Fui el joven engreído que alardea de padre dios del sol, de su carruaje de blancos alazanes, del viaje que en torno al mundo sólo un día emplea,
noticia y desafío en la asamblea de mis amigos, y de tal lenguaje nació el proyecto de que mi coraje en el carro del astro auriga sea.
Me elevé entre los picos de la sierra, volé tan bajo que abrasé la tierra, y tan alto volé que quedó helada,
por no lograr control de la cuadriga. Zeus lanzó su rayo, y me castiga, por petulante, a muerte anticipada.
Los Angeles, 2 de septiembre de 2009.
Soneto Nº 2189
El mito de FAETÓN.
Faetón era un joven orgulloso. Esto se comprobó cuando su madre le hizo saber que su padre era Apolo, dios que diariamente cruzaba nuestro mundo en un carro deslumbrante de sol. Pero los compañeros del muchacho se mofaban de él cuando se enorgullecía de tan alto nacimiento; entonces por orden de su madre buscó a su celestial padre para pedirle un favor a través del cual todos conocerían su nacimiento divino.
Antes del alba llegó al divino palacio de Febo, donde un dios con manto púrpura estaba sentado en su trono de marfil, en medio de un brillante arco iris de joyas. Alrededor de él estaban sus ministros y guardaespaldas, las Horas, los Días, los Meses y las Estaciones. Faetón no dudó en acercarse al trono.
Su padre le recibió y le preguntó qué hacía allí. Faetón se quejó de que los hombres no le creyeran hijo de Apolo, a menos que su padre le diera una garantía de su nacimiento que pudiese ser vista por todo el mundo.
Su padre le preguntó qué deseaba y Faetón le pidió que le dejase conducir su carro del Sol. Apolo inmediatamente le contestó que eso que le pedía era imposible, ya que el único dios que podía manejar correctamente ese carro era Apolo (ni siquiera el mismo Zeus podría conducirlo). Apolo le intentó persuadir de su idea, pero Faetón seguía intentándolo. Por fin, Apolo, no sin gran miedo, aceptó y condujo a su hijo a la obra maestra de Hefesto, el carro dorado adornado con gemas chispeantes. Apolo no dejaba de dar consejos a su hijo, pero éste, impaciente, apenas le oía.
Apolo le advirtió de que no bajase demasiado rápido, para que la Tierra no tocase el fuego, y que no subiese demasiado alto para no abrasar la cara del cielo. También le dijo que evitase el látigo y sujetase fuertemente las riendas para que los caballos volasen y todo el trabajo lo hiciesen ellos.
Faetón subió al carro y audaz, incitó al brioso tiro a través de la bruma del alba, con el viento del Este siguiéndole en la soberbia carrera. Pero pronto la velocidad le cortó la respiración mientras que, debido a su poco peso, el carro se tambaleaba y balanceaba como una quilla sin lastre, hasta que su cabeza empezó a moverse y demasiado pronto los fieros corceles se dieron cuenta que sus riendas estaban en una mano novata. Se encabritaron y se echaron a un lado, abandonando el camino acostumbrado; luego toda la tierra se asombró al ver el glorioso carro del Sol corriendo torcido encima de sus cabezas como un relámpago.
A los caballos no les importaba ya su novata mano, y tomaron su propio camino en el aire, saltando acá y allá. El carro cayó sobre la Tierra. La hierba se marchitó, las cosechas se abrasaron, los bosques se incendiaron, los ríos se secaron y los lagos empezaron a hervir. Desde entonces una parte de nuestra tierra se convirtió en un desierto arenoso, donde ni hombres ni bestias podían vivir.
El desdichado Faetón había abandonado la esperanza de enderezar su triste marcha. Cegado por el terror y la luminosidad, dondequiera que fuese, quemado por el calor hasta que no pudo permanecer en el brillante carro, tiró las inútiles riendas cayendo de rodillas pidiendo ayuda a su padre. Pero su oración no fue oída por los gritos de toda la Tierra, pidiendo al señor de los cielos que salvase a la humanidad de la destrucción.
Oyendo estos gritos, el todopoderoso Zeus, que estaba durmiendo al mediodía, rápidamente se despertó y levantó su cabeza viendo todo lo ocurrido. Cogió al vuelto un trueno y, una vez en su mano, lo lanzó al humeante aire tirando al insensato Faetón del carro, que no podía controlar. Bajó el joven deprisa con los mechones quemados, rápido como una estrella fugaz, para apagarse como una tea en el río Eridano. Entonces los caballos del Sol agitaron sus yugos y, sueltos, fueron a buscar su establo en el cielo.
Así pues, en este terrible día terminó el hijo vanaglorioso de Apolo, que escondía su rostro de su padre por vergüenza.
Mi juventud no fue sino un gran temporal
Atravesado, a rachas, por soles cegadores;
Hicieron tal destrozo los vientos y aguaceros
Que apenas, en mi huerto, queda un fruto en sazón.
He alcanzado el otoño total del pensamiento,
y es necesario ahora usar pala y rastrillo
Para poner a flote las anegadas tierras
Donde se abrieron huecos, inmensos como tumbas.
¿Quién sabe si los nuevos brotes en los que sueño,
Hallarán en mi suelo, yermo como una playa,
El místico alimento que les daría vigor?
-¡Oh dolor! ¡Oh dolor! Devora vida el Tiempo,
Y el oscuro enemigo que nos roe el corazón,
Crece y se fortifica con nuestra propia sangre.
Henryk Wieniawski
Henryk Wieniawski nació en Lublin, ciudad polaca que en ese tiempo se encontraba bajo el gobierno ruso, el 10 de julio de 1835 y falleció en Moscú, 31 de marzo de 1880. Fue compositor y violinista.
Su talento para tocar el violín fue reconocido desde muy temprano, en 1843 entró en el Conservatorio de París y tras graduarse, realizó varias giras dando muchos recitales en los que normalmente era acompañado por su hermano Józef al piano.
En 1847 Henryk Wianiawski publicó su primera obra "Gran Capricho Fantástico", el comienzo de un modesto pero importante catálogo de 24 obras.
Cuando sus padres se opusieron a su compromiso con Isabella Hampron, Wieniawski compuso "Leyenda, Opus 17"; esta obra ayudó a que cambiaran de opinión y la pareja se casó en 1860.
Por invitación de Antón Rubinstein, Wieniawski se mudó a San Petersburgo donde vivió de 1860 a 1872, enseñando a varios estudiantes de violín y dirigiendo la orquesta y el cuarteto de cuerdas de la Sociedad de Música Rusa.
De 1872 a 1874 Wieniawski realizó una gira por Estados Unidos con Rubinstein.
En 1875 Wieniawski reemplazó a Henri Vieuxtemps como maestro de violín en el conservatorio de Bruselas.
Mientras vivía en Bruselas su salud empeoró; esto lo obligó varias veces a parar en medio de los conciertos.
Ofreció un concierto de despedida en Odesa en abril de 1879 y murió al año siguiente en Moscú.
Sus restos están enterrados en el Cementerio Powazki en Varsovia.
Henryk Wieniawski fue considerado un violinista genial y escribió varios de los trabajos más importantes para el repertorio de violín, incluyendo dos conciertos extremadamente difíciles; el segundo en Re menor, de 1862 se interpreta más a menudo que el primero en Fa sostenido menor, de 1853.
Popularizó el empleo del vibrato, ondulación del sonido para intensificar la vibración inicial de la cuerda, como elemento de color tonal en el violín.
Se le han otorgado varios honores póstumos, su retrato apareció en una estampilla postal en Polonia en 1952 y en 1957, una moneda de 100 zlotys polacos fue acuñada en 1979 con su imagen.
El pueblo de Wieniawska en el Río Czechowka es una comunidad nueva que fue nombrada en su honor.
La primera competición de violín que llevó su nombre tuvo lugar en Varsovia en 1935 y el Concurso Internacional de Violín Henryk Wieniawski se lleva adelante cada cinco años desde 1952.
Canciones
con historia: Old and Wise – Alan Parsons Project
“Old and Wise” (Viejo y Sabio) es uno de los temas más
célebres de la citada banda británica de rock progresivo.
Se trata de una balada muy evocativa que figuraba en la
décima y última pista de su álbum “Eye in the sky” (1982), nombre también de la
canción principal y mayor éxito musical de este grupo.
“Old and Wise” fue
escrita por Alan Parsons y por el escocés Eric Woolfson, que falleció de un
cáncer de riñón el 2
de diciembre de 2009.
La canción termina con un bello y largo solo de saxofón, y
la grabación original contó con Colin Blunstone como vocalista.
La versión que veis
en el vídeo adjunto fue grabada en el The World Liberty Concert de 1995,
celebrado en la villa neerlandesa de Arnhem para conmemorar el 50º aniversario
de la liberación de Europa en la Segunda Guerra Mundial. En aquella ocasión hizo de vocalista Mick
Mullins.
Todos los viejos
llevan
en los ojos
un niño,
y los niños
a veces
nos observan
como ancianos profundos.
Mediremos
la vida
por metros o kilómetros
o meses?
Tanto desde que naces?
Cuanto
debes andar
hasta que
como todos
en vez de caminarla por encima
descansemos, debajo de la tierra?
Al hombre, a la mujer
que consumaron
acciones, bondad, fuerza,
cólera, amor, ternura,
a los que verdaderamente
vivos
florecieron
y en su naturaleza maduraron,
no acerquemos nosotros
la medida
del tiempo
que tal vez
es otra cosa, un manto
mineral, un ave
planetaria, una flor,
otra cosa tal vez,
pero no una medida.
Tiempo, metal
o pájaro, flor
de largo pecíolo,
extiéndete
a lo largo
de los hombres,
florécelos
y lávalos
con
agua
abierta
o con sol escondido.
Te proclamo
camino
y no mortaja,
escala
pura
con peldaños
de aire,
traje sinceramente
renovado
por longitudinales
primaveras.
Ahora,
tiempo, te enrollo,
te deposito en mi
caja silvestre
y me voy a pescar
con tu hilo largo
los peces de la aurora!
Benedetto Ferrari
Benedetto Ferrari (Reggio Emilia, ca. 1603 - Módena, 1681) fue un compositor, libretista de ópera y tiorbista italiano de la época barroca.
Benedetto Ferrari trabajó en Roma (1617-18), Parma (1619-23) y, posiblemente, en Módena por algún tiempo entre 1623 y 1637. Escribió música y libretos de ópera en Venecia y Bolonia entre 1637 y 1644. Su Andromeda, con música de Francesco Manelli, fue la primera ópera veneciana realizada en un teatro público, el de San Cassiano (en 1637). Posteriormente proporcionó el texto y la música de dos óperas, ambas estrenadas en Venecia: La maga fulminata (1638) eIl pastor regio (1640). La puesta en escena boloñesa de esta última en 1641 incluyó, como su dúo final, el texto «Pur ti miro, pur ti godo», que más tarde fue reutilizado, posiblemente con la propia música de Ferrari, para el dúo final de L'incoronazione di Poppea de Monteverdi, en los manuscritos conservados.
Ferrari marchó a Viena en 1651, sirviendo al emperador del Sacro Imperio Romano Fernando III. Al regresar a Módena en 1653 fue nombrado maestro de coro de la corte. Su puesto fue suprimido en 1662, pero restablecido en 1674, después de lo cual ocupó el cargo hasta su muerte. Muchas fuentes testimonian su virtuosismo como tiorbista.
Ninguna de sus óperas se conserva. Sus obras que perviven incluyen libretos, un oratorio y tres libros de monodias bajo el título Musiche varie a voce sola (Venecia, 1633, 1637, 1641). Aunque los últimos fueron compuestos en un período relativamente corto de tiempo, reflejan el cambio de estilo de la monodia acompañada, desde el surgimiento del recitar cantando (a mitad de camino entre el canto y la voz hablada) al estilo vocal típico de la ópera de mediados del siglo XVII, con una melodía más definida y un ritmo más claro.