".... Oigo una voz que clarea.
Lentamente los tejados sonríen
cada vez más extensos......"
(Luis García Montero)
La música nos rodea, nos empapa
con su paz intravenosa.
Mis neuronas se repliegan,
se ciñen al pacto
y menguan su anarquía.
El cántico es sólo belleza
enramado en lo alto del templo,
tan alcanzable, tan nítido,
tan a mano que se desbarata
en un hálito que me surte
de colores los labios sellados.
Sobre la espalda del pianista
se presta lo mejor de mí,
lo que se escapa a mis palabras,
lo que me olvida del mundo,
el abrazo que doy en la niebla
al compás del grito que me vacía.
Lo imagino como el principio
que urge un umbral cercano
y sólo adolece lejanías,
la torpeza de socavar cielos
sin remover el ascua adosada.
La música nos rodea, nos empapa
con su paz intravenosa.
Me desduda sin responder,
me concilia, me sugiere,
me olvida, me sanea.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario