Johann Sebastian
Bach. Sonata Nº 4 para Violín y Piano en Do Menor BWV 1017
En octubre de 1774, Carl Philipp Emanuel
Bach, el quinto hijo de Johann Sebastian Bach y clavecinista de la corte de
Federico II de Prusia, escribió: “Las seis sonatas para violín y clavecín
obbligato están entre los mejores trabajos de mi difunto padre querido. Suenan muy
bien, incluso ahora, y me causan mucho placer, a pesar de tener más de 50 años. Contienen
algunos Adagios que no se podrían escribir de una manera más cantábiles si
fueran compuestos hoy.”
Bach compuso estas sonatas cuando estaba al
servicio del príncipe Leopold en Cöthen. De esa época, entre 1717 y 1723, son
sus obras instrumentales más importantes y en ellas convergen distintas
técnicas compositivas. Sin duda alguna, en estas seis sonatas la influencia más
fuerte proviene del estilo italiano.
A continuación, de Johann Sebastian Bach, la
Sonata para Violín y Clavecín en Do Menor BWV 1017, en la interpretación deYehudi Menuhinen violín y Glenn Gould en piano.
Vuelve a la noche,
racimo de horas sombrías;
córtalo, come el fruto de tiniebla,
saborea la ignorancia
2
Con orgullo de árbol
plantado de pleno torbellino
te desvistes
con el gesto del agua
saltando de la peña
abandonas tus cuerpos
con los pasos sonámbulos del viento
te arrojas en el lecho
con los ojos cerrados
buscas tu más antigua desnudez
3
Caigo en ti con la ciega caída de la ola
tu cuerpo me sostiene como la ola que renace
el viento sopla afuera y reúne las aguas
todos los bosques son un solo árbol
Navega la ciudad en plena noche
tierra y cielo y marea que no cesa
los elementos enlazados tejen
la vestidura de un día desconocido
4
Desierto inmenso y fuente secreta
balanza del silencio y árbol de gemidos
cuerpo que se despliega como la vela
cuerpo que se repliega como la brasa
corazón que desgajo de la noche
escorpión que se clava en mi pecho
sello de sangre sobre mis años de hombre
5
(Hago lo que dices)
Con un Sí
la lámpara que te guía a la entrada del sueño
Con un No
la balanza que pesa la falacia y la verdad del deseo
Con un Ay
el hueso floreciendo para atravesar la muerte
6
(Hoy, siempre hoy)
Hablas (se oyen muchas lluvias)
no sé lo que dices (una mano amarilla nos sostiene)
Callas (nacen muchos pájaros)
no sé adónde estamos (un alveolo escarlata nos encierra)
Ríes (las piernas del río se cubren de hojas)
no sé adónde vamos (hoy es ya mañana en mitad de la noche)
Hoy que se abre y se cierra
nunca se mueve y no se detiene
corazón que nunca se apaga
Hoy (un pájaro se posa
en una torre de granito)
Siempre es mediodía
En el trío de los grandes pintores venecianos del siglo XVI , Tintoretto representa las tendencias manieristas más decididamente que Tiziano o Veronés .
Jacobo Robusti, llamado Tintoretto por el oficio de su padre le llamaban ( tintoreto ) se formó en el taller de Tiziano .
En 1539 es mencionado maestro por primera vez. Entre 1548 y 1563 pinta varios lienzos de gran tamaño con escenas de milagros de San Marcos .
Las representaciones se caracterizan por una vehemencia de la acción, desconocida hasta entonces en la pintura veneciana y conseguida mediante violentos escorzos y movimientos exagerados.
También fue una novedad en Venecia el enérgico modelado del cuerpo, que excede los hallazgos de Miguel Ángel. Luces trémulas interrumpen la continuidad de la superficie.
No sabemos si Tintoretto estuvo en Roma pero existen datos de que en obras posteriores utilizó temas de la Antigüedad clásica y también de Miguel Ángel y Giambologna. En sus últimas obras la luz adquiere cada vez un papel más importante.
Según un informe de Marco Boschini, Tintoretto montaba cada vez un escenario semejante al espacio del cuadro, colocaba figurillas de cera a modo de prueba e iluminaba el conjunto para estudiarlo.
De 1564 a 1587 el pintor está ocupado con la decoración de la Scuola di San Rocco El extenso ciclo nos da una idea de la importancia del pintor. Junto a magníficos trabajos, se encuentran otros en los que predomina el efecto virtuoso. Sin embargo hay que contar con la participación de un gran taller, ya que Tintoretto, con una energía inagotable, acaparó un encargo tras otro.
El amor entre Venus y Marte representado por Botticelli como amor ideal siguiendo la filosofía neoplatónica adquiere en la pintura del siglo XVI un fuerte componente erótico.
Es característico del temperamento de Tintoretto, tendiente a la escenificación dramática, que no escoja como tema la unión entre los amantes, sino su descubrimiento por el anciano esposo de Venus, Vulcano,
Representado en movimiento, Vulcano descubre el pubis de Venus , mientras que Marte se esconde debajo de la cama. El espacio se abre desde el primer plano izquierdo hacía el fondo a la derecha, con una asimetría acentuada.
Esta dirección queda subrayada por la reducción del muro y la posición de Cupido, así como la perspectiva de las baldosas que llevan a la habitación contigua .
De igual modo, el espejo sugiere una ampliación del espacio uniéndose con tres figuras principales en una nueva diagonal.
Además el espejo tiene una segunda e importante función: completa la figura de Vulcano, muy especial ya por el momento hasta formar una "escultura " visible de todos los lados. Una impresión reforzada que denota el estudio de Miguel Angel .
Contrasta con ella la figura áspera, casi masculina de Venus, para la que pudo servir de modelo la Andrómeda de Tiziano.
En la composición, Venus es un contrapeso a la fuerte diagonal.
La historia de Hefesto (Vulcano en la versión romana) y Afrodita (Venus) comienza precisamente cuando la enorme belleza de la diosa pone en guardia a Zeus, que temeroso de las disputas que podía provocar entre los dioses, decide casarla con el más feo y deforme de todos ellos, Hefesto. Tan feo, que se dice que su propia madre, Hera, lo había arrojado del Olimpo por ello.
Pero no fue una buena idea la de Zeus, porque la diosa, frustrada ante semejante matrimonio y sabedora de sus atributos, dio rienda suelta a sus deseos y fueron por ello muy frecuentes sus infidelidades. Sobre todo con Adonis, joven de una belleza equivalente a la de Afrodita y por cuyo amor hubo de rivalizar con Perséfone. Pero no fue el único, Afrodita también tuvo sus veleidades con Ares (Marte), que celoso del amor que aquella le profesaba a Adonis, será quien acabe con él disfrazado de jabalí y atacándolo salvajemente.
Finalmente en uno de sus encuentros, Ares, el dios violento de la guerra, sería descubierto yaciendo con Afrodita, de lo cual informó puntualmente Helios al marido engañado, Hefesto, que se encontraba trabajando en su fragua, que algunos localizaban al fondo del Etna. Como con el tiempo la figura de Helios, dios del Sol, se identificó con Apolo, es frecuente que se represente en la iconografía de este tema, a este dios de la medicina, la poesía y el arte dándole la noticia al desconcertado Hefesto.
El marido ofendido improvisó entonces una artimaña para apresar a los amantes, y así fundió una red a base de finas cadenas y la colgó en lo alto del lecho para que al menor contacto entre lo adúlteros cayera sobre ellos. Así los atrapó a los dos, y no los liberó hasta que Poseidón le prometió que Ares pagaría por lo que había hecho, pero así como levantó la red, los amantes huyeron y la promesa cayó en el olvido.
De todas las representaciones realizadas en el mundo del arte sobre este tema destaca especialmente la versión de Velázquez. Pero no es la única, hay un cuadro del pintor barroco Giovanni Battista Carlone: “Venus y Marte sorprendidos por Vulcano” (Savona Pinacoteca Civica); una “Venus, Vulcano y Marte” de Tintoretto (Alte Pinakothek. 1555); una “Venus en la fragua de Vulcano” de Le Nain (Museo de Saint Denis. Reims. 1641); así como también una“Fragua de Vulcano” de Jacopo Bassano que se encuentra en el Museo del Prado (1577); sin olvidar un grabado de Antonio Tempesta de 1606, hoy en el Metropolitan de Nueva York.
Pero sin duda la obra más universalmente conocida para ilustrar el mito es la de Velázquez. Más allá de los valores artísticos de la pintura, la representación del momento en el que Apolo se aparece al propio Hefesto y sus aprendices, resulta de un enorme efectismo, sobre todo por la expresión de sorpresa de todos los presentes y gracias a ello, la sensación de instantaneidad que transmite la escena.
Apolo por ello mismo adquiere valor de verdadera aparición, en su doble aspecto de dios de la poesía, con su corona de laurel, y de dios solar, rodeado por ello con una aureola que contribuye de paso a potenciar la idea de su inesperado advenimiento.
Pero en realidad, como ocurre con otros cuadros suyos, como el del “Triunfo de Baco”, el recuerdo clásico del mito se reduce a la presencia de Apolo, al que pinta con una solemnidad equivalente a la de Baco en el ejemplo de Los borrachos.
Por el contrario, el resto de la imagen se disuelve en la cotidianidad de una vulgar fragua, en la que la figura de Vulcano asume un carácter un tanto burlesco, de marido carnudo al fin y al cabo, muy propia de la postura anti-mitológica que en general adoptaron los pintores barrocos españoles.
Hefesto, dios del fuego, de los metales y la metalurgia y, por tanto, de los herreros. Reina sobre los volcanes, donde tiene dispuestos sus talleres y trabaja con sus ayudantes, los cíclopes. Hefesto no vive en el Olimpo como los demás dioses olímpicos, sino que habita en sus talleres donde fabrica losrayos de Zeus, el tridente de Poseidón y las flechas de Ártemis.
El nacimiento de Hefesto es otro caso de nacimiento curioso en la mitología. Ya habíamos visto que Afrodita nace de entre la espuma del mar cuando los testículos de Cronos caen ahí; Atenea tiene un nacimiento cefálico; y Hefesto es un caso de autogamia, es decir, autoengendrado por la propia Hera. La esposa de Zeus, harta de ver cómo su marido tiene aventuras con humanas, ninfas y diosas, decidió tener un hijo sin necesidad de la aportación masculina. Otra versión cuenta que es hijo de Zeus y Hera, pero es más interesante la primera ¿verdad?.
Todas las historias coinciden en que Hefesto era cojo y feo. Sobre su cojera hay varias historias: una afirma que nació cojo y Hera, al ver lo feo y deforme que era, lo escondió de los demás dioses y lo arrojó del Olimpo siendo un bebé. Después de muchas horas, Hefesto cayó al mar, medio muerto, donde le encontró Tetis y lo acogió (otra versión dice que por culpa de esta caída, siendo niño, se destrozó un pie y por eso quedó cojo). La ninfa se percató del talento que tenía el dios para las actividades artesanales. Otra historia cuenta que un día, Zeus y Hera tuvieron una fuerte discusión y él salió en defensa de su madre y, por tal insolencia, el dios supremo le tiró del Olimpo. Hefesto estuvo un día entero cayendo, hasta que finalmente dio en al tierra (específicamente en la isla de Lemnos) donde quedó malherido, casi sin respiración. Fue recogido por Sintios (pueblo tracio inmigrado en Lemnos), quienes lo curaron, pero quedó cojo para siempre.
Sea cual fuera la versión, la idea fundamental de los griegos (en realidad no deberíamos hablar de griegos, sino de helenos) es que el fuego bajó a la tierra en forma de rayo.
"El carácter de Hefestos es contradictorio. Por un lado es un duende, un bromista del que uno se ríe porque cojea, por su cara llena de hollín, porque es feo; por otro lado es imprevisible hasta la maldad.
a contradicción quedó ya demostrada en la primera obra artística que realizó, que curiosamente era un regalo para Hera, su madre, la que le había arrojado del Olimpo". Kölhmeier, Michael; Breviario de mitología clásica I, Círculo de Lectores, Barcelona, 2005. Pags- 90-91.
Esa primera obra de la que habla Kölhmeier se trata, ni más ni menos que de un trono de oro, un obsequio para su madre. Pero este trono tenía una peculiaridad, poseía unas cadenas que atrapaban a todo aquél que se sentase en él. Este privilegio fue a parar a su progenitora, la diosa que le había tirado desde el Olimpo cuando no era más que un bebé. Cuando Hera se dio cuenta que no podía levantarse del trono, todos los dioses intentaron liberarla, pero solo había uno capaz de ello: Hefesto, el que lo había construido. Así que mandaron a Hermes en busca del dios, este le pidió que la liberara pero Hefesto se negaba a tal cosa, a no ser que le dejasen ver a Hera. De esta manera, entró en el Olimpo (según se dice montado en un asno) y la escena satisfizo su venganza, pero cuando los dioses le preguntaron cómo iba a hacer para liberarla él no contestó, tan solo habló cuando Dioniso le dio de beber vino y se emborrachó.
Desde entonces, Hefestos permaneció en el Olimpo, aunque era el servidor de los dioses, se reían de él por ser cojo, por su cara llena de hollín, pero también apreciaban su gran habilidad artesanal. Creaba palacios para los dioses para que vivieran entre lujos, también fabricó la armadura de Atenea, forjó las armas de Aquiles por petición de Tetis, el carro de Helios, el cinturón de Afrodita y armas para Eneas que le pidió Afrodita. Participó en el nacimiento de Atenea, en la creación de Pandora, cuyo cuerpo moldeó con barro y contribuyó al castigo de Prometeo, clavándolo en el Cáucaso.
Hefesto se casó con la diosa del amor por decisión de Zeus, ¿por qué? ¿le parecía divertido?. Michael Kölhmeier nos dice que, a primera vista, estar casado con la diosa del amor es maravilloso, pero lo cierto es que Afrodita no puede dejar de amar a otros hombres y el concepto de fidelidad u otro tipo de contención sexual le sonajenas. El amante preferido de Afrodita era Ares, quien le dio varios hijos de los que ya he hablado. Hefesto no sabía nada de esto, pero el resto de dioses sí eran conscientes de los encuentros secretos de los amantes.
Helios, el dios del sol, le contó todo sobre la relación entre Afrodita y Ares. Hefesto, ultrajado, tramó una artimaña para atrapar a la pareja. Fabricó una red invisible que colocó sobre el lecho para que, cuando volviese a encontrarse con Ares, la red se cerrase atrapándoles a los dos sin que pudieran moverse. Cuando hubo sucedido, Hefesto convocó a todos los dioses y, acusando a su esposa de adulterio, exigió todos los regalos de boda. Los dioses se rieron de Hefesto por ser uncornudo, pero también acabaron riéndose de Afrodita y Ares.
Velazquez ilustra en su cuadro el momento en que Apolo Helios visita la fragua en la que Hefesto y sus ayudantes, los Cíclopes (aquí humanizados) están fabricando armas, y le revela al dios el adulterio de su esposa con Ares.
"Aquí, como en el caso del trono de Hera, el hecho de que un ser humano (al igual que un dios) ser más ridículo cuando está obligado a hacer aquello que más le gusta muestra algo de refinamiento psicológico. Está calculado con alevosía, con una astucia insolente. Lo que más le gustaba a Hera era sentarse a la mesa y comer, de modo que fue allí donde la amarró Hefestos; a Afrodita le gustaba por encima de todo revolcarse en la cama con Ares, y allí precisamente la inmovilizó." Kölhmeier, Michael; Breviario de mitología clásica I, Circulo de Lectores, Barcelona, 2005. Pag. 93-94.
Otra historia que hace ver ese carácter contradictorio del dios sucede durante una discusión muy fuerte entre Zeus y Hera, discusión producto de los celos de la diosa porque su esposo se iba con otras mujeres. Zeus, harto de los celos de su esposa, la colgó de los brazos, le ató un yunque a cada pie y dejó que permaneciera así. Fue Hefesto, el hijo despreciado y odiado por Hera, quien la liberó y como castigo fue arrojado por Zeus del Olimpo. Según unas versiones este es el origen de su cojera, y según otras esta sería la segunda vez que es arrojado del monte Olimpo. Pero no le guardó rencor a Zeus, ya que cuando le pidió que forjara las cadenas para atar a Prometeo este realizó el trabajo sin queja.
La entrada dedicada a Atenea contaba que Hefesto fue el encargado de abrir la cabeza de Zeus para que saliera la diosa. Desde entonces, Hefesto sentía un gran afecto por la joven diosa virgen. En una ocasión, Atenea fue a visitarle a la fragua y le pidió que le forjara una armadura nueva. Hefesto lo estaba encantado y le haría la más hermosa, pues la quería de todo corazón. La diosa se agachó de una forma provocativa sobre la mesa, de tal manera que Hefesto no fue capaz de contenerse y se abalanzó sobre ella para tomarla. Pero no consiguió dominarla aunque tuviese unos brazos musculosos, aunque llegó a eyacular sobre el muslo de Atenea. Tanto asco le dio a la diosa que rápidamente se limpió y lo arrojó a la tierra, donde surgió un extraño híbrido: Erictonio, un ser mitad hombre, mitad serpiente. Esto es lo más parecido a un hijo que tuvo Atenea y le acogió y protegió. Erictonio, héroe legendario de los atenienses, se convirtió en un gran inventor, fue él quien inventó la rueda puesto que no podía moverse bien
Hefesto, aún siendo el dios más feo, se le atribuyen mujeres muy hermosas a parte de Afrodita, como a la más joven de las Gracias. La tradición le atribuye varios hijos, como elargonauta Palemón o el escultor Árdalo, ambos hijos heredaron la habilidad manual de su padre.
En el arte es representado feo, cojo, con el pecho descubierto y los instrumento de la fragua como atributos: yunque, martillo o tenazas. En época moderna se le representa trabajando en su herrería, donde fabrica las armas y atributos de los dioses y héroes, mientras recibe la visita de los dioses.
El mar golpeando me está llamando a tu casa, El mar golpeando me está llamando dentro de tí.
En la noche oscura de un año nuevo, En la costa del oeste de Clare, Oí tu voz cantando, Tus ojos bailaban la canción, Tus manos tocaban la melodía, Fue una visión anterior a la mía...
Salimos detrás de la música, y del baile realizado, A medida que nos llevaron a la orilla del mar, Y que olía a salmuera, sentía el viento en el pelo, Y con tristeza se detuvo.
De repente supe que te tendrías que ir, Tu mundo no era el mío, tus ojos me lo dijeron, Sin embargo, fui allí donde sentí la encrucijada del tiempo, Y me pregunté por qué...
Cuando volvemos nuestra mirada al mar cayendo, Una visión vino a mí, De los poderosos cascos y batir de alas, En las nubes superiores.
En cuanto pude oír tú estabas gritando mi nombre, Como un pájaro en una jaula que despliega sus alas para volar, "Las viejas costumbres se pierden" cantabas a medida que volabas. Y me pregunté por qué...
El mar golpeando me está llamando a tu casa, El mar golpeando me está llamando dentro de tí.
El mar golpeando me está llamando a tu casa, El mar golpeando me está llamando dentro de tí.
El mar golpeando me está llamando a tu casa, El mar golpeando me está llamando dentro de tí.
Frío en la tierra, y la nieve apilada sobre ti,
Lejos, muy lejos, el frío en la tumba triste.
¿Me he olvidado de amarte, mi único amor,
Cortada al fin por la implacable ruptura del Tiempo?
Ahora, en soledad, ¿mis pensamientos ya no flotan
Sobre los montes, en esa orilla del norte,
Descansando sus alas en las hojas de helecho
Que cubren tu noble corazón eternamente?
Frío en la tierra, y quince diciembres salvajes
Desde los cerros marrones se han derretido en primavera;
¡Fiel, de hecho, es el espíritu que recuerda
Después de esos años de cambio y sufrimiento!
Dulce amor de la juventud, perdonad, si me olvido de ti,
Mientras la marea del mundo me arrastra hacia adelante;
Otros deseos y esperanzas me atormentan,
¡Las esperanzas que oscurecen, pero no pueden borrarte!
Ninguna luz tardía ha iluminado mi cielo,
Ninguna mañana ha vuelto a resplandecer para mí;
Toda mi felicidad vino de tu vida,
Toda mi felicidad yace en la tumba contigo.
Pero cuando los días de sueños dorados perecieron,
E incluso la desesperación fue impotente para destruir,
Aprendí como la existencia podía ser apreciada,
Fortalecida, alimentada sin la ayuda del placer.
Entonces probé las lágrimas de una pasión inútil;
Destetada mi joven alma de tu anhelo póstumo;
Severamente negó su ardiente deseo de acelerar
El descenso hacia esa tumba que será mía.
Y, aún así, no me atrevo a dejarlo languidecer,
No me atrevo a caer en el dolor entusiasta de la memoria;
Una vez bebida profundamente la divina angustia,
¿Cómo podría anhelar el mundo vacío otra vez?