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jueves, 2 de octubre de 2014

Barba Azul. El realismo y el horror

Son muchas las cuestiones que llaman la atención en este cuento francés de la tradición oral, que aparece escrito por Charles Perrault en los Cuentos de mamá Oca, Historias o cuentos del pasado con moralejas en enero de 1697. Para comenzar no parece un cuento maravilloso. “Barba Azul” puede resultar más cercano a Edgar Allan Poe o a cualquier relato realista acerca de las andanzas de un asesino serial que al cuento de hadas tradicional, si no fuera por aquella fatídica llavecita encantada del cuarto prohibido, cuyas manchas de sangre no podían ser quitadas por ningún medio.

Pero para indagar acerca de algunas de las características de este cuento debemos remitirnos al libro del que formaba parte, un breve corpus de ocho relatos que se convirtió en una de las obras más populares en la Francia de Luis XIV, trascendiendo los límites de su país de origen y de su época. Anterior a Perrault, este cuento de la tradición oral circulaba junto a otros relatos antiquísimos entre la clase campesina francesa. Se sabe que Perrault en su libro decidió descartar o suavizar aquellos elementos del cuento tradicional que pudieran ir en contra de las costumbres y la moral de la época, especialmente las de las clases sociales superiores. Perrault era un renombrado académico y su libro, firmado por Pierre Darmancour, su hijo menor, contiene una dedicatoria a la sobrina de Luis XIV: Elizabeth Charlotte de Orléans. “Perrault se adapta a su público, que es el de la Academia tal vez pero sobre todo el mundano de los salones, los herederos de ‘preciosos y preciosas’, que gustan de los torneos literarios, aprecian los bordados lingüísticos y la galantería.”  El público de Perrault es el de los salones de Versalles y estos antiguos cuentos de campesinos no podían contradecir ciertas reglas del decoro y la moral.
Se sabe que en las versiones campesinas, por ejemplo, Caperucita come trozos de carne de la abuela y bebe su sangre ofrecida por el lobo . También al parecer la esposa de Barba Azul, en aquellos relatos transmitidos oralmente, debía afrontar el suplicio del destierro y la muerte desnuda. Detalles escatológicos y groserías comunes en los relatos orales son descartados en las adaptaciones de Perrault, sin embargo algunos sentidos “poco decorosos” son conservados por el adaptador e incluso reforzados en las moralejas de su invención como sucede por ejemplo con los sentidos vinculados a la sexualidad del cuento de “Caperucita Roja”.

Perrault en el “Prefacio del autor” parece defenderse de supuestos detractores de su libro y para ello recurre a la opinión de “la gente de buen gusto” que según sus propias palabras: “…tuvieron a bien señalar que estas bagatelas no eran simples bagatelas, que encerraban una moral útil y que la gozosa narración en que esa moral estaba envuelta no había sido elegida sino para hacerla penetrar más agradablemente en el espíritu, de modo que instruyese y divirtiese al mismo tiempo.” Para que esto quede más claro aún, Perrault agrega al finalizar cada uno de los relatos una o dos moralejas. Sin embargo, como veremos más adelante, éstas no siempre se muestran tan “serias” como eran de esperarse en un predicador de la moral.

Según señala Marc Soriano el trabajo de Perrault podría definirse como “una adaptación que es a la vez fiel e infiel al folklore; conserva lo esencial de los temas, los motivos y los rasgos tradicionales, pero, al mismo tiempo, es extrañamente personal. Parece guiada, de una manera a la vez ciega y certera, por ciertas preocupaciones profundas que dan al conjunto ese tono tan particular que tiene, mezcla de emoción y de ironía, de humor y de terror.”

Para Graciela Montes la ironía de Perrault posee un efecto corrosivo sobre los cuentos folklóricos, de algún modo “mina los cimientos de lo maravilloso tradicional”. El autor recopila y reescribe los cuentos del pasado, pero para conservarlos como reliquias de las cuales se distancia a través de la ironía . Parte de este proceso desmitificador en las adaptaciones de Perrault se produce a través del traslado del cuento a la cotidianeidad del autor y de sus lectores. Los cuentos, y el caso de “Barba Azul” es notorio en este aspecto, suelen situarse en época del autor. Este personaje malvado, que en otras versiones es encarnado en un ser monstruoso, diabólico o con poderes sobrenaturales , en la versión francesa transmitida por Perrault posee las características de un adinerado señor burgués del siglo XVIII. Un contemporáneo del autor que lleva a cabo las actividades y se desenvuelve en un mundo movido por idénticas reglas que la Francia de Luis XIV.
“Había una vez un hombre que tenía hermosas casas en la ciudad y en el campo, vajilla de oro y de plata, muebles repujados y carrozas doradas. Pero, por desgracia, este hombre tenía la barba azul y eso lo volvía tan feo y tan terrible que no había mujer ni muchacha que no huyera de su presencia.” (Cuento “Barba Azul”. En: Perrault, Charles. Cuentos completos. Charles Perrault. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1982. Colección Biblioteca Básica Universal. Pág. 91. A partir de aquí se denominará: BA.)

En consonancia con el resto de los personajes y con el mundo construido por el relato en general, Barba Azul es un hombre común y corriente, con una única particularidad: el excéntrico color de su barba. Por otra parte este detalle puede tener su explicación desde un verosímil realista sin ninguna dificultad. De hecho se atribuye el personaje ficticio del cuento a un individuo real: Gilles de Laval, Barón de Rais (1404-1440); un asesino serial necrofílico, responsabilizado de la muerte de 200 víctimas: mujeres, adolescentes y niños, cuya barba muy tupida de color negro habría dado origen al nombre del personaje del cuento recopilado por Perrault.
Estamos entonces frente a un dilema. ¿Es el cuento de “Barba Azul” una ficción que tuvo su origen en la biografía de un personaje real del siglo XV, cuyas atrocidades circularon de boca en boca entre los campesinos franceses hasta convertirse en leyenda? ¿Esto explicaría el realismo del cuento? ¿O se trata simplemente de una antigua leyenda de la tradición oral que posteriormente fue asociada a un personaje histórico? Cabe destacar que las víctimas del Barón de Rais eran en su mayoría niños y jóvenes campesinos. El alto rango del criminal y la humildad de sus víctimas fue lo que dio lugar a la permisividad del poder frente a sus crímenes. Podríamos pensar en un proceso similar al ocurrido con la leyenda del Conde Drácula y el personaje histórico de Vlad III El Empalador (Vlad Draculea 1431-1476), otro poderoso señor famoso por su crueldad y sadismo, en cuya leyenda se inspiró el escritor Bram Stoker para su libro.

Ahora bien, como ya señalamos, no todas las versiones de “Barba Azul” poseen el realismo del cuento de Perrault. El relato circuló por diversos países europeos, se conservan versiones alemanas, italianas, inglesas, entre otras . En muchas de estas versiones el personaje adquiere rasgos sobrenaturales y mágicos: un poderoso brujo, ogro, dragón o el diablo en persona. Sin embargo es posible que la imaginación popular haya investido al individuo real con características sobrenaturales. Al fin y al cabo, se trata de un ser poderoso y extraordinario en su maldad, incluso en una época donde las guerras y las condiciones de existencia hacían del horror un hecho cotidiano. No es extraño entonces que el Barón de Rais se haya transformado en un monstruo, un brujo o el mismo diablo, dentro de la leyenda que circulaba oralmente entre las clases populares. Sea esto así, o como es más probable, la leyenda hubiera preexistido al temido Barón, lo cierto es que en el cuento escrito por Perrault este individuo terrible es un hombre común, podría decirse que “un vecino” para el lector de la época, y no demasiado lejano incluso para los lectores actuales. Si, como señala Montes, esta cotidianización del cuento tradicional es producto de la ironía del autor y un modo de desmitificarlo, también es cierto que en el caso de “Barba Azul” significa un aumento ostensible del efecto terrorífico. El Mal, el Horror, encarnado en un ser sobrenatural, en un “Otro”, permite de algún modo mantenerlo a cierta distancia. No así, cuando el Mal se encuentra a nuestro lado, y se encarna en un ser semejante a nosotros mismos. Cuando la apariencia del monstruo puede ser la nuestra, y ya no es tan fácil identificarlo, mantener frente a él una salvadora distancia. Un asesino serial que decide conservar, a la manera de un excéntrico coleccionista, los cadáveres de sus esposas, resulta más terrible si es de una naturaleza semejante al lector, y no un personaje igual de malvado pero perteneciente al mundo de lo sobrenatural.

Siempre es preferible el mal encarnado en un ser ajeno a la realidad, aunque se trate del mismo diablo, que en un hombre común y corriente, un hombre que puede confundirse en la cotidianidad, salvo por el detalle poco relevante, al fin y al cabo, del color de su barba.

Un relato de suspenso
Si puede resultarnos algo caprichoso clasificar a “Barba Azul” como un cuento de hadas, ya que su mundo se asemeja demasiado al nuestro, no cuesta tanto pensar en él como un relato de suspenso. Ya al final del segundo párrafo se advierte al lector acerca de la desaparición de las anteriores esposas de Barba Azul. Este dato más el extraño color de la barba son los únicos indicios que revelan un mundo sólo confortable y apacible en apariencia, pero bajo el cual se esconde un enigma. Especie de agujero negro a punto de entrar en acción y destruirlo todo.
Como muchos otros personajes del cuento tradicional, Barba Azul se ve impelido (luego podemos dudar de si su ausencia no fue sólo una trampa tendida a su esposa) a ausentarse. Igual que el padre de la Bella , y otros señores burgueses en estos cuentos debe emprender un viaje de negocios. Los consejos magnánimos del marido contrastan con lo que luego sabremos de él: “…le rogaba que se divirtiese mucho durante su ausencia, que invitara a sus buenas amigas, que las llevase al campo si quería y que las agasajara espléndidamente” (BA; págs. 91-92)
Es en este punto del relato en el que se produce la prohibición y su desobediencia; funciones señaladas por Vladimir Propp  dentro de las que definen al cuento popular y que aquí cumplen un rol central.“Abra todo lo que quiera, vaya adonde quiera, pero en cuanto a ese cuartito le prohíbo entrar, y se lo prohíbo de tal modo que si llega a abrirlo no hay nada que no deba usted esperar de mi furia.” (BA; pág. 92)

Las palabras de Barba Azul son extremas y contrastan visiblemente con la generosidad expresada por el personaje en párrafos anteriores.
La joven desobedece, y esto da lugar al momento central del relato: el encuentro con los cadáveres en el gabinete prohibido.

Esta escena cúlmine del cuento ha sido construida por Perrault en unas pocas líneas de un modo exquisito. El narrador, situado en la perspectiva de la protagonista, regula con estudiada sutileza la información acerca del macabro hallazgo. El modo en que el terrible descubrimiento se va revelando gradualmente a la protagonista y al lector, permite pensar (con unos doscientos años de anticipación) en el efecto de una cámara cinematográfica:
“En un primer momento no vio nada, porque las ventanas estaban cerradas. Después de algunos instantes comenzó a ver que el piso estaba cubierto de sangre coagulada, en la que se reflejaban los cadáveres de varias mujeres, colgadas a lo largo de las paredes” (BA; pág. 93)
A partir de este momento los acontecimientos se suceden en una cascada vertiginosa hasta desembocar en el instante en el que la joven está a punto de ser ejecutada por su marido.

Nuevamente frente al horror, la acción se detiene. Las repeticiones, propias de los relatos orales juegan un lugar central generando una tensión extrema, que nos puede hacer pensar tanto en las preguntas de Caperucita ante el lobo a punto de devorarla(15) como en los recursos propios del cine de acción contemporáneo. La heroína es situada en una débil línea entre la vida y la muerte, el fin o la salvación. Todo pende de un hilo. Los hechos son narrados de tal manera que ese instante definitorio es demorado hasta la exasperación.
En “Barba Azul” la joven esposa llama a su hermana Ana. Existe una débil esperanza: la visita de los hermanos, y le pide a aquélla que suba a lo alto de la torre para avistar su llegada. Según nos advierte Montes, en la versión tradicional un animal mensajero es el encargado de ir en busca del auxilio de los hermanos. En el cuento de Perrault el desenlace feliz queda en manos exclusivas del azar, ya que si bien la visita de los hermanos ha sido anunciada, nada permite pensar que llegarán a tiempo para rescatar a la joven. Una omisión inteligente por parte del adaptador, ya que las posibilidades de salvación de la heroína se vuelven remotas, casi del todo improbables y esto favorece la tensión en el lector.

Como señalábamos anteriormente, el efecto es logrado a través de un recurso propio de la oralidad: la repetición. La pregunta es repetida en forma idéntica en cuatro ocasiones:
“-Ana, hermana Ana, ¿no ves que venga nada?”
Y la hermana Ana le respondía:
-No veo sino el sol que ciega y la hierba verde que reverbera.”
(BA; pág. 94)
Entre una pregunta y otra Barba Azul “sosteniendo una gran cuchilla en la mano”llama con todas sus fuerzas a su esposa para consumar el asesinato. La tercera respuesta difiere de las otras dos, pero se trata de una falsa alarma que hábilmente aumenta el dramatismo de la escena:
“-Ana, hermana Ana, ¿no ves que venga nada?
-Veo -respondió la hermana Ana -una gran polvareda que viene de allá…
-¿Son mis hermanos?
-¡Ay, no, hermanita! Veo una manada de carneros.”
(BA; pág. 95)
La cuarta respuesta abre la esperanza de un rescate:
“-Ana, hermana Ana, ¿no ves que venga nada?
-Veo dos caballos que vienen por allá, pero están lejos todavía… ¡Dios sea loado! -gritó un momento después- son mis hermanos. Les hago todas las señas que puedo para que se apuren.”
(BA; pág. 95)
La remota posibilidad de salvación contrasta visiblemente con la situación de la víctima que se describe inmediatamente después:
“Luego tomándola por los cabellos con una mano y levantando el cuchillo en el aire con la otra se preparó para cortarle la cabeza. La pobre mujer, volviéndose hacia él y mirándolo con ojos desfallecientes le rogó que le diera un instante de recogimiento.
-No, no -le dijo él. Es mejor que te encomiendes a Dios.
Y levantando el brazo… En ese preciso momento golpearon tan fuerte a la puerta que Barba Azul se detuvo en seco.”
(BA; pág. 96)

Las cuerdas han sido tensionadas al máximo, se ha llegado a un fortísimo en la progresión dramática de la narración. El final feliz adquiere la pasividad de un remanso en el que se vuelca toda la energía acumulada. Ya no queda mucho más por contar, tan sólo enumerar los beneficios económicos y sociales obtenidos por la viuda gracias a la muerte de su temible esposo.

Entre la moral y la ironía
La ironía de Perrault no se hace esperar. En el inicio del cuento, cuando luego de una placentera estancia en las casas de campo de Barba Azul, donde “Todo eran paseos, partidas de caza y de pesca, bailes, festines y comidas”, la menor de las hermanas“empezó a pensar que el amo del lugar ya no tenía la barba tan azul que digamos y que era un hombre muy fino y cortés”. (BA; pág. 88)
Hay un breve tono misógino hacia este personaje femenino que movido por el placer que otorga el buen pasar económico pierde sus reticencias hacia ese extraño hombre, incluso cuando -como nos ha advertido el narrador- la joven es conocedora del hecho de que Barba Azul ya hubiese desposado a varias mujeres y nadie supiese qué había sido de ellas. Para que al lector le quede claro que las reglas del cuento son las mismas que gobiernan su propia sociedad, nos ofrece un desenlace en el que tras la muerte de Barba Azul en manos de los hermanos de su esposa, como éste no tenía herederos, su mujer quedó dueña de todos sus bienes.

 “Empleó una parte en casar a su hermana Ana con un joven getilhombre que la amaba desde hacía tiempo; otra parte en comprarles cargos de capitanes a sus dos hermanos y el resto en casarse ella misma con un hombre muy fino y cortés que le hizo olvidar los malos tiempos que había pasado junto a Barba Azul.” (BA; pág. 96)
La compra de cargos, mencionada también por el autor en “Pulgarcito”, era una práctica frecuente en aquellos tiempos, como también la necesidad de una dote para el buen matrimonio de la mujer. Graciela Montes observa en relación a este punto: “¿Cómo no sonreír ante la jovencita que en cuanto Barba Azul muestra sus tesoros decide que ya no tiene tan azul que digamos la barba y que es en realidad un señor fino y cortés, y cómo no reír abiertamente cuando nos enteramos de que invierte la fortuna heredada de su marido muerto en casarse con otro señor tan ‘fino y cortés’ -se reitera idéntico el giro- como el primero?”

Pero es en la segunda moraleja donde la ironía se expande en sus posibilidades corrosivas frente al discurso de la moral. Si en la primera moraleja se hace alusión a la curiosidad propia del “bello sexo” y sus catastróficas consecuencias, la segunda lisa y llanamente traslada la anécdota al tiempo presente de la enunciación para satirizar las relaciones matrimoniales, y en particular las relaciones de poder entre los sexos que Perrault presenta invertidas:
“Por poca sensatez que tengas
si conoces el código mundano
habrás notado que esta historia
no es sino un cuento del pasado.
Ya no hay esposos tan terribles,
ni los hay que pidan lo imposible;
por muy descontentos y celosos
son con sus mujeres amorosos
y sea cual sea el color de su barba
no es fácil saber de los dos hoy quién manda.”
(BA; pág. 97)

Como se sabe, toda moraleja que se precie de tal es pedagógica. Está destinada a la transmisión de una verdad que se presenta como incuestionable para el lector. ¿Pero ante qué clase de moraleja nos encontramos aquí? La distancia irónica propuesta por Perrault en esta moraleja no sólo desbarata cualquier afán dogmatizador del cuento, también parece tomar distancia frente a su mismo adaptador. Perrault propone una anti-moraleja, una moraleja que se invalida a sí misma al tiempo que lo invalida a él como moralista. La ironía de Perrault está por encima de toda intención pedagógica de la historia. El autor no parece tomar demasiado en serio lo que acaba de decir, y especialmente no se toma a sí mismo demasiado en serio. En medio de su supuesto rol de pedagogo y moralista, Perrault se pone a silbar. Una moraleja que se ríe de un cuento cuyo protagonista es el peor de los monstruos humanos, donde una inocente ha estado a punto de ser degollada por su esposo, es simplemente una irreverencia absoluta. Perrault se reserva el derecho de no tomarse las cosas demasiado en serio. Ni al cuento, ni a sus contemporáneos y sus costumbres, ni a sí mismo.
 
¿Qué ha hecho Perrault con esta historia sangrienta, con este personaje que pone al descubierto los aspectos más oscuros del ser humano, su parte irracional y cruenta? De manera magistral lo ha aproximado al mundo del lector, ha puesto al monstruo a su lado, lo ha hecho su vecino, para luego de un plumazo reírse de él, burlarse de su historia y de manera irónica reírse de las costumbres, las reglas, las relaciones (en particular entre los sexos) de la sociedad a la que pertenece.

http://www.imaginaria.com.ar/2009/03/barba-azul-el-realismo-y-el-horror/

Barba Azul – Charles Perrault
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/fran/perrault/barba.htm