Canciones con historia: ROLL OVER BEETHOVEN / ELECTRIC LIGHT ORCHESTRA
"Roll Over Beethoven" es una canción interpretada por la banda británica Electric Light Orchestra, que fue publicada como single en Febrero del año 1973 y además está incluida en el disco ELO 2, publicado en ese mismo año.
Liderados por un fanático a rabiar de The Beatles llamado Jeff Lynne(mención honrosa para Roy Wood y Bev Bevan) , esta banda oriunda de Birmingham hizo historia en los setentas con canciones emblemáticas y discos donde mezclaban el rock and roll, el Pop y la música disco con hermosos sonidos de cuerda, dándole un toque característico a la leyenda musical de esta agrupación.
Tras su primer disco la prensa no llegó a entender para donde iba esta banda en materia musical. La mezcla de sonidos, de estilos y un repertorio bastante "raro" hicieron que la crítica fue muy negativa hacia su trabajo. Pero el camino se empezó a despejar con la salida del LP Elo II, donde con un sonido mas puro, mas depurado en cada detalle y quizás también mas agradable para los oyentes finos, dejó en claro que esta banda no era solo de rock and roll sino que traía otros condimentos a la mesa y se atrevían a ir mas allá.
Para lograr mas aceptación de parte del publico y promocionar de mejor manera su disco la banda decidió usar la famosa técnica de aferrarse a un cover, es decir, hacer una re-versión de algún clásico de clásicos con toques mas potentes e innovadores para evitar hacer un "bodrio". Y eso, los muchachos de la ELO lo sabían muy bien.
En Mayo del año 1972 la banda empezaba a grabar el repertorio para su nuevo disco en los AIR Studios de Londres, y Jeff Lynne se pasaba noche y día cabeceando ideas y canciones conocidas que podían grabar a modo de "cover". Tras varias horas y varios cafés sobre la mesa, el guitarrista, vocalista y compositor de la banda estaba entre dos canciones que la banda venía tocando desde sus inicios y que ya habían presentado en algunas tocatas. Estas eran el hit del Jerry Lee Lewis "Great Balls Of Fire", que data del año 1957 y la famosa rola del maestro Chuck Berry, "Roll Over Beethoven" que fue furor en el año 1956.
Era obvio que por los tintes clásicos, la potencia de la guitarra y sus divertidas menciones a varios próceres de la música docta, la elegida tenía que ser esa canción que Berry escribió en honor a su hermana Lucy, que adoraba las sinfonías y la música de cámara, y las tocaba en el piano que cada vez que su hermanito quería tocar sus acordes de rock and roll en casa. Lynne sabía que esa rola tenía un buen rollo y que sería muy natural interpretarla en vivo y también en el estudio.
Para poder ensayarla de mejor manera, y captar toda la energía musical de cada acorde,Lynne decidió incluirla en las presentaciones de la banda con un arreglo muy especial: Iniciar con la famosa "Novena sinfonía" y mezclarla con la "Quinta Sinfonía" para darle un homenaje rockero y moderno al amigo Beethoven.
Cuando todo iba viento en popa, apareció el primer problema para la banda: Un agotado Roy Wood decide dejar la banda y eso provoca un nuevo dolor de cabeza paraLynne, ya que el multi-instrumentista era un pilar fundamental para el disco y para la realización de esta canción. Mas encima, meses después Wood forma una nueva banda, la emblemática Wizzard, y le logró quitar dos integrantes a la ELO.
Pero el show tenía que continuar, y Lynne junto a sus compañeros deciden grabar su versión de "Roll Over Beethoven" el 8 de Septiembre del año 1972 en los mencionados AIR Studios.
En esas sesiones Jeff tomó la batuta de la banda y como si fuera un director de orquesta se encargó de todos los detalles e incluso de la producción. Pero eso no fue muy bien recibido por el resto de la banda y aparecieron ciertas rencillas típicas de rockeros en periodo de grabación.
A partir de ese tenso momento, Lynne le deja cancha para que el resto de los integrantes de la banda empiecen a dar sus ideas. Así fue como Michael De Albuquerque se encargó de la parte del bajo e hizo unos llamativos arreglos, lo mismo que el violinista Wilf Gibsonquien hizo su parte de violín y arregló partituras para las demás cuerdas. "La parte instrumental donde aparece el solo de violín es mía" declararía años después Wilf.
Para grabar las voces, Jeff fue a varias tiendas en busca de micrófonos baratos, esos que eran para uso doméstico. La razón era que quería que las voces sonaran poco depuradas, que fueran un contraste a las técnicas mas modernas que ellos practicaban y que tenían a mano. Lynne quería que las voces sonaran como si fuera una grabación de los 50's.
Una vez que estaban listos para grabar las voces, ocurrió un nuevo problema: Lynne no se sabia gran parte de la letra (!). Puede sonar raro, ya que esta rola formaba parte de sus conciertos, pero lo cierto era que al momento de interpretarla en vivo el vocalista simplemente en algunas partes cantaba lo primero que se le venía a la cabeza ocasionando un problema muy llamativo a la hora de grabar.
Debido a este problema, la banda tuvo que contactar a algún dueño de disquera o un fans a rabiar de Chuck que tuviera la letra a mano. Por suerte, Bev Bevan se acordó que tenía una copia del vinilo original en su disquera, llamada Heavyhead Records, la cuál estaba en Birmingham y que administraba junto a Ronny Smith.
Asi fue como Bevan llamó de manera urgente a Smith y este por teléfono le fue dictando la letra. Es que Smith, que se declaraba fanático de Berry, que se sabía de memoria la letra de "ROB" y sin querer fue de vital ayuda para la ELO. Lamentablemente, no se sabe si fue error de Smith (difícil creerlo) o simplemente una broma de Lynne en que aparecen ciertas frases incorrectas o cambios de estrofas con respecto a la original. Por ejemplo, en la tercera estrofa Jeff canta la frase "need a shot of rhythm and blues" cuando en la original en esa estrofa aparece la frase "the jukebox's blowin' a fuse"; algo parecido pasa cuando Jeff canta la frase "a-singin' that rhythm and blues" pero en la original corresponde a la frase "and my soul keeps a-singin' the blues" .
Una de las tantas hipótesis que se maneja con respecto a estos errores en la letra, es que quizás Smith en vez de dar la letra de la version original (de su supuesto ídolo) les pasó la letra de la versión que hicieron The Beatles en Noviembre del año 1963. La razón de esta teoria (?) es que en la parte final la original dice "the music won't never stop" pero fue cambiada en la versión de ELO por "the music will never stop"... Y eso pertenece a la versión de The Beatles!!.
Y hablando de los "Fab Four", esta canción también contiene otro momento ligado a esta emblemática banda. Es que mientras la banda grababa la pieza de Berry, apareció por el estudio el productor George Martin, quien además era el dueño de los AIR Studios. En esos días Martin se encontraba trabajando junto a Paul McCartney en la canción "Live and Let die" y aprovechó un descanso para ir a ver a la ELO que estaba sacando del horno su nuevo single. Cuando escuchó esa llamativa versión de la canción, Martin simplemente le dijo a Lynne y sus secuaces: "Creo que ustedes conseguirán gran éxito con esta canción". Martin y su experiencia tras las perillas eran una voz obligada para analizar si sería o no un gran single y obviamente esas palabras dejaron muy optimista y seguro a Lynne, quien siempre se declaró un fanático de The Beatles (y con el tiempo trabajaría con tres de ellos!!!).
"Roll Over Beethoven" fue lanzada como single sólo para el Reino Unido, un 12 de enero de 1973 y el 27 de ese mismo mes llegaba de manera sorpresiva al puesto #6 del UK Singles Charts, y estuvo dentro del Top 10 hasta el 17 de febrero. Un mes después de su lanzamiento en tierras británicas, el single fue publicado en EE.UU. donde recién el 28 de Abril logró entrar en el puesto #42 del Billboard Hot 100 y se mantuvo casi 16 semanas en esa lista. Tuvo una repentina vuelta a esa lista el 11 de agosto 1973, pero la primavera sólo duró dos semanas. Muchos críticos dicen que en los Estados Unidos esta pieza fue un éxito a nivel underground, donde varias radios piratas la dejaron en su Top 10. A pesar de todo, este sería el primer gran hit de la banda... Y el único en donde no apareceLynne en los créditos.
Otro detalle llamativo con respecto a esta versión del clásico de Chuck Berry es la duración de la canción. Es que existen notables diferencias entre las versiones británicas y la norteamericana. Si bien en el single hay empate (en ambos lados del charco dura 4:32), en la versión del disco existe una notable diferencia. Mientras que para la versión de ELO 2 el Reino Unido esta canción dura 7 minutos en estados Unidos trae un minuto más. Para Lynne, la versión original que ellos grabaron para el LP es aquella de 7 minutos, y de hecho esta fue publicada en Japón meses después. Con respecto a la otra versión, que era alternativa, pasó a ser parte de la edición estadounidense solo por un error de la discográfica (la EMI) y la ELO no tiene nada que ver. Asi que señor(a) lector(a) no se asuste si compra un compilado y esta canción viene de 8 minutos y cree que tiene una rareza... Solo fue un error de comunicación.
Que la disfruteeeeeen!!!
Gustavo Adolfo Bécquer - Leyendas: El rayo de luna
Yo no sé si esto es una historia que parece cuento o un cuento que parece historia; lo que puedo decir es que en su fondo hay una verdad, una verdad muy triste, de la que acaso yo seré uno de los últimos en aprovecharme, dadas mis condiciones de imaginación.
Otro, con esta idea, tal vez hubiera hecho un tomo de filosofía lacrimosa; yo he escrito esta leyenda que, a los que nada vean en su fondo, al menos podrá entretenerles un rato.
I
Era noble, había nacido entre el estruendo de las armas, y el insólito clamor de una trompa de guerra no le hubiera hecho levantar la cabeza un instante ni apartar sus ojos un punto del oscuro pergamino en que leía la última cantiga de un trovador.
Los que quisieran encontrarle, no lo debían buscar en el anchuroso patio de su castillo, donde los palafreneros domaban los potros, los pajes enseñaban a volar a los halcones, y los soldados se entretenían los días de reposo en afilar el hierro de su lanza contra una piedra.
-¿Dónde está Manrique, dónde está vuestro señor? -preguntaba algunas veces su madre.
-No sabemos -respondían sus servidores:- acaso estará en el claustro del monasterio de la Peña, sentado al borde de una tumba, prestando oído a ver si sorprende alguna palabra de la conversación de los muertos; o en el puente, mirando correr unas tras otras las olas del río por debajo de sus arcos; o acurrucado en la quiebra de una roca y entretenido en contar las estrellas del cielo, en seguir una nube con la vista o contemplar los fuegos fatuos que cruzan como exhalaciones sobre el haz de las lagunas. En cualquiera parte estará menos en donde esté todo el mundo.
En efecto, Manrique amaba la soledad, y la amaba de tal modo, que algunas veces hubiera deseado no tener sombra, porque su sombra no le siguiese a todas partes.
Amaba la soledad, porque en su seno, dando rienda suelta a la imaginación, forjaba un mundo fantástico, habitado por extrañas creaciones, hijas de sus delirios y sus ensueños de poeta, tanto, que nunca le habían satisfecho las formas en que pudiera encerrar sus pensamientos, y nunca los había encerrado al escribirlos.
Creía que entre las rojas ascuas del hogar habitaban espíritus de fuego de mil colores, que corrían como insectos de oro a lo largo de los troncos encendidos, o danzaban en una luminosa ronda de chispas en la cúspide de las llamas, y se pasaba las horas muertas sentado en un escabel junto a la alta chimenea gótica, inmóvil y con los ojos fijos en la lumbre.
Creía que en el fondo de las ondas del río, entre los musgos de la fuente y sobre los vapores del lago, vivían unas mujeres misteriosas, hadas, sílfides u ondinas, que exhalaban lamentos y suspiros, o cantaban y se reían en el monótono rumor del agua, rumor que oía en silencio intentando traducirlo.
En las nubes, en el aire, en el fondo de los bosques, en las grietas de las peñas, imaginaba percibir formas o escuchar sonidos misteriosos, formas de seres sobrenaturales, palabras ininteligibles que no podía comprender.
¡Amar! Había nacido para soñar el amor, no para sentirlo. Amaba a todas las mujeres un instante: a ésta porque era rubia, a aquélla porque tenía los labios rojos, a la otra porque se cimbreaba al andar como un junco.
Algunas veces llegaba su delirio hasta el punto de quedarse una noche entera mirando a la luna, que flotaba en el cielo entre un vapor de plata, o a las estrellas que temblaban a lo lejos como los cambiantes de las piedras preciosas. En aquellas largas noches de poético insomnio, exclamaba: -Si es verdad, como el prior de la Peña me ha dicho, que es posible que esos puntos de luz sean mundos; si es verdad que en ese globo de nácar que rueda sobre las nubes habitan gentes, ¡qué mujeres tan hermosas serán las mujeres de esas regiones luminosas, y yo no podré verlas, y yo no podré amarlas!... ¿Cómo será su hermosura?... ¿Cómo será su amor?...
Manrique no estaba aún lo bastante loco para que le siguiesen los muchachos, pero sí lo suficiente para hablar y gesticular a solas, que es por donde se empieza.
II
Sobre el Duero, que pasaba lamiendo las carcomidas y oscuras piedras de las murallas de Soria, hay un puente que conduce de la ciudad al antiguo convento de los Templarios, cuyas posesiones se extendían a lo largo de la opuesta margen del río.
En la época a que nos referimos, los caballeros de la Orden habían ya abandonado sus históricas fortalezas; pero aún quedaban en pie los restos de los anchos torreones de sus muros, aún se veían, como en parte se ven hoy, cubiertos de hiedra y campanillas blancas, los macizos arcos de su claustro, las prolongadas galerías ojivales de sus patios de armas, en las que suspiraba el viento con un gemido, agitando las altas hierbas.
En los huertos y en los jardines, cuyos senderos no hollaban hacía muchos años las plantas de los religiosos, la vegetación, abandonada a sí misma, desplegaba todas sus galas, sin temor de que la mano del hombre la mutilase, creyendo embellecerla. Las plantas trepadoras subían encaramándose por los añosos troncos de los árboles; las sombrías calles de álamos, cuyas copas se tocaban y se confundían entre sí, se habían cubierto de césped; los cardos silvestres y las ortigas brotaban en medio de los enarenados caminos, y en dos trozos de fábrica, próximos a desplomarse, el jaramago, flotando al viento como el penacho de una cimera, y las campanillas blancas y azules, balanceándose como en un columpio sobre sus largos y flexibles tallos, pregonaban la victoria de la destrucción y la ruina.
Era de noche; una noche de verano, templada, llena de perfumes y de rumores apacibles, y con una luna blanca y serena, en mitad de un cielo azul, luminoso y transparente.
Manrique, presa su imaginación de un vértigo de poesía, después de atravesar el puente, desde donde contempló un momento la negra silueta de la ciudad, que se destacaba sobre el fondo de algunas nubes blanquecinas y ligeras arrolladas en el horizonte, se internó en las desiertas ruinas de los Templarios.
La media noche tocaba a su punto. La luna, que se había ido remontando lentamente, estaba ya en lo más alto del cielo, cuando al entrar en una oscura alameda que conducía desde el derruido claustro a la margen del Duero, Manrique exhaló un grito leve y ahogado, mezcla extraña de sorpresa, de temor y de júbilo.
En el fondo de la sombría alameda había visto agitarse una cosa blanca, que flotó un momento y desapareció en la oscuridad. La orla del traje de una mujer, de una mujer que había cruzado el sendero y se ocultaba entre el follaje, en el mismo instante en que el loco soñador de quimeras o imposibles penetraba en los jardines.
-¡Una mujer desconocida!... ¡En este sitio!..., ¡A estas horas! Esa, esa es la mujer que yo busco -exclamó Manrique; y se lanzó en su seguimiento, rápido como una saeta.
III
Llegó al punto en que había visto perderse entre la espesura de las ramas a la mujer misteriosa. Había desaparecido. ¿Por dónde? Allá lejos, muy lejos, creyó divisar por entre los cruzados troncos de los árboles como una claridad o una forma blanca que se movía.
-¡Es ella, es ella, que lleva alas en los pies y huye como una sombra! -dijo, y se precipitó en su busca, separando con las manos las redes de hiedra que se extendían como un tapiz de unos en otros álamos. Llegó rompiendo por entre la maleza y las plantas parásitas hasta una especie de rellano que iluminaba la claridad del cielo... ¡Nadie! -¡Ah!, por aquí, por aquí va -exclamó entonces.- Oigo sus pisadas sobre las hojas secas, y el crujido de su traje que arrastra por el suelo y roza en los arbustos; -y corría y corría como un loco de aquí para allá, y no la veía. -Pero siguen sonando sus pisadas -murmuró otra vez;- creo que ha hablado; no hay duda, ha hablado... El viento que suspira entre las ramas; las hojas, que parece que rezan en voz baja, me han impedido oír lo que ha dicho; pero no hay duda, va por ahí, ha hablado... ha hablado... ¿En qué idioma? No sé, pero es una lengua extranjera... Y tornó a correr en su seguimiento, unas veces creyendo verla, otras pensando oírla; ya notando que las ramas, por entre las cuales había desaparecido, se movían; ya imaginando distinguir en la arena la huella de sus propios pies; luego, firmemente persuadido de que un perfume especial que aspiraba a intervalos era un aroma perteneciente a aquella mujer que se burlaba de él, complaciéndose en huirle por entre aquellas intrincadas malezas. ¡Afán inútil!
Vagó algunas horas de un lado a otro fuera de sí, ya parándose para escuchar, ya deslizándose con las mayores precauciones sobre la hierba, ya en una carrera frenética y desesperada.
Avanzando, avanzando por entre los inmensos jardines que bordaban la margen del río, llegó al fin al pie de las rocas sobre que se eleva la ermita de San Saturio. -Tal vez, desde esta altura podré orientarme para seguir mis pesquisas a través de ese confuso laberinto -exclamó trepando de peña en peña con la ayuda de su daga.
Llegó a la cima, desde la que se descubre la ciudad en lontananza y una gran parte del Duero que se retuerce a sus pies, arrastrando una corriente impetuosa y oscura por entre las corvas márgenes que lo encarcelan.
Manrique, una vez en lo alto de las rocas, tendió la vista a su alrededor; pero al tenderla y fijarla al cabo en un punto, no pudo contener una blasfemia.
La luz de la luna rielaba chispeando en la estela que dejaba en pos de sí una barca que se dirigía a todo remo a la orilla opuesta.
En aquella barca había creído distinguir una forma blanca y esbelta, una mujer sin duda, la mujer que había visto en los Templarios, la mujer de sus sueños, la realización de sus más locas esperanzas. Se descolgó de las peñas con la agilidad de un gamo, arrojó al suelo la gorra, cuya redonda y larga pluma podía embarazarle para correr, y desnudándose del ancho capotillo de terciopelo, partió como una exhalación hacia el puente.
Pensaba atravesarlo y llegar a la ciudad antes que la barca tocase en la otra orilla. ¡Locura! Cuando Manrique llegó jadeante y cubierto de sudor a la entrada, ya los que habían atravesado el Duero por la parte de San Saturio, entraban en Soria por una de las puertas del muro, que en aquel tiempo llegaba hasta la margen del río, en cuyas aguas se retrataban sus pardas almenas.
IV
Aunque desvanecida su esperanza de alcanzar a los que habían entrado por el postigo de San Saturio, no por eso nuestro héroe perdió la de saber la casa que en la ciudad podía albergarlos. Fija en su mente esta idea, penetró en la población, y dirigiéndose hacia el barrio de San Juan, comenzó a vagar por sus calles a la ventura.
Las calles de Soria eran entonces, y lo son todavía, estrechas, oscuras y tortuosas. Un silencio profundo reinaba en ellas, silencio que sólo interrumpían, ora el lejano ladrido de un perro; ora el rumor de una puerta al cerrarse, ora el relincho de un corcel que piafando hacía sonar la cadena que le sujetaba al pesebre en las subterráneas caballerizas.
Manrique, con el oído atento a estos rumores de la noche, que unas veces le parecían los pasos de alguna persona que había doblado ya la última esquina de un callejón desierto, otras, voces confusas de gentes que hablaban a sus espaldas y que a cada momento esperaba ver a su lado, anduvo algunas horas, corriendo al azar de un sitio a otro.
Por último, se detuvo al pie de un caserón de piedra, oscuro y antiquísimo, y al detenerse brillaron sus ojos con una indescriptible expresión de alegría. En una de las altas ventanas ojivales de aquel que pudiéramos llamar palacio, se veía un rayo de luz templada y suave que, pasando a través de unas ligeras colgaduras de seda color de rosa, se reflejaba en el negruzco y grieteado paredón de la casa de enfrente.
-No cabe duda; aquí vive mi desconocida -murmuró el joven en voz baja sin apartar un punto sus ojos de la ventana gótica;- aquí vive. Ella entró por el postigo de San Saturio... por el postigo de San Saturio se viene a este barrio... en este barrio hay una casa, donde pasada la media noche aún hay gente en vela... ¿En vela? ¿Quién sino ella, que vuelve de sus nocturnas excursiones, puede estarlo a estas horas?... No hay más; ésta es su casa.
En esta firme persuasión, y revolviendo en su cabeza las más locas y fantásticas imaginaciones, esperó el alba frente a la ventana gótica, de la que en toda la noche no faltó la luz ni él separó la vista un momento.
Cuando llegó el día, las macizas puertas del arco que daba entrada al caserón, y sobre cuya clave se veían esculpidos los blasones de su dueño, giraron pesadamente sobre los goznes, con un chirrido prolongado y agudo. Un escudero reapareció en el dintel con un manojo de llaves en la mano, restregándose los ojos y enseñando al bostezar una caja de dientes capaces de dar envidia a un cocodrilo.
Verle Manrique y lanzarse a la puerta, todo fue obra de un instante.
-¿Quién habita en esta casa? ¿Cómo se llama ella? ¿De dónde es? ¿A qué ha venido a Soria? ¿Tiene esposo? Responde, responde, animal. -Ésta fue la salutación que, sacudiéndole el brazo violentamente, dirigió al pobre escudero, el cual, después de mirarle un buen espacio de tiempo con ojos espantados y estúpidos, le contestó con voz entrecortada por la sorpresa:
En esta casa vive el muy honrado señor D. Alonso de Valdecuellos, montero mayor de nuestro señor el rey, que herido en la guerra contra moros, se encuentra en esta ciudad reponiéndose de sus fatigas.
-Pero ¿y su hija? -interrumpió el joven impaciente;- ¿y su hija, o su hermana; o su esposa, o lo que sea?
-No tiene ninguna mujer consigo.
-¡No tiene ninguna!... Pues ¿quién duerme allí en aquel aposento, donde toda la noche he visto arder una luz?
-¿Allí? Allí duerme mi señor D. Alonso, que, como se halla enfermo, mantiene encendida su lámpara hasta que amanece.
Un rayo cayendo de improviso a sus pies no le hubiera causado más asombro que el que le causaron estas palabras.
V
-Yo la he de encontrar, la he de encontrar; y si la encuentro, estoy casi seguro de que he de conocerla... ¿En qué?... Eso es lo que no podré decir... pero he de conocerla. El eco de sus pisadas o una sola palabra suya que vuelva a oír, un extremo de su traje, un solo extremo que vuelva a ver, me bastarán para conseguirlo. Noche y día estoy mirando flotar delante de mis ojos aquellos pliegues de una tela diáfana y blanquísima; noche y día me están sonando aquí dentro, dentro de la cabeza, el crujido de su traje, el confuso rumor de sus ininteligibles palabras... ¿Qué dijo?... ¿qué dijo? ¡Ah!, si yo pudiera saber lo que dijo, acaso... pero aún sin saberlo la encontraré... la encontraré; me lo da el corazón, y mi corazón no me engaña nunca. Verdad es que ya he recorrido inútilmente todas las calles de Soria; que he pasado noches y noches al sereno, hecho poste de una esquina; que he gastado más de veinte doblas en oro en hacer charlar a dueñas y escuderos; que he dado agua bendita en San Nicolás a una vieja, arrebujada con tal arte en su manto de anascote, que se me figuró una deidad; y al salir de la Colegiata una noche de maitines, he seguido como un tonto la litera del arcediano, creyendo que el extremo de sus holapandas era el del traje de mi desconocida; pero no importa... yo la he de encontrar, y la gloria de poseerla excederá seguramente al trabajo de buscarla.
¿Cómo serán sus ojos?... Deben de ser azules, azules y húmedos como el cielo de la noche; me gustan tanto los ojos de ese color; son tan expresivos, tan melancólicos, tan... Sí... no hay duda; azules deben de ser, azules son, seguramente; y sus cabellos negros, muy negros y largos para que floten... Me parece que los vi flotar aquella noche, al par que su traje, y eran negros... no me engaño, no; eran negros.
¡Y qué bien sientan unos ojos azules, muy rasgados y adormidos, y una cabellera suelta, flotante y oscura, a una mujer alta... porque... ella es alta, alta y esbelta como esos ángeles de las portadas de nuestras basílicas, cuyos ovalados rostros envuelven en un misterioso crepúsculo las sombras de sus doseles de granito!
¡Su voz!... su voz la he oído... su voz es suave como el rumor del viento en las hojas de los álamos, y su andar acompasado y majestuoso como las cadencias de una música.
Y esa mujer, que es hermosa como el más hermoso de mis sueños de adolescente, que piensa como yo pienso, que gusta como yo gusto, que odia lo que yo odio, que es un espíritu humano de mi espíritu, que es el complemento de mi ser, ¿no se ha de sentir conmovida al encontrarme? ¿No me ha de amar como yo la amaré, como la amo ya, con todas las fuerzas de mi vida, con todas las facultades de mi alma?
Vamos, vamos al sitio donde la vi la primera y única vez que le he visto... ¿Quién sabe si, caprichosa como yo, amiga de la soledad y el misterio, como todas las almas soñadoras, se complace en vagar por entre las ruinas, en el silencio de la noche?
Dos meses habían transcurrido desde que el escudero de D. Alonso de Valdecuellos desengañó al iluso Manrique; dos meses durante los cuales en cada hora había formado un castillo en el aire, que la realidad desvanecía con un soplo; dos meses, durante los cuales había buscado en vano a aquella mujer desconocida, cuyo absurdo amor iba creciendo en su alma, merced a sus aún más absurdas imaginaciones, cuando después de atrevesar absorto en estas ideas el puente que conduce a los Templarios, el enamorado joven se perdió entre las intrincadas sendas de sus jardines.
VI
La noche estaba serena y hermosa, la luna brillaba en toda su plenitud en lo más alto del cielo, y el viento suspiraba con un rumor dulcísimo entre las hojas de los árboles.
Manrique llegó al claustro, tendió la vista por su recinto y miró a través de las macizas columnas de sus arcadas... Estaba desierto.
Salió de él encaminó sus pasos hacia la oscura alameda que conduce al Duero, y aún no había penetrado en ella, cuando de sus labios se escapó un grito de júbilo.
Había visto flotar un instante y desaparecer el extremo del traje blanco, del traje blanco de la mujer de sus sueños, de la mujer que ya amaba como un loco.
Corre, corre en su busca, llega al sitio en que la ha visto desaparecer; pero al llegar se detiene, fija los espantados ojos en el suelo, permanece un rato inmóvil; un ligero temblor nervioso
agita sus miembros, un temblor que va creciendo, que va creciendo y ofrece los síntomas de una verdadera convulsión, y prorrumpe al fin una carcajada, una carcajada sonora, estridente, horrible.
Aquella cosa blanca, ligera, flotante, había vuelto a brillar ante sus ojos, pero había brillado a sus pies un instante, no más que un instante.
Era un rayo de luna, un rayo de luna que penetraba a intervalos por entre la verde bóveda de los árboles cuando el viento movía sus ramas.
Habían pasado algunos años. Manrique, sentado en un sitial junto a la alta chimenea gótica de su castillo, inmóvil casi y con una mirada vaga e inquieta como la de un idiota, apenas prestaba atención ni a las caricias de su madre, ni a los consuelos de sus servidores.
-Tú eres joven, tú eres hermoso -le decía aquélla;- ¿por qué te consumes en la soledad? ¿Por qué no buscas una mujer a quien ames, y que amándote pueda hacerte feliz?
-¡El amor!... El amor es un rayo de luna -murmuraba el joven.
-¿Por qué no despertáis de ese letargo? -le decía uno de sus escuderos;- os vestís de hierro de pies a cabeza, mandáis desplegar al aire vuestro pendón de ricohombre, y marchamos a la guerra: en la guerra se encuentra la gloria.
-¡La gloria!... La gloria es un rayo de luna.
-¿Queréis que os diga una cantiga, la última que ha compuesto mosén Arnaldo, el trovador provenzal?
-¡No! ¡No! -exclamó el joven incorporándose colérico en su sitial;- no quiero nada... es decir, sí quiero... quiero que me dejéis solo... Cantigas... mujeres... glorias... felicidad... mentiras todo, fantasmas vanos que formamos en nuestra imaginación y vestimos a nuestro antojo, y los amamos y corremos tras ellos, ¿para qué?, ¿para qué?, para encontrar un rayo de luna.
Manrique estaba loco: por lo menos, todo el mundo lo creía así. A mí, por el contrario, se me figuraba que lo que había hecho era recuperar el juicio.
Mis amigos son unos atorrantes.
Se exhiben sin pudor, beben a morro,
se pasan las consignas por el forro
y se mofan de cuestiones importantes.
Mis amigos son unos sinvergüenzas
que palpan a las damas el trasero,
que hacen en los lavabos agujeros
y les echan a patadas de las fiestas.
Mis amigos son unos desahogados
que orinan en mitad de la vereda,
contestan sin que nadie les pregunte
y juegan a los chinos sin monedas.
Mi santa madre
me lo decía:
"cuídate mucho, Juanito,
de las malas compañías".
Por eso es que a mis amigos
los mido con vara rasa
y los tengo muy escogidos,
son lo mejor de cada casa.
Mis amigos son unos malhechores,
convictos de atrapar sueños al vuelo,
que aplauden cuando el sol se trepa al cielo
y me abren su corazón como las flores.
Mis amigos son sueños imprevistos
que buscan sus piedras filosofales,
rondando por sórdidos arrabales
donde bajan los dioses sin ser vistos.
Mis amigos son gente cumplidora
que acuden cuando saben que yo espero.
Si les roza la muerte disimulan.
Que pa' ellos la amistad es lo primero.
Con el nombre de Imperio Nuevo se conoce al periodo histórico que comienza con la reunificación de Egipto bajo Ahmose I (c. 1550 a.n.e.) y que termina hacia el 1070 a.n.e. con la llegada al trono de los soberanos de origen libio. Lo componen las dinastías XVIII, XIX y XX. Transcurre entre el Segundo periodo intermedio, y el Tercer periodo intermedio de Egipto.
Historia
(1550 - 1069 a.n.e.) Dinastía XVIII
Con la unificación del territorio egipcio y la fundación de la XVIII Dinastía por Ahmosis I, comenzó el Imperio Nuevo (1570-1070 a.n.e.). Ahmosis restableció los límites, los objetivos y la burocracia del Imperio Medio, y reactivó su programa de aprovechamiento de la tierra. Mantuvo el equilibrio de poder entre los nomarcas y él mismo con el apoyo del ejército. La importancia de la mujer en el Imperio Nuevo se ilustró por los altos títulos y la destacada posición de las esposas y madres de los faraones.Por muchas razones a esta dinastía se la considera la más importante de toda la historia de Egipto.
Cuando subió al trono Iahmes I (Amosis) contaba con la edad de 10 años, como era menor de edad, la regencia de Egipto recayó en su madre Ahhetep. Luchó contra los Hicsos y los expulsó definitivamente del país llegando en su persecución hasta Palestina. Los Hicsos fueron vencidos con las mismas armas que ellos habían introducido. Al termino de su campaña militar contra los Hicsos arremetió contra el reino Después de tres campañas militares Iahmes I se adueñó de su territorio hasta la segunda catarata. Esta zona tenía mucho interés paraEgipto por sus enormes reservas de oro.
A partir de su reinado empezó a florecer el comercio exterior sobre todo con Fenicia y Creta. También comenzó a aumentar la actividad constructiva de monumentos y templos. de Cush, situado al sur de Egipto y que fuera aliado de estos.La misma política exterior fue continuada por Imenhetep II y Dyehutimes IV. Siguieron las luchas contra los pueblos Mitani en el Eufrates. Viendo Dyehutimes IV que las fuerzas estaban niveladas, se casó con una hija del rey de Mitani para sellar la paz entre los dos pueblos. Restablecida la paz se dedicó a la conservación y restauración de monumentos y templos. Uno de los que rescató de las arenas del desierto fue la gran Esfinge de Giza. Según cuenta la leyenda, Dyehutimes, antes de ser nombrado faraón se quedó dormido bajo la gran Esfinge.
Entonces en un sueño el dios Ra le comunicó que si despejaba de arena la esfinge sería en un futuro proclamado rey, y como fue así mandó colocar un estela entre sus patas para recordar que debía el trono, no a Amón, si no al dios-sol Ra simbolizado por dicha esfinge.A su muerte le sucedió su hijo Imenhetep III, más conocido como el Magnífico. Era hijo de DyehutimesIV y de Matenuya. Durante su reinado de casi cuarenta años la civilización egipcia alcanzó la cima. Fue más bien un monarca pacifista, lo demuestra el hecho de que continuó la practica matrimonial inaugurada por Dyehutimes IV casándose con una hija del rey de Mitani llamada Shuttarna II, además se casó con una hija del rey de Babilonia y con otra del rey de Arzawa. También estuvo casado con la que sería la reina principal Tiy.
Aunque la capital seguía siendo Tebas, Imenhetep III pasaba gran parte del tiempo en Menfis. Esto hizo que los leves intentos de su antecesor por acercarse más al clero de Heliopolis y por consiguiente al culto solar fuese continuado y con más fuerza por Imenhetep III. Empezó a dar cargos de importancia al clero de Heliopolis, mientras que por otro lado, se los quitaba al Tebano.Imenhetep III sembró el país de templos y monumentos siendo el responsable máximo de ello el visir y arquitecto Amenhetep, hijo de Hapu; fue tal su fama que en tiempos de la Baja Época fue divinizado.Durante todo su reinado no salió de Egipto; nunca viajó a sus posesiones asiáticas. Devido a ello poco a poco las relaciones entre Egipto y Mitani se fueron enfriando. Comenzaron las intrigas palaciegas. Imenhetep III sintió la necesidad de refugiarse en sus orígenes religiosos aproximándose ahora un poco más al clero de Amón.
Ya anciano, el faraón para reforzar los lazos con el pueblo Mitani, pidió casarse con una hija de su rey. La princesa Tadu-Jeba fue enviada por su padre Tushratta para desposarle. Pero su llegada coincidió con la muerte del faraón.A partir de este momento entramos en un periodo tremendamente importante en la historia de Egipto. Se produjo en él un cambio significativo principalmente en lo religioso y en lo artístico. Comprende los reinados de Imenhetep III (su final), Imenhetep IV/Ajenaton y Tutanjamon (su comienzo). Se trata del Periodo Amarniense (Tell el-Amarna). Los datos escritos de esta época son muy numerosos y por lo tanto es una etapa bien conocida.
Religión
En lo que concierne a la religión el dios principal tebano era Amón, aunque Iahmes I empezó a potenciar también el culto por Osiris, el dios de la vegetación y sobre todo el dios del Mundo Inferior o funerario.LIahmes I fue enterrado en la necrópolis tebana de DraAbul-Naga.Le sucedió en el trono su hijo Imenhetep I (Amenofis). Este faraón es mayormente conocido por haber cambiado radicalmente las costumbres funerarias. Pasó de la unión física de templo funerario y sepultura real a construirlos por separado. Se cree que fue el fundador de la necrópolis del Valle de los Reyes, aunque su tumba no se a encontrado allí todavía.
Imenhetep I no dejó herederos así que su hermana, la princesa Amosis transmitió los derechos a su esposo. Como el derecho al trono había sido por ley y no por nacimiento (en este caso el derecho a reinar lo daba Amón) el nombre que adoptó fue Dyehutimes I (Tutmosis), ya que Toth es entre otras cosas era el dios de la ley.Tampoco Dyehutimes I dejo herederos varones. Su hija legítima Hatshepsut se casó con su hermanastro Dyehutimes II (el padre era Dyehutimes I y la madre la princesa real Mutnefert) quien gobernó a Egipto durante cuatro años escasos.Le sucedió su hijo Dyehutimes III que era un niño de corta edad. Debido a ello, la reina viuda Hatshepsut, se hizo cargo de la regencia. Durante los primeros años indistintamente según las necesidades hacía las funciones de rey o de reina, esta atípica corregencia duró poco ya que en el año 7 de Dyehutimes III, Hatshepsut se tituló definitivamente rey gracias al apoyo del clero que ideó un sistema para hacer legitimo su nombramiento como faraón.
La llamada Teogamia: El dios (en este caso Amón) se encarna en el faraón para engendrar al heredero, que recibe así, el derecho a reinar.Aún siendo mujer se hizo representar en los monumentos con rasgos masculinos, incluso con la famosa barba ritual.Durante su reinado se rodeó de personas influyentes y con cargos religiosos como, Hapuseneb, visir y Sumo Sacerdote de Amón y en particular de Senmut, Segundo Sacerdote de Amón y su arquitecto real.Una de las expediciones más documentadas de su reinado fue la que hizo al país de Opone (Punt) en busca de productos exóticos como maderas preciosas, resinas aromáticas, árboles del incienso, maderas perfumadas de tres clases (toshep, jasuy, imet), ébano, marfil, oro. En el templo mortuorio de Deir el-Bahari construido por Senmut en una de sus terrazas se encuentra representado este viaje. Se cree que Punt se encontraba en la costa del Mar Rojo, en la desembocadura del río Elefante muy cerca del Cabo Guardafui.
Personajes de esta dinastía
Senmut Superintendente en Jefe de Amon.
Famoso arquitecto de la reina Hatshepsut y posible amante suya. Fue tutor de su hija Neferure. Construyó el recinto funerario de Deir el-Medina. Enterrado en la tumba TT71 en la cercana colina de Sheikh Abd el-Qurna, aunque mandó construir otra muy cerca del templo funerario de Hatshepsut.
Sennefer Alcalde de la Ciudad del Sur.
Sennefer procedía de una familia de servidores del estado. Su hermano Imenempet llamado Pairy fue visir de Imenhetep II. Está enterrado en la tumba TT96 en la colina Sheikh Abd el-Qurna. La decoración, sobre todo de su techo está constituido por un gran racimo de uvas, es por ello que sea mas conocida como la tumba de las viñas.
Rejmira Gobernador de la Ciudad y visir.
Vivió en la época de Dyehutimes III y Imenhetep II y ocupó el puesto de visir, despues del faraón el más importante. Fue enterrado en la colina Sheikh Abd el-Qurna en la tumba TT100. Una peculiaridad de esta tumba es que carece de pozo funerario, por lo cual se baraja la hipotesis de que Rejmire fue enterrado en realidad en el Valle de los Reyes.
Menna Escriba de los Campos del Señor de las dos tierras.
Rames Gobernador de la Ciudad y visir.
Fue visir en tiempos de Imenhetep III y Imenhetep IV/Ajenaton. Seguramente vivió en Tebas y posteriormente en Ajetaton siguiendo a su faraón Ajenaton. Fue enterrado en la colina Sheikh Abd el-Qurna en la tumba TT55.
Jonsu Primer Profeta de Menjeperra.
Vivió en tiempos de Dyehutimes III. Está enterrado en la tumba TT31.
Benia Supervisor de los Trabajos.
Llamado Pahekmen. Está enterrado en la tumba TT343.
Imenhetep Visir y Arquitecto.
Nació en Athribis. Sus trabajos fueron realizados bajo el reinado de Imenhetep III. Fue deificado en el Período Ptolomaico. Poseedor de su propio templo funerario y su tumba se situó en Qurnet Murai.
Userhat Primer Profeta del Ka de Dyehutimes II
Está enterrado en la tumba TT51.
Primeras campañas militares
Ahmose I (1550-1525 a. C.), a pesar de ser descendiente directo de los gobernantes de la XVII dinastía tebana, es considerado el primer soberano de la dinastía XVIII porque era el unificador de Egipto. Este rey prosiguió su actividad militar en Asia, al poco tiempo tomó la ciudad de Sharuhen (en la actual franja de Gaza). Esta región tenía gran importancia geopolítica y económica, ya que controlaba el principal paso de Egipto hacia el norte, en la franja costera. Es muy probable que las primeras campañas asiáticas de Ahmose estén relacionadas con las operaciones militares contra los hicsos, las ciudades del Canaán meridional parece ser que estaban en el área de influencia de Avaris.
Las guerras contra los hicsos y en Asia permitieron la formación de un ejército organizado y veterano. La mayor ocupación de los primeros reyes de la dinastía XVIII fue continuar la obra de Ahmose, es decir, lograr la imposición militar tanto en Nubia como en el Levante, como en el caso de su hijo, Amenhotep o Amenofis I (1524-1504 a. C.), que extendió la frontera más allá de los límites del reinado anterior. El hijo y sucesor de Amenhotep, Thutmose o Tutmosis I (1504-1492), realizó importantes incursiones sobre Canaán y Siria, llegando hasta el Éufrates.
Economía
Las campañas militares, además de proveer gran cantidad de tributos, posibilitaban la expansión económica. Las explotaciones mineras eran organizadas directamente por el gobierno faraónico y protegidas mediante presencia militar. Entre ellas destacan: De oro, piedra y diorita (utilizada esta última para la elaboración de esculturas) de Nubia. El gobernador egipcio de Nubia poseía el título de "supervisor de las minas de oro de Amón". De cobre y de piedras preciosas (turquesa) del Sinaí.
De oro, pórfido y alabastro en el desierto Oriental.
Es interesante la elección de los "dioses protectores" de las explotaciones mineras: Amón, muy popular en Nubia, de las de oro de dicho país, y Hathor de las de turquesa del Sinaí. La riqueza minera era monopolizada por el gobierno, que la utilizaba para la construcción y reparación de edificios públicos, especialmente templos, palacios y necrópolis, de modo destacado en Tebas. Era común sepultar a los reyes y los miembros de la familia real en la capital, así es como la necrópolis real se situó frente a Karnak, a la altura de Tebas, pero en la margen occidental del Nilo, o sea, la opuesta.
Estaba en auge el comercio a gran escala, con Asia o con otros puntos del Mediterráneo Oriental que, por otra parte, no se había interrumpido en ningún momento ante la presencia hicsa en el delta durante el Período Intermedio. Hay pruebas de que el comercio a través del mar Rojo y el océano Índico alcanzó gran desarrollo. Las fuentes egipcias mencionan intercambios con Punt (identificado en la actual Somalia), y se hallaron objetos egipcios de la dinastía XVIII en la región ecuatorial de África oriental que, si no significa el alcance de las expediciones comerciales egipcias, atestigua el desarrollo comercial de los pueblos de la cuenca del Índico.
Eran las 9:29
Las 9:29 en la calle de
atrás de la gran ciudad
El sol estaba bajando
Había música en todo alrededor
Se sentía tan bien
Era una de esas noches
Una de esas noches cuando sientes que el mundo deja de girar
Tu estabas parada ahí
Había música en el aire
Yo debería haber estado lejos
Pero sabía que tendría que quedarme
Último tren a Londres
Dirigiéndose ya afuera
Último tren a Londres
Dejando ya el pueblo
Pero realmente yo quiero que esta noche dure por siempre
Realmente quiero estar contigo
Dejemos que la música suene esta noche
Era una de esas noches
Una de esas noches cuando sientes que el fuego está ardiendo
Todos estaban ahí
Todos para compartir
Se estaba tan bien
Allí estabas tu sola
Parecías ser la única por alrededor
Tenía que estar contigo
Yo nada mas podía hacer
Yo debería haber estado lejos
Pero sabía que tendría que quedarme
Último tren a Londres
Dirigiéndose ya afuera
Último tren a Londres
Dejando ya el pueblo
Pero realmente yo quiero que esta noche dure por siempre
Realmente quiero estar contigo
Dejemos que la música suene esta noche
Debajo de un cielo estrellado
El tiempo aún estaba pero las horas realmente habían volado
Yo no me di cuenta
Pero el amor estaba en tus ojos
Yo realmente debería haberme ido
Pero el amor continuó sin parar
Último tren a Londres
Dirigiéndose ya afuera
Último tren a Londres
Dejando ya el pueblo
Pero realmente yo quiero que esta noche dure por siempre
Realmente quiero estar contigo
Dejemos que la música suene esta noche
Pero realmente yo quiero que esta noche dure por siempre
Realmente quiero estar contigo
Dejemos que la música suene esta noche
Si me apagas los ojos –Rainer María Rilke
Si me apagas los ojos, puedo verte,
te oigo si clausuras mis oídos,
y puedo conjurarte sin la boca.
Destrózame los brazos y te agarro
con mi corazón, como con una mano;
mi cerebro latirá, si detienes mi corazón
y si abrasas en el fuego mi cerebro,
seguiré llevándote en mis venas.
.
ösch mir die Augen aus: ich kahn dich sehn,
wirf mir die Ohren zu: ich kann dich hören,
und ohne Füsse kann ich zu dir gehn,
und ohne Mund noch kann ich dich beschwören.
Brich mir die Arme ab, ich fasse dich
mit meinem Herzen wie mit einer Hand,
halt mir das Herz zu, und mein Hirn wird schlagen,
und wirfst du in mein Hirn den Brand,
so werd ich dich auf meinem Blute tragen.
.
Estos versos los escribió Rilke a fines del siglo XIX, pensando en su amada Lou Andreas Salomé, en quien halló la fuerza, el estímulo intelectual y el afecto para emprender el vuelo hacia la gran poesía que empezaría a manifestarse en el Libro de las horas, terminado en 1903. Pero el rompimiento entre ambos hizo que el poema cambiara de sentido y de destinatario. Es incluido, en efecto, en la segunda parte del mencionado libro, en armonía con su temática religiosa y mística, como un canto de amor a Dios. Para no dejar dudas del cambio de dirección, el poeta ubica enseguida de él, una estrofa que comienza diciendo
Y mi alma es ante ti como una mujer.
Und meine Seele ist ein Weib vor dir.
Verso que evoca por cierto el motivo inaugurado por el Cantar de los Cantares y luego adoptado por tantos poetas místicos, en que el esposo y la esposa bíblicos se transmutan en el alma enamorada -la de Rilke en este caso- y su divino amado.
Un poema a la amada se vuelve poema de amor al Dios del cual Rilke pudo decir en el mismo Libro de las horas:
Sólo un delgado muro nos separa
y sólo por azar; pues bien podría ser
que a un llamado de tu boca o de la mía
sin ruido alguno se derrumbara.
*
Nur eine schmale Wand ist zwischen uns,
durch Zufall: denn es könnte sein:
ein Rufen deines oder meines Munds -
und sie bricht ein
ganz ohne Lärm und Laut.
.
http://todoelorodelmundo.com/tag/rilke/