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miércoles, 10 de septiembre de 2014

Un deseo -Víctor Hugo
Te deseo primero que ames,
y que amando, también seas amado.
Y que, de no ser así, seas breve en olvidar
y que después de olvidar, no guardes rencores.
Deseo, pues, que no sea así, pero que sí es,
sepas ser sin desesperar.

Te deseo también que tengas amigos,
y que, incluso malos e inconsecuentes
sean valientes y fieles, y que por lo menos
haya uno en quien confiar sin dudar.

Y porque la vida es así,
te deseo también que tengas enemigos.
Ni muchos ni pocos, en la medida exacta,
para que, algunas veces, te cuestiones
tus propias certezas. Y que entre ellos,
haya por lo menos uno que sea justo,
para que no te sientas demasiado seguro

Te deseo además que seas útil,
más no insustituible.
Y que en los momentos malos,
cuando no quede más nada,
esa utilidad sea suficiente
para mantenerte en pie.

Igualmente, te deseo que seas tolerante,
no con los que se equivocan poco,
porque eso es fácil, sino con los que
se equivocan mucho e irremediablemente,
y que haciendo buen uso de esa tolerancia,
sirvas de ejemplo a otros.

Te deseo que siendo joven no
madures demasiado de prisa,
y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer
y su dolor y es necesario dejar
que fluyan entre nosotros.

Te deseo de paso que seas triste.
No todo el año, sino apenas un día.
Pero que en ese día descubras
que la risa diaria es buena, que la risa
habitual es sosa y la risa constante es malsana.

Te deseo que descubras,
con urgencia máxima, por encima
y a pesar de todo, que existen,
y que te rodean, seres oprimidos,
tratados con injusticia y personas infelices.

Te deseo que acaricies un gato,
alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero
erguir triunfante su canto matinal,
porque de esta manera,
te sentirás bien por nada.

Deseo también que plantes una semilla,
por más minúscula que sea, y la
acompañes en su crecimiento,
para que descubras de cuántas vidas
está hecho un árbol.

Te deseo, además, que tengas dinero,
porque es necesario ser práctico,
Y que por lo menos una vez
por año pongas algo de ese dinero
y digas: esto es mío.
sólo para que quede claro
quién es el dueño de quién.

Te deseo también que ninguno
de tus defectos muera, pero que si
muere alguno, puedas llorar
sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.

Te deseo por fin que, siendo hombre,
tengas una buena mujer, y que siendo
mujer, tengas un buen hombre,
mañana y al día siguiente, y que cuando
estén exhaustos y sonrientes,
hablen sobre amor para recomenzar.

Si todas estas cosas llegaran a pasar,
no tengo más nada que desearte.



sábado, 30 de agosto de 2014

El jorobado de Notre Dame (película de 1996)

El jorobado de Notre Dame es una película de animación dirigida porGary Trousdale y Kirk Wise, producida por Walt Disney Pictures y estrenada el 21 de junio de 1996. La película es una adaptación de la obra literaria francesa Nuestra Señora de París, escrita por Víctor Hugo.
Tiene una secuela directo a video llamada El jorobado de Notre Dame 2: El secreto de la campana.

Quasimodo

Quasimodo es el personaje principal de la obra Nuestra Señora de París, de Victor Hugo.

Descripción

Era un niño jorobado que fue abandonado al nacer cerca de la catedral de Nuestra Señora de París, y habitaba en la catedral de Notre Dame, tocando las campanas. Supuestamente era hijo de una gitana. Sólo podía utilizar un ojo, ya que el otro lo tenía casi bloqueado por la deformidad de su rostro, y quedó casi sordo por el tañir de las campanas de la catedral, de los cuales él se encargaba y las cuales significaban todo para él antes de conocer a la mujer gitana Esmeralda, de quien se enamora por ser ella la primera que le mostró bondad.
Quasimodo era odiado por el pueblo de París por causa de su deformidad, gracias a lo cual posee un carácter tímido y retraído. Sin embargo, posee una gran valentía, astucia y un corazón noble. Antes de Esmeralda, la única persona importante para él era el archidiácono Frollo, quien lo adoptó cuando fue abandonado en la catedral entre los niños expósitos.
Durante las acciones más importantes de la novela, él aún no ha cumplido los veinte años. Victor Hugo lo describe físicamente como un hombre de gran tamaño y fuerza y una gran agilidad a pesar de sus defectos físicos, la cual podría ser el producto del ejercicio que realiza constantemente trepando por las torres de Nôtre Dame y los techos de los alrededores, si bien no sale mucho de la catedral. Su cabello es muy rojizo y, si bien no se lo aclara en el libro, se ha interpretado que sus ojos podían ser azules. Por esto se cree que tal vez no era hijo de una gitana, sino que había sido raptado por una o, quizás, dejado a su cuidado.
El final de Quasimodo es sumamente dramático: cuando ve, desde lo alto de Notre Dame, que Esmeralda es asesinada y él no podrá llegar a tiempo para salvarla, su alma se entristece y decide morir junto a ella después de asesinar al cruel archidiácono que la asesinó.
Una de las características más importantes sobre él es el cariño que siente por la catedral Notre Dame de París, en donde vive. Victor Hugo describe esta relación como si el campanero y la catedral fueran una sola alma unificada. Es allí en donde Quasimodo tiene su refugio del mundo que lo repudia injustamente.
Es sin duda uno de los personajes más importantes en la literatura francesa (y la literatura en general). Su historia ha llamado la atención de diversos directores que han adaptado Nuestra Señora de París al cine. Incluso Disney hizo en los noventa su propia versión de la historia, llamada El jorobado de Notre Dame, en donde se resalta el lado sensible y el buen corazón del personaje. Esta película infantil revela la pureza en el alma de Quasimodo, adornando al personaje con buenas actitudes, además de modificar el final de la obra, encontrándose Quasimodo y Esmeralda vivos.

Etimología

Quasimodo significa casi hecho, en latín.

Wikipedia

El jorobado de Notre Dame

El jorobado de Notre Dame - Banda sonido original
https://www.youtube.com/playlist?list=PLF45C6A46FBE37D78




Nuestra Señora de París – Victor Hugo

Hablar sobre un libro como “Nuestra Señora de París” es una tarea complicada, puesto que mucho se ha dicho sobre él y, a estas alturas, es difícil añadir algo novedoso o sustancial. Quizá el problema estribe en que esta novela es de una factura casi ejemplar y que sus características son simples, pero tremendamente eficaces a la hora de lograr agradar al lector.

Habría que empezar por decir que “Nuestra Señora de París” es un libro de encargo, escrito (como tantos otros de la época) por Victor Hugo debido a la solicitud de un editor que quería publicar una novela histórica al estilo de las de Walter Scott, que hacían furor al otro lado del Canal. Y el gran autor francés, tras unos cuantos retrasos (debidos a circunstancias revolucionarias y a la escritura de otras obras), se descolgó con este novelón de factura impecable —en cuanto a forma— y de contenido sencillo… sólo en apariencia.

Porque —y he aquí uno de los puntos fuerte del libro— Hugo, en efecto, fraguó una novela histórica excelente (con algunas salvedades que veremos después), pero plasmó en ella muchas de sus preocupaciones sobre los acontecimientos de su tiempo: el reinado de Carlos X, la revolución de 1830 o la monarquía de julio de Luis Felipe I, último monarca de Francia; y no sólo sobre hechos históricos, sino sobre temas más mundanos y cercanos, como la conservación de los monumentos o la relevancia de la cultura escrita.

Ateniéndonos a la trama del libro, “Nuestra Señora de París” es un claro ejemplo de la novela de ambientación histórica que Scott desarrollaba (en “El corazón de Mid-Lothian”, sin ir más lejos). No tan centrado en el personaje de Quasimodo como cabría esperar por sus traducciones y adaptaciones posteriores, el libro narra las peripecias de este personaje y su protector, el dómine Claudio Frollo, enamorados ambos de la Esmeralda, una gitana que baila con su cabra por las calles del París de 1482, y que rechaza sus atenciones en favor del capitán de arqueros Febo de Chateaupers.

 En medio de esta historia se entrecruzan las vicisitudes de Pedro Gringoire, dramaturgo aficionado y filósofo diletante, Paquette la Chantefleurie, abnegada mujer que jugará un papel decisivo en la trama, el hermano menor de Claudio Frollo, Jehan, estudiante juerguista y follonero sin par, o Clopín Cojoloco, rey de los mendigos de París y defensor de la Esmeralda.

Todos estos personajes, y algunos más, tejerán un argumento repleto de amoríos, encarcelaciones, secuestros, duelos y muertes, y que no desentrañaremos aquí por mor de la concreción y para no desvelar detalles que revelen el final de esta intriga. Baste resumir que, por encima de cualesquier otros detalles, el amor es el motivo fundamental de esta obra; el amor en diferentes variantes: legítimo, filial o lascivo. Y que todo ese amor, como no podía ser de otra manera, convierte a los protagonistas en marionetas a merced de un destino inevitable y cruel.

Sin embargo, por encima de las consideraciones argumentales, cabe resaltar que Victor Hugo escribió una obra muy interesante por su estilo y por su manera de enfocar la peripecia narrativa. Porque, pese a estar escrita poco antes de mediados del siglo XIX, su autor exhibió recursos muy avanzados a su tiempo, como el monólogo interior, o la intrusión del escritor en la narración para aclarar, explicar o hacer alarde de conocimientos (en la mejor tradición del “Tristram Shandy” de Sterne).

El francés introduce comentarios en distintos puntos para expresar su opinión y, por ejemplo, lanzar un discurso en el que expone su rechazo a las torturas y la pena de muerte; incluso entremezcla algunos capítulos completos dedicados a la decadencia de la cultura arquitectónica frente a la cultura escrita, impulsada con la invención de la imprenta.

Y quizá este punto sea el único un tanto flaco de la novela, puesto que las digresiones —aunque habituales (y hasta necesarias) en esta clase de libros— distraen al lector de la trama principal; cuando son tan largas como la anteriormente citada, el retomar el hilo de la narración es casi un juego de prestidigitación, puesto que Hugo abandona a sus personajes en mitad de situaciones que, en algún momento, son de tensión. Obviamente, parte de la inquietud generada se pierde en esas ramificaciones que, no obstante, son muy interesantes; simplemente, están situadas en un lugar poco afortunado.

Se agradece que Hugo compare su siglo XIX con aquel XV del que escribe, a veces para bien, a veces no. Esos contrastes ayudan al lector a comprender cuán absurda, en ocasiones, ha resultado la evolución de las costumbres, y la degeneración que la civilización ha provocado.

“Nuestra Señora de París”, como se puede ver, es mucho más que una novela de aventuras históricas. Y todo ello merced al genio de Victor Hugo.

http://www.solodelibros.es/29/12/2006/nuestra-senora-de-paris-victor-hugo/

Nuestra señora de París – Víctor Hugo
http://aristobulo.psuv.org.ve/wp-content/uploads/2008/10/victor-hugo-nuetra-senora-de-paris1.pdf