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viernes, 14 de noviembre de 2014

Versiones cinematográficas de Fausto

“Más bien esto, gentiles: aquí se representa
la forma de la suerte, buena o mala, de Fausto.”
Christophe Marlowe
“Usad la luz del cielo, la grande y la pequeña,
podéis ser pródigos en el gasto de estrellas;
de agua, fuego o acantilados rocosos,
de animales y pájaros, que sobre de todo;
en nuestro angosto tinglado
desplegad de la creación el círculo entero,
e id peregrinando con calculada prisa,
pasando por el mundo desde el cielo al infierno.”
Johan Wolfgang von Goethe

Dicen que el texto anónimo de 1587 Historia von D. Iohan Faustus fue el origen de la leyenda del Doctor Fausto. Desde entonces el mito ha sido reelaborado por escritores como Christopher Marlowe en el siglo XVI, Goethe en el XIX y Thomas Mann, William Faulkner o Fernando Pessoa en el XX [3]. Junto a esta “colonia textual” o “conglomerado de tejidos” [4] la historia del doctor que vendió su alma al diablo ha inspirado a artistas de la talla de Dante Gabriel Rosetti, Eugène Delacroix o Marià Fortuny en pinturas y grabados que alimentan igualmente el imaginario fáustico.
La historia del cine está jalonada también por diversas versiones de la tragedia, desde el Fausto de F. W. Murnau (1926) hasta la película de mismo título de Jan Švankmajer (1994), o la reciente versión de Aleksandr Sokurov, Fausto (Faust, 2011), broche de cierre de su tetralogía sobre el poder −precedida por Moloch (Molokh,1999), Taurus (Telets,2001) y El sol (Solntse, 2005)−. Como afirma Julián Jiménez Hoffman en su Introducción a La trágica historia de la vida y muerte del doctor Fausto de Christophe Marlowe, “Fausto es una función textual como una etiqueta legendaria: la función Fausto.” (…) Se trata de “un dispositivo depurador que facilita la obtención de una silueta nítida, un carácter, una trama, una inmoral y una moraleja.”
 Así, la figura mítica pervive y alimenta una serie de constantes a las que los múltiples re-creadores de Fausto vuelven de algún y otro modo en sus diversas versiones (y visiones). Tal vez por eso, en la última de ellas, el Fausto de A. Sokurov, a la vez que el mito renace, vuelven a cobrar vida y se actualizan sus anteriores reelaboraciones.

Desde el acercamiento de George Meliès a la figura de Fausto en diversos filmes como La damnation de Faust (1898) o Faust et Marguerite (1904), el mito ha seducido a cineastas especialmente sensibles a la experimentación plástica y formal, investigadores de las posibilidades estéticas de la imagen cinematográfica.
En 1926, en su recreación de la leyenda, F. W. Murnau se convierte en un verdadero alquimista del celuloide con recursos como el de la transparencia en las hermosas imágenes de Margarita en la cárcel. En 1994 el cineasta y artesano Jan Švankmajer realiza un collage de diversas versiones de la leyenda fáustica (a partir de la obra de Marlowe y Goethe pero también de la ópera de Charles Gounod de 1829, entre otras fuentes) mezclando actores de carne y hueso con marionetas de madera y figuras de arcilla animadas mediante la técnica de stop motion.
En la versión de Sokurov el padre de Fausto extrae del útero de una mujer un reluciente huevo blanco que encontramos también, en el corazón de una hogaza de pan, en el Fausto de Švankmajer. La de Fausto es una historia sobre la renuncia de la vía espiritual y el posterior acercamiento de Fausto a la materia de que está hecha la vida, un acercamiento radical que lo sumerge en un universo de fluidos, vísceras y sangre, pero también de manjares y goces carnales. La leyenda también trata de aquél que ansía encontrar el secreto de la materia, una cuestión que puede ser trasladada a la inquietud de muchos cineastas de cómo representar la vida, o de cómo re-crearla a partir de una imagen.
En las primeras imágenes de Fausto de Sokurov, de un plano celeste en el que pende un espejo descendemos hacia la tierra y, aún más abajo, hasta el sótano en que Fausto despanzurra a un muerto. Es el primer movimiento de una cámara que no cesa su incansable danza y vuelo en ningún momento del film, tras los pasos de unos personajes siempre en tránsito. También el protagonista del Fausto de Švankmajer se caracteriza por un movimiento perpetuo. El realizador checo sitúa la tragedia en la época contemporánea y a su protagonista en un laberíntico edificio abandonado que contiene en sus entrañas el gabinete del doctor, pero también una sala de teatro llena de espectadores ansiosos de asistir a la representación de Fausto.
Antes de revisitar otros vuelos fáusticos a través de las montañas hasta llegar a la ciudad en que mora Fausto, detengámonos un momento ante la visión del espejo celeste. Como el cielo que éste enmarca, toda imagen no es sino un reflejo, pero ¿de qué? En Fausto, no lo es de la realidad “tal y como la vemos”, Sokurov se aleja de la ilusión de la perspectiva renacentista −un constructo humano que pretende que lo “imaginado” sea un espejo fiel de “lo real”, una ventana abierta al mundo−. Ahora la imagen es un reflejo de lo que el cineasta tiene en la cabeza. El realizador ruso elige el formato 1:37, aplana la imagen para no engañarnos con una falsa profundidad y nos recuerda, en diversas secuencias del film, a través de recursos como el uso de una lente deformante, que aquello que tenemos ante los ojos no es el mundo sino una imagen construida de él.

El hambre. Fausto y el Diablo
Tanto la visión desde las alturas como la imagen del vuelo son algunas de las constantes de la “función Fausto”. En la versión de Goethe, en el transcurso de un paseo a las puertas de la ciudad, Fausto comparte con Wagner su deseo de vuelo, en unas líneas que Sokurov plasma en imágenes en el primer travelling con que abre su versión del mito:
“Declina el astro, se debilita, concluyó el día,
allá se apresura el sol y reclama nueva vida.
¡Ah! ¡Y que ningún ala me alce de este suelo
para poder seguir eternamente su estela!
Vería bajo el eterno rayo del ocaso
el mundo callado tendido a mis pies,
toda cumbre encendida, silencioso todo valle,
y convertido en áureo río el arroyo plateado.
No detendría ya mi carrera, a la de los dioses pareja,
la salvaje montaña ni todos sus precipicios.”
F. W. Murnau representa también en la primera parte de su Fausto una imagen de la ciudad vista desde las alturas, sobre la que progresivamente se dibuja la gigantesca figura de Mefistófeles, que trae consigo una epidemia de peste. En la versión de Sokurov, viajamos del Cielo a la Tierra, desde la imagen del espejo celeste iniciamos la caída, el vuelo; desde la visión de la impasible naturaleza, a través de un escarpado macizo montañoso nos trasladamos a otra geografía, la de la carne, y, a través del plano de unos genitales masculinos que ocupan toda la pantalla, nos sumergimos en la repugnante visión de la viscosidad de las vísceras de un cadáver, que Fausto destripa buscando hallar el secreto del alma humana.
Después del Prólogo en el cielo, Goethe abre la primera parte de su versión del mito con la lamentación de Fausto que, pese a los años de estudio, no ha logrado saciar su ansia de conocimiento. “¡Ay de mí!” son sus primeras palabras. “Ya he estudiado filosofía, / derecho, / medicina, / y por desgracia también teología / bien a fondo y con ardoroso esfuerzo, y ahora, aquí estoy, pobre loco, / y soy tan sabio como antes de empezar; tengo título de licenciado y hasta de doctor, y ya es el décimo año que arrastro de aquí para allá y de arriba abajo a mis discípulos bien amarrados / y veo que nada podemos saber”.  Fausto prosigue su primer parlamento narrando cómo se ha entregado a la magia, “a ver si al fin conozco lo que el mundo en su más hondo interior tiene encerrado…”; con ese fin se rinde a las fuerzas de la naturaleza, invoca al espíritu de la Tierra, para alcanzar aquello que tanto ansía: el secreto de la vida.
Como en la versión de Goethe, en la de Sokurov Fausto, sumido en la desesperación de su frustrado apetito de conocimiento, decide suicidarse. En la tragedia germana del siglo XIX, el anuncio de la resurrección de Cristo interrumpe su labor. “¡Oh! Seguid sonando, dulces canciones celestiales! Brota una lágrima, de nuevo me recobra la Tierra!” entona Fausto. Si en esta el sabio es salvado por un coro celestial que celebra la Pascua, en la película del realizador ruso todo ángel es ángel caído −el prólogo de la tragedia muestra un cielo vacío de dioses en que el único objeto que lo puebla es un espejo−. “¡Tengo hambre, hambre, hambre!” clama el protagonista del film de Sokurov. Entonces, aparece el diablo para saciarla. Goloso, Mefistófeles, visita a Fausto en su gabinete e ingiere la cicuta que le estaba destinada desvelando su poder sobre los vivos y los muertos.
La relación entre Fausto y Mefistófeles se desarrolla en tres espacios: el gabinete, la ciudad y, más allá de sus murallas, en plena naturaleza. Primero, el gabinete en el que Fausto vive obsesionado con situar el lugar del alma en el organismo humano. Sin embargo, el hambre de Fausto es algo físico, no sólo espiritual, lo empuja a salir de su gabinete y a visitar a su padre para pedirle dinero en vano. Después acude al prestamista Mauritius Müller, tras el que se oculta el Diablo. El hambre de Fausto implica la renuncia a una existencia consagrada al estudio para entregarse a una vida de placeres sensuales. El intento de suicidio, fruto de su desencanto respecto a la elevación espiritual a través de la fe y el conocimiento, en la fábula de Goethe es igualmente un punto de inflexión vital. Si bien un coro de Ángeles lo interrumpe, éste es también el toque de salida de su pacto con el Diablo.
En la película de Sokurov, Mefistófeles invita al sabio a abandonar su gabinete, espacio de la vida solitaria y contemplativa, para sumergirse en la bulliciosa y aplastante multitud de la ciudad. Una vez abandona el gabinete, la relación de Fausto con el espacio es conflictiva. Primero, Mefistófeles, Fausto y su casera se quedan atascados en la puerta; sus cuerpos se enredan en el umbral, hasta que logran salir a las calles de la ciudad. En otro momento del film, Fausto se queda atrapado por el tumulto de una procesión fúnebre, que confluye en un estrecho túnel con el paso de un carro cargado de cerdos. Fausto, que, como su padre, aprendió el arte de sanar a los demás, se enfrenta ahora a un cuerpo que ha sido, en cierto modo, abandonado, y que ahora tiene que aprenderlo todo; ya no se trata de dominar el cuerpo de sus pacientes, o el cuerpo sin vida de la mesa de autopsias; ni tampoco de conocer el representado en las láminas de un libro de anatomía, sino de habérselas con el propio cuerpo.

El infierno en la Tierra
“Fausto − Mi primera pregunta se refiere al infierno.
¿Dónde está ese lugar que el hombre llama infierno?
Mefistófeles − Bajo los cielos.
Fausto − Como el resto de las cosas, mas. ¿Dónde exactamente?
Mefistófeles − Dentro de las entrañas de esos elementos
en donde nos torturan y que siempre habitamos.
El infierno, sin límites, no está circunscrito
a un lugar, el infierno es allí donde estamos,
y donde está el infierno allí habremos de estar.
Y, resumiendo cuando el mundo se disuelva
y todas las criaturas sean purificadas,
¡todo lugar que no sea cielo será infierno!”
Con gran acierto, Marlowe en su versión de Fausto sitúa el infierno en la Tierra. Algo parecido sucede con la ciudad representada por Sokurov en la que Mefistófeles va a enseñar a Fausto aquello que puede un cuerpo, a través del tránsito por diversas estancias infernales. “El infierno”, escribe Gilbert Durand, “es imaginado siempre por la iconografía como lugar caótico y agitado”. Igualmente caóticos y agitados son los espacios que representa Sokurov en su Fausto. Primero Mefistófeles conduce a su nuevo acólito a un lavadero, espacio de libertad y regocijo de las mujeres del pueblo que muestran sus cuerpos semidesnudos de carnes relucientes debido al calor. Del bullicio femenino, símbolo de la lujuria, en la segunda estancia infernal, nos trasladamos al espacio masculino, igualmente caótico, de la taberna, en la que Mefistófeles opera el milagro del vino −que hace brotar de una pared de ladrillos− y Faust es inducido por éste a asesinar a Valentín, el hermano de Margarita. También en el Fausto de Jan Švankmajer asistimos a una versión contemporánea de la visita a la taberna; su protagonista introduce una broca en una mesa de madera de la que brota un chorro del dionisíaco licor.
Los pasos de Fausto y Mefistófeles los conducen hasta el espacio liminar que media entre la inmensidad de las montañas y los bosques y la ciudad. En éste se desarrollan algunos de los paseos de Fausto y su discípulo Wagner en la obra de Goethe. Ante las puertas de la ciudad, desde la lejanía, Fausto describe una hormigueante multitud, que será igualmente representada por Sokurov durante el oscilante tránsito del doctor y el Diablo dentro y fuera de las murallas.
“¡Date la vuelta, para que desde estas alturas
Puedas ver lo que en la ciudad pasa!
Por la gran puerta, hueca y oscura,
sale en tropel un abigarrado tumulto.
(…)
¡Mira, mira! ¡Qué aprisa la gente
por los campos y jardines se dispersa,
cómo el río, a lo ancho y a lo largo,
unas cuantas barcas alegres se lleva,
y cómo cargada hasta hundirse casi
esta última lancha ya se aleja!
Hasta de los lejanos senderos de la montaña
nos llegan destellos de los trajes de colores!”
 Ante las puertas de la ciudad… En este mismo espacio fronterizo en que se relajan las costumbres, y las normas de lo que entendemos por “civilizado”, se desarrollan también en la película de Sokurov varios de los encuentros entre Fausto, Mefistófeles y Margarita.

La tentación. Margarita y Fausto
“¿Es que me mueve algún mágico efluvio?
Tenía ansias de gozar sin demora,
y ahora me disuelvo en un sueño de amor.
¿Somos acaso juguete de cada soplo de aire?”
 En la película de Sokurov, Fausto ve a Margarita por primera vez confundida con la multitud de lavanderas, en la primera estancia infernal a que lo conduce Mefistófeles. El doctor sigue a la joven que abandona el lavadero junto a su vecina Marta y la espía a través de las ramas de los árboles. En la película transitamos de esa instantánea distante de la joven a la imagen alucinada que nace en el momento en que Fausto se sumerge en el lago, onírica pantalla líquida en que se proyectan gigantescos los rostros de los enamorados. Un espacio en el que Fausto verá consumado su deseo, pero que es también el último umbral entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
En la visión de Sokurov, Margarita es el sueño de Fausto, aquella por la que sella un pacto con el diablo, no en el inicio de su relación con él −en que firmará, como anuncio de su signatura con sangre, un autógrafo en un libro suyo− sino al final, conducido por su afán de poseer a la joven. El sueño de Fausto es también el deseo del cineasta de hacer de un cuerpo, de un rostro, el de sus actores, una imagen. Como un contagio la embriaguez de Fausto ante la visión de su amada se expresa partir de una serie de imágenes igualmente embriagadoras, que desbordan los límites del encuadre. Del mismo modo, en algunos márgenes de los grabados de Delacroix destinados a ilustrar el Fausto de Goethe, aparecen imágenes desbordadas, en las que late el pensamiento plástico del artista romántico, su deseo de figurar la vida. En el encuadre inferior derecho de Mefistófeles se presenta en casa de Marta (1828) se agolpan una serie de rostros deformados, a medio hacer. Se representa una imagen abierta, que en su carácter inacabado se vuelve continente de otros rostros. ¿No sucede lo mismo con los primeros planos de Margarita de la película de Sokurov? El rostro de la joven se desencarna, y se aplana, se desdibuja, se licúa; la boca, los pómulos, los ojos, destacan en una superficie de luz que borbotea como oro líquido, una imagen proteica en que laten otras imágenes posibles.

Sokurov. ¿Un pintor romántico en la era digital?
En el texto sobre la Exposición Universal -1855- Bellas Artes, Charles Baudelaire escribe, una vez más, sobre su admirado Eugène Delacroix: “Visto a una distancia demasiado grande para analizar o siquiera comprender el tema, un cuadro de Delacroix ya ha producido en el alma una impresión rica, feliz o melancólica”. Baudelaire mira, y describe lo que ve, contempla los cuadros. Primero, desde lejos, distingue sólo manchas de color, el tema se diluye en la presteza cromática, la potencialidad de la pura imagen se impone a la sustancia narrativa. “Se diría que esta pintura (…) proyecta su pensamiento a distancia. (…) Parece que este color” declara el poeta francés “piense por él mismo, independientemente de los objetos que reviste.”.
A continuación Baudelaire parafrasea su propio poema El faro, que describe de forma sinestésica la paleta de colores del pintor francés:
“Delacroix, lago de sangre, de malvados ángeles frecuentado,
ensombrecido por un bosque de pinos siempre verde,
donde, bajo un triste cielo, extrañas fanfarrias
pasan como un sofocado suspiro de Weber.”.
Baudelaire prosigue con un análisis de las estrofas de su poema, que describen también el portentoso trabajo con el color del propio Sokurov. Ese “bosque siempre verde”, en que deambula Fausto junto al Diablo, o Margarita, ese “cielo apesadumbrado”, que Baudelaire relaciona con los “tumultuosos y tormentosos fondos” de Delacroix, resurge en las inquietantes imágenes del desenlace de la película de Sokurov, y enmarca o aprisiona los cuerpos en una asfixiante atmósfera cromática. El pintor romántico y el cineasta ruso comparten, en palabras de Baudelaire, “la potencia del colorista” consistente en “la perfecta concordancia de tonos, y a la armonía (preestablecida en el cerebro del pintor) entre el color y el tema”.
Desde este punto de vista, Fausto no sólo es la adaptación de una obra literaria, la de Goethe, sino también el acercamiento mediante la imagen cinematográfica, y, en concreto, la digital, a la pintura del romanticismo. El trabajo con la imagen digital se ha producido a partir de las gradaciones de color que el cineasta ha realizado con acuarelas, a través de un método “único que implica imaginar el prodigioso circuito por el que, desde el ojo y la mano del cineasta hasta los octetos de los más sofisticados programas de etalonaje y después la pantalla, pasan los colores, las sombras, los matices, los contrastes, tal y como son expresados al principio en las manchas, garabatos, y borrones volcados en el papel por Sokurov.”. [
El espejo celeste de los créditos iniciales de Fausto, pantalla dentro de la pantalla, anuncia no sólo el inicio de la tragedia sino también de una película consagrada a la experimentación con la luz y el color, y, en este caso, con la técnica digital. “¡Más lejos, más lejos!” grita Fausto al final de la película, mientras su figura se pierde entre las montañas nevadas. En el mismo sentido, Sokurov declara que el cine “Desafortunadamente, sigue siendo un ámbito cultural extremadamente grosero e inexpresivo en términos de arte. La imperfección técnica, tecnológica e instrumental del cine es demasiado obvia.”. [ Como sucede con Fausto, esa supuesta imperfección se convierte en el caso de A. Sokurov en ansia de conocer y dominar la técnica, empuja al cineasta a avanzar en su exploración de las potencialidades plásticas de la imagen cinematográfica. “¡Más, más lejos!”.

http://contrapicado.net/article/10-versiones-de-fausto/














Fausto - Goethe

Goethe es considerado como una de las figuras más versátiles de la literatura universal. Fausto fue la obra que ocupó la larga vida de Goethe. No es sólo una reelaboración de la leyenda del mago medieval Johann Faust, sino una alegoría de la vida humana en todas sus ramificaciones.

Un romántico no es sólo aquel que regala flores o canta una serenata…El espíritu eminentemente crítico del romanticismo estaba dirigido contra la fortaleza de los conceptos tradicionales.

El marco de las obras alemanas del siglo XVIII se cataloga como el período o género romántico. Su manifiesto proclama los derechos de la inspiración, del entusiasmo y de la libertad en el arte y en el terreno político. Estos poetas se caracterizaban por su apasionado lirismo y compromiso por los temas sociales de la época, como por ejemplo, los intereses que pretendía alcanzar la Revolución Francesa.

El pico del romanticismo alemán lo constituye Johann W. Goethe. Él representa perfectamente el puente entre dos tradiciones, el neoclásico y el romántico; el feudalismo y la burguesía. En este período de esfuerzo y asalto, llega a ser la figura principal y descollante.

Goethe nació en Frankfurt, Alemania en 1749. Fausto fue su obra cumbre y consagró gran parte de su vida a escribirla. Enfrascado en un intenso monólogo, el personaje principal, el sabio doctor Fausto, cuestiona la vida y el valor de las cosas mundanas y los sentimientos, mientras invoca a un ser maligno para recuperar, a la vieja tradición de rito maléfico (es importante recalcar que el mismo autor estaba inmerso en el mundo de la magia y el misticismo religioso), la juventud perdida y el tiempo para el amor.

El personaje de Fausto fue inspirado por un tal Johann Faust, que nació en Württemberg alrededor de 1480 y que, durante el siglo XVI se convirtió en protagonista de cuentos populares. De este modo, el pacto de Fausto con el diablo entró para siempre en la mitología popular.

Esta idea sirvió de base al Fausto de Goethe, una obra que se convirtió en un clásico de la literatura universal, escrita totalmente en verso, describe a Fausto como un filósofo racionalista dispuesto a arriesgarlo todo, incluso su alma, por ampliar el conocimiento humano y que obtiene el perdón de Dios por la nobleza de sus intenciones. Dividida en dos partes, la primera publicada en 1808 y la segunda, de manera póstuma, en 1833.

http://www.aula365.com/fausto-goethe/
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La Tragedia del Dr. Fausto de Johann Wolfgang Goethe

Antecedentes - El “mito” del Dr. Faustus
  A pesar de que Fausto ha pasado actualmente a ser el nombre de algunas personas, originariamente era un apellido. Para la que sin duda constituye su obra más importante - y una de las creaciones literarias más trascendentales de la cultura occidental - Goethe se inspiró en un personaje real, llamado Jörg Faustus o Johannes Faust. Según diversas fuentes, se trató de un individuo que habría vivido en Alemania a caballo de los Siglos XV y XVI, en Würtenberg hacia 1480; y que se jactaba de haber vendido su alma al diablo.
Al parecer, fue uno de tantos charlatanes de feria, que iban de ciudad en ciudad presumiendo ser astrólogos, y tener poderes sobrenaturales que les habilitaban a leer el futuro y realizar similares supercherías. Sin embargo, de alguna forma su nombre se incorporó a la cultura popular, se convirtió en personaje de cuentos y leyendas populares; y hasta llegó a ser mencionado por el reformista religioso Martín Lutero en su obra “Conversaciones en la mesa” como poseedor de poderes diabólicos.
  En 1587, un librero de Frankfürt, Johann Spiess, publicó una recopilación de las leyendas acerca de este personaje, bajo el título “Historia de Fausten”; antecedente que ha pasado a ser conocido como el Fausto de Spiess. Esta obra, incorporó la leyenda de Fausto al folklore popular alemán, como la historia del hombre que pactó con el diablo, entregándole su alma a cambio de la eterna juventud y la posesión de la sabiduría total.
El tema reapareció en 1588, en un libro escrito por Marlowe, “La trágica historia del Dr. Fausto”; obra en la cual, en la misma forma que en la anterior versión de Spiess, Fausto se encuentra obsesionado por el ansia de obtener el poder supremo de la sabiduría, y si bien advierte la soberbia que encierra su ambición, se arrepiente cuando ya es demasiado tarde para alcanzar la salvación de su alma.
  La anécdota de Fausto, constituyó el motivo central de un ensayo de Gotthold Lessing - a quien cabe asignar la condición de creador de la crítica y el análisis literario - quien escribió un artículo en una revista literaria que se publicaba en la época en que Goethe frecuentaba los círculos intelectuales de Estrasburgo, sosteniendo que Fausto podría ser redimido en base a la sinceridad de su arrepentimiento y a la nobleza de su objetivo de perseguir la sabiduría.
Todo indica que fue este artículo el punto de partida de la idea de Goethe de escribir una tragedia dramática, siguiendo el modelo de las de Shakespeare que tanto admiraba. También se afirma que en 1768 Goethe asistió a una representación teatral de una versión modificada de la obra de Marlowe, que despertó su interés por el tema.
Goethe comenzó hacia 1772 a trabajar en la elaboración de lo que finalmente fuera la primera parte de su "Fausto"; aunque en realidad no fue publicado hasta el año 1808. El 14 de enero de 1772 en Frankfürt tuvo lugar la ejecución de Susanna Margaretha Brandt, bajo la acusación de haber asesinado a un hijo ilegítimo; lo cual parece ser inspiración del personaje femenino de Margarita.

Apreciación general
  La tragedia de Fausto es la tragedia de una época en que los seres humanos han llegado a confiar en el poder omnímodo de la ciencia, creyendo que por medio de ella habrá de alcanzar el conocimiento de todas las leyes de la Naturaleza, que podrán dominar las fuerzas de la Naturaleza, descubrir y servirse de todas las reglas que rigen el mundo y la Creación.
De lo que se trata, entonces, es de marcar los límites al poder del hombre y de la ciencia. En ese sentido, el mensaje es profundamente filosófico y religioso a la vez. Una vez más, se procura destacar que las potencialidades de la racionalidad, no bastan por sí solas para habilitar al hombre a vivir en concordancia con las reglas divinas, con las reglas morales, con los imperativos de los impulsos espirituales; y poner de manifiesto que incurrir en la convicción de lo contrario es caer en una soberbia que solamente permitirá al hombre, a la postre, advertir su propia pequeñez frente a la grandeza de la Naturaleza y la Creación.
En este sentido, es visible la total afinidad con los conceptos y postulados fundamentales sustentados por el “Sturm und Drang”; en particular el cuestionamiento del racionalismo y la inclinación mística.
  Fausto es médico, al igual que lo había sido su padre. Ejemplifica, en consecuencia, al individuo que ha volcado toda su fé en la ciencia; aunque luego, otros momentos de la tragedia, pondrán en evidencia que no tuvo escrúpulos en recurrir a procedimientos nada científicos, valiéndose de artificios mágicos, incursionando en los misterios del oscurantismo, de lo cual no estaba totalmente desligada la inclinación científica en su época.
Su obsesión por investigar y adquirir todo el conocimiento, lo ha alejado del mundo y de la sociedad. Habita una vieja casa gótica, pasa todo su tiempo en un gabinete de estudio, cubierto de estanterías llenas de antiguos libros, donde también se encuentran instrumentos de experimentación química con todo tipo de sustancias. Su única compañía es Wagner, quien es a la vez su discípulo y asistente, y compensa las enseñanzas que recibe fungiendo como su criado.
  Fausto es presa de la angustia y la frustración provocada por el fracaso de sus intentos de alcanzar la máxima sabiduría. No ha logrado penetrar hasta la esencia misma; y, entretanto tampoco ha logrado el reconocimiento de sus semejantes hacia su talento, ni las riquezas materiales que otros inferiores a él han cosechado.
No encuentra sentido alguno a su vida y a sus esfuerzos. Oscila su ánimo entre la euforia y la depresión. No bien convoca exitosamente a un espíritu que le revelará la esencia del saber y de la vida, éste lo rechaza despectivamente y se aleja. Se inclina al suicidio, y en el último momento es rescatado por los cánticos angelicales que alaban la resurrección de Jesucristo. Recupera en cierto grado el aprecio hacia la vida, sólo para encontrarse con Mefistófeles, que volverá a tentarle y a conducirlo por la senda del mal.
Fausto no se amilana por la propuesta del Maligno. Su personalidad espiritual ya había sido suficientemente expuesta, dominada por la obsesión de sí mismo, por una ambición individualista de ser él la expresión máxima del saber, el que superara a todos los otros ejemplares del género humano. Ya había declarado antes, que no sentía temor por el Infierno, si ése era el precio de alcanzar el conocimiento supremo.
  En definitiva, la tragedia de Fausto es la soberbia del hombre, de querer igualar a Dios; la ambición del hombre que, por medio del culto irrestricto de la ciencia, pretende convertirse él en el árbitro último de todos los elementos de la Creación, y el riesgo que con ello afrontará de perderse definitivamente, de entregar en tal empresa lo más esencial de si mismo, su alma. Seguramente, no faltan en ello elementos para que se perciba el sentido universal y permanente de ese mensaje.
El reto de Mefistófeles a Fausto, remeda la historia inicial de Adán; la manzana que la serpiente - bajo cuya forma se presentara el Maligno - le ofrece, es ahora la Ciencia.
La ambición insaciable del hombre, falto de aquella humildad ante la Creación que en el prólogo expondrá el Arcángel Rafael, tanto se manifiesta frente a su sed de conocimientos, como respecto de los placeres sensuales. En ese sentido, Fausto es un ejemplar típico del Sturm und Drang, cede fácilmente al impulso de los instintos y se deja llevar irreflexivamente por sus pasiones. Enfrentado a la pasión del amor, ella nubla totalmente su entendimiento; cae en todo tipo de acciones reprobables con tal de lograr su objetivo de seducir a Margarita, aprovechando la superioridad de su intelecto frente a su inocencia y a su ingenuidad.
  Moralmente, la figura de Fausto no resulta muy valorable. En el principio de la obra, a pesar de sus conocimientos científicos como médico, declara que no es su objetivo aliviar los sufrimientos de sus semejantes; sino que está dominado por la búsqueda de la fama emergente de ser el máximo y por la ambición de ser el primero en alcanzar el conocimiento de lo esencial. Cuando se propone conquistar a Margarita, se vale de todos los medios; y cuando la ha conquistado y ella se encuentra embarazada, se enfrenta con su hermano, lo mata, y la abandona en la forma más cruel e inescrupulosa.
Pero la personalidad de Fausto es contínuamente oscilante entre el Bien y el Mal; de modo que posteriormente se arrepiente y se esfuerza por rescatarla. Esa duplicidad de conductas, todas ellas de dimensiones trágicas, parecería que constituyen el modo con que Goethe procura evidenciar que en el hombre no existen en forma absoluta ni la bondad, ni la maldad; sino que la personalidad humana es compleja, variable, como luego lo sustentaron recurriendo incluso a ejemplificar en base a sus personajes, los primeros investigadores de la psicología y la personalidad, sus compatriotas Freud y Jung.
Desde el punto de vista teológico y ético, la tragedia de Fausto es la tragedia del hombre en su vida; su permanente incertidumbre respecto del Bien y del Mal. Pero en definitiva, imparte el mensaje optimista de la religión, en cuanto su alma alcanza la definitiva salvación a pesar de todos sus errores, por la vía del arrepentimiento sincero y del triunfo esencial y final del Bien.

Argumento de la obra

  El Fausto de Goethe, es un médico; es decir, un individuo dedicado a la ciencia. Está obsesionado por la búsqueda del supremo conocimiento, pero al no lograr adquirirlo, se siente dominado por la frustración.
La situación de Fausto suscita un desafío entre Dios y Mefistófeles. En lo alto de los cielos, Mefistófeles se vanagloria de su capacidad para captar el alma de Fausto, desviándolo de Dios; y éste lo desafía a que intente conseguirlo.
  En su gabinete, Fausto se siente presa del abatimiento por no haber logrado ninguna de sus aspiraciones. No ha logrado la fama, y tampoco ha alcanzado el supremo conocimiento; por lo cual, acudiendo a prácticas mágicas, invoca a un espíritu; el cual, en vez de disponerse a acceder a sus pretensiones, le expone su desprecio a causa de su soberbia.
En el paroxismo de su abatimiento, Fausto tropieza con un veneno y decide suicidarse como medio de alcanzar los poderes divinos; pero es Pascua y un coro de ángeles que canta la resurrección de Jesús le devuelve el aprecio por la vida.
  Fausto sale a presenciar las fiestas de Pascua, y encuentra un perro negro que lleva a su casa. El perro era en verdad un disfraz que había adoptado Mefistófeles para lograr acercarse a él, y ofrecerle un pacto. Propone a Fausto el goce de los halagos y placeres de la vida, de que ha carecido hasta entonces, a cambio de que le entregue su alma. Fausto acepta y sella el pacto con su sangre.
Mediante una capa mágica, Mefistófeles conduce a Fausto en un viaje por diversos lugares. Llegan a una taberna en Auerbach, Leipzig; donde Fausto desdeña los placeres derivados de la embriaguez. Mefisto conduce entonces a Fausto a la cueva de una hechicera, que le administra una pócima del amor.
  Fausto se encuentra entonces con Margarita, y se enamora de ella locamente. Margarita era una joven humilde, plena de bondad y de ingenuidad; pero luego de diversos artilugios de que se vale Mefisto para tentarla con joyas y halagos, y ponerla al alcance de Fausto, ella es seducida y cede a sus requerimientos.
Aparece más tarde el hermano de Margarita, un soldado que reprocha a Fausto la deshonra de su hermana. Con la ayuda de Mefisto, Fausto pelea con el hermano de su amante y lo mata. Margarita es abandonada por Fausto, que en compañía de Mefisto se dirige a presenciar la fiesta de la Noche de Brujas, en el monte Walpurgis, donde numerosos monstruos cantan, bailan y ríen.
Fausto, hastiado de todo ello, conmina a Mefisto a que le informe acerca de la suerte de Margarita; y se entera de que ella, embarazada, se encuentra en la cárcel, condenada a muerte por haber asesinado a su hijo ilegítimo. Ante ello, Fausto se compadece, siente un enorme dolor, y decide intentar su salvación. Cuando llega junto a ella, Margarita, psíquicamente trastornada, se niega a escapar, y finalmente es ejecutada. Con ello, finaliza la primera parte de la obra.
  En la segunda parte, Fausto y Mefistófeles se ven envueltos en una serie de episodios en la Corte del Emperador, de resultas de lo cual Fausto se enamora de un espectro de Helena de Troya; y al intentar alcanzarla, se desvanece y cae gravemente enfermo.
El discípulo de Fausto, Wagner, aplicando misteriosas fórmulas de los alquimistas, ha logrado crear un homúnculo; un hombrecillo en miniatura dotado de excepcional inteligencia. Este homúnculo propone un plan para salvar a Fausto consistente en llevarlo a Grecia, ante las hechiceras de Tesalia.
Fausto se recupera en Grecia, y convive con Helena, con la cual tienen un hijo, Eufurión; pero más tarde Eufurión muere en una batalla, lo que a su vez produce la muerte de Helena.
Finalmente, luego de otras diversas alternativas, Fausto muere; y Mefistófeles se prepara para apropiarse de su alma.
El propósito de Mefistófeles se ve impedido por un grupo de ángeles, que rescatan el alma de Fausto y la transportan al cielo, donde se reúne con el alma de Margarita, que continúa amándolo.

Análisis literario
  Fausto es lo que se ha llamado un drama filosófico. Aunque está escrito en formato teatral, su representación escénica resulta de hecho imposible, por su enorme extensión y por los grandes y complejos requisitos escenográficos y de efectos que requeriría.
Su tema central, que es la tragedia de su personaje principal Fausto, es la búsqueda de la verdad y del profundo sentido de la vida; lo que da oportunidad al eje de su argumento, en cuanto Fausto celebra con Mefistófeles un pacto en que trueca su alma a cambio de acceder al conocimiento.

http://www.liceodigital.com/literatura/fausto.htm#argumento

Fausto- Goethe
http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/g/Goethe%20-%20fausto.doc.pdf

Análisis Fausto Goethe
http://www.monografias.com/trabajos72/analisis-obra-fausto-goethe/analisis-obra-fausto-goethe2.shtml