domingo, 1 de febrero de 2015

Sigismund Thalberg

 (Suiza, 1812-1871)

Sigismund Thalberg nació en una familia acaudalada en 1812 y se crió en los castillos y palacios de su abuelo paterno, el príncipe Franz Joseph von Dietrichstein. A sus venticinco años ya era considerado el único rival serio que tenía Liszt como pianista. Un famoso “duelo de pianos” se llevó a cabo en el salón de la princesa Belgiojoso en 1837, para determinar cuál de los dos era el mejor instrumentista. El veredicto: en el mundo del piano, Thalberg era único pero Liszt era el único.

Aristócrata de nacimiento, de crianza, de aspecto, Thalberg era un músico culto y sofisticado, de impecables gustos y modales. Karl Halle lo escuchó en 1837 y escribió sesenta años después: “Con un estilo totalmente diferente al de Chopin o al de Liszt, resultaba admirable e intachable a su manera... Sus interpretaciones solían ser completas y precisas, dando la impresión de que una nota falsa era algo imposible. Su sonido era manifiestamente robusto, hermoso; sus frases claras como el cristal... y no buscaba emoción que no fuera la maravilla”.

La innovación en composición musical más famosa de Thalberg consistía en tocar una melodía en el centro del teclado alternando las manos (con frecuencia solo usaba los dos pulgares); dejaba libre la mano derecha para hacer adornos elaborados, y la mano izquierda para el bajo y la armonía, combinando todo con un uso inteligente del pedal. Era algo que embriagaba los oídos, y creaba la ilusión de que había tres o cuatro manos tocando. La gente se paraba sobre los asientos para ver cómo lo hacía. El invento fue empleado por Thalberg en la mayoría de sus treinta fantasías operáticas, convirtiéndose en su sello característico. 

Aquellas fantasías asombraron al público y, aunque hoy nadie las recuerda, fueron bastante más populares que cualquier cosa que Chopin estuviera escribiendo por esa época. ¿Por qué entonces han sido olvidadas? Porque cuando Liszt incursionó en el género de la fantasía operática fue más ingenioso y armónicamente arriesgado (por no mencionar su Sonata para piano en si menor, que pertenece a un nivel creativo muy lejano de la única sonata que escribió Thalberg); porque Thalberg era percibido como un ilusionista de un solo truco (lo cual no es necesariamente cierto, pero su apodo era “Arpegio Viejo”); porque no pudo avanzar con los cambios propios del tiempo. Hizo una fortuna con sus giras por el continente americano entre 1855 y 1858, regresó a Europa y se retiró a una casa de campo en Posillipo para dedicarse a los viñedos. Antes de su muerte en 1871, el mundo de la música ya lo tenía olvidado.

El rumor que nos ha llegado es que la música para piano de Thalberg no es apta para el consumo. Es una opinión transmitida de maestros a discípulos a través de las generaciones, y pocos se han tomado la molestia de investigar por sí mismos. Admitamos que no toda su música es de primera, aunque debo decir que ninguna pieza es menos que un hermoso ejercicio para las manos. Pero lo mejor de Thalberg es infaliblemente mágico y, escuchando las grabaciones de Raymond Lewenthal, Earl Wild, Michael Ponti o Marc-André Hamelin, se puede comprobar lo efectiva y brillante que es esta música: sus fantasías sobre las óperas Don Pascual, Moisés, El barbero de Sevilla y La sonámbula; las variaciones sobre Dios salve al rey y Los hugonotes con su brillante variación en octavas. En lugar de confiar en veredictos reciclados, los pianistas deberían explorar directamente las partituras y, luego de una selección, agregarían una o dos piezas a su arsenal de sorpresas para el público.

http://www.elmalpensante.com/articulo/2623/los_compositores_olvidados

Operas of Gaetano Donizetti ( fantasias by Sigismond Thalberg )




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