jueves, 4 de septiembre de 2014


MI NIÑA VENENO - Richie

Medianoche y en mi cuarto, ella va a subir.
Oigo sus pasos acercando, veo la puerta abrir.
Media luz color carne, y sabanas de azul.
Cortinas de seda, y finalmente tu.

Mi niña veneno, el mundo es pequeño para los dos,
y en toda cama que duermo, te vuelvo a ver, te vuelvo a ver,
Te vuelvo a ver, yeah, yeah, yeah, yeah.

Sus ojos verdes en mi espejo, brillan para mi.
Su cuerpo entero es un placer, del principio al fin.
Y, solo, en mi cuarto, yo despierto sin tu ser,
Me veo hablando con paredes, hasta anochecer.

Mi niña veneno, tu tienes un modo sereno de ser,
y cada noche y en mi cuarto, vienes para enloquecer,
enloquecer, enloquecer, yeah, yeah, yeah, yeah.

mi niña veneno el mundo es pequeño para los dos
en toda cama q duermo te vuelvo a ver
te vuelvo a ver  te vuelvo a ver yeeh yeah yeah
Medianoche y en mi cuarto, ella va a subir.

Oigo sus pasos acercando Veo la puerta abrir.
Y ella conoce de donde tu vienes para amar,
no se ni cual es tu nombre, ni necesito llamar.

Mi Niña Veneno, Mi Niña Veneno


Canción de otoño - Paul Verlaine

Los sollozos más hondos
del violín del otoño
son igual
que una herida en el alma
de congojas extrañas
sin final.

Tembloroso recuerdo
esta huida del tiempo
que se fue.
Evocando el pasado
y los días lejanos
lloraré.

Este viento se lleva
el ayer de tiniebla
que pasó,
una mala borrasca
que levanta hojarasca
como yo.

Canción de Otoño - Verlaine
Suite Bergamasque - Claude Debussy

Nada hacía presagiar que el niño Achille-Claude Debussy, finalmente autor de más de 800 obras para orquesta, instrumental y de cámara, estaba predestinado a la música. Su genealogía apuntaba a cualquier cosa menos al arte. Nacido en 1862 en una pequeña ciudad situada a orillas del Sena, su bisabuelo había abierto un taller de cerrajería en París luego de casarse con la hija de un carpintero, y un tío, hermano de su padre, ejerció asimismo el noble oficio de la carpintería de banco.

El padre de Claude, por su parte, se enroló muy joven en la infantería de marina y luego probó suerte en las más diversas profesiones. Cuando en 1871 se desencadenaron los sucesos de la Comuna de París quiso tocar también el cielo con las manos y se unió a las filas de los revoltosos. El fracasado levantamiento terminó con él juzgado y enviado a la cárcel durante un año. Las circunstancias luego se conjugaron para que la madre de otro comunero preso se interesara en la familia del compañero de su hijo. Discípula de Chopin, según ella misma, no tuvo dificultades para intuir la disposición musical del niño Claude.

Madame Mauté de Fleurville, que así se llamaba la pretendida discípula de Chopin, preparó gratuitamente a Claude para su ingreso al Conservatorio de París, lo que consiguió en 1872. Ocho años más tarde, una gran dama rusa, Nadezhda von Meck, amiga y protectora de Tchaikovski, solicitó al Conservatorio que le proporcionara un joven pianista para dar lecciones a sus hijos. El elegido fue Claude. Al año siguiente, la señora von Meck lo invitó a unírsele en un viaje a Moscú. El verano siguiente, Claude se repitió el plato, con lo que la confianza en sí mismo debe haber experimentado un salto descomunal, y entonces cometió el error.

Con sorprendente audacia, Claude se atrevió a pedir a la señora von Meck la mano de su hija Sonia. La señora von Meck escuchó su petición mientras observaba el jardín a través de los ventanales. Luego volvió la cabeza y le preguntó a Claude si no le molestaría regresar a París en el próximo tren.

http://labellezadeescuchar.blogspot.com.ar/2011/09/claude-debussy-claro-de-luna.html


La Suite bergamasque o Claire du Lune de Claude Debussy es una suite para piano en varios movimientos. Aunque fue escrita en 1890, la obra no se publicó hasta 1905, y eso pese a que su autor intentó que no viese la luz, pues creía que esta obra de juventud estaba muy por debajo del nivel de sus composiciones más modernas.
La Suite toma su nombre de las máscaras de la Commedia dell'Arte de Bérgamo (Comedia del arte de Bérgamo) y está inspirada en las Fêtes galantes (Fiestas galantes) de Verlaine.
Estructura
Está dividida en cuatro piezas:
1. Preludio
2. Minueto
3. Claro de luna
4. Pasapiés
Piezas
Prélude: (en español: preludio) es la primera pieza en la suite, que se titula "Prélude". Esta pieza se encuentra en la clave de Fa, en rubato. Se caracteriza por poseer contrastes muy dinámicos con un comienzo y un final bastantes vigorosos. Es una pieza festiva, ya que ocupa gran parte del estilo barroco que se encuentra comúnmente en los preludios de la época.
Menuet: (en español: minueto) la segunda parte de la Suite Bergamasque es el "Menuet". Es el tema principal, contrasta alternativamente el misterio con mitad de dramatismo. Esta pieza es particularmente original, ya que no se conforma con el estilo particular de la mayoría de los minuetos. Más bien, en vez de ser fresca y delicada, esta pieza muestra mucho más comedia cruda. Una vez más, Debussy establece una muy novedosa pieza bajo la apariencia del estilo de una vieja canción.

Wikipedia


La muerte de Beethoven

Entre las 4 y las 5 de la tarde del 26 de marzo de 1827 se produjo en Viena una fortísima tormenta de nieve y granizo. A las seis menos cuarto un relámpago iluminó la habitación, Beethoven abrió los ojos, levantó la mano derecha y, con el puño cerrado, con aspecto feroz y amenazante, fijó durante unos segundos su mirada en lo alto, cuando su mano cayó sobre el lecho su corazón había dejado de latir.

Beethoven era, por naturaleza, fuerte físicamente, pero cuidó muy poco de su salud: por ejemplo, cuando se hallaba sudoroso gustaba de rociarse con agua fría y, sin secarse, se exponía a corrientes de aire. Padeció, por ello, desde el comienzo de su edad adulta, enfermedades y crisis que fueron agravándose con el paso del tiempo. Así, tras los frecuentes desarreglos intestinales que sufrió desde su juventud, en 1815 experimentó disfunciones hepáticas y, pese a ello, siguió bebiendo sin moderación.

En octubre de 1816 se le declaró un fuerte catarro que tardó varios meses en curar, hasta el punto de decidirse a llamar en su ayuda a su amiga Nanette Streicher. La prolongación de este catarro, acompañado de intensos dolores de cabeza, le sumirá en la desgana y la tristeza hasta finales del año siguiente; pide auxilio a varios de sus amigos, pero apenas pueden o tienen tiempo de atenderle: se sentirá solo y deprimido. De otra recaída en 1818 no se recobrará hasta pasar una temporada veraniega inusualmente prolongada en Módling, más en contacto con su amada naturaleza que en Viena.

A finales de 1820 le ataca una fuerte bronquitis y, antes de recuperarse del todo, se le declara una ictericia en la primavera siguiente. Entre marzo y mayo de 1825 presenta un «cuadro patológico» complejo, pulmonar e intestinal. Al restablecerse, escribe el «Molto adagio» del Cuarteto opus 132, que titula «canto de acción de gracias a la Divinidad de un convaleciente». Al estrenarse en privado este Cuarteto (el 9 de septiembre de 1825), algunos presentes lloran escuchando ese episodio. Nuevos dolores, ahora también de ojos, se le presentan los dos primeros meses de 1826.

El primer día de diciembre de 1826, cuando Beethoven vuelve con su sobrino a Viena desde la propiedad de su hermano Nikolaus en la que habían descansado un par de meses, hacen noche en un albergue muy frío; al día siguiente llega a Viena con pulmonía. Ya no volverá a salir de su habitación. Según Schindler, su sobrino «se olvidó» de avisar al médico. Hoy está comprobada la falsedad de esta acusación. (En su biografía del compositor, Schindler ataca con saña a Karl, pero éste su frió en silencio muchas de estas calumnias y ni siquiera se defendió. Es más, le hizo entrega de todas las cartas que le había enviado su tío, en las que por lo general no sale muy bien parado.)

Beethoven se quejaba de la frialdad y el distanciamiento del médico que lo atendía, el muy competente doctor Wawruch. Un cambio temporal de médico resultó a la postre contraproducente. Tras una pasajera y breve mejoría, el 10 de diciembre se le presenta una ictericia generalizada, consecuencia de la cirrosis. La hidropesía le ha hinchado su vientre hasta tal punto que hubo que practicarle punciones cuatro veces (la primera el 20 de diciembre y la última el 27 de febrero de 1827), que le alivian por muy pocos días.

En diciembre recibe una carta del rey de Prusia, al que había dedicado la Novena Sinfonía, y del que Beethoven esperaba una condecoración. El rey, sin embargo, no hablaba de distinción alguna, sino que le decía: «Os agradezco esta dedicatoria y os envío un anillo con brillantes como expresión de mi sincero aprecio». Pero el anillo traía una piedra poco noble; al ser valorada en sólo ciento sesenta florines, Beethoven se encolerizó y dijo que la vendería. Holz le recriminó: «Maestro, debe conservar este anillo: ¡es el regalo de un rey! «¡Yo también soy rey!», le contestó.

Una de sus últimas alegrías fue recibir los cuarenta volúmenes de las Obras completas de Haendel, recién editadas y que le enviaba el fabricante inglés de arpas J. A. Stumpff. Haendel era para Beethoven, así lo manifestó con insistencia, el más grande compositor del pasado. Johann Sebastian Bach, Haydn y Mozart eran los restantes.

Al día siguiente de ingresar Karl en el ejército (el 2 de enero de 1827), Beethoven redacta su testamento, en el que manda escribir: «Karl van Beethoven, mi bienamado sobrino, es el único heredero de todas mis tenencias». Ya no volverían a verse. El 23 de marzo, sin embargo, añadió un codicilo al testamento: «Mi sobrino Karl será mi único heredero, pero el capital de mi propiedad irá a manos de sus herederos naturales o testamentarios»: sus últimas letras fueron, pues, para reconciliarse con su cuñada Johanna, heredera de Karl por ser éste soltero. Al terminar esto, Beethoven exclamó: «¡Ya está! ¡Ya no escribiré ni una sola palabra más!» Pese a ello, se siente liberado de un gran peso, se anima y comienza a hablar de proyectos que pretende realizar.

El joven Gerhard von Breuning, con su frecuente compañía junto al lecho del enfermo, endulza muchas de las últimas y amargas horas del compositor. Y algunas de las conversaciones que mantuvieron tienen para nosotros el mayor valor: «Vuestro Cuarteto, bien ejecutado por Schuppanzigh, no ha despertado interés». «Ya les gustará algún día...» Y le habla de obras que quiere escribir: «Todavía tengo que componer mucho: quiero escribir mi Décima Sinfonía, un Réquiem y música para Fausto. Y un método de piano, totalmente distinto de los que se han hecho hasta ahora (...) Quería haber escrito más óperas, pero no he encontrado libretos [que me gustasen]. Necesito uno que me inspire: debe ser algo moral y sublime». Pero, en cama y tan enfermo, no es capaz de componer nada, sino tan sólo de hacer algún que otro retoque: «Lo más doloroso para mí, no lo oculto, es la suspensión total de mi actividad» (18 de febrero).

Al correrse la voz de que se encuentra gravemente enfermo, muchos de sus amigos van a visitarlo. Pero no está entre ellos el archiduque-arzobispo Rodolfo. Sus sufrimientos son grandes, pero los soporta con entereza. En una nota que G. von Breuning le envía, le dice: «Me han dicho hoy que sufres de tal manera a causa de las chinches que cuando duermes te despiertas a cada momento; como necesitas dormir, te llevaré algo que acabe con ellas.»

El 22 de febrero, inquieto todavía por su situación económica, escribe al pianista y compositor Moscheles para que intente organizar un concierto. Moscheles comunica a la Sociedad Filarmónica de Londres la apurada situación de Beethoven y le envían cien libras (unas mil coronas de oro). El 15 o el 16 de marzo se presenta un banquero en su casa para hacerle entrega del dinero. «Partía el corazón ver a Beethoven con las manos juntas, deshecho en lágrimas de alegría y agradecimiento», escribió el banquero. Los periódicos de Viena se quejan, indignados, de que Beethoven haya pedido ayuda económica al extranjero (!).

Beethoven no se da aún por vencido: el 6 de marzo escribe (a Smart): «Mi enfermedad durará seguramente hasta mediados del verano». Viene a verlo desde Weimar el compositor Hummel. Beethoven, que tiene junto a sí una litografía con la casa natal de Haydn que le acaban de regalar, le dice: «Me ha alegrado como a un niño: ¡una casa tan pequeña, la cuna de un hombre tan grande!» Sus últimas pequeñas alegrías se las proporcionan las compotas que le envía un amigo; Beethoven le escribe notas dándole las gracias.

Entre el 14 y el 16 de marzo todavía escribe breves esbozos para un Quinteto que le había encargado el editor Diabelli. Su última carta, dictada el 18 de marzo, es para Moscheles, pidiéndole que transmita a la Sociedad Filarmónica londinense «mi más profundo agradecimiento (...) Decid a esos dignos señores que, cuando Dios me devuelva la salud (...) les compondré lo que ellos deseen».

Ese día o el siguiente le visita Schubert. El día 23 el doctor le escribe, en presencia suya, que su fin se acerca. Beethoven, «con un dominio ejemplar de sí mismo, leyó con lentitud y reflexión; su rostro se transfiguró. Me tendió con gravedad la mano y me dijo cordialmente: "Mande llamar al cura" (...) Poco después se confesó, con esa piadosa resignación que conduce a la eternidad sin temor». Ese día lo visita de nuevo Hummel, con su discípulo F. Hiller: «De sus labios no salió palabra alguna. El sudor cubría su frente (...) La señora Hummel le secó varias veces el rostro con su fino pañuelo de batista. Nunca olvidaré la mirada de agradecimiento de sus apagados ojos» (Hiller).

El 24 le llegaron unas botellas de vino que un mes antes había encargado. Al verlas exclamó: «¡Lástima!... ¡Demasiado tarde!» Fue lo último que pronunció. A continuación, entró en agonía. Entre las 4 y las 5 de la tarde del 26 de marzo de 1827 se produjo en Viena una fortísima tormenta de nieve y granizo. A las seis menos cuarto «un relámpago iluminó la habitación (...) Beethoven abrió los ojos, levantó la mano derecha y, con el puño cerrado, con aspecto feroz y amenazante, fijó durante unos segundos su mirada en lo alto (...) Cuando su mano cayó sobre el lecho (...) su corazón había dejado de latir» (relata Anselm Hüttenbrenner, el único presente en el momento de la muerte, junto a Johanna, la antes odiada cuñada de Beethoven. Ésta cortó un mechón del pelo del compositor «como sagrado recuerdo de la última hora de Beethoven»).

«Cuando se levantó el cuerpo para hacerle la autopsia, se vio por primera vez que el desdichado estaba cubierto de llagas. Sin embargo, durante su enfermedad rara vez se le había oído quejarse» (G. von Breuning).

El entierro, el 29 de marzo, fue multitudinario: asistieron entre diez mil y treinta mil personas, según los distintos cálculos: para los vieneses, los entierros de personas ilustres eran un «espectáculo» al que eran muy aficionados. Entre los asistentes de veras compungidos estaba Franz Schubert, uno de los treinta y seis hombres que rodeaban el ataúd con antorchas.

El hermano y algunos amigos de Beethoven hallaron escondidos dos retratos de marfil en miniatura: de Giulietta Guicciardi y de Antoine Brentano. Schindler sustrajo la carta «A la amada inmortal» (la mantuvo oculta hasta 1840), documentos y objetos, y unos cuatrocientos «cuadernos de conversación». Nadie se cuidó de cerrar con llave la puerta del piso, y seguramente desaparecieron pertenencias de sumo valor documental o artístico. Entró la policía y requisó tres libros «prohibidos», junto a, probablemente, otros escritos comprometedores.

Hasta el 16 de agosto no se hizo un inventario de lo que quedaba. El 5 de noviembre se subastaron manuscritos de obras completas y de bocetos inacabados de Beethoven. Entre los primeros, la partitura autógrafa de la Misa Solemne fue adjudicada en ¡¡siete florines!!

Jean y Brigitte Massin llegan, llenos de amargura, a la siguiente conclusión: «Estamos convencidos de que muchos datos sobre diversos aspectos de la vida de Beethoven fueron escamoteados, camuflados o abandonados hasta que la realidad de las pruebas desapareciese. Creemos que este trabajo de erosión y deformación se siguió de acuerdo con un plan y unos objetivos conscientes y determinados». Pero ¿qué es lo que trató de ocultarse?... No es fácil que lo podamos saber nunca.

Fuente: “Beethoven” de Ángel Carrascosa

http://www.hagaselamusica.com.ar/clasica-y-opera/compositores/la-muerte-de-beethoven/


La Damoiselle Élue – Claude Debussy

Esta obra está basada en The Blessed Damozel de Dante Gabriel Rossetti (1828-1882), aunque Debussy utiliza la traducción de Gabriel Sazzarin,  fue compuesta en 1887 y reorquestada  -sin modificar ni música ni texto- en 1902, fecha en la que fue estrenada por Mary Garden, que había tenido el honor de ser, ese mismo año, la primera Mélisande. Según Patrick O'Connor, un día de tantos en el que  Mary Garden estaba estudiando la música de Debussy, sus emociones se apoderaron de ella y le hicieron estallar en sollozos. Debussy, que estaba presente, comenzó a reir y se burló de ella. "Mi pequeña Mélisande", dijo, "es usted una paloma sentimental". "La inocencia frágil del personaje -dice O'Connor- debe estar asociada a la refinada elocuencia que se desprende de la música de Debussy y del poema de Maeterlinck. Lo mismo ocurre con La damoiselle élue".

Charles Darcours, el crítico de Le Figaro escribió a raíz de su estreno en su primera versión: "La partitura no es una obra maestra pero encierra en sí misma más vida que cualquiera de las obras que la precedieron en el concierto (entre ellas estaba el Poème de l'amour et de la mer de Chausson, y otras obras de Duparc y Dukas). Por lo menos, La Damoiselle Éluees original, extremadamente impactante y muy moderna. (...) el recensor confiesa haber sentido una casi culpable atracción hacia esta obra, tan profundamente sensual, decadente, incluso algo "podrida", pero llena de pasajes de brillante encanto. ¡Es tan agradable poder disfrutar de esta jovial frescura!"

La Dammoiselle Élue fue compuesta para soprano, mezzosoprano, coro femenino y orquesta sobre un texto de Dante Gabriel Rossetti (1828-1882) -autor del cuadro que ilustra esta entrada- traducido por G. Sarrazin. Tanto el coro como la mezzo se encargan de la parte narrativa de la acción, mientras que a la soprano se le encomienda la interpretación de la damoiselle.  No está considerada una obra revolucionara pero sí uno de las primeras obras de Debussy de mejor factura, sobre todo en la parte orquestal y coral, con claros anticipos de lo que habrá de llegar después. Con influencias de la música de Wagner están presentes algunas de las características más personales de la música del compositor: la calidez, el refinamiento, la evocación.

http://cantanellas.blogspot.com.ar/2011/07/la-damoiselle-elue-victoria-de-los.html


miércoles, 3 de septiembre de 2014

 Ghost, Unchained melody

Oh, mi amor, querida mía,
he estado hambriento de tus caricias
durante un solitario y largo tiempo,
y el tiempo pasa tan lentamente,
y el tiempo puede hacer tanto,
¿Eres mía todavía?
Necesito tu amor,
necesito tu amor.
Dios me manda tu amor (lo acelera hacia mí)
Los ríos solitarios desembocan en el mar, en el mar,
en los brazos abiertos del mar, sí.
Los ríos solitarios suspiran: Espérame, espérame.
Estoy volviendo a casa,
espérame.
Oh, mi amor, querida mía,
he estado hambriento,
hambriento de tus caricias,
durante un solitario y largo tiempo,
y el tiempo pasa tan lentamente,
y el tiempo puede hacer tanto,
¿Eres mía todavía?
Necesito tu amor, yo...
necesito tu amor.
Dios me manda tu amor (lo acelera hacia mí)

BSO Ghost - Melodía desencadenada
Banda sonora de la película Ghost, más allá del amor o la sombra del amor..



Poema 18 - Pablo Neruda

Aquí te amo.
En los oscuros pinos se desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.

Se desciñe la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.

O la cruz negra de un barco.
Solo.
A veces amanezco, y hasta mi alma está húmeda.
Suena, resuena el mar lejano.
Este es un puerto.
Aquí te amo.

Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte.
Te estoy amando aún entre estas frías cosas.
A veces van mis besos en esos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.

Ya me veo olvidado como estas viejas anclas.
Son más tristes los muelles cuando atraca la tarde.
Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante.

Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
La luna hace girar su rodaje de sueño.

Me miran con tus ojos las estrellas más grandes.
Y como yo te amo, los pinos en el viento, quieren cantar tu nombre con sus hojas de alambre.

20 poemas de amor y una canción desesperada