domingo, 6 de julio de 2014

Amo Grecia: mi preciosa Atenas, Delfos, Olimpia, las paradisíacas islas, Creta (Cnossos y el laberinto del Minotauro) y Micenas, ya que soy una admiradora de ese genio del lenguaje (hablaba y escribía 14 idiomas: le bastaban dos meses para aprender perfectamente aquel que quisiera), homerista apasionado, arqueólogo brillante pero sin formación académica, hombre de negocios exitoso, y amante de Grecia hasta tal punto que se casó con una griega para que lo inspirase en sus descubrimientos: Heinrich Schliemann, descubridor de Troya, Micenas y Tirinto.
Tiene una bellísima geografía, admirable cultura, arte insuperable (especialmente en escultura, donde tuvieron que pasar 2000 años para que surgiera un Miguel Ángel que se acercase a sus logros), lengua madre, inspiradora mitología, historia milenaria y fundacional de nuestra civilización occidental, espíritu de superación de un pueblo maravilloso, aún cuando su presente no sea tan espectacular como lo fue su pasado: la Historia demuestra que los ciclos, por largos y brillantes que sean, terminan y raras vez se repiten en una misma ubicación geográfica o dentro de una misma cultura...generalmente la humanidad no advierte que durante decádas se gesta una nueva era, que ya está asomando porque la civilización occidental liderada primero por Inglaterra y luego por Estados Unidos está agotada. Es el mismo proceso que sufrieron antes que Grecia, Egipto, Persia, y luego de ella Cartago, Roma, las civilizaciones mesoamericanas.






Un humilde tributo a un país pequeño pero fundamental en la Historia de la Humanidad...

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