El
director de orquesta Daniel Barenboim nació en Argentina y allí vivió su
infancia.
Creció
en Israel, asistió a escuelas hebreas y lleva un pasaporte israelí junto con su
pasaporte argentino.
Siempre
se le ha considerado uno de los máximos exponentes culturales israelíes y
durante años ha sido una figura central en la vida cultural de su país, aunque
pasó la mayor parte de su adolescencia en Europa y Estados Unidos.
Hijo
de profesores de piano, hizo su debut en Buenos Aires a los 7 años. Más tarde
se mudó con su familia a Europa.
En
1951 actuó en el Mozarteum de Salzburgo. En 1955 se presentó por primera vez en
Gran Bretaña y en 1957 en Estados Unidos.
Debutó como director de orquesta en Israel en
1962. Desde entonces combina las dos actividades.
Desde
finales de los años sesenta ha trabajado con la English Chamber Orchestra, la
Orquesta Sinfónica de Londres, la Orquesta Filarmónica de Nueva York, la
Orquesta de París y la Orquesta Filarmónica de Berlín.
Durante
los setenta dirigió varios festivales de música e incluyó varias óperas.
En 1999, junto al escritor estadounidense de
origen palestino Edward Said, al que le unió una gran amistad, fundó la
Orquesta del Diván Este-Oeste, una iniciativa para reunir cada verano un grupo
de jóvenes músicos talentosos tanto de origen israelí como de origen árabe.
Por
ello, recibieron ambos el Premio Príncipe de Asturias en 2002.
Es especialmente valorado como director de la
música de Richard Wagner.
The Light, es una obra maestra: 21 minutos con 23 segundos de dinamita pura. El universo de vidrio del señor Glass estallando cual volcán. Luego de una introducción lenta y suave, lenta y dulce, lenta y olorosa, un movimiento cuasi copular nos encabalga hacia territorios de éxtasis orgiástico. El tema, en tanto, es una de las pasiones de Glass: la ciencia.
De hecho el compositor ha dicho en entrevistas que soñaba de niño convertirse en adulto científico.
Por lo pronto, ha escrito música pensando en Einstein (on the Beach), en Stephen Hawking (para The Voyage) y en Galileo para una ópera que lo retrate.
También los retratos le interesan a don Felipe Vidrio: Einstein on the Beach retrata al melenudo de bigote y lengua de fuera, así como en otras partituras Glass retrata a Gandhi, a Akhnaten y en la partitura que nos ocupa, The Light, a Albert A. Michelson y Edward W. Morley, quienes hicieron descubrimientos fundacionales cuya trascendencia sería refrendada, dos décadas después, por el maestro Einstein con su Teoría de la Relatividad.
No me gustan mis muslos,
decía la mujer almohada,
son blandos y gruesos.
Y yo los recordaba
cálidos y dulces
suaves y moteados aquí y allá
de hermosos lunares.
No me gustan mis pechos,
decía la mujer de miel,
son demasiado grandes.
Y yo los veía
redondos, rotundos y firmes
y la convencía para usar escotes
Cada vez tengo menos pelo,
decía el hombre pimiento,
la edad no me perdona.
Y yo pensaba en su torso
trabajado y fibroso
sin llegar al exceso
No me gustan mis ojos,
decía la mujer serpiente,
están desviados y son pequeños.
Yo por contra
recordaba su piel tan suave,
su elasticidad y su fuerza.
No me gusta mi barriga,
decía el hombre camaleón,
siempre es más grande de lo que quisiera.
Y yo pensaba en sus ojos
profundos e inteligentes
y sus manos duras,
pero con una habilidad extraordinaria.
No me gustan mis orejas,
decía la mujer ardilla,
están separadas y desiguales.
Y yo veía su espalda,
atlética de nadadora
y su culo tan perfecto
que parecía dibujado.
No me gusto yo,
señor narrador,
no me veo, no me agrado, no me encuentro, no me siento.
Y yo respondía
que no se estaba mirando, ni deseando, ni buscando, ni queriendo sentir.
Que si su cuerpo fuera de otro,
le sería mucho más fácil quererlo.
Que si amara a la persona de ese cuerpo
le sería más fácil adorarlo.
Que si deseara su mente,
anhelara sus detalles,
apreciara las palabras bonitas,
los gestos amables,
los recuerdos agradables,
el placer de que ese cuerpo le tocase,
estaría encantado de mirarlo, desearlo, buscarlo y sentirlo.
Que si viera ese cuerpo
como quien ve a un amigo,
a un amante,
a un desconocido por la calle,
sería feliz de compartir tiempo con él.
Que si dejara de tratar ese cuerpo
como algo permanentemente imperfecto,
sabría ver
todo lo bonito que los demás ven en él.
Ese cuerpo que te sostiene.
Ese cuerpo que te alivia.
Ese cuerpo que te ama y te desea
y al que te esfuerzas
por tratar como a un extraño,
castigándole por tus decisiones.
Ese cuerpo que mortificas,
condenas,
torturas,
y aún así te perdona,
te ama,
te respeta,
te acompaña.
Ese cuerpo,
el tuyo,
que se sentiría vacío sin ti,
que anhela el roce de tu cariño,
que agradece cualquier pensamiento amable;
ese cuerpo,
ESE,
debería ser el que te enamorase,
porque en realidad
ESE es el que está
totalmente enamorado de ti.
Canciones con historia: Tommy - Opera rock de The Whoo
The Who: La epopeya de “Tommy”
“El pop no puede limitarnos a hacer solo singles. Es como si un director de cine solo pudiera hacer anuncios de televisión. Quiero romper ese fatídico esquema de singles pero de manera que no suene pretencioso ni a música clásica”
Cuando a finales de 1968, The Who empiezan a ensayar los temas de “Tommy”, la banda está al borde de la bancarrota. Tras el semifracaso o semiéxito (según como se mire) del elepé “The Who sell out”, el cuarteto se vio obligado a pasarse todo el año de bolo en bolo. Es de las pocas bandas que continúan actuando tres veces cada fin de semana. Si pueden salen de gira ya sea por Europa o a los Estados Unidos. ¿Tenían necesidad los Who de tocar tanto en directo? Parece ser que sí. El acuerdo para desvincularse de Shel Tamy, su primer productor, les privaba de una parte sustanciosa de los royalties de los discos (el más perjudicado era Townshend, obviamente), sus representantes Lambert y Stamp se llevaban su parte pero tenían otros problemas. Por ejemplo, Daltrey a pesar de que todavía no tenía treinta años, ya se había divorciado y su mujer se había llevado una buena tajada de los beneficios acumulados por el cantante y según recuerda el mismo Daltrey “en las giras americanas, las ganancias de la primera semana eran para pagar a los promotores locales, la segunda para pagar las actuaciones promociónales que la compañía americana se llevaba por contrato, la tercera semana para pagar los hoteles, el material técnico y gastos de personal, y, por fin, la cuarta era cuando cobrábamos nuestro caché integro. Había que ser auténticos obreros del rock para pagar los gastos mínimos para mantener a nuestras exmujeres y a sus abogados. Para colmo, las leyes británicas nos obligaban a pagar impuestos por el setenta y cinco por ciento de nuestras ganancias como artistas”.
Pese a esta pésima situación financiera, Townshend, Moon, Daltrey y Entwistle están más unidos que nunca. Creen ciegamente en el nuevo proyecto del guitarra larguirucho: un disco que explique una historia de principio a fin, que sea una especie de obra conceptual. El pop, en palabras del propio Townshend, “no puede limitarnos a hacer solo singles. Es como si un director de cine solo pudiera hacer anuncios de televisión. Quiero romper ese fatídico esquema de singles pero de manera que no suene pretencioso ni a música clásica”.
Tan pronto como el resto del grupo escucha los esbozos de las nuevas composiciones de Pete, se entusiasma con el proyecto (excepto Moon, que inicialmente se siente tentado de unirse a los Led Zeppelin de Jimmy Page). Por primera vez desde su formación, The Who se convierten en una piña y comparten algo más que intereses empresariales comunes. Entre Daltrey y Townshend surge una amistad sincera ¡e incluso salen a cenar juntos!, algo que hasta la fecha no habían hecho. En este sentido, Daltrey explicaba que “el proceso de gestación de ‘Tommy’ significó el renacimiento de The Who. Nos calmamos. Antes toda nuestra energía la dedicábamos a evitar que el grupo se separase pero a partir de ese momento vivíamos en una mayor armonía pese a que manteníamos algunas diferencias”. Pete, además, está en un momento de gran actividad personal y compagina la preparación de “Tommy” con la producción de Thunderclap Newman, una nueva banda que con su single ‘Something in the air’ conseguiría un gran éxito a ambos lados del Atlántico, aunque después nunca más se supiera de ellos.
UN CHICO CIEGO, SORDO Y MUDO
“Tommy” narra la historia de un niño ciego, sordo y mudo (precisamente ese era el título original de la historia (“Deaf, dumb and blind boy”). Estas minusvalías son consecuencia de un trauma que el chaval sufre durante la infancia. Su padre es un oficial británico, el capitán Walker, que es dado por muerto durante la primera guerra mundial. Su esposa estaba embarazada. Da a luz a un niño y poco después entabla relaciones con otro hombre. La tragedia llega a su máxima expresión cuando resulta que el padre de la criatura no estaba muerto (ni tampoco tomando cañas), sino que había sido hecho prisionero de guerra. Vuelve al hogar y encuentra a su esposa cometiendo actos impuros con su nuevo compañero. Los dos hombres se pelean y Walker mata al amante de su mujer, Tommy, que tiene cinco años, lo presencia y sus progenitores lo zarandean, le gritan y le obligan a que olvide todo lo que ha visto y oído y, sobre todo, le exigen que no cuente nada. El crío se lo toma al pie de la letra y se convierte en un niño ciego, sordo y mudo.
El señor y la señora Walker sumidos en el arrepentimiento buscaran una solución para que el crío recupere el habla, la vista y el oído. Pasara por curanderos de inspiración cristiana y de una bruja gitana que intenta recuperarlo a base de drogas y que, además, lo viola para “hacerlo un hombre”. Paralelamente, Tommy sufre abusos por parte de su primo Kevin (que disfruta quemándole con cigarrillos) y su tío Ernie, un pederasta que abusa sexualmente de él (le mete mano por debajo del pijama). Y aunque pueda parecer increíble, el niño tiene una gran habilidad para jugar a la máquina de petacos, el pinball, de la que se convierte en un auténtico experto. Pasan los años y Tommy no sana. Un médico diagnostica que no se curará nunca. Pero el milagro sucede. Un Tommy ya adolescente rompe un espejo que había en su casa y ante el cual durante todos esos años se había detenido delante como si pudiera verse.
Su curación y su condición de rey del pinball le convierten en un ídolo. Miles de jóvenes le encumbran hasta convertirse en un auténtico líder y de ahí a convertirse en un dictador hay solo un paso. El “nuevo” Tommy provoca una revolución de sus seguidores ya que predica la privación sensorial como vía para llegar a la santidad, un mensaje que no acaba de calar entre sus discípulos. El protagonista de la historia debe huir. Se da cuenta de que es un ser normal, minúsculo, y decide emprender una nueva vida.
El repertorio de “Tommy” estaba inspirado directamente en las enseñanzas de Meher Baba, un religioso de origen iraní que pretendía unir todas las religiones del mundo “como si fueran un collar de perlas”. En 1925 decidió permanecer en silencio, una actitud que mantuvo hasta poco antes de su muerte en 1969. “Tommy’ –explicaba Townhsend– es el reflejo de todos los cambios que experimenté en esos años. Estaba decepcionado por la religión tradicional y tenía una gran cantidad de dudas espirituales. Llegué a la conclusión de que el hombre no puede estar limitado a un solo cuerpo, así que me convertí en un místico y un gran conocedor de las obras de Meher Baba. En 1968 eso me ayudó a darme cuenta que la vida no tenía tantas limitaciones como creía”.
El personaje de Tommy es pues un hijo de las enseñanzas de Baba, que afirmaba que vivimos ignorando nuestro yo real y “para penetrar en la esencia de un ser, necesitamos sacar todo el perfume de nuestro talento interior para que sirva de guía en beneficio de otros, por medio del amor, la verdad, la pureza y la belleza. Todas las demás cosas y habilidades de cada uno no tienen realmente importancia”.
“TOMMY”, EL DISCO
Pero “Tommy” no es solo un argumento. Es un disco doble lleno de canciones inmensas. A medida que Townhsend iba presentado las nuevas composiciones el entusiasmo del grupo por ellas crecía de manera exponencial como también aumentaba la ambición sonora de Chris Lambert. El manager-productor quería que en las sesiones de grabación además de The Who, participara también una orquesta con la idea de dar más solemnidad al proyecto pero por cuestiones presupuestarias, porque algunos de los arreglos escritos por Townshend no convencían y porque el guitarrista quería hacer un disco de rock, esta idea se abandonó cuando ya se había registrado buena parte del material (aunque algunos temas, como la ‘Overture’, sí tienen orquestación). Quizás por ello el sonido resultante del conjunto del disco resultó algo decepcionante en el momento de su lanzamiento, independientemente de la calidad de las canciones. La voz de Daltrey suena en un excesivo primer plano, que deja al grupo en un segundo término más apagado, lo que le aleja de un buen sonido profesional estándar y le acerca a una producción amateur. El cuarteto siempre ha reconocido este problema del elepé y quizá por ello sacaron al mercado hace unos años una edición remasterizada en cedé y ahora rematan la jugada con esta edición “Deluxe” de 2013 en la que el elepé suena realmente remozado. Así, Townshend se quejaba durante la década de los setenta de que “cuando escuchabas las maquetas originales, estaban llenas de energía pero el disco sonaba plano. Lambert lo mezcló deliberadamente de esa manera y quedó demasiado blando”. Entwistle, aún era más explicito: “las baterías sonaban como si fueran cajas de galletas. No nos dejó doblar ninguno de los sonidos que teníamos previsto. Quizás porque lo quería tener terminado antes de la gira que iniciábamos a finales de abril del 69”.
Instrumentalmente, “Tommy” está construido sobre los acordes que suenan en ‘Overture’, el tema que abre la ópera rock y que se van modificando a lo largo del disco. Descartada la orquestación, el grupo toca sus instrumentos habituales y además el cuerno francés, guitarras acústicas, piano y el órgano.
Por lo que se refiere a la canciones, en un primer grupo, encontramos los temas que en alguna parte del disco cumplen con una función que podríamos calificar como introductoria de alguna de las partes narrativas de la historia (’1921′, ‘Miracle cure’ o ‘Do you think it’s allright?’) son las más insustanciales, de hecho se encuentran entre las peores que The Who han grabado nunca. Hay otro grupo de canciones de transición como la ya mencionada ‘Overture’, ‘Underture’ y ‘Sparks’, que aunque han sido menospreciadas con frecuencia, en ellas se puede vislumbrar el potencial del grupo a nivel instrumental.
Pero los mejores momentos de la obra se encuentran en temas como ‘Pinball wizard’, en el que la guitarra acústica se funde en un zumbido con la eléctrica hasta explotar. Este tema, que fue el primer single del disco, es el que narra una partida de Tommy contra uno los campeones de la máquina de petacos. La capacidad para enfrentarse a la máquina del millón es una habilidad que Townshend reconoce no haber tenido nunca y que le generaba unas altas dosis de envidia cuando veía jugar a los adolescentes. “Tommy” incluye más temas poderosos como ‘I’m free’, ‘Christmas’, ‘Acid queen’, ‘Cousin Kevin’ o ‘Fidle about’ (estos dos últimas obra de Entwistle) que podrían haber sido composiciones con entidad propia en cualquier otro disco pero que en “Tommy” se acoplan perfectamente para formar un todo. Así ‘Cousin Kevin’ narra las trastadas que sufre el niño ciego, sordo y mudo por parte de su primo; ‘Acid queen’, las experiencias con las drogas, mientras que ‘I’m free’ describe el momento en que el protagonista recupera la vista, el habla y el oído.
“Tommy” salió finalmente a la venta en mayo del 69 y la crítica se deshizo en elogios hacia el disco. Pete Townhsend fue elevado a la categoría de compositor de primera división. Algo parecido ocurrió con Roger Daltrey, un cantante infravalorado hasta la fecha. El disco incluía un libreto con las letras de las canciones, un hecho completamente inusual en esa época. En 1972 apareció un disco con una versión orquestal de “Tommy” en la que participaron Roger Daltrey, Rod Stewart, Merry Clayton, Richie Havens, John Entwistle, Steve Winwood, Richard Harris, Ringo Starr, Maggie Bell, Graham Bell, Pete Townshend, y Sandy Denny. Fue una idea del productor Lou Reizner que, en principio, contó con el apoyo de Townshend que vio la oportunidad de acercarse musicalmente a la idea que inicialmente tenía de “Tommy”, aunque a medida que avanzaban las sesiones de grabación se sintió algo desengañado con el proyecto.
En 1975 se hizo una película basada en el disco, en la que intervenían Elton John, en el papel del “Pinball Wizard”, y Tina Turner como “Acid Queen”. El film fue escrito y dirigido por Ken Russell y también contó con la presencia de Ann-Magret, Jack Nicholson, Eric Clapton y Oliver Reed. Para la banda sonora de la cinta se regrabaron algunas de las partes del disco original de las que el grupo no estaba plenamente satisfecho.
http://www.efeeme.com/la-epopeya-de-tommy/
Opera rock completa
http://www.youtube.com/watch?v=ZfZQLXs72Lo
Tommy - The Whoo película completa
http://www.youtube.com/watch?v=PBNagysBeXE
FILOSOFIA PARA LA VIDA
Siddharta, de Hermann Hesse
“No creo en nuestra ciencia, ni en nuestra política, ni en nuestra manera de pensar, y no comparto ni uno solo de los ideales de nuestro tiempo. Pero no carezco de fe. Creo en las leyes milenarias de la humanidad, y creo que sobrevivirán a toda la confusión de nuestra época actual… Creo que, pese a su aparente absurdo, la vida tiene un sentido” (Hermann Hesse).
Una de las obras literarias más leídas en el s. XX y que seguro seguirá siendo leída en este nuevo siglo XXI es Siddhartha, del premio Nobel de literatura de 1946, el escritor alemán Hermann Hesse.
Esta novela fue publicada en el año 1922, cuando el autor tenía cuarenta y cinco años de edad y ya se había consagrado como literato reconocido gracias a sus obras Peter Camenzid(1904), Bajo la rueda (1906), Knulp (1915) y Demian (1919), entre otras.
Hermann Hesse siempre se presentó a sí mismo como un buscador, como un hombre que quería ahondar constantemente en el significado de la vida, en el destino, en las profundidades del alma humana. Y ahí radica precisamente su fuerza, en el hecho de que supo acercarse a lo atemporal, a las preguntas inherentes a la condición humana. Por ello ha pasado un siglo prácticamente desde la publicación de la primera obra que le hizo famoso, su Peter Camenzid, y sin embargo, sus obras siguen siendo leídas con la misma admiración que entonces.
Es importante mencionar que el interés de H. Hesse por la filosofía y la mística de la India era en realidad un interés familiar, porque tanto su abuelo materno, el famoso sanscritista Gundert, como su padre, Johannes Hesse, habían sido misioneros pietistas en la India. En su hogar estaban tan presentes las concepciones cristiano-protestantes como la hinduista-budista de la vida. De hecho, H. Hesse siempre señaló que la obra Siddhartha era la obra de su propio credo. Todos los personajes de sus novelas fueron una parte importante de su propia alma, rebelde e incansable buscadora de valores perdurables y comunes a toda la Humanidad.
La trama de la novela
Siddharta, el protagonista de la novela, es un destacado hijo de brahmanes (casta sacerdotal de la India), que no encuentra por medio de la religiosidad reglamentada una forma para poder satisfacer sus ansias de verdad, de encontrar la causa primera de las cosas. Tanto es así, que decide abandonar su hogar familiar contra la voluntad de su padre. Lo hace en compañía de su amigo Govinda, que lo secunda.
En busca de verdades más directas y desprendidas de formalismos vacíos, se une a un grupo de samanas, nombre que recibían los ascetas que vivían en las montañas alejados de los convencionalismos sociales, realizando largas meditaciones y sacrificios del cuerpo. El objetivo de estas estrictas austeridades era alcanzar, superando los personalismos, el Atman, la causa primera, la Unidad que todo lo abarca.
Pero tampoco junto a los samanas del bosque consigue su anhelo de verdad, y entiende que la verdad de la vida toda no la podría nunca encontrar anulando una parte de esa vida toda, su propio cuerpo, soporte de su existencia. Junto con su amigo, abandona a los samanas y emprenden un viaje en busca de Buda (s. VI a.C.), de Gautama, que quiere decir “El victorioso en la Tierra”, del que se decía que precisamente había conseguido esta seguridad, esta armonía, esta plenitud en la vida.
Cuando los dos muchachos se encuentran con el Buda histórico, quedan realmente impresionados por lo que este hombre desprendía de sí, efectivamente, esa serenidad, ese saber estar en el justo medio, ese saber entender más allá de las aparentes contradicciones de la vida. Govinda decide quedarse en la orden del Buda, el Shanga, como monje. Pero Siddharta, aun en la certeza de que el Buda había llegado a su ansiada meta, entiende algo que el mismo Buda enseñaba; las doctrinas son bastones que pueden ayudar a llevarnos al conocimiento, pero que solo el esfuerzo individual de cada ser humano puede llevarle finalmente a la perfección anhelada. Las doctrinas son un medio y no un fin.
Regresa a la ciudad en la búsqueda de su propio camino de perfección. Por su elección, se hace discípulo de una bella cortesana, Kamala, que le enseñó todos los secretos del amor. También se hace discípulo de Kamaswami, que era el más rico de los comerciantes de la ciudad. Pasa veinte años con ellos para entender basándose en su propia experiencia que tanto la búsqueda del placer de la vida que experimentó en esos veinte años como la austeridad en extremo que había practicado con los samanas nunca le llevarían al Atman, a la perfección, a entender el sentido profundo de la vida, sueño alado que le había movido tanto tiempo atrás y que estaba a punto de olvidar.
Abandona la ciudad, a su amante y a un hijo que estaba en su seno sin él saberlo. Finalmente se une al barquero Vasudeva, con el que ya se había cruzado en otra ocasión, pero al que él en aquel momento no supo reconocer como instructor. El barquero lo iniciará en el arte de entender el lenguaje del río en el que navegan, que no es más que una metáfora del río de la vida, del sentido de la vida. Finalmente, Siddhartha conquista en base a su propio esfuerzo, a la comprensión profunda del lenguaje del río de la vida y a la ayuda de todos los seres humanos con los que se encontró a lo largo de su intensa vida, la fusión con el todo, con el Atman, estrella dorada que lo había alentado desde su juventud.
Los personajes
La obra Siddhartha está llena de conceptos de la filosofía hinduista-budista tan importantes como el Karma, el Nirvana o la Rueda del Samsara, pero en este breve artículo periodístico nos centraremos en el simbolismo y los mitos que aparecen en la obra.
Todo el que ha leído a Hesse sabe que deja un sabor a belleza y a profundidad en el alma. Hesse siempre dominó el arte de elevarnos al plano del mito, al mundo de los símbolos donde hay realidades universales, válidas para todos los seres humanos. Es inevitable leer una obra de Hesse y sentirse identificado con algunos de sus personajes o parte de todos ellos.
La bella cortesana Kamala y el comerciante Kamaswami son personajes dominados en sus vidas por lo que Platón llamó la parte concupiscible del alma humana, aquella que gusta de los objetos sensibles, que apetece de forma desmedida bienes materiales, aquella que nunca se conforma con lo que tiene o lo que la vida le da y siempre quiere más, más posesiones externas, mayor seguridad, mayor comodidad, mayor prestigio social.
Si vamos a la etimología de las palabras, nos encontramos con que los dos tienen la misma a raíz “kama”, que precisamente quiere decir, “deseo” en sánscrito, la antigua lengua de los brahmanes. Literalmente, Kamala quiere decir aquello que es querible, que es deseable, representa el vivir para satisfacer los sentidos, sin preocuparse de a qué puede llevarnos esa simple corriente de sensaciones. Mientras que Kamaswami quiere decir “el maestro de los deseos”, aquel que sabe hacer realidad sus deseos materiales pero que curiosamente es temeroso, tiene miedo de perder aquello que con tanto esfuerzo logró conseguir.
El barquero Vasudeva representa al hombre sabio, a aquel que ya encontró el fin de toda búsqueda, el sentido profundo de la vida, de la propia vida. Curiosamente Hesse dio a este personaje el nombre del padre de Krishna, uno de los grandes sabios de la humanidad, inspirador de la gran obra épica de la filosofía brahmánica el Baghavad Gita.
Vasudeva, como encarnación del hombre sabio, está caracterizado por un anciano, símbolo de experiencia, de las pruebas superadas en la vida. Su virtud principal es que posee el arte de saber escuchar ante todo a la vida y también a todos los seres humanos, sin prejuicios, sin opiniones. Por este motivo, por el valor que se da en Oriente a la virtud de saber escuchar, de interpretar el significado de la vida, en la iconografía oriental se representan las imágenes de los budas con las orejas grandes.
Siddhartha es símbolo de los seres humanos que estamos a medio camino entre la sabiduría y la ignorancia, entre aquellos que han vislumbrado el sentido profundo de la vida, de la existencia, y aquellos que toman por sentido de la vida la acumulación de bienes y honores. Siddhartha también tiene deseos como Kamala y Kamaswami, pero sus deseos no son de posesiones sino de conocimiento; representaría al filósofo, al amante del conocimiento, a los guerreros del espíritu que quieren superar sus límites e ignorancia para alcanzar las realidades perennes de la vida.
Govinda quiere decir en sánscrito “la parte en que la Luna va menguando”; de ahí que en la obra, Siddhartha llame en alguna ocasión a su amigo “la sombra”. Govinda también representa al hombre que busca, pero sin acabar de asumir su propia responsabilidad, sin riesgos, que quiere caminos ya trillados; por eso en varios momentos de la obra lo que hace es secundar a Siddhartha en sus decisiones, hacerle, en fin, de sombra.
Hesse tiene la genialidad de hacernos sentir que sus personajes son encarnaciones de parcelas del alma humana. Todos tenemos algo de Kamalas, buscamos placeres y rehuimos los dolores, sin pararnos a reflexionar adónde nos llevará esa rueda sin fin. Porque cada placer tiene la semilla del dolor. Sufrimos por conseguir lo que amamos, y sufrimos cuando lo poseemos pensando en su fin. Todos tenemos algo de Kamaswamis en cuanto que nos preocupamos por tener cierta estabilidad y seguridad en la vida. Todos tenemos dentro a un Vasudeva, que cuando lo escuchamos nos recuerda las cosas por las que de verdad vale la pena luchar, que nos recuerda que las posesiones reales de la vida no son materiales, que están en la conquista de nuestros propios miedos y limitaciones y la comprensión de todos los seres. Pero sobre todo, nos hace vivir, soñar, experimentar con Siddhartha, viajeros eternos, buscadores de las causas de la vida más allá de miedos y limitaciones.
El mito
El hilo de fondo de la novela es, precisamente, el hilo de fondo de la vida humana, es el hilo del querer encontrar un sentido, el querer encontrar la verdad en sentido filosófico y amplio de la vida. Entender por qué nacemos, el por qué morimos.
Este mito de la búsqueda lo vamos a encontrar en todas las culturas, lo vamos a encontrar en el mito de Teseo y Ariadna griego, en el Bhaghavad Gita de la India y en el mito cristiano de san Jorge, el dragón y la princesa, donde ese san Jorge no representa ni más ni menos que a ese Siddharta que quiere conquistar a la princesa, que es la sabiduría, la parte más noble, venciendo al dragón, que representa estos miedos y defectos que no nos dejan avanzar.
Dentro de este mito de la búsqueda de la perfección, en la novela podemos hablar de dos viajes. El primero y evidente por el mundo externo, y el segundo por su propio mundo interno. Y es la aventura, la odisea externa la que provoca una odisea o periplo interno mucho más apasionante. Siddhartha se va transformando, va cambiando a lo largo de la obra. Él quiere tener el conocimiento, pero tiene dos velos, sutiles pero reales, que no le dejan ver, es demasiado inteligente, es el más inteligente de los hijos de brahmanes, es el más diligente a la hora de hacer las cosas, es el más atento, tiene toda la erudición de los versos sagrados y, por lo tanto, ya sabe mucho, ¿qué va a aprender? Tiene un orgullo que no le deja aprender de otros y este es su principal velo. Prueba de ello es que la primera vez que se encuentra con el barquero Vasudeva, quien sería al final de la obra su maestro, antes de ir a la ciudad, lo toma como un hombre necio cuando el barquero ya poseía la sabiduría que le transmite al final de la obra. Es aquella vieja enseñanza del Buda: “el ignorante que se cree sabio, realmente es un ignorante”, mientras que “el ignorante que se sabe ignorante, entonces es un sabio”.
Siddhartha tuvo que perderse en lo que son los placeres de la vida, las ansias de poder, para poder vencer este orgullo, para poder sentirse como los demás hombres y romper este velo que lo separaba de los demás. El segundo velo se lo hizo ver Kamala: “Siddharta, tú eres incapaz de amar”. Era incapaz de entregarse, de darlo todo por otro ser humano, y esto era, sumado a su orgullo, lo que lo limitaba. Pero la vida le da un hijo orgulloso e irrespetuoso. Él lo aprecia y quiere facilitárselo todo porque es su hijo, por él va a cometer todas las locuras, y despierta al amor. Pero la vida le hace entender una lección sintetizada de forma genial por el poeta libanés Khalil Gibran en su obra El profeta; nuestros hijos no son realmente nuestros, son hijos de la vida. Los padres solo somos arcos que servimos a la vida para que esa flecha, que son los hijos, tome su propio camino, su propio destino.
Así, el hijo buscó su propio destino, se fue, le dejó. En ese momento, Siddharta mira el río, y el río se ríe, y el río le recuerda algo, le recuerda su imagen, la imagen de otro ser que él en otro tiempo había respetado e incluso temido. Era la imagen de su padre, y él entonces recordó el día en que marchó, y recordó que nunca volvió, y que quizás aquel hombre que tanto le había amado había muerto sin haber vuelto a ver a su hijo. El río se reía, su vida y su historia no eran más que la historia repetida de su padre. Entonces entendía que aquellas cosas que no se viven hasta el final se siguen repitiendo.
Estas eran algunas de las viejas enseñanzas de la India, la enseñanza del Karma, de la que Vasudeva ya le había hablado la primera vez que se encontraron, pero él era demasiado orgulloso para entender. Porque cuando llegaron a la otra orilla, Siddharta le dice que no tenía dinero para pagarle, y el barquero le dice que no importa, que ya contaba con ello; es más, “Todo en la vida vuelve”, ya lo harás en otra ocasión.
Él va a seguir mirando el río, y el río le va a enseñar su imagen entrelazada con la de su padre, con la de su hijo, y al mismo tiempo la imagen de Kamala, y la de Govinda, y la de todos los que había conocido en la vida; cada imagen iba buscando una meta, un fin, con ansiedad, con dolor. Y la consecución de esa meta era el comienzo de otra búsqueda, de otra meta, de otra ansiedad, de otro dolor. El agua del río también buscaba su meta, que era llegar al mar, desde donde se evaporaba para formar nubes que volverían a producir lluvias y a su vez formarían nuevos ríos, nuevos arroyos, nuevos torrentes.
Siddharta va a seguir mirando al río y va a escuchar todas las voces, las voces de alegría, de tristeza, de dolor, de gozo. Cuando escucha atentamente el río y no hace suya ninguna de esas voces, la suma de todas ellas es un único sonido, oye que es la perfección. Entonces Siddharta deja de luchar contra el destino, en ese momento entiende el sentido de la corriente de la vida, en ese momento entiende que la sabiduría es la conciencia de la unidad de las cosas, que la sabiduría es saber ver detrás de todas las ansiedades, todas las luchas de la vida, la de los padres con el hijo, la del joven que lucha por un estatus. Es saber pensar y sentir y vivir en cada momento la Unidad.