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miércoles, 17 de septiembre de 2014

Carmina Burana, de Orff, transcripción para piano de Eric Chumachenco




La obra origen es nada menos que Carmina Burana, de Carl Orff. Pero Orff, si viviera, no debería sentirse dolido porque alguien posterior haya tomado su obra y arreglado para piano o para lo que fuera (y lo digo porque precisamente la Carmina Burana de Orff ha sufrido muchos de estos arreglos, algunos de ellos como para poner los pelos de punta…).
Efectivamente, las transcripciones musicales han sido usadas desde el principio de lo que venimos en llamar “música occidental”. Bach reutilizaba su propio material, o el de otros, transcribiéndolo para varios instrumentos diferentes; lo mismo hacían Vivaldi, Mozart, Haydn y todos los grandes. El motivo era no sólo ahorrarse buena parte de la creación de las líneas melódicas, que supongo que ahorraría tiempo y neuronas, sino, en muchos casos, adaptar las obras a las habilidades o capacidades musicales de los patronos de los músicos. Si el Duque o Príncipe de turno, protector de un músico barroco cualquiera, sabía tocar, por ejemplo, la bandurria, una de las obligaciones básicas del compositor era proporcionar música de bandurria para que su amo y señor se luciera comme il faut tocándola ante sus invitados. Y esto se podía conseguir de tres maneras: componiendo música original para bandurria (o bandurria y orquesta, o cuarteto de bandurria, etc), o bien trayendo música compuesta por otros para dicho instrumento o, por fin, adaptar música, bien del propio músico o de cualquier otro, para bandurria.
Hace algunos artículos ha salido por aquí el Quinteto de Guitarra número 4, “Fandango” de Boccherini, que es un ejemplo paradigmático de ello: el Duque de Osuna, protector de Luigi Boccherini, era un consumado guitarrista (o eso dicen las crónicas pagadas por el propio Duque). No había mucha música para guitarra por ahí, así que Boccherini compuso hasta doce Quintetos de Guitarra, ninguno de ellos original, puesto que fueron todos transcripciones para guitarra de otros cuartetos o quintetos suyos, para el guitarrístico disfrute de su señor.
Desde más o menos la época de Beethoven, las cosas cambiaron. El ascenso de la burguesía y la consecuente pérdida de poder de la nobleza o la realeza (cuando no perdían, directamente, la cabeza) cambió los parámetros de la música. Para poder subsistir no les quedó a los músicos más remedio que buscar otros clientes, a falta de mecenas: las Salas de Conciertos. Esto llevó a la música a la revolución romántica: las obras perdieron complejidad y ganaron en sencillez. Se impusieron los estribillos pegadizos, fáciles de recordar por el gran público, a costa de perder riqueza contrapuntística y estilística. ¡Había que comer! Pero, sin embargo, seguía habiendo clientes (no ya Reyes, Duques o Barones en el absolutista sentido del Siglo XVIII, sino más bien burgueses acomodados, industriales ricos o, también, aristócratas con posibles… y buenas rentas) que deseaban música que se pudiera ejecutar en sus casas, para su deleite y el de sus amigos. Ya no se podían permitir mantener ellos solos a los músicos, pero sí compraban sus partituras; si el compositor conseguía varios de estos clientes, tenían el sustento asegurado. Todo ello, sin olvidar las grandes obras sinfónicas o de cámara que les daban, además de dinero, la fama necesaria para poder vender sus servicios a buen precio…
Y nuevamente volvemos al problema original, ése que tenía Luigi Boccherini: conseguir música fresca para las habilidades específicas de sus clientes para que estos les siguieran encargando más música o comprando sus partituras. Podían componer obras originales (y lo hacían). Pero una solución obvia para muchos fue transcribir sus propias obras, o las de otros, escritas para orquesta de cámara, sinfónica o lo que fuera, al instrumento que los clientes demandaban, en muchísimas ocasiones, para piano. Prácticamente todos los compositores de la época (siglo XIX) lo hacían. Franz Liszt, el extraordinario pianista que revolucionó la técnica de interpretación al piano, lo hizo muchas veces, y no descarto traer aquí alguna vez alguna de sus sorprendentes transcripciones para piano solo. Johannes Brahms también lo hizo, especializándose en la transcripción de sus propias obras para cuatro manos, es decir, para piano interpretado simultáneamente por dos pianistas, lo que permitía al profesor interpretar la obra junto con el alumno, cada uno su parte, o bien a dos hermanos o hermanas, madre e hija, etc. Por ejemplo, Brahms transcribió sus Danzas Húngaras, o el propio Cuarteto número 1 del artículo anterior, para cuatro manos. Ya sabéis: ¡Había que comer!
En una palabra, aunque pueda resultar extraño, es bastante habitual que se reescriban obras orquestales para su ejecución por un Trío, un Cuarteto o, directamente, por un piano solo.
Dicho todo lo cual, y a pesar de ello, no deja de sorprender que alguien se haya atrevido a transcribir para piano una obra tan terriblemente poderosa como Carmina Burana, de Carl Orff. Hace eones dediqué un artículo a tan magna obra, haciendo hincapié en su nutridísima plantilla: Una orquesta pobladísima, con la cuerda completa (ocho contrabajos, etc, hasta dieciséis primeros violines), madera cuádruple, metal al gusto, percusión de todo tipo y tamaño, dos pianos (dos), tres solistas (soprano, tenor y barítono), coro mixto con tantos cantantes como se puedan encontrar e incluso coro de niños. Fácilmente doscientos intérpretes en acción, quizá más. Y… ¿todo eso se puede transcribir para piano solo? Pues sí. Se puede. Parece increíble, pero se puede. Al menos, Eric Chumachenco lo ha conseguido. Grabó el disco en 1992, y en 1995 participó con esta obra en los “Veranos pianísticos” de Munich, año dedicado a Carl Orff. Cuentan las crónicas que obtuvo un gran éxito. No me extraña. Nada. ¡Qué pena no haber estado allí!
En fin. No sé mucho de Eric Chumachenco. Aunque su apellido es obviamente ruso, nació en 1964 en Philadelphia, USA.[3] Hijo del gran violinista Nicolás Chumachenco, quien en la actualidad es el Director Musical de la Orquesta de Cámara Reina Sofía de Madrid, Eric tuvo una infancia muy “musical”, que para algo todos en  su familia eran músicos de renombre; tras peripecias varias que no vienen a cuento (en realidad, es que no las conozco), en la actualidad da clases nada menos que en el Mozarteum de Salzburgo, donde Mozart vigila desde donde esté que no se cometan desmanes, así que manco no debe ser el hombre. Y poco más. Fue realmente un compañero de trabajo el que, hace diez o doce años, me puso en la pista de esta versión del Carmina Burana. Me costó encontrar el disco (creo que fue en Praga o Budapest o algo así), pero lo encontré. Y me encantó.[4] A alguien más le ha debido encantar, puesto que la obra entera se encuentra en YouTube.
No voy a contar ni una palabra más acerca de Carmina Burana, ni tampoco de Carl Orff, el autor de la obra musical estrenada en 1937. Ya lo hice en el artículo correspondiente, que quedó, desde mi… ignorante, sí, punto de vista, bastante completo, apoyándose en la interpretación de la Orquesta de la Universidad de California en Davis, y que sugiero que, si no recordáis, volváis a leer. Y sobre la versión pianística de Chumachenco, interpretada por él mismo, tampoco hay mucho que contar: sólo dejarse llevar por la exuberancia de la música de Orff y la suprema habilidad del pianista ruso para mantener su fuerza tras sustituir a tanto músico y cantante por un mero piano. Espero que os guste como a mí me gusta.
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Vamos ya con la obra. Está contenida en tres videos, de entre 8 y 20 minutos, que contienen de dos en dos las distintas partes de que consta la obra. Ningún problema de partición. Los videos son de fotos de diversas iglesias medievales, muchas de ellas románicas, de las que reconozco alguna española (como la inigualable de San Martín de Frómista), pero la mayoría deben ser francesas y, sobre todo, inglesas o escocesas, debido a la presencia habitual de cementerios colindantes donde la lápida es vertical, y no horizontal, y la tumba está cubierta de césped: esta forma de enterramiento no es nada común en la Europa del Sur.
En el primer video contiene las dos primeras partes de la obra, Fortuna Imperatrix Mundi (Fortuna, Emperatriz del Mundo) yPrimo Vere (La Primavera). Y comienza con el poderoso arranque de la obra, el famosísimo O Fortuna. Vamos allá:
Los primeros cuatro minutos son los correspondientes a Fortuna Imperatrix Mundi, de los que los dos y medio primeros son el omnipresente O Fortuna, y en el minuto 4:05 comienza el canto a la Primavera, que dura apenas cuatro minutos más. Entonces, para poder irnos al prado a retozar, hay que cambiar de video.

Comienza el video con Uf dem Anger (En el Prado), que, en puridad, es también parte de “La Primavera”, aunque tiene su propio encabezamiento en la obra. Tras más de once minutos disfrutando del buen tiempo, del césped y de sus pobladores, hay que ir a celebrar a un sitio de más enjundia: en el minuto 11:10 comienza In Taberna (En la Taberna), donde durante nueve alcohólicos minutos se hace exaltación de la amistad compartiendo un vaso de buen vino, como bien escribió ya en el Siglo XIII Gonzalo de Berceo, considerado el primer poeta que escribió en castellano en su monasterio riojano de San Millán de la Cogolla.
Termina el cántico a la borrachería y, para acabar con la obra, debemos cambiar de video:
Video que comienza con Cours d’amour ( Corte de Amor), donde a lo largo de sus trece minutos se hace un encendido elogio del amor… del amor carnal, nada del platónico, qué va. Los arrumacos y encendidos cantos de ¡Ay, si te pillara…! terminan en el minuto 13:15, en que comienza la penúltima parte de la obra, Blanziflor et Helena (Blanziflor y Helena, claro), que es en realidad la preparación para el triunfante retorno del O Fortuna inicial, dentro de Fortuna Imperatrix Mundi(Fortuna, Emperatriz del Mundo), que comienza en el minuto 15:00 y cierra la obra exactamente igual que la comenzó: con la Rueda de las Fortuna girando y girando sin parar… para dejarnos finalmente en el mismo lugar donde empezamos.


http://eltamiz.com/elcedazo/2013/01/27/historia-de-un-ignorante-ma-non-troppo-carmina-burana-de-orff-transcripcion-para-piano-de-eric-chumachenco/