jueves, 12 de febrero de 2015

Las serpientes en el antiguo Egipto - Apofis

El culto a las serpientes formó parte de la religión egipcia. Eran enemigas del dios del Sol, oponiéndose a su avance en el viaje por el mundo subterráneo durante las doce horas nocturnas y, como tales, Bes y Ta-urt son sus adversarios, que a menudo aparecen en los frescos de las tumbas estrangulándolas.

En la tumba de Seti I en Tebas se representan muchas escenas con serpientes. En una de ellas, el dios itifálico Nehebka, en forma de serpiente con brazos y piernas, se opone al progreso del barco solar en el que Horus está de pie sobre una serpiente alada.

El jefe de todas las serpientes malignas era Apepi o Apofis, que parece ser una personificación del mal espiritual. El espíritu del miedo y la idea de sacrificio llevaron seguramente a la gran popularidad que llegó a alcanzar su culto.

Tres tipos de serpientes se representan en los monumentos:

-La cobra di capello- El basilisco de los griegos, el símbolo de la soberanía divina que aparece en la frente de dioses y faraones.

-El aspid o cerastes- Víbora venenosa, probablemente el basilisco de las escrituras,

-Una gran coluber- De especie aún no determinada. Esta era la que representaba a Apepi Tifoniano.

Nos centraremos en APOFIS, en egipcio Apep.

Serpiente muy grande de 16m o más. Todas las serpientes eran su encarnación excepto la cobra.Vivía en las aguas de Nun o en el Nilo celeste; se le designaba despectivamente como Nepai ("El que es como una tripa intestinal"). Era un ser demoníaco y maléfico y  una constante amenaza al orden cósmico; representa el mal y la oscuridad que habita en el Más Allá; enemigo de los muertos en su viaje al Más Allá; amenazaba con hundir la barca de Ra, bien atacándola o creando bancos de arena para que encalle, o con beberse el Nilo para impedir que la barca solar avance y el sol resucite;Apofis nunca moría y reaparecía una y otra vez.

Cuando ocurría un eclipse, se decía que Apofis se había tragado la barca; por ello recibía el nombre de "Comedor del Asno", ya que el asno es un animal solar a causa de su gran potencia sexual y aquí representa a Ra. Sin embargo, Apofis es útil a Ra en la medida en que, al escupir llamas como un dragón, puede alimentar las radiaciones solares. Es por ello, que para los antiguos egipcios el concepto de mal era necesario para que el bien fuera posible.

Existe cierta relación de Apofis con el dios Seth, por su carácter nefasto llevado al terreno del Más Allá.

Un curioso texto encontrado en el templo de Esna, menciona a Neith como madre de Apofis. Narra el momento en el que la diosa creadora del mundo escupe sobre las aguas primordiales, provocando el nacimiento de Apofis; Apofis hace su aparición en los textos egipcios probablemente por influencia de ideas venidas de Asia; posiblemente sea la Tiamat de las leyendas babilónicas, a quien el dios Marduk venció en el origen del mundo y encadenó en los Pozos del Abismo. Se representaba como serpiente o cocodrilo. En el ritual se quemaba una serpiente de cera, cuya destrucción simbolizaba la conquista del mal; estos actos mágicos se celebraban día a día en el templo de Amón-Ra, en Tebas. Existe un tratado mitológico, "Libro de la destrucción de Apofis", recogido en el papiro Bremmer-Rind.
También podemos ver en el libro de los muertos varios capítulos referentes a Apofis.

Alguno de ellos:
• "¡Oh tú, nefasta criatura de cera (se refiere a la serpiente Apofis), que vives para la destrucción de los débiles y de los desamparados! ¡Aprende que yo no soy débil! ¡Que no soy un alma agotada y desfalleciente! ¡Que tus venenos no podrán penetrar en mis miembros! Pues mi cuerpo es ¡el cuerpo del propio Atum! Y de no sentirte tu misma agonizar ¡tampoco las angustias de la agonía podrán alcanzar mis miembros! ¡Porque yo soy Atum en medio del Océano celeste (Nun)! Y en verdad, ¡todos los dioses me protegen, eternamente!"

•  "¡Vete! ¡atrás! ¡largo de aquí, oh demonio Apofis, o serás ahogado en lo profundo del Lago del Cielo, allí donde tu Padre celeste había ordenado que murieses...! ¡No te acerques al sitio donde nació Ra! (En verdad, ¡lleno de miedo estás!) ¡Mírame! ¡yo soy Ra! ¡yo siembro el terror! ¡retrocede!, pues, demonio ante las flechas de mi luz ..."

Otro dios con forma de serpiente sería Mehen, sin embargo a diferencia de Apofis,
 Mehen es una deidad benéfica. Su nombre significa "la que se enrosca" y encarna las fuerzas regenerativas de la tierra.

http://kemet-neith.blogspot.com.ar/2012/08/las-serpientes-en-el-antiguo-egipto.html

Aquella ama el silencio - Sobre la serpiente en los antiguos cultos egipcios
http://revistas.uned.es/index.php/ETFII/article/view/4169/4008



Adele - Rolling in the deep - Rodando en las profundidades

Hay un fuego encendiéndose (empezando) en mi corazón,
alcanzando un fiebre extrema,
me está sacando de la oscuridad,
por fin te puedo ver con claridad cristalina,
continúa, traicióname (véndeme),
y sacaré a la luz tus trapos sucios ("tu mierda desnuda").
Mira cómo me voy,
con cada pedazo de ti.
No subestimes
las cosas que haré.
Hay un fuego encendiéndose (empezando) en mi corazón,
alcanzando un fiebre extrema,
me está sacando de la oscuridad.
Las cicatrices de tu amor,
me recuerdan a nosotros.
Hacen que siga pensando
que casi lo tuvimos todo.
Las cicatrices de tu amor,
me dejan sin respiración.
No puedo evitar sentir
que pudimos haberlo tenido todo.
-Vas a desear no haberme conocido nunca-.
Rodando en las profundidades.
-las lágrimas caerán rodando en las profundidades-
Tuviste mi corazón
-Vas a desear...-
en tus manos
-no haberme conocido jamás-
y lo tocaste (como un instrumento musical)
-las lágrimas caerán-
a golpes.
-rodando en las profundidades-
Cariño no tengo una historia que contar,
pero he escuchado una tuya y
voy a hacer arder tu cabeza.
Piensa en mí en las profundidades
de tu desesperación.
Construyendo un hogar ahí abajo,
te recuerda
al hogar que compartíamos
Las cicatrices de tu amor,
me recuerdan a nosotros.
Hacen que siga pensando
que casi lo tuvimos todo.
Las cicatrices de tu amor,
me dejan sin respiración.
No puedo evitar sentir
que pudimos haberlo tenido todo.
-Vas a desear no haberme conocido nunca-.
Rodando en las profundidades.
-las lágrimas caerán rodando en las profundidades-
Tuviste mi corazón
-Vas a desear...-
en tus manos
-no haberme conocido jamás-
y lo tocaste (como un instrumento musical)
-las lágrimas caerán-
a golpes.
-rodando en las profundidades-
Pudimos haberlo tenido todo.
Rodando en las profundidades,
Tuviste mi corazón
en tus manos,
pero lo tocaste a golpes (dándole una paliza).
Lanza tu alma atravesando
cada puerta abierta.
Cuenta los agradecimientos (que necesitas)
para encontrar lo que buscas.
Convirtiendo mi pena
en preciado oro,
me pagas con la misma moneda,
y cosechas lo que siembras.
-Vas a desear no haberme conocido jamás-
Pudimos haberlo tenido todo,
-las lágrimas van a caer rodando en las profundidades- pudimos haberlo tenido todo, sí
-Vas a desear no haberme conocido jamás-
todo... -las lágrimas caerán- todo...
todo -rodando en las profundidades-
Pudimos haberlo tenido todo.
-Vas a desear no haberme conocido nunca-.
Rodando en las profundidades.
-las lágrimas caerán rodando en las profundidades-
Tuviste mi corazón en
-Vas a desear...- en tus manos
-no haberme conocido jamás-
y lo tocaste (como un instrumento musical)
-las lágrimas caerán-
a golpes.
-rodando en las profundidades-
Pudimos haberlo tenido todo,
-Vas a desear no haberme conocido nunca-.
Rodando en las profundidades.
-las lágrimas caerán rodando en las profundidades-
Tuviste mi corazón en
-Vas a desear...- en tus manos
-no haberme conocido jamás-
pero tú lo tocaste, lo tocaste,
lo tocaste, lo tocaste a golpes.



Es tan poco (Mario Benedetti)

Lo que conoces
es tan poco
lo que conoces
de mí
lo que conoces
son mis nubes
son mis silencios
son mis gestos
lo que conoces
es la tristeza
de mi casa vista de afuera
son los postigos de mi tristeza
el llamador de mi tristeza.
Pero no sabes
nada
a lo sumo
piensas a veces
que es tan poco
lo que conozco
de ti
lo que conozco
o sea tus nubes
o tus silencios
o tus gestos
lo que conozco
es la tristeza
de tu casa vista de afuera
son los postigos
de tu tristeza
el llamador de tu tristeza.
Pero no llamas.
Pero no llamo.


Sinfonía Nº 2, en Re mayor, Op. 36. Ludwig van Beethoven

Comparada con la cortocircuitante 1ª Sinfonía, la heroica 3ª y la "tempestad de los cielos" 5ª Sinfonía - todas ellas escritas entre 1799 y 1808 - la 2ª Sinfonía de Beethoven es una obra relajada en su mayor parte, similar a las sinfonías 4ª y 6ª. Esto ha llevado a los oyentes de música desde entonces a preguntarse cómo es que pudo haber creado una obra tan "flotante" como la Segunda Sinfonía en un momento en que el empeoramiento de su sordera le había sido diagnosticado como incurable e irreversible.

La obra llegó a término en 1802 a partir de bosquejos organizados el año anterior. Probablemente, refleja varios meses felices en el retiro rural de Heiligenstadt, por recomendación de un otólogo. Desde una ventana de su aislada casa de campo podía ver hacia el este el Danubio, y más allá. En el exterior, vagaba por los campos y los bosques de los alrededores libremente, aunque su estado de ánimo era "taciturno", según Ferdinand Ries, el devoto alumno que lo visitó allí.

Beethoven introdujo la nueva sinfonía en Viena el 5 de abril de 1803, en una colosal Akademie, en el Theater an der Wien, junto con el Tercer Concierto para Piano (terminado en 1800), un nuevo oratorio, "Cristo en el Monte de los Olivos" y una interpretación repetida de la Primera Sinfonía de 1800. En el tercer movimiento de la 2ª Sinfonía, la palabra "Scherzo" aparecía sinfónicamente por primera vez, aunque conservó una forma canción y trío y estaba construida sobre yuxtaposiciones repentinas de fuertes y suaves, con cambios en sus patrones justo cuando parecía decidirse por uno. La orquestación, sin embargo, continuó empleando los tradicionales pares de instrumentos de viento y metal, timbales y cuerdas.

Una introducción "Adagio molto" anticipa los contrastes fuerte-suave que estallan como petardos chinos dos tiempos más tarde, aunque el sonido y la forma recuerdan a Haydn. La exposición comienza en el compás 35, con un tema principal de levitación mozartiana, pero a partir de ahí Beethoven afirma su propia personalidad menos cortesana y más confrontacional.

Al igual que en la 1ª Sinfonía, escribió el primero, segundo y cuarto movimientos en forma sonata. El más largo de ellos es este Larghetto en La mayor en compás ternario, si se observan todas las repeticiones. Encontrar un tempo complaciente puede plantear problemas: "Largo", después de todo, significa "extenso", el tempo más lento en música. "Larghetto" es una forma diminutiva, es decir, no tan lento, pero cómo de lento (o no lento) queda en la indicación del director.

Después de las sorpresas de Beethoven en el (así como del) scherzo, se ríe a lo largo de un final marcado "Allegro molto", sobre todo en sus propias bromas sincopadas. Éstas comienzan en el primer compás y no dan tregua hasta la doble línea de compás final. Muchos de sus contemporáneos se escandalizaron y varios le injuriaron en la prensa. Un crítico vienés, después de una interpretación repetida en 1804, llamó a la Sinfonía Nº 2 "un monstruo insensible, un dragón herido que, retorciéndose horriblemente, se niega a morir y aunque sangrando en el final, se revuelca furiosamente con su rígida cola". Uno siempre debería tener en cuenta la posteridad cuando una nueva pieza punta nos tienta a descartarla sin sopesar previamente (mientras que las piezas de fácil escucha tienden a estropearse tan rápido como el marisco fuera del congelador, y la mayoría deberían tenerlo en cuenta). ~ Roger Dettmer, Rovi

Sinfonía Nº 2, en Re mayor, Op. 36.
Compositor: Ludwig van Beethoven (1770-1827).
Fecha de composición: 1800-1802.
1ª interpretación: Theater an der Wien, Viena, el 5 de abril de 1803, bajo la dirección de Ludwig van Beethoven.
Dedicatoria: príncipe Karl von Lichnowsky (1761-1814).
1ª edición: Bureau des Arts et d'Industrie (Viena), 1804.

Movimientos:
I. Allegro molto - Allegro con brio: (00:25)
II. Larghetto (La mayor): (11:00)
III. Scherzo. Allegro - Trio: (22:07)
IV. Allegro molto: (25:47)

Intérpretes:
West-Eastern Divan Orchestra
Daniel Barenboim, director
desde el Royal Albert Hall de Londres (BBC Proms 2012)


La Manzana de la Discordia y la Guerra de Troya

La guerra de Troya, recreada en los poemas homéricos, fue consecuencia de la alianza guerrera de varios reyes de Grecia contra la ciudad de Troya y sus aliados de otros reinos de Asia Menor. Troya estaba situada en el noroeste de la actual Turquía.

Un poco de historia
La península griega fue ligada, desde el neolítico, con las islas del Mar Egeo y la costa este de Asia Menor. Los numerosos puertos naturales a lo largo de las costas griegas y la proximidad de múltiples islas dieron origen a una homogénea civilización marítima. Esta homogeneidad cultural no indujo, sin embargo, la unidad política. Cadenas de montañas y profundos valles dividen la península en pequeñas unidades económicas y políticas de dimensión no superior al de una ciudad y sus alrededores.

La arqueología ha evidenciado que en el neolítico, 4000 años a.C., individuos procedentes del norte de Africa comenzaron a poblar el área del Egeo y que 3000 años a.C. tuvo lugar el paso de la Edad de Piedra a la de Bronce, iniciándose un acelerado proceso de civilización prehistórica que alcanzó en pocos siglos un extraordinario nivel.

Durante el tercer milenio los Aqueos, procedentes del sur del Danubio, invadieron Grecia y se establecieron en el Peloponeso. La tribu Jónica , se estableció en Atica, región en la que está Atenas, y en las Islas Cícladas y los Eolios se asentaron en Tesalia, al nordeste del Peloponeso.

La Edad de Bronce dio lugar a dos culturas en el Egeo. Una de ellas, denominada minoica, por ser Minos el nombre genérico de los reyes cretenses, se centró en la isla de Creta. La otra, llamada Heládica, floreció en la Grecia continental, particularmente al sur, en el Peloponeso.

La cultura cretense dominó el Mediterráneo hasta el año 1500 a.C.. En el 1400 a.C. los Aqueos se apoderan de Creta y asumen el total liderazgo de la región, centrándose, la zona griega más influyente, en los alrededores de Micenas. Pero hacia el 1200 a.C., nuevos invasores, los Dorios, abandonan las montañas del Epiro (noroeste griego) y empleando armas de hierro descienden hasta el Peloponeso, obligando a los Aqueos a dispersarse y a refugiarse en Atica, en la isla de Eubea (Evboia) y en el norte, en Acaya (Achaea).

La guerra de Troya, narrada en La Iliada de Homero, se sitúa en un periodo próximo o coincidente con el principio de la invasión de los Dorios. Corinto y Esparta fueron los centros del poder Dórico. Los refugiados Aqueos, Jónicos, Eolios y los mismos Dorios invadieron paulatinamente las costas de Asia Menor, integrando la zona, económica y políticamente, en Grecia. Más tarde (750-550 a.C.) la expansión demográfica griega propició la colonización de la costa este del Mar Negro, Marsella en Francia y Sicilia y el sur de Italia, que fueron conocidas en latín como "Magna Graecia".

Esta breve historia de la antigua Grecia que sirve de introducción a la exposición de  la causa mitológica de la famosa Guerra de Troya.
------------------------------------------------------
La Manzana de la Discordia

Como muchas epopeyas y contiendas de nuestra vida, la guerra de Troya tuvo su origen en las siempre caprichosas travesuras y veleidades de ese excepcional ser, divino o humano, sin cuya presencia nuestra existencia sería un triste y árido devenir, sembrado de desasosiego y de soledades infinitas y estériles.

Cuenta la leyenda que a la boda del héroe griego Peleo con la diosa del mar, Tetis, no fue invitada la quisquillosa diosa Eris. Esta, enojada por el divino desaire, ideó una peculiar venganza cuyo "imprevisto" desenlace dio lugar a nuestra sangrienta historia.

Eris colocó, en el lugar donde se celebró el banquete de bodas, una manzana de oro con una inscripción que decía, " Para la mejor y más bella entre las diosas". Las diosas comenzaron inmediatamente a "disputar" por el derecho a quedarse el siempre polémico fruto y tres de ellas quedaron finalistas.

Rea la hermana y esposa de Zeus, reina de las diosas, protectora de los matrimonios y de considerable fuerza a tener en cuenta; Atenea (Athena), hija de Zeus, poderosa guerrera, de gran sabiduría y destreza en las bellas artes, y, por último, Afrodita, la diosa de la pasión que, nacida de la enrojecida espuma del mar, era considerada hija de Zeus.

Ante aquellas encolerizadas pero divinas hembras, ninguno de los dioses se atrevió a mediar en la contienda y decidieron delegar, el arbitraje y la elección de la mejor, en un mortal.

Las tres diosas, precedidas por el dios Hermes, que actuaría como mensajero, descendieron del Olimpo para entrevistarse con el hermoso príncipe Paris, hijo del rey Príamo de Troya y de su esposa Ecuba. Paris, en aquellos días, se encontraba cuidando un rebaño de ovejas en el Monte Ida, lugar desde el que, se dice, los dioses contemplaron más tarde las batallas de Troya.

Las diosas, haciendo gala de su gran poder de seducción, se pusieron inmediatamente a la tarea de sobornar al hermoso príncipe troyano, en cuyas manos se hallaba tan transcendente decisión para el futuro prestigio de las olímpicas.

Hera le ofreció reinar sobre Asia y Europa; la marcial Atenea le prometió habilidad militar y fama, y Afrodita le propuso que le entregaría a Helena, la más bella mujer del Egeo, desde antaño deseada y pretendida por todos los reyes, príncipes y héroes guerreros de la época.

Paris, probablemente cansado del bucólico pastoreo de ovejas, eligió, sin dudarlo un instante, la oferta de Afrodita. La decisión despertó la ira de las otras diosas que le juraron calladamente rencor eterno, como no cabía esperar menos de su condición femenina.

Pocas jornadas después, Paris embarcó hacia Grecia en compañía del héroe troyano Eneas. Su destino final fue Esparta, donde Helena residía con su esposo Menelao, rey de Esparta y hermano del poderoso Agamenón, rey de Micenas. Se hospedó en casa de Menelao y, cuando este tuvo que partir para resolver rutinarios asuntos de gobierno, raptó a Helena.

Es necesario indicar que la abducción de Helena no fue un rapto violento. La mujer de aquella época era considerado un ser pasivo que se sometía, sin oposición ni grandes sentimientos de culpabilidad, al capricho del hombre que la tomaba.

Pero el rapto o abducción de Helena, no solo fue una grave ofensa al anfitrión, sino también a Zeus, que a través de una de sus múltiples personalidades, Zeus Xenius, había apadrinado, en su día, esa unión. Con esto, Paris, se gano la enemistad de Zeus que unida a la, ya obtenida, de las diosas no favorecidas en el juicio de "La Manzana de Oro", Hera y Atenea, traerían para él y para su pueblo la cruenta tragedia de una interminable guerra.

Para mayores males, los numerosos y anteriores pretendientes de Helena, hasta su enlace con Menelao, consideraron el rapto como una traición a su honor, pues cuando fueron aspirantes al favor de la bella se juramentaron para defender el honor del que fuese elegido, como esposo, por la bella Helena, "la de larga melena". Agamenón, el más poderoso de los reyes griegos, asumió el mando de la expedición de rescate de su cuñada y de castigo de los troyanos.

Este fue el origen de la guerra de Troya y el desenlace de una curiosa disputa femenina por una manzana de oro "The Golden Apple".

http://www.diomedes.com/manzanatext.htm


LOS JARDINES DE AFRODITA – Francisco Villaespesa

I

El ritmo, el gran rebelde, me rinde vasallaje,
y cuando quiero ríe, y cuando quiero vuela,
y he domado a mi estilo como a un potro salvaje,
a veces con el látigo y a veces con la espuela.

Conozco los secretos del alma del paisaje,
y sé lo que entristece, y sé lo que consuela,
y el viento traicionero y el bárbaro oleaje
conocen la invencible firmeza de mi vela.

Amo los lirios místicos y las rosas carnales,
la luz y las tinieblas, la pena y la alegría,
los ayes de las víctimas y los himnos triunfales.

Y es el eterno y único ensueño de mi estilo
la encarnación del alma cristiana de María
en el mármol pagano de la Venus de Milo.

II

Te vi muerta en la luna de un espejo encantado.
Has sido en todos tiempos Elena y Margarita.
En tu rostro florecen las rosas de Afrodita
y en tu seno las blancas magnolias del pecado.

Por ti mares de sangre los hombres han llorado.
El fuego de tus ojos al sacrilegio incita,
y la eterna sonrisa de tu boca maldita
de pálidos suicidas el infierno ha poblado.

¡Oh, encanto irresistible de la eterna Lujuria!
Tienes cuerpo de Ángel y corazón de Furia,
y el áspid, en tus besos, su ponzoña destila...

Yo evoco tus amores en medio de mi pena...
¡Sansón, agonizante, se acuerda de Dalila,
y Cristo, en el Calvario, recuerda a Magdalena!

III

Hay rosas que se abren en selvas misteriosas
y mustias languidecen, nostálgicas de amores,
sin que haya quien aspire sus púdicos olores...
¡Hay almas que agonizan lo mismo que esas rosas!

Las mariposas tienden sus alas temblorosas
y en alegría loca de luces y colores,
ebrias de amor expiran en tálamos de flores...
¡Hay vidas que se acaban como esas mariposas!

"¡Oh, púdicas vestales! ¡Oh, locas meretrices!
¿Quiénes son más hermosas? ¿Quiénes son más felices?"
los hombres preguntaron, en una edad lejana,

a un Fauno que en las frondas oculto sonreía...
Hace ya muchos siglos... Y en la conciencia humana
el Fauno, a esa pregunta, sonríe todavía.

IV

Soy un alma pagana. Adoro al dios bifronte
y persigo a las ninfas por las verdes florestas,
y me gusta embriagarme en mis líricas fiestas
con vino de las viñas del viejo Anacreonte.

¡Que incendie un sol de púrpura de nuevo el horizonte;
que canten las cigarras en las cálidas siestas,
y que dancen las vírgenes al son del sistro expuestas
al violador abrazo de los faunos del monte!

¡Oh, viejo Pan lascivo!... Yo sigo la armonía
de tus pies, cuando danzas. Por ti amo la alegría
y las desnudas ninfas persigo por el prado.

Tus alegres canciones disipan mi tristeza,
y la flauta de caña que tañes me ha iniciado
en todos los misterios de la eterna Belleza!

V

El cisne se acercó. Trémula Leda
la mano hunde en la nieve del plumaje,
y se adormece el alma del paisaje
de un rojo crepúsculo de seda.

La onda azul, al morir, suspira queda;
gorjea un ruiseñor entre el ramaje,
y un toro, ebrio de amor, muge salvaje
en la sombra nupcial de la arboleda.

Tendió el cisne la curva de su cuello,
y con el ala -cándido abanico-,
acarició los senos y el cabello.

Leda dio un grito y se quedó extasiada...
y el cisne levantó, rojo, su pico
como triunfal insignia ensangrentada.

VI

De la Grecia y de Italia bajo los claros cielos
en tu honor se entonaron los más dulces cantares,
y ofrecieron las vírgenes al pie de tus altares
las tórtolas más blancas y sus más ricos velos.

Hoy triste y solitaria, en el parque sombrío,
carcomida y musgosa, los brazos mutilados,
bajo la pesadumbre de los cielos nublados
el mármol de tu carne se estremece de frío.
¿Dónde se alzan ahora tus templos, Afrodita?
Ya la Pánica flauta en los bosques no invita
a danzar a los sátiros danzas voluptuosas.

Ha huido la Alegría, ha muerto la Belleza...
No hay risas en los labios y una inmensa tristeza
cubre como un sudario las almas y las cosas.

VII

Enferma de nostalgias, la ardiente cortesana,
al rojizo crepúsculo que incendia el aposento,
su anhelo lanza al aire, como un halcón hambriento,
tras la ideal paloma de una Thule lejana.

Sueña con las ergástulas de la Roma pagana;
cruzar desnuda el Coso, la cabellera al viento,
y embriagarse de amores en el Circo sangriento
con el vino purpúreo de la vendimia humana.

Sueña... Un león celoso veloz salta a la arena,
ensangrentando el oro de su rubia melena.
Abre las rojas fauces... A la bacante mira,

salta sobre sus pechos, a su cuerpo se abraza...
¡Y ella, mientras la fiera sus carnes despedaza,
los párpados entorna y sonriendo expira!

VIII

Para escanciar el vino de mi viña temprana,
Fidias, divino artífice, en marfil y oro puro
modeló fina copa, sobre el más blanco y duro
seno que sorprendiera jamás pupila humana.

Son dos ninfas en arco las asas de esa copa,
y en ella están grabados, entre vides y flores
y sátiros que acechan, los lúbricos amores
de Leda con el Cisne, y el Toro con Europa.

Amada, ¡bebe y bésame! Al destino no temas,
que al borde de la copa rebosante de gemas,
cinceló Anacreonte estos versos divinos
cuyo ritmo el secreto de la existencia encierra:
-Bebe, ama y alégrate mientras sobre la tierra
haya labios de rosas y perfumados vinos.

IX

Con el fervor de un lapidario antiguo,
quiero miniar a solas y en secreto,
la tentación de tu perfil ambiguo
en las catorce gemas de un soneto.

Para nimbar tu tez blanca y severa,
a modo griego, cual real tesoro,
recogerá tu negra cabellera
sobre la nuca un alfiler de oro.

En líneas escultóricas plegada
la túnica e inmóvil la mirada
con la clásica unción de las flautistas...

La siringa en el labio, y temblorosos
sobre el registro, en gestos armoniosos,
tus dedos enjoyados de amatistas.

X

Para cantar mi mente quiero un verso pagano;
un verso que refleje la cándida tristeza
del azahar, que, trémulo, deshoja su pureza
a las blancas caricias de una tímida mano.

No amortajad mi cuerpo con el sayal cristiano;
ceñid de rosas blancas mi juvenil cabeza,
y prestadme un sudario digno por su riqueza
de envolver a un fastuoso emperador romano.

¡Que abra la cruz sus brazos en negra catacumba!
Yo amo al sol, luz y vida, y quiero que en mi tumba
brotes, cual dulces versos, las más fragantes flores.

Y que al son de la flauta y del sistro, en la quieta
tarde, las locas vírgenes tejan danzas de amores
en torno de la estatua de su muerto poeta.

XI

Llueve... En el viejo bosque de ramaje amarillo
y grises troncos húmedos, que apenas mueve el viento,
bajo una encina, un sátiro de rostro macilento,
canciones otoñales silba en su caramillo.

De vejez muere... Cruzan por sus ojos sin brillo
las sombras fugitivas de algún presentimiento,
y entre los dedos débiles el rústico instrumento
sigue llorando un aire monótono y sencillo.

Es una triste música, vieja canción que evoca
aquel beso primero que arrebató a la boca
de una ninfa, en el claro del bosque sorprendida.

Su cuerpo vacilante se rinde bajo el peso
de la Muerte, y el último suspiro de su vida
tiembla en el caramillo como si fuese un beso.

XII

¡Alma mía! Soñemos con la estación florida.
Abril, lleno de rosas, a nuestro encuentro avanza...
El Arte será el último refugio de la Vida
cuando ya no tengamos ni en la Vida esperanza.

No aceptes de otras manos lo que yo pueda darte.
Siembra en tu propia tierra tus futuros laureles...
¡Haz de tus penas mármoles y de tu amor cinceles,
para elevar con ellos un monumento al Arte!

Teje nuestro sudario de mirtos y de flores.
Labremos un sarcófago digno por su riqueza
de encerrar las cenizas de los emperadores.

Y cincela en su lápida nuestra última elegía:
-Aquí yacen dos almas que han muerto de tristeza
llorando las nostalgias de su eterna alegría.


Los cátaros según Savall

Es la crónica de los hechos (el libro), más la banda sonora que acompañó a esos hechos (los tres CD). Los hechos son el nacimiento de aquel movimiento espiritual conocido como catarismo que arranca del Este -especialmente, de Bulgaria- hacia mediados del siglo X y se instala en tierras del Languedoc, donde se extingue a finales del XV tras la severísima represión papal.

El episodio central de ésta se halla en la cruzada contra los albigenses, entre 1209 (justamente ahora se conmemora el 800º aniversario de aquella escabechina en la que 20.000 personas pasaron por la hoguera ante la catedral de Béziers) y 1244, cuando capitula la vertiginosa fortaleza de Montsegur. El reino olvidado. La tragedia cátara (Aliavox) es un volumen de casi 600 páginas en que diversos especialistas (entre ellos, Pilar Jiménez, Manuel Forcano y Antoni Dalmau) contextualizan los cinco siglos de vida del movimiento; mientras, Savall bucea en el repertorio de la época, convencido, según manifestaba ayer en la presentación, "de que la música es, como decía Elías Canetti, la historia viviente de la humanidad".

¿Qué música, exactamente? La de los cátaros no la conocemos, fue pura tradición oral, reconoció Savall. Conocemos sólo algunos textos. Pero los trovadores glosaron aquellos y muchos otros hechos. Además contamos con fanfarrias solemnes, músicas de batalla y de corte, canciones amorosas y litúrgicas; en fin, un predio en el que el músico se mueve con suma habilidad para construir un detallado escenario sonoro.

Se trata de una auténtica producción Savall, con muchos esfuerzos movilizados, tanto literarios como musicológicos. Añádase a ello que el libro se presenta en siete idiomas, incluido el occitano, pues todo el volumen pretende ser un homenaje a aquel azotado país del sur de Francia. Teniendo tan buen guión y tan primorosa banda sonora, casi se podría decir que lo único que falta es la película, terreno en el que, por cierto, Savall no se sentiría extraño tras el éxito que cosechó con la música para Tous les matins du monde (1991), de Alain Corneau.

http://elpais.com/diario/2009/11/26/catalunya/1259201249_850215.html