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sábado, 14 de febrero de 2015

Feliz día del amor y LA AMISTAD

 

El Mesías (The Messiah) "Hallelujah" – Händel


«Händel es el compositor más grande que ha existido jamás, me descubro ante él y me arrodillaría ante su tumba.»

Ludwig Van Beethoven 1824


Georg Friedrich Händel (Halle, Alemania, 23 de febrero de 1685 -- Londres, 14 de abril de 1759) fue un compositor alemán, posteriormente nacionalizado britanico, considerado una de las cumbres del Barroco y uno de los más influyentes compositores de la música occidental y universal. En la historia de la música, es el primer compositor moderno en haber adaptado y enfocado su música para satisfacer los gustos y necesidades del público, en vez de los de la nobleza y de los mecenas, como era habitual.

Considerado el sucesor y continuador de Henry Purcell, marcó toda una era en la música inglesa siendo el compositor más importante entre Purcell y Elgar en Inglaterra. Es el primer gran maestro de la música basada en la técnica de la homofonía y el más grande dentro del ámbito de los géneros de la ópera seria italiana y el oratorio.

El Mesías HWV 56 (en inglés Messiah, en alemán Der Messias, en francés Le Messie) es la obra más conocida de Georg Friedrich Händel, aunque no debe ser considerada como característica, ya que ocupa un lugar único dentro de la extraordinaria colección de oratorios handelianos. Mientras que en los demás oratorios de Händel puede reconocerse una marcada influencia italiana, la música de El Mesías se arraiga en las antiguas pasiones y cantatas alemanas.



http://todomotivaciones.blogspot.com.ar/2013/11/el-mesias-messiah-hallelujah-handel.html




viernes, 26 de diciembre de 2014

FRIDERIC GEORGE HAENDEL.: Música Acuática

Música acuática (en inglés Water Music) es una composición de George Frideric Haendel. Fue estrenada en el verano de 1717 a requerimiento del rey Jorge I para ser interpretada sobre el río Támesis.

El concierto fue ofrecido por cincuenta músicos en una barcaza que navegaba cerca de la embarcación del rey y se dice que éste quedó tan complacido que se hubo de interpretar tres veces durante el viaje. Normalmente se considera que está formada por tres suites, cuyos números de catálogo son HWV 348, HWV 349 y HWV 350.

La obra incluye los instrumentos propios de una orquesta barroca (excepto el clave): tres trompas, dos oboes, un oboe y las instrumento de viento.
Comienza con una obertura francesa e incluye minuetos, bourrées y hornpipes. Se divide en tres suites: en Fa mayor (HWV 348), en Re mayor (HWV 349) y en Sol mayor (HWV 350).

El Water Music es un conjunto de movimientos orquestales, a menudo publicados como tres suites , compuestas por George Frideric Handel . Se estrenó el 17 de julio de 1717 después de que el rey Jorge I había solicitado un concierto en el río Támesis .

El Water Music se anotó una relativamente gran orquesta, lo que es adecuado para el funcionamiento al aire libre. Parte de la música también se conserva en el arreglo para una orquesta más pequeña.

SUITE en Fa Mayor

Obertura-Largo.Allegro
Adagio y Staccato
Allegro
Allegro-Minuetto
Air
Minuetto
Bourrée
Hornpipe
Andante

SUITE en re mayor

Allegro
Hornpipe
Lentement
Air
Minuetto

SUITE en Sol mayor

Minuetto
Air
Minuetto
Country Dance

Orquesta de la residencia de la Haye

Director: Robert Dunand


Haendel en el Támesis o la música para los reales fuegos de artificio

Música para los reales fuegos artificiales o Música para los reales fuegos de artificio (en inglés Fireworks Music o Music for the Royal Fireworks) es una composición orquestal de Georg Friedrich Händel de 1749. Fue hecha por encargo de Jorge II de Gran Bretaña para acompañar a los fuegos artificiales que tuvieron lugar en Green Park, Londres, el 27 de abril de 1749. El motivo fue la celebración del final de la Guerra de Sucesión Austriaca y la firma del tratado de Aquisgrán. El número de catálogo de la obra es HWV351.

Los músicos fueron situados en un edificio especialmente construido para la ocasión y diseñado por el decorador y arquitecto Giovanni Niccolo Servandoni. Los fuegos artificiales no resultaron al final tan satisfactorios como la música en sí misma debido a que la enorme construcción de madera comenzó arder, provocando, entre otras cosas, la caída de un bajorrelieve del rey.

Sin embargo, la composición había sido interpretada públicamente seis días antes, el 21 de abril, en un ensayo general público en los jardines Vauxhall con gran éxito: acudieron más de doce mil personas, causando un atasco de carruajes sobre el puente de Londres que duró tres horas.

La partitura orginal fue compuesta para una gran orquesta que incluía veinticuatro oboes, doce fagotes (incluyendo un contrafagot), nueve trompetas, nueve trompas, tres pares de timbales y un número no especificado de cajas. La versión más habitualmente interpretada hoy en día, para un conjunto de cuerda y viento más tradicional, fue adaptada por el propio Haendel para ser interpretada en el Hospital de Expósitos de Londres. A esta versión corresponde la única partitura autógrafa existente.


viernes, 24 de octubre de 2014

Las nuevas formas musicales del Barroco

En música, el Barroco señaló un período de gran desarrollo del arte vocal e instrumental, de obtención de armonías más complejas y mayor profundidad de las formas y el sentimiento. Los reyes, los príncipes, los duques y otros miembros de la nobleza trataban de superarse unos a otros por la pompa y la exhibición. La música había progresado mucho a partir de los cantos y las baladas.

El principal estilo era el "contrapunto" es decir, el uso de dos o más melodías independientes que se combinaban para producir la armonía. En el Barroco, nacieron las formas musicales que conocemos hoy:

La Cantata, una obra corta para voces solistas, coro e instrumentos, con un tema secular o religioso, era muy popular. Bach escribió una Cantata del café (1732), para celebrar la afición cada vez más acentuada a lo que era entonces una bebida nueva en Europa. Mozart compuso una cantata masónica, de la cual un aria (solista) se convirtió en el himno nacional austriaco después de la Primera Guerra Mundial.

El Oratorio, más largo, también para solista, coro y orquesta, tenía un texto rigurosamente bíblico; se originó en 1600 en Roma, un año antes de la producción de la primera ópera en Florencia. El padre espiritual del oratorio fue Filippo Neri (1515-1595), que inauguró sus servicios combinando las piezas sacras y los coros para la educación y el esclarecimiento de la juventud. Este fue el momento decisivo para la Reforma, en que la poderosa Iglesia Católica desafió al protestantismo. En premio a sus esfuerzos Neri fue beatificado y más tarde canonizado; fue el único músico de la historia convertido en santo.

Los oratorios más famosos fueron compuestos por George Frideric Handel (1685-1759), contemporáneo alemán de Bach, que se instaló en Inglaterra y que será recordado siempre por su obra maestra, El Mesías, cantada por innumerables coros en todo el mundo cuando llega la temporada navideña.

Hacia el fin del siglo XVI un grupo de hombres cultos pertenecientes a la ciencia, la literatura y la música, entre ellos Vincenzo Galilei, padre del astrónomo que inventó el telescopio, se reunió en Florencia para analizar el futuro de las artes. Se autodenominaron "camerata" —literalmente, una pequeña cámara. Del deseo de estos hombres de revivir la sencillez de la música griega provino el comienzo del "dramma per música", es decir, drama mediante la música, o en otras palabras, la "opera".

Claudio Monteverdi (1567-1643), el primer gran compositor de ópera, utilizó la orquesta para obtener efectos dramáticos en lugar de utilizar a los músicos sólo como acompañantes de los cantantes. Su obra La favola d'Orfeo es una de las óperas más antiguas, todavía ejecutada en algunas ocasiones.

Toda esta clase de música, por supuesto, estaba destinada rigurosamente a la nobleza. La burguesía aún no existía y el campesinado escuchaba solamente canciones populares y danzas transmitidas de generación en generación por los hijos de aquellos cantantes vagabundos que aún tocaban sus laúdes.

Con el siglo XVII llegaron nuevas formas instrumentales. La más importante fue la Sonata, consistente en cuatro partes o "movimientos" de tempos o ritmos contrastantes. Aunque el compositor italiano Domenico Scarlatti (1683-1757) compuso más de seiscientas sonatas, las ochenta y dos sonatas de Franz Joseph Haydn (1732-1809) definieron la forma clásica. Como la sonata es la precursora de la Sinfonía, estos trabajos determinaron que Haydn recibiese el triple título de "Padre de la Sonata, la Sinfonía y el Cuarteto de Cuerdas."
Otra forma que surgió por esta época fue el tema con variaciones, que utiliza una sencilla melodía sobre cuya base los músicos y compositores producen libremente complicadas improvisaciones.

La Passacaglia, una forma de danza española, se convirtió en una importante pieza de teclado, que incluye una progresión de acordes graves que se elevan hasta alcanzar una sugestiva culminación.

Los Preludios fueron inicialmente piezas breves ejecutadas antes dé las piezas más largas para piano u órgano. Johann Sebastian Bach (1685-1750) compuso cuarenta y ocho preludios y fugas apareados, que incluyen su obra maestra, "El clave bien temperado" (1722). Hacia el siglo XIX el preludio ya no se utilizaba como "preámbulo". Chopin, Debussy y Rachmaninov, entre otros, elevaron esta pequeña forma a un nivel de gran belleza.

La Tocata, conocida por su tempo rápido y su ritmo regular, es otro tipo de composición para teclado que destaca la brillantez técnica de un ejecutante.

Las Fantasías o "vuelos de la fantasía", fueron los tipos de composición más libre, con varios temas agrupados sin una forma dada. Walt Disney eligió esta denominación como título de su filme de 1940, que ilustró memorablemente varias de las piezas de los grandes clásicos.

Una de las composiciones más importantes creadas durante el período barroco fue la Suite, un conjunto de cuatro danzas. Estaba formada al principio por piezas cortesanas como las "allemandes", las "courantes", las "sarabandes" y las "gigues"; pero a menudo se agregaban formas opcionales como las "galliards", los "minuets" y las "gavottes".

Bach, Handel y otros compositores barrocos se ajustaron al estilo contrapuntístico. Hacia el siglo XIX las suites se habían convertido en Música de programa, lo cual significa que los movimientos responden a una historia, un estado de ánimo o una idea. Este concepto incluye arreglos musicales extraídos de las óperas o los ballets. Chaikovski concibió suites a partir de sus ballets, El lago de los cisnes, La bella durmiente y Cascanueces. Edvard Grieg (1843-1907) compuso dos Suites de Peer Gynt sobre la base de su música incidental para la pieza folclórica noruega de Henrik Ibsen. En Rusia, Nicolai Rimsky-Korsakov (1844-1908), nos entregó la sugestiva Scheherezade, basada en el relato de Las mil y una noches. Ferde Grofé (1892-1972) puso música a una de las maravillas naturales norteamericanas con su Gran Cañón del Colorado.

La forma musical más importante llegó con el nacimiento del concerto, una obra amplia en tres movimientos: "allegro" (rápido), "andante" (lento), "allegro". Compuesta por un instrumento solista con el acompañamiento de una orquesta entera, los "concertos" destacan la habilidad y la belleza del ejecutante. Hay algunos conciertos dobles y triples: Brahms compuso uno famoso para violín y violonchelo; Beethoven, para piano, violín y violonchelo, y Mozart compuso un concierto para dos pianos y uno para tres.




viernes, 17 de octubre de 2014


Julio César, de Georg Friedrich Haendel
Por Roberto Montes

La temprana muerte de Henry Purcell, acontecida en 1695, puso triste fin a todos los logros y al grado de evolución de la ópera inglesa, cuyo despertar protagonizó este maestro de personalidad única, que no encontró sucesor ni dejó como herencia ninguna escuela por perpetuar.
Quince años después, en 1710, llega el músico alemán Georg Friedrich Haendel (cuyo nombre en inglés, años después y tras su nacionalización, se transformó en George Frideric Handel) a la escena musical londinense, con lo que las aspiraciones de desarrollar una verdadera ópera nacional inglesa recobraban esperanzas, aunque la ópera napolitana reinaba hegemónicamente en todo el mundo.
A pesar de su formación en Hamburgo y de la estela de Purcell, Handel permaneció fiel a los dictados de la tradición napolitana, convertiéndose, empero, en su máximo exponente. Este compositor no pretendió reformar nada, sino que desarrolló y perfeccionó las formas de expresión existentes, pues observamos que en sus numerosas óperas (más de cuarenta en total) se encuentran todas las características del canon napolitano: textos de Metastasio y sus imitadores, típicas oberturas, arias “da capo” y de bravura, apasionados “accompagnati” y sicilianas.
No obstante, la estructura que tan rígida se comportaba en manos de otros compositores, recibió un renovado vigor y una animación por parte de Handel, quien obtuvo la supremacía en el panorama operístico londinense (desbancando a Bononcini), enterrando por completo la monotonía de estas óperas, que eran, de hecho, en la inmensa mayoría de los casos, una larga correlación de arias. El voluptuoso esplendor y la magnificencia barroca, pertenecientes a la personalidad y al estilo de Handel, prestaron a sus óperas ese elemento heroico que es característico de su grandeza.
Un exitoso estreno
Enmarcada en esos aires épicos, el histórico idilio entre Julio César y Cleopatra estimuló a Handel, en uno de los períodos más importantes de su creatividad lírica en Londres, para componer una “dramma per musica” que, en cuanto a la música, se encuantra entre sus páginas más inspiradas y sustanciales.Giulio Cesare in Egitto, ópera en tres actos, se estrenó en el King’s Theatre de Londres el 20 de febrero de 1724. Nunca una ópera de Handel obtuvo un éxito tan grande y tan inmediato. El tema fue uno de los puntos a favor, pues su erudición general facilita al espectador un fácil seguimiento de la trama, no como las complicadas intrigas de otras obras de la época.
Llegó a dirigir la que fuera su quinta obra para la Royal Academy of Music en treinta y ocho ocasiones, aun con ciertos cambios, en 1725, 1730 y 1732 en un total de treinta y ocho representaciones. Un número similar de funciones se procuraron en Hamburgo entre 1725 y 1737, y otras tantas en París y Brunswick. El estreno se produjo con un magnífico reparto encabezado por las sopranos Francesca Cuzzoni (Cleopatra) y Margherita Durastanti (Sexto), los contraltos “castrati” Senesino (César) y Gaetano Berenstadt (Ptolomeo), la contralto inglesa Anastasia Robinson (Cornelia) y el barítono Giuseppe Boschi (Aquilas).
Handel había recorrido toda Europa buscando las mejores voces, y trabajó con los “castrati” (los cantantes de moda), cuyo distintivo sonido vocal combinaba la flexibilidad de una joven y poderosa voz con un excepcional control de la respiración. Muchos de los héroes operísticos, como Julio César (para Francisco Bernardi, “castrato” conocido como Senesino), fueron escritos expresamente para ellos. Sin embargo, la primera Cleopatra fue la soprano Francesca Cuzzoni, una de las mejor cantantes de ópera europeas, para la que Handel llegó a crear varios roles líricos. A este propósito resulta curioso señalar que Cuzzoni era famosa por alcanzar un vibrante mi agudo y que Handel escribió tres de las ocho arias de la reina egpicia en la rara clave de Mi mayor y tres en La mayor, o su correspondiente menor, en las cuales aquella nota figuraraba de manera prominente, a modo de unidad tonal que, asimismo, refuerza la presencia y definición del personaje.
Ambos cantantes, Sensino y Cuzzoni, recibieron delirantes críticas tras el estreno, y el teatro se llenó noche tras noche para escuchar a estos portentos vocales que hicieron desbancar a la mismísima Durastanti de la cima interpretativa del momento.
Las intrigas políticas, los amores y los celos (siendo estos dos últimos el genuino corazón de Julio César) componen el libreto, arreglado por Nicola Francesco Haym (perspicaz músico y dramaturgo, buen conocedor de las posibilidades de Handel), que deriva de la obra del mismo título de Giacomo Francesco Bussani, puesta música por Antonio Sartorio en Venecia en 1676. Pero el Julio César de Handel incorpora un número importante de novedosas inserciones, destacando entre ellas la escena del Parnaso del Acto II, extraída de un libreto milanés de 1685. Además, los detalles históricos de la visita de Julio César a Egipto en los años 48-47 a. de C. son tomados de las Vidas de Plutarco.
Personajes históricos
Todos los personajes, de origen histórico, lucen una excepcional riqueza de caracterización, correspondiente a los patrones de la ópera seria. Julio César, papel ejecutado por un castrato (también se suele utilizar hoy en día un barítono, aunque con un efecto no muy satisfactorio), es uno de los triunviros romanos que ha acudido a Egipto, donde se enamora de Cleopatra, en persecución de su enemigo Pompeyo. El ardor de Julio César es también intenso, como lo es su estatura heroica. Su carácter fluctúa entre la nobleza militar, la humanidad (ante Pompeyo) y el febril amor (en el Parnaso del Acto II). La mayoría de las partes musicales de este personaje son dirigidas hacia los sentimientos y sufrimientos del amor, pero cuatro de sus arias, incluida la primera de la ópera, lo definen como un soldado y un conquistador de altura. Su música más profunda llega en el famoso recitativo acompañado “Alma del gran Pompeo” del Acto I, en la que, ante la tumba de Pompeyo, habla de la fragilidad de la vida humana, y en el Acto III, “Dall’ondoso periglio”, una intrincada combinación de recitativo y aria, cuando apela a las brisas del Nilo, solo y abandonado por su legión, para recuperar a su amada.
Opuestas a él aparecen dos formas de villanía egipcia: la felina y egoísta de Ptolomeo (otro castrato, aunque se haya cantado en versión de bajo-barítono, de mezzosoprano y de contratenor), rey de Egipto junto a su hermana Cleopatra, un adolescente cuyos viciosos instintos (irónicamente deplorados por la reina egipcia) se expresan en angulosas líneas vocales y saltos interválicos que requieren gran agilidad; y el brutal, intrigante, siniestro, desertor y fanfarrón Aquilas.
Cleopatra, hermana de Ptolomeo y enamorada de Julio César, es un personaje complejo, flamante, diseñado para una soprano coloratura, con gran capacidad ornamental y de fiato, lo que lo define como una de las más destacadas creaciones vocales de la ópera del siglo XVIII. La Cleopatra de Handel, sensual, seductora y amante, se asemeja en fascinación e infinita variedad a la del dramaturgo inglés William Shakespeare en la tragedia Marco Antonio y Cleopatra. Sus ocho arias, las más bellas de la obra (particularmente “Tu la mia stella sei”, expirando emoción, y la bella “V’adoro pupille”, un idilio de infinita magia) representan una de las grandes y acertadas realizaciones de Handel en su intento de penetrar en el fondo del ser humano.
Los números de Cleopatra cubren un ancho espectro emocional, mostrando cada uno de ellos una faceta diferente de su personalidad y contribuyendo a un total desarrollo del personaje. En el Acto I observamos la irónica burla que hace de los amoríos de su hermano Ptolomeo, adulando a las mujeres bellas para atraer sus fines, y callando su esperanza de suplantar a Ptolomeo en el trono. El retrato se profundiza en el Acto II, cuando la reina egipcia “pone toda la carne en el asador” para conquistar a Julio César, pero cae presa de su propia pasión en el aria, intensamente emotiva, “Se pietà”, oscurecida por fagotes y bachiana en el dialéctico final de voz y violines, puesto que la vida de Julio César está en peligro. En el Acto III Cleopatra recorre un amplio espectro personal, desde el fantasmal “pathos” de “Piangerò”, en la que promete llevar eternamente luto por la crueldad del destino (una de las tres soberbias arias que Handel ideó para la escena de su cautiverio), hasta la exuberancia de Da tempeste.
Cornelia, viuda de Pompeyo y madre de Sexto, exige una contralto o mezzosoprano de gran nobleza y serenidad, y es uno de los papeles, junto al de Cleopatra, que soporta más arias de relevancia. Es, sin duda alguna, la figura trágica de la ópera, cuya noble serenidad acentúa, si cabe, su ira. El aria en la que reacciona al asesinato de su marido, “Priva son d’ogni conforto”, en el Acto I, embauca por su tonalidad mayor. Sólo en el último número de su parte (cinco arias y el encantador dúo-lamento con Sexto al final del primer acto) se le concede un “tempo” rápido, en el aria “Non ha più”, donde la extraña figura cromática con trinos esconde profundidades mayores que el simple alivio del contexto.
Su hijo Sexto, junto al que recibe mayor trascendencia en esta ópera que en el original, lo compone un extenso rol pensado para un castrado con despliegue de coloratura, a menudo cantando por una mezzosoprano, aunque Handel lo reescribió posteriormente para un tenor maduro con música prácticamente nueva. Sexto está abrumado por pensamientos de venganza y, musicalmente, confinado a tonos menores.
Por último mencionaremos a Curio, tribuno romano, que requiere para su breve participación un bajo o bajo-barítono, y a Nireno, confidente de Cleopatra, confiado a un castrato, contratenor o bajo.
En Julio César no hay un verdadero coro, tan sólo unos números corales: el arranque del Acto I, cuatro compases en el Acto II (los conspiradores que invaden la coda del aria de Julio César “All lampo del’armi”) y el final de la ópera, cantados por las voces principales entre bastidores. Dicho comienzo de la ópera supone una brillante ruptura, pues el movimiento convencional de obertura se convierte, de pronto, en un coro cuando el telón se alza para revelar al pueblo egipcio aclamando la llegada de Julio César.
Divergencias de estilo
Como ya hemos podido vislumbrar en algunos aspectos formales, la ópera seria barroca imponía un patrón en el que el recitativo avanza la acción y el aria expresa, como resultado, la tensión emocional sentida por el personaje, con la adición de efectos diversos a la definición del personaje (recordemos a Antonio Vivaldi y la variedad de “affetti” en sus impresionantes arias). Sin embargo, Handel estaba a favor de alterar o modificar la forma del aria “da capo”, e introduce otros tipos de arias para extender la construcción dramática. Por ejemplo, aunque Haym hubiera de escribir un texto para una aria de ese tipo, Handel podía musicarla como una “cavatina” de entrada o un aria media. Esto permitía añadir un aria de salida concluyente para el personaje principal antes de su obligada “mutis” de escena. En Julio César hay tres cavatinas en total, que introducen modos o acciones previamente desarrolladas en los recitativos. El aria de Cleopatra “Venere bella” (en el Acto II) tiene una construcción imaginativa y original que está llena de sorpresas y suspense, cuya innovación contradice la convención, creando un verdadero momento dramático.
La orquesta
Giulio Cesare es la Ópera de Handel más suntuosamente orquestada, y única en su época por el empleo de dos trompas de diferente tonalidad. La partitura incluye flautas de pico y traveseras, fagotes a dos y solos obligados para violín, oboe y trompa. Sus fanfarrias antifonales, en la sinfonía que introduce la escena final, confieren una grata hilaridad al triunfo de los amantes.
La mayor parte de las arias de Handel, como las de otros compositores de la época, estaban acompañadas únicamente por instrumentos de cuerda y por una línea de bajo continuo; a veces los instrumentos de viento venían a reforzar la cuerda. Pero en ocasiones, para conseguir efectos especiales, los instrumentos de viento eran utilizados brillantemente, como en el Acto I de Julio César, cuando la trompa evoca la caza en el aria de Julio César “Va tacito”, en la que la escritura virtuosa del solista de viento complementa la heroica audacia de la música vocal.
Probablemente, la más pintoresca de las piezas orquestales de toda la obra de Handel aparece en la escena del Parnaso (Acto II), con la entrada de Julio César, momento en que la orquesta incluye, además de la cuerda, oboes y bajos, un arpa, una “tiorba” (un gran laúd) y una viola de gamba, dentro y fuera del escenario, para proporcionar un sensual halo instrumental a la canción de Cleopatra.

http://orfeoed.com/melomano/2012/articulos/opera/julio-cesar-de-georg-friedrich-haendel/




sábado, 11 de octubre de 2014


Georg Friedrich Haendel

 (Alemania, 1685-1759)

Compositor alemán, aunque nacionalizado británico. Fue uno de los más grandes compositores de la última etapa barroca. Nació el 24 de febrero de 1685 en Halle, Alemania, en el seno de una familia sin tradición musical. No obstante, su talento se manifestó de tal manera que, antes de cumplir los diez años, comenzó a recibir, de un organista local, las únicas clases a las que asistió en toda su vida. Aunque su primer trabajo, a los 17 años, fue como organista de iglesia en Halle, sus gustos musicales no correspondían con ese cargo. En 1703 se trasladó a Hamburgo, el centro operístico de Alemania por aquel entonces. Fue allí donde, en 1704, compuso su primera ópera, Almira, que obtuvo gran éxito al año siguiente. Poco más tarde, insistiendo en su deseo de conseguir prestigio como compositor de ópera, marchó a Italia. Su primera parada fue en Florencia y en la primavera de 1707 viajó a Roma, donde disfrutó del mecenazgo tanto de la nobleza como del clero. En Italia compuso óperas, oratorios y pequeñas cantatas profanas. Su estancia en Italia finalizó con el éxito de su quinta ópera, Agrippina (1709), estrenada en Venecia.
Händel abandonó Italia y comenzó a trabajar como compositor y director de orquesta de la corte en Hannover, Alemania, a donde llegó en 1710. Pero, al igual que ocurrió con su estancia en Halle, no permaneció en este puesto durante mucho tiempo y a finales de ese mismo año marchó a Londres, donde estrenó Rinaldo (1711) con un nuevo triunfo. Tras regresar a Hannover le concedieron un permiso para viajar a Londres por un corto periodo de tiempo, aunque esta vez se quedó en la capital británica. En 1714, el elector de Hannover fue nombrado rey con el nombre de Jorge I de Inglaterra. Después de algunos problemas con Händel, volvieron a reconciliarse, le dobló la cantidad de la pensión y fue nombrado tutor de los hijos del rey. Bajo el mecenazgo del duque de Chandos, compuso su oratorio Esther y las 11 anthems Chandos para coro, solistas y orquesta (1717-1720). En 1719 el rey le concedió una subvención para fundar la Royal Academy of Music (centro del que fue presidente), destinada a los espectáculos operísticos. Allí se estrenaron algunas de sus grandes óperas: Radamisto (1720), Giulio Cesare (1724), Tamerlano (1724) y Rodelinda (1725). En 1727 Händel obtuvo la nacionalidad británica. El año 1728 la Royal Academy se derrumbó; no obstante, al año siguiente fundó una nueva compañía. En 1734 se vio forzado a trasladarse a un nuevo teatro por las presiones de la Opera of the Nobility, compañía rival, y continuó componiendo ópera hasta 1737, año en que las dos empresas dejaron de funcionar. En 1737, un ataque de parálisis le obligó a permanecer una temporada inactivo y se retiró a Aquisgrán.
En 1738 retomó la composición operística y en 1741 compuso su última ópera, Deidamia. Durante los años treinta se consagró, en primer lugar, a la composición de oratorios dramáticos en inglés, como Athalia (1733) y Saúl (1739), y en segundo lugar, a obras instrumentales interpretadas junto a los oratorios, entre las que se encuentran algunos de sus más importantes conciertos: los concertos para solistas del opus 4 (1736, cinco para órgano y uno para arpa), y los 12 concerti grossi del opus 6 (1739). En 1742 estrenó en Dublín el oratorio El Mesías, su obra más famosa. Hasta 1751 continuó componiendo oratorios, entre los que se incluyen obras maestras como Sansón (1743) y Salomón (1749); fue entonces cuando su vista comenzó a fallar. Murió en Londres el 14 de abril de 1759; la última representación musical que escuchó fue El Mesías, el 6 de abril de ese mismo año.

Händel evitó las rigurosas técnicas contrapuntísticas de su compatriota y contemporáneo Johann Sebastian Bach y basó su música en estructuras sencillas, de acuerdo con sus creencias estilísticas. No obstante, la obra de ambos compositores refleja la época en que vivieron. Tras ellos, la ópera tomó un camino diferente y los géneros favoritos del barroco, como la sonata para trío y el concerto grosso, se abandonaron durante mucho tiempo. El desarrollo de la orquesta sinfónica y del pianoforte permitió investigar materias que se habían descartado en el periodo barroco. A pesar de todo, la influencia de ambos compositores no descansa en ejemplos específicos. El legado de Händel se basa en la fuerza dramática y la belleza lírica de su música. Sus óperas abarcan desde los esquemas rígidos y convencionales hasta un tratamiento más flexible y dramático de los recitativos, ariosos, arias y coros. Su habilidad para construir grandes escenas en torno a un sólo personaje la desarrollaron compositores como Wolfgang Amadeus Mozart y el italiano Gioacchino Rossini en sus escenas dramáticas. La herencia más importante de Händel es, sin duda, la creación del oratorio dramático, alejado de las tradiciones operísticas existentes y llevado a término por su imaginación creativa. Los oratorios del austriaco Josef Haydn y del alemán Felix Mendelssohn están influidos en gran medida por los de Händel. Fue uno de los primeros compositores de quien se escribió una biografía (1760), que tuvo celebraciones por el centenario de su nacimiento y cuya música se publicó en su totalidad (cuarenta volúmenes, 1787-1797). Ludwig van Beethoven alabó estas publicaciones. A pesar de que hoy día, al igual que durante el siglo XIX, se conoce a Händel por obras como El Mesías y Música acuática, cada vez más se intenta mostrar el resto de sus composiciones, especialmente las óperas. Su genio musical merece ser recordado en toda su amplitud.  
© M.E.


http://www.epdlp.com/compclasico.php?id=1023



domingo, 24 de agosto de 2014

Apollo e Dafne, G. F. Haendel (dos arias de bajo)


Dos preciosas arias pertenecientes a la cantata pagana 'Apollo e Dafne' (Apolo y Dafne) de Jorge Federico Haendel, tal vez el mejor compositor de música orquestral de todos los tiempos. La magistral interpretación está a cargo del bajo Robert Pomakov y de la European Union Baroque Orchestra, dirigida por Roy Goodman.

Aria 1:
Pende il ben dell' universo (Pende el bien del universo)
da quest' arco salutar (de este arco salutífero),
di mie lodi i suol rimbombe (de mis cánticos el sol resuena)
ed appresti l'ecatombe (y se apresta la hecatombe)
al mio braccio tutelar (para mi brazo tutelar).

Aria 2:
Come rosa in su la spina (Como rosa por cima la espina)
presto viene e presto va (presto viene y presto se va),
tal con fuga repentina (con tal fuga repentina)
passa il fior della beltà (pasa la flor de la beldad).


domingo, 20 de julio de 2014

¿Por qué escribió Handel El Mesías?

Si el padre de Georg Fridrich Handel hubiera vivido más tiempo, probablemente el mundo habría perdido a un gran compositor. El padre, que era médico en el distrito de Halle en Sajonia, se casó por segunda vez a los 60 años, y Georg Fridrich nació de ese matrimonio. Aunque el joven Handel mostró un excepcional talento musical, tocando el órgano a la edad de siete años, su padre quería que fuera abogado.
Pocos años después de la muerte de su padre, Handel se dedicó de tiempo completo a la música. En Italia escribió sus primeras óperas y en 1710 viajó a Londres, y lo que al principio se suponía que sería, una visita corta se convirtió en una residencia de por vida.
En 1713, a la edad de 36 años, escribió una obra para celebrar el cumpleaños de la reina Ana, por la cual recibió una pensión vitalicia de 200 libras anuales. Se convirtió en el maestro no oficial de la música real. El rey Jorge I le dobló la pensión, y la coronación de Jorge II, en 1727, incluyó cuatro hinmos compuestos por Handel. En ese mismo año, Handel se naturalizó ciudadano inglés y dio a su nombre estilo inglés, convirtiéndolo en George Frederick.
Durante casi 30 años escribió óperas que atrajeron multitudes de londinenses elegantes a los teatros. Pero las óperas de Handel poseían un característico sabor italiano y las óperas italianas pasaron de moda repentinamente.
Con la salud quebrantada, Handel estaba a punto de dejar Inglaterra cuando el gobernador de Irlanda lo invitó a dar una serie de conciertos en Dublín. Mientras planeaba su viaje, Handel escribió un nuevo oratorio, El Mesías, en sólo 23 días, a veces sin dormir ni comer. Cuando terminó el coro de Aleluya, dijo a su asistente: "Creo que he visto el cielo delante de mí, y también a Dios."
El estreno de este oratorio, que se llevó acabo el 13 de abril de 1742 en Dublín, estuvo dedicado a obras de caridad y tuvo un éxito rotundo.
Handel era profundamente religioso, pero su decisión de escribir El Mesías y concentrarse en los oratorios se debió, en gran parte, a que la ópera ya no estaba de moda. Veía al oratorio como una forma de ópera que captaba el espíritu de la época, con historias musicalizadas de las Sagradas Escrituras, interpretadas por cantantes, coros y orquesta.
Dada su índole religiosa, los oratorios tenían otra ventaja muy práctica: podían representarse durante la Cuaresma, época en que los demás teatros se veían obligados cerrar.
El Mesías se estrenó en el Covent Garden, de Londres. Durante el concierto, el rey Jorge II se emocionó tanto que, al llegar la parte de los coros de Aleluya, se puso a dar saltitos. Sus súbditos hicieron lo mismo y, desde entonces, se hizo tradición el ponerse de pie cada vez que es ejecutada esa parte.
Handel quedó ciego siete años antes de morir. En 1759, durante una representación de El Mesías, cayó desmayado y nunca se recobró. Fue sepultado en la Abadía de Westminster, pero su petición de ser enterrado de forma privada no fue obedecida. Más de 3,000 entristecidos admiradores acudieron al funeral.
A los 25 años de su muerte, se llevó a cabo una representación conmemorativa de El Mesía, que incluyó la fabulosa cantidad de 95 violines, 26 violas, 21 cellos, 20 oboes, 12 trompetas, 4 juegos de timbales y un coro compuesto por 257 voces. En los festivales en honor a Handel, que se llevaron a cabo entre 1857 y 1926, tornaron parte más de 4,000 ejecutantes.
Esta gran cantidad de instrumentistas, aunque no formaba parte del concepto original de Handel, ha logrado que El Mesías sea una de las piezas más conocidas del compositor. Ninguna Navidad o Pascua transcurre sin que se toque esta obra en algún lugar.


                                                                             Messiah