharta, el protagonista de la novela, es un destacado hijo de brahmanes (casta sacerdotal de la India), que no encuentra por medio de la religiosidad reglamentada una forma para poder satisfacer sus ansias de verdad, de encontrar la causa primera de las cosas. Tanto es así, que decide abandonar su hogar familiar contra la voluntad de su padre. Lo hace en compañía de su amigo Govinda, que lo secunda.
En busca de verdades más directas y desprendidas de formalismos vacíos, se une a un grupo de samanas, nombre que recibían los ascetas que vivían en las montañas alejados de los convencionalismos sociales, realizando largas meditaciones y sacrificios del cuerpo. El objetivo de estas estrictas austeridades era alcanzar, superando los personalismos, el Atman, la causa primera, la Unidad que todo lo abarca.
Pero tampoco junto a los samanas del bosque consigue su anhelo de verdad, y entiende que la verdad de la vida toda no la podría nunca encontrar anulando una parte de esa vida toda, su propio cuerpo, soporte de su existencia. Junto con su amigo, abandona a los samanas y emprenden un viaje en busca de Buda (s. VI a.C.), de Gautama, que quiere decir “El victorioso en la Tierra”, del que se decía que precisamente había conseguido esta seguridad, esta armonía, esta plenitud en la vida.
Cuando los dos muchachos se encuentran con el Buda histórico, quedan realmente impresionados por lo que este hombre desprendía de sí, efectivamente, esa serenidad, ese saber estar en el justo medio, ese saber entender más allá de las aparentes contradicciones de la vida. Govinda decide quedarse en la orden del Buda, el Shanga, como monje. Pero Siddharta, aun en la certeza de que el Buda había llegado a su ansiada meta, entiende algo que el mismo Buda enseñaba; las doctrinas son bastones que pueden ayudar a llevarnos al conocimiento, pero que solo el esfuerzo individual de cada ser humano puede llevarle finalmente a la perfección anhelada. Las doctrinas son un medio y no un fin.
Regresa a la ciudad en la búsqueda de su propio camino de perfección. Por su elección, se hace discípulo de una bella cortesana, Kamala, que le enseñó todos los secretos del amor. También se hace discípulo de Kamaswami, que era el más rico de los comerciantes de la ciudad. Pasa veinte años con ellos para entender basándose en su propia experiencia que tanto la búsqueda del placer de la vida que experimentó en esos veinte años como la austeridad en extremo que había practicado con los samanas nunca le llevarían al Atman, a la perfección, a entender el sentido profundo de la vida, sueño alado que le había movido tanto tiempo atrás y que estaba a punto de olvidar.
Abandona la ciudad, a su amante y a un hijo que estaba en su seno sin él saberlo. Finalmente se une al barquero Vasudeva, con el que ya se había cruzado en otra ocasión, pero al que él en aquel momento no supo reconocer como instructor. El barquero lo iniciará en el arte de entender el lenguaje del río en el que navegan, que no es más que una metáfora del río de la vida, del sentido de la vida. Finalmente, Siddhartha conquista en base a su propio esfuerzo, a la comprensión profunda del lenguaje del río de la vida y a la ayuda de todos los seres humanos con los que se encontró a lo largo de su intensa vida, la fusión con el todo, con el Atman, estrella dorada que lo había alentado desde su juventud.

Los personajes
La obra Siddhartha está llena de conceptos de la filosofía hinduista-budista tan importantes como el Karma, el Nirvana o la Rueda del Samsara, pero en este breve artículo periodístico nos centraremos en el simbolismo y los mitos que aparecen en la obra.
Todo el que ha leído a Hesse sabe que deja un sabor a belleza y a profundidad en el alma. Hesse siempre dominó el arte de elevarnos al plano del mito, al mundo de los símbolos donde hay realidades universales, válidas para todos los seres humanos. Es inevitable leer una obra de Hesse y sentirse identificado con algunos de sus personajes o parte de todos ellos.
La bella cortesana Kamala y el comerciante Kamaswami son personajes dominados en sus vidas por lo que Platón llamó la parte concupiscible del alma humana, aquella que gusta de los objetos sensibles, que apetece de forma desmedida bienes materiales, aquella que nunca se conforma con lo que tiene o lo que la vida le da y siempre quiere más, más posesiones externas, mayor seguridad, mayor comodidad, mayor prestigio social.
Si vamos a la etimología de las palabras, nos encontramos con que los dos tienen la misma a raíz “kama”, que precisamente quiere decir, “deseo” en sánscrito, la antigua lengua de los brahmanes. Literalmente, Kamala quiere decir aquello que es querible, que es deseable, representa el vivir para satisfacer los sentidos, sin preocuparse de a qué puede llevarnos esa simple corriente de sensaciones. Mientras que Kamaswami quiere decir “el maestro de los deseos”, aquel que sabe hacer realidad sus deseos materiales pero que curiosamente es temeroso, tiene miedo de perder aquello que con tanto esfuerzo logró conseguir.
El barquero Vasudeva representa al hombre sabio, a aquel que ya encontró el fin de toda búsqueda, el sentido profundo de la vida, de la propia vida. Curiosamente Hesse dio a este personaje el nombre del padre de Krishna, uno de los grandes sabios de la humanidad, inspirador de la gran obra épica de la filosofía brahmánica el Baghavad Gita.
Vasudeva, como encarnación del hombre sabio, está caracterizado por un anciano, símbolo de experiencia, de las pruebas superadas en la vida. Su virtud principal es que posee el arte de saber escuchar ante todo a la vida y también a todos los seres humanos, sin prejuicios, sin opiniones. Por este motivo, por el valor que se da en Oriente a la virtud de saber escuchar, de interpretar el significado de la vida, en la iconografía oriental se representan las imágenes de los budas con las orejas grandes.
Siddhartha es símbolo de los seres humanos que estamos a medio camino entre la sabiduría y la ignorancia, entre aquellos que han vislumbrado el sentido profundo de la vida, de la existencia, y aquellos que toman por sentido de la vida la acumulación de bienes y honores. Siddhartha también tiene deseos como Kamala y Kamaswami, pero sus deseos no son de posesiones sino de conocimiento; representaría al filósofo, al amante del conocimiento, a los guerreros del espíritu que quieren superar sus límites e ignorancia para alcanzar las realidades perennes de la vida.
Govinda quiere decir en sánscrito “la parte en que la Luna va menguando”; de ahí que en la obra, Siddhartha llame en alguna ocasión a su amigo “la sombra”. Govinda también representa al hombre que busca, pero sin acabar de asumir su propia responsabilidad, sin riesgos, que quiere caminos ya trillados; por eso en varios momentos de la obra lo que hace es secundar a Siddhartha en sus decisiones, hacerle, en fin, de sombra.
Hesse tiene la genialidad de hacernos sentir que sus personajes son encarnaciones de parcelas del alma humana. Todos tenemos algo de Kamalas, buscamos placeres y rehuimos los dolores, sin pararnos a reflexionar adónde nos llevará esa rueda sin fin. Porque cada placer tiene la semilla del dolor. Sufrimos por conseguir lo que amamos, y sufrimos cuando lo poseemos pensando en su fin. Todos tenemos algo de Kamaswamis en cuanto que nos preocupamos por tener cierta estabilidad y seguridad en la vida. Todos tenemos dentro a un Vasudeva, que cuando lo escuchamos nos recuerda las cosas por las que de verdad vale la pena luchar, que nos recuerda que las posesiones reales de la vida no son materiales, que están en la conquista de nuestros propios miedos y limitaciones y la comprensión de todos los seres. Pero sobre todo, nos hace vivir, soñar, experimentar con Siddhartha, viajeros eternos, buscadores de las causas de la vida más allá de miedos y limitaciones.

El mito
El hilo de fondo de la novela es, precisamente, el hilo de fondo de la vida humana, es el hilo del querer encontrar un sentido, el querer encontrar la verdad en sentido filosófico y amplio de la vida. Entender por qué nacemos, el por qué morimos.
Este mito de la búsqueda lo vamos a encontrar en todas las culturas, lo vamos a encontrar en el mito de Teseo y Ariadna griego, en el Bhaghavad Gita de la India y en el mito cristiano de san Jorge, el dragón y la princesa, donde ese san Jorge no representa ni más ni menos que a ese Siddharta que quiere conquistar a la princesa, que es la sabiduría, la parte más noble, venciendo al dragón, que representa estos miedos y defectos que no nos dejan avanzar.
Dentro de este mito de la búsqueda de la perfección, en la novela podemos hablar de dos viajes. El primero y evidente por el mundo externo, y el segundo por su propio mundo interno. Y es la aventura, la odisea externa la que provoca una odisea o periplo interno mucho más apasionante. Siddhartha se va transformando, va cambiando a lo largo de la obra. Él quiere tener el conocimiento, pero tiene dos velos, sutiles pero reales, que no le dejan ver, es demasiado inteligente, es el más inteligente de los hijos de brahmanes, es el más diligente a la hora de hacer las cosas, es el más atento, tiene toda la erudición de los versos sagrados y, por lo tanto, ya sabe mucho, ¿qué va a aprender? Tiene un orgullo que no le deja aprender de otros y este es su principal velo. Prueba de ello es que la primera vez que se encuentra con el barquero Vasudeva, quien sería al final de la obra su maestro, antes de ir a la ciudad, lo toma como un hombre necio cuando el barquero ya poseía la sabiduría que le transmite al final de la obra. Es aquella vieja enseñanza del Buda: “el ignorante que se cree sabio, realmente es un ignorante”, mientras que “el ignorante que se sabe ignorante, entonces es un sabio”.
Siddhartha tuvo que perderse en lo que son los placeres de la vida, las ansias de poder, para poder vencer este orgullo, para poder sentirse como los demás hombres y romper este velo que lo separaba de los demás. El segundo velo se lo hizo ver Kamala: “Siddharta, tú eres incapaz de amar”. Era incapaz de entregarse, de darlo todo por otro ser humano, y esto era, sumado a su orgullo, lo que lo limitaba. Pero la vida le da un hijo orgulloso e irrespetuoso. Él lo aprecia y quiere facilitárselo todo porque es su hijo, por él va a cometer todas las locuras, y despierta al amor. Pero la vida le hace entender una lección sintetizada de forma genial por el poeta libanés Khalil Gibran en su obra El profeta; nuestros hijos no son realmente nuestros, son hijos de la vida. Los padres solo somos arcos que servimos a la vida para que esa flecha, que son los hijos, tome su propio camino, su propio destino.
Así, el hijo buscó su propio destino, se fue, le dejó. En ese momento, Siddharta mira el río, y el río se ríe, y el río le recuerda algo, le recuerda su imagen, la imagen de otro ser que él en otro tiempo había respetado e incluso temido. Era la imagen de su padre, y él entonces recordó el día en que marchó, y recordó que nunca volvió, y que quizás aquel hombre que tanto le había amado había muerto sin haber vuelto a ver a su hijo. El río se reía, su vida y su historia no eran más que la historia repetida de su padre. Entonces entendía que aquellas cosas que no se viven hasta el final se siguen repitiendo.
Estas eran algunas de las viejas enseñanzas de la India, la enseñanza del Karma, de la que Vasudeva ya le había hablado la primera vez que se encontraron, pero él era demasiado orgulloso para entender. Porque cuando llegaron a la otra orilla, Siddharta le dice que no tenía dinero para pagarle, y el barquero le dice que no importa, que ya contaba con ello; es más, “Todo en la vida vuelve”, ya lo harás en otra ocasión.
Él va a seguir mirando el río, y el río le va a enseñar su imagen entrelazada con la de su padre, con la de su hijo, y al mismo tiempo la imagen de Kamala, y la de Govinda, y la de todos los que había conocido en la vida; cada imagen iba buscando una meta, un fin, con ansiedad, con dolor. Y la consecución de esa meta era el comienzo de otra búsqueda, de otra meta, de otra ansiedad, de otro dolor. El agua del río también buscaba su meta, que era llegar al mar, desde donde se evaporaba para formar nubes que volverían a producir lluvias y a su vez formarían nuevos ríos, nuevos arroyos, nuevos torrentes.
Siddharta va a seguir mirando al río y va a escuchar todas las voces, las voces de alegría, de tristeza, de dolor, de gozo. Cuando escucha atentamente el río y no hace suya ninguna de esas voces, la suma de todas ellas es un único sonido, oye que es la perfección. Entonces Siddharta deja de luchar contra el destino, en ese momento entiende el sentido de la corriente de la vida, en ese momento entiende que la sabiduría es la conciencia de la unidad de las cosas, que la sabiduría es saber ver detrás de todas las ansiedades, todas las luchas de la vida, la de los padres con el hijo, la del joven que lucha por un estatus. Es saber pensar y sentir y vivir en cada momento la Unidad.

http://filosofia.nueva-acropolis.es/2012/siddharta-de-hermann-hesse/

Shiddarta - Hermann Hesse
http://biblio3.url.edu.gt/Libros/2011/Siddharta.pdf



Tributo al magnífico libro de Hermann Hesse que estoy releyendo actualmente...





Preludio en do sostenido menor (Rajmáninov)

El Preludio en do sostenido menor (en ruso: Прелюдия), op. 3, n.º 2, es una de las obras más conocidas de Sergéi Rajmáninov. Es unpreludio escrito en forma ternaria (ABA) en do sostenido menor, de 62 compases, que forma parte de un conjunto de cinco piezas tituladas Morceaux de Fantaisie.
Su estreno tuvo lugar el 8 de octubre de 1892 por el propio compositor al piano, en un festival llamado la Exhibición Eléctrica de Moscú. Tras esta primera interpretación, hubo una crítica en particular hacia el preludio, notando que había «despertado entusiasmo». Desde este momento, su popularidad iría en aumento.
Concepción Esta obra fue una de las primeras que Rajmáninov compuso como "artista libre", tras graduarse en el Conservatorio de Moscú el 29 de mayo de 1892. Interpretó esta nueva obra por primera vez, durante uno de los conciertos de la Exhibición Eléctrica de Moscú el 9 de octubre de 1892. Fue publicada al año siguiente como la segunda de las cinco Morceaux de Fantaisie (op. 3), dedicadas a Anton Arensky, su profesor de armonía del Conservatorio. Debido a que en esa época Rusia no formaba parte del Convenio de Berna de 1886, los editores rusos no pagaban derechos de autor, por lo que la única remuneración económica que obtuvo por la pieza fue de 40 rublos (1.64$, 0.80£).
Obra
El preludio está organizado en tres partes principales y una coda (música). Tres acordes iniciales en fortissimo introducen la lúgubre tonalidad de do sostenido menor que domina la pieza. El motivo cadencial se repite durante toda la obra. En el tercer compás, el volumen cambia a pianississimo para la exposición del tema. a segunda parte es rápida y está marcada como Agitato (agitado), empezando con tresillos llenos de cromatismos. Esto apasionadamente construyó acordes de tresillos entrelazados que descienden en una recapitulación climática del tema principal, esta vez en cuatro pentagramas para hacer más cómoda la lectura de la gran cantidad de notas. Ciertos acordes de esta sección están marcados con un cuádruple sforzando. La pieza cierra con una breve coda de siete compases que acaba silenciosamente.
Recepción
El preludio se convirtió en una de las obras más famosas de Rajmáninov.
Su primo Aleksandr Ziloti fue de vital importancia para asegurar el éxito del preludio por todo el mundo occidental. En otoño de 1898, hizo una gira por Europa del Este y Estados Unidos, con un programa que incluía el preludio. Más tarde, editoriales de Londres sacaron ediciones con títulos tales como El incendio de Moscú, El día del juicio final y El vals de Moscú. En América se conocía también como Las campanas de Moscú.
Rajmáninov empezó a odiar esta pieza al ir su fama ensombreciendo sus otras obras. Era tan popular que se aludía al mismo como El Preludio y las audiencias lo pedían gritando «¡Do sostenido!».
Fue grabado por el compositor tanto por medios eléctricos como en rollos de pianola.
El preludio sirvió de base para la canción Russian Rag de George L. Cobb.

Wikipedia


«La civilización etrusca era autóctona»

Según el genetista italiano Guido Barbujani, que ha dirigido un estudio que secunda la tesis de Dionisio de Halicarnaso
Por Alec Forssmann

La civilización etrusca se desarrolló en Etruria, en el centro de Italia, entre los siglos VIII y I a.C. Este pueblo de orígenes misteriosos ha sido ensalzado por su avanzada cultura política y militar, por su destreza en el arte de la navegación, por sus óptimas tecnologías metalúrgicas, por su perfección en el cultivo de las letras, las ciencias de la naturaleza y la teología, y por su esmerado trabajo agrícola que les proporcionaba abundante riqueza. También fueron amantes del lujo y de los grandes banquetes, además de un pueblo intensamente religioso. Los etruscos creían, como los egipcios, que tras la muerte, el alma del difunto emprendía un viaje al Más Allá, al reino de los muertos. Entre los siglos III y I a.C., los etruscos, bajo el dominio de los romanos, fueron vistos por éstos y por los griegos como un pueblo decadente. La lengua etrusca desapareció, pero una parte de la población no se extinguió tan rápidamente. «No se había resuelto la cuestión sobre si los etruscos desaparecieron en los siglos sucesivos o si parte de su ADN había llegado hasta nosotros», explica a Historia National Geographic Guido Barbujani, genetista del Departamento de Biología y Evolución de la Universidad de Ferrara (Italia), que ha coordinado un estudio sobre el origen y la evolución de los etruscos a través de su ADN mitocondrial, publicado en la revista científica Plos One. «Los arqueólogos no pueden aclarar esta cuestión; nosotros lo hemos intentado», añade.

Durante más de 2.000 años ha habido un desacuerdo sobre el origen biológico de los etruscos, que se establecieron en el territorio que había ocupado anteriormente la cultura vilanoviana. ¿Procedían de Anatolia, como afirmó el historiador griego Heródoto, o eran descendientes de los vilanovianos, como sostenía Dionisio de Halicarnaso? Es decir, ¿eran inmigrantes o autóctonos? La idea que ha perseguido el estudio de Barbujani es la siguiente: en primer lugar extraer ADN válido de huesos pertenecientes a antiguos etruscos y compararlo con el ADN de individuos actuales que residen en la misma área geográfica. «Hemos obtenido el ADN de unos 40 individuos de las necrópolis de Adria, Volterra, Tarquinia, Magliano, Marsiliana, Casenovole y Capua. Hemos descartado las muestras de Adria y de Capua, porque eran colonias etruscas al norte y al sur, respectivamente, de la Etruria clásica», precisa Guido Barbujani. «Hemos comparado el ADN que se ha conservado de los antiguos etruscos con aquel perteneciente a habitantes de cuatro localidades toscanas: tres de ellas ricas en restos etruscos y la cuarta, Florencia, como representante de la población general», añade. Los investigadores han encontrado en Volterra, y sobre todo en el valle del Casentino, una alta probabilidad de que los habitantes actuales desciendan, al menos en parte, de antepasados etruscos. «La herencia biológica de los etruscos continúa presente, no en toda la Toscana, pero sí en algunas localidades», afirma Barbujani.

El segundo experimento ha consistido en comparar las muestras de estos individuos toscanos descendientes de etruscos con muestras modernas de individuos de la región de Anatolia, ocupada actualmente por la parte asiática de Turquía. «Hemos utilizado un método que nos ha permitido calcular cuánto tiempo hace que se produjo una migración entre ambos grupos», explica Barbujani. «Hemos obtenido fechas muy antiguas, de hace más de 5.000 años. Para que Heródoto tuviera razón deberíamos haber encontrado una fecha que se remontase aproximadamente a los 3.000 o 2.800 años, pero no ha sido así. Concluimos, por tanto, que entre Anatolia y la Toscana se han producido migraciones, pero éstas no originaron la civilización etrusca porque son muy anteriores», añade.

El estudio secunda, por tanto, la tesis de Dionisio de Halicarnaso. «Me parece que puedo afirmar que la población etrusca era autóctona, mientras que su civilización puede haber mantenido contactos con Oriente Próximo, pero no los hemos localizado en el ADN», corrobora Barbujani.


http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/historia/actualidad/8088/la_civilizacion_etrusca_era_autoctona.html


La enredadera – José Angel Buesa

En el áureo esplendor de la mañana,
viendo crecer la enredadera verde,
mi alegría no sabe lo que pierde
y mi dolor no sabe lo que gana.

Yo fui una vez como ese pozo oscuro,
y fui como la forma de esa nube,
como ese gajo verde que ahora sube
mientras su sombra baja por el muro.

La vida entonces era diferente,
y, en mi claro alborozo matutino,
yo era como la rueda de un molino
que finge darle impulso a la corriente.

Pero la vida es una cosa vaga,
y el corazón va desconfiando de ella,
como cuando miramos una estrella,
sin saber si se enciende o si se apaga.

Mi corazón, en tránsito de fuego,
ardió de llama en llama, pero en vano,
porque fue un ciego que extendió la mano
y sólo halló la mano de otro ciego.

Y ahora estoy acodado en la ventana,
y mi dolor no sabe lo que pierde
ni mi alegría sabe lo que gana,
viendo crecer la enredadera verde
en el áureo esplendor de la mañana.


LLORANDO EN LA LLUVIA - AHA

Yo nunca te permitiré ver 
La manera en que mi 
corazón roto me está hiriendo 
Tengo mi orgullo y sé como esconder 
Toda mi tristeza y dolor 
Haré mi lloro en la lluvia 

Si espero cielos tormentosos 
No diferenciarás la lluvia de 
las lágrimas en mis ojos 
Tu nunca sabrás que yo aún te amo tanto 
Aunque los dolores del corazón permanecen 
Haré mi lloro en la lluvia 

Gotas de lluvia caen del cielo 
Nunca podrían llevarse mi miseria 
Pero desde que no estamos juntos 
Rezo por tiempo tormentoso 
Para esconder estas lágrimas que 
espero que tu nunca veas 

Algún día cuando mi lloro esté hecho 
Voy a lucir una sonrisa y caminar en el sol 
Puedo ser un tonto 
Pero desde entonces, cariño, 
nunca me verás quejarme 
Haré mi lloro en la lluvia 

Haré mi lloro en la lluvia 
Haré mi lloro en la lluvia 
Haré mi lloro en la lluvia


 TRIBUTO A CHINA ZORRILLA

Murió China Zorrilla, la gran dama de la escena rioplatense

 El mundo del espectáculo rioplatense está de luto. China Zorrilla falleció a los 92 años, luego de permanecer tres días internada en Montevideo por un cuadro de neumonía. Su salud estaba muy deteriorada desde hacía varios meses.
Se llamaba Concepción Matilde Zorrilla de San Martín Muñoz. Era, es y será China Zorrilla , la gran dama del teatro rioplatense. Fue una de las artistas más queridas tanto de su Uruguay natal como de la Argentina. Actriz, comediante y directora, su fama se extendió por Latinoamérica y España a lo largo de más de 60 años de trayectoria, que incluyeron medio centenar de películas, y otro tanto de obras de teatro y teleteatros. Sus personajes marcaron al público rioplatense, tanto por sus participaciones en comedias como en dramas y su prestigio la hizo acreedora de premios por doquier: obtuvo la condecoración de la Legión de Honor del gobierno de Francia y un sello postal honorífico de la República del Uruguay, además de dos Martín Fierro, los premios ACE, Trinidad Guevara, Florencio Sánchez, Konex y tantos más, pero el más importante, tal como ella lo diría, el beneplácito total del público en cada una de sus apariciones en escena.
El aplauso le llenaba el corazón. Amaba el teatro como nada y se sentía la más afortunada por poder dedicarle su vida. "Un día miré a mi papá [el famoso escultor José Luis Zorrilla de San Martín] y le dije que debía ser muy feliz por poder realizarse como escultor en la más completa soledad. Sabés lo que me contestó: "Pero a ti te aplauden". No me voy a olvidar nunca. Y encima nos pagan. Es una profesión única en el mundo", dijo en una ocasión.
China se encontraba retirada de la escena pública desde marzo de 2012, cuando cumplió 90 años y se despidió del mundo del espectáculo. Desde entonces no dio más entrevistas y evitó mostrarse en público. De hecho, no participó de la promoción por el reestreno de Esperando la Carroza, en donde interpreta a la desleal Elvira Romero, personaje de culto dentro del cine argentino. Los años ya le pesaban demasiado, y aunque enviaba felicitaciones a sus colegas por cada estreno en teatro o cine, prefería quedarse en su casa, acompañada de sus íntimos. Carlos Perciavalle, uno de los amigos que la acompañó hasta el final, admitió que a veces no reconocía a la gente, pero dijo que mantuvo el espíritu alegre hasta sus últimos días.

Estirpe de artista y una vida dedicada a la actuación
Nació en Montevideo, Uruguay, el 14 de marzo de 1922, hija de la argentina Guma Muñoz del Campo y del reconocido escultor uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín, autor de los monumentos a Roca y Artigas en Buenos Aires.
Su infancia transcurrió en París, ciudad que eligió su padre para trabajar, pero volvió a Uruguay para finalizar sus estudios en el Colegio Sagrado Corazón de Montevideo. Sus primeros pasos como actriz los dio en el teatro. En 1943, debutó con el grupo teatral Ars Pulcra, de la Asociación de Estudiantes Católicos, en un teatro independiente. Dos años después consiguió una beca del British Council y viajó a Londres para estudiar en la Royal Academy of Dramatic Art.
En 1949 regresó a Uruguay y debutó en Una familia feliz, de Antonio Larreta, en la Comedia Nacional Uruguaya. Esta fue la primera de más de 80 obras que protagonizó en el país, imponiéndose como comediante y actriz dramática. Algunas de sus actuaciones mas recordadas son Madre Coraje y sus hijos, La Gaviota, Las de Barranco, Tartufo yLa Celestina. Fue dirigida por Margarita Xirgú, Armando Discépolo y Orestes Caviglia, entre otros.
Junto con Antonio Larreta y Enrique Guarnero fundó el Teatro de la Ciudad de Montevideo, en 1961, y con este elenco viajó a Buenos Aires, Madrid y París. Dentro del mundo del teatro, "China" se desempeñó también como productora, traductora y directora. Dirigió obras como Ha llegado un inspector, Esquina Peligrosa, La Bohème yUn ballo in maschera. También dirigió la ópera El Barbero de Sevilla en el Teatro Argentino de La Plata.

 Llegó a Buenos Aires en 1971 para rodar su primera película, Un guapo del 900,después de un lapso de cuatro años en el que trabajó como secretaria de una agencia teatral en Nueva York. Su estadía en Buenos Aires se debió a la llegada de la dictadura militar en Uruguay, que la proscribió como artista en el país. En la Argentina, participó de memorables películas como La Mafia, dirigida por Leopoldo Torre Nilsson, Darse cuentay Esperando la carroza, con Alejandro Doria como director, La Peste, Señora de nadie, Elsa y Fred, Tocar el Cielo y Pubis Angelical, entre otras.

Un sueño cumplido y uno imposible
En 1999 estrenó la obra que ella misma reconocería como su trabajo más importante: El camino a la Meca, de Athol Fugard. Pese a que ya era una consagradísima actriz, fue este papel el que le regaló más premios y ovaciones. Estuvo en escena hasta 2005 y si por ella fuera lo hubiera seguido haciendo mucho tiempo más. "Era mi meta artística", dijo tras recibir el ACE y una andanada de nominaciones, en 2004. "Siempre dije que no quería morirme sin recibir un premio por una obra dramática", reconoció en diálogo con La Nación.
-¿Y ahora que lo recibiste?
-No me quiero morir... para disfrutarlo.
Aunque transitó todo tipo de géneros y pudo encarnar los papeles de sus sueños, en una ocasión reconoció que le quedaron dos que no pudo hacer: Amanda Wingfield de El zoo de cristal, de Tennessee Williams, y Mary Tyrone de Largo viaje del día hacia la noche, de Eugène O´Neill.
Su más grande satisfacción, sin embargo, se la dio Emily, un monólogo sobre Emily Dickinson que marcó su regreso a Uruguay luego de estar proscripta por la dictadura de ese país, en 1984. Con este trabajo ya había recorrido Latinoamérica y había sido ovacionada en Washington. El reconocimiento no fue menor en su tierra natal.

Su relación con Victoria Ocampo
Dos mujeres de distintas generaciones. Dos artistas inigualables. Aunque no tuvieran la misma edad ni transitaran el mismo ambiente artístico, no sorprende que China Zorrilla y Victoria Ocampo hayan sido amigas. Dos mentes brillantes de nuestra cultura.
"Conocí a Victoria Ocampo en Mar del Plata. Yo estaba haciendo una obra allá y en un momento, antes de que empezara la función (yo estaba en el camarín, todavía) se sintió que algo pasaba en la sala: había entrado Victoria, que no pasaba desapercibida así nomás: medía un metro con setenta centímetros y, aunque tenía casi ochenta años, seguía siendo una mujer espléndida", relató China en el prólogo del libro Victoria Ocampo y la India, de Axel Díaz Maimone. "Después que terminó todo, yo esperaba que me fuera a saludar, que me dijera algo. Pero no, no fue; ni bolilla… Sin embargo, al día siguiente me mandó una carta donde ponderaba mucho lo que había visto la noche anterior y me pedía que fuera a tomar el te a su casa. Cuando llegué a Villa Victoria, me estaba esperando. Tomamos el té en el comedor y hablamos muchísimo. Ahí, durante esa conversación, descubrimos que teníamos muchas cosas en común: Victoria tenía cinco hermanas y yo cuatro; las dos hablábamos perfectamente el francés porque habíamos pasado parte de nuestra infancia en París; las dos amábamos el teatro (Victoria quiso ser actriz, pero la familia no se lo permitió); y las dos admirábamos incondicionalmente a Gandhi".
"Cada vez que nos encontrábamos recitábamos los versos de Corneille y de Racine", contó más tarde en diálogo con La Nación, todavía conmovida por el recuerdo de su amiga, a quien lloró inmensamente cuando supo de su muerte. "Yo le conocí esa cosa de doblete que la convertía en un ser pintoresco. Podía tener una actitud severa y solemne y al mismo tiempo ser una comadre de barrio interesada en los chismes".
Con el tiempo tendría la ocasión de encarnar a Victoria en la obra Eva y Victoria, de Mónica Ottino.

http://personajes.lanacion.com.ar/1726065-murio-china-zorrilla-la-gran-dama-de-la-escena-rioplatense


"Sueños" - Cortometraje de Fabio Posca y China Zorrilla -
http://www.youtube.com/watch?v=-rQ8l8w7InM

Esperando la carroza – Película completa
http://www.youtube.com/watch?v=J_X0qxVCzZk

SOLIDARIA SIN LÍMITES
La increíble historia de China Zorrilla: le prestó 37 mil dólares a un taxista ¡y mirá lo qué pasó con la plata!
http://www.ciudad.com.ar/espectaculos/114463/increible-historia-china-zorrilla-presto-37-mil-dolares-taxista-mira-paso-plata


Si Dios fuera una mujer - Mario Benedetti

¿Y si Dios fuera mujer?
pregunta Juan sin inmutarse,
vaya, vaya si Dios fuera mujer
es posible que agnósticos y ateos
no dijéramos no con la cabeza
y dijéramos sí con las entrañas.

Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez
para besar sus pies no de bronce,
su pubis no de piedra,
sus pechos no de mármol,
sus labios no de yeso.

Si Dios fuera mujer la abrazaríamos
para arrancarla de su lontananza
y no habría que jurar
hasta que la muerte nos separe
ya que sería inmortal por antonomasia
y en vez de transmitirnos SIDA o pánico
nos contagiaría su inmortalidad.

Si Dios fuera mujer no se instalaría
lejana en el reino de los cielos,
sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno,
con sus brazos no cerrados,
su rosa no de plástico
y su amor no de ángeles.

Ay Dios mío, Dios mío
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería,
qué venturosa, espléndida, imposible,
prodigiosa blasfemia.